MEGALODÓN. ¡Por fin! Después de 20 años.

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MEGALODÓN

The Meg

 

Jon Turteltaub, 2018

En 1997, el autor de Best Sellers de aeropuerto y uno de mis imitadores de Michael Crichton preferidos, Steven Alten, publicó con gran éxito la novela Meg: A Novel of Deep Terror, sobre un grupo de científicos que descubre una pareja de megalodontes, que se creían extintos, en la Fosa de las Marianas. Por supuesto, uno de los megalodontes logra regresar a la superficie y causa estragos en la costa de California. El libro gozó de una amplia popularidad que, eventualmente, generaría cuatro secuelas –en el segundo libro el megalodón se enfrenta a un mosasaurio que resultó tampoco estar extinto, jajaja– y, de hecho, una adaptación cinematográfica se planeó incluso antes de su publicación –la primera edición de la novela incluía en la portada la leyenda “Próximamente una película de gran éxito”–. Dicha adaptación, al igual que el tiburón estelar, se quedó atrapada en una zona abisal… hasta ahora.

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    La película es una adaptación bastante libre que básicamente sólo retoma el título y algunos pasajes de la novela para contar la historia de Jonas Taylor (Jason Statham), un buzo rescatista de la marina de EE.UU. que, cinco años atrás, perdiera a miembros de su tripulación en un incidente con un presunto megalodón. Por supuesto, nadie le cree, hasta que, en la actualidad, el Dr. Zhang (Winston Chao) envía un equipo de investigadores, entre los que se encuentra Lori (Jessica McNamee), la exesposa de Taylor, a la zona abisal del Océano Pacífico y éstos son atacados por un megalodón. Con una renuencia tan creíble como un informe de gobierno, Taylor acepta traer de vuelta a los investigadores, sin contar con que el gigantesco tiburón prehistórico tiene planes de acompañarlos.

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    El peregrinar de esta peli por su proceso de preproducción es una historia larga e  interesante. En 1996, incluso antes de que la novela se publicara –la cual fue, por cierto, la primera novela publicada de Alten–, Disney, a través de su subsidiaria dedicada al cine de acción, Disney Holywood Pictures, adquirió los derechos para llevarla a la pantalla por un millón de dólares en una subasta.

    La Casa del Ratón encargó el guión de la película a Tom Wheeler, pero quedó insatisfecha con el resultado, por lo que llamó entonces a Jeffrey Boam, quien escribiera los guiones de películas como Indiana Jones y la última cruzada (Spielberg, 1989), o Los muchachos perdidos (Schumacher, 1987). Sin embargo, el guión de Boam también fue rechazado por Disney por malo. En este momento, se pensaba en Meg como un vehículo para impulsar la carrera de George Clooney.

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    El tiempo pasó y, en 1999, Warner estrenó Alerta en lo profundo (Harlin), una cinta sobre tiburones modificados genéticamente que dan cuenta de un grupo de científicos a bordo de una estación de investigación oceánica. Disney no quiso competir con Warner, así que pausó el proyecto.

    Desesperado por la falta de progreso de la Casa del Ratón, Alten les retiró los derechos, escribió su propia versión del guión y se la dio al productor Nick Nunziata quien, a su vez, se lo dio a Guillermo del Toro. En 2005, el proyecto fue atraído por New Line Cinema –en aquel entonces ya una subsidiaria de Warner Bros.– y Del Toro pasó a ser productor de la cinta. Poco tiempo después, Guillermo del Toro encargó el proyecto a los productores Lawrence Gordon y Lloyd Levin, quienes antes hubieran sido responsables por la insufrible Tomb Raider y la cuna de la vida (de Bont, 2003). En ese momento, la película sería escrita por John Salermo, quien escribiera los guiones de las deleznables Alien vs Depredador (Anderson, 2004) y Alien vs Depredaor 2 (Hnos. Strause, 2007) y dirigida por Jan de Bont.

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    Finalmente, New Line canceló también el proyecto y éste permaneció en el limbo durante casi una década, cuando Warner Bros. Lo rescató, probablemente en anticipación a los rumores de una nueva película de la saga Tiburón por parte de Universal Pictures, y se lo asignó al director de películas gore Eli Roth, quien escribiría y dirigiría la cinta. Roth abandonó el proyecto argumentando “diferencias creativas”, siendo la principal el hecho de que quería conservar el presupuesto de 150 millones de dólares al mismo tiempo que la clasificación R (para mayores de 17 años) lo cual, desde el punto de vista corporativo, es un suicidio financiero. A esto, súmesele el hecho de que el mismo Roth quería protagonizar la película, a lo que el estudio se negó rotundamente pues pensaron que el director y actor no tenía el atractivo comercial suficiente para un proyecto tan costoso.

    La dirección del proyecto terminó siendo para Jon Turteltaub, director de blocksbusters poco inspirados como Fenómeno (1996), protagonizado por John Travolta, o La leyenda del tesoro perdido (2004) con Nicholas Cage.

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    Ahora, la novela no es ninguna joya, ni siquiera para los estándares de la literatura de aeropuerto; pero, aun así, tiene un par de momentos brillantes y es muy entretenida. Además, de todas las novelas que se anuncian como “una mezcla entre Tiburón y Jurassic Park”, creo que es la única que verdaderamente merece el título. Plagada de clichés, lugares comunes, personajes tipo y situaciones inverosímiles, al menos el planteamiento es más o menos original y se disfruta leer… además, está bien gore.

    Ahora, imaginen que la película es como el resumen escolar de la novela. Y bueno, en mi caso, puedo pasar por alto los clichés y los lugares comunes en el argumento, la verdad es que no creo en la originalidad en ese sentido… pero ¿los clichés a nivel narrativo? Me refiero a que los realizadores de esta cinta se vieron realmente perezosos y simplemente tomaron su recetario de “Formas de filmar una película de acción” y lo siguieron a piesjuntillas. Quiero decir que, ya no digamos las “personalidades” de los personajes o sus diálogos son clichés; sino que ¡incluso las tomas y los emplazamientos de cámara son lugares comunes! ¿El resultado? Una cinta predecible y poco interesante.

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    Se entiende que los productores no quisieron hacer la película tan sangrienta como pudo haber sido para atraer más público; se entiende que, puesto que Hollywood actualmente vive del mercado chino más que del doméstico, cambiaran a los personajes japoneses del libro por chinos –en la novela, el Dr. Zhang es el Dr. Masao Tanaka y su hija Suyin, Terry Tanaka–, pero hay otra serie de diferencias que valdría la pena mencionar. Por ejemplo, el hecho de que en la novela Jonas Taylor es un paleontólogo y biólogo marino, y no un buzo rescatista; que la acción se desarrolla en la costa de California, con una escena cumbre teniendo lugar en San Diego; que la hembra de Megalodón está preñada; o el hecho de que la exesposa de Taylor no sea submarinista, sino una odiosa y ambiciosa reportera venida a menos de nombre Maggie.

    Pero, por supuesto, los cambios más notorios fueron los del escualo protagonista. Lo primero que noté –y me decepcionó– desde que vi el tráiler fue el color del Megalodón. En la novela, los megalodontes son de un blanco prístino –obvio guiño a Moby Dick–, casi luminiscente, ocasionado por la pérdida de pigmentación en su piel debido a vivir millones de años en la zona abisal. Sin embargo, los artistas de efectos especiales de Megalodón encontraron demasiado difícil colorear a su tiburón de blanco y que el CGI se viera bien, por lo que le dejaron la coloración grisácea de cualquier tiburón genérico. También en la novela el Megalodón sólo ataca de noche, pues sus ojos son hipersensibles a la luz –al menos hasta la parte en la que lo dejan ciego–; pero en la película lo vemos atacando a plena luz del día sin empacho alguno.

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    Las actuaciones de todos son bastante malas… lo que es una lástima porque Statham es muy buen actor, sólo que, como ya lo encasillaron en el papel de héroe de acción, a nadie le importa; además de que personalmente nunca lo habría elegido para el papel de Taylor basándome en la novela. El resto de los actores difícilmente logra salir avante con una dirección poco interesada y un guión acartonado y desabrido.

    Hablando del guión… ¿qué onda con eso? No sólo es predecible, clichesoso, inverosímil y ridículo en más de un momento; sino que hay unos diálogos tan melodramáticos que parecen sacados de una película de Roger Corman –no pude evitar soltar una sonora carcajada con el “I´m gonna kill it with evolution”. Y la relación disfuncional completamente injustificada entre Zhang y Suyin es de antología.

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    Hay también un par de escenas que no sé si quisieron hacer ridículas a propósito, pero que me dieron mucha risa. Digo, perdón, señores realizadores, pero un hombre nadando a toda velocidad para escapar por poco de un tiburón de 25 metros de largo no es aterrador o emocionante, es hilarante y me recuerda algunos de los mejores momentos de los Looney Tunes.

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    A final de cuentas, creo que Megalodón es un blockbuster veraniego completamente anodino que, al no saber definir ni su tono ni su público, se queda como un intento tibio a medio camino entre Tiburón (Spielberg, 1975) y Sharknado (Ferrante, 2013). Sí, tiene varios momentos de risas locas; pero creo que para la mayor parte del público éstos no compensarían las casi dos horas de película genérica de tiburones que se tienen que soplar.

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    Y… ¿los mataría poner un poco de sangre en las películas?

PARA LA TRIVIA: Jason Statham es un nadador de alto rendimiento que, de hecho, representó a Inglaterra en los Commonwealth Games de 1990, así que en esta cinta realizó casi todos sus stunts en el agua él mismo.

PARA LA TRIVIA GEEK: Actualmente aún existe controversia entre los taxónomos sobre si el Megalodón (Carcharocles megalodon), extinto hace apenas 2 millones de años, es un antepasado del tiburón blanco actual (Carcharodon carcharias) o si, de hecho, es una especie hermana del mismo genus (denominado en tal caso, Carcharodon megalodon).

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