SONÁMBULOS. La travesura de un fan casi basada en una novela de Stephen King.

SONÁMBULOS

Que cuando la transmitían en Canal 5 la titulaban Los mutantes y en video se llamaba La maldición de los sonámbulos; pero cuyo título original en inglés es Sleepwalkers.

Mick Garris, 1992

El cineasta californiano Michael Alan Garris, mejor conocido como Mick Garris, es uno de esos personajes de la industria hollywoodense que a uno le resulta difícil ubicar; pero que sin embargo siempre ha estado ahí. Me refiero a que es uno de esos artistas de los que uno revisa su filmografía y no puede evitar exclamar “¿A poco es de él?”. Empero, el estilo de este Maestro del Horror es plenamente identificable en guiones como el de La Mosca 2 (Walas,1989) o en la dirección de Critters 2 (1988) o la serie de televisión La mujer lobo de Londres (1990-1991)… al menos la primera temporada.

    También es conveniente, antes de comenzar a hablar de esta película, mencionar el Factor King. Muchos autores llegan a cierta etapa en sus carreras en la cual pueden vender cualquiera de sus obras simplemente utilizando sus nombres. El caso con Stephen King es que llegó a este punto demasiado rápido, tanto que resultó contraproducente.[1]

    Así pues, a pesar de lo que sugiere el poster, esta cinta no está basada en ninguna novela de Stephen King. El escritor nativo de Maine desarrolló el argumento de Los sonámbulos, pero le vio pocas posibilidades narrativas como novela y lo abandonó. Poco después, retomó el escrito y lo convirtió en un guión cinematográfico. Finalmente, todos los elementos se conjuntaron en una película cuyo gran mérito es ser un enorme e injustificado “Easter Egg” para los fobocinéfilos.

    El argumento cuenta la historia de Charles Brady (Brian Krause) y su madre Mary (Alice Krige), quienes acaban de mudarse al típico pueblito kingiano que ahora resulta estar situado en California, como para variar las cosas. Los incestuosos Brady son en realidad la última pareja de Sonámbulos, seres ancestrales mitad felino, mitad humano que se mantienen vivos eternamente robando la energía vital de muchachas vírgenes ‒¿Qué tendrá King con los gatos como ladrones de energía? ¿Recuerdan que en la película El ojo del gato (Teague, 1985) también maneja este concepto?‒. Charles ha puesto los ojos en su nueva víctima, la inocente Tanya Robertson (la guapa Mädchen Amick, cuyo trabajo es mejor recordado como actriz televisiva) con el único inconveniente de que corre el riesgo de enamorarse de ella. ¡Ah, por cierto! Los Sonámbulos son indestructibles, sólo vulnerables al ataque de sus acérrimos enemigos ancestrales: los gatos domésticos.  

    No sé por qué Jim Whaley de Cinema Showcase, cuya crítica citaron en la portada del DVD, se refiere a esta película como “aterradora”. Es “terrible”, eso no lo dudo, pero no recuerdo un solo minuto de ella que me haya provocado algo parecido al terror. En un par de escenas me reí como energúmeno, no lo niego; pero, por lo demás, recuerdo que la vi por primera vez cuando tenía diez años y en ese entonces me pareció sosa y sin chiste.

    Sin embargo, mi percepción de ella ha cambiado con el pasar del tiempo. Ahora me parece hilarante.

    Sobre todo recuerdo esa escena casi al final de la película cuando Mary, la madre sonámbula, secuestra a Tanya, mata a varios policías y se hace con el revólver de uno de ellos para luego dispararlo en contra de un par de patrullas ¡que vuelan por los aires en medio de enormes bolas de fuego! ¿Qué tenían las balas de ese revólver? ¿Napalm?

    O justo antes de esa escena, cuando Tanya se está dando un baño en la tina y se niega a salir hasta que llegue el sheriff del pueblo llegue con el gato de la policía… ¿Es el único puto gato en el pueblo? ¿No pudo abrir una lata de Whiskas en su puerta? ¿Por qué un patrullero tiene un gato mascota al que lleva en sus misiones?

    Los sonámbulos resultan personajes bastante simplones y desabridos, excepto por Charley cuando está a medio transformar, que goza de un humor negro y rapaz perfectamente copiado del Freddy Krueger de las últimas tres entregas de la saga original de Pesadilla en la calle del Infierno (1984-1991), en las que parecía que debía forzosamente terminar cada frase con la palabra “bitch!”.

    Las creaturas que dan título a la cinta cuando están completamente transformadas son increíblemente poco convincentes. Es de verdad triste ‒o muy cómico, depende de qué ángulo se le vea‒ cuando en una película de monstruos el monstruo principal no funciona. En el caso de esta cinta, los monstruos parecen fetos de gato con escamas y durante todo el tiempo sufren del terrible efecto “Guy in a rubber suit” (el tipo en el traje de goma). Incluso se ve que a los actores les resultaba difícil caminar con las máscaras tan pesadas que llevaban.

    Ahora, debo confesar que la razón por la que sentí ganas de volver a ver esta peli, fue porque precisamente en la revista HorrorHound mencionaron que era una especie de travesurilla para los fans del cine de horror debido a la cantidad enorme de cameos que había en ella. Por supuesto, cuando estaba en cuarto o quinto de primaria y vi esta madre, los pasé todos por alto; pero ahora sí puedo mencionar que el principal atractivo de esta película es el contar con todo un desfile de celebridades.

    Ahora sí puedo decir con conocimiento de causa que en esta película vi cameos de Tobe Hooper como un forense de campo, John Landis, Clive Barker y Joe Dante como laboratoristas forenses, Mark Hamill como un oficial de policía y el mismísimo Stephen King como el cuidador de un antiguo cementerio. Anécdota curiosa, esta película es la única ocasión en la que Stephen King y Clive Barker han aparecido simultáneamente en pantalla.

    Así pues, el resultado final es una película bastante inconsistente. Con momentos de horror que más bien dan risa, momentos de acción que son mucho más hilarantes y momentos cómicos que la verdad dan un poco de pena.

    También es interesante ver cómo han envejecido los efectos especiales que en aquella época eran lo último de lo último. Hay varias escenas en las que se hacen “morphings” con animación por computadora, que en aquel entonces eran efectos de última generación, y hoy día los puedes hacer en tu teléfono celular. Y en aquella época no se veían mucho más convincentes que ahora.

    Un elemento que sí me gusta mucho de esta cinta es la música. Quiero decir, ¿en qué otra época una canción de Enya se hubiera considerado cool para ser tema de una película de terror? Bueno, la realidad es que Mick Garris tampoco estaba muy convencido; pero Sony Music estaba empeñado en hacer promoción transmedia y Boadicea fue la única canción de todo el repertorio que la disquera le proporcionó que le pareció que iba acorde con el tono de la película. El resultado es muy interesante, la hipnótica melodía de Enya le da a la cinta un carácter muy particular.

    Como sea, Sonámbulos es un caso   de una idea que quizá, tal vez quizá, pudo funcionar… Finalmente es un fusil de la primera parte de Beowulf pero con creaturas como vampiros y un toque de La marca de la pantera (1942). Eso sí, la película no es un completo desperdicio porque salen muchos gatos, incluido uno de esos simpatiquísimos gatos gordos casi al final. Además, tengo que admitir que la disfruto mucho porque me hace reír.

PARA LA TRIVIA: Tanto Mick Garris como Mädchen Amick son, de hecho, alérgicos a los gatos. Amick ocultó este hecho hasta que el rodaje había iniciado.

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[1] Anécdota curiosa: desde finales de los setenta y hasta mediados de los ochenta, King publicó varias novelas bajo el pseudónimo de Richard Bachman; esto lo hizo por consejo de su agente, quien notó una baja en la venta de los libros de King porque estaba saturando el mercado.

HANNIBAL. ¿Por qué Jodie Foster no regresó para la secuela que ella misma luchó por protagonizar?

HANNIBAL

Ridley Scott, 2001

Luego del tremendo éxito de El silencio de los inocentes (Demme, 1991), el mundo tuvo que esperar diez años, el tiempo que se tardó Thomas Harris en escribir el último libro de la Trilogía de Hannibal, para una secuela. ¿Valió la pena la espera? Por desgracia, debo decir que no, no del todo. Como muchas de las películas de Ridley Scott producidas en este siglo, uno puede ver el potencial en ellas pero, a final de cuentas, la experiencia que tanto prometía al principio termina siendo decepcionante.

    En esta última entrada, se cuenta cómo Clarice Starling (ahora interpretada por Julianne Moore) cae de la gracia del FBI después de la mala publicidad que recibe un operativo fallido de la agencia gubernamental para atrapar a la lideresa de un cártel de narcotraficantes. Mientras tanto, en Italia, el inspector Rinaldo Pazzi (Giancarlo Giannini, ¿quién si no?) cree haber encontrado al elusivo Hannibal Lecter (Anthony Hopkins en el papel que lo convirtió en leyenda), quien desapareciera luego de escapar de Memphis y por quien un antiguo paciente, el magnate Mason Verger (el camaleónico Gary Oldman en un camaleónico papel), está ofreciendo una cuantiosa recompensa. Luego de diez años de silencio, Starling comienza a recibir mensajes de Lecter. Cuando el mundo de la agente del FBI y del psiquiatra caníbal se tambalea y el círculo de perseguidores alrededor de ellos se va estrechando, ¿quién necesita más a quién?

    Me gustó mucho la novela de Thomas Harris, aunque a nivel literario se siente un tanto dispareja. Por un lado, está este complejo conglomerado de historias que se nota que fueron ideas independientes para una secuela de El silencio de los corderos que Thomas Harris integró en un solo argumento. Pero, por otro, se nota la evolución en el estilo del autor. Si bien la narración tiende a perder cohesión por momentos, ésta se va estilizando cada vez más en un lirismo virtuoso que, a final de cuentas, es un reflejo de la psique del personaje de Hannibal Lecter. De una forma casi metadiegética, la novela de Hannibal se convierte en Hannibal y la narración adopta sus manierismos y excentricidades. En los últimos capítulos, el lector se siente como si estuviera dentro de la mente de Lecter y se encuentra ante una obra hermosa a la vez que macabra y perversa. La película logra transmitir este ejercicio alegórico… por momentos.

    Los dos primeros actos de la película son una adaptación más o menos fiel del texto de Harris, si bien varias subtramas quedaron fuera y el orden de algunos eventos fue alterado para agilizar la narrativa. El tercer acto es el que más se aleja de la fuente, principalmente por cuestiones de dramatismo. Es interesante que el complot al interior del FBI para destituir a Starling es mucho menos malicioso en la película que en la novela. Del mismo modo, hay elementos clave del libro que están completamente ausentes, como los personajes de Margot Verger, hermana y víctima de Mason, y Ardelia Mapp, roomie de Starling, quien sí apareció en El silencio… o la polidactilia de Lecter, entre otros.

    Anécdota curiosa: varias escenas de la subtrama sobre el pasado de Pazzi, su captura del asesino serial conocido como Il Mostro y el involucramiento de Lecter en el caso, que son una extensa parte de la novela, fueron filmadas pero quedaron fuera del corte final de la película, pues los productores pensaron que complicaban la trama innecesariamente.

    El problema es que el guión de esta cinta no encuentra con qué sustituirlo: SPOILER a falta de Margot, la muerte de Verger ocurre a manos del Dr. Cordell (Zeljko Ivanek), lo que se siente completamente fuera de lugar y gratuito. Cordell no tiene ninguna motivación para matar a Verger más allá de un par de veces que le contesta feo, y se siente como un recurso añadido al guión sólo porque tenían que resolver ese conflicto TERMINA SPOILER.

    Del mismo modo, en la novela todo el asunto de la radiografía del brazo de Lecter es fundamental, pues su polidactilia es la pieza clave para dar con su paradero. Sin embargo, como nunca se planteó que Hannibal tuviera seis dedos en las películas anteriores, no había que ponerlo en ésta; pero eso creó un hueco en el guión porque nunca queda claro cómo es que supieron que la radiografía era de Hannibal Lecter.

    En cuanto Harris terminó de escribir la novela, le mandó copias a Jonathan Demme, director de El silencio…, Jodie Foster, quien interpretara a Starling y quien había presionado durante casi una década para hacer la secuela, y Anthony Hopkins para que le dieran el visto bueno. Las reacciones fueron variadas y resultaron en un largo proceso de reescrituras del guión de la película que demoró su fecha de inicio de filmación.

    De entrada, Demme y el guionista Ted Tally manifestaron su negativa de participar en la película. Ambos consideraron que la novela era demasiado retorcida, macabra y sangrienta. Fue entonces que el dramaturgo y escritor David Mamet fue comisionado para escribir el guión de la película; pero, luego de quince tratamientos, su texto fue desechado y completamente reescrito en tan sólo seis semanas por Steven Zillian, guionista de La lista de Schindler (Spielberg, 1993).

    En algún momento se pensó en David Fincher para dirigir la cinta; pero el director no estaba interesado en el proyecto. Así pues, Dino de Laurentiis fue a visitar a Ridley Scott mientras se encontraba en Roma en la filmación de Gladiador (Scott, 2000) y le ofreció la dirección de Hannibal. Scott pensó que se trataba de otro drama histórico ambientado en la antigua Roma, esta vez sobre el estadista y general cartaginés, y rechazó el proyecto. De Laurentiis completó entonces, especificando que se trataba de Hannibal “Lecter” y el director británico aceptó de inmediato. Empero, luego de leer la novela de Harris en tan sólo un par de días, contactó al autor y le preguntó si tenía mucho problema con que cambiaran el final, a lo que Harris contestó que no. A Scott el final de la novela le parecía completamente inverosímil y se empeñó en cambiarlo.

    Quien tampoco estuvo de acuerdo con el final de la historia ni con lo sórdido del texto fue Jodie Foster. La actriz zanjó distancia de la producción casi desde un inicio y ninguna cantidad de dinero o regalías que le fueron ofrecidas para volver a interpretar el papel la hizo cambiar de opinión. Irónicamente, Foster mostró incluso más perseverancia en su negativa de volver a interpretar a Starling que la que mostró cuando quería obtener el papel la primera vez. Foster llevaba años, prácticamente desde que terminó de filmar la primera cinta, haciendo campaña para que se produjera la secuela.

    En opinión de Foster, el texto de Harris traicionaba al personaje de Starling a quien ella había aprendido a ver como una persona real. Una a la que no le gustaría ver que le pasara lo que le sucede a Clarice en la novela. La actriz igualmente se sintió incómoda con el tono perturbador y retorcido del texto de Harris. Luego de que todas las negociaciones fracasaran, la producción le pidió a Foster que recomendara a alguna actriz para que la sustituyera. Foster recomendó a Claire Danes, a quien había dirigido en Home for the Holidays (1995); sin embargo, los realizadores no creyeron que Danes tuviera el perfil para interpretar a Starling.

    Así pues, la búsqueda por una nueva Clarice Starling comenzó y la primera opción de la producción fue más que obvia: Gillian Anderson. La actriz británico-estadounidense había dado muestras de su calidad histriónica y había alcanzado notoriedad internacional gracias a su interpretación de la agente especial del FBI Dana Scully en la popular serie de televisión Los expedientes X (1993-2018). Además, cumplía perfectamente con el perfil, pues las similitudes entre Starling y Scully son más que evidentes. Por desgracia, pronto se supo que la producción de Los expedientes X, que continuaba filmándose, había incluido una cláusula en el contrato de Anderson que le prohibía interpretar a cualquier personaje que fuera una agente del FBI mientras siguiera actuando en la serie.

    Afortunadamente, años después, Anderson participó en la serie de TV Hannibal (2013-2015), que adaptaba las novelas de Harris. En esta serie interpretó a la Dra. Bedelia De Maurier, psicoterapeuta de Lecter, quien termina cumpliendo con el arco de personaje que originalmente le pertenecía a Starling.

    La búsqueda continuaba y prácticamente todas las actrices de alto perfil de Hollywood fueron consideradas para el papel. Entre una muy larga lista de intérpretes, sobresalen los nombres de Kate Blanchett, Helen Hunt, Gwineth Paltrow, Brooke Shields, Hillary Swank, Callista Flockhart, Sarah Jessica Parker, Bridget Fonda y Jennifer Jason Leigh.

    Finalmente, fue el mismo Anthony Hopkins quien sugirió a Julianne Moore, con quien el británico compartiera créditos en Sobreviviendo a Picasso (Ivory, 1996), para interpretar a Starling. Según se sabe, Hopkins estaba furioso porque ni Foster ni Demme regresarían para la secuela y él mismo comenzó a reconsiderar su participación. De hecho, la producción ya había considerado a John Malkovich o a Tim Roth para interpretar a Lecter en caso de que Hopkins abandonara el proyecto ‒curiosamente, no pensaron en Brian Cox‒; pero los veinte millones de dólares que le ofrecieron a Sir Anthony por la película fueron suficientes para acallar sus inquietudes.

    A final de cuentas, la interpretación de Moore es más que sólida; pero Foster había dejado un estándar demasiado alto. De hecho, me sucede algo curioso con esta Clarice Starling: sí le creo a Moore que ella sea Clarice Starling en el momento en que sucede Hannibal; pero no puedo creer que sea la misma Clarice Starling de El silencio de los inocentes. Del mismo modo, creo que Hopkins está excelente como Lecter y se ve que aprovecha su tiempo en pantalla para desarrollar al personaje; pero nunca alcanza los momentos de genialidad de su interpretación anterior.    

    Quizá una de las razones por las que esta película no funciona también es porque el principal hilo conductor de la cinta anterior se encuentra ausente: la interacción entre Starling y Lecter es mínima y superficial. En la novela, su relación es mucho más profunda; pero justo fueron esos los pasajes que tanto escandalizaron a los realizadores y que dejaron fuera de la cinta. Del mismo modo, los dos conflictos principales de los personajes en El silencio… han desaparecido: Lecter ya no está encerrado y Starling ya no es vulnerable; sin embargo, la película no es lo suficientemente hábil como para dejar claros los nuevos conflictos.

    También me parece que el personaje de Mason Verger se siente un tanto desperdiciado. Originalmente, este rol fue ofrecido a Christopher Reeve, quien lo rechazó porque no se sentía cómodo interpretando a un abusador de niños ‒aspecto del personaje que, de hecho, también quedó fuera de la película‒. El maquillaje que completa la inquietante caracterización de Sir Gary Oldman es simplemente espectacular. Diseñado, confeccionado y aplicado por Greg Canom, quien ya antes hubiera maquillado a Oldman para convertirlo en el Rey de los Vampiros en Drácula, de Bram Stoker (Coppola, 1992), el diseño del rostro de Verger se inspiró en un feto. Por cierto que, durante la filmación, la producción trató de mantener el misterio sobre quién era el actor debajo de los prostéticos, de tal forma que sólo Scott y Hopkins sabían que se trataba de Oldman. El crew sólo podía especular y la mayoría sospechaba que se trataba de Jared Leto. De hecho, en la versión de la película estrenada en cines, el nombre de Oldman no aparece en los créditos.

    La dirección está bien, a secas. Me gusta, eso sí, cómo Scott logra transmitir parte del tono de la novela… aunque también hay una gran parte en la que se nota que el director británico estaba trabajando con un texto que le parecía poco interesante. Donde creo que sí se luce es en la secuencia del tiroteo en el mercado.

    Con el apoyo del director de fotografía John Mathieson, con quien Scott trabajara en Gladiador (2000) y Cruzada (2005), la película muestra el punto de vista de Hannibal, nos mete a la mente de Hannibal; la película es Hannibal. Además de los temas visuales recurrentes de Scott, como las tomas a contraluz y los flares deliberados, la película apunta a un cierto lirismo visual y utiliza tomas y movimientos de cámara innecesariamente elegantes y caprichosos… casi barrocos. En las escenas que se centran Enel Dr. Lecter, la iluminación es expresionista, tratando de exteriorizar en el medio ambiente la psique del personaje.

    La música, compuesta principalmente por Hans Zimmer, es particularmente atmosférica y se preocupa más por crear un ambiente y por guiar emocionalmente al espectador. Sin embargo, aunque funciona en algunas escenas, por alguna razón se siente extrañamente fuera de lugar durante la mayor parte de la película. De hecho, creo que este soundtrack lo disfruto más sólo escuchándolo que como parte de la película.  

    Al igual que la novela en la que se basa, Hannibal es mucho más violenta y explícita que su predecesora. De hecho, muchos críticos de la época la calificaron de “repulsiva” o “asquerosa”. La cinta tiene varias escenas que pueden sin problemas clasificarse como gore que están muy bien logradas y son bastante efectivas… y luego está el final SPOILER en el que Hannibal corta un pedazo del cerebro de Paul Krender, director adjunto del FBI interpretado por Ray Liotta sólo porque coincidía con Ridley Scott en el gimnasio y le pidió el chance, aún vivo y lo prepara frente a él para la cena. Esta escena es simplemente extraña y me causa repelús, aunque no creo que en la forma en la que se planeó. Mientras que en el libro la escena tiene un tono apoteósico y poético, pues se trata del momento en el que Clarice Starling define su transición al “lado oscuro”, en la película la secuencia es grotesca con un piecito en el horror y otro muy puesto en la comedia, en parte gracias a los infortunados efectos especiales usados para crear el cerebro de Krender. TERMINA SPOILER

    Lo cual nos lleva a lo que creo que es lo peor de la película: el final. La verdad es que el tercer acto de la cinta no sólo se cae, sino que se precipita al abismo y todo lo que esta peli construyó anteriormente se va por el caño. SPOILER En el controvertido final de la novela, Starling y Lecter terminan juntos y algo así como “felices para siempre”. TERMINA SPOILER Éste era el final original que se había escrito para la película; pero los realizadores no estaban muy seguros sobre si funcionaría. De tal suerte, se filmaron tres finales diferentes: el de la novela, uno propuesto por Dino de Laurentiis y el propuesto por Ridley Scott, quien señaló que los últimos pasajes del libro le parecían sacados de una novela de vampiros. El final que se quedó en la película fue el de Scott, que no podría ser más decepcionante, pues es complaciente, condescendiente y poco arriesgado… además de que le da al traste a la progresión del personaje de Starling, pues termina prácticamente igual que como comenzó la película.      

    Por un lado, el guión es bastante blando y está lleno de huecos y situaciones que se resuelven sin razón aparente sólo porque la historia tiene que avanzar, además de que la dirección es poco comprometida. Digo, no es particularmente mala; pero se siente que Scott sólo estaba cumpliendo con la chamba: la narrativa es poco interesante, el tono es disparejo, siendo fiel al de la novela a ratos y estando apenas dibujado en otros, y la puesta en escena es más bien perezosa.         

    Al final del día, Hannibal no pudo estar a la altura de su predecesora. No es una mala película, pero tampoco es particularmente buena y está mucho muy lejos de tener la calidad de El silencio de los inocentes. De hecho, funcionaría mucho mejor si uno la ve de manera independiente; sólo que, por desgracia, los personajes entonces resultan bien interpretados pero superficiales en su escritura. ¿Habría sido diferente si Foster y Demme hubieran regresado para esta secuela? Es probable, pero no es el único motivo al que puede achacársele la calidad de la cinta. ¿Hubiera sido una mejor película si se hubiera usado el guión de Mamet o si se hubiese respetado el tono de la novela? Puede ser. A final de cuentas, creo que el mayor fallo de Hannibal no es su incapacidad de llegar al nivel de su predecesora, sino su incapacidad de llegar al nivel que ella misma plantea: la primera mitad de la película es muy buena y, a partir de ahí, todo se va cuesta abajo, concluyendo en un final decepcionante, fácil y carente de toda tensión o conflicto.

PARA LA TRIVIA: Anthony Hopkins escribió un guión para una secuela de esta cinta titulado Hannibal Ends, al final del cual Clarice Starling mataba al psiquiatra antropófago. El guión nunca fue utilizado.

PARA LA TRIVIA GEEK: El actor Frankie Faison participó en cuatro de las cinco películas de la franquicia. En Cacería humana interpretó (Mann, 1986) al Tte. Fisk, mientras que en las otras tres a Barney, el celador de Hannibal Lecter en el Hospital Psiquiátrico de Baltimore.

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