EL FANTASMA DE LA ÓPERA. La película que causó la quiebra de 21st Century Studios.

EL FANTASMA DE LA ÓPERA

Phantom of the Opera

Dwight H. Little, 1989

Seguro alguna vez te pasó que, como regalo de Navidad o algún cumpleaños, habías pedido un PlayStation y tu tía o abuelita, con más buenas intenciones que atención, te terminaba regalando un PolyStation. Seguro recuerdas lo que sentiste. Bueno, pues justo así se siente esta película, que es un cash grab descarado que trató de colgarse no sólo del éxito del musical de Broadway producido por Andrew Lloyd Webber, sino también del éxito, ya en decadencia para ese momento, de la franquicia de Pesadilla en la calle del infierno. De hecho, siempre me pasa con esta peli que, al terminar de verla, me dan más ganas de ver el musical de Broadway.    

    La historia, convenientemente, empieza en Nueva York, donde Christine Day (Jill Schoelen), una joven y supuestamente bella soprano, acude a una audición en medio de la cual sufre un accidente. A raíz de éste, Christine revivirá una vida pasada en la que fue cantante de la Ópera de Londres, aterrorizada por una serie de sangrientos asesinatos perpetrados por el misterioso Fantasma de la Ópera (Robert “Fredy Krueger” Englund).

    Creo que lo primero que salta a la vista de esta película es su general sensación de descuido. Toda la cinta luce descuidada y barata. Los sets y vestuarios se ve que son reciclados de otras producciones ‒el set de la guarida del Fantasma incluso se tambalea cuando los actores se recargan en él‒, las velas que se apagan y se caen, sus ratas blancas pintadas de gris, el hecho de que es evidente que en la escena en la que nieva sólo están echando nieve artificial en frente de la cámara y no en todo el set, y la fotografía sumamente torpe denotan que esta película se hizo a las prisas y de manera desprolija. Y quizá lo imperdonable es que, tratándose de una película que habla sobre ópera, su mezcla de sonido es bastante mala y hay escenas en las que el lipsync de Christine Day está desincronizado con la voz de quien canta.

    En general, tanto la iluminación como la puesta en escena tienen una marcada influencia teatral. La iluminación es completamente no realista y más expresionista, y la forma en la que los actores se desplazan es más propia de un escenario que de una película ¿quizá porque están tratando de emular la obra de Broadway? ¿Y por qué todos caminan dando vueltas como si estuvieran bailando? Como sea, nuevamente, la fotografía descuidada hace que la iluminación se vea muy extraña y completamente fuera de lugar.

    Me gustó mucho el maquillaje de efectos especiales. Las heridas, sangre, cuerpos desollados y rostros desfigurados se ven geniales ‒bueno, la verdad es que esa decapitación sí me dio mucha risa‒. El maquillaje del Fantasma está muy padre a pesar de que claramente es un plagio del look de Freddy Krueger… y de que, la verdad, sí desluce mucho estando tan mal iluminado.

    SPOILER Hablando del Fantasma, creo que éste es uno de los planteamientos más interesantes que he visto del personaje. Me gusta la idea de que el Fantasma sea una especie de Fausto que vendió su alma y que recibió un rostro deforme como una especie de maldición. Me gusta el elemento de body horror de que el Fantasma, en vez de usar una máscara, cosa nuevas piezas de piel a su rostro constantemente… aunque al final termine viéndose como Alfredo Palacios. Como ya dije, es una pena que el maquillaje no luzca y, sobre todo, que un planteamiento tan interesante para el Fantasma se desperdicie en una película como ésta. TERMINA SPOILER

    El guión de la película es también bastante malo y muchos de los problemas de esta cinta vienen desde ahí. Ya de entrada, cuando en los créditos inicilaes uno lee que dice: “guión de Gerry O’Hara basado en el guión de Duke Sandefur” sabe que algo anda muy mal. En efecto, el guión original era simplemente una versión slasher del Fantasma de la Ópera con elementos de body horror. Sin embargo, el guión fue reescrito a petición del productor Menahem Golam para que fuera más barato de producir y para incluir todas las escenas que transcurren en Nueva York en la actualidad (de 1989) y así ligarlo más al musical de Broadway.

    El resultado es una quimera que mezcla un lirismo artificial y afectado con unos diálogos espantosos e inverosímiles productores de harto cringe, que además se piratean varios versos del musical de Broadway, y que concluyen en un epílogo que no tiene ningún sentido.

    Por supuesto, en una película sobre la ópera, la música no podría faltar. Las escenas de ópera son breves y poco interesantes ‒lo que por sí mismo no está mal, creo que la versión de 1940 abusó de las mismas‒. En la mayoría de las escenas de canto, la voz de Schoelen fue doblada; pero cuando realmente canta ella es difícil escoger qué es peor, si su canto o su actuación.

    Lo que me pareció muy curioso es lo familiar que suena toda la música. Mientras algunas partes medio se piratean el tema de Freddy, el tema principal de la película tiene acordes sospechosamente parecidos a los del tema de la obra de Webber… y otros tantos muy parecidos a los del adagio de Albinoni.

    Finalmente, algunas de las escenas de la película tuvieron que ser removidas, pues eran tan sangrientas que le hubieran valido la temida clasificación X. Sangrientas o no, ésta es una de esas películas a las que se siente como que le faltan escenas, como que las relaciones de causa y efecto de las escenas no son lo suficientemente claras y de repente uno no entiende cómo fue que los personajes pasaron de una cosa a otra.

    Originalmente, esta película sería producida por Cannon Film Group, la compañía de Menahem Golam y Yoram Globus, pero tras la quiebra de ésta, el proyecto fue atraído por Golam para su nueva compañía, 21st Century Studios. Por desgracia, el fracaso de la cinta en taquilla fue tal que ocasionó el cierre de la productora.

    A pesar del desastre que fue esta película, no puedo negar que me gusta mucho. Me hace reír. Creo que es de esas pelis que son tan malas que se vuelven buenas, la encuentro enormemente divertida y me parece una aproximación única a la icónica historia de Gaston Leroux.

PARA LA TRIVIA: Ésta es la única versión cinematográfica que no incluye la escena del candelabro desplomándose sobre el patio de butacas del teatro de la ópera. La escena estaba en el guión original, pero fue dejada fuera de los siguientes borradores por cuestiones de presupuesto.

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VIRUS. La película de culto que Jamie Lee Curtis odia haber hecho.

VIRUS

Virus

John Bruno, 1999

Basada en una serie de cómics publicada por la editorial Dark Horse, esta cinta gozó de un reparto multiestelar que incluía a la scream queen Jamie Lee Curtis, Donald Sutherland (quienes a pesar de ser buenos actores han hecho muy pocas buenas películas) y Billy Baldwin. Sin embargo, poco pudo hacer el reparto para aumentar el interés en este proyecto que en Estados Unidos tuvo un recibimiento muy tibio en taquilla y en México, donde se estrenó hasta un año y medio después, su corrida por las salas de cine fue más bien gélida. El merchandising de esta cinta incluyó una adaptación en cómic (sí, un cómic basado en la película basada en el cómic…), una línea de figuras de acción de muy poco éxito y un videojuego mediocre para la consola PlayStation.

    Un barco científico ruso que funciona como torre de control para la (hoy extinta) estación espacial MIR recibe una extraña señal del espacio exterior y pierde toda comunicación con el resto del mundo. Una semana después, un pequeño barco remolcador, el Sea Star, tras haber perdido su cargamento en medio de un huracán, se encuentra con el navío ruso abandonado en el ojo de la tormenta. Movidos por la ambición, los tripulantes del Sea Star abordan el barco fantasma, sólo para descubrir que una forma de vida inteligente venida del espacio exterior ha convertido a toda la tripulación en un ejército de zombies/cyborgs asesinos… vaya, ahora que lo leo sí suena bastante mal.   

    En general, toda esta cinta es como una especie de cruza entre Aliens: El regreso (Cameron, 1986) y el remake de Barco fantasma (Beck, 1992). Aunque no por eso deja de ser entretenida… siempre y cuando uno no se ponga quisquilloso con el guión lleno de agujeros, las actuaciones apenas decentes, los efectos especiales si acaso cumplidores y el guión ramplón con todos los clichés del melodrama de acción.

    Los personajes están apenas delineados y más que nada son bocetos de personajes simples con los que actores de demostrada calidad como Curtis y Sutherland apenas si pueden trabajar. También hay entre la tripulación un montón de personajes sacrificables que, para darle diversidad étnica al asunto, cual comercial de Barbie, incluye a un supuesto cubano, a un supuesto indígena maorí y a una supuesta científica rusa. Por momentos las actuaciones de los cyborgs son mejores que las de sus contrapartes humanas.

    Y a ese respecto, debo decir que los animatrónicos utilizados en esta cinta son algo decepcionantes. Es decir, son robots que deben verse como robots, así que por ese lado no hay mucho pierde; pero en realidad se ven bastante limitados en sus acciones, como si en realidad los productores no hubieran tenido el presupuesto suficiente para el departamento de efectos especiales. También creo que, aunque el diseño de todos los biomecanoides es interesante, pudo haber sido mucho más elaborado… o quizá lo era y la escasa iluminación no permite apreciarlo en toda su gloria.

    La música corre a cargo de Joel McNeely, quien se había desempeñado más como compositor de temas musicales para programas de televisión como Pato Darkwing (1991) y Las aventuras de los Tiny Toons (1990) y para videojuegos como el clásico Star Wars: Shadows of the Empire (1996). Para esta película, la partitura de McNeely bebe principalmente de dos fuentes y, de hecho, por momentos las frases musicales que emplea son exactamente las mismas que en el soundtrack compuesto por James Horner para Aliens: El regreso y el compuesto por Christopher Young para Las mosca II (Walas, 1989).

    Por otro lado, se nota a leguas que el guión fue escrito por el mismo autor de los cómics; quiero decir, que lo único más inverosímil en esta película que las situaciones y las formas en las que Baldwin logra salir ileso de las más aparatosas demoliciones, por no decir bien peinado, son los diálogos. ¿Quién rayos habla así? Cuando uno lee esos parlamentos dentro de las páginas de un cómic quizá no se vean tan mal, pero de eso a poner a actores de carne y hueso a interpretarlos creo que hay una gran diferencia.

    En realidad, conforme la película va avanzando, uno no puede evitar sentir cada vez más y más que está viendo una mala copia de Aliens: El regreso… Pero esperen, esta cinta fue producida por Gale Anne Hurd ¡quien produjo Aliens: El regreso! ¡Rayos! ¿No es triste cuando la gente tarta de piratearse a sí misma y no lo consigue?

    En fin, en realidad si uno no tiene nada mejor qué hacer, esta película no es mala opción. No es una mala opción como película dominguera o camionera, pero no mucho más allá de eso. Si un legado puede reconocérsele, sin embargo, es que de cierta manera parece haber servido como inspiración para el genial videojuego Dead Space.

    Y con todo y lo que acabo de escribir, la verdad es que debo confesar que me gusta esta película. Quizá no es la mejor película de horror sci-fi que se haya hecho… de hecho, está muy lejos de serlo; pero tiene un cierto encanto que no se le puede negar, por no decir que la idea de los zombies-cyborgs, si bien no era nueva para aquel entonces, sigue siendo interesante, aunque no se haya aprovechado por completo en esta peli.

PARA LA TRIVIA: Jamie Lee Curtis odia esta película e incluso ha dicho que es la peor película jamás hecha. Intentó convencer a los productores de despedir al director y sustituirlo con Steve Miner (Viernes 13 parte 2, H20: Halloween veinte años después); pero Miner estaba ocupado dirigiendo Dawson’s Creek (1998-2003).

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LUCIFERUM VERBUM. El canto de una voz joven en el cine de terror mexicano

LUCIFERUM VERBUM

Juan Bautista, 2023

El cine de género en México es uno de los fenómenos más incomprendidos. Se suele decir que este tipo de cine, particularmente el que se clasifica como “terror u horror” prácticamente no existe en nuestro país; sin embargo, nada podría estar más lejos de la verdad, pues en México existe una extensa y diversa comunidad de realizadores completamente comprometidos con estos géneros. El problema es la falta de difusión.

    ¿Qué tal si la más grande historia jamás contada fuera una mentira? ¿Qué tal si aquel mito en el que las tres religiones abrahámicas basan su mitología fuera un engaño para ocultarnos la verdad? A partir de esta propuesta es que se construye Luciferum verbum, un cortometraje de dark fantasy dirigido por Juan Bautista y creado por un equipo de jóvenes talentosos y entusiastas.

    Profundamente inspirado por la película de culto Begotten (Merhige, 1990) e incluso por videojuegos como Blasphemous (The Game Kitchen, 2019), a través de varios capítulos, la película nos cuenta una reinterpretación de la historia de la creación del hombre, la rebelión de Lucifer y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso.

     Creo que lo primero que llama la atención de esta obra es su sólida propuesta estética. La fotografía en blanco y negro de Alejandro Morales y la forma en que la imagen fue tratada ayudan a darle a toda la película una atmósfera onírica e irreal.

    Las actuaciones en general son buenas y lucen orgánicas en pantalla, si bien creo que pudieron ser más intensas. Del mismo modo, aunque entiendo la propuesta de la narración en off, por momentos me pareció redundante y que, de hecho, le estorbaba a la película.

    Otro de los grandes aciertos de esta cinta es sin duda su soundtrack. La música, compuesta exprofeso por Arturo Gadoma e interpretada por la soprano Beth Melo y un cuarteto de cuerdas, le da cohesión a toda la película y la dota de una atmósfera pesadillesca y angustiante que refleja el subtexto de la misma.

    Eso sí, la película podría herir algunas susceptibilidades, pues contiene algunas escenas gore y escatológicas bastante explícitas. Al respecto, diré que las mismas están muy bien logradas a pesar de las restricciones del presupuesto. El maquillaje de FX cumple contribuye a la narrativa y se ve bastante bien, excepto por un par de detalles.

    En conclusión, este cortometraje es una obra interesante y subversiva que equilibra forma y fondo en un discurso provocativo y desafiante para el espectador, y que espero sea apenas una muestra de lo que está por venir. 

    El cortometraje completo está disponible en Vimeo.  

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DUNA. PARTE 2. Al menos no tiene a Sting usando una tanga de plástico…

DUNA. PARTE DOS

Dune. Part 2

Dennis Villeneuve, 2024

La división de Dune en dos partes está dada desde la novela de Frank Herbert. El libro originalmente se publicó en dos partes en una revista de ciencia ficción y fue hasta un par de años después que se reeditó como un tomo aparte. Incluso, la división en tres partes se dio desde un inicio: El mesías de Dune, la primera secuela publicada de la novela, era originalmente un apéndice del primer libro que se extendió demasiado y el editor de Herbert decidió publicarlo aparte. Así que Villeneuve, en parte, ya tenía la tarea hecha.

    Faltaba sólo la otra parte de la tarea: intentar adaptar a la pantalla una de las más importantes novelas de ciencia ficción que se hayan escrito y que, además, ya tenía dos intentos fallidos de adaptación anteriormente. En mi opinión, el objetivo se cumplió: Villeneuve logró encontrar el equilibrio entre el respeto al texto de Herbert y una película entretenida, si bien no es una adaptación tan fiel.

    En esta segunda parte, vemos cómo Paul Atreides (Timothée Chalamet), tras sobrevivir al ataque de la Casa Harkonnen en el planeta Arrakis, el único productor de la codiciada especia melange, que hace posibles los viajes en el espacio, es adoptado por los habitantes nativos del planeta, conocidos como fremen. Paul utilizará una antigua profecía para ganar adeptos y consumar su venganza contra los Harkonnen, convirtiendo una guerra de guerrillas en una guerra santa.

     Una de las cosas que más me gustaron de esta segunda parte es que sí se siente que se trata de una película dividida en dos y no de dos películas distintas. De hecho, hice el experimento de ver la primera parte la noche anterior de ir al cine a ver la segunda y casi sentí como si hubiera pausado la película para continuar viéndola después… al menos, hasta el final.

     SPOILER Digo esto porque la verdad sentí que el final fue un tanto anticlimático. Siento que la gran batalla final para capturar al emperador Shaddam IV (Christopher Walken) no llegó a donde tenía que llegar. Y lo mismo puedo decir del duelo entre Paul Atreides y Feyd Rautha (Austin Butler), que creo que pudo ser mucho más grande y más salvaje.

Por otro lado, también creo que el ritmo del último acto se ve un poco afectado porque muchos eventos que sucedían en ese momento en el libro están ausentes de la película, claramente reservados para la tercera parte. Un poco para compensar, hay otros eventos que suceden en las precuelas literarias y son insertados en esta película.

    Asimismo, hubo un par de detalles en ese duelo que no me acabaron de gustar. Por ejemplo, es importante que Paul mate a Feyd usando un cuchillo crys y no otro cualquiera, del mismo modo que es importante que Feyd haga trampa en el duelo e intente envenenar a Paul con una aguja. Nada de eso pasó en la peli. TERMINA SPOILER

    Eso sí, mención aparte merece la interpretación de Butler como Feyd Rautha Harkonnen. Todas las actuaciones de la película están muy bien; pero creo que la de él sobresale. Francamente, no me encantó la forma en la que Rautha es planteado en el guión, es demasiado… “honorable” en comparación con su contraparte literaria; pero el trabajo de Butler es impresionante Digo, al menos no es Sting usando una tanga de plástico.

    También muy interesante resulta la caracterización de Stellan Skarsgård como el barón Vladimir Harkonnen, cuya aplicación de maquillaje prostético tomaba cerca de ocho horas. Según se sabe, Skarsgård tenía incluso que evitar beber agua y tomar medicamentos para no ir al baño mientras lo maquillaban. El resultado que vemos en pantalla lo vale.

    SPOILER Me gustó cómo se representó el conflicto de Paul al darse cuenta de cómo está utilizando a los fremen y cómo decide seguir adelante y desarrollar una estrategia política. TERMINA SPOILER

     Los efectos visuales son impresionantes y, en conjunción con un diseño de producción que literalmente parece de otro mundo, logran crear un universo verosímil que se siente lleno de detalles, texturas e historias. Me gustó mucho cómo, al igual que en la primera parte, cada una de las diferentes facciones que intervienen en la historia tiene su propio vestuario, idioma, etc.

    Quedé boquiabierto con la representación del planeta Giedi Prime, hogar de la Casa Harkonnen, en blanco y negro bajo la luz de su sol negro. Estas secuencias se lograron al filmar la película no sólo en blanco y negro, sino con infrarrojo. En la escena del estadio, este look me pareció que estaba haciendo una referencia a la película de la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1936, presidida por Adolf Hitler y la verdad sí me dio escalofríos.

    A final de cuentas, creo que lo que más me gustó, siendo tan fan de Dune, es que lograron dejarme en suspenso con una historia que ya conozco y entusiasmado por ver la tercera parte. En general, creo que esta película está mucho más enfocada a la acción y su tono y ritmo son mucho más accesibles que los de la primera parte, pues deja bastante de lado la exposición. La primera parte fue una peli para fans de Dune que el público en general podía disfrutar, mientras que ésta es una peli para el público general que los fans de Dune van a apreciar particularmente.

PARA LA TRIVIA: Denis Villeneuvedefinió su visión de Feyd Rautha como una mezcla entre un esgrimista olímpico y un psicópata; entre una serpiente y Mick Jagger. En la versión de Dune de Alejandro Jodorowsky que nunca se filmó, Mick Jagger iba a interpretar a Rautha.

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LOS RITOS SATÁNICOS DE DRÁCULA y el ocaso de Hammer Films.

LOS RITUALES SATÁNICOS DE DRÁCULA

The Satanic Rites of Dracula

Alan Gibson, 1973

La productora británica Hammer Film Productions fue la encargada de revitalizar el género de terror en la década de los 50. Todos los monstruos clásicos, creados con inspiración del Romanticismo y ya inmortalizados en el celuloide por Universal Pictures dos décadas antes, como Drácula, la Creatura de Frankenstein y el Fantasma de la Ópera, recibieron en su momento el tratamiento Hammer. Las cintas inglesas de tan icónicos personajes eran más violentas, más eróticas, más sangrientas y, en cierto modo, buscaban acercarse más a los elementos característicos de la Literatura Gótica… además de que estaban en Technicolor.

    Las primeras cintas de la Hammer como The Horror of Dracula (Fisher, 1958) y The Curse of Frankenstein (Fisher, 1957) son consideradas por muchos críticos como obras maestras del género. Estas cintas vieron nacer además una de las parejas más prolíficas del cine de terror: la de los actores Peter Cushing (1913-1994) y Christopher Lee (1927); generalmente este último haciendo gala de su estatura sobresaliente al interpretar a los monstruos (Drácula, la criatura de Frankenstein y Kharis, la momia, entre otros).

    El interés comercial hizo de cada uno de estos iconos del cine una franquicia y, en el transcurso de las siguientes dos décadas, las secuelas proliferaron como hongos. Al principio sí se tenía una continuidad y una cronología definidas, pero conforme fue pasando el tiempo las mandaron al diablo. Los argumentos y los guiones eran cada vez más débiles, y se apoyaban cada vez más en escenas exageradamente sangrientas y desnudos gratuitos.

    Esta película es un ejemplo de esas cintas de calidad dudosa de la última etapa de Hammer, apenas unos años antes de que la productora quebrara.

    La trama cuenta el caso de una unidad de Scotland Yard que, siguiendo la pista de un acaudalado aristócrata sospechoso de varias desapariciones, se encuentra con una secta satánica practicante del vampirismo y que realiza sacrificios humanos. Pero eso no es lo peor, sino que la secta es apenas un pequeño grupo de personas que buscan darle poder a su amo, Drácula (Christopher Lee), quien ha fraguado un nuevo plan para apoderarse del mundo.

    Así es, esta película no puede ser mejor de lo que suena. No es, ni de chiste, tan mala como otras tantas de Drácula que he visto; pero tampoco es siquiera la sombra de lo que fueron las primeras películas de este personaje producidas por la Hammer. Hay, como siempre, una gran química en pantalla entre Lee y Cushing, el guión es moderadamente bueno y en general la película está bien contada.

    Algo que le ayuda mucho a esta cinta y que la aleja de ser un melodrama ramplón más es el préstamo que toma de otros géneros para enriquecer su narrativa. Sí, es una película de horror; pero toma además elementos del thriller policiaco, del cine de acción e incluso de la ciencia ficción.

    El erotismo que en las primeras producciones de Hammer, apegándose al espíritu gótico, permanecía más bien velado, en esta película es bastante “barato” e inmediato. La primera (y única, de hecho) escena topless de la película aparece antes de los primeros diez minutos. Además, hay por ahí varias escenas con sugerencias lésbicas que por su ingenuidad y pobre factura ‒… y sus vaporosos vestidos de tul‒ me recordaron mucho a Santo vs las Mujeres vampiro (Corona Blake, 1962).

    En general, creo que esta película bebe mucho de la fuente del cine italiano de los 60 y 70. El soundtrack tiene ese tono guapachoso y psicodélico tan característico del cine de acción europeo de la época. Hay en esta cinta varias escenas de persecuciones automovilísticas que se ven simplemente deliciosas con dicha musicalización. Imaginen un auto compacto perseguido por dos cíngaros en motocicletas a través de Picadilly Circus… ¡con esa música!

    Ya que entré en ese rubro, he de decir que las escenas de acción están decentes. No son particularmente buenas; pero tienen algunos stunts bastante impresionantes, balazos, sangre y vidrios rotos. Además de que no pude dejar de notar que en esta cinta la secta que adora a Drácula es la primera en utilizar un ejército de clones a la Star Wars; si no, ¿por qué todos los cíngaros se ven iguales? No fueron tan tacaños como para contratar a sólo dos actores y hacerlos parecer veinte… ¿O sí, Hammer Films?

    Ante tan terribles sucesos, Scotland Yard contacta al experto Van Helsing (Peter Cushing, como siempre) para ayudar con la investigación. ¿No es genial, además de harto conveniente, que siempre haya en Londres un descendiente de Abraham Van Helsing experto en vampirismo? Quiero decir, ¿nadie de la familia Van Helsing se interesó por la contaduría o mercadotecnia? Digo, qué alivio para la humanidad, pero aun así no deja de ser curioso.

    Y ya que hablamos de la pobre humanidad, ¿cuál es el plan de Drácula para dominar al mundo? El malvado Rey de los Vampiros tiene a un renombrado biólogo, ganador del Premio Nobel, trabajando para él en el cultivo de una cepa aún más letal y más rápida de la peste bubónica, misma que piensa liberar para secuestrar países y otras actividades megalómanas corrientes.

    Lo que es genial es la escena en la que podemos ver los efectos de esta superpeste. El infectado comienza a desarrollar llagas y pústulas en toda su piel… se ve perfectamente que son apliques de látex, pero gracias a la iluminación de la escena y la actuación de la víctima se ven creíbles.

    Ésta es considerada la última gran y verdadera película de terror de los estudios Hammer, y es fácil ver por qué. A pesar de que los valores de producción no decaen en momento alguno, es bastante claro que el público había cambiado y, después de los trabajos de Hitchcock y Argento, los fobocinéfilos buscaban emociones más fuertes y tramas más complejas y más psicologistas de lo que Hammer podía ofrecer y se esforzó en imitar.

SPOILER: Lo que sigue sin encantarme es la forma en que son destruidos los vampiros en esta cinta. Aunque sí respetan las reglas tradicionales para la destrucción de los no-muertos es cierto que, quizá por la falta de ideas, se fueron por las más impopulares. TERMINA SPOILER

     Las concubinas de Drácula son exterminadas al activar un aspersor contra incendios, ya que según algunas tradiciones, el agua daña a los vampiros. O sea que, de haberlo querido, la señora de la limpieza pudo acabar con ellas hacía mucho tiempo.

    Y el mismísimo Drácula es detenido por una zarza del árbol con el que se hizo la corona de Cristo ‒mis conocimientos en botánica son ridículamente pobres‒, para después recibir una estaca en el corazón. Es curioso que el atravesar el corazón del vampiro con una estaca sea considerado un método definitivo para detenerlo, cuando casi toda la literatura advierte que este procedimiento no mata al vampiro, sino que sólo lo detiene. ¡Qué más da! Así hay pretexto para hacer más secuelas… o no, porque la Hammer cerró y permaneció inactiva desde 1976 hasta 2010.

PARA LA TRIVIA: En una entrevista, Christopher Lee comentó que se sentía desilusionado con que la representación de Drácula de la Hammer se alejó tanto del material original que terminó siendo una mezcla del Dr. No y Howard Hughes.

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SANGRIENTO SAN VALENTÍN 3D. De las mejores películas en 3D, pero…

SANGRIENTO SAN VALENTÍN

My Bloody Valentine 3D

Patrick Lussier, 2009

Durante la primera década del siglo, el cine de horror se vio inundado por una ola de remakes de películas de horror clásicas, particularmente del subgénero slasher. Algunos de estos refritos tuvieron resultados bastante afortunados; pero otros, no. La versión en 3D de Sangriento San Valentín, en mi opinión, pertenece al segundo grupo.

    Tom Hanniger (Jensen Ackles, famoso por su interpretación de Dean Winchester en la longeva serie de TV Supernatural [2005-2020]) regresa a su pueblo natal 10 años después de la masacre en la que un minero maniático asesinó brutalmente a 22 personas. Heredero de la mina del pueblo, Tom está dispuesto a venderla; pero una serie de horribles asesinatos comienza a ocurrir y él será el principal sospechoso. El asesino es un tipo enmascarado matando gente para que no vendan una mina… bien podría ser un episodio de Scooby Doo.

    Por supuesto, creo que debo empezar hablando sobre el elefante en la habitación: hay que ver esta película en 3D. No se trata de una de esas pelis que fueron filmadas en formato normal y luego convertidas, o de ésas que se pensaron en tercera dimensión y se filmaron de forma que no se perdiera mucho con la transición en 2D.

    El efecto de 3D está muy bien trabajado y es un elemento narrativo importante para la película. La mayoría de las escenas de muertes, que son bastante ingeniosas, están pensadas para sacar el máximo partido a este recurso. Casi como en un ride de parque temático, la película se divierte junto con el público jugando con la tercera dimensión. Si no me creen, chequen cómo incluso el atuendo de Jaime King al inicio de la peli está pensado para que su busto resalte con el efecto y… bueno, hay una escena de sexo y desnudos íntegros en tercera dimensión, lo cual es poco común ‒en una película mainstream‒.  

     También el 3D es importante porque nos distrae y evita que veamos lo mala que es la película en realidad.

    La cinta no es un remake directo de la original, sino que trata de ser una cosa aparte y sólo seguir los puntos clave de la versión de 1981. Esto tiene sus ventajas y desventajas. Por un lado, está padre tener cosas nuevas… por el otro, es una lástima que sean tan predecibles. Creo que lo que más me llamó la atención sobre esta peli es lo increíblemente irrelevante que resulta la celebración de San Valentín para la trama.

    Por otro lado, la película medio mantiene la ambigüedad sobre la identidad del asesino que manejaba la cinta original. Por desgracia, el guión es bastante torpe y la vuelta de tuerca del final, que resulta un sinsentido tan chapucero como aquélla de El despertar del miedo (Aja, 2003), es completamente predecible. Por cierto, esta vuelta de tuerca está basada en un final alternativo que fue filmado para la versión de 1981, pero que nunca se utilizó.   

    Asimismo, es interesante que la peli rehace sus propias versiones de las escenas de muerte de la versión original, como la de la caja de chocolates con el corazón adentro, la de la secadora de ropa o la del vestidor de los mineros con los trajes colgando del techo; pero tiene que jugar y acomodar el contexto para que funcionen con el nuevo guión.

    Hablando de las escenas de muerte interesantes, esta película tiene muchas y la mayoría son creativas y divertidas. Diego, es para lo que uno ve un slasher, ¿no? Durante mucho tiempo, tuve la impresión de que este remake era, de hecho, menos sangrienta que la versión de 1981; pero ahora dudo. La edición extendida de la versión original es súper sangrienta; pero este remake tiene personas abiertas en canal y mandíbulas arrancadas con zapapicos, así que ¿por qué me quedé con esa impresión inicial?

    La respuesta es sencilla y tiene que ver con el principal gimmick de la película. Resulta que el color magenta necesario para que el efecto 3D funcione mata casi por completo el color rojo oscuro de la sangre; de tal forma que, a pesar de que la película es bastante sangrienta ‒y, de hecho, se divierte siéndolo‒, uno no la percibe así porque la sangre sólo se ve como manchones de color marrón oscuro.

    ¿Y qué sería de un slasher sin las malas actuaciones? Bueno, pues en esta película podremos disfrutar de algunas bastante malas. Pero sería un error achacarle este fallo sólo a los actores. La dirección está por todos lados y parece que cada actor está en su propio tono. Mientras algunos agarraron la onda de que ésta era una película de horror ‒sobre todo, Betsy Rue y el icónico veterano Tom Atkins en su eterno papel de policía‒, la mayoría parecen estar actuando en una telenovela completamente genérica, y la pareja principal de Ackles y Palmer parece muy empeñada en actuar un drama juvenil a la Beverly Hills 90210 (1990-2000). De hecho, es muy curioso que toda la puesta en escena de la película se siente como de serie de TV.

    Por si no hubiéramos tenido suficiente con las malas actuaciones, los realizadores encontraron una forma de hacerlas ver aún peor. Al empeñarse en ponerle tanto background al triángulo amoroso central, lo único que logran es que las actuaciones se vean más falsas. En defensa de los intérpretes, eso sí, hay que decir que no tenían mucho con qué trabajar, pues los diálogos son bastante malos.

    Sin embargo, al final de cuentas nada de esto importa realmente. Sí, la película es mala y es aún peor cuando se le compara con la original ‒que, a pesar de ser uno de mis slashers favoritos, no es ningún portento‒; pero resulta tremendamente divertida. El efecto de tercera dimensión está increíble y las tomas de asesinatos desde el punto de vista de las víctimas son súper divertidas.

    Esta peli es una buena selección para un maratón de películas de terror con pizza, cerveza y buenos amigos. Sobre todo, hay que verla en 3D y en su versión extendida, y así uno olvida que es uno de los remakes menos logrados de los slashers clásicos, que le sobran escenas o que el epílogo es una fábrica de cringe.

PARA LA TRIVIA: La escena en la que Irene (Betsy Rue) corre completamente desnuda por el estacionamiento del motel no sólo fue la primera escena de desnudo en la carrera de la actriz, sino que también fue su idea. La Rue comentó en una entrevista que se esforzó por darle un poco más de profundidad a la escena y que se sintió muy satisfecha con el resultado final que, definitivamente, fue mucho más de lo que los realizadores esperaban originalmente.

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JASON X. ¡Al infinito y más allá!

JASON X

Jason Isaac, 2001

Hay varios lugares comunes en el cine que, en general, señalan que una franquicia se ha agotado y ya no tiene más quedar. Viajes en el tiempo, revelaciones inverosímiles que le dan la vuelta al lore, personajes mágicos… y sí, viajes al espacio.

    En el caso de la saga Viernes 13, la franquicia ya llevaba agotada mucho tiempo desde antes de que implementaran estos elementos. La décima película de la saga decide perder toda vergüenza y mandar al asesino de Crystal Lake al futuro y al espacio exterior para una última aventura, tan estrambótica que es difícil creer que los mismos realizadores se la estuvieran tomando en serio desde un principio.

    En un futuro cercano, el ejército de EE.UU. (cuya operación, por alguna razón que escapa a mi entendimiento incluye a David Cronenberg en un papel secundario) ha logrado por fin capturar a Jason Voorhees (interpretado por el actor favorito de los fans, Kane Hodder) y, en vez de ejecutarlo, decide congelarlo para estudiarlo y ganar dinero. Pero, por supuesto, algo sale mal y Jason y la agente Rowan (Lexa Doig), quien ayudó a su captura, quedan congelados y olvidados en una cámara criogénica. En el año 2455 (cuando todas las chicas parecerán supermodelos), la Tierra se ha vuelto inhabitable y una nave espacial tripulada por estudiantes universitarios realiza una expedición a nuestro planeta. En ella, recuperan los cuerpos congelados de Voorhees y Rowan, y los devuelven a la vida, con los resultados esperados. Los estudiantes están armados con la más avanzada tecnología… pero este recurso también está al alcance de Jason.

    En una primera instancia, parecería que esta película le pide demasiado al público… pero pasa poco tiempo antes de que uno se dé cuenta de que, en realidad, no lo hace. A la peli no parece importarle realmente si uno se traga el montón de tonterías que están pasando en la historia o no. Simplemente no se toma en serio a sí misma y, probablemente, ésta sea su única cualidad redentora. Quiero decir, ya nos echamos nueve películas horribles antes, ¿no? Y aquí estamos de todos modos…

    Lo primero que me llamó la atención fueron los bajísimos valores de producción. Desde los sets hasta los vestuarios, completo producto de su época, parecen sacados de una película softporn de las que pasaban los fines de semana a medianoche en Cinema Golden Choice. Si uno pone atención, puede notar los brochazos de pintura en los decorados y la iluminación como de telenovela contribuye a darle a toda la peli un aura de inverosimilitud. Incluso Jason se ve falso, como botarga de parque de diversiones.

    Las malas actuaciones han sido siempre una característica sobresaliente de las películas de la franquicia y en esta entrega vaya que se lucen. Las interpretaciones de los “actores” son como de pastorela de secundaria. Si a eso se le agregan los diálogos increíblemente malos que inducen al cringe, el resultado es una cinta verdaderamente hilarante.

    La mayoría de las escenas de muerte se sienten poco inspiradas, excepto esa muerte en la que meten la cara de alguien en un recipiente criogénico. Me dio mucha risa cómo, cuando se supone que la nave se sacude, cada actor cae para donde se le pega la gana… claro, se supone que están con gravedad artificial y todo; pero ¿y la inercia? También, cuando le cortan un brazo a Jason se ve perfectamente cómo el actor está escondiendo su brazo real en la espalda. Y de los efectos CGI, que ya para la época eran malos, mejor ni hablar.

    Toda la película, como ya lo dije, produce cringe; pero las escenas de sexo se llevan las palmas. Ni siquiera resultan chistosas, sólo grotescas e incómodas… y, bueno, sí me sacaron un par de risas, la verdad… aunque, quizás, era una risa de incomodidad.

    Eso sí, hay un montón de fan service al género. Desde ideas que parecen tomadas (mal, por cierto) de Alien: la resurrección (Jeunet, 1997), hasta referencias a películas como Star Wars (Lucas, 1977), 2001: Odisea del espacio (Kubrick, 1968) y videojuegos como Doom (Id Softaware, 1993). También se piratean diálogos de Aliens: el regreso (Cameron, 1986) y Star Trek (1966-1969).

    SPOILER Por supuesto, la atracción principal de esta película es el personaje conocido como Uber Jason. Se trata del viejo Jason que todos conocemos y amamos, pero resucitado y convertido en cyborg gracias a la magia de los nanobots. Pero creo que el problema con este personaje es que se tarda demasiado en salir, pues sólo aparece como en los últimos diez minutos de la película. Creo que me hubiera gustado más que apareciera antes, durante toda la segunda mitad. Además, cuando por fin Uber Jason entra en acción, no parece tener realmente una gran mejora en comparación con el Voorhees clásico. TERMINA SPOILER

    A final de cuentas, Jason X no es la mejor entrega de la franquicia; pero tampoco es la peor. Por lo menos es entretenida y provoca algunas carcajadas. Esta película es horrible y estúpida y los realizadores lo sabían, incluso parece que están orgullosos de ello; así que funciona muy bien como ironic content. Mi recomendación es que llames a tus amigos, destapen unas cervezas bien frías, pidan una pizza y se preparen para pasar un rato muy divertido.

    Ah, y el final no dejó de recordarme al final cursi de Tiburón 3 (Alves, 1983)… y, por cierto, no tiene ninguna lógica con lo que se planteó durante la película.

PARA LA TRIVIA: Ni el director, Jason Isaac, ni el director de casting, Robin Cook, querían incluir la escena de realidad virtual en la que Jason masacra a dos campistas desnudas, pues consideraban que era sólo desnudez gratuita. Después de mucho estira y afloja, Isaac aceptó incluir la escena con la condición de que fuera una escena cómica que se burlara de la tendencia de las películas de la franquicia de incluir desnudez gratuita.

Sumario 2023

Viernes 13

Viernes 13 parte 2

Viernes 13 parte III

Viernes 13: el capítulo final

Viernes 13: un nuevo comienzo

Viernes 13 parte VI: Jason vive

Viernes 13 parte VII: sangre nueva

Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan

Viernes 13 parte IX: Jason va al Infierno

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VIERNES 13 PARTE IX: JASON VA AL INFIERNO. ¡Vamos a hacer una película de Jason sin Jason!

VIERNES 13 PARTE IX: JASON VA AL INFIERNO

Jason Goes to Hell: The Final Friday

Adam Marcus, 1993

Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan (Hedden, 1989) fue un fracaso de crítica y con los fans; pero, sobre todo y más importante, fue un fracaso de taquilla. Ante tan pobres resultados, Paramount Pictures vendió los derechos de Jason Voorhees a la Casa de Freddy, New Line Cinema ¿El truco? ¡Sólo vendieron los derechos de ese personaje, no de la franquicia ni de los otros personajes relacionados! De tal suerte, New Line tuvo que pensar en una nueva historia de origen para el personaje y nuevos elementos que inyectaran sangre fresca a la franquicia… y fracasaron miserablemente. O sea, el esfuerzo se agradece, pero el resultado final es terrible.

     Ignorando completamente los eventos de la octava parte, Jason va al Infierno inicia cuando un comando del FBI logra emboscar al asesino y destruirlo. Sin embargo, Jason es más que sólo su cuerpo físico y su espíritu maligno (que resulta ser un mono de hule) se transfiere al forense que le realiza la autopsia cuando éste devora su corazón aún latiente. Ahora, Jason poseerá los cuerpos de varios habitantes del pueblo de Crystal Lake hasta encontrar el que necesita.

    Originalmente, la película se titularía Jason Takes L.A. y vería a Voorhees llegar a la metrópolis californiana durante una guerra de pandillas que tendrían que aliarse para destruirlo. Sin embargo, esta idea fue desechada y se comisionó a Dean Lorey para escribir un guión, cuando el guión original de Jay Hugueley resultó demasiado rebsucado e imposible de filmar.

    La propuesta del director novel Adam Marcus era una continuación directa de la séptima entrega en la que Jason era sacado del fondo del lago por su hermano gemelo perdido quien, a través de un laboratorio casero, robaba sus poderes para continuar con los asesinatos y ser detenido por Tommy Jarvis. Sin embargo, New Line no tenía los derechos del personaje de Jarvis ni de muchos otros elementos necesarios para filmar este guión, por lo que fue severamente cambiado. El personaje de Steven (John D. LeMay) originalmente sería Jarvis.

    El guión que resultó al final es un galimatías rebuscado y sin sentido que parece más apropiado para una película de Halloween que para una de Viernes 13. Ahora que lo pienso, La maldición de Michael Myers (Chappelle, 1995), sexta entrega en la franquicia, comparte sospechosas similitudes con esta película. Sobre todo, con la aparición de ese misterioso personaje al que me gusta llamar “El Charro Negro” (Steven Williams). De hecho, New Line Cinema estaba por cancelar el proyecto, por lo que fijó deadlines imposibles para la preproducción. De tal suerte, el guión se escribió en tan sólo cuatro días… y se nota.

    Otro factor que dificulta la comprensión del argumento de esta película son los errores derivados de la inexperiencia de su director. Debido al vertiginoso plan de producción, Marcus se limitó a filmar las escenas que necesitaba, pero prácticamente nadie revisaba el material. En consecuencia, al terminar la filmación prácticamente la mitad de las tomas eran inutilizables, por lo que la película se terminó de armar con reshoots, tomas reutilizadas y el montaje. A esto súmesele que la actriz Kari Keegan abandonó la filmación a medio proceso por su mala relación con el director. Si ponen atención, notarán que su personaje prácticamente desaparece a media película sin justificación alguna.

    Lo demás es tan malo como uno esperaría de una película de Viernes 13… excepto porque no tiene mucho que ver con Viernes 13. Según parece, el menor problema de esta película son sus pésimas actuaciones. Eso sí, vuelven los desnudos gratuitos y, de hecho, el primero aparece cuando la película apenas lleva 4 minutos. También son interesantes las referencias a otras cintas del género, como la changuera reutilizada de Los pájaros (Hitchcock, 1963), la mención a la casa Myers, la caja con el sello de la Expedición Antártica que apareciera en Creepshow (Romero, 1982) o, la más obvia de todas, la inclusión del Necronomicon y la daga de El despertar del Diablo (Raimi, 1981).

    De hecho, Marcus originalmente quería que Jason va al Infierno sucediera en el mismo universo que El despertar del Diablo. La justificación sería que Pamela Voorhees utilizó el Necronomicon para resucitar a Jason y por eso se volvió inmortal. Sin embargo, ni New Line ni Warner Bros. ‒distribuidores de la cinta‒ tenía los derechos de la saga de Sam Raimi, por lo que la idea fue desechada, quedando sólo como un easter egg con los props de Evil Dead… que el director tomó sin permiso. Además, casi en cada secuela los productores le pedían a Betsy Palmer que repitiera su papel como la mamá de Jason, pero ella siempre se negó cobrando honorarios imposibles, pues odiaba la primera película.

    Quizá el único elemento rescatable de la cinta son los efectos de maquillaje, cortesía del estudio KNB Group, quienes también se encargaron del maquillaje en Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el ropero (Adamson, 2005), Depredadores (Rodriguez, 2010),  The Walking Dead (2010-2022). Algunos de sus efectos son de verdad increíbles y la escena del cadáver derritiéndose es tan impresionante que casi da lástima que sea parte de esta película.

    De tal suerte, la primera incursión de New Line Cinema en la franquicia de Viernes 13… o no, cuestiones legales, es probablemente la entrega más pobre en una franquicia de películas malas. Quiero decir, ya antes había habido entregas de Viernes 13 que eran casi incomprensibles; pero en ésta ¡prácticamente ni siquiera sale Jason! Quizá lo único que vale la pena además de los efectos de maquillaje sea el epílogo que prometía una confrontación que tardó diez años en materializarse.

PARA LA TRIVIA CON SPOILER: Kane Hodder, el favorito de los fans, interpretó a Jason Voorhees en esta cinta. También es suyo el brazo que sale de la tierra para llevarse la máscara de Jason. Técnicamente, eso convierte a Hodder en el único actor que ha interpretado tanto a Freddy como a Jason.

Viernes 13

Viernes 13 parte 2

Viernes 13 parte III

Viernes 13: el capítulo final

Viernes 13: un nuevo comienzo

Viernes 13 parte VI: Jason vive

Viernes 13 parte VII: Sangre nueva

Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan

SUMARIO 2023

AMITYVILLE II: LA POSESIÓN. La secuela que es precuela pero que sabe a spin-off.

AMITYVILLE II: LA POSESIÓN

Amityville II: The Possession

Damiano Damiani, 1982

Antes de que estuviera de moda hacer “precuelas” de las películas, la segunda parte en la saga de Amityville presentó una historia que antecedía a la primera. La película inició su filmación en locación en la icónica casa de Toms River, New Jersey, que se usara para la primera parte. Después de dos semanas, la producción se trasladó a la Ciudad de México para continuar la filmación en los Estudios Churubusco Azteca durante ocho semanas más. La película, junto con su no-secuela, Amityville 3D (Fleischer, 1983), fueron co-producidas entre Estados Unidos y México.

    Aunque en general es considerada inferior a la primera parte, Amityville II se defiende bastante bien y, aunque sí tiene muchos fallos, también tiene méritos propios. Lo que más sobresale, y seguramente fue una de las razones que le ganaron el rechazo de los fans y la crítica en su momento, es su marcada intención de distanciarse de lo planteado en la primera parte.

    De hecho, esta película se promocionó como una precuela, a pesar de que el título Amityville II claramente sugería que se trataba de una segunda parte. Empero, gracias al poco cuidado de la producción para recrear la época en la que se supone que sucede la historia, aunado a serios errores de continuidad con la primera parte, no queda claro si esta historia sucede antes o después de la primera cinta. Finalmente, los fans han decidido que se trata de una entrada independiente que sucede en el universo de Amityville.

    En Amityville II se cuenta la historia de la familia que habitó la mansión maldita de Amityville antes de los Lutz, los Montelli. A diferencia de los Lutz, esta familia italoamericana es disfuncional por donde se le vea y la verdad es que ya estaba destrozada desde antes de comprar la casa. Un padre golpeador (Burt Young), una madre sumisa (Rutanya Alda), un hijo rebelde (Jack Magner), una hija inocente (Diane Franklin) y un par de niños sin demasiada personalidad completan el cuadro. La narración se centrará en Sonny y cómo el demonio que habita los cimientos de la mansión lo posee y lo lleva de ser un muchacho sensible y rebelde a un monstruo asesino e incestuoso.

    De hecho, la parte del incesto ha sido siempre una de las más controvertidas de la película. Por principio de cuentas, se rumora que Roland y Dawn DeFeo, los hermanos reales que inspiraron la historia, de hecho, tenían una relación incestuosa. En el guión original, la escena era mucho más explícita; pero fue removida de la película luego de la reacción sumamente negativa que produjo en las proyecciones de prueba.

    Irónicamente, Diane Franklin, la actriz que interpretó a la joven Patricia Montelli, no tuvo ningún reparo en filmar la escena por su escandaloso contenido. De hecho, tampoco tuvo ningún problema con hacer la escena topless; según lo declaró la actriz en una entrevista, la filmación sí se volvió incómoda durante esa escena, pero sólo porque los ejecutivos en el set quisieron presionarla para filmar un desnudo completo en vez del topless que habían acordado en un principio.

    En realidad, fueron muchas las escenas que terminaron fuera del corte final de la película. El corte del director, planeado por Damiani para realmente aterrar y causar repulsión en el público, incluía mucha más sangre, tripas, desnudos, una escena de Anthony sodomizando a Delores, un epílogo del padre Adamsky encontrándose con las almas condenadas atrapadas en la mansión y la versión completa de la ya mencionada escena del incesto. Por desgracia, la película resultó ser demasiado repulsiva para los públicos de prueba, por lo que muchas escenas fueron retiradas de la película, a pesar de haber aparecido en material publicitario como posters y trailers. A la fecha, ninguna de estas escenas ha sido exhibida al público.  

    Un juego muy interesante de esta película es que no es lo que uno espera. Finalmente, fue también una apuesta arriesgada que se perdió, pero como experimento funciona. Me refiero a que, si bien la primera parte es una historia gótica con elementos de terror y suspenso mucho más sutiles, la segunda parte es un festín de horror lleno de sangre y efectos especiales.

    Aunque cabría suponer que el asesinato de la familia Montelli es el clímax de la historia, apenas constituye el final del segundo acto (y queda un poco desangelado a mi gusto), tratándose el tercero de la lucha del padre Adamsky (James Olson) por exorcizar al demonio dentro de Sonny. Y creo que aquí es donde la película acaba de perder. Este tercer acto, sinceramente, me produce muchos sentimientos encontrados.

    Me explico: Toda esta última parte de la película se trata, tal cual, del enfrentamiento entre Adamsky y el demonio que posee a Sonny, lo que a la postre termina siendo una copia descarada de El exorcista (Friedkin, 1973) ‒incluso hay diálogos y encuadres que se parecen‒. Ahora, donde esta película sobresale, incluso comparándola contra la de Friedkin, es en el departamento de maquillaje.

    La escena climática en la que el demonio literalmente sale del cuerpo del adolescente es impresionante y se ha convertido en un ícono del cine de horror de los ochenta. Será difícil olvidarla para cualquiera que la haya visto. Asimismo, la escena del epílogo con el padre Adamsky usa uno de los mejores efectos de maquillaje que he visto en mi vida ¡Ésos eran efectos y no las chingaderas de ahora!

    Amityville II: la posesión no es una buena película ni le llega a la primera; pero también me parece injusto compararlas. Esta secuela/precuela/nada relacionado es en realidad muy diferente y hace un trabajo bastante decente en ser una película de terror entretenida con escenas memorables y un tono inquietante que uno no puede acabar de precisar. Además, las actuaciones no están nada mal. Quizá su gran fallo fue el tratar de conciliar dos tramas tan diferentes en una sola película. La historia se vuelve confusa y algo difícil de seguir.

PARA LA TRIVIA: George Lutz quería que esta secuela se basara en la secuela original de la novela, El horror de Amityville parte II, de John G. Jones; empero, el productor Dino De Laurentiis decidió basar la película en el libro Asesinato en Amityville, de Hans Holzer, que es una ficcionalización del caso real de los asesinatos de la mansión. La familia Montelli está levemente basada en la familia DeFeo de la vida real.

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MASACRE EN LA FIESTA. ¿Un slasher feminista?

MASACRE EN LA FIESTA

The Slumber Party Massacre

Amy Holden Jones, 1982

El género de terror es, probablemente, el más subestimado del cine. Visto con deferencia por los productores, con desprecio por la crítica y con espanto por los padres de familia, se trata de un género que es subversivo desde sus orígenes. De entre todos sus subgéneros, uno de los más polémicos es el slasher: aquellas películas en las que un asesino misterioso, generalmente enmascarado, da cuenta brutalmente de un grupo de víctimas.

    Del mismo modo, el slasher es un subgénero con el que los psicoanalistas han hecho sus delicias y sobre el cual pesan no pocas acusaciones –fundadas o no, eso sigue siendo tema de debate– de misoginia. Empero, una de las grandes ventajas de ser una forma de entretenimiento fuera del discurso hegemónico es que se pueden incluir subtextos verdaderamente incendiarios en las obras. Algunas películas, incluso en épocas tan tempranas en el desarrollo del tan codificado subgénero slasher como principios de los 80, se han puesto a jugar con las reglas del mismo, dando lugar a películas que resultan subversivas incluso contra el subgénero mismo. Masacre en la fiesta es un ejemplo de ello.

    El argumento no podría ser más genérico: un grupo de chicas de bachillerato en un pueblito californiano están preparando una pijamada de fin de semana en la casa de una de ellas mientras sus padres se encuentran de viaje. Por supuesto, los chicos no están invitados, ni tampoco la chica nerd e impopular. Con lo que las muchachas no cuentan es con que un asesino maniático, recién escapado del hospital psiquiátrico, anda suelto por la ciudad esgrimiendo un gigantesco taladro de construcción y está deseoso de asistir a su fiesta.

    Producida con un ínfimo presupuesto de apenas USD$250000 por New World Pictures, la compañía del legendario Rey de la Serie B, Roger Corman, esta película tuvo el éxito suficiente como para dar origen no sólo a una trilogía, sino a todo un sub-subgénero.

    Por supuesto, lo primero que llama la atención de esta cinta es que es uno de los primeros y únicos slashers creado exclusivamente por mujeres.

    La directora, Amy Holden Jones, inició su carrera en la industria cinematográfica como editora. Originalmente, estaba apalabrada con Steven Spielberg para colaborar en la edición y montaje de E.T. el extraterrestre. Sin embargo, dicho proyecto se retrasó indefinidamente porque Poltergeist: juegos diabólicos (Hooper, 1982), producida por Spielberg, se salió de presupuesto y de programa. Ante la falta de claridad con E.T, Jones decidió abandonar el proyecto y acudió a Roger Corman, pidiéndole la oportunidad de dirigir. El Rey de la Serie B le dijo a Jones que su trabajo como editora y directora de documentales era bueno; pero que necesitaba verla dirigir un largometraje de ficción. Jones quedó intrigada con un guión titulado Sleepless Nights, que encontró en el archivo de guiones desechados de New World Pictures, lo rescató, reescribió algunas de las escenas y decidió filmarlo.

    Dicho guión era obra de Rita Mae Brown. Al momento de escribir el guión, la Dra. Brown ya era reconocida como una prolífica escritora de novelas de misterio, además de una comprometida activista feminista, por los derechos de la comunidad LGBTQ+ y los derechos de los animales. Brown siempre sostuvo que esta película fue escrita como una sátira del subgénero slasher.

    La película ha sido motivo de controversia desde su estreno. Muchos críticos señalan la contradicción entre manejar un discurso feminista en el filme y aun así mostrar sendas escenas de explotación y desnudos gratuitos. De hecho, en su momento, Masacre en la fiesta fue una de las películas de terror con mayor número de escenas de desnudos…vamos, la primera toma de este tipo llega antes de que la película lleve cinco minutos.

    Jones señala que filmó estas escenas casi obligada por Corman y hay un elemento que me parece que es la clave para inferir su verdadera intención: en la secuencia de las regaderas, las muchachas realmente se están bañando; al contrario de la mayoría de escenas de este tipo, en las que las actrices sólo acarician sus cuerpos sin realizar ninguna tarea evidente. “Sea explotación como tal, un filme slasher genérico o una aproximación satírica al subgénero, la mayoría de las feministas claramente no entendieron el chiste”[1], dice el escritor y cineperiodista especializado en cine de género J. A. Kerswell (129).

    Al mismo respecto, pero en sentido opuesto, el guionista, productor y crítico cinematográfico Adam Rockoff (2002) opina[2]:

“… como sea, aquéllos que esperaban alguna empoderadora declaración feminista, una crítica mordaz a la evidente misoginia endémica en las cintas salsher[3], quedaron dolorosamente decepcionados. Mientras Jones y Brown insistieron en que Masacre en la fiesta era una parodia, y a pesar del hecho de que en la escena clímax del filme el asesino es castrado simbólicamente cuando la punta de su arma fálica es cortada, a veces un taladro eléctrico es sólo un taladro eléctrico, aún si es usado para hacer brochetas en una casa llena de bellezas adolescentes medio desnudas. Masacre en la fiesta no era diferente de cualquier salsher film[4]que proporcionara un poco de tetas y traseros softcore[5] junto con una serie de asesinatos inverosímiles. El hecho de que alcahueteé a su público objetivo al fingir ser algún tipo de llamado colectivo intelectual a la sororidad femenina lo hace aún más reprochable”. (138-139)

    Rockoff quizá está siendo demasiado severo en su crítica y, definitivamente, creo que peca de polarizador. Si bien es cierto que el discurso de Brown y Jones cae en contradicciones con el producto final visto en pantalla, también es cierto que éste no se diluye. Creo que el guionista y crítico está pasando por alto los muchos aciertos de la cinta y que sí se ven claramente en pantalla. No, Masacre en la fiesta no es un manifiesto feminista intelectual y panfletario porque no necesita serlo. A final de cuentas, es una película de serie B cuyo objetivo es el entretenimiento y si, en medio de ese entretenimiento, encuentra la oportunidad de insertar un discurso político bastante oportuno, bien por ella.

    A este tipo de críticas, Jones contesta:

“Eso fue lo que Roger Corman, el productor, pidió y así es como se hace, le das al estudio lo que quiere. Nadie se queja de que Scorsese, Jonathan Demme y Ron Howard hicieron películas de explotación, pero cuando una mujer lo intenta la llaman hipócrita y vendida. Eso es mierda”.[6]

    El mensaje de la película es claro: los hombres son idiotas. Durante toda la cinta, los personajes masculinos son golpeados, empujados, tirados, maltratados, humillados y, ultimadamente asesinados. Kerswell (128) refiere que: “… Al respecto de la violencia, Jones la acumula contra los personajes masculinos y, de alrededor de nueve cuerpos, seis son hombres; ‘… Quizá estaba desquitándome de todos los molestos chicos adolescentes que conocí’ dice [Jones]”. También es muy evidente que los chicos en esta película se comportan de manera inmadura y con más lascivia que inteligencia.

    Por el contrario, los personajes femeninos son por demás interesantes. De hecho, me llamó mucho la atención que, a pesar de tratarse de un slasher, el guión sí se esfuerza por tratar de desarrollar estos personajes. Del mismo modo, las muchachas en esta película no son víctimas pasivas que se quedan paradas esperando estúpidamente la hora de su muerte; sino personajes activos que piensan, planean, contraatacan e incluso se toman un momento para hacer una escena completa en la que discuten sobre masturbación femenina.

    De hecho, es el único slasher donde recuerdo que un personaje –femenino, por supuesto– dice la típica frase “I’ll go check” (“Iré a revisar”) y otro personaje se ofrece a acompañarla. Lo cual nos lleva a otro tema constante en esta película: las muchachas van juntas a todos lados. Cuando las mujeres permanecen juntas son prácticamente invencibles, mientras que, cuando se separan, resultan muertas.

    Otro elemento sobresaliente en esta cinta es el asesino. A diferencia de los homicidas con estilizadas máscaras de otros slashers, el psicópata de Masacre en la fiesta es cualquier Juan Pérez ataviado con una chamarra de mezclilla y una playera. No hay misterio. Desde el principio el público sabe exactamente quién es el asesino, lo cual es en cierto modo realista. También me gusta que, en aras de cierto realismo, pero más de la sátira, nadie nota el rastro de cadáveres del lunático; aun cuando éstos se acumulan a plena luz del día. Finalmente, la toma en la que vemos la silueta del largo taladro justo en la entrepierna del homicida lo dice todo.

    Asimismo, creo que éste es el único slasher que he visto en el que se muestra cómo el homicida arrastra, carga y acomoda los cuerpos de sus víctimas. La confrontación final, en la que el asesino es simbólicamente castrado y literalmente mutilado ‒y estoy seguro de que el hecho de que le corten la mano también es un simbolismo sobre la masturbación o algo así‒ y su subsecuente muerte resultan verdaderamente satisfactorias.

    En el apartado técnico, me parece que los mayores aciertos de la cinta están en la fotografía, que es bastante buena, y la narrativa visual es creativa y eficiente. Del mismo modo, la edición y el montaje de la cinta son brillantes.

    Por otro lado, las actuaciones son tan malas como cabría esperar de una cinta de terror de bajo presupuesto de los 80. Y, por supuesto, el casi cliché de los actores treintones que interpretan a chavos de prepa está presente. Algunos de los hombres que aparecen en la película deberían estarse preocupando más por su próstata que por un asesino maniático.

    La cinta no está exenta de algunos buenos sustos, aunque en realidad, las escenas de mutilación y asesinatos están en un tono mucho más satírico. Por ejemplo, el cadáver dentro del refrigerador que nadie parece notar o el repartidor de pizzas al que le sacan los ojos –que quienes sigan la corriente freudiana dirán que es otro símbolo de castración–. Por cierto, cuando el cadáver del repartidor está tirado en el piso, hay un par de tomas en las que se ve que el actor pestañea debajo del maquillaje.

    En conclusión, Masacre en la fiesta es un slasher un tanto olvidado que, más de una década antes del Scream (1995) de Wes Craven, se atrevió a burlarse de las convenciones del género y deconstruirlas. Quizá por la forma en la que fue producido, este discurso con perspectiva de género quedó un poco relegado; pero es, sin duda, una película entretenida y divertida y sí, quizá no está a la altura de los clásicos del slasher, pero se disfruta de principio a fin. Obviamente, recomiendo por completo esta película para una pijamada… ¿las adolescentes aún hacen eso?… ¿Las adolescentes de verdad alguna vez lo hicieron?

PARA LA TRIVIA: Durante la proyección prueba en un cine en Hollywood Boulevard, la directora, Amy Holden Jones, se encontraba entre el público y quedó asombrada por sus reacciones. Desde el inicio de la cinta, la gente gritaba, se reía, aplaudía, hacía sonidos de taladro y le gritaba a los personajes en la pantalla. Jones salió de la sala y se encontró con Roger Corman, quien estaba escuchando todo desde el lobby. Ella, preocupada, le preguntó: “Dios mío, Roger, ¿qué hemos hecho?” A lo que él contestó: “Hemos tenido el mejor preestreno en la historia de New World”.

BIBLIOGRAFÍA:

Kerswell, J.A. (2018), The Teenage Slasher Movie Book. Fox Chapel Publishing, Pennsylvania.

Rockoff, Adam (2002), Going To Pieces: The Rise and Fall of the Slasher Film, 1978-1986. McFarland & Company, Inc. Publishers, USA.

FUENTES EN LÍNEA

http://www.imdb.com


[1] La traducción es mía.

[2] Idem.

[3] Las cursivas son mías.

[4] Idem.

[5] Idem.

[6] Recuperado de https://www.imdb.com/title/tt0084695/trivia/?ref_=tt_trv_trv. La traducción es mía.

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BATMAN REGRESA. Mi película favorita del Hombre Murciélago cumple 30 años.

BATMAN REGRESA

Batman Returns

Tim Burton, 1992

Recuerdo muy bien el enorme éxito de la primera adaptación fílmica del Hombre Murciélago. En gran medida, puede entenderse como un antecedente del boom de películas de superhéroes que vivimos actualmente. También recuerdo que fue muy criticado el que la película prácticamente mandaba a la goma el tono camp de la serie de TV de los 60 que, si bien es repudiada por muchos, fue el medio a través del cual Batman se convirtió en parte de la cultura popular.

     Así pues, esta segunda entrada en la saga cinematográfica del Caballero Oscuro es, en mi opinión, el intento mejor logrado de mezclar el tono oscuro y la atmósfera noir de los cómics originales de Batman con el tono camp e infantiloide de la serie de TV en la pantalla grande. Y de ahí que uno de los villanos de la cinta tenga un ejército de pingüinos equipados con lanzamisiles a control remoto, esbirros disfrazados de payasos, un paraguas-ametralladora o un vehículo con forma de patito de hule gigante. También, aunque es menos notorio, la cinta tiene bastante influencia del serial cinematográfico Batman & Robin (Bennett) de 1949.

    La temporada navideña llega a Gotham City y el ambicioso empresario Max Shreck (una obvia referencia a Nosferatu, interpretado por Christopher Walken) trata de manipular al alcalde para que apruebe la construcción de una planta energética que le traerá enormes beneficios a su empresa. Ante la negativa del alcalde, Shreck saca de las sombras a una leyenda urbana: un fenómeno de circo psicótico conocido como el Pingüino (Danny DeVito en el papel que nació para interpretar) quien, como líder de la banda criminal del Circo del Triángulo Rojo aterroriza Gotham en una campaña de desprestigio contra el alcalde. La secretaria de Shreck, la nerda y perdedora Selina Kyle (Michelle Pfeiffer en su mejor momento) descubre los planes de su patrón, por lo que éste la asesina. Con lo que no contaba Shreck era con que Kyle sería inexplicablemente (y de verdad quiero decir inexplicablemente) resucitada por gatos callejeros para convertirse en la vengativa y letal Gatúbela (así le decíamos a Catwoman). Ahora, sólo Batman (regresa Michael Keaton en uno de los casts más controvertidos dela historia) podrá salvar a Gotham City de este caos argumental.

    Si leen la sinopsis anterior con un ojo crítico, notarán que algo falta… ¡Acertaron! Sólo Burton con su habilidad narrativa de niño de cuatro años sería capaz de dirigir una película de Batman en la que sale sobrando Batman. Claro que también se necesita el genio de Burton para hacerla funcionar.

    Como resultado de dicha narrativa, el ritmo de la cinta es frenético. Todo el tiempo están sucediendo cosas en la pantalla, todo el tiempo está pasando algo y da la impresión, quizá bien fundada, de que si uno despega la vista de la pantalla por un par de minutos se perderá de algo. Aun así, el guión llega a ser flojo en algunas partes.

    Los personajes son muy interesantes. Cómo Burton toma a dos de los villanos más populares del Hombre Murciélago y los transforma en su propia fauna es digno de mención. Además, hay un factor nuevo que no había aparecido en la cinta anterior: el de la identificación. Batman se siente identificado con sus enemigos, lo cual le hace más difícil vencerlos. Por un lado, se identifica con Gatúbela en cuanto a que ambos necesitan usar máscaras para llevar a cabo sus respectivas venganzas y con el Pingüino, en cuanto a que viene de una familia acaudalada y tuvo que crecer sin sus padres. De hecho, me parece que en esta peli Batman ve al Pingüino como un alter ego, como el Batman que no fue. Esta idea sería retomada décadas después por videojuegos y comics del Detective Más Grande del Mundo.

    Los tres personajes son inadaptados sociales que rayan en lo psicopático. Más aún que en la cinta anterior, Bruce Wayne es presentado como una persona disfuncional en sociedad, por no mencionar que es completamente incompetente en una relación romántica. El Pingüino es una criatura deforme, cruel y salaz cuya lascivia lo vuelve fácilmente manipulable, y Selina Kyle es una mujer subyugada que vive con miedo de alzar la voz más allá de un susurro.

    En esta ocasión, las caracterizaciones mandan a la goma el realismo ‒sólo hay que ver la peluca y las cejas “encanecidas” de Walken‒ y son completamente expresionistas. Llama sobre todo la atención el maquillaje del Pingüino, cuyo diseño es una referencia clara al Dr. Caligari. Este maquillaje fue creación del Stan Winston Studio, cuya tarea fue la de crear un aspecto para el personaje que fuera exagerado y burtoniano, pero sin ocultar del todo las facciones de De Vito.

    John Rosengrant y Crash McCreery, artistas del SWS, fueron los encargados de diseñar el aspecto del personaje, partiendo de lifecasts de la cara del actor. Originalmente, sólo habían diseñado narices puntiagudas; pero Stan Winston no estaba convencido, por lo que decidió modelar un nuevo rostro para el Pingüino él mismo. Winston se inspiró en un diseño previo que hiciera para la película El Mago (Lumet, 1978). El prostético final que usaba De Vito le cubría la frente nariz y labio superior, además de que se complementaba con un prostético dental con dientes chuecos y afilados. Este maquillaje era aplicado en el set por la maquillista colaboradora frecuente de Burton, Ve Neill (Duncan, 186). 

    Por supuesto, la caracterización no estaría completa sin la actuación, que es lo que le da sustento. Al respecto de la interpretación de Danny De Vito, Burton (citado en 187) declara:

“Nadie le hablaba a Danny en el set porque asustaba a todos. […] No sé si ése era su modo usual de trabajar, pero había un punto en el que sólo hacía clic y se convertía por completo en este personaje que era completamente antisocial, que había estado fuera del circuito por un poco demasiado tiempo. Danny estaba al 100 en la transformación. Con el maquillaje y todo lo demás era una creación completa”.

    De hecho, cuando De Vito asistió a las sesiones para grabar diálogos adicionales, insistió en usar el maquillaje completo del Pingüino para ayudarlo a entrar en personaje.

    También fueron los artistas del SWS los encargados de crear al ejército de pingüinos que acompañaría al Pingüino a la batalla. Para la cinta se construyeron 30 títeres controlados por cables con picos y ojos animatrónicos. Para los pingüinos emperador, Winston y sus artistas construyeron trajes animatrónicos que serían usados por actores con enanismo. Estas botargas tenían cabezas animatrónicas con alrededor de 200 piezas móviles, mismas que fueron las primeras en ser diseñadas de manera completamente digital por el estudio (187).

    Aunque siempre me pregunté ¿Por qué aún hay animales en el zoológico abandonado?

    El zoológico, así como otras tantas locaciones de Gotham City fueron creados gracias a la magia de las maquetas, a la que tan afecto era Burton. Y aunque algunas tomas de establecimiento sí se ven muy de estudio, en general Gotham City luce bien y con la Gotham Plaza, que es una referencia obvia al Centro Rockefeller de Nueva York, se ve aún más metropolitana.

    Mucho debate ha habido en torno a cuál película es más oscura, si ésta o la primera. Personalmente, creo que la primera es más oscura en cuanto a la temática; mientras que en esta segunda parte la fotografía es más oscura. Esta propuesta estética sería retomada por la serie de TV Batman, la serie animada (1992-1995) y sería conocida cariñosamente como Dark Decó.

    Batman regresa es una gran película y durante mucho tiempo fue considerado el epítome de las películas de superhéroes… aunque en realidad es bastante trágica y se toma bastantes licencias con los personajes y la historia, y entre ella y la primera no creo que pueda escoger una favorita. Es mucho mejor si uno obvia huecos argumentales como la ya mencionada resurrección de Selina Kyle, la pistola que aparece mágicamente en el fondo del estanque de los pingüinos, que la sangre del Pingüino es verde, o que la banda del Circo del Triángulo Rojo posea los conocimientos y las herramientas para armar y desarmar el Batimóvil… y si uno ignora que en la escena en la que visita el cementerio, el Pingüino patea una lápida y ésta se tambalea porque seguramente la hicieron de espuma de poliuretano.

    Pero es que también hay escenas memorables como el baile de máscaras ‒porque no puede ser una película de Batman si no hay una escena de una fiesta, ¿cierto?‒ en la que ocurre la anagnórisis de Kyle y Wayne al ritmo del tema musical Face To Face, de Siouxie and the Banshees, o aquélla en la que Gatúbela se come un canario ‒por cierto Pfeiffer, por pura improvisación, sí se metió un ave en la boca durante la filmación de la escena‒, o frases memorables como “El muérdago puede ser mortal si los comes. / pero un beso puede ser más mortal si viene del corazón.” O el Pingüino gritando enloquecido “¡No soy un ser humano! ¡Soy un animal!” en una parodia de El hombre elefante (Lynch, 1980).

    No sé si ésta sea la mejor película de Batman, de hecho, estoy casi seguro de que no; pero sin lugar a dudas, es mi favorita. La película fue un evento muy importante en mi infancia… si alguno de ustedes vivió el verano de 1992, recordará que uno no podía voltear a ningún lado sin encontrarse alguna imagen alusiva a la película.

    Nostalgia aparte, ahora que veo la película como adulto puedo decir que me encantan su tono y su estética. Creo que se ve muy bien y me gusta ese tonito kinky que nace de la tensión sexual ocasionada por Gatúbela; además de que, en general, es una especie de cuento navideño para niños depresivos.

    Además, es uno de esos clásicos navideños que pueden disfrutarse con la familia en las fiestas decembrinas. Eso sí, en esta cinta, la Navidad aparece como la materialización del espíritu consumista y el ansia de poder.

PARA LA TRIVIA: Gotham City fue creada con enormes sets que se construyeron para ser móviles e intercambiables. Durante la producción de la cinta, alrededor del 50% del espacio en el lote de Warner Bros. estaba ocupado por los sets de Batman regresa. Puesto que eran móviles, los sets con frecuencia eran reacomodados, por lo que Michelle Pfeiffer recuerda perderse con frecuencia en el camino entre el departamento de vestuario y el set.

BIBLIOGRAFÍA

Duncan, J. (2006) The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio. Titan Books, London.

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JURASSIC WORLD: DOMINIO «¿En algún momento podrán verse dinosaurios en su película de dinosaurios?»

JURASSIC WORLD: DOMINIO

Jurassic World: Dominion

Colin Trevorrow, 2022

ESTE TEXTO CONTIENE SPOILERS

En 1993, Parque Jurásico (Spielberg) se convirtió en uno de los más grandes éxitos de taquilla en la historia. Fue una de esas películas que “cambiaron la forma de hacer cine” e inauguró una franquicia multimillonaria que, entrega con entrega, ha tratado de revivir la maravilla y el sentimiento de asombro de la primera película, fracasando miserablemente cada vez… aunque triunfando en recaudar carretadas de dinero en la taquilla, por lo que a quién le importa la calidad de las películas. En 2015, la franquicia fue rebooteada con Jurassic World (Trevorrow) que, a su vez, generó su propia trilogía. Según la engañosa publicidad, esta trilogía llega su “épica conclusión” con la película que ahora nos atañe: Jurassic World: Dominio. Excepto porque no lo hace.

    ¿Recuerdan que al final de la cinta anterior, Jurassic World: el reino caído (Bayona, 2018), los dinosaurios se esparcían por la Tierra, lo que anunciaba una serie de catástrofes en los ecosistemas y, básicamente, el colapso de la civilización? Bueno, pues olvídense de todo eso, que los guionistas de esta sexta entrega tiraron por la borda la línea argumental que habían planteado para hacer que la película se tratar de otra cosa. Otra cosa que, por cierto, ni siquiera son los dinosaurios.

    Luego de la ruina de InGen, BioSyn, su compañía rival, vive tiempos de bonanza gracias a sus productos transgénicos y se dio a la tarea de capturar a la mayoría de los dinosaurios fugitivos para llevarlos a un santuario aislado de los seres humanos en Europa (¿Cuál fue el punto de que los dinosaurios corrieran libres al final de la cinta anterior si en ésta de todos modos los iban a encerrar en un hábitat confinado?). Los rumores de un clon humano fugitivo también se han esparcido, por lo que Owen Grady (Chris Pratt), Claire Dearing (Bryce Dallas Howard, hija de Ron) y Maisie Lockwood (Isabella Sermon) viven como una atípica familia en una aislada cabaña en la Sierra Nevada. Pero, cuando una plaga de langostas mutantes ataca cultivos en EE.UU. y Maisie es secuestrada por un equipo de cazadores furtivos, Claire y Owen deberán unirse con Alan Grant (regresa Sam Neill, más por petición popular que por convicción) y Ellie Sattler (Laura Dern) para hacer chingos de fan service, infiltrarse en el santuario de BioSyn y descubrir la verdad.

    El problema con las películas de Jurassic Park, y subsecuentemente con las de Jurassic World, es que la premisa se agotó en la primera de ellas. La razón por la que aquella cinta funciona también es por la ciencia ficción. Jurassic Park es una película de ciencia ficción y es gracias a esto que pudo presentar la vieja premisa de la conflictiva interacción entre humanos y dinosaurios de una forma tan novedosa y verosímil como jamás antes se había presentado en la pantalla. Pero, una vez que hecho esto, no había mucho más a donde ir. Incluso la segunda novela de Michael Crichton, El mundo perdido (1995) palidece frente a la primera.

    Por eso, el resto de las películas de la franquicia son sólo películas de aventura y, de hecho, contradicen a la primera cinta. Como una peli de ciencia ficción, la primera Parque Jurásico se esforzaba por mostrar a los dinosaurios como lo que son: animales maravillosos que representan la fuerza incontrolable de la Naturaleza. El mismo Alan Grant lo dice en un diálogo de la película. En el resto de las entregas pareciera que se han esforzado cada vez más en convertir a los dinosaurios simplemente en monstruos… y cuando los ponen a pelear unos contra otros es peor, porque entonces no son particularmente diferentes a los kaijus.

    Bueno, pues en Jurassic World: Dominio pareciera que incluso los kaijus ya los aburrieron, porque en verdad que la trama no gira en torno a los dinosaurios; de hecho, en esta cinta, los lagartos terribles terminan siendo más bien un accidente. Ya ni siquiera hay híbridos inventados para ser los monstruos malos de la película, como en las dos entregas anteriores. De hecho, algo que me sorprendió de esta cinta fue la falta de dinosaurios. Parafraseando a Ian Malcolm en la primera peli: “¿En algún momento se podrán ver dinosaurios en su película de dinosaurios?”.  Eso sí, debo reconocerle a esta cinta uno de sus pocos méritos: que intenta volver a la ciencia ficción; incluso tomó prestadas algunas ideas de otra novela de Michael Crichton: Next (2006). Quizá habría funcionado en manos de realizadores más competentes; pero, así como quedó, parecieran dos películas distintas que se filmaron como una sola por falta de presupuesto.

    La cinta es excesivamente larga. Con casi dos horas y media de duración es la cinta más extensa de toda la franquicia. ¿Hay más escenas de acción? ¿Hay secuencias de dinosaurios más largas y complejas? ¡No! La primera media hora de la peli se les va en pura exposición y el segundo acto es lentísimo con toda esa subtrama de Alan y Ellie infiltrándose en la base de BioSyn que más bien parece sacada de una película de Star Wars… igual que esa parte en la que tienen que activar no sé qué madre para poderse escapar; que se parece sospechosamente a Obi-Wan apagando el rayo tractor de la Estrella de la Muerte.

    Lo que me lleva al personaje de Kayla Watts (DeWanda Wise). Creo que es genial, pero también creo que está completamente fuera de lugar. Desde su indumentaria hasta su profesión y su actitud hasta su nombre que es un juego de palabras, Kayla es una pobre imitación de un personaje de Star Wars.

    Muchos fans estaban emocionados por el regreso de los personajes de la primera película. Y sí, es interesante ver al elenco original reunido en la pantalla una vez más; pero sólo eso. Los guionistas de esta cinta son increíblemente torpes y los diálogos que escribieron para Grant, Sattler y Malcolm son horrendos. Sin razón alguna, Malcolm, el personaje favorito de Crichton, termina siendo un pelmazo que parece más una parodia del personaje original… ¡incluso el monólogo de Malcolm en Jurassic World: el reino caído está mucho mejor escrito que todo el personaje de esta película y duraba apenas un par de minutos!

    Asimismo, los personajes rompen enteramente con sus propias lógicas: después de lo sucedido en Parque Jurásico III (Johnston, 2001), resulta muy inverosímil que Alan Grant regrese a cualquier lugar en el que haya dinosaurios; Ian Malcolm ni de broma trabajaría para una empresa transnacional como BioSyn y Ellie Sattler se dedica a una rama de la ciencia que requiere de todo un campo de estudios distinto al que tenía en la primera cinta. También ¿cuándo fue que el Dr. Henry Wu (BD Wong) desarrolló una conciencia que le permitió redimirse al final?

    Lewis “Totally Not Steve Jobs” Dodgson es probablemente uno de los villanos más débiles que recuerdo en una película ¡Qué miedo, mira cómo golpea esa silla! Por cierto, en esta ocasión, Dodgson es interpretado por Campbell Scott y no por el actor original, Cameron Thor… ¡ambos actores ni siquiera tienen el mismo tipo físico! ¿Cuál es el punto de meter un personaje “legacy” en tu película si no va a ser interpretado por el actor original? Lo que es más, ¿cuál es el punto de meter un personaje completamente anodino tratando de que se vuelva importante de repente? ¿Y cómo fue que Dodgson recuperó la lata de Barbasol de Isla Nublar? ¡No tiene ningún sentido!  

    Y a los personajes de Jurassic World no les va mucho mejor. Quiero decir, ¿notaron que Owen no tiene ningún empacho en ver cómo dos dinosaurios torturan a un ser humano? ¿Qué clase de héroe es ése? Y luego está Maisie. Creí que la vuelta de tuerca del personaje de Maisie en Jurassic World: el reino caído era una de las cosas más estúpidas que se les habían ocurrido en la saga; pero, en esta película, hay una vuelta de tuerca sobre esa vuelta de tuerca que es completamente innecesaria e inverosímil pero que, no conforme con eso, contradice lo que pasó en las cinco películas anteriores haciendo mierda la línea del tiempo.

    Por no mencionar que básicamente todos los personajes son Mary Sues: son expertos del universo que habitan a los que todo les sale bien todo el tiempo y es difícil sentir que en algún momento se encuentren en peligro de verdad. ¿Se acuerdan cuando en estas películas había escenas impresionantes de dinosaurios matando gente?

    Como ya dije arriba, la falta de dinosaurios en esta cinta es abrumadora. Las pocas escenas que tienen, por lo general, son demasiado oscuras o son de esas escenas de acción filmadas con la molesta técnica de cámara en mano en la que todo se mueve y nada se puede ver claramente. Pronto se descubre por qué: cuando por fin podemos ver un dinosaurio claramente en pantalla, el CGI es horrible ¡todo se ve tan falso! La película usa la mayor cantidad de animatrónicos en toda la saga; pero de qué sirve si los retocan con un mal CGI.

    De hecho, todo el CGI de la película se ve torpe y descuidado. Quiero decir: ¿Notaron que los personajes no exhalan vaho aunque están en una montaña nevada? ¿O que el therizinosaurus no provoca ondas en la superficie del agua a pesar de estarle olisqueando encima?

    Al menos en esta película decidieron dejar fuera a los dinosaurios híbridos. El dinosaurio “villano” en esta ocasión es el Giganotosaurus con un diseño sumamente extraño que mezcla el tamaño y la forma del giganotosaurio con el cráneo del carcharodontosaurus y la característica giba del acrocanthosaurus. O sea, que sí es una especie de híbrido en cierto modo.

Asimismo, los realizadores no pudieron resistirse a la tentación de incluir una escena con dimetrodontes, que ni siquiera eran dinosaurios ‒de hecho, hay más separación temporal entre el Dimetrodon y el T. Rex que entre el T.Rex y el hombre‒ pero ¡ah, qué buenos juguetes hacen! Además, así pudieron hacer una referencia a la tarjeta coleccionable número 5, incluida con la figura de acción del dimetrodon fabricada por Kenner en 1993. En la ilustración de la tarjeta, Alan se iba de espaldas al encontrar un dimetrodon en una vereda en medio de la jungla.  

    Según parece, lo “jugueteable” (es un tecnicismo real de la mercadotecnia, lo juro) fue el mismo criterio por el cual se incluyó al therizinosaurus en esta cinta. Por cierto, nunca explican por qué es ciego. Dicho therizinosaurus participa en la increíblemente poco interesante pelea final… ¡lo que no tiene sentido desde el punto de vista del guión! ¿Querían fan service? La respuesta era obvia: el Tyrannosaurus rex y el Spinosaurus trabajan en equipo y vencen al Giganotosaurus.

    La película falla incluso al nivel técnico más elemental: tiene errores de continuidad, no sólo de contenido, sino que no hay continuidad entre un plano y otro o entre una toma y su reacción; los cortes a primeros planos repiten acciones, las miradas de los actores no coinciden en las escenas de diálogos e incluso se rompen ejes. Vamos, que son errores de edición y dirección que un estudiante de cine de segundo semestre no cometería.

    En conclusión, creí que Jurassic World: el reino caído era la peor película de la saga; pero claramente Jurassic World: dominio la supera. Es frustrante que se hayan tardado tanto en introducir a la franquicia cinematográfica elementos que son sumamente relevantes en las novelas originales, como BioSyn. También es frustrante que la película no sólo desaprovecha la línea argumental de las películas anteriores al grado de la contradicción; sino que desperdicia todos los elementos de que dispone, incluyendo al reparto original y la tecnología de punta en efectos especiales. La premisa para esta película era obvia: equipos de cazadores de InGen y BioSyn recorriendo el mundo en busca de los dinosaurios fugitivos; pero los realizadores decidieron irse por otro lado y Colin Trevorrow se enmuinó en sacarse la espinita de que escribió e iba a dirigir Star Wars: Duel of the Fates, proyecto rechazado que luego se convertiría en Star Wars: El ascenso de Skywalker (Abrams, 2019).

    Soy fan de la franquicia; pero esta película exige demasiado del espectador, demanda un nivel de fandom tóxico que ni siquiera yo tengo. La verdad, me costó trabajo terminarla y hubo una parte en la que me estaba durmiendo. Por desgracia, poderoso caballero es Don Dinero y, mientras estas porquerías sigan generando ingresos en taquilla, las van a seguir produciendo.

    ¿Saben qué creo que sería super interesante? Ver a un Tim Murphy adulto traumatizado por su experiencia en el primer parque luchando contra sus demonios internos. Incluso Joseph Mazzello, actor que interpretara a Tim, ha manifestado su interés por retomar al personaje… lo que tendría más sentido que el regreso de Alan, Ellie e Ian. ¡A la chingada, voy a escribir mi fanfic!

PARA LA TRIVIA: Trevorrow se siente particularmente orgulloso de, en sus propias palabras, “haber rescatado al personaje del Dr. Henry Wu de la oscuridad” y de la dirección que le dio. Sin embargo, la idea de Wu trabajando en nuevos experimentos de clonación de dinosaurios con motivos éticamente cuestionables apareció primero en la infame miniserie de comics Jurassic Park: Redemption, escrita por Bob Schreck, con “arte” de Nate Van Dyke y publicada en 2010 por IDW Publishing.

PARA LA TRIVIA GEEK: El giganotosaurio no es el dinosaurio carnívoro más grande conocido, ese reconocimiento sigue perteneciendo al tiranosaurio por un tecnicismo. Si bien es cierto que dinosaurios como el giganotosaurio y el carcharodontosaurio eran más largos y, probablemente, más altos que el T. Rex; éste era mucho más robusto, por lo que poseía más masa y, por lo tanto, era más “grande”.

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VIERNES 13 PARTE VIII: JASON INVADE MANHATTAN. No se preocupen, es sólo el nombre.

VIERNES 13 PARTE VIII: JASON INVADE MANHATTAN

Friday the 13th Part VIII: Jason Takes Manhattan

Rob Hedden, 1989

Llegados a este punto, ¿qué más podemos decir de las películas de la saga Viernes 13? Son malas; pero, por supuesto, eran muy redituables, por eso hicieron esta octava entrada. A pesar del cambio de locación prometido en el título y un poco arriesgado intento de cambio en la dinámica, la película no ofrece nada nuevo y ya ni siquiera es tan entretenida. En un sentido estricto, ésta es la última cinta de la saga original y la última realizada por Paramount Pictures antes de que los pobres resultados en taquilla de esta entrega los llevara a vender los derechos del personaje a New Line Cinema.

    En esta entrada de la gastada fórmula, un grupo de graduados del bachillerato renta un crucero –que es más bien un barco de carga adaptado– para realizar un viaje de Crystal Lake a Nueva York –lo cual es geográficamente imposible–. Por supuesto, no se tratará de un viaje de placer, pues además de que Charles McCulloch (Peter Mark Richman), el cuadrado director de la escuela, se la pasará jodiéndolos durante todo el camino, Jason Voorhees (el favorito de los fans, Kane Hodder) ha resucitado y aborda el barco en calidad de polizón para seguir con su pasatiempo favorito.

    Lo primero que salta a la vista, claro, es que estos chavos se han de haber graduado de la prepa como a los 25. De hecho, es muy chistoso que Tiffany Paulsen, quien interpreta a la porrista rubia y super bitch parece que se ve cada vez mayor en cada escena en la que sale. Jensen Daggett, quien interpreta a la protagonista, Rennie, hay que decirlo sí tenía 19 años al momento de la filmación.

    Como las cintas anteriores, ésta inicia con una recapitulación de las siete entradas anteriores, por si alguna de ellas estaba rentada en tu videoclub de confianza y porque la trama ha de ser bien pinche compleja, seguramente. Luego pasa a una de las escenas de sexo más tibias y autocensuradas de toda la franquicia –que es la más explícita de esta peli– y a la hilarante resurrección de Jason. El ancla de un yate en Crysal Lake troza un cable submarino de alta tensión y la corriente eléctrica devuelve la vida al malvado Voorhees.

    Y ésa es una de las escenas más coherentes de toda la película. Digo, tiene más sentido que Julius (Vincent Craig Dupree) tratando de matar a Jason con golpes de box en una azotea… y que Jason aplique la de Homero Simpson: deja que lo golpee hasta cansarse para después volarle la cabeza de un manotazo. Y, sin duda, tiene más sentido que toda la secuencia de la persecución a bordo de la patrulla, en la que Jason ¿se teletransporta? Porque parece que lo hace, pero nunca queda claro. También me intriga por qué tienen que hacer tarea en su viaje de graduación y por qué McCulloch los está fastidiando todo el maldito tiempo; pero, sobre todo, ¿cómo lograron meter un barco tan grande en Crystal Lake y cómo le hace éste para llegar a Nueva York?

    Otro misterio que se maneja en la cinta es el trauma que tiene Rennie con el agua y sus visiones de Jason niño (Tim Mirkovich) ahogándose; aunque quizá la cinta mantiene este misterio por demasiado tiempo para su propio bien. Para cuando se explica su causa y que McCulloch es aún más imbécil de lo que parecía, francamente ya a nadie le importa. Porque, dicho sea de paso, para ser una Final Girl, Rennie es bastante poco carismática. Tampoco queda muy claro qué relación hay exactamente entre Rennie y Sean (Scott Reeves). Quiero decir, sabemos que son novios… creo; pero nunca se portan realmente como tales.

    Es un hecho que nadie ve estas películas por las actuaciones y esto creo que ya lo he mencionado en todas las críticas de las siete películas anteriores, así que no veo el caso en volver sobre el punto.

    Aun cuando las actuaciones no fueran tan malas, el guión no le da mucho con qué trabajar a los actores. Los personajes si acaso están esbozados –¿para qué escribimos personajes si tenemos clichés?– y son poco interesantes. De hecho, son tan anodinos que hay una escena en la que aparece mágicamente un grupo de estudiantes que jamás antes habían aparecido en la cinta… sólo para desaparecer en la siguiente escena. Después inferimos que murieron todos ahogados… no es que importe, claro.

    Lo que nos lleva a uno de los puntos más decepcionantes de la cinta: es increíblemente tibia en todo. Las escenas de sexo son demasiado tímidas y, lo peor, los asesinatos son de lo más chafa. Hay pocas muertes explícitas en la película y las que sí se muestran son poco impactantes. Es una de esas películas en las que la gente no tiene sangre. Quizá la escena de muerte más interesante es la chica asesinada a guitarrazos, cuya muerte vemos desde su punto de vista. Me parece que el peor ofensor es la escena en la que Jason degüella al almirante Robertson (Warren Munson): es evidente que el efecto especial del maquillaje no funcionó en cámara –la sangre no brota de la herida cuando debería– y la solución fue ralentizar la toma en la edición. Se ve terrible.

    A este respecto, puedo decir que el maquillaje también es bastante deficiente. Kane Hodder es el intérprete de Jason favorito de los fans y su actuación en esta cinta es bastante decente; sin embargo, el maquillaje prostético que lo convierte en Voorhees se ve por demás barato. Si uno pone atención, se nota perfectamente dónde terminan los prostéticos en sus antebrazos y en una de las tomas finales, cuando Jason está tratando de subir por la escalera de la alcantarilla con la cara derretida por residuos tóxicos y le hacen un primer plano, se nota que más que prostéticos trae una máscara completa como de Halloween… y una mala, por cierto.

    De hecho, toda la película se ve bastante barata. Originalmente, el director y guionista Rob Hedden había escrito escenas que sucedían en el Madison Square Garden, el Puente de Brooklyn y el Edificio Empire State; pero, pues filmar en Nueva York es muy caro, por lo que los productores lo obligaron a reescribir la película para que la mayor parte de la historia transcurriera en el barco. Me dio mucha risa la escena en la que están en el Metro y se nota inmediatamente que no es el Metro de Nueva York. Por cierto, la mayoría de las escenas en callejones y azoteas fueron filmadas en Vancouver. Ah, pero eso sí, hay un par de tomas de stock en la Gran Manzana y la secuencia en Times Square… como para que no fuera uno a decir que no se fueron a NY a filmar.

    Por cierto, Hodder comentó alguna vez que la secuencia en Times Square fue una de las que más disfrutó filmar. La gente se apiñaba en las calles aledañas a la icónica locación en el centro de Manhattan para poder ver la filmación. Hodder nunca se quitó la máscara durante la filmación de estas escenas para no arruinar la ilusión e incluso, en los descansos entre tomas, continuaba en personaje y veía a los mirones fijamente de manera amenazadora. También se cuenta que, durante la filmación de las escenas de muertes, luego de que el director gritara “corte”, a Hodder le gustaba hacer bailecitos y payasadas para hacer reír a sus compañeros.

    SPOILER Aunque dudo que se hayan reído tanto como yo con el final, cuando Jason, cual si de Pinocho se tratase, ¡se convierte en un niño de verdad! En el guión original, el cuerpo de Jason era disuelto completamente por el ácido y su alma era liberada. TERMINA SPOILER Sin embargo, los productores decidieron cambiarlo para poder resucitar a Jason en una posible secuela.   

    Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan es, junto con Freddy vs Jason (Yu, 2003), la película más larga de toda la franquicia. También fue la cinta que menos dinero recaudó en taquilla. Hay algunas escenas divertidas en esta película; pero la verdad es que no es tan disfrutable y se vuelve aburrida por momentos. De hecho, la cinta fue tan decepcionante que Hedden se ha disculpado varias veces con los fans por ella y, a la larga, terminó desconociéndola. Lo que se sabe, por las entrevistas y audiocomentarios de la película, es que el reparto se la pasó genial durante la filmación e incluso se reunieron para ver un maratón de las siete películas anteriores la noche justo antes de iniciar la filmación… ¡Qué bueno que al menos ellos se divirtieron con esta madre!

PARA LA TRIVIA: Los actores también notaron el hueco en el guión en el que sería imposible que el barco, apropiadamente llamado “Lazarus”, llegara de Crystal Lake al Océano Atlántico. Ninguno de ellos mencionó nada al director porque estaban muy emocionados por aparecer en una película de la saga y decidieron pasarlo por alto.

Viernes 13

Viernes 13 parte II

Viernes 13 parte III

Viernes 13: el capítulo final

Viernes 13 parte V: un nuevo comienzo

Viernes 13 parte VI: Jason vive

Viernes 13 parte VII: sangre nueva

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DRAGÓN ROJO. Anthony Hopkins dice «adiós» a Hannibal Lecter.

DRAGÓN ROJO

Red Dragon

Brett Ratner, 2002

Aunque la novela Dragón Rojo, primera en la Trilogía de Hannibal Lecter escrita por Thomas Harris, ya había sido adaptada al cine en 1986 con la película Cacería humana (Mann), los productores decidieron hacer una nueva versión; ya fuera para completar la trilogía con Sir Anthony Hopkins en el papel de Lecter o porque la cinta original básicamente se hundió en la taquilla. En general, esta película es considerada la más débil de la trilogía original e inferior a Cacería humana, pero ¿realmente es así?

    La historia de esta película sucede antes de El silencio de los inocentes (Demme,1991), es decir, a mediados de los 80… aunque el diseño de producción parece esforzarse poco por hacerlo notar. El exagente especial del FBI Will Graham (Edward Norton en un papel que le va bastante bien, aunque antes fuera rechazado por Ethan Hawke y Paul Bettany) es traído de vuelta por el director de la División de Ciencias de la Conducta, Jack Crawford (Harvey Keitel) para que lo ayude a encontrar a un voraz asesino serial, apodado el Hada de los Dientes por la prensa, responsable por un abominable multihomicidio. Para desentrañar el caso, Graham recurrirá a otro asesino psicópata, uno que estuvo a punto de matarlo antes de ser encarcelado por él: el Dr. Hannibal Lecter (Anthony Hopkins quien, en el prólogo de la película, extendido de un pasaje que en el libro sólo se menciona, interpreta una increíblemente poco convincente versión más joven de sí mismo), quien bien podría ser mucho más peligroso que el Hada de los Dientes.

    Por supuesto, lo primero que salta a la vista en esta película es cómo la acomodaron para que encajara en el canon de las cintas anteriores ‒por ejemplo, el hecho de que Frankie Faison y Anthony Heald regresen para volver a interpretar a Barney y al Dr. Frederic Chilton, respectivamente‒ y para incluir más al personaje de Hannibal Lecter… probablemente, tratando de desquitar la lanota que Hopkins les ha de haber cobrado por hacer la peli. De hecho, es muy notoria la diferencia entre la novela y la película en cómo ésta se centra excesivamente en el psiquiatra. Por ejemplo, la única entrevista que tiene Graham con Lecter en el libro se divide en varias escenas insertadas a lo largo de la película. Otras escenas que no estaban en el texto de Harris fueron creadas para la peli y muchos diálogos de Lecter en la película en el libro originalmente eran del Dr. Alan Bloom, personaje que quedó fuera de la película.

    Lo segundo que me llamó la atención de esta película es que, de hecho, se esfuerza por ser una adaptación fiel de la novela. Por ejemplo, a diferencia de Cacería humana, esta película sí se atreve a mostrar la tortura infligida por Francis Dollarhyde (Ralph Fiennes) al reportero amarillista Freddy Lounds (el increíble Philip Seymour Hoffman en un papel para el que originalmente se había pensado en Jack Black). Anécdota curiosa: para esta escena Hoffman pidió que lo pegaran de verdad a la silla. Un ejercicio interesante en esta película es que se escenifican algunos pasajes que en la novela sólo se mencionan.

    Esto nos lleva a lo que me parece uno de los mayores aciertos de la cinta: la construcción del personaje de Dollarhyde. Algo que siempre me frustró de Cacería humana fue la falta de antecedentes para Dollarhyde. Siempre creí que el personaje aparecía demasiado tarde en la película y que, si bien la interpretación de Tom Noonan era excelente, se sentía que estaba desperdiciada con un personaje que era básicamente unidimensional.

    Dragón rojo corrige este fallo dándole suficiente backgraound al personaje de Dollarhyde que en esta ocasión es magistralmente interpretado por el británico Ralph Fiennes. También me gustó mucho que, en esta adaptación, Francis no vive en un retirado loft de diseñador, sino en la granja desvencijada que heredó de su abuela como en la novela.

Como lo explica el guionista y teórico cinematográfico Adam Rockoff:

«… Fiennes da un sentido de pathos al personaje que está ausente en el original. Ratner tiene extraordinario cuidado en recordarnos que Dolarhyde, como dice Graham, “no nació siendo un monstruo” sino que fue convertido en uno a través de años de abuso». (2015, p.134. T. del A.)

    Con todo, los pasajes de la familia adoptiva de Dollarhyde, que son parte de la clave de por qué se convirtió en un asesino serial, fueron dejados fuera. A final de cuentas, la adaptación más fiel a la novela de Francis Dollarhyde ha sido la interpretada por el actor Richard Armitage para la tercera temporada de la serie de TV Hannibal (2013-2015).

    El personaje de Dollarhyde está basado, al igual que los otros dos asesinos de la trilogía (Lecter y Buffalo Bill) en dos personas reales: por un lado, el infame asesino B.T.K. y, por otro, en Dykes Askew Simmons. Este homicida fue internado en el Penal de Topo Chico, en el estado de Nuevo León, por el asesinato de tres hermanos: dos mujeres y un hombre, jóvenes y atractivos los tres. Fue entonces cuando Harris viajó a México para entrevistar a Simmons y, en el mismo penal, conoció al Dr. Alonso Ballí Treviño, quien se convertiría en la inspiración para Hannibal Lecter (para un recuento más detallado de este encuentro, véase mi artículo sobre El silencio de los inocentes).

    Hablando de las interpretaciones, sucede algo muy extraño en esta película. El elenco está lleno de buenos actores y las actuaciones no son malas… pero tampoco me atrevería a decir que son precisamente buenas. Justo lo que me llama la atención es que las interpretaciones en esta película son terriblemente disparejas y ni quiera es algo que suceda entre los diferentes actores; sino que el mismo actor no mantiene el mismo nivel de calidad de una escena a otra.

    De esto puede inferirse uno de los grandes fallos de la cinta: la dirección. Mucho se ha descalificado a esta película por su director. Brett Ratner es mucho más conocido como director de películas de acción –malas la mayoría de ellas– y sus videoclips musicales que por su trabajo en thrillers psicológicos. Y, aunque no quisiera sumarme a la vox populi, la verdad es que la dirección de esta cinta sí es bastante torpe. Algunas escenas –como la pelea entre Graham y Lecter al inicio de la cinta, que sí se ve medio barata– no llegan al tono que deberían llegar.

     Otro aspecto interesante de la película es su fotografía y quizá lo más curioso en este rubro es que ésta corrió a cargo de Dante Spinotti, quien también se encargó de la fotografía de Cacería humana. Si bien Spinotti continúa con sus tomas de colores sobresaturados al estilo de los ochenta, en esta película se le ve un poco más de propuesta: usa tonos fríos y azules en la mayoría de las tomas que contrastan con los tonos cálidos y rojizos que usa en las escenas en las que Dollarhyde actúa como el Dragón Rojo. Empero, la fotografía resulta más bien fallida a nivel técnico en varias escenas.

Sobre estas decisiones, Rockoff comenta:    

«Si hay algo que Ratner no es, es estúpido, y estaba más que al tanto de que tanto los críticos como los fans estarían buscando sangre. Anticipando lo cual, dio una serie de astutos golpes preventivos con Dragón Rojo. El escritor Ted Tally, quien ganara el Oscar por El silencio…, fue traído para escribir. El cinematógrafo de Cacería humana, Dante Spinotti, regresó con una estética enteramente nueva…» (2015, p. 133. T del A.)

    Quizá uno de los más grandes aciertos de esta película sea la música. Compuesta por el recurrente colaborador de Tim Burton, Danny Elfman, la música de la cinta se aleja de los leit motivs y de todo aquello a lo que nos tiene acostumbrados el californiano, y trata de ser más atmosférica y sutil. Me parece que la partitura de Elfman verdaderamente otorga un valor agregado a la cinta y compensa, tan sólo en algunos momentos, la tibieza del tono.     

    Lo que sí odié de la película fue su complejo de “precuela”, pues Ted Tally, quien también escribiera el guión de El silencio de los inocentes, no pudo resistirse a la tentación de incluir un epílogo completamente innecesario que liga a esta película directamente con El silencio

     A pesar de todos sus fallos la verdad es que la película es entretenida y tiene muy buen ritmo. Es mucho más fiel a la novela de Harris que la versión anterior, aunque eso sí, se va rapidísimo para tratar de condensar un montón de información en poco tiempo. También, de las cuatro películas, creo que es la que tiene mejor cohesión narrativa después de El silencio… y creo que puedo decir que la disfruté mucho más que Cacería humana y, sin duda, más que Hannibal (Scott, 2001).

    Dragón rojo es una película competente, aunque sí le pesa la falta de habilidad de su director. Como cabría esperar, a esta película se le nota lo “comercial” y apenas si logra superar el estatus de mera ilustración del material fuente. Hay que decir, eso sí, que la novela es la más débil de la trilogía por razones obvias: el estilo de Harris aún no estaba tan depurado.

     A final de cuentas, siendo muy quisquilloso, creo que uno puede sólo ver El silencio de los inocentes y obviar las demás sin culpa… y de Hannibal: el origen del mal, novela que fue escrita por Harris bajo coerción de Dino de Laurentiis y que ni él mismo considera “canon”, mejor ni hablar.

PARA LA TRIVIA: Tanto Anthony Hopkins como Ralph Fiennes, Edward Norton y Phillip Seymour Hoffman rechazaron la oferta original para participar en esta película. Fue el regreso de Ted Tally, guionista de El silencio de los inocentes, lo que los convenció de participar.

PARA LA TRIVIA GEEK: El flautista que enfurece a Lecter con su mala interpretación es Benjamin Raspail, quien es servido en la cena al inicio de la película. En El silencio de los inocentes, Clarice Starling encuentra la cabeza de Raspail dentro de un frasco entre las pertenencias decomisadas a Lecter.

Bibliografía

Rockoff, A. (2015). The Horror of It All, Scribner, New York.

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SONÁMBULOS. La travesura de un fan casi basada en una novela de Stephen King.

SONÁMBULOS

Que cuando la transmitían en Canal 5 la titulaban Los mutantes y en video se llamaba La maldición de los sonámbulos; pero cuyo título original en inglés es Sleepwalkers.

Mick Garris, 1992

El cineasta californiano Michael Alan Garris, mejor conocido como Mick Garris, es uno de esos personajes de la industria hollywoodense que a uno le resulta difícil ubicar; pero que sin embargo siempre ha estado ahí. Me refiero a que es uno de esos artistas de los que uno revisa su filmografía y no puede evitar exclamar “¿A poco es de él?”. Empero, el estilo de este Maestro del Horror es plenamente identificable en guiones como el de La Mosca 2 (Walas,1989) o en la dirección de Critters 2 (1988) o la serie de televisión La mujer lobo de Londres (1990-1991)… al menos la primera temporada.

    También es conveniente, antes de comenzar a hablar de esta película, mencionar el Factor King. Muchos autores llegan a cierta etapa en sus carreras en la cual pueden vender cualquiera de sus obras simplemente utilizando sus nombres. El caso con Stephen King es que llegó a este punto demasiado rápido, tanto que resultó contraproducente.[1]

    Así pues, a pesar de lo que sugiere el poster, esta cinta no está basada en ninguna novela de Stephen King. El escritor nativo de Maine desarrolló el argumento de Los sonámbulos, pero le vio pocas posibilidades narrativas como novela y lo abandonó. Poco después, retomó el escrito y lo convirtió en un guión cinematográfico. Finalmente, todos los elementos se conjuntaron en una película cuyo gran mérito es ser un enorme e injustificado “Easter Egg” para los fobocinéfilos.

    El argumento cuenta la historia de Charles Brady (Brian Krause) y su madre Mary (Alice Krige), quienes acaban de mudarse al típico pueblito kingiano que ahora resulta estar situado en California, como para variar las cosas. Los incestuosos Brady son en realidad la última pareja de Sonámbulos, seres ancestrales mitad felino, mitad humano que se mantienen vivos eternamente robando la energía vital de muchachas vírgenes ‒¿Qué tendrá King con los gatos como ladrones de energía? ¿Recuerdan que en la película El ojo del gato (Teague, 1985) también maneja este concepto?‒. Charles ha puesto los ojos en su nueva víctima, la inocente Tanya Robertson (la guapa Mädchen Amick, cuyo trabajo es mejor recordado como actriz televisiva) con el único inconveniente de que corre el riesgo de enamorarse de ella. ¡Ah, por cierto! Los Sonámbulos son indestructibles, sólo vulnerables al ataque de sus acérrimos enemigos ancestrales: los gatos domésticos.  

    No sé por qué Jim Whaley de Cinema Showcase, cuya crítica citaron en la portada del DVD, se refiere a esta película como “aterradora”. Es “terrible”, eso no lo dudo, pero no recuerdo un solo minuto de ella que me haya provocado algo parecido al terror. En un par de escenas me reí como energúmeno, no lo niego; pero, por lo demás, recuerdo que la vi por primera vez cuando tenía diez años y en ese entonces me pareció sosa y sin chiste.

    Sin embargo, mi percepción de ella ha cambiado con el pasar del tiempo. Ahora me parece hilarante.

    Sobre todo recuerdo esa escena casi al final de la película cuando Mary, la madre sonámbula, secuestra a Tanya, mata a varios policías y se hace con el revólver de uno de ellos para luego dispararlo en contra de un par de patrullas ¡que vuelan por los aires en medio de enormes bolas de fuego! ¿Qué tenían las balas de ese revólver? ¿Napalm?

    O justo antes de esa escena, cuando Tanya se está dando un baño en la tina y se niega a salir hasta que llegue el sheriff del pueblo llegue con el gato de la policía… ¿Es el único puto gato en el pueblo? ¿No pudo abrir una lata de Whiskas en su puerta? ¿Por qué un patrullero tiene un gato mascota al que lleva en sus misiones?

    Los sonámbulos resultan personajes bastante simplones y desabridos, excepto por Charley cuando está a medio transformar, que goza de un humor negro y rapaz perfectamente copiado del Freddy Krueger de las últimas tres entregas de la saga original de Pesadilla en la calle del Infierno (1984-1991), en las que parecía que debía forzosamente terminar cada frase con la palabra “bitch!”.

    Las creaturas que dan título a la cinta cuando están completamente transformadas son increíblemente poco convincentes. Es de verdad triste ‒o muy cómico, depende de qué ángulo se le vea‒ cuando en una película de monstruos el monstruo principal no funciona. En el caso de esta cinta, los monstruos parecen fetos de gato con escamas y durante todo el tiempo sufren del terrible efecto “Guy in a rubber suit” (el tipo en el traje de goma). Incluso se ve que a los actores les resultaba difícil caminar con las máscaras tan pesadas que llevaban.

    Ahora, debo confesar que la razón por la que sentí ganas de volver a ver esta peli, fue porque precisamente en la revista HorrorHound mencionaron que era una especie de travesurilla para los fans del cine de horror debido a la cantidad enorme de cameos que había en ella. Por supuesto, cuando estaba en cuarto o quinto de primaria y vi esta madre, los pasé todos por alto; pero ahora sí puedo mencionar que el principal atractivo de esta película es el contar con todo un desfile de celebridades.

    Ahora sí puedo decir con conocimiento de causa que en esta película vi cameos de Tobe Hooper como un forense de campo, John Landis, Clive Barker y Joe Dante como laboratoristas forenses, Mark Hamill como un oficial de policía y el mismísimo Stephen King como el cuidador de un antiguo cementerio. Anécdota curiosa, esta película es la única ocasión en la que Stephen King y Clive Barker han aparecido simultáneamente en pantalla.

    Así pues, el resultado final es una película bastante inconsistente. Con momentos de horror que más bien dan risa, momentos de acción que son mucho más hilarantes y momentos cómicos que la verdad dan un poco de pena.

    También es interesante ver cómo han envejecido los efectos especiales que en aquella época eran lo último de lo último. Hay varias escenas en las que se hacen “morphings” con animación por computadora, que en aquel entonces eran efectos de última generación, y hoy día los puedes hacer en tu teléfono celular. Y en aquella época no se veían mucho más convincentes que ahora.

    Un elemento que sí me gusta mucho de esta cinta es la música. Quiero decir, ¿en qué otra época una canción de Enya se hubiera considerado cool para ser tema de una película de terror? Bueno, la realidad es que Mick Garris tampoco estaba muy convencido; pero Sony Music estaba empeñado en hacer promoción transmedia y Boadicea fue la única canción de todo el repertorio que la disquera le proporcionó que le pareció que iba acorde con el tono de la película. El resultado es muy interesante, la hipnótica melodía de Enya le da a la cinta un carácter muy particular.

    Como sea, Sonámbulos es un caso   de una idea que quizá, tal vez quizá, pudo funcionar… Finalmente es un fusil de la primera parte de Beowulf pero con creaturas como vampiros y un toque de La marca de la pantera (1942). Eso sí, la película no es un completo desperdicio porque salen muchos gatos, incluido uno de esos simpatiquísimos gatos gordos casi al final. Además, tengo que admitir que la disfruto mucho porque me hace reír.

PARA LA TRIVIA: Tanto Mick Garris como Mädchen Amick son, de hecho, alérgicos a los gatos. Amick ocultó este hecho hasta que el rodaje había iniciado.

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[1] Anécdota curiosa: desde finales de los setenta y hasta mediados de los ochenta, King publicó varias novelas bajo el pseudónimo de Richard Bachman; esto lo hizo por consejo de su agente, quien notó una baja en la venta de los libros de King porque estaba saturando el mercado.

HANNIBAL. ¿Por qué Jodie Foster no regresó para la secuela que ella misma luchó por protagonizar?

HANNIBAL

Ridley Scott, 2001

Luego del tremendo éxito de El silencio de los inocentes (Demme, 1991), el mundo tuvo que esperar diez años, el tiempo que se tardó Thomas Harris en escribir el último libro de la Trilogía de Hannibal, para una secuela. ¿Valió la pena la espera? Por desgracia, debo decir que no, no del todo. Como muchas de las películas de Ridley Scott producidas en este siglo, uno puede ver el potencial en ellas pero, a final de cuentas, la experiencia que tanto prometía al principio termina siendo decepcionante.

    En esta última entrada, se cuenta cómo Clarice Starling (ahora interpretada por Julianne Moore) cae de la gracia del FBI después de la mala publicidad que recibe un operativo fallido de la agencia gubernamental para atrapar a la lideresa de un cártel de narcotraficantes. Mientras tanto, en Italia, el inspector Rinaldo Pazzi (Giancarlo Giannini, ¿quién si no?) cree haber encontrado al elusivo Hannibal Lecter (Anthony Hopkins en el papel que lo convirtió en leyenda), quien desapareciera luego de escapar de Memphis y por quien un antiguo paciente, el magnate Mason Verger (el camaleónico Gary Oldman en un camaleónico papel), está ofreciendo una cuantiosa recompensa. Luego de diez años de silencio, Starling comienza a recibir mensajes de Lecter. Cuando el mundo de la agente del FBI y del psiquiatra caníbal se tambalea y el círculo de perseguidores alrededor de ellos se va estrechando, ¿quién necesita más a quién?

    Me gustó mucho la novela de Thomas Harris, aunque a nivel literario se siente un tanto dispareja. Por un lado, está este complejo conglomerado de historias que se nota que fueron ideas independientes para una secuela de El silencio de los corderos que Thomas Harris integró en un solo argumento. Pero, por otro, se nota la evolución en el estilo del autor. Si bien la narración tiende a perder cohesión por momentos, ésta se va estilizando cada vez más en un lirismo virtuoso que, a final de cuentas, es un reflejo de la psique del personaje de Hannibal Lecter. De una forma casi metadiegética, la novela de Hannibal se convierte en Hannibal y la narración adopta sus manierismos y excentricidades. En los últimos capítulos, el lector se siente como si estuviera dentro de la mente de Lecter y se encuentra ante una obra hermosa a la vez que macabra y perversa. La película logra transmitir este ejercicio alegórico… por momentos.

    Los dos primeros actos de la película son una adaptación más o menos fiel del texto de Harris, si bien varias subtramas quedaron fuera y el orden de algunos eventos fue alterado para agilizar la narrativa. El tercer acto es el que más se aleja de la fuente, principalmente por cuestiones de dramatismo. Es interesante que el complot al interior del FBI para destituir a Starling es mucho menos malicioso en la película que en la novela. Del mismo modo, hay elementos clave del libro que están completamente ausentes, como los personajes de Margot Verger, hermana y víctima de Mason, y Ardelia Mapp, roomie de Starling, quien sí apareció en El silencio… o la polidactilia de Lecter, entre otros.

    Anécdota curiosa: varias escenas de la subtrama sobre el pasado de Pazzi, su captura del asesino serial conocido como Il Mostro y el involucramiento de Lecter en el caso, que son una extensa parte de la novela, fueron filmadas pero quedaron fuera del corte final de la película, pues los productores pensaron que complicaban la trama innecesariamente.

    El problema es que el guión de esta cinta no encuentra con qué sustituirlo: SPOILER a falta de Margot, la muerte de Verger ocurre a manos del Dr. Cordell (Zeljko Ivanek), lo que se siente completamente fuera de lugar y gratuito. Cordell no tiene ninguna motivación para matar a Verger más allá de un par de veces que le contesta feo, y se siente como un recurso añadido al guión sólo porque tenían que resolver ese conflicto TERMINA SPOILER.

    Del mismo modo, en la novela todo el asunto de la radiografía del brazo de Lecter es fundamental, pues su polidactilia es la pieza clave para dar con su paradero. Sin embargo, como nunca se planteó que Hannibal tuviera seis dedos en las películas anteriores, no había que ponerlo en ésta; pero eso creó un hueco en el guión porque nunca queda claro cómo es que supieron que la radiografía era de Hannibal Lecter.

    En cuanto Harris terminó de escribir la novela, le mandó copias a Jonathan Demme, director de El silencio…, Jodie Foster, quien interpretara a Starling y quien había presionado durante casi una década para hacer la secuela, y Anthony Hopkins para que le dieran el visto bueno. Las reacciones fueron variadas y resultaron en un largo proceso de reescrituras del guión de la película que demoró su fecha de inicio de filmación.

    De entrada, Demme y el guionista Ted Tally manifestaron su negativa de participar en la película. Ambos consideraron que la novela era demasiado retorcida, macabra y sangrienta. Fue entonces que el dramaturgo y escritor David Mamet fue comisionado para escribir el guión de la película; pero, luego de quince tratamientos, su texto fue desechado y completamente reescrito en tan sólo seis semanas por Steven Zillian, guionista de La lista de Schindler (Spielberg, 1993).

    En algún momento se pensó en David Fincher para dirigir la cinta; pero el director no estaba interesado en el proyecto. Así pues, Dino de Laurentiis fue a visitar a Ridley Scott mientras se encontraba en Roma en la filmación de Gladiador (Scott, 2000) y le ofreció la dirección de Hannibal. Scott pensó que se trataba de otro drama histórico ambientado en la antigua Roma, esta vez sobre el estadista y general cartaginés, y rechazó el proyecto. De Laurentiis completó entonces, especificando que se trataba de Hannibal “Lecter” y el director británico aceptó de inmediato. Empero, luego de leer la novela de Harris en tan sólo un par de días, contactó al autor y le preguntó si tenía mucho problema con que cambiaran el final, a lo que Harris contestó que no. A Scott el final de la novela le parecía completamente inverosímil y se empeñó en cambiarlo.

    Quien tampoco estuvo de acuerdo con el final de la historia ni con lo sórdido del texto fue Jodie Foster. La actriz zanjó distancia de la producción casi desde un inicio y ninguna cantidad de dinero o regalías que le fueron ofrecidas para volver a interpretar el papel la hizo cambiar de opinión. Irónicamente, Foster mostró incluso más perseverancia en su negativa de volver a interpretar a Starling que la que mostró cuando quería obtener el papel la primera vez. Foster llevaba años, prácticamente desde que terminó de filmar la primera cinta, haciendo campaña para que se produjera la secuela.

    En opinión de Foster, el texto de Harris traicionaba al personaje de Starling a quien ella había aprendido a ver como una persona real. Una a la que no le gustaría ver que le pasara lo que le sucede a Clarice en la novela. La actriz igualmente se sintió incómoda con el tono perturbador y retorcido del texto de Harris. Luego de que todas las negociaciones fracasaran, la producción le pidió a Foster que recomendara a alguna actriz para que la sustituyera. Foster recomendó a Claire Danes, a quien había dirigido en Home for the Holidays (1995); sin embargo, los realizadores no creyeron que Danes tuviera el perfil para interpretar a Starling.

    Así pues, la búsqueda por una nueva Clarice Starling comenzó y la primera opción de la producción fue más que obvia: Gillian Anderson. La actriz británico-estadounidense había dado muestras de su calidad histriónica y había alcanzado notoriedad internacional gracias a su interpretación de la agente especial del FBI Dana Scully en la popular serie de televisión Los expedientes X (1993-2018). Además, cumplía perfectamente con el perfil, pues las similitudes entre Starling y Scully son más que evidentes. Por desgracia, pronto se supo que la producción de Los expedientes X, que continuaba filmándose, había incluido una cláusula en el contrato de Anderson que le prohibía interpretar a cualquier personaje que fuera una agente del FBI mientras siguiera actuando en la serie.

    Afortunadamente, años después, Anderson participó en la serie de TV Hannibal (2013-2015), que adaptaba las novelas de Harris. En esta serie interpretó a la Dra. Bedelia De Maurier, psicoterapeuta de Lecter, quien termina cumpliendo con el arco de personaje que originalmente le pertenecía a Starling.

    La búsqueda continuaba y prácticamente todas las actrices de alto perfil de Hollywood fueron consideradas para el papel. Entre una muy larga lista de intérpretes, sobresalen los nombres de Kate Blanchett, Helen Hunt, Gwineth Paltrow, Brooke Shields, Hillary Swank, Callista Flockhart, Sarah Jessica Parker, Bridget Fonda y Jennifer Jason Leigh.

    Finalmente, fue el mismo Anthony Hopkins quien sugirió a Julianne Moore, con quien el británico compartiera créditos en Sobreviviendo a Picasso (Ivory, 1996), para interpretar a Starling. Según se sabe, Hopkins estaba furioso porque ni Foster ni Demme regresarían para la secuela y él mismo comenzó a reconsiderar su participación. De hecho, la producción ya había considerado a John Malkovich o a Tim Roth para interpretar a Lecter en caso de que Hopkins abandonara el proyecto ‒curiosamente, no pensaron en Brian Cox‒; pero los veinte millones de dólares que le ofrecieron a Sir Anthony por la película fueron suficientes para acallar sus inquietudes.

    A final de cuentas, la interpretación de Moore es más que sólida; pero Foster había dejado un estándar demasiado alto. De hecho, me sucede algo curioso con esta Clarice Starling: sí le creo a Moore que ella sea Clarice Starling en el momento en que sucede Hannibal; pero no puedo creer que sea la misma Clarice Starling de El silencio de los inocentes. Del mismo modo, creo que Hopkins está excelente como Lecter y se ve que aprovecha su tiempo en pantalla para desarrollar al personaje; pero nunca alcanza los momentos de genialidad de su interpretación anterior.    

    Quizá una de las razones por las que esta película no funciona también es porque el principal hilo conductor de la cinta anterior se encuentra ausente: la interacción entre Starling y Lecter es mínima y superficial. En la novela, su relación es mucho más profunda; pero justo fueron esos los pasajes que tanto escandalizaron a los realizadores y que dejaron fuera de la cinta. Del mismo modo, los dos conflictos principales de los personajes en El silencio… han desaparecido: Lecter ya no está encerrado y Starling ya no es vulnerable; sin embargo, la película no es lo suficientemente hábil como para dejar claros los nuevos conflictos.

    También me parece que el personaje de Mason Verger se siente un tanto desperdiciado. Originalmente, este rol fue ofrecido a Christopher Reeve, quien lo rechazó porque no se sentía cómodo interpretando a un abusador de niños ‒aspecto del personaje que, de hecho, también quedó fuera de la película‒. El maquillaje que completa la inquietante caracterización de Sir Gary Oldman es simplemente espectacular. Diseñado, confeccionado y aplicado por Greg Canom, quien ya antes hubiera maquillado a Oldman para convertirlo en el Rey de los Vampiros en Drácula, de Bram Stoker (Coppola, 1992), el diseño del rostro de Verger se inspiró en un feto. Por cierto que, durante la filmación, la producción trató de mantener el misterio sobre quién era el actor debajo de los prostéticos, de tal forma que sólo Scott y Hopkins sabían que se trataba de Oldman. El crew sólo podía especular y la mayoría sospechaba que se trataba de Jared Leto. De hecho, en la versión de la película estrenada en cines, el nombre de Oldman no aparece en los créditos.

    La dirección está bien, a secas. Me gusta, eso sí, cómo Scott logra transmitir parte del tono de la novela… aunque también hay una gran parte en la que se nota que el director británico estaba trabajando con un texto que le parecía poco interesante. Donde creo que sí se luce es en la secuencia del tiroteo en el mercado.

    Con el apoyo del director de fotografía John Mathieson, con quien Scott trabajara en Gladiador (2000) y Cruzada (2005), la película muestra el punto de vista de Hannibal, nos mete a la mente de Hannibal; la película es Hannibal. Además de los temas visuales recurrentes de Scott, como las tomas a contraluz y los flares deliberados, la película apunta a un cierto lirismo visual y utiliza tomas y movimientos de cámara innecesariamente elegantes y caprichosos… casi barrocos. En las escenas que se centran Enel Dr. Lecter, la iluminación es expresionista, tratando de exteriorizar en el medio ambiente la psique del personaje.

    La música, compuesta principalmente por Hans Zimmer, es particularmente atmosférica y se preocupa más por crear un ambiente y por guiar emocionalmente al espectador. Sin embargo, aunque funciona en algunas escenas, por alguna razón se siente extrañamente fuera de lugar durante la mayor parte de la película. De hecho, creo que este soundtrack lo disfruto más sólo escuchándolo que como parte de la película.  

    Al igual que la novela en la que se basa, Hannibal es mucho más violenta y explícita que su predecesora. De hecho, muchos críticos de la época la calificaron de “repulsiva” o “asquerosa”. La cinta tiene varias escenas que pueden sin problemas clasificarse como gore que están muy bien logradas y son bastante efectivas… y luego está el final SPOILER en el que Hannibal corta un pedazo del cerebro de Paul Krender, director adjunto del FBI interpretado por Ray Liotta sólo porque coincidía con Ridley Scott en el gimnasio y le pidió el chance, aún vivo y lo prepara frente a él para la cena. Esta escena es simplemente extraña y me causa repelús, aunque no creo que en la forma en la que se planeó. Mientras que en el libro la escena tiene un tono apoteósico y poético, pues se trata del momento en el que Clarice Starling define su transición al “lado oscuro”, en la película la secuencia es grotesca con un piecito en el horror y otro muy puesto en la comedia, en parte gracias a los infortunados efectos especiales usados para crear el cerebro de Krender. TERMINA SPOILER

    Lo cual nos lleva a lo que creo que es lo peor de la película: el final. La verdad es que el tercer acto de la cinta no sólo se cae, sino que se precipita al abismo y todo lo que esta peli construyó anteriormente se va por el caño. SPOILER En el controvertido final de la novela, Starling y Lecter terminan juntos y algo así como “felices para siempre”. TERMINA SPOILER Éste era el final original que se había escrito para la película; pero los realizadores no estaban muy seguros sobre si funcionaría. De tal suerte, se filmaron tres finales diferentes: el de la novela, uno propuesto por Dino de Laurentiis y el propuesto por Ridley Scott, quien señaló que los últimos pasajes del libro le parecían sacados de una novela de vampiros. El final que se quedó en la película fue el de Scott, que no podría ser más decepcionante, pues es complaciente, condescendiente y poco arriesgado… además de que le da al traste a la progresión del personaje de Starling, pues termina prácticamente igual que como comenzó la película.      

    Por un lado, el guión es bastante blando y está lleno de huecos y situaciones que se resuelven sin razón aparente sólo porque la historia tiene que avanzar, además de que la dirección es poco comprometida. Digo, no es particularmente mala; pero se siente que Scott sólo estaba cumpliendo con la chamba: la narrativa es poco interesante, el tono es disparejo, siendo fiel al de la novela a ratos y estando apenas dibujado en otros, y la puesta en escena es más bien perezosa.         

    Al final del día, Hannibal no pudo estar a la altura de su predecesora. No es una mala película, pero tampoco es particularmente buena y está mucho muy lejos de tener la calidad de El silencio de los inocentes. De hecho, funcionaría mucho mejor si uno la ve de manera independiente; sólo que, por desgracia, los personajes entonces resultan bien interpretados pero superficiales en su escritura. ¿Habría sido diferente si Foster y Demme hubieran regresado para esta secuela? Es probable, pero no es el único motivo al que puede achacársele la calidad de la cinta. ¿Hubiera sido una mejor película si se hubiera usado el guión de Mamet o si se hubiese respetado el tono de la novela? Puede ser. A final de cuentas, creo que el mayor fallo de Hannibal no es su incapacidad de llegar al nivel de su predecesora, sino su incapacidad de llegar al nivel que ella misma plantea: la primera mitad de la película es muy buena y, a partir de ahí, todo se va cuesta abajo, concluyendo en un final decepcionante, fácil y carente de toda tensión o conflicto.

PARA LA TRIVIA: Anthony Hopkins escribió un guión para una secuela de esta cinta titulado Hannibal Ends, al final del cual Clarice Starling mataba al psiquiatra antropófago. El guión nunca fue utilizado.

PARA LA TRIVIA GEEK: El actor Frankie Faison participó en cuatro de las cinco películas de la franquicia. En Cacería humana interpretó (Mann, 1986) al Tte. Fisk, mientras que en las otras tres a Barney, el celador de Hannibal Lecter en el Hospital Psiquiátrico de Baltimore.

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CIUDADELA. Algunas de sus escenas son en verdad aterradoras.

CIUDADELA

Citadel

Ciarán Foy, 2012

Me enteré de esta película por una entrevista que le hicieron al director en una revista especializada. Al principio, con el afán de no revelar demasiados detalles sobre su obra, Foy  me hizo creer que la cinta era una especie de reinterpretación de la clásica Repulsión (1965) de Roman Polanski; pero después me enteré de que se trataba de algo más. Todo el primer acto de la película es, en efecto, muy similar a la obra del polaco; pero después toma una dirección completamente distinta.

    La película cuenta la historia de Tommy Cowley (Aneurin Barnard), quien vive en un deteriorado edificio de departamentos en una zona marginada de Edimburgo conocida como Edenstown. Cierto día, su esposa embarazada es brutalmente atacada por una pandilla de adolescentes (o niños ferales, según parece) que la deja en estado de coma para morir meses más tarde. Tommy queda solo con su pequeña bebé; se muda a una casa en planta baja, cerca del edificio donde vivía antes… y desarrolla un terrible caso de agorafobia.

    Justo cuando el tratamiento para su condición parece estar dando resultado, la pandilla de adolescentes vuelve, comienza a hacer incursiones en su casa y a perseguirlo para robarle a su bebé. Pero ¿se trata de una amenaza real o es todo producto de su imaginación? Cuando Tommy  es contactado por un sacerdote medio loco que ha perdido la fe y se ha convertido en una especie de cazador de monstruos, descubre que los niños pandilleros no son lo que creía y que el edificio de departamentos en el que antes vivía se ha convertido en una ciudadela en la que se crían cosas peores que delincuentes juveniles. Y Tommy tendrá que realizar una excursión suicida al interior de la ciudadela para rescatar a su hijita.

    Debo comenzar a criticar esta cinta con un elogio: Tenía un tiempo que una película de terror no me asustaba de verdad. Y no me refiero a esos espantitos de brincar del asiento, botar las palomitas y después reírte por brincar del asiento y botar las palomitas, no. Me refiero a ese miedo que te mantiene pegado al asiento y con la espalda erizada; de ese miedo con el que no quieres ver la pantalla, pero no puedes apartar la vista de ella.

     El ritmo de toda la cinta es lento; pero eso sólo hace que las pocas y breves secuencias rápidas que aparecen se destaquen más y se vean más brutales. El ritmo lento, casi melancólico, y los filtros azules y grises que utilizaron para la fotografía crean una atmósfera de desolación y abandono que también se ve reflejada en los edificios, en la ropa de los personajes y, sobre todo, en la personalidad de Tommy.

    Y creo que ésta es la columna vertebral sobre la que se yergue esta película. La actuación de Barnard es espectacular ‒¿Es mi imaginación o el tipo es increíblemente parecido a Elijah Wood?‒. La mitad de la película son primeros planos suyos, pero cómo saben usarlos. La actuación contenida y la propuesta narrativa del director se combinan de modo genial para crear imágenes ominosas que le ponen a uno los pelos de punta.

    Ahora, debo decirlo, la película decae. Mientras el primer acto es una historia maravillosa de soledad, aislamiento y desasosiego; de monstruos que están, pero no se ven más que en el reflejo de los utensilios de cocina o entre las sombras de las cortinas, la historia de un hombre luchando contra un entorno que antes le era cotidiano y ahora le resulta hostil, el resto se vuelve condescendiente.

    El segundo acto deja de lado la ambigüedad que tan bien manejó el primero y confía su narrativa a una vuelta de tuerca que no me parece tan exitosa. Por lo menos, no a nivel argumental; porque ya en la realización resulta ser bastante efectiva. Me refiero a que las criaturas resultan aterradoras. Aterradoras en verdad, pero no sé si me gustó que la historia tomara ese rumbo, me pareció.

A partir de aquí, el texto contiene spoilers.

    Quizá sea el hecho de que nunca se les pueden ver los rostros, quizá sea que sus chillidos son increíblemente parecidos a llantos de bebé o quizá sean sus ojos reflectantes. O tal vez simplemente es el hecho de que sean tan parecidos a niños de la calle, comunes y corrientes, que podrían prosperar perfectamente en nuestra sociedad sin que nadie se diera cuenta de ello.

    El tercer acto es un tanto decepcionante. Esta cinta, que había sido sobria e inteligente, se deja llevar por los excesos y los clichés del melodrama de horror, y se convierte un poco en una copia de cualquier película de cazadores de vampiros. Incluso por momentos llega a parecerse a algo de Hammer.

    Así pues, esta película comienza siendo arriesgada y propositiva; pero conforme va avanzando, el género la va “domando”. A final de cuentas, es una buena película que sí logra helarle la sangre a uno y que, al terminar de verla y quedarse a oscuras en su sala o habitación, voltee por sobre su hombro.

    La otra parte que me pareció muy interesante de esta película es su contexto. Las películas de terror son siempre interesantes y por demás oportunos termómetros sociales que retratan los miedos e inquietudes de una determinada población en un determinado momento de su historia. Los monstruos radiactivos de los sesenta manifestaban el terror que el mundo le tenía a la Era Nuclear, los niños diabólicos y sectas expresaban la inquietud de los EE.UU. ante los cultos y comunas, y en los ochenta los slashers conmemoraban la acuñación del término “asesino serial”, por citar algunos ejemplos.

    En este mismo tren de pensamiento, enlazo Ciudadela con Silencio en el lago (Watkins, 2008), otra película británica en la que una joven pareja es acechada durante su fin de semana en el bosque por una pandilla de adolescentes sádicos. Así que ¿qué está pasando con las juventudes británicas? ¿Qué están haciendo los adolescentes del Reino Unido que tiene aterrados a sus padres? Supongo que, finalmente, hay que tenerle miedo a los herederos del punk.

PARA LA TRIVIA: La película es un tanto autobiográfica. Ciarán Foy fue atacado por una pandilla de niños cuando tenía dieciocho años, incidente que le provocó una agorafobia que no fue capaz de vencer hasta los veintitantos.

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BATMAN. La oscura reinterpretación del Detective Más Grande del Mundo.

BATMAN

The Batman

Matt Reeves, 2022

La historia del Batman en la pantalla grande se remonta a la década de 1940, cuando dos seriales cinematográficos recrearon las aventuras del Hombre Murciélago y el Chico Maravilla, muy en el estilo de su época, en las salas de cine. Desde entonces, cada década ha ido moldeando la figura del Caballero Oscuro según sus valores y necesidades; desde la oscura y gótica leyenda urbana de Tim Burton hasta la alegórica trilogía de Christopher Nolan, pasando por el estrambótico Batiglam de Joel Schumacher. ¿Cuál es el Batman que nos toca para esta década?

    Curiosamente, uno de los aspectos menos explorados del Detective Más Grande del Mundo es, precisamente, el de detective… digo, el personaje apareció por primera vez en la revista Detective Comics, ¿no? Pues bien, en esta cinta Batman, quien en esta iteración pospandémica es increíblemente nihilista, pondrá a prueba su ingenio como detective al enfrentarse con el que probablemente sea el más retorcidamente astuto de sus villanos.

    Un misterioso asesino serial autodenominado The Riddler (“El Acertijo, como lo conocimos acá, magistralmente interpretado por Paul Dano) comienza a asesinar a figuras clave de la vida política de Gotham City dejando elaborados acertijos como pistas, por lo que el Tte. James Gordon (Jeffrey Wright), de la Policía de Gotham, pide la ayuda de Batman (el genial Robert Pattinson) para resolver el caso. La investigación de Batman lo llevará a descubrir la maraña de corrupción en el bajo mundo de Gotham, a enfrentarse a mafiosos como Oswald “The Penguin” Cobblepot (Collin Farrell, excelente) y a reclutar la ayuda de la renuente mesera de club nocturno Selina Kyle (Zoë Kravitz, hija de Lenny).

    Quizá lo primero que ha llamado la atención de esta cinta es su duración. Casi llegando a las tres horas, se trata de la película más extensa que se haya filmado sobre el Vigilante de Gotham. Aunque esto podría parecer excesivo, hay una razón de fondo para ello: contrario a la mayoría de las películas de superhéroes, no es una cinta de acción; sino un thriller. Hay algunas escenas de acción, sí; pero el hilo conductor de la historia sigue siendo el asunto detectivesco. De hecho, esta película es más bien una cinta policiaca con una fuerte influencia del cine noir  ‒incluso hay monólogos del protagonista en off‒, que un show de acrobacias y efectos especiales.

    Otro asunto que causa particular interés es el tono de la cinta que, de un modo expresionista, refleja el carácter del protagonista. The Batman es una peli bastante pesimista y oscura, que recrea en su macrocosmos de Gotham infectada por la corrupción la oscuridad que consume a Bruce Wayne. Así pues, el tema central se convierte en la corrupción: de la sociedad, en una Gotham City a la que la ambición y la codicia de sus dirigentes ha llevado a la ruina; de los individuos, en los momentos en que Batman/ Bruce Wayne tiene que esforzarse para evitar perderse en su propia oscuridad y, finalmente, de los ideales; lo que The Riddler parece buscar en un inicio es la verdad y el final de la corrupción.

    Me parece que uno de los más grandes logros de esta cinta es precisamente la construcción de su personaje central. Éste es el Batman más humano que he visto en la pantalla y eso es genial, porque lo interesante de Batman es que es el único superhéroe ‒al menos en DC… y, bueno, está toda la Batifamilia, pero eso es un poco aprte‒ que es realmente humano. También éste es el primer Bruce Wayne al que vemos verdaderamente perturbado por el asesinato de sus padres más allá de un flashback estilizado y eso le da una dimensión completamente nueva al personaje.

    Del mismo modo, algo que me encantó, porque además tiene completamente que ver con nuestro zeitgeist, es que éste es el primer Batman que se cuestiona sobre su función social. Éste es el primer Batman que se entiende como parte del aparato opresor, como un elemento de control de una clase dominante decadente para perpetuar su statu quo y toma una postura al respecto.

    Una decisión que celebro de esta cinta es que no pierde tiempo en volvernos a contar la consabida historia de inicio de Batman y, en cambio, se dedica a darle un giro inesperado. SPOILER ALERT Una de las líneas argumentales más poderosas de la cinta es precisamente cuando Bruce Wayne se cuestiona ¿Qué participación tuvieron su padre, Thomas Wayne (Luke Roberts), y su familia en la descomposición social de Gotham? ¿Era Wayne un aliado de Carmine Falcone (John Turturro), líder de la mafia local? Tal reflexión sitúa a los Wayne como parte de la oligarquía de Gotham y, por lo tanto, como parte del problema más que de la solución.

    Esta poderosa subtrama fue extraída directamente ‒al menos, hasta donde sé‒ del videojuego Batman: The TellTale Series (TellTale, 2016), influencia que Greeves curiosamente omitió de la lista de fuentes que inspiraron la película. Pero la influencia no termina ahí: en el videojuego de culto la trama también se desarrolla en época electoral (Harvey Dent está haciendo campaña para ser elegido alcalde) y hay una escena de un ataque en un evento político, también hay un complot para asesinar a Carmine Falcone y una escena casi idéntica de Selina Kyle huyendo de Gotham con diálogos increíblemente parecidos, así como otra en la que Alfred le revela a Bruce la verdad sobre los Falcone y los Wayne. TERMINA SPOILER. Aunque la película ha estado en desarrollo desde 2016, así que podría ser sólo una coincidencia… aunque es una coincidencia demasiado sospechosa.     

    Otras fuentes que sirvieron de inspiración para esta cinta son los comics Batman: Year One (Miller y Mazzuchelli, 1987), Batman: Year Two (Barr et al, 1987), The Long Halloween (Loeb y Sale, 1996-1997) y su secuela, Dark Victory (Loeb y Sale, 1999-2000), Ego and Other Tales (Cooke, 2000) y Batman: Zero Year (Snyder et al, 2013-2014).

    Mucho hate hubo hacia la elección de Pattinson como el nuevo Hombre Murciélago, particularmente por parte de personas que no están al tanto de que su filmografía comprende otras 33 películas además de las de la Saga Crepúsculo y que, en general, se considera que en todas ellas su desempeño ha ido de lo bueno a lo excelente. Su interpretación del Detective Más Grande del Mundo no decepciona en absoluto. El de Pattinson es un Batman mucho más intenso e introspectivo que los anteriores y pone más énfasis en el conflicto y las tribulaciones de asumirse como Batman, además de no romantizar a Bruce Wayne y su imposible estilo de vida.

    Los villanos de la cinta también son impresionantes. Sobre todo, me encantaron tres aspectos de The Riddler: primero que, a diferencia de la anterior iteración del supervillano a manos de Jim Carrey, este Acertijo sí deja acertijos para que Batman y Gordon los descifren. En segundo lugar, está cómo esta versión de The Riddler está fuertemente basada en un personaje real: el elusivo asesino serial conocido como The Zodiac e incluso los mensajes en clave que el personaje usa en la película son muy similares a los que el asesino que aterrorizara la zona de San Francisco en los 60 y 70 enviara a la policía. Finalmente, está el casting de Dano, que con su genial interpretación y su rostro aniñado crea un personaje realmente escalofriante.

    También me gustó la caracterización mediante la cual Collin Farrell se convierte, de manera sobrecogedora, en The Penguin que, además, se ve mucho más cercano a la realidad que interpretaciones anteriores. Según declaraciones del propio Farrell, probó su maquillaje entrando a un Starbucks para ver si alguien lo reconocía. Nadie lo hizo, aunque sí voltearon a verlo raro. También me gustó mucho que se mantuviera la ambigüedad en el personaje de Catwoman ‒aunque no la llaman así en la cinta‒, pues nunca es realmente una villana, pero tampoco termina de convertirse en una heroína. Kyle simplemente trata de servir a sus propios intereses y, circunstancialmente, termina haciendo lo correcto.

    Otro aspecto por demás sobresaliente de la película es la fotografía. Ésta es la más oscura de las películas del Paladín Encapotado y no lo digo sólo por su temática, sino también por la fotografía. La cinta en todo momento trata de convertir el sentimiento del personaje principal en la atmósfera. Por ello es mayormente súper oscura, en las escenas de peleas suele haber destellos o una iluminación rojiza y, hacia el final, por fin amanece. La atmósfera umbrosa ayuda también a mantener el ambiente de suspenso y misterio.

    Finalmente, la película no está exenta de ciertas fallas, particularmente en lo concerniente al guión. Por principio de cuentas, hay un par de momentos en los que la resolución de los acertijos es innecesariamente larga. En un par de ocasiones, la respuesta parecería un poco más obvia y que Gordon o Batman llegarían a ella mucho antes. Por otro lado, está el hecho de que hay algunos elementos de la mitología de Batman que aparecen en la película sólo porque se trata de una película de Batman y pues tenían que salir, aunque realmente no aporten mucho a la historia.

    SPOILER Por ejemplo, Alfred (Andy “Gollum” Serkis), cuya participación es drásticamente reducida. Entiendo que el quitarle a Batman la ayuda de Alfred es sacar al personaje de su zona de confort; pero nunca pareció que hubiera llegado a ella en primer lugar. Lo mismo sucede con el Batimóvil que, aunque su escena tiene un poco más de valor para la trama, realmente no se siente que contribuya en nada al conjunto… me gustó, eso sí, que los gadgets del Caballero Oscuro se ven más caseros. Por desgracia, en esta categoría voy a tener que incluir el ataque final de The Riddler: un atentado terrorista de proporciones épicas ‒supongo que será un miedo común entre los gringos‒… de hecho, de proporciones tan épicas que rompe un poco con la lógica de la película y del personaje ‒quizá porque está medio inspirado en un arco del comic Zero Year‒. Y ni qué decir de la forzadísima aparición del Guasón al final de la película. TERMINA SPOILER

   A fin de cuentas, The Batman es, sin duda, una muy honrosa representación del Hombre Murciélago y, aunque no es mi cinta favorita sobre el personaje ‒ese honor le correspondería a Batman regresa (Burton, 1992)‒ puedo perfectamente entender por qué dicen que es la mejor hasta el momento. Quizá sea el Batman mejor actuado hasta el momento ‒te amamos, Christian Bale, pero siempre fuiste mejor como Bruce Wayne que como Batman‒ y mucho se agradece que DC haya dejado de intentar competir con Marvel y se haya puesto a hacer películas de superhéroes un poco más adultas. Ah, porque eso es un elemento fundamental de esta cinta: a pesar de todo el merchandising en las golosinas y las jugueterías, y de que los niños bien pueden disfrutar de la cinta, en definitiva, la película no está dirigida a ellos.

PARA LA TRIVIA: Robert Pattinson y Zoë Kravitz se acercaron a Christian Bale y Michelle Pfeiffer, quienes interpretaran iteraciones anteriores de sus personajes en esta película, para pedir consejos. Ambos actores les dijeron lo mismo: “Asegúrate de que puedes ir al baño mientras tienes el traje puesto”.

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BLADE RUNNER. El Gilgamesh posmoderno cumple 40 años.

BLADE RUNNER

Ridley Scott, 1982

Existen cinco versiones oficiales de esta película (bueno, siete; pero dos de ellas son simplemente remasterizaciones de otras versiones ya existentes): El corte original para cines de EE.UU. (1982), el corte internacional para cines (1982), la controvertida Edición del Director (1992), La edición Definitiva (2007, que por cierto, es mi favorita, aunque es básicamente una remasterización de la Edición del Director) y el recién difundido “Work print” (la edición que se mostró en las proyecciones de prueba anteriores al estreno de la peli). Básicamente, las diferencias sustanciales se observan entre la edición original y la Edición del Director. Muchos críticos afirman, y la verdad es que concuerdo con ellos, que son dos películas completamente distintas.

    Este artículo se refiere principalmente a la versión original, pero haré un par de comparaciones al final con la Edición del Director. En general se advierte que el primer corte de la película era más “comercial”, en el sentido de que era más complaciente y más accesible al público.

Quizá ésta sea la película más personal de Scott (bueno, el mismo autor lo reconoce así) y, aunque se echaría un tête-a-tête con Alien: El octavo pasajero (1979) como la obra más representativa del cieneasta británico, creo que Blade Runner lleva un sello autoral más claro. Vamos, finalmente muchos de los elementos que Scott exploró en Alien fueron madurando y consolidándose para crear Blade Runner.

    Aunque está basada en la novela corta ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del maestro de la ciencia ficción Phillip K. Dick, la verdad es que la cinta simplemente toma la anécdota literaria como pretexto para desarrollar una película mucho más profunda e interesante ‒de hecho, según se sabe, Ridley Scott jamás leyó la novela­‒ que combina la estética y lo preceptos del cyberpunk con la narrativa y la estética del Film Noir ‒algunas tomas usan claroscuros que se ven directamente sacados el expresionismo alemán‒ para crear una obra que trasciende su fuente original y a su director para convertirse en uno de los pilares de la ciencia ficción.

    En el año 2019, la Corporación Tyrell ha perfeccionado la creación de replicantes, seres humanos (o animales, pues tanto en la peli como en el texto original de Dick los animales están prácticamente extintos) artificiales construidos con las más avanzadas técnicas de manipulación genética y biónica (digamos que son una especie de cyborgs cultivados sobre diseño). La actual generación de replicantes, la NEXUS 6, es una copia perfecta de los seres humanos, pues incluso pueden sentir emociones y ser tan inteligentes como cualquier persona; por lo que no pasa mucho tiempo antes de que los replicantes se rebelen contra sus amos humanos.

    Para reducir riesgos, los replicantes NEXUS 6 han sido programados para tener un periodo de vida de sólo cuatro años y han sido obligados a permanecer en las estaciones espaciales. Sin embargo, un grupo de seis replicantes liderado por el maquiavélico Roy Batty (Rutger Hauer, excelente) se amotina en una mina de la Luna y logra llegar a la Tierra. La policía de Los Angeles encomienda al exdetective Rick Deckard (Harrison Ford en el pináculo de su carrera y en la que, quizá junto con El Imperio contraataca [Kershner, 1982], sea su mejor interpretación), miembro de la unidad especializada en la localización y eliminación de replicantes conocida como Blade Runners, para que encuentre a los insubordinados y los elimine antes de que sea demasiado tarde.

    El guión, aunque un tanto complicado, es maravilloso y, a pesar de que son asesinos y renegados, no cae en la tentación de tratar a los replicantes como villanos. Es más, una de las características más formidables de esta cinta es que uno no puede evitar sentir una fuerte empatía por los insurrectos. Si uno ve la cinta desde la perspectiva de Batty, ésta se convierte en una reinterpretación del mito de Gilgamesh ‒que para todo fin teórico se considera la epopeya primigenia‒: se trata del viaje de un hombre que busca a su creador para robarle el secreto de la inmortalidad.

    Finalmente, la única justificación que los humanos tienen para exterminar a los NEXUS 6 es que fueron ellos quienes los crearon.

    Incluso el mismo Deckard tiene conflictos en ciertas partes de la película, pues como él mismo lo dice: “Los replicantes no deben tener sentimientos. Tampoco los Blade Runners”. Por lo que, a final de cuentas, se da de frente con el conflicto de tener más en común con sus presas que con sus empleadores. Incluso parece tener una relación amorosa mucho más gratificante con una replicante de la que tuvo con su esposa. Finalmente, lo único que logra sacar a Deckard de su pasmo es Rachael (Sean Young quien, con su belleza clásica, le aporta un perpetuo aire de misterio al personaje) quien, a su vez, SPOILER no es más que una ilusión, un humano artificial. TERMINA SPOILER   

    La peli se toma el tiempo de tratar cuestiones filosóficas[1], particularmente a través de la historia del personaje de Rachael, la asistente ejecutiva del Dr. Eldon Tyrell (Joe Turkel, mejor conocido como ese cantinero siniestro de El resplandor [Kubrick, 1980]), quien es en realidad un replicante sin saberlo. Uno muy perfecto que descubre de pronto que todo lo que creyó que era su vida son en realidad recuerdos implantados de la memoria de la sobrina del Dr. Tyrell, lo que la lleva a preguntarse, y a nosotros con ella: ¿Qué es lo real? ¿Qué es la esencia? ¿Qué es lo que hace a cada persona lo que es? ¿Qué define al ser humano como tal?

    Si la personalidad no es más que un constructo basado en nuestros recuerdos; si lo que recordamos de nuestra vida es lo que nos define, ¿qué pasa si esos recuerdos son falsos, implantados en nuestra memoria de manera artificial? Otro relato de Dick trata esta misma cuestión: Podemos recordarlo por usted al por mayor (1966), mismo que, a su vez, fue la inspiración para otra gran película de ciencia ficción: Vengador del futuro (Verhoeven, 1990).

    Y esto nos lleva al cyberpunk que, aunque más reconocido como corriente estética, es todo un subgénero de la ciencia ficción cuya tesis es la deshumanización a través de la tecnología y las dialécticas que surgen de tal proceso. Es decir, la tecnología nos vuelve cada vez menos humanos; pero también la tecnología se vuelve cada vez más humana. Siguiendo con la serie de cuestionamientos que propuse arriba, Blade Runner atiende a la problemática sobre ¿qué es lo que nos hace humanos? Y ¿Acaso es algo que la tecnología no puede replicar? Y, por consecuencia ¿Cuánto tiempo tardará la tecnología en replicar nuestra esencia?

    Porque un punto fundamental de la tesis de la película es la desaparición de la línea que divide al creador de su creación. En cierto modo, Blade Runner es la historia de Roy Batty y no la de Deckard. Es a Batty a quien vemos transitar por su propio Viaje del Héroe, es Batty quien se convierte en el Gilgamesh posmoderno. Mientras que Deckard es frío, cínico y se le ve desencantado de la vida; Batty es apasionado, poético y capaz de sentir con la misma o incluso mayor intensidad que cualquier ser humano. Al final de la película, cuando Batty salva a Deckard y muere en su lugar, la creación trasciende al creador al superarlo moralmente.

    Esta cinta plantea Los Angeles en el año 2019 como una megalópolis con inmensos rascacielos, mismos que, influencia de la Metrópolis de Fritz Lang (1927) mediante, son más parecidos a templos del mundo antiguo. Finalmente, son los templos en los que la clase dominante y caucásica adora a sus dioses: el poder, el dinero y la tecnología. Además de, por supuesto, la publicidad gigantesca que tapiza los muros de la ciudad.

    Por otro lado, los niveles inferiores se caracterizan por el hacinamiento y una población multicultural en la que no sólo se mezclan razas, sino las tribus urbanas. Las calles, siempre lluviosas, son oscuras y están llenas de gente y humo… elementos que originalmente se usaron para disfrazar la pobre construcción de los sets montados en estacionamientos y que, a la postre, le dieron a la ciudad una personalidad única, convirtiéndola en un personaje más de la película. Se trata de un futuro en el que, curiosamente, no existen los teléfonos celulares y el nombre “Atari” era sinónimo de vanguardia tecnológica.     

    Los efectos especiales creados por Douglas Trumbull ‒cuyos créditos incluyen 2001: una odisea del espacio (Kubrick, 1968) y Viaje a las estrellas: la película (Wise, 1979)‒ son de primera. Tanto que uno pensaría que casi no hay tales en esta película; pero precisamente ése es el trabajo de los efectos especiales: pasar desapercibidos. Las espectaculares tomas  de la ciclópea ciudad sólo pudieron ser logradas con miniaturas, un excelente trabajo de pintura mate y trucos fotográficos.

    El soundtrack de esta película es algo especial. Compuesto por el músico griego Vangelis, se trata de una de las obras de música electrónica más vanguardistas de su época. En sí, la música se convierte en la atmósfera, en sonido ambiental y, ultimadamente, en el pulso y la voz de este futuro monstruoso en el que los hombres amenazan con convertirse en dioses.

    No sólo la estética, sino la propuesta de ciencia ficción de esta película permanece como un precedente del género cuya influencia se advierte, sobre todo, en el anime. Grandes clásicos del género que toman el planteamiento de Blade Runner son la serie Bubblegum Crisis (1987) y las películas Akira (Ohtomo, 1988) y Ghost In The Shell (Oshii, 1995), obras maestras del cyberpunk en sí mismas. Además de estas obras de animación, el genial tecnothriller Días extraños (Bigelow, 1995) le debe mucho de su trama y de su tono a la obra de Scott, así como también lo hace la orwelliana Brasil (Gilliam, 1985). Del mismo modo, la influencia estética de Blade Runner puede advertirse en películas como El quinto elemento (Besson, 1997), Ciudad en tinieblas (Proyas, 1998), Star Wars Episodio II: el ataque de los clones (Lucas, 2002), Batman inicia (Nolan, 2005) e incluso videojuegos como Perfect Dark (Rare, 2000) y Dex (Dreadlocks, 2014).

    En su momento, Blade Runner no fue un éxito con la crítica. Roger Ebert, en su programa de TV, dijo que le pareció predecible, llena de clichés y personajes poco interesantes, pero visualmente muy atractiva; mientras que su contraparte, Gene Siskel, en el mismo programa, la calificó de pérdida de tiempo y de tener una trama que no llevaba a ningún lado. El público tampoco fue muy amable con la cinta que fue un estrepitoso fracaso de taquilla, pues de su presupuesto de 28 millones de dólares apenas pudo recuperar poco más de 6 durante su fin de semana de estreno. De tal suerte, se convirtió en una cinta de culto al demostrar su valía en los años por venir.     

    Un clásico por méritos propios, me atrevo a decir que Blade Runner es una de las películas más influyentes en la historia del cine, pues se ha convertido en un referente de la cultura pop en muchos otros medios además del Séptimo Arte. Es también una de las más grande obras de la ciencia ficción jamás creadas. Se trata de una película de detectives, pero también de humanos deshumanizados y de replicantes vueltos humanos.

A PARTIR DE AQUÍ EL TEXTO TIENE SPOILERS

SOBRE LA EDICIÓN DEL DIRECTOR: Es impresionante cómo cambia esta película con un par de inserts.

    Cabe señalar que el primer Corte del Director se publicó en 1992 directamente en video, y la calidad de las escenas reinsertadas era bastante mala. Luego, esta versión se editó en DVD y por alguna razón, al menos en México, se volvió mucho más fácil conseguir ésta que la versión original. Fue hasta 2007 cuando Scott trabajó con los negativos originales y reinsertó escenas para después remasterizar todo el material en HD. Esta edición es la conocida como la Edición del 25 Aniversario.

    En el Corte del Director no hay narración en off de Deckard. Durante mucho tiempo se rumoreó que Ford había grabado esta narración en un tono deliberadamente soso para que no pudiera usarse. Finalmente, tras décadas de silencio (durante más de veinte años, Ford se negó a hablar de la película para evitar hacer comentarios sobre sus encarnizadas y frecuentes discusiones con el director), el actor aclaró que la razón de la mala calidad de esta narración fue simplemente que el texto era malo, pues fue escrito de último momento.

    Eso sí, la idea de la narración en off está perfectamente de acuerdo con el cine noir del que la película toma mucha de su influencia.

    En la edición original de 1982, los productores agregaron el “final feliz” en el que Rachael y Deckard escapan al campo. Este final, de hecho, fue armado con tomas no utilizadas del intro de El resplandor. En este final también se revela que Rachael es un replicante especial sin fecha de caducidad… ¡Sí, cómo no! ¿Creen que puedan ser más condescendientes?

    Finalmente, y ésta es una verdadera vuelta de tuerca en el discurso de la película, a lo largo de toda la trama se van soltando pequeñas pistas que, al final, dan a entender que el mismo Rick Deckard es un replicante. En la edición original esta posibilidad sólo se planteaba como una descortesía hacia el Blade Runner; pero la edición del director toma esta línea como columna vertebral. La clave más evidente para descifrar todo este enredo es la secuencia del sueño del unicornio… que también se insertó de manera más o menos chapucera gracias a tomas no utilizadas de otra película de Scott: Leyenda (1985) Ultimadamente, fue esta versión la que se tomó como base para la excelente secuela Blade Runner, 2049 (Villeneuve, 2017).

    De tal suerte, el discurso de la película cambia de “los replicantes son tan parecidos a los humanos que son capaces de amar y ser amados” a “los replicantes son tan parecidos a los seres humanos que tú mismo podrías ser uno y no darte cuenta”. Entonces, los cuestionamientos sobre qué es lo real, qué nos hace humanos y qué hay en ello que la tecnología no pueda replicar se vuelven aún más trascendentes, y la historia deja de estar centrada en un amor prohibido para volverse aún más universal.

    Así pues, al final de la Edición del Director Rachael y Deckard escapan, pero no hacia la libertad de la campiña; sino hacia el destino incierto que les espera tras haberse convertido en proscritos y hacia su propia mortalidad cercana.

PARA LA TRIVIA: El papel de la replicante Pris (Darryl Hannah) originalmente iba a ser interpretado por Deborah Harry, vocalista de la banda Blondie.

PARA LA TRIVIA GEEK: Haya sido como tributo o como falta de imaginación de la producción, hay dos referencias directas a Alien: el octavo pasajero en Blade Runner. Por principio de cuentas, la cocineta en el departamento de Deckard es, con algunas pequeñas modificaciones, la misma cocineta de la nave Nostromo que aparecía en una escena que se eliminó del corte original.     En segundo lugar, los mensajes en la pantalla del spinner (los autos voladores usados en la película) del personaje de Gaff (Edward James Olmos) cuando despega son las mismas pantallas de la Nostromo cuando se separa del compartimiento de carga.

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[1] El apellido de Rick Deckard suena muy parecido al del matemático y filósofo francés René Descartes, quien planteó que el acto mismo de cuestionar la propia existencia era una prueba de ésta en su axioma “Pienso; luego, existo”.

HOOK: EL REGRESO DEL CAPITÁN GARFIO. ¿Qué pasaría si Peter Pan creciera?

HOOK: EL REGRESO DEL CAPITÁN GARFIO

Hook

Steven Spielberg, 1991

Hook: el regreso del Capitán Garfio es una de las películas que más recuerdo de mi infancia. Fue la primera cinta que vi en el cine cuando mi familia se fue a vivir a provincia. En aquel entonces la peli me gustó… a diferencia del resto del público, de la crítica o del mismo Spielberg. Los hechos son los hechos: la cinta fue un fracaso de taquilla y fue vapuleada por la crítica, llevando a su director incluso a desconocerla. He visto muchas veces esta película y en este último visionado, el que hice para escribir este artículo, me quedaron claras dos cosas: primera, que probablemente la crítica se ensañó con Spielberg porque esta película ciertamente era inferior a lo que había estado haciendo en esa época ‒pero sí está al nivel de Indiana Jones y la última cruzada (1990), ¿no?‒; y, segunda, que el director ha hecho películas mucho peores tanto antes como después que ésta y nadie pareció quejarse… ¿verdad, Ready Player One (2018)?

    ¿Qué pasaría si Peter Pan creciera? Pues dejaría de ser Peter Pan, ¿no? Ésa es la cuestión que se trata en esta película. Peter Banning (el icónico Robin Williams) es un codicioso abogado adicto al trabajo y padre negligente que, a regañadientes, viaja a Inglaterra con su familia para celebrar las fiestas de fin de año y un homenaje a su abuela adoptiva, Wendy (la siempre genial Maggie Smith), en cuyas aventuras se basó J.M. Barrie para escribir sus historias de Peter Pan. Pero en la primera noche, los hijos de Peter son secuestrados, según la nota de rescate, por el Capitán Garfio (Dustin Hoffman, increíble). La policía (encabezada por Phil Collins haciendo un cameo) cree que se trata de una broma; pero Wendy le revelará la verdad a Banning: las historias de Barrie están basadas en la realidad y él es el verdadero Peter Pan, sólo que lo ha olvidado. Ahora, Peter deberá viajar al País de Nunca Jamás para rescatar a sus hijos; pero ¿podrá recordar cómo ser Peter Pan antes de que sea demasiado tarde?

    Mucho le debe esta película al segmento que dirigiera Spielberg para la cinta de La dimensión desconocida (varios directores, 1983), titulado Patea la lata. Finalmente, ambas producciones son fábulas sobre el proceso de crecer… e, incluso, la fotografía es similar. El quid de la historia es cómo asumimos la madurez: mientras que Garfio se ha quedado atrapado en un pasado que no puede superar, anhelando una gloria futura que sólo él cree que llegará; Peter descubre aquella parte de él que se ha mantenido joven, que puede volver a sentirse niño cuando él lo desee ‒particularmente, gracias a sus hijos‒ y que puede equilibrar todo eso con sus responsabilidades de la vida adulta.

    Bonito mensaje, ¿no? Lástima que el guión no está a la altura de la moraleja. Vamos, que no es particularmente malo; pero está lleno de huecos que son tan amplios y tan profundos que distraen del resto de la película. Hablo de cosas como ¿Cómo hizo el capitán Garfio para llegar a la Tierra? Y nunca entendí, ni siquiera de niño, qué lógica tiene que el cocodrilo se coma a Garfio al final… digo, estaba disecado, ¿no? Del mismo modo, hacia el final de la película el guión se siente apresurado y los propios diálogos decaen bastante, como si la misma película se diera cuenta de que ya se había prolongado demasiado y decidiera terminar de contar todo a las carreras.

    Por otro lado, en ese guión hay otros elementos que me parecen más que rescatables. Sobre todo, me pareció muy interesante el elemento de metatextualidad de la película. Los libros de Peter Pan existen en el universo de la película e, incluso, la película comienza con una representación de la obra de teatro de Peter Pan[1]. Me gusta también la ambigüedad del personaje de Rufio (Dante Basco) y, desde niño, me encantó que explicaran el oscuro origen de Peter Pan quien, según inferimos, fue un niño secuestrado por hadas ‒en el folklore, las hadas secuestran niños‒.

    Las actuaciones son un elemento interesante de esta película. Por un lado, tenemos a un Robin Williams increíblemente mesurado. Si algún actor podía interpretar a la oximorónica versión madura de Peter Pan, sin duda, ése fue Williams. Está también Bob Hoskins, que está increíble en el papel del atolondrado y sinvergüenza asistente de Garfio, el Sr. Smee. Y luego está Julia Roberts… ¡Ah, Julia Roberts! Sin duda, el casting de Roberts con su carita de duendecillo es ideal para el papel de Campanita; pero la actuación también es una parte fundamental de la creación de personaje y aquí, simplemente, no la hay. Al principio creí que era porque el personaje estaba exagerando; pero después queda claro que Roberts pensó que estaba actuando para una obrita chafona de teatro infantil y ni siquiera lo está intentando.

    Y, por supuesto, el que merece una mención aparte es Dustin Hoffman, quien se roba la película con su interpretación del Capitán James Hook (una obvia parodia del nombre del capitán James Cook, infame colonizador de Oceanía). Para mí, Hoffman es el capitán Garfio definitivo de todos cuantos han aparecido en la pantalla, antes o después de esta cinta, y eso incluye al del clásico animado de Disney. De hecho, me parece muy acertado que la película se titule Hook, pues por momentos el público puede sentir más simpatía por Garfio que por el propio Peter Pan. De hecho, en los minutos que este Capitán Garfio aparece en pantalla, convertido en un personaje un tanto más profundo que el original gracias a la destreza del guión y la maestría de Hoffman, es mucho más fácil identificarse con él que con esa dolorosa interpretación de Garrett Hedlund en la abominable Pan (Wright, 2015)… y eso que en esa “cosa” se suponía que Hook era un personaje empático.

    Una de las cosas que siempre han llamado la atención de este capitán Garfio y de hecho, de toda la película, son los vestuarios. Diseñados por Anthony Powell, quien también se encargó de los vestuarios de Muerte en el Nilo (Guillermin, 1978), Indiana Jones y el Templo de la Perdición (Spielberg, 1984) y 101 dálmatas (Herek, 1996), los vestuarios son verdaderamente exquisitos y llenos de detalles al nivel del preciosismo. En el vestuario de Garfio, por ejemplo, puede notarse en los primeros planos que el encaje en los puños de su camisa es encaje auténtico tejido a mano.

    Por otro lado, los sets de la película me despiertan sentimientos encontrados. El barco de Garfio es majestuoso y verdaderamente impresionante, la guarida de los Niños Perdidos es un set increíblemente complicado para el que se cultivaron plantas reales con cientos de partes completamente funcionales, incluyendo una pista para skating, y el pueblo pirata es un enorme set lleno de detalles que casi cobra vida en la pantalla.

    Y digo “casi” porque ésos son precisamente, creo, los principales fallos de la película: la fotografía ‒tomas doraditas clásicas de los 90 incluidas‒ y el montaje escénico. Es probable que el look “irreal” de toda la película haya sido deliberado; pero ciertamente no le ayuda en absoluto. Por la forma en la que las cosas están fotografiadas todo se ve falso: las luces de estudio están presentes todo el tiempo, es evidente dónde terminan los decorados y la utilización de cicloramas y telones pintados, los tanques de agua en los que fueron montados los sets son más que obvios, sus maquetas se notan a leguas e incluso se ven los reflejos del agua pintados en la pared del tanque en el que filmaron la secuencia de las sirenas. Quienes construyeron los sets incluso se tomaron la molestia de hacer que el barco de Garfio fuera el único lugar limpio en el pueblo pirata; pero nada de eso importa porque, de todos modos, los decorados terminan viéndose más falsos que los de un parque de diversiones.

    Otro elemento que me llama poderosamente la atención de esta cinta es el tono. Creo que podemos todos convenir en que las películas familiares eran diferentes en los 90; pero ¿prostitutas en el pueblo pirata? ¿el hecho de que Peter Banning es un completo cretino? ¿el intento de suicidio de Garfio, quien habla de asesinar niños para alegrarse? ¿Garfio atravesando a Rufio con un rapier? No me malinterpreten, saben que odio la tibieza y la autocensura en las películas como el que más; sólo quiero decir que creo que ésta es una película familiar que conecta mucho más con los papás que con los niños, a pesar de que se le vendió a los chiquillos… digo, el núcleo de todo el asunto es que Garfio está atravesando por su crisis de la mediana edad, ¿no?

    Pero, ahora que volví a ver la película, confirmé lo que siempre había intuido: que lo que le hace un súper paro a esta película es el sensacional soundtrack compuesto por el incondicional de Spielberg, John Williams. Por principio de cuentas, el neoyorquino compone dos tipos de música muy diferentes para ambientar las escenas en nuestro mundo y en el País de Nunca Jamás. Por otro lado, las composiciones de Williams agregan una dimensión emocional mucho más elevada a la película, consiguiendo crear algunos momentos verdaderamente emotivos con la misma facilidad que otros particularmente épicos. Sin importar si han visto la película recientemente o no, vayan a YouTube, escuchen el track You Are The Pan y atrévanse a negar que se les hace un nudo en la garganta. Sin duda, éste es uno de los soundtracks consentidos en mi fonoteca.

    Se esperaba que esta película fuera el gran blockbuster de la temporada navideña y fue acompañada con una agresiva campaña de merchandising que incluyó una adaptación en cómic bastante decente publicada por Topps; un sensacional videojuego para arcadia y otro, nada despreciable, para SuperNintendo ‒también salió para NES, pero ése sí estaba chafa‒; y lo que más recuerdo de todo: una línea de figuras de acción, probablemente más imaginativas e interesantes que la película misma, producida por Mattel. Anécdota curiosa: La colección de figuras de acción incluyó dos series; pero debido al fracaso de la película, las pocas figuras de la serie 2 que sí se produjeron se vendieron principalmente en Europa y Latinoamérica.

    Por desgracia, la película no pudo cumplir con las expectativas y fue un tremendo fracaso de taquilla que apenas recuperó 13 de sus 70 millones de dólares de presupuesto ‒en su fin de semana de estreno en EE.UU.; al final de su corrida original en cines, alcanzó los 300 millones‒ y, como lo dije al inicio, fue repudiada por la crítica y el mismo Spielberg la desconoció por un tiempo. A mí me despierta sentimientos encontrados.

    Por un lado, como lo expresé en los párrafos anteriores, entiendo perfectamente por qué es una mala película. Entiendo por qué, desde el punto de vista de la crítica y del uso del lenguaje cinematográfico ‒la edición y montaje de los últimos 10 minutos son espantosos, como si los hubieran terminado la noche anterior al estreno‒, se considera una película fallida. Desde el punto de vista teórico, Hook es la suma de un montón de extraordinarios esfuerzos llevados en la dirección equivocada. La actuación de Roberts sí es molesta y me asombra un poco que la muerte de Rufio, quizá el personaje más cool en la película, tenga tan poca repercusión en los otros personajes. Y, de verdad que el look de todo filmado en estudio se ve rarísimo.

    Pero, por otro lado, la verdad es que me gusta esta película. Quizá sea por la relación personal que tengo con ella; pero me sigue emocionando el duelo final entre Garfio y Pan, creo que su comedia física funciona bastante bien, me sigue sacando una lagrimita la escena en la que los Niños Perdidos reconocen a Peter y cada vez que veo la película le encuentro algún detalle nuevo… y ¿no es ése el chiste de las películas? Me atreveré a decir que Hook: el regreso del capitán Garfio es más que la suma de sus partes, por momentos llega a trascender su propia sensiblería y se trata de una película a la que uno puede encontrarle diferentes mensajes; pero que llevan a lo mismo: como el mismo Peter Banning, se trata de una película que nos invita a ser niños de nuevo, nos invita creer… que nos desafía a creer aun a pesar de sí misma; pero que, si logramos entrar en su juego, más bien torpe, puede ser una experiencia en extremo satisfactoria. Y, si todo falla, el capitán Garfio de Dustin Hoffman es suficiente para hacer que valgan la pena las dos horas y veinte minutos de película.

    Para concluir, quiero agradecer a mi amigo Itzamna Calero “Cosa” por sugerirme revisar esta película.

PARA LA TRIVIA: Maggie Smith tenía tan sólo 56 años cuando filmó esta película; pero fue envejecida con maquillaje para aparentar 92 años.

PARA LA TRIVIA GEEK: La pareja que flota sobre un puente luego de que son rociados con polvo de hadas por Campanita cuando ésta carga a Peter Banning hacia Nunca Jamás son Carrie Fisher y George Lucas haciendo un cameo.

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[1] El personaje de Peter Pan apareció por primera vez en la novela The Little White Bird, publicada en 1902; los capítulos protagonizados por Pan fueron corregidos, aumentados y publicados de manera independiente en un tomo titulado Peter Pan in Kensington Gardens, publicado en 1906. Barrie retomó a Pan para la obra de teatro Peter Pan; or, The Boy Who Wouldn’t Grow Up, estrenada en 1904. Finalmente, el escocés expandió la historia de la obra en la novela Peter Pan and Wendy en 1911.

ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS. La película de culto que casi le cuesta la carrera a su director.

ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS

Monster Squad

Fred Dekker, 1987

Fue en 1943 cuando un Larry Talbot (Lon Chaney Jr.) recién despertado del coma liberó a la Creatura de Frankenstein (Bela Lugosi) de un bloque de hielo y, al no tener nada mejor que hacer, ambos monstruos batallaron hasta un clímax catastrófico en Frankenstein contra el Hombre-Lobo (Neill, 1943). Desde entonces, pareció que el destino de los Monstruos clásicos era encontrarse, ya fuera como enemigos o como aliados, en cintas como La guarida de Frankenstein (Kenton, 1944) o La mansión de Drácula (Kenton, 1945), la cómica Abbott y Costello contra los fantasmas (Barton, 1948), la apócrifa Drácula vs Frankenstein (Adamson, 1941) o nuestras queridas bastardizaciones nacionales El castillo de los monstruos (Soler, 1958) ‒siendo honesto, ésa sí me gusta mucho‒, Santo el enmascarado de plata y Blue Demon contra los monstruos  (Martìnez Solares, 1970) o Capulina contra los monstruos (Morayta, 1974).

    En 1987, el director de la genial película tributo a las cintas de Serie B El terror llama a su puerta (1986), Fred Dekker, decidió realizar un ambicioso guión que había escrito años atrás; pero para el que no había conseguido financiamiento. Tras la popularidad de El terror llama a su puerta, Dekker pudo más fácilmente conseguir quien produjera su película: una cinta familiar en la que un grupo de preadolescentes se enfrenta a los Monstruos clásicos. Lo que Dekker no pudo conseguir fueron los derechos para utilizar los diseños de los Monstruos que Jack Pierce creara para Universal Pictures cinco décadas atrás.

    En el que probablemente sea uno de los prólogos más costosos en la historia del cine ‒y si se hubiese filmado como estaba en el guión habría costado más que toda la película‒, la película cuenta cómo el Dr. Abraham Van Helsing (Jack Willim), un siglo atrás, intentó usar un amuleto mágico para enviar a su enemigo Drácula (Duncan Regehr) y su séquito de monstruos al Limbo. Por desgracia, Van Helsing fracasó y sus discípulos emigraron a los EE.UU. para esconder el amuleto. En la época actual, Drácula y sus esbirros viajan al pueblo de Baton Rouge, Louisiana, para destruir el amuleto. Pero no contaban con Sean Crenshaw (Andre Gower), quien posee el diario de Van Helsing, su hermanita Phoebe (Ashley Bank) y sus amigos amantes de las películas clásicas de Monstruos, quienes saben justo cómo detener a los invasores.

    Pues no, el argumento no es lo que podría decirse sobresaliente. El guión está bien escrito, a secas; pero está lleno de huecos y salidas fáciles. Y aun así, la película funciona maravillosamente.

    El sencillo guión de Fred Dekker y Shane Black ‒el guionista-actor a quien seguro recuerdan por su papel de Hawkins en Depredador (McTiernan, 1987)‒ tiene montones de frases ingeniosas ‒”Wolf-Man’s got nards!” (“¡El Hombre-Lobo tiene bolas!”)‒ y jocosas referencias a películas de monstruos. Dekker era fan de las películas clásicas de monstruos de Universal y de los seriales de La pandilla , por lo que decidió mezclarlos para crear esta película[1].

   Empero, el verdadero núcleo de la película es el mensaje de que la amistad trasciende a pesar de nuestras diferencias ‒el chavo rudo se alía con los nerds, el niño gordo recupera su dignidad por mano propia y, claro está, la Creatura de Frankenstein trabando una entrañable amistad con una niña de preprimaria‒. También hay por ahí un par de comentarios sobre los monstruos del mundo real que le dan a la película otro nivel de profundidad completamente nuevo.

    Las actuaciones son bastante decentes; digo, no son particularmente buenas, pero no dejan qué desear, y lo que sí es sobresaliente es ver a tantos niños carismáticos juntos en pantalla ‒digo en Parque Jurásico (Spielberg, 1993) no pudieron juntar a dos‒. Los adultos también hacen un trabajo bastante competente, sobre todo Noonan como la Creatura de Frankenstein y Regehr, como el Rey de los Vampiros.

    Según lo ha referido en entrevistas[2], Regehr interpretó a Drácula como si fuera el supervillano de algún cómic y sí lograba darle miedo a los niños. Del mismo modo, Noonan no interactuaría nunca con los chicos si no estaba completamente caracterizado, además de que disfrutaría de jugarle bromas pesadas a Stan Winston con el maquillaje puesto.

    La fotografía es muy buena y muy propositiva. Bradford May, director de foto, tuvo desde el principio el cometido de hacer que todo se viera lo más real posible. Del mismo modo, sabía que era una cinta para niños; pero no por eso dejó de darle una atmósfera oscura y tenebrosa. Finalmente, la propuesta de May en la pantalla es la de una película oscura pero con colores sólidos y brillantes, muy en el estilo de otras películas de la época, que se ve genial.

    Por supuesto, las estrellas del show son los monstruos. Según Shane Mahan, artista del Stan Winston Studio que estuvo liderando el proyecto de Escuadrón Anti-Monstruos, “El reto era sugerir estas criaturas clásicas sin copiarlas realmente”[3]. Según parece, ni Antonio Espino “Clavillazo”, ni Xavier López “Chabelo”, ni Santo tuvieron que preocuparse por eso alguna vez. Lo que sí es que las criaturas de Monster Squad, a diferencia de las Hechas en México, prácticamente no han envejecido en tres décadas.

    El diseño de los monstruos estuvo a cargo del mismo Stan Winston, quien tuvo que delegar la confección de los mismos a los artistas del estudio, pues se encontraban saturados de trabajo. Mientras el SWS trabajaba en Escuadrón Anti-Monstruos, Winston estaba enfocado en el diseño y pre-porducción de la película que sería su debut como director, la ahora clásica Pumpkinhead (1988), y una pequeña porción del equipo trabajaba en un bomberazo en el que nadie creía llamado Depredador.

    Aunque un poco decepcionados por no poder utilizar los diseños originales de Pierce, los artistas del Stan Winston Studio no sólo crearon personajes carismáticos en pantalla; sino que lograron implementar en ellos nuevas tecnologías del puppeteering que reducían considerablemente el número de titiriteros que eran necesarios para dar vida a cada una de las criaturas. Esta cinta, además, marcó el debut del artista Tom Woodruff Jr.[4], quien pasara por muchas dificultades y sufrimientos al encarnar a la criatura acuática conocida como Gillman, como actor de creaturas. Además, la versión de esta peli de la Momia (Michael MacCay) es mi favorita de todas.

    Fred Dekker reconoce que Escuadrón Anti-Monstruos es su mejor película; pero también reconoce que fue la película que acabó con su carrera. La cinta costó cerca de 12 millones de dólares, pero en taquilla no recaudó ni 4 millones en su breve corrida de tres semanas. Casi un lustro después, Dekker tuvo una nueva oportunidad de recuperar su carrera de director… por desgracia el proyecto que encabezó fue RoboCop 3 (1993) y, bueno, ya todos sabemos cómo terminó eso.

    Diversos factores se conjuntaron para que la película fracasara en taquilla. Algunos involucrados en la peli culpan a una campaña de mercadeo mal dirigida, otros culpan a la falta de los diseños originales de los monstruos. Sin embargo, el fondo del asunto fue que la cinta estaba dirigida a un público muy reducido. Los niños no la vieron porque los padres creyeron que la película era inapropiada para ellos, y los adolescentes y adultos tampoco la vieron porque creyeron que era una película para niños. Según lo refiere Tom Noonan[5], a él mismo le costó mucho trabajo conseguir una copia en VHS para que sus hijos la vieran. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, de forma inesperada para sus realizadores, Escuadrón Anti-Monstruos se ha convertido en una película de culto cuya nutrida legión de fanáticos ha surgido de la TV por cable y los videoclubes. Yo me enteré de su existencia gracias al libro de Stan Winston y ahora me cuento entre los fans.

PARA LA TRIVIA: Dustin Diamond, quien interpretara a Screech en Salvados por la campana (1989-1993), tenía una breve aparición en la cinta; pero ésta fue eliminada junto con otros 13 minutos de película porque los ejecutivos de HBO no querían que la peli durara más de 90 minutos. Del mismo modo, Liam Neeson, quien originalmente fue considerado para el papel de Drácula, fue contratado y de hecho se le pagó para aparecer en una secuencia que nunca se filmó.

Drácula

Frankenstein

La momia

El hombre invisible

La novia de Frankenstein

El hombre lobo

El Fantasma de la Ópera

El monstruo de la Laguna Negra

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[1] Según lo declara en la entrevista que dio para el especial Monster Squad Forever! (Felsher, 2007), incluido dentro del material extra de la edición de 20 aniversario en DVD.

[2] Ídem.

[3] MAHAN, Shane, citado en Duncan, Jody The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, Londres, 2006. P.98. La traducción es mía.

[4] A partir de Alien 3 (Fincher, 1992) y hasta Alien vs Depredador 2 (Hnos. Strause, 2007), Woodruff sería el actor dentro de los trajes de xenomorfo en la saga Alien.

[5] FELSHER, ídem.

SCREAM (GRITA). La primera entrada de la saga sin Wes Craven.

SCREAM (Grita)

Scream

Matt Bettinelli-Opin y Tyler Gillett, 2022

¿Una nueva secuela de Scream? ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo pueden seguir sacando películas de esa franquicia? ¿En serio? Digo, de Halloween han sacado doce películas, lo mismo que de Viernes 13; por lo que las ocho entradas de Pesadilla en la calle del Infierno o de La masacre de Texas se ven modestas en comparación. Así que una quinta entrega de Scream no me parece una exageración; particularmente, porque las cintas de esta saga son diferentes a los demás slashers. Creo que la principal preocupación que teníamos los fans de esta franquicia era ¿Cómo sería la primera película de Scream en la que no estaría involucrado Wes Craven, director de las cuatro anteriores? ¿Acaso se convertiría la nueva Scream en una de esas secuelas-reboot protagonizadas por personajes poco carismáticos que son ayudados por los personajes originales de la saga y que tratan de compensar su falta de sustancia con referencias a la cinta original y nostalgia que se han convertido en el grueso de las producciones no de superhéroes de Hollywood actualmente? La respuesta es un rotundo sí y ése es precisamente el punto de la película.

    Tara Carpenter (Jenna Ortega), una adolescente del infame pueblo de Woodsboro, es brutalmente apuñalada por un misterioso atacante que usa el disfraz de Ghostface e interroga a sus víctimas con trivias de la serie de metapelículas Stab. El ataque llama la atención de Sam (Melissa Barrera), hermana mayor de Tara, quien abandonara a la familia cinco años atrás y que ahora regresa a Woodsboro para ayudar a su hermana. Sam busca el consejo de Dewey Riley (el buen David Arquete), ex sheriff de Woodsboro, quien ha vivido los ataques de Ghostface desde el inicio… y, claro, el asunto llamará la atención de la reportera Gale Weathers (Courteney Cox) y Sidney Prescott (la Scream Queen de la Generación Millennial, Neve Campbell).

    Con frecuencia, la fórmula en las franquicias slasher se agota rápidamente, las secuelas empiezan a echar mano de recursos cada vez más baratos, y las inconsistencias y errores de continuidad comienzan a hacerse cada vez más infranqueables. En el caso de Scream esto, muy lejos de perjudicarle, le beneficia.

    Cada una de las películas de la franquicia es una autoparodia. Me queda muy claro que, como bien lo señala el guionista y teórico cinematográfico Adam Rockoff, feroz detractor de la saga, Scream no fue el primer slasher autoconsciente y que muchas películas, incluso desde la Edad de Oro del Slasher, se dedicaron a pitorrearse de los excesos y lugares comunes del subgénero. La diferencia es que Scream ha sido la más inteligente. La dinámica de la franquicia ‒por la cual, en su época los teóricos la llamaron slasher posmoderno‒ consiste en una deconstrucción: tomar los lugares comunes del subgénero slasher, llevarlos al absurdo hasta que sean imposibles de sostener y después construir algo nuevo sobre ellos. Esa dinámica se mantiene en esta secuela o, como la llaman los propios personajes, “recuela”.

    Creo que el punto más fuerte de esta entrada es el guión, que es básicamente un análisis metatextual bastante inteligente y ácido, tanto de las secuelas “legacy” ‒o “recuelas”‒ como de la película misma que utiliza sus recursos de manera eficiente. Quizá lo más genial son los chistes sobre el fandom tóxico y, como siempre en las películas de esta saga, los chistes autorreferenciales. Un chiste local muy interesante es que, si uno es un fan de la saga desde el inicio, inmediatamente descubrirá quién es el asesino y la película básicamente te da una palmadita en la espalda por eso. La película se la pasa lanzando guiños a los fans y pataditas a los villamelones; pero tampoco tiene reparos en dar un par de bofetadas a los fans de antaño si eso contribuye a desarrollar la historia… es como si Los últimos Jedi (Johnson, 2018), sobre la que también se burlan en esta película, estuviera bien hecha.

    También me gustó cómo esta película se burla de las rebuscadas relaciones familiares que las secuelas “legacy” tienen que establecer, enredar y malabarear para que los personajes originales tengan alguna relación con las entregas recientes.

   Un elemento muy llamativo de esta película es la violencia. Aunque me parece que la entrega más sangrienta de la saga sigue siendo la cuarta ‒recordemos que fue en la primera década de este siglo cuando el gore fue incorporado en el mainstream‒, esta cinta no escatima en sangre y me gustó la forma en la que se muestran los asesinatos a lo largo de la película.

    Como debía ser los actores de la serie original se llevan de calle a los nuevos. Me parece, eso sí, que los nuevos actores hicieron a sus personas anodinos a propósito y, a ese respecto, puedo decir que sus interpretaciones son sobresalientes… después de todo, sería parte del chiste, ¿o no? Me gustó mucho Jasmin Savoy Brown en el papel de Mindy Meeks-Martin.  

    Siempre es una delicia ver a Neve Campbell volver al papel de Sidney Prescott. Aunque Campbell no quería regresar para esta entrada por la ausencia de Craven, una carta en la que los directores expresaban lo mucho que el cine del difunto director significaba para ellos la hizo cambiar de opinión. También regresan Courteney Cox como Gale Weathers y David Arquette como Dewey Riley… y la verdad es que se disfruta mucho, SPOILER como también se sufre la muerte de Dewey de manera sorprendente. El cuate nunca pudo volver a ver a Sidney ni reconciliarse con Gale, ¡así es como se mata un personaje “legacy”, Disney! TERMINA SPOILER También está de regreso Marley Shelton, cuyo personaje de Judy Hicks ha sido ascendido a sheriff en esta entrada.

    Para estos momentos, la película ya superó a Spider-Man: No Way Home (Watts, 2021) en recaudación de taquilla y ha recibido en general buenas críticas… creo que las únicas personas a las que no les ha gustado la película son aquéllas quienes no entendieron las películas de Scream desde un principio. A mí me pareció una película bastante decente y, sin duda, me gustó muchísimo más que Halloween Kills: la noche aún no termina (Green, 2021). Ambas películas hacen las mismas tonterías, la diferencia es que Scream tiene el buen gusto de burlarse de ello. Así pues, la saga creada por Wes Craven y Kevin Williamson ‒quien se mantiene como productor de esta entrada‒ sigue demostrando que, si una franquicia slasher es capaz de reinventarse en cada entrada, ésa es Scream.

PARA LA TRIVIA: David Arquette es un instructor certificado del método de pintura al óleo de Bob Ross y le daba clases a sus compañeros durante los recesos del rodaje.

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LA ISLA DE LAS ALMAS PERDIDAS. La polémica primera adaptación de la novela de H.G. Wells

LA ISLA DE LAS ALMAS PERDIDAS

Island of Lost Souls

Erle C. Kenton, 1932

Cuando tenía once o doce años me volví muy afecto a la literatura de Ciencia Ficción. Para cuando terminé la secundaria, creo que ya me había chutado todo H.G. Wells y gran parte de Edgar Allan Poe… digo, en su mayoría Poe no escribió Ciencia Ficción, pero ustedes entienden el punto. La isla del Dr. Moreau, justamente, se había convertido en mi obra favorita de Wells. Recuerdo que un par de años antes, casi en su estreno, vi la película de John Frankenheimer y me encantó; pero cuando leí la novela me enamoré de ella.

    No sólo se trata de la terrorífica historia acerca de un científico renegado que busca crear una raza de seres humanos superiores a partir de bestias salvajes a las que somete a brutales experimentos; sino que, como toda la obra de Wells, está imbuida con una ácida y filosa sátira social. La novela diserta sobre temas como la autoridad, el contrato social, la religión, las leyes y el tabú.

    La primera adaptación a la pantalla grande de La isla… se produjo cuando el autor aún se encontraba con vida y, de hecho, quedó muy poco complacido con los resultados. Tanto así que, a pesar de haberse apalabrado con Paramount Pictures para que adaptaran su novela El hombre invisible, Wells se retractó y le vendió los derechos a Universal Pictures.

    Según se sabe, el escritor británico se sintió muy molesto porque la película no incluía prácticamente nada de su discurso político y más bien se trataba de un melodrama de aventuras con elementos de Ciencia Ficción y Horror. Pero como tal, he de decir que es súper efectivo.

    La película sólo toma la propuesta de la novela como pretexto y se desarrolla en una dirección un tanto diferente. Narra la historia de Edward Parker (Richard Arlen), quien es rescatado de un naufragio por Montgomery (Arthur Hohl), un hombre educado y alcohólico que lleva a Parker a una desconocida isla habitada por extrañas criaturas mitad hombre-mitad bestia. La isla y los humanimales ‒que es el nombre que les dieron los fans, porque en ninguna de las películas ni en la novela se les llama así‒ son gobernados por el carismático pero siniestro Dr. Moreau (el genial Charles Laughton). Sobreprotegida por Moreau, en la casa principal habita la sensual y misteriosa Lota (Kathleen Burke), quien pone en un serio conflicto a Parker. Conforme pasan los días, el náufrago descubre que Moreau tiene sus propios planes para él y Lota. Por suerte Ruth (Leyla Hams), la prometida de Parker, ha iniciado una arriesgada expedición para rescatarlo, pero ¿podrá encontrarlo antes de que Moreau cumpla con sus perversos fines?

    Como puede advertirse, se incluyó en la película una subtrama completamente original que nunca apareció en el texto de Wells. Toda la cuestión de la prometida al rescate ayuda a darle más dinamismo a la película, además de que rompe con el típico cliché de la damisela en apuros. En realidad, son varias las películas en la década de los 30 en las que se muestra a mujeres audaces y liberadas.

    Por no mencionar a Lota, un personaje hipersexualizado de los que dejarían de existir en el cine estadounidense de las décadas posteriores gracias al Código Hays. El caso de este personaje es muy interesante, pues en la novela jamás se menciona a ninguna mujer-felino y, sin embargo, desde su aparición en esta película el personaje quedó permanentemente ligado a la mitología de La isla…

    El personaje de Montgomery, aunque un poco más maduro a como lo describe Wells en su texto, es bastante cercano al planteado por éste. Se trata de un médico fracasado, oscuro y alcohólico al que torturar a los pobres humanimales parece aliviarlo de la tortura que le infligen sus propios demonios internos y que, finalmente, encuentra cierta redención al rebelarse contra su amo.

    Y, ahora que lo pienso con detenimiento, este Montgomery bien pudo servir como inspiración para el personaje de Robert Muldoon como aparece en la novela de Michael Crichton, Parque Jurásico.

    Me encanta la secuencia en la que los humanimales, guiados por el Predicador de la Ley (Bela Lugosi en uno de sus mejores papeles, aunque breve), se vuelven contra Moreau y lo persiguen por la jungla hasta el palacete que él llama su Estación de Investigación Bio-Antropológica y, ultimadamente, al laboratorio que desde la novela recibió el sugerente nombre de la Casa del Dolor. 

     La fotografía de Karl Struss dota a la película de vida gracias a preciosos claroscuros y una atmósfera siniestra y misteriosa, y convierte a esta secuencia de la rebelión en una de verdadero horror; permitiendo además apreciar los variopintos e ingeniosos maquillajes que dan vida a los humanimales. Y sí, quizá la mayoría no pase de tener tumores indefinidos hechos con masilla en la cara o el rostro cubierto por pelambre y colmillos falsos; pero aun así se ven bien y su imagen en pantalla es poderosa. Además de que Moreau recibe un castigo ejemplar.

    De todas las cintas que han adaptado la novela de Wells, ésta es la que más se acerca al procedimiento descrito por el autor para crear a los humanimales. Según esta película, cuya propuesta se basa en la morfología embrionaria, todos los organismos tienden hacia el ser humano. Para manipular su desarrollo, Moreau usa cirugía plástica, radiación, remoción de órganos y glándulas, transplantes y transfusiones. Es por esta razón que, tanto en la cinta como en la novela, la mayoría de los humanimales son híbridos de varias especies.

    Las actuaciones son bastante buenas. Sobre todo, me gustaron las interpretaciones de Laughton como un Dr. Moreau cínico y perverso, y la de Bela Lugosi como un Predicador de la Ley muy distinto al que aparece en la novela ‒en el texto original se trata de un animal indefinido con un aspecto vagamente similar al de un Bedlington Terrier‒. El personaje creado por Lugosi es mucho más grandilocuente y brillante que su contraparte literaria.

    La subtrama de la prometida de Parker al rescate es interesante y está bien lograda. Se siente un poquito fuera de lugar por momentos; pero al final se integra bien a toda la narración.

    En conclusión, La isla de las almas perdidas es una gran película que, si bien se aleja de su fuente original ‒de hecho, si uno se fija, es más parecida a una adaptación de La tempestad, de William Shakespeare‒, es un clásico del género que tan de moda estuvo en esa época. Es entretenida, intrigante, bastante liberal y alocada, y se disfruta de principio a fin. Además, es un melodrama de aventuras; pero también tiene ciencia ficción, horror, acción y romance.

PARA LA TRIVIA: La película fue prohibida en el Reino Unido hasta 1958, territorio en el que fue considerada demasiado perversa y retorcida. Cuando las autoridades argumentaron que la película era “contra-natural”, la actriz Elsa Lanchester ‒esposa de Laughton y a quien recordamos por su inmortal interpretación como la Novia de Frankenstein‒ contestó: “Claro que es contra-natural. ¡Igual que Mickey Mouse!”.

    A la fecha, la exhibición en salas de cine de esta película sigue prohibida en Suecia… pero por un hueco legal, esta prohibición no aplica para los formatos caseros ni la transmisión por TV.

Sumario 2022

Blog 2012-2017

MARCIANOS AL ATAQUE y las controvertidas tarjetas que le dieron origen.

MARCIANOS AL ATAQUE

Mars Attacks!

Tim Burton, 1996

En los 90 los extraterrestres estaban de moda. Ya fuera disparando plasma concentrado a la Casa Blanca en Día de la Independencia (Emmerich, 1996), conspirando junto con organizaciones secretas terrestres para dominar nuestro planeta en Los expedientes secretos X  o apareciendo como cortina de humo para desviar la atención de los patinazos de la administración Clinton en el especial televisivo de Fox Autopsia extraterrestre (1995); hacia el final del milenio los alienígenas estaban mucho más arraigados en la cultura popular de lo que lo están hoy día.

    Ya había extraterestres babosos y repulsivos que actuaban por puro instinto asesino, como el de Alien 3 (Fincher, 1992). Había también extraterrestres tiernos y mágicos como el de E.T. El extraterrestre (Spielberg, 1982) o fríos conquistadores extincionistas como los de La guerra de los mundos (Haskin, 1953)… y alienígenas que causaban pesadillas involuntariamente como Mac, mi amigo de las estrellas (Raffill, 1988). Lo que faltaba eran extraterrestres graciosos, extraterrestres que nos ayudaran a reírnos de la otredad por reconocernos a nosotros mismos en ella. Ahí es donde entra Marcianos al ataque.

    Originalmente, Mars Attacks fue una serie de tarjetas coleccionables que fueron puestas a la venta en 1962 en un sobre de papel encerado acompañadas de la horrenda goma de mascar Bazooka, en esta ocasión denominada por los publicistas Space Adventure Bubble Gum. La golosina era prácticamente incomible; pero aún mayor indigestión causaron entre las metiches asociaciones de padres de familia las tarjetas coleccionables ilustradas con escenas de violencia explícita que rayaba en el gore. Las tarjetas fueron retiradas del mercado, mas no antes de que un número decente de niños lograra comprarlas y coleccionarlas. Uno de esos niños fue Tim Burton.

    El director californiano propuso el proyecto de la película a los ejecutivos de Warner Bros. mostrándoles su propia colección de tarjetas. La idea original era la de hacer una película oscura y con toques de gore, con desmembramientos y sangre, que honrara el espíritu original de las tarjetas coleccionables. Sin embargo, luego de analizarlo con más calma, los ejecutivos de Warner decidieron bajarle el tono a la película para convertirla en una comedia familiar y evitar la temida clasificación R.

    Como finalmente quedó en la versión final, la película se trata sobre una invasión marciana a la Tierra llena de malentendidos culturales, juego sucio por parte de los marcianos, referencias a la cultura estadounidense de los 60 e hilarantes situaciones llenas de humor negro y mala leche. La cinta se cuenta a través de las historias de varios personajes, como el presidente James Dale (Jack Nicholson) y su familia, que tratan de resolver la situación por la vía diplomática; o la frívola reportera Nathalie Lake (Sarah Jessica Parker antes de Sex and the City) que encuentra el amor, a pesar de su marido (Michael J. Fox), en el Prof. Donald Kessler (el otrora Agente 007, Pierce Brosnan… ¡Ah! Pierce Brosnan es tan de los 90); o la del exboxeador venido a menos Byron Williams (el exfutbolista de la NFL Jim Brown), el empresario de casinos Art Land (también Jack Nicholson en un interesante dobleteo que discutiré más abajo) y su esposa clavadísima en el New Age (Annette Benning).

    Si algo puede reconocérsele a Tim Burton es el haber hecho de lo que normalmente sería una deficiencia, un estilo. Y es que Burton es un pésimo narrador. Es como un niño pequeño que trata de contar un cuento que le gusta mucho, pero que le gana la emoción y lo hace de forma atropellada y omitiendo detalles. Sin embargo, el tipo logra hacer que funcione. La narrativa deficiente de Burton era lo que se necesitaba para hacer que una idea tan extravagante como Beetlejuice: El Superfantasma (1988) funcionara, para que casi no se note que en Batman regresa (1992) Batman sale sobrando o para que las que considero son sus dos obras maestras Ed Wood (1994) y El gran pez (2003) ‒que originalmente iba a dirigir Steven Spielberg‒ tuvieran alma.

    Lo mismo sucede con Marcianos al ataque. Al final casi resulta una colección de sketches en la que el único hilo conductor son los marcianos destruyendo monumentos mundiales al estilo de lo que siempre me ha parecido una franca parodia de la ya mencionada Día de la Independencia. De hecho, la resolución de todo el conflicto se da de manera prácticamente fortuita. En realidad, conforme la cinta va avanzando, uno no puede evitar pensar que todos los personajes, incluidos los chapuceros marcianos y los ingenuos humanos, y cada quien en su particular estilo, son grandísimos idiotas.

    Bueno, todos excepto los hijos de Byron, quienes creímos que desperdiciaban su juventud en las arcadias; pero en realidad fueron los únicos capaces de hacer frente a la amenaza marciana gracias al entrenamiento que recibieron de las maquinitas. Ellos y los dos adolescentes inadaptados de la película: la bella hija del presidente Dale, Taffy (una joven Natalie Portman), quien es una chica sombría y cínica al más puro estilo de la segunda mitad de los 90, y el enclenque Richie (Lukas Haas) quien, con ayuda de su abuela senil (Sylvia Sidney), descubre la forma de destruir a los marcianos.

    Esto es interesante porque ese discurso de la reivindicación de los inadaptados sociales se encuentra presente en prácticamente todas las buenas películas de Burton ‒bueno, también en muchas de las malas, sólo que se siente forzado y poco sincero‒. Digo, fue su idea convertir a Bruce Wayne de un playboy en un nerd incompetente social.

    Algunos otros discursos de crítica social logran colarse en la película, como el de Barbara Land, quien está en contra del status quo, el consumismo y en favor de la paz, la armonía, el medio ambiente y todo el rollo del New Age… y es esposa de un magnate de las Vegas y conduce un Mercedes Benz. También se critica la enajenación de la sociedad de finales del siglo XX con la televisión y ¿alguien se ha dado cuenta de que cada que el presidente Dale da un discurso, no dice absolutamente nada concreto? Y, finalmente, aunque en las tarjetas se mencionaba que los marcianos decidieron invadir nuestro planeta porque la sobreexplotación de los recursos naturales del suyo desencadenaría una explosión nuclear que extinguiría toda la vida marciana, en la película sólo nos conquistan porque pueden hacerlo. En realidad, se trata de una raza de matones pendencieros que gustan de cometer vandalismo en nuestros monumentos, realizar sádicos experimentos en nuestros cuerpos ‒un poco inspirados en las tarjetas, un poco inspirados en ese siniestro experimento soviético con el perro decapitado‒ e incendiar nuestro ganado ‒esa escena sí está por completo inspirada en la tarjeta número 22, Burning Cattle (54 y 55)‒.

    De hecho, muchas de las escenas de la película están basadas directamente en las descritas por las tarjetas cuando no recrean tal cual las ilustraciones impresas en ellas. Muchos de los elementos de la mitología de Mars Attacks fueron trasladados con éxito a la pantalla grande e incluso el robot gigante Destructo X bien directamente de las tarjetas.

    El que no aparece en las tarjetas es el espía marciano disfrazado de una sexy prostituta interpretada por la entonces novia de Burton, la bella Lisa Marie, a quien tenían que coserle el vestido encima antes de cada toma pues éste no tenía botones, broches o cierres para que le quedara lo más ceñido posible. Y los que sí quedaron fuera de la película, pero me hubiera encantado ver, aunque fuera sólo en una escena, fueron los insectos que los marcianos capturaron y agrandaron a 500 veces su tamaño para utilizarlos como armas contra los humanos.

    El diseño de los invasores es prácticamente idéntico al de las tarjetas. Según uno de los creadores de la serie, Len Brown, este diseño es una especie de mezcla entre los alienígenas aparecidos en la portada del número 16 de Weird Science, publicado por E.C. Comics en noviembre de 1952, y los mutantes Metaluna de la película Regreso a la Tierra (This Island Earth, Newman, 1955). El que sí cambió fue el diseño de los platillos voladores, que en la película es un tributo a los que animara el mago del Stop-Motion, Ray Harryhausen, para la cinta Los visitantes del espacio (Earth vs the Flying Saucers, Sears, 1956) (8 y 9).

    El humor referencial también es una parte importante de la cinta. Además de la ya mencionada referencia a Los visitantes…, todo el equipo militar utilizado en la película fue fabricado en las décadas de los 50 y 60; el reporte que hace Nathalie del aterrizaje de las naves extraterrestres es una referencia al falso reporte del aterrizaje de las naves marcianas que, adaptando La guerra de los mundos de H.G. Wells, narrase Orson Welles por la radio en Halloween de 1938 causando una histeria en masa sin precedentes; el primer mensaje a la nación que dirige el presidente Dale es una secuencia prácticamente idéntica a aquella de Batman en la que el Guasón (también interpretado por Nicholson) dirige un mensaje a Ciudad Gótica; la Primera Dama (interpretada por Glenn Close) es una clara mezcla entre Nancy Reagan y Martha Bush, y las satiriza a ambas; y por supuesto ¿qué referencia a los 60 hay más clara que la aparición de Tom Jones?

    Las actuaciones son más bien medianonas y en realidad la mayoría de los actores que aparecen en la cinta apelan a su propio carisma que a una buena actuación. Incluso Jack Nicholson hace una parodia de sí mismo al interpretar a dos personajes diferentes sin tener empacho alguno en actuar a los dos más o menos igual.

    Del mismo modo, los efectos especiales han envejecido un tanto. Quizá no como los de otras películas, pero este CGI sí se ve bastante obsoleto; literalmente, se ve como de la época en la que el nombre Sillicon Graphics significaba algo. Hay tan sólo un par de efectos físicos en toda la película y la mayoría son bastante olvidables. Hasta la toma en la que Byron aplasta el cerebro de un cadáver marciano y se llena de materia viscosa está hecha en CGI… y se nota. Hasta donde recuerdo, los únicos marcianos creados para tomas de acción en vivo fueron props de espuma de poliuretano para las escenas en que los actores debían manipular cadáveres de los invasores.

    De todos modos, no importa demasiado, porque estos extraterrestres no tienen por qué verse realistas, pues son más cercanos a Marvin de los Looney Tunes que al siniestro científico alienígena de Fuego en el cielo (Lieberman, 1993)… o a sus sanguinarias contrapartes de las tarjetas coleccionables, para el caso.

       SPOILER Y, aunque divertida, la idea de vencer a los marcianos con las agudas vocalizaciones de un viejo disco de Slim Whitman en su canción Indian Love Call no es original, pues es descarado fusil de El ataque de los tomates asesinos (De Bello, 1978), en la que las malvadas frutas del título son vencidas con la (por suerte ficticia) canción Puberty Love, interpretada por Matt Cameron TERMINA SPOILER.

    Por cierto que, desde que estoy en la secundaria, he tenido una duda. Y ya sé que es película y, más aún, que es una comedia y no tendría por qué tener la más mínima intención de verse realista; pero en la cinta el Prof. Kessler menciona que los marcianos respiran nitrógeno. Es decir, que, en realidad, con un poco de esfuerzo o algún aparato no demasiado complicado, podrían respirar la atmósfera terrestre, que está compuesta en un 78% de nitrógeno y 21% de oxígeno ‒que, según se especula, es en realidad contaminación producto de cientos de millones de años de vida vegetal en nuestro planeta‒ ¡Pero no podrían respirar la atmósfera marciana, compuesta en un 95% de anhídrido carbónico (dióxido de carbono, pa’ los cuates) y un 3% de nitrógeno!

    A final de cuentas, Marcianos al ataque es una película divertida a la que, ahora que volví a ver siendo mayor, le encontré mucho más profundidad de la que le encontré cuando era niño y la fui a ver al cine… aunque tampoco es que sea una película profunda. Es simplemente una película entretenida con un sentido del humor más simplón que negro en la que es divertido ver a los amigos de Tim Burton divirtiéndose haciendo una película. Los marcianos son chistosos y los rayitos de colores que disparan sus armas, con su característico efecto de sonido ‒tomado de la ya mencionada Guerra de los mundos‒, me ponen de buenas. Además, las figuras de acción basadas en la película eran súper geniales.

    No es ni por tantito la mejor película de Tim Burton, de hecho, durante mucho tiempo se consideró que era la peor, pero después el californiano descendió aún más en su calidad. Por lo menos nos recuerda la época en que Burton era un autor y sus películas eran sinceras, antes de que empezara a escuchar a sus fans y lo echaran a perder.

    Siendo muy severos aquí, siento que en esta película Burton se perdió entre un intento de parodiar las películas de ciencia ficción de bajo presupuesto de los 50 y hacer una película que de hecho pareciera una cinta de ciencia ficción de bajo presupuesto de los 50.

PARA LA TRIVIA: Los guionistas de la película sabían que debían inventar un idioma para los marcianos; pero no sabían cómo debía sonar. Para los parlamentos de los marcianos sólo escribieron “Ack ack” en el guión. Finalmente, los realizadores decidieron dejar el “ack ack” como las locuciones de la lengua marciana.

Sobre las tarjetas Mars Attacks

La compañía Topps Inc., fundada a finales del siglo XIX, es la reina indiscutible de la industria de las tarjetas intercambiables en EE.UU. Prácticamente cualquier franquicia que se respete ha tenido al menos una serie de tarjetas producidas por Topps. En 1962, el director artístico de Topps, Woody Gelman y su asistente, Len Brown, co-crearon una serie de tarjetas que trataban de adaptar la historia de La Guerra de los mundos a la era atómica. Gelman y Brown escribirían las ideas sobre escenas de una invasión marciana a la Tierra. Basándose en estas propuestas, el artista Bob Powell crearía bocetos que, finalmente, serían entregados al artista Norm Saunders, famoso por sus violentas ilustraciones para una afamada serie de tarjetas de la Guerra Civil estadounidense, para que pintara las imágenes finales.

    Cuando el presidente de Topps, Joel Shorin vio la serie de 55 tarjetas, llenas de violencia explícita y chicas con provocativos escotes, listas para ser enviadas al impresor, tuvo serias dudas sobre el producto. Alrededor de una docena de pinturas fueron devueltas a Saunders para que les hiciera modificaciones, después de las cuales Shorin aún se sentía tan inseguro que decidió atribuir la autoría de las tarjetas a una empresa fantasma. Así, los derechos de Copyright de Mars Attacks ‒cuyo título original era Attack from Space, pero que fue cambiado por ser poco comercial‒ aparecían en las envolturas como propiedad de Bubbles, Inc.

    Las reacciones no se hicieron esperar y casi en cuanto las tarjetas fueron distribuidas en los mercados de prueba ‒como muchas empresas lo hacen aún hoy día, Topps lanzaba sus productos en pequeños mercados de las provincias estadounidenses para sondear la respuesta del público antes de comenzar una costosa producción para el mercado nacional‒, escandalosos artículos empezaron a aparecer en periódicos locales.

    La mala prensa, las protestas de los padres de familia y una llamada telefónica de parte de su amigo personal, el Fiscal de Distrito de Connecticut, a Shorin advirtiéndole que las tarjetas no eran aptas para niños y que no intentara vender más de ellas en la región, lo obligaron a cancelar la producción a nivel nacional.

    Debido a su corta producción inicial, a que fueron retiradas de muchos de los puntos de venta, a que la mayoría de los niños que las compraron las perdieron o tiraron a la basura y a que nunca estuvieron disponibles a nivel nacional, las tarjetas originales de Mars Attacks de 1962 se convirtieron en artículos de verdadera colección que hoy día alcanzan precios estratosféricos.  

Bibliografía

The Topps Company, Inc., Mars Attacks. 50th Anniversary Collection, Abrams ComicArts, New York, 2012.

Sumario 2021

Blog 2012-2017

EL SILENCIO DE LOS INOCENTES y el asesino mexicano que inspiró a Hannibal Lecter.

EL SILENCIO DE LOS INOCENTES

The Silence of The Lambs

Jonathan Demme, 1991

Después del fracaso de taquilla que fue Cacería humana (Mann, 1986), la primera adaptación de la novela El Dragón Rojo, primera entrega en la Trilogía de Hannibal Lecter de Thomas Harris, Orion Pictures aseguró los derechos para producir una adaptación de la secuela, El silencio de los corderos. El material a adaptar era superior a la primera parte lo que, aunado a un profundo entendimiento de la novela y a actuaciones impresionantes, hizo de esta nueva iteración una de esas pocas secuelas que superan a la primera parte y un clásico monumental que arrasó con los Premios de la Academia al año siguiente.

    Un elusivo asesino serial, apodado Buffalo Bill (Ted Levine), recorre los Estados Unidos secuestrando mujeres para luego abandonar sus cuerpos desollados. La prometedora estudiante de la Academia del FBI Clarice Starling (Jodie Foster) es reclutada por el agente especial Jack Crawford (Scott Glenn), director de la División de Ciencias del Comportamiento, para colaborar en la investigación contra Buffalo Bill. Para tal propósito, Starling deberá interrogar a la única persona con un entendimiento tan profundo de la mente criminal como para esbozar un perfil de Bill: el Dr. Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), un psiquiatra homicida y antropófago recluido en una institución mental. Pero esta entrevista podría ser más peligrosa que enfrentarse al propio Buffalo Bill.

    El silencio de los inocentes no fue la primera película del subgénero denominado “thriller psicológico”; pero sí fue la que terminó de definirlo, lo “legitimizó” y lo volvió popular. El subgénero, que probablemente alcanzó su punto más alto en la década de 1990, es entendido como un relato de suspenso en el que el hilo conductor es el enfrentamiento de ingenios entre el personaje protagónico y su antagonista. Con frecuencia, como en este caso, se tratará de un relato policiaco con elementos de terror u horror.

    En esta adaptación cinematográfica, sorprendentemente fiel a su fuente literaria, el tema del enfrentamiento es el hilo conductor de toda la película y la forma en que se maneja en tantos niveles de manera simultánea es deliciosa.

    Por principio de cuentas, está el enfrentamiento de Starling con su medio. Es notorio el esfuerzo de la novata por tratar de cimentar su carrera en un mundo dominado por hombres. La maravillosa interpretación de Foster, intimista y sutil, muestra a un personaje que tiene que hacer de tripas corazón a cada momento para encontrar dentro de sí la fuerza que su condición de mujer pequeña y de principiante en el FBI le resta. Precisamente, la película inicia con una secuencia de Starling corriendo en una pista de obstáculos, es decir, volviéndose más fuerte.

    Un tema que está presente en todo momento en el libro de Harris es el del empoderamiento femenino y éste se encuentra muy presente en la película. No son poco frecuentes las escenas en las que Clarice se encuentra rodeada de personajes masculinos entre los que contrasta por su menudo aspecto y, a través del diálogo y la acción, logra sobresalir entre ellos.

    Luego está el enfrentamiento de Starling consigo misma. No sólo Clarice siente que no es suficientemente fuerte; sino que siente que no es suficientemente buena. Aunque no tan agudo como en la novela, la película también se toma el tiempo para mostrar el conflicto de Starling con sus humildes orígenes. La agente, como el mismo Dr. Lecter lo señala en varios momentos, se esfuerza también para adoptar las características externas de una clase social a la que no pertenece y a la que su educación universitaria le ha abierto las puertas.

     En tercer lugar, está el obvio enfrentamiento de Starling contra Jame Gumb, el asesino serial conocido como Buffalo Bill. Durante toda la película Clarice sigue la pista de Gumb, para lo que recibe la ayuda de Lecter, tratando de encontrarlo cuando Catherine Martin (Brooke Smith), la hija de una prominente senadora, es secuestrada por éste como parte de su plan de confeccionarse un traje de piel de mujer.

     La pesquisa, casi de manera fortuita, culmina con el enfrentamiento de Starling y Gumb en el oscuro sótano de éste. Esta magistral escena cumple con una función dramática fundamental: es el último lastre de Starling. Durante toda la película, seguimos la evolución de Clarice tratando de encontrar sus fortalezas ante la adversidad y, siempre que logra salvar una debilidad, se encuentra con otra mayor que exigirá un mayor esfuerzo de su parte. Por ejemplo, justo después de que Starling rechaza los avances sexuales del Dr. Chilton (Anthony Heald), director del Hospital Psiquiátrico de Baltimore, baja a los sótanos de éste para encontrarse con Hannibal Lecter. En el enfrentamiento final con Gumb, Clarice descubre el paradero del asesino y lo detiene, sólo para ser cazada por éste en un sótano completamente a oscuras mientras él usa goggles de visión nocturna.

    Este montaje paralelo combina dos lugares lejanos, dos acciones con el mismo objetivo, dos casas, una de las cuales solamente se ve desde el exterior y la otra desde el interior. Las imágenes nos llevan a pensar que ambas acciones se desarrollan en el mismo lugar. El montaje paralelo se descubre y aumenta la tensión: de repente nos damos cuenta de que Clarice debe enfrentarse sola al asesino. (Vowe en Duncan, p.595-597).  

    Finalmente, y se trata de uno de los elementos más disfrutables de la película, está la confrontación entre Starling y Hannibal Lecter. Tal enfrentamiento se da, por supuesto, a un nivel de guión a través de diálogos agudos, interesantes, orgánicos y bien pensados –muchos de ellos retomados de la novela–.

    Del mismo modo, es impresionante la forma en la que la narrativa visual y el lenguaje cinematográfico contribuyen a crear una relación dramática entre la agente del FBI y el refinado caníbal. Por principio de cuentas, podemos notar que la película usa muchos primeros planos; esto contribuye a definir el carácter “cerebral” y psicológico de la cinta, pues nos acerca a los personajes y sus pensamientos. Cuando Clarice y Hannibal conversan, los primeros planos de ella siempre son más abiertos y en un ángulo picado, para hacerla ver más pequeña; mientras que los de él son en su mayoría muy cerrados, poniendo especial énfasis en los ojos y filmados desde un ángulo ligeramente contrapicado, lo que lo hace ver enorme en comparación con ella. Con frecuencia, la pantalla no alcanza para abarcar todo el rostro de Lecter, dándole una imagen monstruosa.

    ¿Se han fijado que, en la tradición del Conde Orlock, Hannibal Lecter rara vez parpadea? Ciertamente no lo hace cuando sigue uno de sus vertiginosos e incisivos trenes de pensamiento. Dice Rainer Vowe: “Dentro del género dedicado a los asesinos en serie, los ojos se convierten en una herramienta de apropiación, penetración y destrucción” (en Duncan, p. 592). Hopkins siempre fue considerado un buen actor; pero fue con esta película con la que se convirtió en leyenda. La interpretación del galés del psiquiatra caníbal está envuelta en un aura ultraterrena que vuelve a Lecter, con su voz aguda y fría –que no deja de recordarme a HAL 9000 de 2001: Odisea del espacio (Kubrick, 1968)– y sus penetrantes ojos azules –en la novela tiene ojos color castaño rojizo, que brillan como el granate en la oscuridad–, realmente escalofriante.

    Aunque suene increíble, el Dr. Hannibal Lecter, de quien Stephen King alguna vez dijo que era el Conde Drácula de la era de los ordenadores y los teléfonos móviles, está basado en una persona real.

    Antes de dedicarse de lleno a la ficción, el escritor Thomas Harris fue periodista y llegó a ser redactor en jefe de la Associated Press de Nueva York. En los inicios de su carrera, se dedicó a escribir sobre sucesos criminales en Estados Unidos y México.

    En 1963, un joven Harris se encontraba visitando el penal de Topo Chico, en Monterrey, Nuevo León, para entrevistar al multihomicida Dykes Askew Simmons –quien, como Francis Dollarhyde en Dragón rojo, padecía de labio leporino–, como parte de la investigación para una historia policiaca para la revista pulp Argosy. Durante la visita, se enteró de que Simmons había intentado escapar de la prisión, pero fue traicionado por el guardia que sobornó para fugarse, quien le disparó mientras intentaba huir. Simmons fue atendido por el Dr. Alfredo Ballí Treviño, a quien Harris entrevistó brevemente y le causó una profunda impresión.

    El incipiente escritor conversó por corto rato con el médico en una enigmática charla que inspiraría la icónica primera conversación entre Starling y Lecter. Tras terminar la conversación, Harris se enteró por el director de la prisión que Ballí también estaba recluido en ella. El director le contó a Harris que el médico había asesinado a su pareja, Jesús Castillo Rangel, en 1959 en el interior de su consultorio tras una acalorada discusión, probablemente relacionada con hacer pública su relación. Castillo había atacado a Ballí con un desarmador y éste le administró un anestésico que lo sumió en un sueño profundo, luego de lo cual lo arrastró hasta una tina, lo degolló, desangró y descuartizó su cuerpo para luego meter los pedazos en una caja de cartón y enterrarla en el baldío de un rancho.

    Ballí fue el último mexicano en ser condenado a la pena de muerte, de la que fue indultado cuando se abolió dicho castigo. La Policía y la prensa amarilla y roja de la época, regodeándose con el escandaloso caso, bautizaron a Ballí Treviño con sobrenombres como “El hombre lobo de Nuevo León”, “El médico asesino”, “El monstruo de la Talleres” (por el nombre de la colonia en la que se ubicaba su consultorio) y “El vampiro Ballí”. También se le atribuyeron los asesinatos de varios hombres jóvenes y autoestopistas en la frontera mexicoamericana; pero estos crímenes nunca pudieron ser comprobados.

    Harris se sintió intrigado por la elegancia natural de Ballí, descendiente de una familia acomodada de la ciudad de Monterrey, y por el entendimiento que tenía de la mente criminal de Simmons. Del médico se decía no sólo que era bueno en su profesión, sino que era un hombre culto y refinado, con un marcado interés por la moda y el estilo.

    Durante décadas, Harris olvidó el nombre real de Ballí Treviño –o eso aseguraba– y se refirió a él únicamente como “Dr. Salazar”. No fue sino hasta la década pasada cuando, preparando el prólogo a la edición del 25 aniversario de El silencio de los corderos, pidió ayuda a un periodista mexicano para reconocer la identidad del “Médico asesino”.

    Por su parte, Ballí obtuvo la conmuta de su condena y salió de prisión en 1981, después de lo cual se dedicó a atender a gente de escasos recursos de manera gratuita hasta su muerte en 2009. Nunca se enteró de que había inspirado a uno de los personajes más icónicos del cine y el recuerdo de su crimen lo atormentó hasta el final de sus días.

    Por su parte, Jame “Buffalo Bill” Gumb está inspirado en otro personaje de la vida real: Ed Gein, quien fuera también la inspiración para personajes como Norman Bates de Psicosis (Hitchcock, 1960) y Leatherface de La masacre de Texas (Hooper, 1974). Edward Theodore Gein vivía con su madre fanática religiosa en una aislada granja en el condado de Plainfield, Wisconsin, y desarrolló una relación de amor-odio con ella.

    Tras la muerte de su progenitora, Ed Gein clausuró su habitación y comenzó a profanar tumbas frescas de cementerios locales. De los cadáveres que recolectaba extraía huesos y piel, con los que confeccionaba muebles, enseres de cocina y adornos para la casa. Probablemente, la creación más perturbadora de Gein fue un traje de piel de mujer con máscara y peluca incluidas.

    Ed Gein fue arrestado la noche del 16 de noviembre de 1957 como principal sospechoso de la desaparición de Bernice Worden, la dueña de una ferretería local. Al catear la casa de Gein, la policía encontró el cuerpo de Worden, decapitado y eviscerado, colgando boca abajo sobre una tina para que se desangrara. El “carnicero de Plainfield”, como lo apodó la prensa, fue sentenciado a cadena perpetua por los dos homicidios que se le comprobaron, aunque se sospecha que pudo cometer al menos dos más. También se sospechaba que llegó a practicar la antropofagia y la necrofilia, aunque él siempre negó ambas acusaciones.

    Gein falleció de una insuficiencia respiratoria en 1984 en el Instituto para la Salud Mental de Mendota, Wisconsin, donde siempre se refirieron a él como un interno modelo, tranquilo y amable.     

    Otros rasgos de las personalidades de ambos asesinos fueron tomados de Ted Bundy, el infame asesino serial que aterrorizó –principalmente– el oeste de EE.UU. en la década de los 70. Al igual que Gumb en la película, Bundy fingía alguna discapacidad para atraer a sus víctimas y la rutina del hombre con el brazo en cabestrillo tratando de mover un mueble era una de sus favoritas.

    A diferencia de Cacería humana, en El silencio… la presentación del asesino serial es mucho más afortunada y la caracterización mucho más completa. Me gusta que Levine le pone problemas del habla a su personaje. Así, mientras Francis Dollarhyde en la película anterior tenía una deformidad física –la cicatriz del labio leporino–, en esta cinta Jame Gumb tiene una “deformidad” comunicativa.

    Mientras que la película anterior era un relato de detectives mucho más tradicional, la columna vertebral de El silencio de los inocentes es el enfrentamiento de ingenios entre Starling y Lecter. Sin embargo, cabe notar que “… El silencio de los corderos también es una película sobre psiquiatría. Los dos asesinos aparecen como psicópatas cuya “relación” establece la base de la investigación criminológica, aunque sus casos no sean estrictamente comparables.” (Vowe en Duncan, 594).

    Los encuentros entre la agente especial y el psiquiatra siempre se desarrollan en ambientes que evocan los relatos de la literatura gótica: las paredes de piedra de los sótanos del Hospital Psiquiátrico de Baltimore sumidos en las tinieblas no se diferencian mucho de la mazmorra medieval ideada por el escritor romántico promedio. Esta sensación se mantiene aun cuando el caníbal es trasladado a Memphis, donde su sangriento escape constituirá el final del segundo acto de la cinta.

    Lo que me lleva a plantearme una cuestión: ¿Es El silencio de los inocentes una película de terror? Hace años hubiera desechado la idea a priori, a pesar de que muchos autores consideran que así es. Si acaso, habría concedido que se trata de una obra de suspense con elementos de horror. Empero, el paradigma propuesto por el filósofo estadounidense Noël Carroll para definir una película de terror como tal; pero, más aún, la paradoja que se deriva de él, me llevan a reconsiderar mi opinión.

    Carroll considera que sólo son películas de terror –entendiendo éste como una emoción estética– aquéllas en las que aparece un monstruo. De entrada, deja al cine de asesinos seriales fuera de la cuestión, catalogándolo como cine de “miedo” o de “horror”, asumiendo que ésta es una emoción estética menos elevada.

    El filósofo determina que para que un monstruo sea definido como tal, debe cumplir con tres características. Primero: el monstruo no puede ser un humano. Sin importar su naturaleza u origen, debe ser un ente sobrenatural, entendiendo sobrenatural en su acepción etimológica de aquello que está más allá de lo natural. Segundo, el monstruo debe provocar dos emociones simultáneamente en el público: amenaza y asco. Finalmente, el monstruo será, generalmente, alguna aberración nacida de la mezcla de dos categorías taxonómicas que se contradicen entre sí (por ejemplo, hombre-lobo, muerto-viviente, etc.).

    Según esta clasificación, El silencio… queda fuera de entrada; pero ¿realmente es así? El mismo Harris escribió en la novela El silencio de los corderos un pasaje que reza: “De hecho, no existe consenso en la comunidad psiquiátrica respecto a si el doctor Lecter puede ser considerado un ser humano. Durante mucho tiempo, sus pares en la profesión […] le han atribuido una absoluta alteridad”, mismo que fue repetido en la secuela, Hannibal. Luego tenemos que el caníbal tiene, en efecto, habilidades sobrenaturales: su inteligencia y astucia van más allá de lo normal o, incluso, de lo concebible. Del mismo modo, no puede negarse que su sola presencia causa una sensación de peligro y amenaza –más aun sabiendo lo que le hizo a esa pobre enfermera–, por no decir que su hábito de consumir carne humana resulta ciertamente repugnante. Finalmente, Lecter es una abominación surgida de una contradicción: nadie puede negar que es un genio, como tampoco se puede negar que está demente. A este respecto, dicen los historiadores cinematográficos Jonathan Penner y Steven Jay Schneider:

“La síntesis de la cultura elevada y los impulsos más básicos de Lecter lo convierten en uno de los villanos más adorados del celuloide. […] comete un asesinato con una cachiporra como si dirigiera una sinfonía. El homicidio elevado a la categoría de arte. La genialidad reducida a la locura”. (en Duncan, p.52).

  Hannibal Lecter es, en efecto, un monstruo; lo que convierte a El silencio de los inocentes, según la perspectiva de Carroll, o a pesar de ella, en una película de terror.

    Aunque hay escenas en las que se echa mano al horror –por ejemplo, el final del segundo acto: el escape de Lecter de Memphis–, en general la película trabaja más con la sugestión y el suspense. Los asesinatos de Buffalo Bill nunca se muestran de manera explícita. Por el contrario, sólo se le da al público la información necesaria para que su imaginación se ponga a trabajar: no vemos los crímenes, pero algunos vistazos a las fotografías de las escenas del crimen y la imagen fragmentada de un cadáver sobre la mesa de autopsias nos sugieren sus horribles consecuencias.

    En general, El silencio de los inocentes es una adaptación bastante fiel de la novela en la que se basa. Por supuesto, algunos pasajes, líneas argumentales y subtramas quedaron fuera para condensar la narración. Por ejemplo, la subtrama sobre la esposa de Jack Crawford muriendo de cáncer, que es muy importante en el texto de Harris, tuvo que ser sacrificada. Esta subtrama es largamente explorada en la serie de TV Hannibal (2013-2015)… y, la verdad, prefiero a Lawrence Fishbourne en el papel de Jack Crawford.      

    ¿Se acuerdan de que en mi artículo sobre Cacería humana mencioné la moda medio kitsch de los ochenta de incluir canciones pop en el soundtrack? Bueno, pues la tendencia continuó en la siguiente década. Para El silencio… el tema seleccionado fue la canción Goodbye Horses, de la cantante Q. Lazzarus, publicada por primera vez en 1988. Al menos en esta cinta la canción entra como música diegética, por lo que su inclusión se siente más orgánica. Y sí, Q. Lazzarus fue una One Hit Wonder. Dato curioso: Chris Isaak, cantautor y actor estadounidense, famoso por su tema Wicked Game, interpreta a uno de los miembros del comando SWAT que trata de detener el escape de Lecter en Memphis.

    La parte sinfónica del soundtrack es obra del siempre genial músico canadiense Howard Shore, compositor de cabecera de David Cronenberg y a quien le debemos los sountracks de películas como La mosca (Cronenberg, 1986) y la Trilogía de El Señor de los Anillos (Jackson, 2001-2003).  

    La cinta se convirtió en un verdadero fenómeno que arrasó con los premios de la Academia del año 1992, llevándose las estatuillas correspondientes a las categorías de Mejor Edición, Mejor Sonido, Mejor Guión Adaptado, Mejor Director, Mejor Actriz Principal, Mejor actor Principal y Mejor Película. El silencio… terminó de definir los elementos del subgénero conocido como thriller psicológico y sentaría las bases de múltiples películas y series de televisión por venir. “La película tuvo tal éxito que se convirtió en uno de los modelos más influyentes de la década siguiente hasta el punto de que el argumento fue objeto de plagios y citas” (en Duncan, 594). Sin ir más lejos, puedo encontrar una marcada influencia de esta cinta en mi serie de TV favorita de toda la vida: Los expedientes X (1993-2018).

    Quizá El silencio de los inocentes sea una de las mejores películas de la historia. Si no es así, al menos no puede negarse que se trata de una de las más influyentes, así como una reivindicación del cine de género. Y, por supuesto, quizá su mayor aporte a la cultura popular sea la reinterpretación de uno de los villanos más queridos del cine: el Dr. Hannibal Lecter.

PARA LA TRIVIA: El legendario productor y director de cine de serie B, Roger Corman, hace un cameo en esta película interpretando a Hayden Burke, Director del FBI. Como tantos otros directores, Jonathan Demme realizó sus primeros trabajos para la compañía de Corman, New World Pictures. Curiosamente, su primera película como director también tocaba el tema de las prisiones: se trataba de una cinta de explotación del subgénero conocido como “mujeres enjauladas” titulada Caged Heat (1974).

BIBLIOGRAFÍA

Carroll, N. (2005). Filosofía del terror o paradojas del corazón. Gerard Vilar (Trad.). Madrid. Antonio Machado Libros.

Duncan, P. y Müeller, J. (Eds.) (2018), Cine de terror. Lidia Álvarez Grifoll et al. (Trads.). Hohenzollernring. Taschen Biblioteca Universalis.

Nashawaty, C. (2013), Crab Monsters, Teenage Cavemen and Candy Stripe Nurses. Roger Corman: King of the B Movie. New York. Abrams

FUENTES EN LÍNEA

https://www.distractify.com/p/is-hannibal-lecter-real

https://www.infobae.com/america/mexico/2021/02/06/alfredo-balli-el-medico-asesino-de-monterrey-que-inspiro-al-famoso-doctor-hannibal-lecter/

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TERMINATOR 2: EL JUICIO FINAL. Probablemente, la más grande película de acción de todos los tiempos.

TERMINATOR 2: EL JUICIO FINAL

En el momento de su estreno fue muy popular la nomenclatura T2: Judgment Day, aunque su título oficial en inglés fue Terminator 2: Judgment Day

Las películas de Terminator en realidad no se tratan sobre la raza humana siendo asesinada por máquinas del futuro […] Son sobre nosotros perdiendo contacto con nuestra propia humanidad y convirtiéndonos en máquinas.
James Cameron

James Cameron, 1991

Nunca segundas partes fueron buenas, dice el viejo adagio. Y por lo general es cierto. Pero también es cierto que, si hubo un director en Hollywood que tenía un don para hacer segundas partes, ése fue James Cameron. Es decir, en toda su carrera sólo filmó tres secuelas; por una ‒Pirañas 2 (1981)‒ pidió que su nombre fuera retirado de los créditos y la otra ‒Aliens: El regreso (1986)‒ no era secuela de una película suya… pero de que supo evolucionar el concepto, supo hacerlo. De hecho, me atrevo a decir que junto con la citada AliensTerminator 2 es una de las diez mejores segundas partes que se hayan filmado jamás.

    Después de la recepción tibia tirándole a pobre que tuvo El secreto del abismo (1989), tanto por parte de la crítica como del público, Cameron se sentía algo perdido y, aunque una segunda parte de El exterminador (1984) se estaba cocinando en su mente desde tiempo atrás y Arnold Schwarzenegger insistía constantemente en que quería hacer una secuela, eran más los obstáculos para que el proyecto se pusiera en marcha que las razones para darle luz verde.

    El principal de ellos era que Jim Cameron no tenía los derechos de la primera cinta a pesar de haberla producido. Éstos los había cedido a la compañía productora Hemdale en 50% y el otro 50% era propiedad de Pacific Western Company, la casa productora de Gale Anne Hurd, para ese entonces ya divorciada de Cameron.[1]

    Además, el cineasta había aprendido de la forma difícil. Escribió el guión de Aliens… tomando como eje el personaje de Ellen Ripley. Por desgracia, Sigourney Weaver no estaba muy convencida de participar en la película, por lo que las negociaciones con su agente se extendieron tanto que su participación se confirmó de última hora poco antes de comenzar la producción.

    En un giro del destino, Hemdale perdió grandes cantidades de dinero, por lo que se vio obligada a vender los derechos de Terminator. William Wisher, amigo de Cameron y quien se dedicaba a mejorar sus guiones, se embarcó en arduas negociaciones hasta que por fin consiguió comprarle su parte de los derechos a Hurd. Ella puso como condición para vender que se le diera crédito como productora ejecutiva en la secuela, aun cuando no se involucró en ningún momento del proceso. La compañía productora Carolco, gracias a la gestión de Wisher, ahora poseía los derechos de Terminator.  

    Una de las primeras ideas que planteó Cameron para una posible secuela fue la de dos Terminators, uno bueno y uno malo, pero que uno de ellos fuera mujer. La idea se rechazó por considerarla ridícula y más apropiada para una parodia. Otra idea fue la de tener dos Terminators, uno bueno y uno malo, ambos interpretados Arnold Shwarzenegger, pero fue descartada por la poca disposición del actor a permanecer demasiado tiempo en la silla de maquillaje. Una tercera propuesta era la de una película ambientada completamente en la guerra contra las máquinas en el año 2029; pero que fue abandonada debido a los inmensos costos de producción.[2] Finalmente, el director canadiense retomó la idea de los Terminators malo y bueno, y la desarrolló en una dirección diferente. Me llama la atención que las ideas rechazadas para esta secuela terminaron convirtiéndose en Terminator 3: La rebelión de las máquinas (Mostow, 2003) y Terminator: La salvación (McG, 2009)… y eso es un poco triste desde cierto punto de vista.   

    La historia como finalmente quedó toma lugar once años después de la primera parte ‒o sea que estaría ubicada en 1995‒. John Connor (el debut en pantalla de Edward Furlong) es ya un preadolescente y vive con padres adoptivos después de que Sarah Connor (regresa Linda Hamilton) es recluida en una institución mental. John lleva una despreocupada vida de delincuencia juvenil y fraudes cibernéticos cuando comienza a ser perseguido por un Terminator enviado desde el futuro para asesinarlo. Sin embargo, este Terminator es un nuevo modelo denominado T-1000 (Robert Patrick), que tiene la habilidad de cambiar de forma. Con lo que no cuenta el T-1000 es con que el John Connor del año 2029 (Michael Edwards) enviaría a 1995 un Terminator serie 800 modelo T-101 (regresa Arnold Schwarzenegger) reprogramado con la misión específica de proteger al John Connor niño. Después de un arriesgado rescate del hospital psiquiátrico, Sarah Connor recibe información que podría evitar que SkyNet, el sistema militar autoconsciente que intentará extinguir a la humanidad el 29 de agosto de 1997 dando inicio al dominio de las máquinas, lance su ataque nuclear. Sarah debe matar al creador de SkyNet, Miles Dyson (Joe Morton), quien desarrolló el sistema basándose en tecnología recuperada del Terminator destruido en 1984.

    Cameron sabe cómo hacer secuelas. Entiende cómo expandir universos y cómo desarrollar conceptos ya establecidos. Y, sobre todo en esta película, se nota que la filosofía con la que filma sus películas es la de “Más grande es mejor”. Por eso me gusta llamar a esta cinta “el Leviatán de las películas de acción”. Es poco probable que antes de ella se hubiera hecho una cinta tan grande… antes o después de ella. No pensemos en números o en presupuestos, sino en cómo se invirtió el dinero.

    Quizá después de Lucasfilm, Carolco, la compañía que produjo hitazos de taquilla como las primeras dos cintas de Terminator, las primeras tres de Rambo o Vengador del futuro (Verhoeven, 1990), sea la casa productora independiente más exitosa de todos los tiempos. Logró posicionar tantas franquicias exitosas en tan sólo una década… antes de irse a la bancarrota debido a los mayúsculos fracasos de Showgirls (Verhoeven, 1995) y La pirata (Harlin, 1995).

    Para dar una idea de lo que fue este proyecto, puedo mencionar que la producción, iniciada en julio de 1990, desvió el cauce del río que pasa por el acueducto de Los Ángeles, estrelló un helicóptero de verdad contra un camión en vivo frente a cámara, construyó un set dentro de una fundidora de acero, hizo explotar un edificio de cuatro pisos de verdad ‒el edificio conseguido para la filmación sólo tenía dos pisos de alto, así que los productores mandaron construir otros dos‒ ¡y contrató a cinco compañías, dos de ellas ganadoras de Óscares, y artistas freelance diferentes para que hicieran los efectos especiales![3] Piénsenlo, ya no se hacen películas así, es una locura. Ahora lo harían todo en CGI.

    Apenas inicia la cinta, nos asalta un espectáculo de efectos especiales tan magnífico como jamás antes se había creado. El prólogo de la guerra en el futuro fue la magistral combinación de escenas de acción en vivo con secuencias de modelos creados por la compañía Fantasy II, con un ejército de endoesqueletos que avanzaban amenazadoramente gracias a la magia de la animación Stop-Motion de Peter Kleinow con los endoesqueletos de tamaño natural creados por el Zeus de los animatrónicos, el maestro Stan Winston… Y eso sólo para el prólogo, ni siquiera han pasado tres minutos de película.

    Quizás hayan envejecido un poco, pero mención aparte merecen los efectos digitales creados por Industrial Light & Magic, la otrora compañía de George Lucas. Y sí, actualmente estos efectos digitales podrán parecernos burdos o acartonados, e incluso algunos de ellos pueden hacerse con un teléfono celular sin demasiada complicación; pero en aquella época nos quitaron el aliento. Dennis Muren, director de efectos especiales de la cinta, pudo ver su potencial y atinadamente augurar el reemplazo de los efectos tradicionales por la animación digital.

    Claro que también se usaron técnicas mucho más sencillas como usar a la hermana melliza de Linda Hamilton en la escena en la que es duplicada por el T-1000.

     Por supuesto, el personaje que recordamos como el epítome de los efectos especiales digitales de la película es el malvado T-1000. Si bien la idea de que el Terminator cambiara de forma estaba en la mente de Cameron desde que filmó la primera película, la tecnología para crear a un personaje tal no existía aún. Sin embargo, después del trabajo de efectos digitales realizado en El secreto del abismo, el cineasta se animó a seguir experimentando con la animación digital.

     Cameron conversó sobre su idea con Winston y, después de que terminó de contarle lo que sería la anécdota de la película, el maestro de los efectos especiales le comentó que se sentía inseguro sobre este personaje de metal líquido. Winston observó que el canadiense le había platicado que el T-1000 se convertía en esto y en aquello, pero que no tenía una “forma neutral” que uno pudiera identificar como “el villano”. Cameron se fue a su casa y a media noche llamó por teléfono a Winston gritando: “¡Lo tengo! ¡Es un policía!”[4]

     Originalmente se contempló a Billy Idol para interpretar al personaje; sin embargo, la elección final fue Robert Patrick. El director quería jugar con los elementos planteados en la primera película y por eso escogió a un actor que físicamente se pareciera a Michael Biehn. Además, quería que fuera poco conocido, que se viera como una persona común y corriente, pero que aun así se notara que no es uno de nosotros. Así, este Terminator sería aún más imparable que el primero, y su físico heroico y su uniforme de agente de la Ley lo harían mucho más peligroso. Por no mencionar que está hecho de lo que Cameron llamó “polialeación mimética” que le da la habilidad de tomar la forma de prácticamente cualquier persona y convertir sus miembros en armas punzocortantes. Lo que me lleva a preguntar… ¿Cómo pudo el T-1000 viajar por el tiempo usando el Generador de Campo Intrínseco, si en la primera película plantean que sólo podía transportar materia orgánica?

    Recuerdo que desde niño la idea del T-1000 me pareció un tanto absurda. Quiero decir, en pantalla se ve genial, es un buen villano y la película está tan bien hecha que lo mantiene a uno inmerso en su historia durante las dos horas y diez minutos que dura; pero ¿cómo harían para meter los componentes electrónicos o semiconductores o lo que fuera en un cuerpo de metal líquido? Eso o yo soy más bien corto de visión y James Cameron estaba prediciendo la nanotecnología, que finalmente fue la forma como resolvieron el asunto del Terminator metamorfo en Terminator: Génesis (Taylor, 2015).

    Aunque la idea general sobre esta cinta es que fue uno de los parteaguas de los efectos digitales y, de hecho, para ella se utilizaron técnicas de lo que después se convertiría en el  Motion Capture, la realidad es que éstos conforman apenas un pequeño porcentaje de las escenas de efectos la película ‒43 tomas digitales contra las 300 en las que se utilizaron efectos físicos‒. Dice Stan Winston: “Todos los que ven Terminator 2 ahora creen que fue hecha toda con CG… Y eso está bien por mí, mientras vean la película y la disfruten. Pero casi todas esas tomas del Hombre de Metal Líquido fueron hechas usando nuestros títeres. Creamos 300 efectos separados para Terminator 2.”[5]  

    Temprano en el desarrollo del proyecto se llegó a una determinación: Sólo los efectos de los impactos de bala cerrándose en el T-1000 serían digitales. El resto se haría con animatrónicos y maquillaje prostético, pues Cameron quería hacer la mayor cantidad posible de efectos en vivo frente a cámara. Así, ésta sería la primera película en la que se emplearan efectos físicos y digitales de manera conjunta logrando un resultado que fuera convincente en pantalla ‒y como tal, representa el antecedente directo de Parque Jurásico (Spielberg, 1993), película en que ILM y SWS unirían fuerzas nuevamente‒. La cantidad de trabajo para el Stan Winston Studio fue tal que tuvo que contratar personal extra.

    En la primera película, la mayor dificultad que el equipo de Winston había tenido que superar fue la de construir y manipular al endoesqueleto del T-800 de tamaño natural que, al estar fabricado en plástico debía tener un armazón interno de varillas de acero que lo hacían muy pesado. Además, puesto que el acabado cromado se aplicó por electrólisis, se caía y se raspaba fácilmente. Para esta segunda película, los artistas de efectos especiales crearon cuatro endoesqueletos, dos totalmente articulados y dos fijos, fabricados en cromo con una técnica de moldeado al vacío a partir del molde original de 1983. Los endoesqueletos finales fueron mucho más livianos y duraderos que el original[6], por lo que eso no sería problema en esta producción. El reto sería todo lo demás.  

    Por cierto, me parece curioso que el robot que aparece al inicio de la cinta sea, de hecho, interpretado por un robot.

    No sólo se diseñaron ingeniosos prostéticos de maquillaje hechos de espuma de látex vacumetalizada[7] y activados por resortes para crear los efectos de disparos en el cuerpo de Patrick; sino que el Stan Winston Studio creó varios puppets de tamaño real como el legendario “Cabeza de Dona” ‒el T-1000 recibe un disparo en el lado derecho de la cara que le deja un agujero de lado a lado‒ y el famoso “Hombre Pretzel” ‒una granada explota en el interior del T-1000 lo que lo deja doblado y retorcido sobre sí mismo‒. Ambos efectos fueron conseguidos gracias a animatrónicos del SWS; pero se ven tan reales que el público rara vez los nota y cree que se trata de tomas del actor modificadas de manera digital. Por cierto, los brazos del T-1000 convertidos en ganchos y cuchillas en su mayoría eran también prostéticos fabricados en fibra de vidrio o plástico ABS.

    Al respecto de “Cabeza de Dona”, Stan Winston dice: “Nadie se da cuenta de que es un puppet […]. Todos asumen que realmente era Robert Patrick y que el hoyo en su cabeza fue hecho con CG. Pero ése fue un puppet que construimos. Se voltea y mira directo a la cámara.”[8]

    Asimismo, el equipo de Winston construyó un puppet de tamaño real de Arnold Schwarzenegger para la escena del asalto a CyberDyne. ¿Recuerdan esa toma cuando el equipo de SWAT abre fuego contra el T-800 y éste camina hacia ellos como si nada? Bueno, pues en esa escena el Terminator no es interpretado por el fisicoculturista austriaco, sino por su doble de espuma de látex.

    Del mismo modo, el equipo tuvo la tarea de crear un maquillaje prostético que mostrara diferentes grados de deterioro en el Terminator a medida que éste iba sufriendo daño. En total, Arnold pasó seis días enteros en la silla de maquillaje en sesiones que iban desde las dos y media hasta las cuatro horas.

    Quizá una de las escenas más impactantes de la película es la secuencia en la que Sarah Connor sueña con el Día del Juicio. En ella, la ola expansiva del ataque nuclear arrasa con un campo en el que juegan niños ‒según lo declaró Stan Winston en una entrevista, ésta ha sido la única secuencia en toda su carrera que le ha resultado perturbador filmar[9]‒ para después calcinar a Sarah.

    Esta secuencia se logró utilizando tres puppets diferentes. Primero, se escaneó con un scanner 3D a Linda Hamilton haciendo mueca de terror. El scan fue tallado por una computadora en espuma de poliuretano. Esta primera escultura fue la base para las esculturas de los artistas del SWS. De estas esculturas se fabricaron 3 puppets. El primero era un puppet cuyos brazos eran operados por cables, el cuello era flexible para que pudiera sacudirse y su mandíbula estaba articulada para abrirse en un grito. El segundo puppet era una versión ya calcinada de Connor y tenía un mecanismo interior que le permitía sacudir el cuello más violentamente, estaba embarrado de rubber cement y se le prendió fuego. Finalmente, los artistas del SWS se las ingeniaron para sacar una figura de papel maché del molde de Linda Hamilton, colocar en su interior un esqueleto de plástico para demostraciones médicas, y rellenarla con servilletas negras y grises picadas; frente a cámara, la figura precortada se hizo estallar con morteros de aire[10]. Todo esto se combinó con tomas de las maquetas creadas por 4-Ward Studios siendo arrasadas por la ola expansiva nuclear. Gracias a una hábil edición, el resultado final en pantalla es una de las secuencias más impresionantes en la historia del cine de Ciencia Ficción.    

      Hablando de Sarah Connor, creo que la evolución de su personaje es una de las más interesantes en una secuela. Si bien Connor nunca fue una “damisela en peligro” como tal, su personaje sí era un poco más pasivo y mucho más inocente en la primera parte. Cómo esta mesera de cafetería se convierte en una feroz guerrillera es un proceso que no vemos en pantalla; pero que dejó secuelas devastadoras en Sarah.  En este sentido, se pueden notar características similares en los personajes de Sarah Connor en esta cinta y de Ellen Ripley en Aliens: El regreso. La propuesta de que Sarah Connor estuviera perturbada psicológicamente fue de Linda Hamilton, quien de hecho la puso como condición para regresar a interpretar al personaje[11].

    En la película, Cameron decidió jugar con la ambigüedad sobre si Sarah Connor estaba o no loca. Es decir, el público sabía que el Terminator que la atacó en 1984 era real; pero ¿qué secuelas habría dejado en ella dicha experiencia? ¿Habrían sido suficientes como para hacerle perder la razón? Según el mismo James Cameron, en esta película Sarah se convierte ella misma en un Terminator. Y, personalmente, opino que sí está bastante trastornada.

    El director sintió que se adentraba en un terreno peligroso moralmente cuando el personaje que en su película anterior era un asesino a sangre fría en ésta se convertía en héroe. Quizá sintió lo mismo porque la heroína de la cinta anterior en la secuela se convirtiera prácticamente en una sociópata y porque el villano fuera un policía. Cameron entendió entonces que, para que la cinta no pareciera una alabanza a la violencia, la clave era el niño.

    “¿Cómo era Julio César cuando tenía trece años?”[12] Fue la pregunta detonadora que llevó al cineasta a desarrollar al personaje de John. Para el papel, el director canadiense quería a un actor desconocido y que no se viera como un “típico niño de película” de Hollywood. Justo cuando estaban por darse por vencidos y castear a algún chavito tipo New Kids On The Block, la producción encontró a Edward Furlong. Coincidencias de la vida, al igual que su personaje en pantalla, Furlong nunca conoció a su padre y no vivía con su madre.  De hecho, Furlong y Arnold desarrollaron una profunda amistad en el set de filmación, pasando casi todos sus ratos libres juntos. Supongo que el muchacho encontraba en Arnold una especie de figura paterna.     

    Al igual que todos los miembros del elenco, Furlong fue entrenado en el manejo de armas ‒según la anécdota, Linda Hamilton tenía un talento natural para ello, lo cual hizo a su personaje aún más creíble‒; pero también recibió entrenamiento físico, clases de motocross y de actuación ‒sí, de verdad, lo juro‒. Tanto Cameron como los productores tenían cierta incomodidad en mostrar en pantalla a este púber utilizando armas con tanta naturalidad. La solución a esta inquietud fue la actitud del personaje. John Connor utiliza las armas, pero ni lo disfruta ni lo desprecia; simplemente comprende que son herramientas y las usa como tales. Lo que es más, en una escena John deja muy claro que sabe que matar está mal y le prohíbe al T-800 hacerlo.

    Y hablando del manejo de armas, ¿recuerdan la secuencia en el acueducto de Los Angeles en la que el T-101 dispara una escopeta Smith & Wesson y la recarga sólo con un giro de la muñeca? Bueno, pues también ése fue un truco que aprendió a hacer Arnold y lo ejecuta en vivo frente a la cámara. Digo, supongo que una escopeta de verdad debe ser mucho más pesada porque los cartuchos pesan más que las salvas, pero recuerdo que todos nos burlábamos de esa escena y resultó que el actor realizó la acción de verdad sin ayuda de efectos especiales ni trucos de cámara.

    Al día de hoy, los stunts de la película siguen luciendo muy bien… digo, ya sabemos que las leyes de la Física no aplican en las películas, así que qué más da. Lo que vemos en pantalla es el resultado de una planeación tan meticulosa y metódica como cabría esperar de James Cameron. Las persecuciones de autos se planearon dibujando carreteras sobre pliegos de papel que se colocaban en el piso y sobre los cuales Cameron y sus asistentes se ponían a rodar Hot Wheels mientras todo era grabado con una mini-cámara de video del tamaño de un bolígrafo que era la punta de la tecnología en 1991. De este mismo modo se planificaron las escenas de la fundidora de acero y del asalto a CyberDyne, de cuyos sets Cameron mandó construir complejas e impresionantes maquetas para grabar en video los planos que quería en la película final.

    Mención aparte merecen las acrobacias realizadas por el piloto veterano Chuck Tamburro, quien piloteó el helicóptero que persigue al camión en el que viajan los Connor a través de una autopista… ¡Y pasa por debajo de un puente! De hecho, esta toma no estaba planeada originalmente, pero fue propuesta de Tamburro[13] y en la película final se ve increíble.

    ¡Ah! La escena en la que choca el camión cisterna lleno de nitrógeno líquido. Haciendo la concesión de que realmente haya camiones cargados de nitrógeno líquido circulando por las autopistas ‒¡Bah! De seguro los hay, el material tiene muchas aplicaciones industriales‒ ¡Qué escena! Fue conseguida remolcando un camión real sobre el cual hizo acrobacias el doble de riesgo Peter Kent para los planos generales y el propio Schwarzenegger para tomas más cerradas. El camión que choca y desparrama su contenido era un modelo a escala que, de hecho, fue llenado con nitrógeno líquido de verdad[14]. Uno entiende por qué la prensa de la época criticaba esta producción por sus excesos.

    El clímax en la fundidora de acero es una de mis partes favoritas de todas las películas que he visto. No sólo el set está bien decorado y se ve padre con todas esas chispitas volando por ahí y cadenas colgando del techo; sino que en sí mismo es una analogía del enfrentamiento que está sucediendo. La secuencia está iluminada en dos colores, azul y naranja, que se pueden corresponder con el T-800 y el T-1000, respectivamente. Del mismo modo, podemos percibir el contraste entre el frío metal sólido del que están hechos el piso y las paredes de la planta con el cálido y fulgurante acero fundido ‒que fue creado espesando agua con fécula de maíz e iluminándola desde abajo, en realidad la temperatura dentro del set de la fundidora era de alrededor de 5°C‒. La idea de toda la confrontación, creo, es que el T-101 es obsoleto, pero triunfa por ser más “humano”.

    Muchas veces me pasa que recuerdo que una película era genial en mi infancia, pero cuando la vuelvo a ver me doy cuenta de que no es tan buena o de plano es pura basura ‒Todos los perros van al Cielo (Bluth y Oldman, 1989), Día de la Independencia (Emmerich, 1996) y Sonja, la guerrera (Fleischer, 1985), las estoy viendo a ustedes… ya les dije que era niño, ¿no?‒ Pero no con Terminator 2. A 30 años de su estreno, la película se sigue manteniendo en pie con toda su fuerza e incluso se ve mejor que muchas películas actuales de acción.

    Los efectos digitales han envejecido un tanto, no así los efectos de maquillaje. Lo que sí bota de inmediato son las “actuaciones” de Schwarzenegger y Furlong. Según James Cameron, estaba perfectamente consciente de la inexperiencia de Furlong y trató de compensarla con su carisma en pantalla… y creo que lo logra; quiero decir, uno sí se interesa por el chavito y lo que le pase, y quiere verlo salir victorioso al final a pesar de su voz de uñas arañando una pizarra ‒de hecho, la producción se alargó demasiado y tuvo problemas al intentar filmar tomas adicionales de Furlong, quien había crecido ya un par de centímetros y le había cambiado la voz al final del rodaje‒. En el caso de Arnold, el tipo aún actúa como máquina, siguiendo con la premisa de la primera cinta. La película la sostienen entre Linda Hamilton y Robert Patrick, cuyas actuaciones son increíbles. Sobre todo, me impresiona Patrick, que es escalofriante con los dos o tres parlamentos que dice en toda la cinta.

    Aun cuando Schwarzenegger refiere que Cameron era un director mucho más enfocado en la actuación en 1991 que en 1984[15]; se nota que lo suyo no es la dirección de actores. De otro modo, me parece que hubiera logrado una actuación más uniforme entre todos los miembros del elenco.

    ¡Cómo no hablar del soundtrack! La partitura original nuevamente estuvo a cargo de Brad Fiedel, quien logra crear una atmósfera rica con sonidos metálicos e industriales que inmediatamente nos sumergen en el mood de Ciencia Ficción… que es un poco escalofriante. Y claro, está la inclusión del tema Bad to the Bone de George Thorogood and the Destroyers, sólo porque hace que el Terminator se vea más malote y, por supuesto, el tema original You Could Be Mine, compuesto e interpretado por Guns n’ Roses… ¿Recuerdan el videoclip de esa canción, con Terminator entrando a un toquín de Guns n’ Roses y que decide no matar a Axl Rose porque es un desperdicio de municiones? Ya dije que la película es de 1991, ¿verdad? 

    El teaser de Terminator 2: Judgment Day fue producido por James Cameron con dinero de su bolsillo y contó con la participación de Stan Winston. En él se ve al endoesqueleto del Terminator siendo recubierto de músculos y piel en una especie de prensa. También se aclara que el endoesqueleto es un Terminator de la serie T-800 y la piel de Schwarzenegger específicamente es el modelo T-101. Ni un segundo del teaser apareció finalmente en la película, pero fue integrado casi en su totalidad en el videoclip de You Could Be Mine. ¿Recuerdan que en 1998 había gente que entraba a las funciones del cine sólo a ver el teaser de Star Wars Episodio I: La amenaza fantasma (Lucas, 1999)? Bueno, pues lo mismo pasaba con el teaser de Terminator 2… ¡Changos! Los 90 fueron una década extraña… y algo triste.

    La producción fue tan grande que Cameron se atrasó casi un mes en sus fechas de entrega. Los ejecutivos de Carolco estaban tan preocupados por el proyecto que estuvieron a punto de cancelarlo. Y lo habrían hecho si Arnold no hubiera mediado entre el director y el estudio ofreciéndose incluso aportar un millón de dólares de su propio bolsillo para que Cameron pudiera terminar la película. Finalmente, Terminator 2: El juicio final costó 88 millones de dólares ‒sólo para hacer la comparación con otras dos películas caras y taquilleras de la época, Parque Jurásico costó 65MDD y Día de la Independencia, 60‒, muchas escenas tuvieron que ser filmadas de manera simultánea y tres editores diferentes trabajaron codo a codo para reducir el corte duro de cuatro horas y convertirlo en la cinta de dos horas y diez que conocemos actualmente. 

    De hecho, los primeros quince minutos de película sucedían en la guerra de 2029; pero toda esa línea argumental tuvo que ser eliminada en aras de reducir la duración de la cinta.

     La verdad es que todavía me emociona esta película y no recordaba que me gustaba tanto hasta ahora que volví a verla. Casi me dan ganas de llamarla la película más grande de la historia… ¡Hey, tranquilos, fans de Cleopatra (Mankiewicz, 1963) ‒sí, los dos‒! Por eso dije “casi” y las malas actuaciones sí le restan muchos puntos. Quizá no sea la más grande de la historia, pero sí tiene un lugar VIP en el Olimpo del Cine. Ni Arnold Schwarzenegger ni James Cameron volverían jamás a ser tan grandes como lo fueron con esta cinta ‒Titanic (1997) no cuenta porque tuvo que ceder mucho control creativo sobre ella‒. Y es tan grande y tan fuerte que por eso todas las secuelas y spin-offs que se han hecho de la serie han resultado ridículos como Terminator 3: La rebelión de las máquinas, aburridos como Terminator: La salvación, ilógicos como Terminator: The Sarah Connor Chronicles (2008-2009), tan rebuscados que caen en lo absurdo como Terminator: Génesis o de plano derivativos al punto de lo incoherente como Terminator: Destino oculto (Miller, 2019). En el Making Of de esta película la llaman “la conclusión de la saga de Terminator” y por una buena razón: el argumento de verdad se agota con el final de esta cinta y es tan majestuosa que ninguna secuela pudo superarla nunca.

    Incluso el final tuvo que ser modificado. Originalmente, Cameron había filmado un “final feliz” en el que se ve a Sarah Connor anciana jugando con sus nietos en un parque en compañía de John. Cuando el director hizo la proyección de prueba para los ejecutivos de Carolco, todos ellos coincidieron en que este final cerraba demasiado bien el argumento y que debía quitarlo. Y creo que Cameron hizo bien en hacerles caso. El final cursi fue sustituido por el final “abierto” en el que sólo se escucha la voz en off de Sarah Connor, haciéndonos pensar que su enfrentamiento con el T-1000 fue sólo el principio de una guerra mucho más grande.

PARA LA TRIVIA: Las primeras animaciones digitales del T-1000 no funcionaban. Los animadores no podían extender o transformar los miembros del Terminator sin que las articulaciones se separasen en polígonos (supongo que se habrán visto como un personaje de Nintendo 64). El animador John Knoll le pidió ayuda a su hermano programador Thomas, quien ni siquiera trabajaba en ILM. Thomas había creado años antes un software de edición de imagen llamado Display, que le vendió a Adobe Systems y, con sugerencias hechas por John, lo modificó y lo utilizó para digitalmente retocar los fotogramas de la animación del T-1000 uno por uno. El software modificado por Thomas se convertiría en la primera versión de PhotoShop.

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[1] NATHAN, Ian, Terminator Vault: The Complete Story Behind the Making of Terminator and Terminator 2: Judgment Day, Voyager Press, USA, 2013.

[2] Idem.

[3] HUDSON, David G. y Ed Marsh, The Making of Terminator 2, Carolco, 1991.

[4] DUNCAN, Jody, The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, London, 2006.

[5] WINSTON citado en DUNCAN, pp. 142-143. La traducción es mía.

[6] DUNCAN.

[7] La vacumetalización es un proceso industrial que consiste en ingresar un objeto en una cámara de vacío dentro de la cual se subliman metales (siendo los más utilizados el aluminio y el cromo) cuyas partículas se adhieren a la superficie de dicho objeto. Fuente: http://www.muellercorp.com

[8] Citado en DUNCAN, 142. Traducción mía.

[9] Citado en HUDSON.

[10] DUNCAN.

[11] NATHAN.

[12] CAMERON citado en NATHAN, 121. Traducción mía.

[13] NATHAN.

[14] VISKOCIL citado en NATHAN.

[15] NATHAN.

DUNA. La tercera es la vencida… ¿o no?

DUNA

Dune: Part One

Dennis Villeneuve, 2021

Leí por primera vez Dune cuando tenía diecisiete o dieciocho años. Desde entonces, se convirtió en una de mis novelas favoritas y la he vuelto a leer varias veces, encontrando nuevos niveles de interpretación en cada relectura. Luego vi la película de David Lynch ‒si es que se le puede llamar así‒ y he desarrollado una relación como de morbo con ella… creo que es una de esas cosas que amo odiar. Vi también las miniseries de Syfy (en aquel entonces Sci-Fi Channel) y, aunque un poco más logradas, también me parecieron decepcionantes ‒siendo justos, Hijos de las Dunas (2003) es bastante decente‒.

    Así pues, cuando me enteré de que Denis Villeneuve, uno de los directores más prominentes de los últimos años y quien ha sobresalido en el campo de la ciencia ficción, se encargaría de dirigir la rumoreada nueva adaptación de Dune, me emocioné de inmediato. ¿Estaría el director francocanadiense a la altura del desafío? ¿Es ésta la versión definitiva de Dune en la pantalla grande?     

    En varias ocasiones David Lynch ha dejado claro su desinterés por la ciencia ficción y que sólo aceptó dirigir Dune por la presión de su agente luego de haber rechazado dirigir El regreso del Jedi (Marquand, 1983) para George Lucas. A pesar de ello, trató de proponer una visión para la película; pero, debido a las constantes intromisiones de los productores Dino y Rafaella De Laurentiis, el proyecto terminó en el desastre que se ve en pantalla y fue uno de los más grandes fracasos taquilleros de la década de los 80. A la fecha, Lynch odia la película, renunció a su autoría en la versión extendida apelando al recurso Allan Smythee[1], e incluso ha prohibido que le pregunten por ella en entrevistas.

    Por su parte, Alejandro Jodorowsky, quien fuera el primero en intentar adaptar la novela de Frank Herbert a la pantalla grande, nunca leyó el libro. Jodorowsky únicamente vio el potencial estético de la historia y, fiel a su costumbre, embarcó a un montón de talentosos artistas en un proyecto que, a priori, se sabía irrealizable.

    De tal suerte, Duna marca la primera ocasión en la que, para bien o para mal, un fanático de la obra de Herbert la adapta al cine. El proceso de Villeneuve, quien lleva prácticamente toda la vida tratando de hacer esta película, tardó varios años y se nutrió de las más diversas influencias, incluyendo el trabajo de preproducción de Jodorowsky, la propia película de 1984, montones de arte para diversas ediciones de los libros y merchandising, así como fan art y la propia trilogía de precuelas escrita por Brian Herbert y Kevin J. Anderson. El resultado habla por sí solo.

    La película cuenta la historia de Paul (Timothée Chalamet, también es la primera vez que el actor que interpreta a Paul medio aparenta la edad del personaje), el joven heredero de la Casa Atreides, quien se establece junto con su familia en el planeta Arrakis. Este planeta es el único en el que se produce la especia melange, ingrediente que permite el viaje por el espacio, por lo que la Casa Harkonnen, antiguos propietarios del feudo de Arrakis, no lo dejarán ir tan fácilmente y tienen una sorpresa preparada para los Atreides. El factor que nadie consideró fue a los fremen, la tribu de misteriosos hombres del desierto que puebla Arrakis y que tiene una compleja relación casi simbiótica con el planeta.   

    Originalmente, se planeaba que esta cinta fuera el inicio de toda una franquicia que tentativamente comenzaría con una trilogía que abarcaría el primer libro de Herbert en dos películas y el segundo, El Mesías de Dune, en una sola. Empero, debido a la cuarentena por la pandemia de COVID-19, el estreno de esta película fue retrasado un año entero y sólo una demanda legal por parte de Villeneuve evitó que Warner Bros. la lanzara directamente en plataformas de Streaming, reduciendo así no sólo las ganancias del productor por concepto de regalías, sino mutilando su visión artística ‒esta película se tiene que ver en pantalla grande, créanme‒ y poniendo en riesgo la implementación de una franquicia. La cinta fue estrenada primero en Europa y Asia para asegurar que recuperara su presupuesto ‒en la taquilla estadounidense fue un fracaso‒ y ya se confirmó el estreno de la segunda parte para 2023.

    He leído comentarios diciendo que esta película les pareció aburrida, mientras que otros la han llamado “la película de la década” (lo que es idiota, porque la década apenas empezó). En este caso, creo que depende más bien de las expectativas de cada quién. Si uno va al cine con la idea de ver una nueva Star Wars (Lucas, 1977), se va a decepcionar y bastante. Si uno va al cine a ver la visión definitiva de la novela, quizá se encuentre con más de lo que pidió. Supongo que lo mejor es ir al cine sin ninguna expectativa y dejar que la propia película haga su trabajo. No es una película de acción; sino una estilizada cinta de aventuras cuyo núcleo es un thriller político-religioso. En ese sentido, es fiel a la novela de Herbert. Y sí, quizá la cinta es demasiado expositiva; pero es que está exponiendo el planteamiento de dos películas.   

    El experimento de Villeneuve es en extremo interesante, pues toma una aproximación diametralmente opuesta a la de la película anterior. Siempre que es posible, el director evita los textos explicativos. Por supuesto, hay algunas escenas en las que una explicación verbal es necesaria; pero al menos no tiene a Kyle MacLachlan leyendo párrafos de la novela en off. Por el contrario, Villenueve explica poco y muestra mucho. No te explica cómo es el universo de la cinta o cómo funciona, sino que te arroja a él para que lo veas por ti mismo. Por ejemplo, en la película nunca se explica por qué en el año diez mil y tantos no hay super computadoras ‒la novela sí lo hace‒; en cambio, vemos a Thufir Hawat (Stepehen McKinley Henderson), el mentat de la Casa Atreides, poner a trabajar su mente de computadora humana.

    De esta narrativa se deriva el que creo que es uno de los más grandes aciertos de Duna, que debería ser el objetivo de cualquier película de ciencia ficción y que hace mucho que no veo: te reconecta con tu capacidad de asombro. Cada escena es sobrecogedora visualmente y nos permite adentrarnos en el universo creado por Herbert. Uno comparte los sentimientos de los personajes principales al ser arrojados a este planeta cruel y desconocido.

    Debido a lo anterior, resulta lógico que el mayor fuerte de la película es el aspecto visual. La fotografía de Greig Fraser es impresionante, y la fusión entre los sets, las locaciones reales y los escenarios virtuales en CGI es prácticamente imperceptible. De hecho, la película se filmó en digital nativo, luego fue transferida a 35mm y escaneada fotograma por fotograma de nuevo a digital. La propuesta estética de toda la película me gustó mucho y me gustó que por fin los Harkonnen se ven como debieron verse siempre… aunque no me gustó que, como en muchas otras películas actuales, los destiltrajes parecen trajes de motocross comunes y corrientes.

    Empero, es también esta narrativa la que puede volver la película poco accesible para algunas personas. Se trata de una cinta de dos horas y media a la que hay que ponerle atención todo el maldito tiempo. Si uno está en esa disposición, se verá más que recompensado y, si no, es muy probable que se pierda en el camino, pues muchos detalles de la historia aparecen en la pantalla sin ningún apoyo verbal.

    Otro gran acierto de esta adaptación está en que logra transmitir el tono y el ritmo de la novela de Herbert… y creo que ése debería ser uno de los objetivos de una adaptación: más allá de la fidelidad anecdótica ‒que sí está presente en esta cinta‒ una adaptación debe transmitir la esencia de la fuente original. Y, en ese aspecto, esta película triunfa como pocas. Irónicamente, el extraño ritmo del relato y su parquedad de explicaciones vienen directamente de la novela.

    Las actuaciones me parecieron muy buenas; incluso la interpretación de Chalamet me más que completamente competente. Me encantó la interpretación de Rebecca Ferguson como Lady Jessica Atreides y me quedé boquiabierto con Stellan Skarsgård con su versión del barón Vladimir Harkonnen visiblemente inspirada en la persona de Marlon Brando. Incluso hay una toma que es una clara referencia al infame Cnel. Kurtz de Apocalipsis ahora (Coppola, 1979).

    Algo que me pareció muy interesante es que Villeneuve hizo bien su tarea… o, más bien, que buscó a alguien que la hubiera hecho muy bien y la utilizó. Me refiero a la construcción de los personajes desde el guión. Éstos adquieren una nueva capa de profundidad gracias a los antecedentes que fueron creados para ellos. Dichos antecedentes fueron retomados principalmente de las novelas precuelas de Dune.

    El soundtrack compuesto por Hans Zimmer es, por cuenta propia, un portento que evoca sonidos de Medio Oriente y que dota a la película de un ambiente exótico, aunque a la vez familiar, que termina de crear el universo de Dune.

    También he leído quejas de que esta película es pura forma; pero, en este caso más que en otros, me atrevo a decir que forma es fondo. Creo que se trata de un autor utilizando los elementos del lenguaje cinematográfico en su forma más pura para contar una historia que, según se ha demostrado varias veces ya, no es posible contar de otro modo.

    Me llamó poderosamente la atención la ausencia de personajes clave, como Feyd Rautha y la princesa Irulan ‒papel que le ofrecieran a Emma Roberts, quien terminó rechazándolo por su apretada agenda‒; pero estoy seguro de que aparecerán en la siguiente película. Si mal no recuerdo, Feyd Rautha es introducido más o menos a la mitad de la novela. De hecho, sentí siento alivio cuando me enteré de que la cinta estaría dividida en dos partes, pues supuse que las aprovecharían para profundizar en los complejos temas y personajes de Herbert. Y así fue.   

    A final de cuentas, Duna es lo que promete: un viaje a un mundo desconocido que nos asombrará y nos dejará atónitos. Personalmente, disfruté mucho el viaje; amé la película y simplemente me dejé llevar por su ritmo y su narrativa. Sin embargo, entiendo muy bien por qué hay gente que no pudo conectar con ella y me parece un movimiento arriesgado querer hacer un blockbuster de una cinta con atractivo comercial limitado… al menos en esta versión no tenemos a Sting con una tanga de plástico o a Giancarlo Gianini sin mostacho. Duna no es una película palomera y no es la nueva Star Wars, aunque su director, al igual que Dino de Laurentiis antes que él, se refiera a su película como “Star wars para adultos”, es una cinta que le exige a su público; pero para quien esté dispuesto a dar, la recompensa es vasta.

PARA LA TRIVIA: La novela Dune, de Frank Herbert, fue publicada originalmente en dos partes dentro de la revista pulp Analog. Debido al limitado atractivo comercial de las novelas de ciencia ficción en aquel entonces, la primera edición ya como libro independiente fue publicada por Chilton Publishing, una pequeña editorial canadiense que hasta ese momento sólo imprimía manuales de reparación de automóviles. Ejemplares originales de esta edición son uno de los “santos griales” de la bibliomanía y se han vendido por elevados precios en subastas. En 2003, Dune fue nombrada la novela de ciencia ficción más vendida de todos los tiempos.

PARA LA TRIVIA GEEK: Muchos de los nombres de lugares, personajes y conceptos propios del universo de Dune están mal pronunciados en la película. Esto se debe a la fonética francesa de Villeneuve. Existen grabaciones en las que Frank Herbert explica la pronunciación correcta de dichos nombres.

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[1] Hasta principios de la década de 1990, los directores que sentían que su visión artística o su reputación habían sido vulneradas por una película debido a la interferencia de los estudios podían utilizar el seudónimo Allan Smythee para renunciar a la autoría de la cinta. Fue un recurso implementado por el Director’s Guild of America para proteger a sus agremiados.

HALLOWEEN KILLS: LA NOCHE AÚN NO TERMINA… y bien larga que ha sido.

HALLOWEEN KILLS: LA NOCHE AÚN NO TERMINA

Halloween Kills

David Gordon Green, 2021

Según parece, sí es imposible detener a Michael Myers. Halloween fue la saga que terminó de definir el subgénero slasher, es una de las películas más influyentes de la historia, se ha expandido a lo largo de más de 40 años y, hasta la fecha, ha generado trece películas divididas en cinco líneas temporales distintas. En la última línea temporal, inaugurada por Halloween (Green, 2018), seguíamos a Laurie Strode (Jamie Lee Curtis, la Scream Queen por antonomasia), sobreviviente de la Masacre de la Noche de Halloween en 1978, y sus descendientes acabar con Michael Myers (James Jude Courtney) al quemarlo vivo en una trampa. Pero claro, Myers no se iba a quedar muerto, ¿verdad?

    El argumento de esta película es similar al de la primera Halloween II (Rosenthal, 1981) –así es, esta saga ya tiene tantas entradas que podemos hablar de la primera Halloween II y la segunda Halloween II (Zombie, 2009)–: durante la noche de Halloween, las fuerzas del orden, así como los pobladores de Haddonfield, Illinois, salen a las calles para dar caza al sanguinario Michael Myers, quien logró escapar del incendio que se suponía debía matarlo al final de la película anterior. Mientras esto sucede, Laurie Strode se encuentra internada en el hospital luchando por su vida.

    Uno de los elementos más interesantes que encontré en esta cinta es cómo cambia su objetivo. Mientras que los arcos argumentales anteriores estaban dirigidos a adolescentes y jóvenes adultos, esta cinta trató de crecer con su público. O, como lo pensé desde que estaba en la sala de cine: fue cuando Michael Myers dejó de corretear chavos calenturientos para perseguir adultos pensionados.

    Así, el Coco ya no es una alegoría de Lo Que Los Niños Buenos No Hacen; sino de los demonios del pasado y los traumas de la niñez que nunca se atendieron. Básicamente, es una crítica a las “generaciones de concreto” que presumen de haber resistido muchas dificultades en su niñez y que se desarrollaron con una psique sana… por supuesto no fue así.

    Pero ¿realmente funciona? Pues… la verdad es que no mucho. Quizá yo no soy el público objetivo de esta cinta, pero la verdad es que me pareció pasada de moda. Ya la película anterior se me hacía anticuada; pero ésta me olió a rancio. Toda la cinta me pareció que estaba en la vena de un viejito cascarrabias que quiere asustar a los niños para que se larguen de su jardín… sin conseguirlo, obviamente. Siendo honestos, la película sí me sacó varias carcajadas, sobre todo en la escena en la que Laurie se pone una inyección… sin dudas, la puñalada más brutal en toda la película.

    Del mismo modo, la película cae en el peor pecado de una cinta slasher: las muertes son aburridas. En general, un slasher es una tabula rasa para que los guionistas echen a volar su imaginación y se den vuelo con escenas de asesinatos creativas; en muchos casos, es lo único que sostiene a un slasher chafón. Pero en Halloween Kills todas las escenas de asesinatos son tibias y poco interesantes. He leído comentarios de gente que alaba esto diciendo que “Halloween no necesita sangre para dar miedo”… no es que no la necesite, es simplemente que, cuando se filmó la primera cinta, los límites eran otros. Pero, según parece, a esta película el paso del tiempo le tiene sin cuidado y cree poder moverse impunemente como si Scream: grita antes de morir (Craven, 1996) nunca hubiera existido.

    Eso no sería un problema si entre las escenas de asesinatos lo demás tuviera carnita; pero no es así. Las escenas intermedias son aún más aburridas que las otras. Hay poco drama e incurren en otro gran error: tratan de forzarnos a simpatizar con los personajes. La película pretende que nos preocupemos por personajes que apenas si están esbozados y que no progresan en absoluto; por no mencionar que nuestra protagonista es completamente pasiva y ninguno de los otros personajes es capaz de tomar la estafeta.

    Las actuaciones están bien, a secas; no son malas, pero tampoco nada sobresaliente. Quizá la más lograda es Jamie Lee Curtis como Laurie Strode, que es lo que cabría esperar… pero casi ni sale en esta película.

    Otra cosa que me pareció curiosa fue que la película se la pasa mencionando los sucesos de la cinta original de 1978… y mientras la estaba viendo sólo podía pensar en cuánto me gustaría estar viendo esa peli. Quizá tu película se ve aún peor si con ella logras que al espectador le den ganas de ver otra cinta.

    Un elemento que me gustó fue el discurso de que la ignorancia y la histeria colectiva son más peligrosos que un multihomicida, tan acorde con nuestros tiempos, y que está presente en la escena del hospital… lo que deriva en una escena que parece salida de una película de Frankenstein. Y eso es muy curioso, porque la escena en la que descubrimos que Myers no está muerto es casi una calca del inicio de La Novia de Frankenstein (Whale, 1935). También está el hecho de que en esta cinta Michael Myers aparece con la máscara quemada y el cabello chamuscado, lo que también me recuerda a la Criatura en La novia de Frankenstein.  

    Algo que me molestó un poco es el innegable hecho de que esta película se siente de relleno. Se siente que están alargando la historia artificialmente para llenar la trilogía para que Strode y Myers se enfrenten mano a mano en el último capítulo. SPOILER Y con la vuelta de tuerca que sacan al final sobre la naturaleza ignota de Michael Myers me hicieron pensar ¿Con qué mamada van a salir en la siguiente película? ¿Van a retomar la idea ridícula de la secta de Halloween: La maldición de Michael Myers (Chapelle, 1995)?  TERMINA SPOILER

También me molestó que el guión es bastante malo. Los diálogos no sólo son malos, sino increíblemente redundantes. Cada cinco minutos la película siente la necesidad de recordarnos quién es Michael Myers, su vida obra y milagros ¡Como si no hubiera habido doce películas antes!

    A final de cuentas, Halloween Kills: la noche aún no termina no es una buena película. Definitivamente no es la mejor cinta de la saga, pero tampoco es la peor… de hecho, creo que está muy lejos de cualquiera de ambos extremos. Y ésa es la cosa: a la fecha, Halloween es la franquicia slasher más longeva de todas y la calidad de las películas dejó de importar hace mucho. Uno ya sólo va al cine a ver una cinta de Halloween con el ánimo de divertirse un buen rato y, si no resulta ser una mierda, ya es ganancia. A estas alturas del partido, conque a la saga no vuelvan los robots asesinos, el Charro Negro o Busta Rhymes peleando con kung fu, ya es ganancia.

PARA LA TRIVIA: Con esta película, Jamie Lee Curtis ha encarnado al personaje de Laurie Strode seis veces, rompiendo el récord de Donald Pleasence en el papel del Dr. Sam Loomis como el actor que más veces ha aparecido en la franquicia. Pleasence estuvo en cinco de las seis películas de la saga original.

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CACERÍA HUMANA. Hannibal Lecter en su primera aparición en la pantalla grande.

CACERÍA HUMANA

Manhunter

Michael Mann, 1986

Existen dos cortes de esta cinta. El que se estrenó en cines y que se transmitió varias veces por televisión con duración de 121 minutos, y la edición del director de 124 minutos. Los minutos adicionales corresponden a una secuencia inicial alternativa y a una escena reinsertada casi al final de la película. En realidad, la diferencia es mínima y prácticamente no aporta nada distinto a la cinta.

No mucha gente sabe que el gran clásico del cine de suspenso, El silencio de los inocentes (Demme, 1991), es en realidad una secuela. Y es menos conocido aún que las películas se fueron filmando en el orden en que fueron apareciendo las novelas de Thomas Harris que conformarían la Trilogía de Hannibal Lecter. Así pues, esta cinta fue el primer intento por adaptar la primera parte de la trilogía, El Dragón Rojo, misma que más tarde merecería un remake por el director Brett Ratner con Sir Anthony Hopkins en el papel de Lecter.

    A pesar de que Cacería humana paso prácticamente desapercibida en su momento, con un recibimiento pobre en taquilla y siendo condenada a transmitirse tarde por las noches en la televisión abierta, la crítica la ha elogiado siempre. Incluso hay quien ha dicho que es superior a El silencio de los inocentes. Yo no estoy de acuerdo.

    El agente del FBI Will Graham (William Petersen) tiene habilidades psicológicas extraordinarias que le permiten explorar la mente de los asesinos para comprender sus motivaciones y predecir sus crímenes. El último homicida capturado por Graham fue el psiquiatra caníbal, el Dr. Hannibal Lecktor (Brian Cox), y tratar de adentrarse en su mente retorcida casi significó para Will perder la cordura y la salud física. Ahora, el FBI requiere que Graham regrese de su retiro para atrapar a un asesino serial autodenominado Dragón Rojo, aunque apodado ”El Hada de los Dientes” por la policía, un psicópata voyeurista que parece seleccionar a sus víctimas, a las que asesina brutalmente en las noches de luna llena dejándoles marcas de dientes, completamente al azar. En el transcurso de su investigación, Graham se ve obligado a recurrir buscando ayuda a la única persona con mayor habilidad que él para descifrar los acertijos de la mente criminal: el carismático aunque letal Dr. Lecktor.

    Cacería humana es in duda una película de culto. A pesar de que la peli no funcionó como se esperaba en su corrida original por las salas de cine, el mercado del video le ha ayudado a cavarse su propio nicho dentro del cine policiaco y granjearse una legión de leales fanáticos.

    Se trata de un thriller efectivo con escenas que lo mantienen a uno al filo de la butaca. Con algunas fallas, por supuesto; pero en general toda la obra es buena. Las actuaciones son sólidas, la dirección eficiente el ritmo es bueno y quizá su mayor acierto sea la fotografía.

    Una de las fallas de esta cinta tiene que ver con el argumento. Aunque sí es interesante y me mantuvo atento, la verdad creo que es innecesariamente complicado. La clave para descubrir el patrón de los asesinatos perpetrados por el “Hada de los Dientes” es tan rebuscada que parece un recurso sacado de la manga, y lo peor es que no lo es. Durante una hora de película se le han dado al espectador los elementos para resolver el misterio de la mano de Graham, sólo que la narrativa llega a ser tan complicada que uno pudo fácilmente pasarlos por alto. Un guión “inteligente” no tiene por qué ser complicado.

    Quizá esto tiene que ver con la desafortunada construcción del villano; lo que no es culpa del actor Tom Noonan, quien hace un trabajo excelente, sino del guión. En la novela, Harris se toma varios capítulos para explorar la perturbada psique de Francis Dollarhyde, inspirado por el asesino real Dykes Askew Simmons, así como los eventos traumáticos de la infancia que cimentaron las bases de su psicopatía. En la película no tenemos nada de eso y, para cuando Dollarhyde por fin aparece, ya hasta se nos había olvidado que había un asesino serial suelto.

    Irónicamente, también queda completamente fuera la obsesión de Dollarhyde con la pintura El Gran Dragón Rojo y la mujer revestida de sol, de William Blake, que… pues… es una línea argumental tan importante en el texto de Harris que le da su título. Esta parte de la novela fue adaptada de manera brillante en la tercera temporada de la serie de TV Hannibal (2013-2015).

    Otro de los elementos de esta cinta que me pareció no muy logrado son los efectos especiales, aunque en realidad la cinta requiere de pocos de ellos. Más que otra cosa, se trata de los clásicos balazos y salpicaduras de sangre, pero que si no son bien realizados siempre dejan ese incómodo sentimiento de irrealidad que puede distanciarnos de la cinta. En esta película los balazos y cortadas se ven bastante poco convincentes. La que sí está padre es la escena de la inmolación de una de las víctimas del asesino.

    Lo que sí es verdaderamente espantoso es la edición. Está llena de cortes duros y de saltos extremadamente notorios a mitad de ciertas tomas.

    La música synthpop, compuesta por Michel Rubini, es interesante y ayuda a crear, junto con una iluminación de corte expresionista que juega con altos contrastes de color y tenebrosos claroscuros, una atmósfera de suspenso que por momentos transmite una sensación asfixiante y claustrofóbica.

    Además de su partitura interesante y eficiente, la peli incluye varios temas cantados, al más puro estilo del pop ochentero. De antología la escena climática del enfrentamiento entre Will Graham y el “Hada de los Dientes”, una brutal golpiza, eficientemente coreografiada, al ritmo de la inmortal obra maestra de la música hippie, In A Gadda Da Vida. Particularmente kitsch suena la rola Heartbet, de Red 7, en los créditos finales de la cinta. No digo que la canción suena mala, sólo que es un ejemplo del mal gusto de la década de los 80 para musicalizar las películas.   

    Por supuesto, es necesario hablar del personaje de Hannibal Lecktor pues tres cosas llaman la atención sobre él en esta cinta. Por principio de cuentas, la ortografía del nombre es diferente a la que se utilizó después, lo cual quizá no pasa de “anécdota curiosa” pero igual llamó mi atención.

    En segunda instancia, aunque esto es una característica que comparte con el Hannibal de la siguiente cinta, he de mencionar el breve tiempo que el personaje aparece en pantalla. De hecho, en esta peli es un personaje meramente incidental y su participación en la trama se da de forma tangencial.

    El tercer punto es el más obvio. Es extraño ver al Dr. Hannibal Lecter, personaje que elevó a Sir Anthony Hopkins al Olimpo del cine, interpretado por el escocés Brian Cox (William Stryker en la segunda película de X-Men). Cox ya había demostrado sus dotes histriónicas a lo largo de la década de los 70 actuando en películas para televisión, pero su verdadera gran oportunidad vino con esta cinta. Lástima que haya fracasado en taquilla. Aun así, la actuación de Cox fue considerada como sobresaliente por la crítica.

    Diferencias entre los dos Hannibal hay muchas, pues dos actores tendrán necesariamente dos aproximaciones diferentes al mismo personaje. Es como comparar el Hamlet de Lawrence Olivier con el de Kenneth Branagh; ninguno de los dos es mejor que el otro, son simplemente dos visiones del mismo personaje. En este caso en concreto, mientras que Lecter es más siniestro, malvado y perverso, Lecktor es más carismático y el terror que llega a producir en pantalla se basa más en su lucidez y su crueldad. Hay que ver ambas interpretaciones para decidirse por una, pues las dos son excelentes.

    Mención aparte se merece la interpretación de Tom Noonan (quien por alguna razón siempre es casteado para hacer papeles de criminal, siendo memorable como Cain en Robocop 2 [Kershner, 1990]) como el “Hada de los Dientes”. Su trabajo actoral en esta cinta es más introspectivo y logra crear un personaje visualmente muy complejo gracias a sus gestos y ademanes, llenos de sutilezas y matices.

    Recuerdo que la primera vez que vi Cacería humana me gustó; pero en cada visionado subsecuente me ha ido gustando menos. Las fallas de la cinta pareciera que van creciendo y, después de que leí la novela y vi las otras dos adaptaciones de Dragón rojo, se han vuelto prácticamente insalvables. Si bien como adaptación sale mal librada, Cacería humana no es una mala película. Como thriller funciona bastante bien, es entretenida y, a nivel estético, está cargada de una belleza hipnótica como pocas otras; pero creo que de ningún modo supera, como lo afirman algunos, a ninguna de las otras adaptaciones de la obra de Harris… al menos, no de la trilogía original de Hannibal Lecter.

PARA LA TRIVIA: La fotografía de esta cinta corrió a cargo de Dante Spinotti, quien también se encargaría de la fotografía de Dragón Rojo. Para la segunda adaptación de la novela de Harris, Spinotti deliberadamente quiso probar una propuesta completamente opuesta a la de Cacería humana.

PARA LA TRIVIA NERD: Mientras se filmaba Cacería humana, Sir Anthony Hopkins interpretaba al rey Lear en un montaje del National Theatre. A su vez, mientras se filmaba Dragón Rojo, Brian Cox interpretaba al rey Lear en una nueva puesta en escena del National Theatre.

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TROLL. El Harry Potter original.

TROLL

John Carl Buechler, 1986

En la década de los ochenta hubo una pequeña casa productora, casi un negocio familiar, fundada por el yuppie Charles Band debido a la insatisfacción que le producía la forma en la que se distribuían sus películas. Empire Pictures producía sus propias cintas de bajo presupuesto y las distribuía en pequeña escala en el mercado doméstico y directamente en video –en la mayoría de los casos– en el mercado internacional. Las películas de Empire fueron tan populares y tan buen negocio que la compañía pudo comprar los estudios de Dino de Laurentiis en Roma. Antes de declararse en bancarrota en 1989 y convertirse en una de las más prolíficas casas productoras de cine directo para video, Full Moon Features, Empire alcanzó la cima de su popularidad con películas como Herbert West: Re-Animador (Gordon, 1985), Re-Sonator (Gordon, 1986), Ghoulies (Bercovici, 1984), El acólito del Diablo (Pavlou, 1986), TerrorVisión (Nicolau, 1986) o, la que nos atañe en este momento, Troll.

    La película cuenta, de manera poco eficiente, la historia del joven Harry Potter Jr. (Noah Hathaway, a quien seguro recuerdan como el valiente Atreyu en La historia sin fin [Petersen, 1984]) y su familia, quienes se mudan a un viejo edificio de apartamentos en San Francisco poblado por los más pintorescos personajes… digo, Sonny Bono es el vecino mujeriego. La hermanita de Harry, Wendy (Jenny Beck), es poseída por el mago Torok (Phil Fondacaro) quien, siglos atrás, fuera convertido en un troll como castigo por tratar de alterar el balance entre el mundo humano y el mundo de las hadas. Usando a Wendy como vehículo, Torok intentará una vez más invadir el mundo humano para convertirlo en un nuevo mundo de las hadas. Sólo Harry, con la ayuda de la bruja Eunice Saint Clair (June Lockhart), podrá evitar la transformación de nuestro mundo.

    Y si a ustedes les parece muy sospechosa la coincidencia de un adolescente llamado Harry Potter que aprende magia y lucha contra seres fantásticos en una película que se estrenó más de una década antes de que el primer libro de J.K. Rowling fuera publicado… a mí también. En un principio la escritora británica, al ser cuestionada sobre la elección del nombre de su protagonista, declaró que Harry era su nombre masculino favorito, mientras que Potter era el apellido de una familia vecina suya cuando era niña. Básicamente, explicaba que la idea sólo le vino a la mente. En posteriores cuestionamientos, cuando esta película salía a cuento, Rowling admitió que quizá había visto Troll y quizá había tomado alguna inspiración de la cinta de manera prácticamente inconsciente. Juzgue usted mismo.   

    La primera vez que vi Troll tenía seis años y recuerdo que me encantó. Recuerdo también que no se parecía en nada a cualquier otra película que hubiera visto y que, aunque parecía una película de terror, era mucho más una divertida película de aventuras y fantasía. Como muchas otras cintas de Empire, podría definirse más bien como un cuento de hadas oscuro. Volví a verla cuando la pasaban por televisión un par de veces más y, ya de adulto, hace años, la compré en DVD, con lo que me quedaron muy claras dos cosas: Primera, que la nostalgia es cabrona; y segunda, que el doblaje le tiraba un parote a esta película.

    La película es bastante desastrosa en su conjunto. El guión es inverosímil y sus personajes excéntricos terminan siendo acartonados y odiosos… Harry Potter y su esposa no sólo son padres negligentes, sino que rayan en la oligofrenia. A Sonny Bono dan ganas de agarrarlo a cachetadas –bueno, supongo que la Naturaleza ya se encargó de ello, perdón por el humor negro– y creo que los únicos que actúan más o menos decentemente son Hathaway y Lockhart… en algunas secuencias.

    La narrativa en general es bastante ineficiente y con frecuencia uno se encuentra tratando de adivinar qué rayos está pasando en la peli. Las motivaciones de los personajes son poco claras y, cuando por fin éstas se explican, la verdad es que resultan demasiado simples y poco atractivas. Además, la verdad es que es un poco difícil sentir algún tipo de amenaza cuando las criaturas del mundo de las hadas y todo su entorno se ven tan chafones.

    Con el que quizá si desquitaron su ínfimo presupuesto (alrededor de un millón de dólares) fue con Torok, el troll titular. Se ve bastante bien y recuerdo que de niño sí me daba miedo. Saben que siempre preferiré los efectos prácticos ante el CGI y puedo decir que Torok no le pide nada a muchas criaturas que aparecen en películas actuales, es una lástima que sus apariciones en pantalla sean tan breves.

    Originalmente, la criatura sería completamente animatrónica y el papel del Prof. Malcolm Mallory sería interpretado por Billy Barty –a pesar de que fue escrito ex profeso para Phil Fondacaro–; mañosamente, Buechler rediseñó por completo al monstruo y lo modeló sobre un life-cast de Fondacaro para forzar a la producción a contratar al actor. Aunque, ahora que lo pienso, si es un troll… ¿por qué puede salir a la luz del día?

    De hecho, la mayoría de los efectos se ven bastante bien, particularmente teniendo en cuenta las limitaciones de la cinta.

    El resto de las criaturas están de risa loca. La mayoría se ven adorablemente cutres, con malas aplicaciones de pintura y rebabas sobresaliendo por todos lados, por no mencionar que algunos de los muñecos usados en Ghoulies y Dungeonmaster (Allen et al., 1985) fueron reutilizados en esta película. Y de ese mago convertido en champiñón fálico mejor ni hablamos. Eso sí, se ven adorables cuando entonan a coro Cantos profane, el tema musical de la película, compuesto por el compositor de cabecera de Empire/Full Moon –nada tenía que ver con que era hermano del productor, claro– Richard Band.

    En su estreno, e incluso en tiempos posteriores, Troll ha sido vapuleada por la crítica –y con razón–; pero en su fin de semana de estreno duplicó su presupuesto y se convirtió rápidamente en una película de culto. Tanto así que cuenta con dos secuelas apócrifas. La primera es Troll 2 (Fragasso, 1990), que es considerada una de las peores películas de la historia. Originalmente se titulaba Goblins –lo cual tiene mucho más sentido–; pero los productores decidieron cambiarle el nombre por Troll 2 para atraer más público. Del mismo modo, la película italiana de ínfimo presupuesto hecha pasar por gringa, The Crawlers (Laurenti, 1993), fue distribuida en América como Troll 3, también con la idea de confundir a los espectadores.

    A final de cuentas sí, sí es una mala película; pero no por eso es aburrida. Todo lo contrario, es entretenida y tiene algunos momentos bastante divertidos, además de que, como lo dije arriba, la botarga de troll se ve bastante bien. También creo que algunos de los monólogos del profesor Mallory son conmovedores. Se trata de una de esas películas en las que lo recomendable es dejar de pensar un ratito, entrarle a la guasa, y sólo disfrutar del recorrido. Así que pidan una pizza, saquen las cervezas del refrigerador y prepárense para una noche de comedia involuntaria… Y si valoran sus neuronas, eviten a toda costa Troll 2.

PARA LA TRIVIA: Esta película marca el debut en pantalla de la actriz Julia Louis Dreyfus, quien se volviera famosa por su papel de Elaine Benes en la sitcom televisiva Seinfeld (1989-1998). También fue la primera película dirigida por el artista de efectos especiales John Carl Buechler, quien hace un pequeño cameo como la forma humana de Torok que aparece pintada en un cuadro. Dreyfus siempre se ha sentido avergonzada por haber participado en la cinta.

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CANDYMAN. Candyman… Candyman… Candyman…

CANDYMAN

Nia DaCosta

Me gusta la tendencia que el cine de terror ha seguido en los últimos años de hacer películas de autor con ciertas aspiraciones artísticas. También está la tendencia de cambiarle el grupo étnico a los protagonistas de las películas en nuevas versiones y remakes. Esta decisión a veces resulta afortunada, mientras que otras, se nota forzada y, como muchas de las peores decisiones de la industria, motivada por el marketing.

    En cuanto supe que el tratamiento anterior sería aplicado al remake de Candyman (Rose, 1992), inspirada en el cuento de Clive Barker The Forbidden y una de las mejores películas de terror que se hicieran en los 90, varios sentimientos encontrados me invadieron. Cuando supe que Jordan Peele, quien ha sido nombrado uno de los integrantes de la Santísima Trinidad del Terror, iba a dirigir la cinta, mi interés por la película se incrementó exponencialmente. Peele siempre utiliza el cine de género como un pretexto para hacer una ácida sátira social y en este caso, en el que finalmente participó como co-guionista y co-productor cediendo la silla de director a Nia DaCosta, el resultado es impactante.

    La película cuenta la historia de Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen II), un pintor afroamericano que recién acaba de mudarse a un barrio de artistas con su novia y agente, Brianna Cartwright (Teyonah Parris). Pero el barrio de Cabrini no siempre fue un edulcorado bastión de la actividad artística de Chicago, pues cincuenta años antes era un arrabal plagado de delincuencia y miseria. En este lugar surgió la leyenda urbana de Candyman, un asesino serial que regalaba caramelos a los niños para atraerlos y luego matarlos brutalmente, y que regresa del Inframundo para vengar su propio asesinato si uno dice su nombre cinco veces frente al espejo. Anthony se encuentra en un bache creativo del cual logra salir cuando comienza a investigar e inspirar su obra en la leyenda de Candyman; pero, poco tiempo después, las personas que le han causado algún mal son asesinadas salvajemente, lo que lleva al artista a temer que Candyman no sea sólo una leyenda.

    Esta película es una secuela directa de la Candyman original al mismo tiempo que un reboot. Afortunadamente, manda completamente a la goma las desastrosas Candyman: Farewell to the Flesh (Condon, 1995) y Candyman 3: Day of The Dead (Meyer, 1999) y continúa expandiendo la mitología de la primera película. Me encantó cómo los realizadores abordaron esta secuela tardía: ha pasado tanto tiempo desde la película original que, en un ejercicio metatextual, los eventos que en ella se narran se han convertido en una leyenda urbana en el universo de ésta.

    Y es que ése es el tema del relato de Baker: las leyendas urbanas y los mitos que una comunidad crea para defenderse a sí misma de una sociedad que le es hostil. En el tratamiento que de este tema se hace en esta nueva versión me pareció incluso encontrar un cierto paralelismo con El golem de Meyrink. En la cinta original, Candyman era una especie de El Coco creado por los negros para asustar a los blancos, pero la historia estaba contada desde la perspectiva de una chica caucásica y universitaria. En esta ocasión, el argumento se muestra desde el punto de vista de la comunidad afroamericana y, después del incremento en la exposición del movimiento Black Lives Matter en los últimos años, eso le da otro nivel de lectura completamente diferente e increíblemente profundo al relato.

    Como los buenos monstruos, Candyman es una alegoría. En esta película se elabora más sobre el planteamiento, ya presente en la cinta original, de que se trata de la personificación de la ira, de la rabia contenida y del rencor de la comunidad afroamericana por las injusticias y los abusos cometidos contra ella.     

    Este subtexto queda perfectamente claro en el cortometraje Candyman (2020), dirigido también por DaCosta y que sirvió como precursor de esta película. Este corto fue creado a través de la técnica de teatro de sombras utilizando títeres de papel y es una maravilla en sí mismo. Fue incluido como secuencia de créditos finales en la película.

    Del mismo modo, durante toda la película hay una fuerte crítica a la gentrificación, ya sea de forma explícita en los diálogos o implícita a través de la narración. De hecho, la mayor parte de la película fue filmada en la locación original de la primera cinta, añadiendo valor agregado al discurso. Ésta es una secuela que nadie pidió y nadie esperaba; pero que se vuelve necesaria gracias a la apropiación y reinterpretación del discurso de la historia original.

    También me gusta la forma en que la película trata el tema de la venganza y, a ese respecto, me recordó mucho a lo que hiciera la primera cinta de Pumpkinhead (Winston, 1988).

    Creo que el primer aspecto que salta a la vista de esta cinta es la fotografía. Ésta es una película bella que propone imágenes muy interesantes. La fotografía de John Guleserian es sobrecogedora e incluso por momentos raya en la abstracción del paisaje urbano. En un ejercicio hipertextual muy interesante, esta película inicia con una toma de los edificios de Chicago vistos desde el nadir, mientras la primera película iniciaba con tomas aéreas de la ciudad.

    Las actuaciones están bien, en general… quizá a Abdul-Mateen le falta un poco de intensidad por momentos; pero en general está bien. La dirección de actores me pareció muy buena: todos están en un mismo tono y logran dar vida a personajes realistas gracias a un guión bastante decente… aunque la subtrama del suicidio del padre de Cartwright no siento que lleve a ningún lado y Peele continúa con su gag de representar a la gente blanca como idiota –nadie lo puede culpar por cobrarse una de cal por las que van de arena, creo–.

    SPOILER La cinta está además llena de referencias y guiños a la peli originaly sí, Tony Todd regresa en algún punto de la película como Candyman –aunque rejuvenecido con CGI– y la explicación para ello es genial; también regresan Vanessa Williams y Virgina Madsen, aunque ésta última sólo hace un voice over TERMINA SPOILER.

    La música está bien. Por supuesto, el clásico tema de Candyman está de regreso además de, como una especie de Easter Egg, la canción Candy Man, compuesta originalmente para la película Willy Wonka y la fábrica de chocolates (Stuart, 1971) por Leslie Bricusse y Anthony Newley, e interpretada por Aubrey Woods no, es en serio.

    Me gustó mucho esta nueva entrada en la franquicia de Candyman. Por momentos es un slasher bastante efectivo, en otros es una tragedia contemporánea, alguna otra parte es una exploración sobre el fenómeno de las leyendas urbanas; es también una crítica a la gentrificación y a la industria del arte contemporáneo y, por supuesto, un manifiesto de la lucha de la comunidad afroamericana por justicia y dignidad. Pero lo más importante es que, al final del día, todo este complejo sistema se articula armoniosamente en una hermosa y efectiva película de terror.

PARA LA TRIVIA: Con esta película, Nia DaCosta se convirtió en la primera directora afroamericana en tener una película en el primer lugar de la taquilla en EE.UU.

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UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES. Se ve fresco como un cachorro a sus 40 años.

UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES

An American Werewolf in London

John Landis, 1981

Aquéllos que hayan vivido la década de los 80, al menos una parte como yo, recordarán el monstruo de moda por aquellos días: el hombre lobo. Los licántropos fueron toda una moda en el cine durante la primera mitad de la década e incluso hacia su final aún gozaban de cierta popularidad. Pero esta boga no surgió de manera espontánea. Hubo dos películas que, con su tecnología de avanzada ‒para la época, claro‒ en el campo de los efectos de maquillaje, lograron crear algunas de las escenas más increíbles de metamorfosis en la pantalla grande. La primera cinta, basada en la novela de Gary Brandner, es El aullido (Dante, 1981). La segunda, fue Un hombre lobo americano en Londres y, de hecho, la categoría de Mejor Maquillaje en los Premios de la Academia fue creada básicamente para reconocer a esta película, luego de la indignación que causó entre la crítica que El hombre elefante (Lynch, 1980) no fuera reconocida en este rubro.

El argumento es de lo más simple: dos jóvenes turistas estadounidenses que viajan de mochilazo se ven en la necesidad de recorrer a pie la campiña inglesa en una noche de luna llena, cuando son atacados por un hombre lobo. Jack (Griffin Dunne) muere destazado por la bestia; pero David (David Naughton) sobrevive. Luego de una larga estadía en un hospital, en el que se enamorará de la enfermera Alex Price (Jenny Agutter), llena de noches intranquilas plagadas de aterradoras y extrañas pesadillas, David descubrirá que le han transmitido la maldición del hombre lobo. También descubrirá que las personas que mueren asesinadas por un licántropo se convierten en almas en pena que no pueden descansar hasta que el monstruo sea destruido. Las opciones de David comienzan a agotarse y la legión de muertos vivientes que lo acosa se nutre cada vez más, ¿podrá el pobre chico librarse de la maldición antes de que mate a la mujer que ama?

    Creo que sólo puedo definir esta película como “extraña”. Muchos dicen que se trata de una comedia negra con toda la intención de serlo. Otros dicen que se trata de una película de horror que funcionó mejor como una comedia. Yo no estoy completamente de acuerdo ni con una ni con otra postura. Considero que se trata de una película de horror, impregnada de un sentido del humor macabro y retorcido, y que formalmente resulta ser una tragedia.

    Hay secuencias que claramente buscan ser terroríficas y lo logran, como la escena de la pesadilla en la que la familia de David es masacrada ‒aunque nunca me quedó claro qué onda con los nazis‒, o la escena del ataque en el Metro, o la escena misma de la transformación del licántropo. Mientras que otras, como aquélla en la que David amanece desnudo en el zoológico, la escena del cine porno en Picadilly Circus o las diferentes apariciones de un cínico Jack muerto viviente en diferentes estados de descomposición, están más inclinadas a buscar las risas.

    Y por supuesto, el elemento más cómico de todos es el soundtrack. La banda sonora de la película está conformada por canciones populares, todas relacionadas con la luna. Así pues, la cinta abre con Bad Moon Rising de Creedence Clear Water Revival; en la escena de la transformación se escucha la versión de Sam Cooke de Blue Moon y la cinta cierra en medio de la tragedia con Blue Moon, pero en la hilarante versión de los Marcels. Ah, y por cierto, como chiste local, la locación del exterior de la casa de Alex se filmó en Lupus Street.

    La idea de tan pintoresca selección musical es la de crear contrapunto entre lo que se ve en pantalla y lo que se escucha. Así, las escenas terroríficas o trágicas tienen canciones alegres para acompañarlas y se ven más impactantes. Un recurso muy viejo, pero muy efectivo cuando está bien utilizado.

    Y ya que hablamos de la escena de la transformación, ésta se convirtió en un hito del cine. Sí, ya habíamos visto muchas veces personas transformarse en lobos en películas anteriores, pero nunca así. Los esfuerzos de maquillaje, efectos especiales y efectos físicos, y la utilización de nuevos materiales por parte del equipo liderado por el genio del maquillaje, Rick Baker, da como resultado una secuencia que prácticamente fundó un género.

    Quiero decir que fue por esta escena por la que se pusieron de moda las películas de hombres lobo en esa época. Ya habíamos visto una transformación en la mencionada El aullido; pero no era tan larga ni tan explícita. Uno veía estas películas por ver las metamorfosis ‒hablando de lo cual, les recomiendo que chequen En compañía de lobos (Jordan, 1984), tiene una transformación muy loca‒. Tristemente, ésta es también la razón de que el subgénero de los licántropos no sobreviviera a la década de los 90, cuando comenzó a abusarse de los efectos digitales, pues nunca lograron que una transformación de hombres lobo se viera bien en CGI.

    El aspecto final del monstruo siempre me ha gustado. Se ve como un lobo, sólo que gigantesco y demoniaco, y según lo dicen en el detrás de cámaras, fue una gran controversia en el diseño si debían darle una forma más humanoide o si debía conservar un aspecto más canino. Según se sabe, Rick Baker basó la apariencia del monstruo en su propio perro, Bosko. Finalmente, optaron por lo último y el resultado es bastante bueno. Aunque francamente, quizá es el elemento de la película que más ha envejecido; pero es emocionante ver a ese mastín del infierno haciendo volar cabezas de policías en Piccadilly Circus.

    Y así como la mayoría de las escenas son geniales, tengo que admitir que hay otras que a uno lo dejan rascándose la cabeza. Como la de la regadera, que probablemente sea una de las escenas gratuitas de sexo más descaradas en la historia del cine. La gratuidad del enamoramiento entre Alex y David se puede entender por el Síndrome de Florence Nightingale ¡Pero a estos chavos el jugueteo previo no les toma ni un corte de edición!

    El guión es bueno a secas y toma como principal fuente El hombre lobo (Waggner, 1941), del ciclo clásico de monstruos de Universal Pictures. En general, los diálogos son ingeniosos ‒nuevamente, me encantan las escenas de Jack‒ y la historia se cuenta bien. Los ataques del licántropo son cada vez más y más horribles, la desesperación de David lo lleva al borde de la locura y uno como espectador no puede más que sentirse mal por el pobre tipo. Hasta culpa me llega cuando me río en la escena en la que provoca a un policía en Trafalgar Square para que lo arreste.

    Un hombre lobo americano en Londres es un clásico y un icono de su época. Quizá, después de la muerte del subgénero de licántropos, se encuentra menos presente en el imaginario actual del cine de horror; pero la simple mención de su título es suficiente para iniciar conversaciones. Su legado se compone principalmente de toneladas de merchandising y de una retahíla de películas de hombres lobo a lo largo de la década de los 80, desde cosas profundas como la mencionada En compañía de lobos hasta las francas parodias, como el remake de Hombre lobo adolescente (Daniel, 1985), la divertida Mi mamá es un lobo (Fischa, 1989) o algo mixto como la serie de TV La mujer lobo de Londres (1990).

     También cabe mencionar que Michael Jackson quedó tan impresionado con esta película, que se empeñó en contratar a Landis para que dirigiera su videoclip Thriller. Rick Baker en los efectos especiales fue el encargado de darle vida a esa obra maestra del videoclip que fue Thriller y que convirtió a Michael Jackson en el Rey del Pop.

    Y sí, también hubo una secuela… ¿o es una parodia? Quiero decir, ¿qué rayos es esta mierda? Bueno, a nivel argumental cuenta la historia de la hija de David, pero no sé si el que sea tan chafa es intencional. No estoy seguro, pero Un hombre lobo americano en París (Waller, 1997) es tan, pero tan mala que muchos son quienes le achacan haberle dado el tiro de gracia al cine de licántropos.

PARA LA TRIVIA: Ya no se hacen películas como ésta. En una entrevista en 2007, el actor Griffin Dunne declaró que cuando se estrenó la película le preocupaba que su madre, que estaba enferma, no pudiera verla. Del mismo modo, Landis comentó alguna vez que cuando revisó el transfer de la película a HD ‒para la edición en DVD‒ se sintió impresionado de que la película fuera tan sangrienta.

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LA MOSCA. Una tragedia clásica de horror corporal y ciencia ficción.

LA MOSCA

The Fly

David Cronenberg, 1986

Tenía ocho o nueve años la primera vez que vi La mosca en la televisión… o, más bien, la primera vez que lo intenté. La cinta me dio tanto asco que no pude terminar de verla y, en la escena en la que Brundlefly (Jeff Goldblum) derrite la mano de Stathis Borans (John Getz) con vómito ácido, cambié el canal. Y lo lamenté durante algún tiempo, pues me quedé con la duda de cómo terminaba la película que, por desgracia, no estaba disponible en ninguno de los videoclubes que tenía cerca cuando era niño. Finalmente, un par de años después, pude verla completa y, desde entonces, se convirtió en una de mis películas predilectas y me presentó con el que habría de convertirse en mi director favorito: David Cronenberg.

    La historia corta de ciencia ficción La mosca, del autor británico-canadiense George Langelaan, fue publicada por primera vez en la edición de junio de 1957 de la revista Playboy. Se trataba de un relato detectivesco en el que se trataba de resolver el misterio de por qué Helene Delambre había metido la cabeza de su esposo, el brillante inventor André Delambre, en una prensa hidráulica. El inspector Charas descubre el horror detrás del suicidio asistido: Delambre había sido víctima de un experimento fallido con aparatos de desintegración-reintegración del cual salió con la cabeza y pata gigantes de una mosca y suplicó a su esposa que terminara con su sufrimiento.

    El cuento fue adaptado al cine de manera bastante fiel en 1958, en una cinta dirigida por Kurt Neumann que se convirtió en un clásico del cine de ciencia ficción de la Era Atómica y que, en nuestro país, fue conocida como La mosca de la cabeza blanca.

    A mediados de los 80, el productor Kip Ohman tuvo la idea de hacer un remake de La mosca, así que comenzó a negociar con Twentieth Century Fox, dueños de los derechos de la película, para tal fin. Fox accedió a producir la cinta, por lo que Ohman le pidió a su cliente, el guionista Charles Edward Pogue, que escribiera un primer tratamiento del guión. Cuando Ohman y Pogue llevaron su guión a los ejecutivos de Fox, a éstos les desagradó tanto que no solamente se retractaron de su oferta de producir la película; sino que también cancelaron la venta de los derechos para que Ohman y Pogue no llevaran el proyecto a ningún otro estudio. Finalmente, Fox decidió distribuir la película siempre y cuando alguien más la financiara.

    Ohman encontró al productor Stuart Confeld, quien había producido El hombre elefante (Lynch, 1980) para Brooksfilms, la compañía productora del comediante, director, actor y productor Mel Brooks, a quien le presentaron el proyecto. Brooks aceptó producir La mosca, pero quiso contratar a un nuevo guionista con vistas a que Tim Burton dirigiera la cinta.

    El trato con Burton nunca se concretó, así que casi desde el principio la producción buscó que el canadiense David Cronenberg, prácticamente desconocido en EE.UU. y bastante alejado del cine mainstream, se encargara del proyecto; empero, Cronenberg tuvo que rechazar la película, pues en ese momento se encontraba en la pre-producción de Vengador del futuro, que sería dirigida por él y producida por Dino De Laurentiis.

    Mel Brooks consiguió entonces al director británico Robert Bierman para dirigir la cinta. Por desgracia, la hija de Bierman murió en un accidente durante unas vacaciones en Sudáfrica, por lo que el director tuvo que abandonar el proyecto. Para este momento, la producción de De Laurentiis de Vengador del futuro se pendía de un hilo y Croneneberg, quien no estaba de acuerdo del todo con la forma de trabajo del italiano, decidió retirarse, por lo que volvía a estar disponible. Fue contactado de nuevo por Brooksfilms. Para dirigir La mosca, que no le entusiasmaba mucho originalmente, Cronenberg puso tres condiciones: que le permitieran reescribir el guión a su gusto, que Charles Pogue recibiera el primer crédito como guionista –luego de ser re-contratado por Brooksfilms, pues el tratamiento de guión escrito por Walon Green resultó aún peor que el suyo– y que le permitieran trabajar con sus colaboradores habituales. Brooks accedió a todas.

    Esta nueva versión sería un paso decisivo en el viaje cinemático del Cronenberg, quien se ha dedicado él mismo a intentar descubrir la conexión entre lo físico y lo espiritual (Cronenberg citado en Wiater, 1992. PP. 128-129). Según la escritora e historiadora cinematográfica Emma Westwood (2008), quien dedicó un libro completo a la película, La mosca fue la cinta que terminó de convertir a Cronenberg en el Maestro del Horror Corporal (p. 48).   

    El remake cuenta la historia de Seth Brundle (Goldblum en su eterno papel de nerd sexy), un científico retraído y antisocial que inicia un romance con la reportera Ronny Quaife (Geena Davis) mientras trabaja en un sistema de máquinas teletransportadoras. Por supuesto, jugar con el conocimiento prohibido cobra su cuota en Seth quien, luego de un experimento fallido, se convierte en Brundlefly, un mutante híbrido entre humano y mosca doméstica que sufre una lenta y grotesca transformación corporal y psíquica que lo irá deshumanizando cada vez más.

    Como puede advertirse, “la aproximación de Cronenberg es opuesta a la de Neumann, mostrando cada detalle de la sangrienta transformación de Seth Brundle en un insecto gigante en vez de apelar a la sugestión” (De Forest, 2018, p. 98)[1] y cada minuto de la metamorfosis que presenciamos en pantalla es glorioso.

    El tratamiento original del guión, escrito por Pogue, era un tanto diferente. Se trataba de una adaptación mucho más fiel a la película original, en la que Brundle era un hombre de familia. Pogue nunca había visto la versión original ni leído el cuento hasta que fue contratado por la producción (Pogue en Prior, 2005b). Según lo ha declarado el mismo Pogue, a él le agradó el resultado final en pantalla.         

    Al principio, Cronenberg no estaba muy convencido de hacer la película. Sobre la cinta original, el canadiense expresaba que “la premisa básica de la película siempre fue buena. El cuento en el que está basada no es bueno en absoluto” (Cronenberg, 1992, p. 124). Sin embargo, algunos elementos del guión de Pogue inmediatamente hicieron click con la propuesta artística de Cronenberg y Brooks había accedido a sus peticiones, además de ofrecerle una paga mayor a lo que había pedido en un principio, por lo que decidió dirigir la película.

     Mel Brooks le dio absoluta libertad creativa a Cronenberg. Según Wiater, “Brooks es una persona muy inteligente y culta, y estaba emocionado por producir algo que, como director o actor, jamás esperarían de él” (1992, p. 123). De hecho, Brooks intentó por todos los medios que su nombre no fuera asociado con la película.

    Según el cineasta independiente Chris Rodley (1992), editor del libro Cronenberg On Cronenberg, al director le gustaba el guión y muchas de sus escenas, le gustaba que estuviera orientado a la consciencia corporal; pero el diálogo le parecía malo y le molestaba que el protagonista perdiera el habla poco después de su transformación (p. 124), pues para él era importante que pudiera comunicar lo que estaba sufriendo.

    Sobre sus razones, el canadiense comenta:

Nunca hubiera pensado en hacer [La mosca] tampoco, […] piensas que quizá estarás haciendo una película “campy” y quizá conseguirás que Vincent Price haga un cameo, lo que creo que la producción original quería hacer. […] Fue leyendo realmente el guión que descubrí que tenía elementos en él que me impactaron por ser muy poderosos y muy yo. Mi proyecto al reescribir el guión fue hacer que el resto del guión fuera como eso. (Cronenberg citado en Wiater, 1992, p. 63).

    Al respecto del mismo tópico, en una entrevista concedida al cineasta John Landis (2011) para su libro Monsters In The Movies, el director afirma que “El hecho de que La mosca estuviera basada en interesante y, en ese entonces, actual ciencia dura fue lo que me atrajo. […] era muy física, muy orientada al cuerpo” (p.88). Antes de dedicarse al cine, Cronenberg quería ser escritor de ciencia ficción al estilo de Isaac Asimov; pero decidió cambiar de giro cuando fue incapaz de vender un solo relato. Como puede advertirse, el director conectó inmediatamente con los temas presentados en la película, pues éstos coincidían con su forma de ver el mundo.

    Encontrándose en su etapa más febril de exploración del Body Horror y habiendo sido un escritor de ciencia ficción frustrado, el canadiense volvió suyo el discurso del guión original y lo aderezó con su propio texto sobre la humanización del “científico loco” y la degradación del cuerpo. En la misma entrevista, afirma:

Los científicos son una raza extraña, pero son muy humanos y no están locos en absoluto. Son tomadores de riesgos. Creo que la mayoría de los cineastas pueden relacionarse con los científicos porque trabajamos con tecnología para crear cosas que no existían antes […]. Dirigir una película es similar, en cierto modo, a un experimento científico (p.89).

    Como lo he dicho siempre: las películas de terror y horror son un termómetro social. En ellas, la sociedad vierte los miedos que sentimos como colectividad y que son, inevitablemente, parte del zeitgeist. En la década de los 80, muchas películas de terror trataban el tema de la degradación de la humanidad y de la pérdida de la individualidad corporal. El SIDA y el boom del consumo de cocaína eran temas que preocupaban especialmente a la sociedad ochentera.

    En un análisis muy inmediato, muchos críticos y el público en general, vieron en La mosca y la monstruosa transformación de Seth Brundle una metáfora del SIDA, apuntalada por la subtrama del embarazo de Ronnie. Sin embargo, el mismo Cronenberg (citado en Hagner, 2018) rechazó repetidamente esta interpretación de manera categórica: “La asociación con el SIDA es muy superficial. Para mí, es una película sobre la mortalidad y la vulnerabilidad humanas y la tragedia que representa la pérdida de una vida humana” (p. 334). Además, nos dice:

Si piensas que La mosca es una película sobre el SIDA, entonces tendrás que pensar que Geena Davis se lo pegó a él, pues él es un tipo que nunca ha cogido antes. […] Si lo llevas hasta las últimas consecuencias, tienes que responder algunas preguntas bastante tétricas que no funcionan con la película (Cronenberg citado en Wiater, 1992, p. 127).

    Según el propio director, el verdadero quid de la película es el miedo al envejecimiento. Es el miedo al deterioro del cuerpo y la mente y al sufrimiento que eso nos trae no sólo a nosotros mismos; sino a las personas a nuestro alrededor. Y eso es mucho más universal, es algo con lo que cualquier persona en cualquier cultura a lo largo de la historia puede relacionarse, pues “Mientras tú y yo envejecemos, puedes ver lo que pasa cuando alguien, quizá alguien cercano a ti, se vuelve monstruoso […] en el sentido de que su cuerpo se transforma […] y sus mentes, quizá, comienzan a ir en direcciones desagradables”. (Cronenberg citado en Landis, 2011, p. 89).

    Así pues, el verdadero horror corporal en La mosca viene de algo tan angustiante y cotidiano como la eventual pérdida de control sobre nosotros mismos; viene de la sensación de convertirnos en extranjeros dentro de nuestros propios cuerpos. Para el cineasta, este discurso tenía un subtexto poderosamente personal. El filósofo Noël Carroll, en una nota al pie de su libro Filosofía del terror o paradojas del corazón (2005) afirma:

Cronenberg ha dicho que en La mosca perseguía ilustrar su experiencia de la muerte de su padre. Su padre tuvo un cáncer que en sus últimos estadios fue al parecer bastante repulsivo. Sin embargo, Cronenberg nunca perdió de vista al ser humano que conocía y amaba, a pesar del deterioro de la carne de su padre. La figura de la mosca que creó es una réplica de las emociones encontradas de repugnancia y cuidado que Cronenberg presumiblemente sintió hacia su padre enfermo.  (p. 98)

    Desde el punto de vista de los géneros dramáticos, la película es ciertamente atípica. Mientras la mayoría de las cintas de terror y horror son melodramas, La mosca se construye como una tragedia contemporánea en la que, al estilo de los héroes trágicos de la Grecia clásica, nos encontramos con un personaje noble que se enfrenta a una fuerza superior a él al alterar el Orden Natural de las Cosas y, por ello, debe ser destruido. El Cosmos no puede restablecerse hasta que el héroe transgresor pague por la soberbia de su acto.

    Al mismo tiempo, puede verse esta cinta como una tragedia neoclásica que propone la misma tesis que aquéllas escritas por Jean Racine: el hombre es víctima de sus propias pasiones y es el abandono a éstas lo que, en última instancia, habrá de destruirlo. El motor de la historia es la pasión que Brundle siente por Quaife; esta misma pasión lo lleva a desentrañar el misterio de la teletransportación. El despertar sexual se convierte en el factor determinante para que el científico salga de su bloqueo creativo y desvele el enigma de la carne. Pero es también esta pasión la que lo consume una vez que ha comenzado su transformación.

    Por supuesto, no existe tal cosa como un “género puro” y, si bien la cinta está más cargada hacia la tragedia, la parte melodramática está muy presente en la relación sentimental entre Seth y Ronnie, y el conflicto con el ex tóxico, Stathis Borans. Esta subtrama cumple con el requisito principal del melodrama para ser considerado tal: su hilo conductor es una persecución desencadenada por una oposición de sistemas valores. En este caso específico, los intereses mezquinos y lascivos de Borans, quien sistemáticamente acosa a Ronnie, se contraponen con los ideales de progreso y libertad a través del conocimiento, así como de amor inocente, de Brundle.

    Como dato curioso puedo mencionar que, cuando John Getz fue a la audición para el papel de Stathis Borans, sufría de una terrible jaqueca. El actor utilizó esta afección como estímulo y obtuvo el papel. Sin embargo, cuando llegó a su primer día de filmación en el set, a Cronenberg le pareció que al personaje le faltaba “punch” y le pidió a Getz que actuara al personaje como si sufriera de un dolor de cabeza perpetuo.

    Originalmente, el papel de Seth Brundle fue ofrecido a Michael Keaton, pero éste lo rechazó. Willem Dafoe también fue considerado por el rol. Luego se lo ofrecieron a Richard Dreyfuss, James Woods y Mel Gibson; pero tampoco lo quisieron, la mayoría de ellos argumentando la molestia de usar tanto maquillaje prostético y Gibson porque prefirió hacer Arma mortal (Donner, 1987). John Lightgow audicionó para el rol, pero su interpretación no convenció a Cronenberg y John Travolta fue también considerado, pero la producción no quiso llamarlo por el fracaso comercial de su última película. Finalmente, los ejecutivos de Twentieth Century Fox no estaban muy convencidos de contratar a Goldblum, pues sentían que le faltaba atractivo comercial y el artista de efectos especiales Chris Walas no pensaba que su rostro funcionara para el maquillaje prostético; pero todo se resolvió con una elocuente carta de Mel Brooks.

    Cuando la cinta se estrenó, Goldblum le escribió una carta a Vincent Price, quien interpretara a Françoise Delambre, hermano del protagonista en la versión original de La mosca, en la que le decía que esperaba que disfrutara de su película tanto como él había disfrutado de la suya. Price, siempre un caballero, fue a ver la peli y le envió una carta de respuesta al actor diciéndole que le había gustado la película hasta cierto punto; pero que parte de ella había sido simplemente demasiado para él.

    Del mismo modo, para Veronica Quaife se había pensado originalmente en Jennifer Jason Leigh o Laura Dern; pero los productores querían a alguien menos conocida, por lo que Goldblum propuso a su novia de la vida real: Geena Davis, con quien había trabajado en la película de serie B Transilvania 6-500 (De Luca, 1985). La química en pantalla entre Davis y Goldblum es tan asombrosa como encantadora. Goldblum argumentaba que, por la naturaleza de las escenas tan intensas e íntimas que tendría que interpretar, se sentiría mucho más cómodo trabajando con Davis. A diferencia de muchas otras producciones en las que las parejas románticas reales no tienen buena química en pantalla, en La mosca podemos ver personajes orgánicos y entrañables que bien parecen una pareja de verdad por la que podemos y queremos preocuparnos. De hecho, para Cronenberg fue difícil lograr que Davis y Goldblum se vieran distanciados en las escenas iniciales de la película. (Wiater, 1992, p.131)

     Hablando de confianza, ¿vieron el cameo de Cronenberg en la película? El director interpreta al médico que practica el aborto a Ronnie durante la escena que posteriormente se revelará que es una pesadilla. Al respecto de esta aparición, Cronenberg explica:

La única razón por la que interpreté a un ginecólogo en La mosca fue porque Geena Davis me rogó que lo hiciera. No quería a un extraño entre sus piernas y se sentía más cómoda conmigo ahí. Y era un punto muy conveniente desde el cual dirigir la escena. También para ver cómo funcionaban los efectos. (Cronenberg, 1992, p.152)

    Además se cuenta que, impresionado por las primeras obras del canadiense, Martin Scorsese quiso conocer a Cronenberg. Luego del encuentro, Scorsese comentó que Cronenberg se veía como “un cirujano plástico de Beverly Hills”. A la fecha, nadie está muy seguro de qué fue lo que quiso decir el neoyorquino con su comentario.         

    La tragedia de La mosca, como lo mencioné arriba, viene de la pasión y la soberbia desencadenadas en Seth Brundle a partir de su despertar sexual y el castigo que el Cosmos define para su hybris es el de la degradación corporal y psicológica. El mismo Cronenberg siempre se ha referido a su película como una película de amor, por lo que articula ambas líneas argumentales magistralmente y dice:

… el filme es una metáfora del envejecimiento, una compresión de cualquier amorío que va hasta el final de la vida de alguno de los amantes. Puedo ser un bobo por una historia romántica, lo crean o no. No soy totalmente cínico. […] Cada historia de amor debe terminar trágicamente. Uno de los amantes muere, ambos mueren juntos. Eso es trágico. (Cronenberg citado en Wiater, 1992, p. 125)

    Todo esto, claro está, no sucede de manera gratuita. La película se enfoca muy especialmente en la exposición y desarrollo de personajes, así como en explorar las relaciones entre ellos. De hecho, a pesar de tan sólo durar 90 minutos, la película se siente más larga; pero no digo esto en un sentido negativo. Por el contrario, la cinta es tan rica en progresiones de los personajes, tanto emocional como psicológicamente –y, bueno, en el caso de Brundle, físicamente– y tan emocionalmente intensa que se siente como si durara más. Para cuando los créditos finales aparecen en pantalla, el viaje psíquico y emocional que, como público, hemos emprendido con esta cinta nos ha dejado exhaustos. Al respecto, Cronenberg (1992) bromea: “’Haremos esto y te lo mostraremos. No será fácil, pero si lo miras, te llevará a otro lugar’. Nunca fue sólo baba; siempre fue baba conceptual. Todo en ello tenía un extraño elemento conceptual” (P.131).

    La debacle psíquica de Seth Brundle es el hilo conductor de la historia y es la base fundamental de la tragedia. Al tratarse de un científico, el golpe es más duro. Cronenberg (1992) dice:

Lo que amo de tipos como […] Seth Brundle (La mosca) es que no pueden apagar su mente; y la mente corta, interpreta, pone en contexto. Pues permitirse ir totalmente en la realidad emocional de lo que les está pasando significa ser destruidos completamente. (P. 115)

    Brundle se convierte así en una reinterpretación de Fausto, un nuevo Frankenstein profanando el conocimiento prohibido y que será destruido por su propia creación. En un cierto sentido, la toma en la que Brundle se hiere la espalda al acostarse sobre un microchip luego de tener sexo con Ronnie simboliza al científico traicionado por su propia tecnología. Empero, no sólo es el descubrimiento del conocimiento prohibido lo que destruye a Seth, pues Malte Hagner advierte que en el proceso también puede entenderse “la enfermedad como consecuencia del despertar del deseo sexual” (en Duncan, 2018, p. 334).

    El crítico de cine Roger Ebert, al referirse a la película en su programa de televisión, mencionó que la tragedia del personaje es que “esta persona, que nunca había podido amar a alguien, aprende a amar en un momento de su vida en el que no le es posible hacerlo… ”[2].

     Este viaje es llevado a buen fin por las grandes interpretaciones de los dos actores principales. El mismo Ebert mencionó que la actuación de Goldblum era merecedora de Óscar. Goldblum matiza su actuación con finas sutilezas que nos muestran el periplo del héroe trágico desde su estado original como un científico romántico y soñador, retraído e inepto social, hasta su penúltima transformación como un mutante tumefacto con una psique destrozada. Conforme Seth va convirtiéndose en un insecto gigante, su postura, su voz, su mirada y sus manierismos van cambiando. Sus movimientos se vuelven más pequeños, más rápidos… espasmódicos. O, en términos menos elegantes: “Al día de hoy, la representación idiosincrática de Jeff Goldblum como Brundlefly –horrorosa aunque sobresalientemente guapo y consistentemente humorístico ante su propio terrible declive– es un triunfo de la actuación a través de capas de látex y babaza”.  (Westwood, 2008, p. 48)

    Al principio, todo parece ir bien. Brundle se siente mucho mejor después de su viaje por el Telepod; se siente más concentrado y despierto, se ha vuelto más fuerte y ágil (acrobacias cortesía de los gimnastas Doron Kernerman y Romuald Vervin). Del sujeto tímido al que le cuesta expresar sus emociones, Brundle se convierte en un adicto arrogante y acelerado que sólo busca satisfacerse a sí mismo. Dice Westwood:

Cronenberg usa la idea del ADN de mosca como una anfetamina, como la drug du jour de los 80: Brundle ansía azúcar, su potencia sexual se incrementa; se vuelve insospechadamente fuerte y ágil, y presto a quebrarse ante la irritabilidad y la agitación. (2008, p. 49)

    Al menos, todo funciona hasta que a Brundle se le cae la primera oreja. La mosca es reconocida como una de las películas más asquerosas de la historia y, aunque sí he conocido gente a la que le parece ociosa y basada en la explotación, en general las opiniones y críticas sobre ella son positivas. El crítico de cine Gene Siskel menciona que “… la película está hermosamente hecha sin pasar a lo que llamo ‘la categoría repugnante’ y, así, lo que obtenemos de La mosca es una grandiosa aventura y una bella historia de amor”[3]. El maquillaje de esta película fue galardonado con el Premio de la Academia en 1987.   

    La grotesca transformación de Brundle fue obra del artista de maquillaje Chris Walas y su estudio Chris Walas, Inc. Walas trabajó en Los cazadores del Arca Perdida (Spielberg, 1980) como miembro de Industrial Light & Magic para después fundar su propio estudio, que se encargaría de las criaturas de películas como Gremlins (Dante, 1984), Enemigo mío (Petersen, 1985) y Aracnofobia (Marshall, 1990). Eventualmente, sería Walas quien dirigiría La mosca II (1989), cuando Cronenberg no pudo hacerlo. He visto esta película en diferentes formatos (VHS, DVD, Blu-Ray) y puedo decir que el maquillaje ha envejecido maravillosamente. Incluso me atrevo a decir que, en Alta Definición, se ve aún mejor que mucho del maquillaje prostético actual.

    Walas no estaba convencido de la elección de Goldblum para el papel de Seth Brundle, pues consideraba que su rostro anguloso y de nariz prominente era justo lo opuesto a lo ideal para trabajar con maquillaje prostético (Walas en Prior, 2005b). Asimismo, el artista de efectos especiales no estaba interesado en hacer un remake de una película clásica; sin embargo, se interesó por el proyecto cuando supo que David Cronenberg, a quien admiraba desde hacía tiempo, dirigiría la película y finalmente aceptó luego de leer el guión y percatarse de todas las oportunidades que la historia presentaba para el departamento de efectos.

    Según el Dr. Martyn Steenbeck, psicólogo y cineasta, “La mutación y la transformación se ofrecen como una posible cura para un cisma mente/cuerpo que resulta de la mismísima incomprensibilidad del fallecimiento corporal” (en el prólogo a Cronenberg, 1992, xiii). Por supuesto, la tesis de Cronenberg durante la primera mitad de su carrera se basaba en la relación entre la mente y el cuerpo, como de manifiestó en Los engendros del diablo (The Brood, 1979), Mentes destructoras (Scanners, 1981) o Cuerpos invadidos (Videodrome, 1983). En todas estas cintas, como también en La mosca, el cuestionamiento parece ser: ¿Cómo cambia nuestra mente al cambiar nuestro cuerpo y viceversa? Y cada una de ellas es una posible, y generalmente pesimista y aterradora, respuesta. Cronenberg lo define así: “Parte de mi viaje cinemático ha sido intentar descubrir la conexión entre lo físico y lo espiritual” (1992, p. 128-129).

    La concepción del aspecto del monstruo fue un punto clave en la realización de la película. Uno de los elementos fundamentales de la cinta original de 1958 era el misterio: si bien el infortunado Delambre sufría una transformación instantánea, era su mente la que iba degradándose con el tiempo y su aspecto monstruoso, con una cabeza gigante de mosca y una tenaza en lugar de mano, era mostrado hasta el final. Este elemento de misterio se conserva en el remake de la cinta al volver la transformación física gradual pues, como señalan los historiadores cinematográficos Jonathan Penner y Steven Jay Schneider, “Después del estreno de Alien, el octavo pasajero en 1979, se hizo de rigor que los monstruos se transformaran múltiples veces y de múltiples modos en el transcurso de una única película” (en Duncan, 2018, p. 107).

    El arte conceptual para la cinta no mostraba el desarrollo de la criatura, por lo que el equipo de efectos especiales debió resolver primero cómo se vería el monstruo final. Una de las primeras ideas para la transformación fue que la cabeza de Brundle, progresivamente, se doblara sobre sí misma de atrás hacia adelante (Walas en Prior, 2005a). Otras ideas incluían los enormes ojos de la mosca creciendo como protuberancias que se hacían cada vez más grandes sobre la frente de Brundle. Estas propuestas explican por qué, hacia el final de la película, la cabeza de Brundlefly se ve hinchada y desproporcionada; de hecho, si uno pone atención, se alcanzan a notar en la coronilla de Brundlefly los círculos que se convertirían en gigantescos ojos de mosca.

    Al director le molestaba que, en la película original, la cabeza de la mosca se agigantara y la del científico se empequeñeciera sin explicación alguna. Una de las ideas que le agradaron del guión de Pogue, y que conservó en su tratamiento, fue la de que Brundlefly no fuera una quimera con partes de humano y de mosca mezcladas, ni una mosca humanoide, sino una fusión de ambos organismos. Cronenberg propuso que la mutación se desarrollara como una especie de cáncer –lo cual se menciona literalmente en la película–, por lo que Walas y su equipo partieron del diseño de la criatura final –apodada Space Creature y que mi hermano siempre ha dicho que parece un camarón gigante– y fueron ideando los diferentes estadios por los que Brundle tendría que pasar hasta llegar a ella, inspirándose en fotografías de revistas médicas.             

    Durante su juventud, Cronenberg atendió el Honorus Science Program en la Universidad de Toronto, mostrando un marcado interés por la química orgánica y la entomología, antes de cambiar su área de estudio a la Literatura. El canadiense estaba fascinado con la organización social de los insectos, misma que usó como inspiración –además de La metamorfosis, de Franz Kafka, claro está– para el monólogo de la “política de los insectos” que Brundlefly dice hacia el final de la cinta. Irónicamente, los únicos temas científicamente correctos en la cinta son aquéllos referidos a los insectos: las moscas sí utilizan vómito ácido para predigerir sus alimentos –lo vi tiempo después en el Discovery Channel y se me quedó muy grabado en la memoria– y, cuando salen de sus crisálidas tras concluir su etapa de pupa, inflan su cabeza para romper el capullo, justo como la cabeza de Brundlefly se abre paso a través de la cabeza de Brundle en la última transformación de la película.

    Jeff Goldblum tenía que pasar cinco horas en la silla de maquillaje para completar su transformación. Durante este tiempo, Geena Davis le contaba anécdotas, le leía algún libro e incluso le cantaba para ayudarlo a pasar el tiempo. El actor tuvo que aprender a hablar con diferentes juegos de dientes prostéticos con la ayuda de un foniatra y a moverse con las pesadas botargas que simulaban las últimas fases de la mutación de Brundlefly. Goldblum declara en entrevistas que terminaba las jornadas de filmación exhausto, pues los prostéticos más densos ponían peso incluso en sus párpados, por lo que tenía que invertir energía adicional en mantener los ojos abiertos durante sus escenas.

    La reacción de Geena Davis en la secuencia en la que a Brundle se le caen las orejas es completamente real. La actriz no había sido avisada sobre el efecto práctico que se usaría durante la filmación de la escena, por lo que su horror y asco son la auténtica reacción que tuvo al ver cómo los pabellones auriculares de Goldblum se desprendían de su cabeza.

    Luego está la escena de la mano. Recuerdo que la escena en la que Brundlefly diluye la mano de Sathis Borans con vómito ácido fue cuando cambié el canal en mi primer visionado de la cinta –de haber sabido que me faltaba tan poco para terminarla, me hubiera seguido–. Para esta secuencia, la más difícil de realizar según Walas, originalmente se había fabricado una mano de utilería moldeada en espuma de látex a partir de un cast de la mano de John Getz. Esta extremidad era un muñón que, mediante un mecanismo de bombeo, rezumaba babaza que simulaba carne descompuesta. Empero, luego de varias pruebas de cámara, el efecto no resultó satisfactorio para el equipo de Walas y decidieron cambiarlo.   

    Finalmente, el efecto de la infame mano del infame Borans fue creado modelando el miembro en diferentes capas de cera de colores para después derretirla con un soplete que se mantenía fuera de cuadro. Y no podemos decir que no hay algo satisfactorio en ver al patán de Stathis Borans recibir su merecido, agregando un poco de melodrama a la película. El vómito de Brundlefly estaba hecho de leche, huevos y miel.

     El cast original de la mano sangrante de Gertz fue convertido en lámpara por Walas, quien lo conserva como parte de la decoración de su oficina. La mayoría de los props, títeres y maquetas usados en esta cinta se encuentran actualmente, como los de tantas otras, en la colección privada del actor, productor, conservador e historiador cinematográfico Bob Burns III.

     Otra escena impactante de esta cinta es aquélla en la que Brundlefly camina por el techo, de ahí salta a la pared y de la pared brinca para caer de pie en el piso. Sin cortes, efectos visuales ni trucos de cámara. Para lograr este efecto, el escenógrafo Kirk Cheney construyó un escenario giratorio motorizado al interior de un inmenso tubo de drenaje. Aunque sets similares se habían construido antes, éste representó un reto pues, debido a una ventana en la pared del fondo y la posición de la cámara, tuvo que construirse sin eje. La producción resolvió este obstáculo construyendo una base con una superficie cóncava dotada de ruedas motorizadas que encajaban en la superficie acanalada del tubo. (Prior, 2005b)

    A Goldblum, quien tuvo que entrenar todos los días por varias semanas para aprender a caminar en el set giratorio con naturalidad, le encantó trabajar en el mismo. Y, por supuesto, según lo narra John Getz en una entrevista (en Prior, 2005b), todo el reparto se subió al set al menos una vez sólo para ver qué se sentía.

    Por otro lado, la inspiración para el diseño de los Telepods vino de los cilindros de la motocicleta Ducati que conducía Cronenberg… básicamente, sólo los voltearon. Si hay algo que me fascina de las películas de ciencia ficción de los 80, son los artefactos: son grandes y ruidosos… ¡Hasta sus interfaces están llenas de ruiditos!  

    Dos epílogos se habían filmado para esta cinta. En ambos, veíamos a Ronnie dormida en una cama mientras soñaba con un capullo del que emergía un bebé con alas de mariposa. La diferencia era que, en uno de ellos, la periodista estaba sola; mientras que, en el otro, junto a ella dormía Stathis. La producción no se había decidido por ninguno de ambos, aunque el favorito era el de Ronnie sola –de otro modo, el sacrificio de Brundle parecería haber sido en vano–. Empero, la idea del epílogo fue desechada por completo porque la secuencia del sueño, creada con animación stop-motion, nunca convenció del todo a Cronenberg.

    Fuera del corte final de la cinta quedó también la escena del gato-babuino. Si uno va siguiendo quisquillosamente la narración, se dará cuenta de que nunca explican qué pasó con el babuino sobreviviente… vamos, no es que haga falta; pero sí había una explicación para ello. En una secuencia eliminada, Brundlefly, tratando de encontrar una cura, experimenta introduciendo un babuino y un gato en el Telepod. El resultado es una criatura repulsiva que recuerda a aquéllas de La maldición de la mosca (Sharp, 1965) y que ataca a Brundle, por lo que éste la mata golpeándola con un tubo.

    La escena continúa con Brundlefly subiendo a la azotea, mientras sufre un terrible dolor por la herida que le provocó el gato-babunio, misma que lo hace caer hacia la calle. Revolcándose sobre un techo de lámina, Brundlefly ve cómo la piel de su costado comienza a rasgarse y una asquerosa pata insectoide emerge de la herida, que luego procederá a arrancarse a mordidas.

    Según lo refiere Walas, tenían muy poco tiempo para filmar la escena del gato babuino, por lo que lo hicieron en pocas tomas y sin ensayos… y se ve. El montaje de la escena es descuidado y la criatura nunca se ve realista, lo que fue la principal razón para eliminar la escena, además de que daba un poco al traste con el ritmo de la cinta. La secuencia de la pata se quitó porque, sin la escena anterior, quedaba completamente fuera de contexto y se sentía que sobraba. Por desgracia, en estas dos escenas se muestra una fase en la transformación de Brundlefly que, debido a que fueron eliminadas, quedó completamente fuera de la película.     

    Por supuesto, la película no estaría completa sin su música. Howard Shore, el compositor de cabecera de Cronenberg, se encargó del soundtrack de esta cinta. Es muy interesante cómo Shore se inclina por una partitura grandilocuente y operística, que ensalza el carácter de tragedia clásica de la obra. De hecho, el tema principal de la cinta, para el que Shore se inspiró en el último compás de la escena final de Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, y que se escucha mientras los créditos iniciales aparecen en la pantalla, funciona como una especie de obertura que expone los principales leit motivs que se usarán a lo largo de la ópera.

     En este sentido, también es interesante que Shore evita la tendencia wagneriana de sincronizar a un personaje con un leit motiv –como sí lo haría más de una década después en los soundtracks de la Trilogía del Señor de los Anillos (Jackson, 2001-2003)…– y, en cambio,   sigue la propuesta, también iniciada por Wagner y desarrollada por otros compositores posteriores, de utilizar la música como un reflejo de la psique y del inconsciente de los personajes. Podríamos entonces hablar de una composición expresionista, en la que las emociones de los personajes transforman el entorno a través de la música. Por cierto, me gusta tanto esta película que no sólo me sé los diálogos casi de memoria; también puedo tararear el soundtrack de memoria.

    Como se estilaba en aquel entonces, una canción pop fue encargada por la producción para ser el tema de la cinta y sonar durante los créditos de la película. La canción Help Me, cuyo título hace referencia al famoso parlamento de Delambre hacia el final de la película original de 1958, fue compuesta por Rogers e interpretada por Bryan Ferry. El director no estaba muy seguro de la utilización de la pieza y, cuando él y los productores la probaron, confirmaron que tenía razón: la balada pop de Ferry, aun en los créditos finales, le daba al traste al mood de toda la película, por lo que se decidió utilizar el score compuesto por Shore y que Help Me sólo apareciera como música incidental durante la escena del bar.

    El soundtrack de la cinta funciona tan bien que en 2008 Howard Shore lo adaptó como ópera. The Fly, con música de Shore, libreto de David Henry Hwang y dirección de David Cronenberg, fue estrenada el 2 de julio de 2008 en el Thèâtre du Châtelet de París, quienes comisionaron su composición. El papel de Brundle fue interpretado por el barítono Daniel Okulitch y el de Veronica Quaife, por la mezzo-soprano Ruxandra Donose. La ópera, ligeramente inspirada en el guión de la película, fue reestrenada en la Ópera de Los Ángeles el 7 de septiembre de ese mismo año, contando con la conducción de Plácido Domingo.

    La fotografía de la cinta es obra del cinefotógrafo Mark Irwin, quien fotografiara anteriores trabajos de Cronenberg como Los engendros del diablo (1979) y Telépatas, mentes destructoras (1981). Con frecuencia, que un maquillaje se vea bien en pantalla no depende tanto del diseño o aplicación del mismo; sino de cómo se ilumine y fotografíe. En este rubro, como ya lo mencioné arriba, la película sale muy bien librada. Hay, eso sí, un par de tomas en las que la botarga de cuerpo completo de Brundlefly no se ve tan bien; pero literalmente son sólo un par.

    Más interesante que la fotografía del maquillaje, me parece el soberbio manejo de los claroscuros y la codificación de la paleta de colores que utiliza esta cinta. Al principio de la peli se marca un claro contraste entre los colores: los tonos rojizos y marrones son para los malos, los tonos azules son para los buenos. Así, en las primeras escenas, Stathis Borans es mostrado en tonos cafés o anaranjados y en medio de las sombras, mientras que a Seth Brundle y su laboratorio les corresponden los tonos cerúleos y los ambientes bien iluminados. Empero, mientras la cinta avanza, los papeles se invierten: Brundlefly, con su cuerpo desnudo e hinchado se ve cada vez más rojizo y su laboratorio cada vez más está envuelto en sombras. En contraste, durante la confrontación final, Ronnie usa un vestido completamente azul, mientras Stathis lleva un suéter del mismo color –una de las razones por las que Getz aceptó hacer la película fue porque siempre le ofrecían papeles de yuppie hijo de puta; pero al menos en ésta tenía la oportunidad de redimirse al final–. Una vez que Brundlefly ha encontrado su trágico fin, la pantalla se inunda de humo y luces azules: el bien ha triunfado al final… con todos los sacrificios que ello requirió.

    Esto es particularmente claro en la ya mencionada secuencia del monólogo “la política de los insectos”. Se trata del punto sin retorno: es la escena en la que Brundlefly debe decidir si se quedará con Veronica, quien ha ido a visitarlo para contarle que está embarazada de él, pero se arrepiente en el último momento, y la usará en su monstruoso experimento final o si la dejará ir para salvarla. El conflicto interno del personaje se manifiesta no sólo en la actuación de Goldblum, que expresa lo expresa a través del dolor físico, sino en la iluminación de la escena: primero sólo vemos la silueta de Brundlefly envuelta en sombras, es la predominancia del monstruo. Luego, Brundlefly sale al encuentro de Ronnie y la intensa luz azul del tragaluz se derrama sobre su cuerpo rojizo y, mientras él se mueve, a veces lo ilumina más y a veces menos; el monstruo y los últimos residuos de humanidad luchan por el control del mismo cuerpo. Finalmente, Brundlefly toma una decisión y da un paso adelante: la parte humana ha vencido, al menos por el momento, y el cuerpo de Brundlefly se cubre casi por completo de luz azul. Esta secuencia, al igual que muchas otras a lo largo de la película, está cargada de un lirismo casi tangible.

    La mosca fue todo un éxito de taquilla y recibió muy buenas críticas, convirtiéndose no sólo en uno de esos raros casos en los que una cinta es ovacionada por el público y la crítica por igual; sino en uno de esos casos, aún más extraños, en los que un remake superó la calidad de la obra original. Creo que lo más importante es que se trata de una de esas cintas de horror que logran reivindicar al género, uno de los más golpeados por la crítica, demostrando que también es capaz de hablar de temas profundos y que puede ser cine de tesis.

    La mosca bien podría ser considerada la película con la que Cronenberg terminó de definir su estilo y de explorar los alcances estéticos del horror corporal, que se volvería más sutil en sus siguientes trabajos. Para Rodley:

La mosca fue un desarrollo mayor para su director. […] La fusión exitosa de una historia conmovedora con el maquillaje ganador del Oscar de Chris Walas, Inc. transformó La mosca en la primera película en verdaderamente integrar las preocupaciones y pasiones de Cronenberg en evolución (en Cronenberg, 1992, p. 131)

    Sobre el éxito de la cinta, el propio director canadiense afirma:

La mosca obtuvo buenas críticas e hizo mucho dinero. Es inusual para un film de horror un tanto extremo. Es mi mayor éxito financiero; hizo mucho más dinero que todos los otros films juntos. Bien podría ser mi mayor éxito. Es concebible que nunca haré otra película tan exitosa. (Cronenberg, 1992. P. 134)

    Al igual que las tragedias de la Antigua Grecia, el mayor poder de esta película está en el tratamiento que hace de temas universales y la identificación que el público puede lograr con su protagonista. La cinta logra conectar con el espectador a un nivel profundamente humano y confrontarlo con sus miedos primitivos: el terror a la muerte y, sobre todo, el terror a la enfermedad y a la vejez, y el miedo a no poder valernos por nosotros mismos y ser una carga para los demás.

En La mosca, aunque no eres científico y no pasaste a través del Telepod, eres humano y has visto gente enfermarse o escuchado sobre gente envejeciendo demasiado rápido o muriendo demasiado pronto. Cualquier humano en cualquier cultura puede relacionarse con lo que le pasa a […] Seth Brundle…” (Cronenberg citado en Landis, p. 89)

    Con esta premisa, La mosca, o como la describe mi suegra: “esa película donde un señor se mete en una como lavadora y se le caen las orejas”, se convirtió en un clásico del cine de ciencia ficción y horror, una película icono de la década de los 80, la cinta que integró a Cronenberg y al cine de horror corporal en el mainstream y en una de mis películas favoritas. Algo que me encanta del cine de Cronenberg, y en particular de esta película, es cómo logra crear una identificación entre el público y un personaje principal patético, por el cual uno no puede decidirse sobre si debe sentir repugnancia o lástima.    

    En 2003, Fox Spotlight, la subsidiaria de Twentieth Century Fox encargada de proyectos de atractivo comercial limitado, anunció un remake de esta cinta, que estaría más orientado a ser una cinta de horror y acción en la que Brundle se convirtiera en una criatura más parecida a una mosca gigante con ojos compuestos y alas perfectamente desarrolladas. La peli, a estrenarse en 2006, sería escrita y dirigida por Todd Lincoln, y los nombres de Brad Pitt, Adrien Brody y Billy Crudup se barajaron para el rol protagónico. Sin embargo, el proyecto nunca pasó de la etapa de diseño y fue removido de la lista de trabajos en progreso de Fox Spotlight en 2007.

PARA LA TRIVIA: La frase “Be afraid, be very afraid!” (“Ten miedo, ¡mucho miedo!”), que sirvió como slogan publicitario de la película surgió cuando, en una junta, alguien le a Mel Brooks preguntó cómo debían reaccionar los personajes ante las primeras etapas de la transformación de Brundle.

BIBLIOGRAFÍA

Carroll, N. (2005). Filosofía del terror o paradojas del corazón. Gerard Vilar (Trad.). Madrid. Antonio Machado Libros.

Cronenberg, D. (1992), Rodley, C. (Ed.). Cronenberg on Cronenberg. London. Faber and Faber.

De Forest, S. (2018). Must See Sci-Fi. Philadelphia. Running Press.

Duncan, P. y Müeller, J. (Eds.) (2018), Cine de terror. Lidia Álvarez Grifoll et al. (Trads.). Hohenzollernring. Taschen Biblioteca Universalis.

Hagner, M., Müeller, J. (Eds.), (2018). Cine de los 80. Laura Sales Gutiérrez y Almudena Sasiain Calle (Trads.). Hohenzollernring. Taschen Biblioteca Universalis.

Landis, J. (2011), Monsters in the Movies, D.K. Publishing.

Westwood, E., (2008), Monster Movies. Pocket Essentials.

Wiater, S. (1992), Dark Visions. Conversations with the Masters of the Horror Film, New York, Avon Books.

FUENTES AUDIOVISUALES

Prior, D. (2005a), The Brundle Museum of Natural History, [Presentación en DVD], Twentieth Century Fox Home Entertainment.

Prior, D. (2005b), Fear of The Flesh: The Making of The Fly, [Presentación en DVD], Twentieth Century Fox Home Entertainment.

FUENTES EN LÍNEA

Canal Prime Horror. (6 de octubre de 2020). Siskel & Ebert Talk 80´s Horror Movies (Part 2). [Archivo de video]. https://www.youtube.com/watch?v=-AY4-mP5zMM&t=1868s

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[1] La traducción de esta cita y de todas las que aparecen en este artículo es mía mientras no se especifique lo contrario.

[2] Recuperado de Prime Horror.

[3] Recuperado de Prime Horror.

VIERNES 13 PARTE VII: LA NUEVA SANGRE. Carrie vs Jason.

VIERNES 13 PARTE VII: LA NUEVA SANGRE

Friday The 13th Part VII: The New Blood

John Carl Buechler, 1988

La saga de Tommy Jarvis ha llegado a su fin… pero las enormes ganancias de taquilla de la franquicia Viernes 13 no, así que una nueva entrada era obligada. Siempre he creído que la única película de la franquicia que más o menos vale la pena es la primera y que, de hecho, todas son más o menos la misma película. Pero eso no quiere decir que no sean divertidas o quede vez en cuando, agreguen algo creativo a la mezcla. Ése es el caso con esta séptima parte que, si somos puristas, es la primera en la que Jason Voorhees revive por medios sobrenaturales –en la sexta es medio ambiguo el asunto–. También es la primera ocasión en la que el asesino de Crystal Lake es interpretado por el legendario Kane Hodder.

    Varios años han pasado desde que Jason Voorhees fuera encadenado al fondo de Crystal Lake por Tommy Jarvis, inspirando un simpatiquísimo adorno para pecera. Tina (Lar Park-Lincoln), una chica con poderes telequinéticos, llega a Crystal Lake, donde vio morir a su padre a manos de Vorhees, como parte de la terapia psicológica con la que pretende recuperarse. Sin embargo, debido a un error que haría sonrojar a Timmy Turner y sus Padrino Mágicos, Tina utiliza sus poderes para revivir a Jason. Ahora, el resucitado Voorhees volverá a su antiguo pasatiempo de masacrar adolescentes cachondos… a menos que Tina y sus poderes psíquicos puedan detenerlo.

     Me da mucha risa cómo el prólogo de esta película es una recapitulación de lo que pasó en las entregas pasadas, poniendo un especial énfasis en el arco de Tommy Jarvis. Quien editó la película incluso tuvo el descaro de arrojar ahí el trailer de la sexta entrega.

    Otra cosa que llama poderosamente la atención es cómo les fueron chupando el alma a estas películas… por decirlo de algún modo. Las primeras entradas de la franquicia eran mucho más violentas, las escenas de muerte y de sexo eran mucho más explícitas; a partir de la cuarta parte le empezaron a bajar al tono y, a partir de la sexta intentaron equilibrarlo. Esta peli sí es violenta, a veces al punto de lo hilarante –y recuerdo con mucho cariño la muerte de la chica dentro del sleeping bag–, pero no tanto como las primeras cintas de la serie. De hecho, muchas de las muertes de los personajes ni siquiera las vemos en pantalla y sólo se nos muestran las consecuencias poco sangrientas de ellas.

    Del mismo modo, las escenas de sexo empiezan temprano en la película; sin embargo, los desnudos no llegan sino hasta la segunda mitad. Y también son mucho más recatadas que las de las primeras películas.

    Ésta fue la película más censurada de toda la franquicia, pues fue sometida nueve veces a la revisión de la MPAA cada vez más recortadas, para que la clasificación bajara de X a R. Toda esperanza de una edición extendida o sin censura se han esfumado toda vez que el metraje con las escenas eliminadas fue destruido por Paramount.   

    También tarde en la película entran los personajes afroamericanos, que se nota que fueron incluidos al reparto sólo para darle diversidad étnica estilo comercial de Barbie a una película que, de otro modo, está dominada por personajes caucásicos. No sé si se trata de una secuencia que quedó fuera de la película en la edición, pero los jóvenes negros no se presentan con Tina cuando ésta llega por primera vez a la cabaña de sus vecinos, como el resto. Al menos el negro no muere primero; lo que supongo que ya es ganancia.

    A partir de la quinta parte, el tema de los chicos perturbados psicológicamente se convirtió en uno recurrente en la franquicia; casi tan recurrente como la renuencia de los guionistas a escribir personajes, porque pareciera que piensan “¿Para qué escribimos personajes si existen los clichés?” Nadie espera que estas películas tengan personajes profundos, pero ¡repiten los mismos clichés en todas! En ésta incluso se llega a un punto en el que uno no sabe cuántos muchachos hay, quiénes se han muerto y quiénes siguen vivos… y tampoco nos importa.

    Hay que reconocer, eso sí, que las actuaciones en esta entrega están un poquito por encima de los estándares de la franquicia. Digamos que la mayoría de los intérpretes están como en tono de telenovela mexicana.

    La idea de los poderes psíquicos de Tina es descabellada; pero funciona de algún modo. A final de cuentas, todo el numerito parece una especie de Jason vs Carrie; porque, claro, las escenas de telequinesis en las que los objetos vuelan con hilitos tienen influencia de un montón de películas sobre psíquicos anteriores a ésta. Hacia el final de la cinta, cuando Tina usa sus poderes insertan planos detalle de sus ojos como en la mencionada Carrie: extraño presentimiento (De Palma, 1976); en algún momento, oprime el cráneo de Jason con telequinesis de una forma que en mucho recuerda a Scanners (Cronenberg, 1981) y, en diferentes momentos de la cinta, la chica tiene visiones premonitorias de la muerte de varios personajes al estilo de La zona muerta (Cronenberg, 1983). Y también está esa escena de muerte y desnudo íntegro filmada desde debajo del agua que se nota completamente “inspirada” por Tiburón (Spielberg, 1975).

    Casi tan mágicos como los poderes de Tina son algunos recursos del guión. Llaman especialmente la atención las creativas y complicadas armas homicidas de Jason, que parecen salir de la nada. ¿Un machete cañero? ¡Aquí está! ¿Un cortador de mangos? ¡Sin problema! ¿Una podadora esquinera con un disco de sierra en vez de cuerda? ¡Uff, aquí hay una docena! Pero ninguna de estas herramientas que salen de quién sabe dónde le gana al gato. Hay una escena en la que un gato asusta a uno de los personajes saltando fuera de un closet y ellos lo tratan como si fuera un viejo conocido… ¡cuando ésa fue su primera escena!

    El Deus ex machina del final es tan sensiblero y ridículo que ya no sé si se lo piratearon de Los padrinos mágicos –ya sé que esta cinta los precedió, estoy siendo sarcástico–, de Hechizada o, de plano, de La rosa de Guadalupe.

    Un elemento que sí me pareció muy interesante fue el hecho de que creo que ésta es la película en la que Jason, ahora zombificado, pasa más tiempo sin su máscara. Los huesos salidos de su cuerpo, eso sí, se ven como de esas playeritas que venden para los niños en Halloween, pero el look de Voorhees en su conjunto es interesante.

   También para esta entrega de la franquicia parece que ya está definido el Dies Irae de Hector Berlioz –y sus variaciones– como tema musical de Jason Voorhees.

    Así pues, Viernes 13 parte VII: la nueva sangre es una mala película, incluso estúpida por momentos y en la que uno no puede evitar preguntarse a cada momento: “¿Cuál es el punto de esto?”… pero si ya llegamos hasta la séptima entrada es porque eso nunca ha importado, ¿cierto? Es una de las entregas más rescatables de la franquicia: es entretenida y divertida, y la introducción del elemento sobrenatural es interesante aunque funcione a medias. Mientras estaba escribiendo este artículo tuve la sensación de que repetí textos de reseñas anteriores de películas de Viernes 13… pero si los realizadores repitieron personajes y argumentos descaradamente, ¿yo de qué me preocupo?

PARA LA TRIVIA: La idea original para esta película era enfrentar, por primera vez en pantalla, a Jason Voorhees contra Freddy Krueger; sin embargo, Paramount y New Line Cinema, dueños de los derechos de los personajes en aquel entonces, no pudieron ponerse de acuerdo y el guión tuvo que ser reescrito para sustituir a Freddy con Tina.

Viernes 13

Viernes 13 parte II

Viernes 13 parte III

Viernes 13: el capítulo final

Viernes 13 parte V: un nuevo comienzo

Viernes 13 parte VI: Jason vive

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TERRORVISION. ¡Miren, es el monstruo de los memes!

TERRORVISION

Ted Nicolaou, 1986

¡Ah, Empire International Pictures! La primera compañía productora del yuppie Charles Band que nos trajo maravillas de la serie B como Ghoulies (Bercovicci, 1984), Re-Animator (Gordon, 1985) y Trancers (Band, 1984). Adentrarse en la filmografía de esta productora de cintas de bajo presupuesto que llegó a ser la reina del mercado de los cineclubes es aventarse un clavado a un mundo estrambótico y surrealista de tramas absurdas, estética cutre y entretenimiento garantizado. TerrorVision, uno de sus grandes fracasos de taquilla, es una de tantas de sus películas que se convirtieron en cintas de culto.

    Stanley (Gerrit Graham), el jefe de la familia Putterman –que estoy casi seguro es un chiste de juego de palabras entre las aficiones del papá por jugar golf… y por intercambiar parejas–, un estrafalario clan de clase media alta de una parodia de la idílica suburbia estadounidense, acaba de instalar una nueva y sofisticada antena parabólica. Mientras tanto, el Sistema de Sanidad de Plutón se deshace de una monstruosa y letal mascota, desintegrándola para convertirla en energía y lanzarla al espacio. Pero algo sale mal y la antena parabólica de los Putterman capta al monstruo materializándolo a través de sus televisores. Ahora, la criatura irá devorándolos uno a uno en una noche de horror, comedia ramplona… y mucho slime.

    Desde la primera toma, la película nos advierte que tomarla en serio sería un error. Se trata de un stablishment de la supuesta superficie de Plutón mostrando una ciudad extraterrestre que se nota que está hecha con juguetes de plástico pintados con aerosol plateado. De hecho, uno de ellos es un modelo de la USS Enterprise de Star Trek puesto de cabeza y con piezas de menos. Por no mencionar que se nota a leguas que las secuencias en el jardín fueron filmadas en un estudio frente a un ciclorama; que cuando se llega a ver la fachada de la casa, ésta no es la misma que la de las escenas en el jardín o que el monstruo tiene rueditas para poder avanzar.

    Muy interesante resulta la estética de la casa de los Putterman… por decirlo de algún modo. Es grotesca, y estoy seguro que ése era el tono que los realizadores querían lograr. La decoración de los Putterman combina la estética kitsch de los 80 –que, por supuesto, incluye elementos retro de la moda de los 60– con elementos eróticos e hipersexualizados en todos y cada uno de los rincones de la casa, desbordando mal gusto… excepto el bunker del abuelo. Supuestamente, Ted Nicolaou y el diseñador de producción Giovanni Natalucci se pusieron a recorrer clubes de swingers en Los Ángeles supuestamente en busca de inspiración para los sets de la cinta.

    La burla se extiende también a los preppers y los veteranos de guerra paranoicos en el personaje del abuelo (Bert Remsen), quien se nota que no está del todo cuerdo. Además de que, como muchos abuelos de la vida real, éste se encarga de maleducar a los niños, como es el caso de Sherman (Chad Allen). Y ni qué decir de la libertad sexual que los Putterman dan a Suzy (Diane Franklin), su hija mayor… por cierto, ¿el cabello de Suzy está inspirado en Rainbow Brite?

     Según las películas de terror me han hecho saber, ser anfitrión de un bloque de películas viejas de serie B en algún canal de televisión de segunda es toda una tradición gringa y la legendaria Elvyra me da la razón. Pues en esta peli aparece Jennifer Richards en el papel de Medusa, una clara parodia de Elvyra; pero mucho más cínica. El papel originalmente se había pensado para Mary Woronov, actriz de la compañía de Andy Warhol quien se volviera recurrente en las películas producidas por Roger Corman y que finalmente terminó interpretando a Raquel Putterman en esta cinta.

    En otra serie de referencias, cuando los Putterman miran la TV, siempre están pasando fragmentos de viejas películas de serie B, como El mundo perdido (Allen, 1960), Robot Monster (Tucker, 1953), The Giant Claw (Sears, 1957) y Earth vs the Flying Saucers (Sears, 1956)… e incluso un encuentro de lucha libre mexicana con Tinieblas.  

     Eventualmente, los Puterman sobrevivientes adoptan al monstruo e intentan domesticarlo en lo que se convierte en una especie de parodia de E.T. el extraterrestre (Spielberg, 1982)… es como E.T. en crack.

    Lo que me lleva a otro detalle interesante: a pesar del abundante contenido sexual y la violencia… la verdad es que las muertes, muy aparatosas, eso sí, no son nada sangrientas. Es decir, sí hay fluidos y babaza por todos lados cuando el monstruo espacial usa una especie de tenaza para inyectar sus jugos gástricos en el cuerpo de sus víctimas para digerirlos fuera de su cuerpo y luego succionarlos con una especie de probóscide –más o menos como lo hacen las moscas–. Empero, lo que debería ser sangre es reemplazado con slime verde. Sea como fuere, a la película le dieron la clasificación R.

    Quizá las muertes se disfrutan un poco más por el hecho de que todos los personajes parecen oligofrénicos y, cuando por fin encuentran su sino, produce cierto alivio.

    Hasta eso, los efectos de maquillaje son decentes… no los de los monstruos, ésos se ven cada uno más chafa que el anterior; pero sí las escenas de muertes y licuefacción. Del mismo modo, los efectos visuales se ven bastante bien; lo que es bueno, porque en esta cinta se la pasan usando rayitos de rotoscopía… incluso los fogonazos de las ametralladoras fueron creados con esta técnica en vez de usar salvas.

    Quizá lo más rescatable de la peli es su tema musical, una rolita new wave muy al estilo de la época interpretada por la banda de Art Rock The Fibonaccis. Y, en la tradición de las bandas de rock de ponerse nombres de películas de terror que nadie recuerda, la banda británica The Spoilt Bratz cambió su nombre por el de Terrorvision tras mudar su sede en 1991.

    Terrorvision es, ciertamente, una película extraña. Su guión y sus actuaciones son malísimos y casi podría decir que es pura basura… pero no puedo. Siendo muy honestos, la película me parece en extremo divertida y es de ésas que son tan cutres que su visionado parece un viaje ácido a un mundo completamente surrealista que lo hace a uno preguntarse “¿Qué chingados acabo de ver?”. Que no quepan dudas: esta película es estúpida y parece muy orgullosa de ello.

    En una práctica común para las películas de bajo presupuesto, el poster de TerrorVision fue creado y distribuido antes de que el guión comenzara a escribirse siquiera. Empero, de poco le valió, pues fue un fracaso de taquilla tan estrepitoso que fue retirada de las salas de cine después de tan sólo cuatro días de exhibición.

PARA LA TRIVIA: Harry Shearer, famoso por interpretar las voces de Ned Flanders, el director Skinner y Kent Brockman en Los Simpson (1989- ), fue considerado originalmente para el papel de Stanley. Del mismo modo, el rol de Suzy estaba pensado para la cantante y actriz Belinda Carlisle.

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LA MASACRE DE TEXAS 2. ¿Es una mala secuela o una buena parodia?

LA MASACRE DE TEXAS 2

The Texas Chainsaw Massacre 2

Tobe Hooper, 1986

¿Cómo haces para que la continuación de una de las películas más exitosas en la historia del cine supere a la original? ¡Ah, pues muy fácil! No lo intentas en absoluto. En vez de eso, haces una película de un género completamente distinto ‒digo, le funcionó a Aliens: el regreso (Cameron, 1986)‒. Es más, haces una película que en realidad se está burlando de la primera parte. Pocas parodias-secuelas a lo largo de la historia han funcionado bien… en realidad, sólo puedo recordar La novia de Frankenstein (Whale, 1935) y Gremlins 2 (Dante, 1990), y La masacre de Texas 2… pero por poquito.

    La película cuenta la historia del teniente “Lefty” Enright (el excelentísimo Dennis Hopper y sí, estoy seguro de que el nombre de su personaje es un juego de palabras intencional), un policía del estado de Texas que vive obsesionado con atrapar a quienes asesinaron a sus sobrinos, Sally y Franklin Hardesty ‒de la primera película‒ trece años atrás. En los últimos años, una serie de desapariciones y extraños homicidios parecen indicar que los asesinos de los Hardesty han vuelto a las andadas y Lefty va tras su pista. Días antes del esperado partido clásico de football Texas vs Oklahoma, Vanita “Stretch” Brock (Caroline Williams), una guapa locutora de una estación de radio local, registra en audiocinta el último asesinato de la familia Sawyer (otro juego de palabras). Ahora, Lefty y Stretch unirán fuerzas para rastrear a los Sawyer hasta su guarida y acabar con su reino de horror.

    La historia de la génesis de esta película siempre me ha parecido peculiar. Quizá hoy día no es poco común ver secuelas que aparecen más de una década después de la película original, pero hace treinta años esto era más bien extraordinario… y una especie de suicidio comercial.

    Cuando Tobe Hooper estrenó la primera cinta de La masacre… estaba listo para hacer la secuela casi de inmediato. Y ya que, según los estudios que había hecho, el género cinematográfico más popular era el horror, seguido muy de cerca por la comedia, ya había decidido que la continuación de su película fuera cómica. Por desgracia, la compañía que se encargó de distribuir la primera cinta era en realidad un frente para lavar dinero de la mafia, por lo que ni Hooper ni los miembros de la producción original recibieron las regalías que les correspondían. El el director texano y sus abogados se enfrascaron en un litigio de más de una década para recuperar los derechos de la cinta.

    Para cuando Hooper consiguió los derechos de La masacre de Texas y pudo producir y estrenar una secuela, a nadie le importó. La película, producida por Cannon Films, compañía experta en películas de serie B y en tomar malas decisiones comerciales, fue un fracaso en taquilla. En gran medida, esto se debió a que trece años antes la película original había sido única e impactante; pero para 1986, año en el que el mercado ya había sido inundado por Michaels; Noches de graduación; sangrientos San Valentines; Jasons; Freddys; Re-Animadores; secuelas innecesarias, aunque sorprendentemente no taaaan malas de Psicosis; y toda la retahíla de slashers y científicos sanguinarios, La masacre de Texas 2 simplemente fue una película más del montón… y pasada de moda, además.

    Pero, ¿realmente era merecido tan infausto sino? Francamente, creo que no. Creo que el público simplemente se ensañó con esta película por ser tan diferente de la primera. O quizá sólo sea que la tercera es aún peor y la cuarta raya en lo francamente insoportable, y por eso ésta de pronto no se ve tan mal. Sea como fuere, es entretenida y sí me hace reír en algunas escenas.   

    La historia es descabellada; pero aun así resulta más o menos verosímil y el guión le brinda una oportunidad a Tobe Hooper, quien hace un cameo en la cinta como aficionado deportivo, de demostrar que tiene mucho más talento para el horror que para la comedia. Quiero decir, en general toda la cinta es más bien ramplona con un tono granguiñolesco y un humor splatstick[1] que haría sonrojar a Tom y Jerry.

    Las actuaciones de todos son caricaturescas y más tiradas hacia lo ridículo. Dennis Hopper hace un trabajo decente con Lefty, quien en el último acto de la cinta se deschaveta por su fanatismo religioso y termina en un fársico duelo de esgrima de motosierras contra Leatherface (Bill Johnson). Y por si esto no fuera suficiente, Edwin Neil, quien hiciera el papel de Hitchhiker en la primera cinta, no quiso regresar para la segunda en el papel de Chop-Top, por lo que el personaje le fue dado al actor ‒en aquel entonces novel, hoy día legendario‒ Bill Moseley, quien fuera descubierto por hacer una parodia de Hitchhiker en el corto para TV The Texas Chainsaw Manicure.

    Éste es otro elemento confuso en la película. El personaje de Moseley podría pensarse que es una nueva versión de Hitchhiker; pero no es así… aunque Hitchhiker sí aparece en la cinta. Me explico: Chop-Top es el hermano gemelo de Hitchhiker (o algo así) que estuvo en Vietnam y regresó después de los eventos de la primera cinta (ambientada en 1973, cuando la Guerra de Vietnam aún no concluía). Durante gran parte de la segunda película, Chop-Top juega con un cadáver momificado que ha convertido en títere; este cadáver se supone que es el de Hitchhiker, quien muere al final de la primera Masacre… arrollado por un trailer.

    En general, todo en esta película es exageración. Es muchísimo más sangrienta que la primera y no repara en mostrar escandalosas mutilaciones, cortesía del mago del maquillaje de efectos especiales Tom Savini. De hecho, la escena en la que Enright llega a la guarida de los Sawyer, rasga un lienzo y de él comienzan a brotar montones y montones de tripas quizá sea un poco demasiado ‒por no decir absurda‒.

    Con todo, la película iba a ser aún más sangrienta. Hooper filmó una escena en la que el camión de comida rápida de los Sawyer ‒chile con carne preparado con, adivinaron, carne humana‒ entra al estacionamiento del estadio de football y es atacado por un grupo de hooligans. Los Sawyer, faltaba más, contraatacan y terminan incorporando a los hooligans al menú. Sin embargo, por razones de la censura ‒y un poco de ritmo y narrativa, la verdad‒, esta secuencia quedó fuera del corte final de la película y los negativos se perdieron ‒sólo se conserva la copia de seguridad en Betamax‒. Sin embargo, algunas de las propuestas de Tom Savini para la secuencia fueron retomadas para El regreso de los muertos vivientes parte II (Wiederhorn, 1988).

    También la secuencia de créditos iniciales y el intro eran diferentes, pero fueron cambiados de último momento para parodiar al intro de la primera película.

    Lo que sí es muy diferente a la primera película es el personaje de Leatherface. Para empezar, el actor que lo interpretara en la primera cinta, Gunner Hansen, tampoco quiso regresar. En esta película, Leatherface es presentado más como un niño que como un psicópata ¡y hasta se enamora! La escena en la que Leatherface acorrala a Stretch en la bodega de la estación de radio y la amenaza/acaricia con esa motosierra ridículamente larga es una escena de eyaculación precoz, ¿no?

    Y cuando Bubba, como cariñosamente lo llaman sus hermanos, se enamora, Cook (Jim Siedow) ‒que en esta película sabemos se llama Drayton Sawyer‒ le pone una regañiza. Esto me devuelve a la ambigüedad que se planteó entre estos tres personajes desde la primera cinta: ¿Leatherface, Cook y Chop-Top son hermanos? ¿O Cook es su padre? ¿O ambas cosas? ¿Qué pasó con las mujeres Sawyer, por qué no hay ninguna? En la primera peli sólo estaba la abuela disecada y en ésta, la misma abuela, pero momificada en una especie de altar.

    También es interesante que, a través de toda la película ‒pienso en el Campeonato Interestatal de Chile con carne o el parque de diversiones Texas Battle Land‒, y particularmente con los personajes de Enright y LG (Lou Perryman), la cinta habla de la idiosincrasia texana. Satirizándola unas veces, ensalzándola otras… ¡Es como un episodio de Los Reyes de la colina (1997-2010)!

    Ésta fue la última película de la serie dirigida por Tobe Hooper ‒aunque produjo casi todas las demás‒ y, siendo honestos, es el verdadero final de la saga. La historia ya no tiene más a dónde ir, por eso todas las siguientes entradas de la saga han recurrido hasta cierto punto al remake o a las escenas “tributo” de la primera parte. Siendo aún más honestos y muy puristas, ésta fue la última película 100% original en toda la franquicia. Y ya con tanta secuela, remake y reboot, la cronología y el canon de la saga se vuelven confusos y más complicados que los de cualquier otro slasher.

    Aun cuando le tengo un cierto cariño a esta peli, he de reconocer que no es para todos. El tono sobreactuado de todo el numerito puede volverse cansino y el tercer acto es tan exagerado que se vuelve un sinsentido. Quiero decir, ¿alguien puede sacar algo en claro de las secuencias de los Sawyer en su escondite? Como sea, lo mejor del último tercio de la cinta son los sets de la guarida, en los que rinden un homenaje a la escena de la cena de la primera película… ¡oh, esperen! entonces ésta ya no fue la única secuela 100% original. La secuencia en la que Lefty encuentra el esqueleto de Franklin también está padre; pero las coreografías están terriblemente mal montadas y el final, con Stretch haciendo el Leatherface Dance, aunque es un lindo detalle –también una referencia a la cinta original–, se vuelve ridículo. Véala si quiere revivir los años gloriosos del VHS y los cineclubes; pero, de otro modo, puede obviarla.

PARA LA TRIVIA: Jim Siedow fue el único actor del reparto original en regresar para la secuela. Siedow fue un prominente actor de teatro desde la Segunda Guerra Mundial y ayudó a fundar muchos clubes teatrales en Houston, Texas. Los estrenos locales de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? Y La gata sobre el tejado caliente fueron dirigidos por él. Siedow alcanzó la fama fuera de Texas gracias a la primera Masacre…, por lo que le guardaba un cariño especial y no quiso aparecer en ninguna otra película que no le pareciera tan genial. La masacre de Texas 2 fue su última película. Siedow murió en 2003, a los 83 años, por complicaciones relacionadas con el enfisema.

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[1] Término que es la mezcla de las palabras inglesas “splatter” (salpicar), que fue el término con el que George A. Romero denominó a las cintas en las que se derrama mucha sangre pero tienen poco contenido y “Slapstick” (comúnmente entendido como “pastelazo”, literalmente “golpe con bastón”), que se refiere a la comedia simplona de infortunios físicos.

HOWARD, EL SUPERHÉROE. La primera película de un comic de Marvel y el origen de Pixar.

HOWARD, EL SUPERHÉROE

Howard The Duck

Willard Huyck, 1986

¿Cuál dirían ustedes que es la peor película adaptación de un cómic de Marvel? ¿Será Spider-Man 3 (Raimi, 2007) con su Peter Parker emo? ¿O será Los cuatro fantásticos (Story, 2004) con su guión sin sentido? ¿O es acaso X-Men orígenes: Wolverine (Hood, 2009)?… ¿Qué tal Howard, el superhéroe? ¿Y cuál dirían que es la peor película producida por George Lucas? ¡Star Wars Episodio II: El ataque de los clones (Lucas, 2002)! Dirán muchos… otros se inclinarán más por Star Wars Episodio I: La amenaza fantasma (1999), algunos otros quizá recordarán que también produjo las dos películas de los ewoks y la cuarta entrega de Indiana Jones, y su elección será obvia… Pero, ¿qué hay de Howard, el superhéroe?

    Muy ligeramente basada en los comics de Marvel, la película sigue la historia de Howard (Voz de Chip Zien), un cínico pato humanoide proveniente de un planeta donde todos son patos humanoides que fue traído a la Tierra por un fallido experimento con equipo de alta tecnología. Howard rescata a una rockera de poca monta llamada Beverly (Lea Thompson, a quien seguro recuedan como la precoz mamá de Marty McFly en la Trilogía de Volver al futuro [Zemeckis, 1985-1990]), quien lo lleva a vivir con ella. Pero un obsesivo científico, el Dr. Jenning (Jeffrey Jones a quien también seguro recuerdan como el papá de Lydia Deetz en Beetlejuice: el Superfantasma [Burton, 1988]), al intentar devolver a Howard a su planeta, es poseído por uno de los Señores Oscuros del espacio y ahora tratará de traer a sus congéneres para ayudarlo a apoderarse de nuestro mundo. Ahora, será la misión de Howard, Beverly y el atolondrado científico Phil Blumburtt (Tim Robbins… el pobre) detener a Jenning antes de que consiga su objetivo.

    Bien… ¿Por dónde empezar? Bueno, puedo decir que los efectos visuales son buenos. A cargo de Industrial Light & Magic, la compañía responsable por los efectos especiales de El regreso del Jedi (Marqueand, 1983), los rayos, lásers, explosiones, fueguitos, chispas y hasta algunos efectos con impresora óptica se ven geniales. La mayoría… porque las escenas en Stop-Motion que están sobrepuestas al Live-Action se ven bastante chafas ¡Y la pintura mate es horrenda! Digo, ya si uno nota que usaron pintura mate en las escenas es porque no está funcionando.

    Las actuaciones son horribles también, rayando en lo francamente insoportable. Tim Robbins, a quien generalmente considero un buen actor, da una sobreactuación súper botada en el papel del oligofrénico Philsie… Él ya tenía una carrera antes de esta peli, ¿por qué se dejó arrastrar? ¡El tipo estuvo en Top Gun: Pasión y gloria (Scott, 1986), por Cthulhu! ‒Que también es malita, pero al menos se deja ver‒. Lea Thompson está terrible. Si la adoramos en Volver al futuro, en esta cinta no podría actuar ni aunque su vida dependiera de ello y, francamente, a media película ya dan ganas de darle un golpe en la cara.

    Hay una regla con la cual no te metes en una película de superhéroes: el villano tiene que ser bueno. Todo lo demás en una peli basada en un cómic puede ser espantoso; pero al menos el villano debe ser bueno. Quizá no esté bien escrito, pero entonces buscas a un actor excelente para que lo interprete. Es por esa razón que Gene Hackman y Kevin Spacey fueron Lex Luthor; Ian McKellen y Michael Fassbender fueron Magneto; Alfred Molina fue el Dr. Octopus, William Hurt trataba de capturar a Hulk y Jack Nicholson fue el primer Guasón… y por esa razón ‒bueno, entre muchas otras‒ fue que las tres películas de los 4 Fantásticos, Batman & Robin (Schumacher, 1997) y Escuadrón suicida (Ayer, 2016) fracasaron miserablemente. Y Jeffrey Jones es buen actor, pero no tanto como para salvar a su personaje cuando es poseído por un alienígena, y sus parlamentos se vuelven largos y aburridos monólogos sobreexplicativos… el maquillaje está decente.

    Pero, sin duda, uno de los más grandes fallos de esta película es el propio Howard. Seguro que es difícil articular las palabras cuando el personaje no tiene labios, pero… ¿de verdad era imposible hacer que el lipsync coincidiera? Y también hay escenas en las que se le notan las costuras a la botarga o en los primeros planos en los que usaron un puppet… se ve claramente que es un puppet. Y no sé, como que en general al personaje le falta carisma.

    Quizá el más grande fallo de la peli es que nunca logra definir su tono ni, por lo tanto, su público. Hasta que la volví a ver ya de mayor fue que me di cuenta de que sólo había visto media película cuando niño y, lo peor, me di cuenta de que en realidad no me hacía falta. Y es que las dos mitades de la cinta parecen dos películas completamente diferentes.

    La primera mitad, por momentos, parodia el Film Noir, es mucho más cínica y más adulta. Básicamente trata sobre Howard lidiando con el mundo de los humanos. Y, de hecho, quizá sea demasiado adulta. Digo… tan adulta que se vuelve perturbadora. La escena en la que un par de punks tratan de violar a Beverly está bien, es decir, es comprensible y le da chance a Howard de ser heróico; pero… ¿por qué Howard termina trabajando en un burdel? ¿Y por qué Beverly tiene esta atracción claramente sexual por él? Digo, hasta tienen una escena en la cama, con Lea Thompson y su falta de carne en provocadora lencería… que le causa una erección a Howard… ¿Un condón para patos? ¿En serio? ¿Qué rayos es esto? Y, por supuesto, una de las escenas más perturbadoras en la historia del cine: la escena de la pata topless. Así es. Una hembra de pato. Topless. Bañándose en una tina… ¿Por qué? ¿Por qué una pata tiene tetas? ¿Y por qué tenemos que verlas? ¿Quién fue el furro maniático al que se le ocurrió esto? Y ésa es la escena infame, pero en realidad hay otra pata topless en la secuencia en la que Howard hojea su revista Playduck…

    Y ya que estamos en eso… cuando los policías arrestan a Howard, ¿abusan sexualmente de él? ¿Están haciendo un chiste sobre la violación tumultuaria de un pato? ¿Qué clase de Vargas Llosa es ésta?

    La segunda mitad tiene un tono mucho más ligero que, me imagino, es más alejado del tono de los cómics originales. De hecho, la introducción de la trama de la invasión alienígena se siente fuera de lugar, creo que sucede ya demasiado tarde en la cinta y su tono es mucho más infantil… por no decir infantiloide rayando en la oligofrenia. Por lo menos el Dark Overlord, que es una especie de cruza entre una langosta y un dinosaurio, se ve bien y tiene suficiente tiempo en pantalla. Bueno, el Stop-Motion está padre, aunque siendo honestos, el aspecto de la criatura es más cómico que aterrador.

    Al final de cuentas, creo que la única referencia directa que trata de recordarnos que esta película es la adaptación de un cómic de Marvel es un parlamento en el que Beverly dice: “I know you’re trapped in a world you never made…” (“Sé que estás atrapado en un mundo que tú no creaste…”) y eso es triste porque, en realidad, ésta fue la primera adaptación cinematográfica de un cómic de Marvel desde los seriales del Capitán América en la década de 1940, y fue la primera cinta de alto presupuesto ‒en su momento, fue la película más costosa producida por George Lucas con un presupuesto de 37 millones de dólares, superando a El regreso del Jedi, que costó 32 millones‒ de un cómic de la Casa de Spider-Man.

    Lo que también es triste es que pudo no haber sido una mala película. Willard Huyck y Gloria Katz, guionistas de la cinta, originalmente la concibieron como una película de dibujos animados. Cuando Universal Pictures tuvo la oportunidad de comprar el proyecto de la cinta, que sería producida por Lucas, no lo dudaron… después de todo, ya antes habían rechazado Star Wars (Lucas, 1977) y Cazadores del Arca Perdida (Spielberg, 1981), y no querían cometer el mismo error de nuevo. Pero sintieron que una película animada para adultos sería poco redituable, por lo que decidieron convertirla en un blockbuster veraniego para toda la familia ‒con escenas de patos erotizados‒, y anunciar con bombo y platillo que la había producido Lucas.

    El resultado se ve en pantalla.

    George Lucas es fanático de los cómics de Howard the Duck desde sus inicios a principios de los 70 y quería hacer una película basada en ellos desde la época de Locura de verano (Lucas, 1973). Cuando el éxito avasallador de la Trilogía Original de Star Wars le dio la oportunidad de, básicamente, hacer –casi– lo que se le pegara la gana en Hollywood, Lucas compró los derechos para Howard the Duck y levantó el proyecto en colaboración con sus guionistas de Locura de verano e Indiana Jones y el Templo de la Perdición (Spielberg, 1984), Gloria Katz y Willard Huyck. 

    Si uno usa un poco la imaginación, no es tan difícil darse cuenta de que la primera mitad de la cinta es el guión original para dibujos animados ‒inténtenlo y se imaginarán algo no muy diferente a algún segmento de Heavy Metal (Potterton y Halas, 1981)‒ y la segunda es el pegote que hizo Universal para convertirla en un melodrama familiar de acción/ciencia ficción/superhéroes. ¡Caray! La primera mitad funcionaría increíble como animación… ¡Hasta sería graciosa!

   Probablemente, Howard The Duck sea una de las peores películas que jamás se hayan producido; pero aún sigue siendo apta para consumo humano… con sus casi dos horas de duración. Es cansina, ridícula, y demasiado subida de tono para los niños, pero demasiado idiota para… quien sea. Ni siquiera se convirtió en una película de culto y no es de esas cintas que son tan malas que terminan siendo buenas, ésta es simplemente mala.

    Sin embargo, de todo este desastre pueden rescatarse dos cosas. La primera, la secuencia de la cacería del aeroplano en la que los stunts son muy buenos… y, por desgracia, dura demasiado. Y la segunda, las canciones rock/pop compuestas para el soundtrack por el músico británico Thomas Dolby, a quien quizá recuerden por su propuesta New Wave-Synthpop como solista y su éxito de 1982 She Blinded Me with Science. Dolby también fue el encargado de montar los números musicales en los que se tocaban sus canciones. Y, por cierto, Lea Thompson aprendió a tocar la guitarra y a cantar para dichas escenas.

    Al menos Howard fue reivindicado en la pantalla grande a través de su cameo en la escena post-créditos de Guardianes de la galaxia (Gunn, 2014), lo que desató el rumor de un reboot por parte de Marvel Studios. Sin embargo, Seth Green, quien hiciera la voz de Howard en Guardianes… ha desmentido los rumores y declaró que se trató simplemente de un chascarrillo por parte de la producción.

    Y después de que la viéramos queriendo echarse a su propio hijo en Volver al futuro y luego queriendo echarse a un pato extraterrestre en Howard…, uno empieza a pensar cosas chistosas sobre Lea Thompson… quien, por cierto, ha manifestado en su cuenta de Twitter su interés por dirigir un reboot de la cinta para Marvel.

PARA LA TRIVIA: Originalmente, George Lucas quería que Howard fuera el primer personaje completamente generado por computadora en la pantalla grande; pero la tecnología aún no estaba lo suficientemente avanzada para lograrlo. Decepcionado y en necesidad de re-capitalizar Lucasfilm, Ltd. después de que el merchandising de El regreso del Jedi pasara de moda y el fracaso en taquilla de Howard… negara la posibilidad de futuras regalías, Lucas decidió venderle Graphix Group, la división de Lucasfilm dedicada a los gráficos computarizados, a Steve Jobs, quien acababa de salir de Apple. Tras ser adquirida por Jobs, Graphix Group se convirtió en Pixar Studios.  

 

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LA GALAXIA DEL TERROR. La copia de ‘Alien’ con esa infame escena de la larva y la chica.

LA GALAXIA DEL TERROR

Galaxy of Terror, aunque también tuvo el título alternativo Mindwarp: an Infinity of Terror

Bruce D. Clark, 1981

Originalmente, New World Pictures, la compañía propiedad del Rey de la Serie B, Roger Corman, produciría Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979). Empero, por un impredecible giro del destino –que expliqué en mi artículo dedicado a la mencionada Alien–, el guión de Dan O’Bannon y Ronald Shussett terminó siendo producido por Twentieth Century Fox y se convirtió no sólo en un gran éxito de taquilla, sino en una de las películas más influyentes de todos los tiempos. Por supuesto, Corman, nunca avergonzado de “tomar influencia” –por no decir copiar– películas de éxito en versiones de calidad dudosa, no sería lento para colgarse del éxito del film de Scott y produjo varias cintas de horror y ciencia ficción que, más o menos, estaban en la vena de Alien. La galaxia del terror es, probablemente, la más lograda.

    En un futuro distópico en el que la humanidad ha colonizado el espacio, la nave espacial Quest parte de emergencia del planeta Xerces en una misión para rescatar a la tripulación de la nave Remus, siniestrada en el planeta Morganthus. Al llegar, el equipo de rescate descubre que la tripulación de la Remus ha sido brutalmente masacrada. Con la Quest descompuesta, sus tripulantes se internarán en una pirámide de origen desconocido en la que sus miedos más profundos se materializarán y los cazarán uno por uno.

    Anécdota curiosa: en el guión original de Alien, la tripulación de la Nostromo no exploraba las ruinas de una nave alienígena; sino las de un templo en el interior de una pirámide. De hecho, el guión de esta película, que es más o menos un largo sinsentido con vueltas de tuerca salidas de la nada –el final se siente como una patada en la entrepierna–, es un pastiche que medio acomoda secuencias aleatorias del primer tratamiento del guión de Alien.

    Dos cosas saltan a la vista sobre esta cinta. La primera es que, habiendo leído la sinopsis anterior, el argumento se antoja más o menos similar al de El planeta prohibido (Wilcox, 1956), el clásico de ciencia ficción protagonizado por Leslie Nielsen que es, a su vez, una adaptación de La tempestad, de William Shakespeare. Aunque La galaxia del terror tiene algo que el Bardo Inmortal no: gore y desnudos… al menos no en La tempestad.

    La segunda es la participación de dos actores que se convertirían en iconos del cine de terror. Por un lado, está Robert Englund, quien fuera elevado al Olimpo de Hollywood por su interpretación del asesino serial onírico Freddy Krueger y, por el otro, está el gigantón y barbudo Sid Haig, cuyos créditos incluyen cintas como Spider Baby (Hill, 1967); los clásicos del blaxploitation, Coffy (Hill, 1973) y Foxy Brown (Hill, 1974) y, por supuesto, el papel que lo inmortalizó, el del Sgto. Spaulding en la cinta de culto La casa de los 1000 cuerpos (Zombie, 2003).

    Mientras uno ve la película, otro aspecto es más que evidente: ésta no es una película de Serie B cualquiera. Sí, todo se ve deliciosamente cutre; sí, podemos ver que las paredes y los techos de las naves espaciales están hechos de platos desechables y huacales de plástico, respectivamente; sí, también notamos que los diagramas proyectados en las pantallas de las computadoras pertenecen evidentemente a un radio y sí, es más que evidente que la mitad de las locaciones de la película fueron creadas con maquetas y, más aún, con pintura mate, o que varios sets fueron reciclados de producciones anteriores de cintas espaciales de Corman. Pero se ve que detrás de todo eso hay una propuesta. Digo, hay cosas, como los suetercitos con aplicaciones moldeadas en látex, que se ven muy padres.

    Esto se debe, muy probablemente, a que el diseñador de producción de esta película fue el mismísimo James Cameron, quien en aquel entonces se encontraba haciendo sus pininos en la industria y trabajaba para Corman. Cameron también se ofreció como director de la segunda unidad cuando la producción notó que no habían filmado suficiente material para montar un buen corte de la cinta.

    Del mismo modo, el grotesco y sangriento maquillaje prostético, uno de los elementos más sobresalientes de esta cinta, fue creado por un incipiente Alec Gillis, quien sería discípulo de Stan Winston para luego co-fundar su propio estudio, Amalgamated Dynamics, quienes trabajarían en cintas como Alien: la resurrección (Jeunet, 1997) e Invasión (Verhoeven, 1997). También las criaturas se ven bastante decentes para el escaso presupuesto de la cinta.

    Y ya que estoy hablando de las criaturas, me siento obligado a comentar la infame escena del gusano… que es, básicamente, la escena por la que esta película es famosa. En ella, una larva crece hasta alcanzar dimensiones colosales y viola a Dameia, interpretada por la voluptuosa actriz Taaffe O’Connell, quien tuviera carrera previa como modelo y actriz de televisión. El desnudo íntegro de O´Connell no estaba en el guión; pero los realizadores se lo propusieron a la actriz y ella aceptó hacerlo a cambio de un incremento en sus emolumentos. La viscosa escena es una de las secuencias más extrañas –y supongo, creativas– que puedo recordar de una película de género. Según entrevistas, los gritos de O’Connell son 100% reales: la actriz estaba completamente desnuda en un set oscuro y frío, y la estaban mojando constantemente con babaza helada.

    Muy interesantes son también los ingeniosos recursos que usa la película para salvar su falta de presupuesto. Entre ellos, la fotografía juega un papel esencial. Jacques Haitkin, quien luego sería director de fotografía para las primeras dos entregas de Pesadilla en la calle del Infierno, utiliza la foto de manera propositiva y creativa para crear una interesante atmósfera alienígena y onírica llena de claroscuros e imágenes psicodélicas. Lo más sobresaliente, sin duda, es cómo utiliza la luz y los colores para crear espacios, haciendo que los limitados sets de la película se vean mucho más extensos y vastos.

    La parte que sí sufre bastante es la de los efectos visuales, pues se ven bastante baratos. Curiosamente, las composiciones con impresión óptica, la pintura mate y la perspectiva forzada no se ven nada mal; pero los pocos efectos rotoscópicos que la película usa sí están de pena ajena y ni qué decir de los disparos láser con sus efectos de sonido de Hanna-Barbera. Sin embargo, esa escena de Robert Englund enfrentando a su doppelgänger se ve mucho mejor que escenas similares de películas actuales.  

    Igualmente, las actuaciones quedan mucho a deber… pero tampoco tanto. Digo, el nivel histriónico de la mayoría de los involucrados es ciertamente dudoso; pero ni lo es durante toda la cinta ni es menos de lo que se necesita. Es decir, las actuaciones son cumplidoras y, si bien no son nada de otra galaxia –perdón, no lo pude evitar–, cumplen con su cometido y me parece que están por encima de las interpretaciones de otras películas del mismo estilo.

    Muchas de las escenas de peleas y coreografías sí están de risa loca.

    La galaxia del terror, como lo mencioné anteriormente, es probablemente la película más lograda en la legión de producciones de Roger Corman que, desde finales de los 70 hasta fines de los 80, trataron de colgarse del éxito de cintas como Star Wars (Lucas, 1977) y Alien, el octavo pasajero. Sobresale, además, por su peculiar estética y su bien logrado diseño… y, bueno, sí, por la escena del gusano; por no mencionar que es muy interesante ver los primeros pasos de James Cameron y encontrar influencias de esta cinta en otras como El exterminador (Cameron, 1984) y Aliens: el regreso (Cameron, 1986). Se trata de una película de culto superior al estándar del cine de Serie B de su tiempo.

    Además de que siempre se agradece ver películas en las que se nota que las mochilas pesan algo. En este caso, se trata de las clásicas mochilas del futuro con faros de motocicleta en los hombros.  

PARA LA TRIVIA: La versión original de la cinta obtuvo la temida clasificación X de la MPAA, por lo que varias escenas fueron cortadas o modificadas para alcanzar la clasificación R. A saber: varias escenas de mutilación y destripamiento, se retiraron los efectos de sonido de huesos crujiendo durante la muerte de Alluma (Erin Moran) y la escena del gusano fue recortada, pues era mucho más explícita. El corte original de la película se ha reportado como destruido o perdido.

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ROBOTS ASESINOS. Un clásico de la era del videoclub de Roger Corman.

ROBOTS ASESINOS

Originalmente titulada Killbots, sería reestrenada como Chopping Mall.

Jim Wynorski, 1986

Existen dos versiones de esta cinta. La versión original que se estrenó en cine y se distribuyó en video con una duración de 77 minutos, y la versión para TV con 95 minutos de duración. La diferencia son escenas extendidas ‒que le dan al traste al ritmo de la cinta‒ de los personajes de Ferdy y Alison conversando y mirando televisión, y tomas aéreas de establecimiento al exterior del centro comercial. La versión para TV nunca fue lanzada a la venta en formato casero.

¡Ah, las películas de videoclub tienen ese je ne sais quoi que me fascina! Sus portadas sugerentes pintadas con aerógrafo, sus títulos extraños prometiendo un nivel dudoso de calidad; sus creativos, aunque poco logrados monstruos, sus malas actuaciones y sus muy agradecidos desnudos gratuitos. Digo, porque claro que había muchas películas de gran presupuesto en los videoclubes; pero había muchas más que o se filmaban específicamente para ese “selecto” mercado o que se hacían famosas de renta en renta. Éste último es el caso de Robots asesinos.

    Esta peli, producida por la compañía independiente Concorde, propiedad el Rey de la Serie B, Roger Corman, cuenta la historia del centro comercial Park Plaza Mall. El nuevo sistema de seguridad del Park Plaza consiste en una flotilla de robots provistos de armamento de alta tecnología que neutralizará a cualquier posible asaltante. La noche en que son puestos en funcionamiento los robots, un grupo de empleados decide quedarse después de la hora de cierre para armar una alocada fiesta. Por desgracia, un rayo alcanza la computadora central que controla los robots, convirtiéndolos en máquinas asesinas que identifican como amenaza a cualquiera que se les ponga enfrente.

    No hace falta mucho seso para darse cuenta de la evidente influencia de la obra maestra de James Cameron, El exterminador (1984), en esta cinta. Incluso la Final Girl, Alison (Kelli Maroney), tiene cierto parecido con Linda Hamilton y está vestida de manera similar a como lo hacía el personaje de Sarah Connor. Y quizá los Killbots no tengan el carisma de Arnold Schwarzenegger, pero su diseño está padre y se ve muy de los 80. Me recuerdan a Número 5, el robot de la película Corto circuito (Badham, 1986), pero malvados… y en bajo presupuesto. Y ambas películas se estrenaron el mismo año, por no mencionar que en Corto circuito la causa del mal funcionamiento del robot también es un rayo… interesante.

    La película originalmente se llamó Killbots, pero le cambiaron el título por el juego de palabras Chopping Mall después de re-estrenarla debido a una pésima recepción en taquilla. De hecho, en varias escenas, los personajes se refieren a los guardias de seguridad robóticos con el término “Killbots”. Éstos fueron construidos y operados por Robert Short, artista de efectos especiales que colaboró también en películas como Viaje a las estrellas (Wise, 1979) y E.T. el extraterrestre (Spielberg, 1982).

    Los efectos especiales son muy buenos en algunas escenas, como en la que le vuelan la cabeza a una chica con un disparo de plasma; en otras son terribles, como la muerte del personaje de Barbara Crampton dizque incinerado… ¡y se nota a leguas que es un doble! o la muerte del personaje de Dick Miller, el actor fetiche de Roger Corman a quien seguro recuerdan como el Sr. Futterman en Gremlins (Dante, 1984), que es verdaderamente hilarante. 

    Y, hablando de Roger Corman, esta película no tiene el mayor empacho en ser auto-referencial. En el restaurante de hamburguesas en el que trabajan dos de los personajes, las paredes están tapizadas con películas de Concorde, New Concorde y New World, compañías propiedad del mencionado Corman ¿Vieron el poster de La galaxia del terror (Clark, 1981)? Por si fuera poco, en una escena podemos observar que los personajes ven por televisión otra película de Corman: El ataque de los cangrejos gigantes (Corman, 1957). Del mismo modo, la tienda de mascotas se llama “Roger’s Little Shop of Pets”, una clara referencia al clásico dirigido por Croman, Little Shop of Horrors (1960). En otra escena, una de las víctimas de los Killbots trata de detener a su agresor gritándole “¡Klaatu barada nicto!”, una obvia referencia a El día en que paralizaron la Tierra (Wise, 1951)… en la que Corman no tuvo nada que ver, pero como chiste local está bueno.

    Como puede advertirse pues, esta película no se toma a sí misma demasiado en serio y creo que tampoco deberíamos hacerlo nosotros. Digo, aunque uno de verdad lo intentara, es difícil tomarse en serio una película en la que los robots disparan plasma acompañado por el cómico efecto de sonido que se usara para los rayos de las naves invasoras en La guerra de los mundos (Haskin, 1953). El efecto es tan hilarante que Tim Burton lo utilizó para las armas marcianas en su comedia Marcianos al ataque (1996).

    Además, la cinta tiene elementos abiertamente cómicos. Como el intro, que describe la frenética vida de la clase media estadounidense de los 1980 en un centro comercial y que me pareció de antología. Seamos justos, a pesar de su guión chafa, la película tiene un cierto subtexto. Bueno, básicamente se piratea la crítica social de El amanecer de los muertos (Romero, 1979), sobre el consumismo y que no necesitas nada más si estás en un centro comercial; pero aun así es efectiva… y un poco más light. Digo, creo que la edad de oro de los centros comerciales puede ubicarse desde finales de los 70 hasta finales de los 90, por lo que la crítica parece acertada.

    La mayor parte de la película fue filmada en locación en el centro comercial Sherman Oaks Galleria, en el centro de Los Ángeles, donde también se filmaran películas como Comando (Lester, 1985)y Fast Times at Ridgemont High (Heckerling, 1982). Algunas otras escenas fueron filmadas en estudio.

    Si el guión es malito, las actuaciones no son mucho mejores; pero al menos se dejan ver… o dan risa. Incluso la hermosa Barbara Crampton está mejor en otras películas malitas como Resurrección satánica (Gordon, 1985) o, la que a mi gusto fue la mejor actuación de su vida, El perfil del Diablo (AKA Re-Sonator, Gordon, 1986). ¡Ah! ¿Qué sería de las películas de videoclub sin las escenas topless de Barbara Crampton?

    Lo que sí es muy bueno es el soundtrack. Compuesto por Chuck Ciriano en un estilo SynthPop que suena tan a película de serie B de los 80, con ciertos guiños al tema de El exterminador. Increíblemente, este soundtrack en su forma de álbum apenas fue lanzado a la venta como un LP en años recientes.

    Así pues, si uno no está en ánimos de ver una película densa; sino entretenida, Robots asesinos es una gran opción. Es divertida, entretenida, alocada y algo ramplona; pero lo bueno de no prometer mucho es que no decepciona a nadie. No es ninguna joya del Séptimo Arte, pero sin duda es una cura infalible contra el aburrimiento; en especial si uno no es tan quisquilloso como para que le moleste que, en la escena de la tienda de mascotas, a pesar de escucharse una barahúnda de animales, las jaulas están vacías.

PARA LA TRIVIA: El personaje de Alison Parks, interpretado por Kelli Maroney, fue nombrado así en honor a la modelo Allison Parks, quien fuera Playmate del Año en 1966.

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EL CAMINANTE. Nunca le des aventón a un desconocido con cara de loco.

EL CAMINANTE

The Hitcher

Robert Harmon, 1986

La prestigiosa cadena de televisión premium por cable HBO se inició como productora cinematográfica a principios de los 80. El caminante, producida al alimón con Tri Star Pictures (que en aquel entonces era una productora por cuenta propia y relativamente nueva), fue un fracaso comercial que se convertiría en una cinta de culto décadas más tarde. Basada levemente en una leyenda urbana e inspirada mayormente, según su guionista, Eric Red, en la canción Riders on the Storm de The Doors, la película es una muy afortunada mezcla entre un slasher y una road movie… y es escalofriante.

    Jim Halsey (C. Thomas Howell) es un muchacho que ha aceptado un empleo trasladando un automóvil a través de EE.UU. Cuando Halsey recorre las áridas carreteras de Texas –según Hollywood, parece que todo lo malo pasa en la tonta Texas–, decide recoger a John Ryder (Rutger Hauer), un misterioso autoestopista; pero pronto se arrepentirá de ello, pues el tipo es un asesino psicópata quien, siempre dos pasos adelante, comenzará a jugar con el chico un juego perverso en el que los cadáveres se van acumulando y parece no haber salida.

    Si recuerdan mi crítica de Reto a muerte, podrán advertir que los argumentos de ambas películas se parecen; sólo que ésta está mucho mejor hecha, a pesar de que también se trató de la ópera prima de su director.

    El guión inmediatamente atrajo la atención de varias casas productoras; sin embargo, muchas de ellas se sintieron incómodas con la excesiva cantidad de violencia en la película y decidieron rechazar el proyecto. Tal fue el caso de Universal Pictures y Twentieth Century Fox, habiéndose apalabrado esta última para distribuir la cinta y retractándose de último momento. Incluso productoras más pequeñas, cuya línea iba mucho más acorde con el tono de la peli, como Orion Pictures y New World Pictures declinaron la oferta de su distribución.

    Luego de algunas reescrituras en las que se le bajó un poco el tono a la cinta, ésta fue producida usando un borrador de guión que daba para una película de tres horas. Sin embargo, algunas de las escenas más extremas de este tratamiento del guión nunca se filmaron. Tal fue el caso de una escena de sexo explícito, una larga secuencia de Ryder masacrando a una familia completa y una decapitación.

    Aun así, lo que quedó es bastante fuerte. Ésta es una cinta perversa, cínica y cruel, y el crítico Roger Ebert, quien se encuentra entre quienes opinan que la cinta tiene un subtexto homoerótico, mencionaba que se trata de una película que ni siquiera tiene el valor de admitir de qué se trata realmente: sadomasoquismo homosexual. SPOILER Y también está el hecho de que, al final, Halsey queda tan trastornado que todo parece indicar qu él mismo ociupará el lugar de Ryder TERMINA SPOILER.

    Algo que me encanta de esta película es la forma en la que maneja el suspenso. En este caso no se trata de adivinar quién es el asesino, pues eso se sabe desde el principio; sino que la expectación viene de pensar en dónde estará y qué estará haciendo John Ryder siempre que no está a cuadro, puesto que ya nos ha demostrado lo que puede hacer cuando aparece. Como dije arriba, parece que siempre está dos pasos adelante.

    La fotografía es un elemento determinante para tal efecto. John Seale, cuyo currículum como cinefotógrafo incluye La sociedad de los poetas muertos (Weir, 1989), Harry Potter y la Piedra Filosofal (Columbus, 2001) y Mad Max: Furia en el camino (Miller, 2015), utiliza los diferentes planos como elementos terroríficos, de tal forma que los planos detalle (como la sangre en los tenis de Jim o la infame escena del dedo en las papas a la francesa) nos dan vistazos de que algo está muy mal; pero no nos permiten ver el horror por completo, incitando a la imaginación del espectador a hacer el resto. Ésta es una película de terror que se disfruta mucho más si uno le pone toda su atención.

    Siguiendo con la fotografía interesante, puedo decir que ésta se convierte en un elemento narrativo dinámico que contribuye a la construcción del terror y el suspenso. Es impresionante cómo, en medio del desierto, la cinta logra crear una sensación de claustrofobia y soledad… y en las escenas en el interior del automóvil ésta es aún más notable.

    Por cierto, a pesar de que la historia está ambientada en Texas, la película se filmó en estudio y en locaciones en el Estado de California… como las montañas en el horizonte delatan inmediatamente.

    Por si todo esto fuera poco, la película complementa el terror del asesino psicópata con otro mucho más mundano y palpable –en especial para uno que es mexicano–: el de la Policía incompetente y abusiva. De hecho… si uno saca cuentas, creo que Jim pasa más tiempo huyendo de la policía que de Ryder… ¡Y cómo olvidar esa escena del helicóptero!

    SPOILER Aún más impresionante es la escena de la muerte de Nash ¡y eso que no se ve nada! La bella Jennifer Jason Leigh hace un gran trabajo interpretando a la mesera Nash, la única aliada del pobre Halsey a lo largo de su travesía… y por ello deberá pagar un precio muy alto. Red siempre estuvo muy en desacuerdo con que la muerte como tal de Nash, partida a la mitad por el trailer conducido por Ryder al jalar de ella mientras está encadenada a otro trailer, no se mostrara explícitamente en la película. Esta escena fue la que causó mayor incomodidad entre las casas productoras. Incluso los ejecutivos de Tri Star intentaron suavizar el impacto de dicha secuencia pidiendo que se añadiera una escena de funeral para Nash. Los productores se negaron.

    El resultado final me parece brillante y es un verdadero golpe a las reglas del juego. Digo… uno no suele matar a la co-protagonista e interés romántico del personaje principal y menos de una horma tan retorcida y, sin embargo, esta cinta se atreve a hacerlo y creo que merece reconocimiento por ello. Y sí, esta escena es mostrada en toda su sangrienta gloria en el remake de 2007. TERMINA SPOILER

    Ahora que lo menciono, esta cinta a veces pide mucho del espectador. No sólo en el sentido de que sí hay que ponerle mucha atención; sino que también hay que apagar la lógica un ratito. Pero creo que el resultado lo vale.

    No es difícil. Es una cinta con la que es fácil dejarse llevar, particularmente gracias a las maravillosas actuaciones. Por supuesto, quien se roba el show es Hauer, a quien sus propios compañeros de escena le tenían miedo debido a la intensidad de su interpretación. Esto se nota en escenas como aquélla en la que Ryder amenaza a Halsey con una navaja automática. Hauer no sólo improvisó el diálogo de la escena, sino también el lugar donde coloca la navaja, por lo que el terror de Howell al ver la punta del arma apuntando directamente a su ojo es completamente real.

    La música de Mark Ishman es una muy interesante composición en sintetizador que se siente minimalista y que complementa perfectamente la atmósfera tétrica de la película, contribuyendo al sentimiento de angustia que las imágenes en pantalla generan.

    El caminante es, en toda regla, una película de culto.  Habiendo fracasado en su corrida original, esta cinta permaneció mayormente fuera del radar hasta principios del siglo XXI, cuando fue lanzada a la venta en DVD –ni siquiera fue popular en los videoclubes, como muchas de sus contemporáneas–. De ello se entiende que una secuela de increíblemente inferior calidad haya sido producida casi 20 años después de la película original, al igual que un remake más que competente con Sean Bean.

    En mi opinión, podría tratarse de una de las mejores pelis de horror de la década de los 80 y, definitivamente, merece por lo menos un visionado por parte de cualquier aficionado del género, siquiera por la inquietante interpretación de Hauer, que es un verdadero portento.PARA LA TRIVIA: Rutger Hauer realizó sus propios stunts automovilísticos, para asombro de los pilotos acrobáticos contratados por la producción.

PARA LA TRIVIA: Rutger Hauer realizó sus propios stunts automovilísticos, para asombro de los pilotos acrobáticos contratados por la producción.  

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EL PERFIL DEL DIABLO. «Re-Sonator» fue el nombre más popular de esta adaptación de un cuento de H.P. Lovecraft.

EL PERFIL DEL DIABLO

Es el título oficial que le pusieron en México a la película que es mayormente conocida como Re-Sonator, aunque está basada en el relato titulado Del más allá, y que en EE.UU. literalmente se llamó
From Beyond

Stuart Gordon, 1986

La triada del director Stuart Gordon, el productor Brian Yuzna y el guionista Dennis Paoli había logrado su primer gran éxito al adaptar el relato del Amo del Horror Cósmico, H.P. Lovecraft, con muchas libertades en una película que se volvió el pilar de los algunos videoclubes: Resurrección satánica (1985). El equipo entonces comenzó a trabajar en su siguiente obra, una nueva y aún más retorcida adaptación de una historia de Lovecraft, pues como fans del ciclo de Edgar Allan Poe de Roger Corman, querían hacer por Lovecraft lo que Corman hizo por Poe. Yuzna se llevó la producción a Italia y Gordon filmaría dos películas simultáneamente: La adaptación de Del más allá, repitiendo a la mitad del reparto de Herbert West…, y el oscuro cuento de hadas Muñecos malditos (1987). Yuzna recurrió nuevamente a Empire Entertainment para producir la película; pero la mala gestión de su director, Charles Band, desembocó en que la producción se fuera al caño y marcó el fin de su relación laboral con Yuzna.

    Aun así, la película se concluyó y se distribuyó ‒con un número muy limitado de copias‒, y a mi gusto, aunque es mucho menos popular que su predecesora, a nivel dramático me parece muy superior. Qué lástima que el público de Re-Animator, que era a quienes estaba orientada, no se mostró tan entusiasta.

    La película narra la historia de Crawford Tillinghast (regresa Jeffrey Combs, esta vez en el papel del bueno… o algo así), asistente del Dr. Edward Pretorious (Ted Sorel en una obvia referencia a La novia de Frankenstein [Whale, 1935]) de la Universidad de Miskatonic, quien es acusado del asesinato de su jefe y recluido en una institución mental. Tillinghast es puesto bajo la custodia de una radical psiquiatra, la Dra. Katherine McMichaels (regresa la hermosa Barbara Crampton), y el exjugador de foot-ball Bubba Brownlee (Ken Foree, a quien seguro recuerdan de El amanecer de los muertos [Romero, 1978]) para que juntos esclarezcan el brutal homicidio de Pretorious. Al regresar al laboratorio, Tillinghast les muestra a sus guardianes el Resonador, una máquina creada por Pretorious que produce ondas sonoras en una frecuencia específica para estimular la glándula pineal, permitiendo a los usuarios percibir a seres de otras dimensiones. Así, los investigadores descubrirán que Pretorious podría no estar muerto, sino algo mucho peor…

    El perfil del Diablo es la sucesora espiritual de Herbert West, de eso no cabe duda; pero más allá de ser un premio de consolación por no haber hecho una Re-Animator 2 ‒ésa se hizo después ya sin la colaboración de Gordon‒, trata de ser una evolución de la misma. Mientras Re-Animator se nutrió de alrededor de seis relatos diferentes, El perfil… fue adaptada de un cuento de seis páginas, por lo que el resultado final le debe aún menos a la fuente literaria que su predecesora[1].

    Se trata también de una película mucho más oscura. Herbert West… tenía tonos caricaturescos más propios del Grand Guignol; en cambio, Del más allá ‒porque, francamente, a mí me gusta más llamarla así‒ se toma mucho más en serio. Bueno, quizá excepto por la escena de la muerte de Bubba, que parece sacada de los Looney Tunes ‒en realidad es parecida al tipo devorado por pirañas en la película italiana de caníbales Antropófagos (comidos vivos) (Lenzi, 1980)‒. Pero el resto es más retorcido, hipersexualizado y hasta más profundo.

    De hecho, el guión de esta película es mucho más rico y funciona en más niveles. Con el montón de cosas que pasan, es casi increíble que funcione tan bien como lo hace. El mismo Yuzna dice: “Tiendo a poner un montón de cosas en las películas […]. Sé que Stuart me ha dicho que en El perfil del Diablo teníamos un par de películas. Tiendo a sobrecargar estas cosas con ideas a veces”[2].

     Las actuaciones son bastante decentes y en este punto también me parece que la peli supera a su predecesora. Como lo mencioné arriba, en esta ocasión las actuaciones son más sutiles, y Crampton y Combs tienen muy buena química en pantalla. A esta dinámica se suma Foree, cuyo personaje es más mundano y cínico que los otros tres ‒finalmente, es el único que no es un científico‒, y ayuda a equilibrar la película. Por cierto que, aunque Gordon sabía que Foree había actuado en El amanecer de los muertos, lo escogió para el papel mediante casting.

    Y aun cuando en esta cinta la perversión aumenta, hay menos sangre que en Herbert West… Menos sangre y más babas, creo, jaja. Porque, a final de cuentas, la película se convierte en una especie de obra de horror corporal, muy al estilo de David Cronenberg. De hecho, se parece un poco a La mosca (Cronenberg, 1986), pero no tan bien hecha.

    Por otro lado, la peli sigue más o menos el esquema planteado por Re-Animator. Incluso, el color que se usará para identificarla será el rosa intenso, como en Herbert West… fuera el verde limón. Ah, esos títulos de color rosa neón sobre un fondo negro… Si alguien puede pensar en algo que grite más “los 80” que eso, por favor, dígame.

    Me gusta que desde el prólogo aparece el factor preternatural, porque si ya desde antes de los créditos iniciales salen las criaturas cariñosamente apodadas “lampreas del más allá” ¿Qué se puede esperar del resto de la peli? Pues lo que aparece: un montón de grotescas transformaciones corporales, trucos de cámara con actores y botargas, sabandijas carnívoras interdimensionales ‒bueno, en realidad algo dicen de que las lampreas del más allá cohabitan esta dimensión con nosotros, pero que no las percibimos ni ellas a nosotros porque nuestras moléculas vibran en diferentes frecuencias‒, efectos de maquillaje efectivos a pesar del bajo presupuesto, sanguijuelas gigantes y una explosión al final. Porque no hay nada que pueda mejorar una película de bajo presupuesto tanto como una explosión, ¿cierto?

    Lo que sí está bastante chafón es la criatura con alas en la que termina convirtiéndose Pretorious, a la que trataron de darle vida a través de la animación Stop-Motion y la impresión óptica con resultados lamentables. Ni siquiera parece que el puppet de Stop-Motion y el de las escenas en Live-Action sean la misma cosa.

    Y, por supuesto, ¿qué sería de las películas de serie B de los 80 sin las escenas topless de Barbara Crampton? Ya en Re-Animator había mostrado sus encantos al público; pero en esta película deja una impresión indeleble con ese traje de dominatrix que, según Gordon, tuvo que mandarse a hacer a la medida de la actriz porque, después de probarse un par de centenares en varias sex shops, ninguno le ajustaba[3]. Y en palabras de la misma Crampton, la Dra. McMichaels es su personaje favorito de todos los que ha interpretado bajo la dirección de Gordon[4].

    En conclusión, es una película superior a Re-Animator en muchos sentidos, particularmente los aspectos técnicos; pero en la que algo extrañamente no termina de cuajar. Con el cuento de Lovecraft casi sólo comparte el nombre, pero no por eso es mala. Para bien o para mal, nunca generó una secuela y, por alguna extraña razón que no puedo comprender, jamás se ha re-editado en formato 3D ¿Se imaginan las posibilidades que eso tendría?

    Finalmente, debo ser muy honesto y admitir que me costó mucho trabajo escribir este artículo. La cosa es que Del más allá no es una píldora fácil de tragar. Si te gustó Re-Animator, muy probablemente te guste esta película; pero también es muy posible que no, porque en el fondo son muy diferentes. Además, causa un sentimiento extraño que puede irse hacia la fascinación o hacia la franca repulsión. Se trata de una película que no es para todos y que en realidad es difícil de describir, hay que verla.

PARA LA TRIVIA: Tanto en Re-Animator como en esta cinta, el director Stuart Gordon usó asesores médicos y de enfermería para que los procedimientos que se ven en pantalla fueran realistas.

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[1] JAY, Dave, Empire Entertainment, publicado en HorrorHound No. 38, Noviembre/Diciembre de 2012.

[2] Yuzna, Brian, citado en WIATER, Stanley, Dark Visions: Conversations with the Masters of Horror Film, Avon Books, New York, 1992. P.215. La traducción es mía.

[3] Gordon, Stuart, citado en CRAMPTON, Barbara, Stuart Gordon: Gentleman of Splatter, publicado en Fangoria No. 317, Octubre de 2012. P. 38. Traducción mía.

[4] Idem.

LA GENTE DETRÁS DE LAS PAREDES. La película olvidada de Wes Craven.

LA GENTE DETRÁS DE LAS PAREDES

The People Under The Stairs

Wes Craven, 1991

Wes Craven fue, sin duda, uno de los más prolíficos e interesantes creadores de cine de género. La obra de Craven, quien era psicólogo de profesión, es generalmente reconocida como una de las más logradas y más “cultas” o “intelectuales” del cine de terror. Sea o no cierto, Craven también tiene una buena colección de películas fallidas; pero, sobre todo, de películas raras que se volvieron de culto y con las que no queda muy claro qué fue lo que trataba de hacer. La gente detrás de las paredes entra en esta última categoría.

    La cinta cuenta la historia de Fool (Brandon Quintin Adams), un niño afroamericano de un barrio marginal a quien sus caseros están por desalojarlo del departamento en el que vive, junto con toda su familia, por no tener dinero para pagar la renta. Es entonces que Leroy (Ving Rhames), un amigo de la hermana mayor de Fool, lo recluta para participar en un atraco: robarán la casa de sus caseros, que se dice que guarda un incalculable tesoro de monedas de oro. También se dice que los niños que han entrado en ella jamás fueron vistos de nuevo.

    El argumento está más o menos basado en un caso real en el que un par de ladrones entraron a robar una casa y desaparecieron sin dejar rastro. Cuando la Policía investigó el incidente, descubrió que los dueños de la casa mantenían a sus hijos prisioneros en su interior.

    Como bien puede advertirse desde la sinopsis, esta película utiliza la estructura de una leyenda urbana: la casa tenebrosa del vecindario –que en este caso es una fortaleza diseñada para que nadie salga– , el tesoro escondido y los robachicos, y la eleva al nivel de una narración épica de aventuras… pero también de terror.

    Creo que ésa es una de las principales características de esta cinta y es al mismo tiempo su mayor virtud y su mayor fracaso: no hay el más mínimo atisbo de consistencia en su tono. En general, puede verse como una cinta familiar de aventuras, de ésas que abundaban en su época. Por otro lado, tiene muchas secuencias que apuntan a elevados momentos de comedia negra. En otros momentos utiliza elementos de terror y horror suficientes para volverla inquietante. Todos estos géneros, con sus respectivos tonos, van y vienen a lo largo de la película y el resultado es… interesante.

    Quizá lo que más llama la atención de esta mezcolanza son sus villanos. Identificados a lo largo de la película únicamente como “Mami” (Wendy Robie) y “Papi” (Everett McGill), se trata de una pareja de hermanos incestuosos que vive como si fuera un matrimonio en su retorcida versión de una familia. Y eso es sólo el principio, pues por el traje BDSM que utiliza Papi no podemos sino imaginar sus perversos fetiches sexuales… y quizá preferiríamos no hacerlo. Además de que, durante toda la segunda mitad de la película se mantiene la duda: ¿Papi abusaba sexualmente de Alice (A.J. Langer), su supuesta hija?

    Craven escogió a Robie, quien recuerda esta peli como el proyecto más divertido en el que ha trabajado, y McGill por su interpretación del matrimonio Hurley en la serie de TV de culto Twin Peaks (1990-1991).

    Las actuaciones de ambos son grandilocuentes y exageradas, y los personajes son tan camp que casi parecen sacados de un episodio de la serie de TV de Batman… y, a pesar de todo, funcionan. A pesar de que prácticamente son caricaturas, los villanos de la cinta son francamente aterradores y, siempre que están a cuadro, hay algo perturbador acerca de ellos que uno no alcanza a precisar. Sin duda, Mami y Papi se roban la película.

    También merece una mención especial la interpretación de Rhames en el papel de Leroy quien, nos queda claro, es un ladrón y no un héroe virtuoso. Los únicos virtuosos en este retorcido cuento de hadas contemporáneo son la pareja protagonista, Fool y Alice. Por cierto, que siempre me pareció que los muñecos que Alice movía por medio de hilos para guiar a Fool cuando entra a la casa eran una especie de referencia a Ariadne y Teseo.

    Gran parte de la cinta está empapada de un delicioso humor negro y algunos chistes bastante macabros, como la escena con la marioneta hecha a partir del cadáver de Roach (Sean Whalen) y algunas notas sobre el canibalismo. Lo que sí siento que no funciona en absoluto es el final, que se siente añadido y demasiado optimista para el resto de la película SPOILER e, incluso, tira por la borda todo el asunto de los niños secuestrados, la “gente detrás de las paredes” que da título a la película TERMINA SPOILER. Lo que me lleva a cuestionarme si el final original era diferente y fue cambiado luego por los productores.

    Al igual que todo en esta película, la música es increíblemente dispareja. En algunos momentos, la música de Don Peake es genial y tétrica y logra crear una atmósfera muy interesante para la película. En otros momentos, pareciera música de stock compuesta en un tecladito Casio que no alcanza ni para musicalizar una película soft porn.

    Quizá el punto más fuerte de la película sea el subtexto. Digo, creo que la alusión a la lucha de clases es más que evidente en este caso. Al final de la película se trata de un montón de vecinos de un barrio marginal que se rebelan en contra de sus adinerados y rancios caseros, quienes no sólo ocultaban una inmensa fortuna, sino que habían estado secuestrando a sus hijos (lo cual parece toda una metáfora de cómo funciona la burguesía). Por cierto, siempre me pareció adorable que, a pesar de que los niños llevaban años encerrados en el sótano, tuvieran ropa y calzado de sus tallas.

    Un crítico del Chicago Tribune incluso comentó que Mami y Papi se parecían sospechosamente a Ronald Reagan y su esposa Nancy, y que toda la película era una metáfora sobre dicho mandatario estadounidense oprimiendo a la clase trabajadora.

    Puedo concluir que La gente detrás de las paredes es una película ciertamente atípica. No es, ni de lejos, de lo mejor que llegó a hacer su director y, sin embargo, tampoco es lo peor. De hecho, no creo que sea una mala película… pero tampoco me atrevo a decir que sea buena. Creo que la mejor forma de describirla es como “extraña”. La cinta recuperó su presupuesto en tan sólo 4 días de exhibición y se convirtió en un éxito comercial durante su corrida original en salas de cine, tanto de EE.UU. como del resto del mundo… lo que vuelve aún más incomprensible el ignominioso olvido en el que se ha encontrado durante décadas.

    Así pues, es una película que, sin duda, merece un revisionado. El final es verdaderamente decepcionante; pero el resto es uno de esos platillos que, cuando lo comes, no estás muy seguro de a qué sabe y quieres volverlo a probar para descubrirlo. Y créanme: vale la pena. Sobre esta cinta, Roger Ebert dijo: “No importa si te gusta o no. Nunca has visto nada igual”.

    Desde antes de la muerte de Craven, el director había expresado su intención de hacer un remake de esta cinta, probablemente como serie de televisión. Actualmente, el director Jordan Peele, quien se ha caracterizado por utilizar el cine de terror como vehículo para hacer crítica social desde el punto de vista de los afroamericanos oprimidos, se encuentra en planes para dicho remake. Y me parece que le viene como anillo al dedo.

PARA LA TRIVIA: Los sets del interior de la casa fueron reutilizados en el remake de Halloween (2007) dirigido por Rob Zombie.

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EL MONSTRUO DE LA LAGUNA NEGRA.El Maestro del Sci-Fi de la Era Atómica y el último clásico de la Casa de los Monstruos (los Monstruos de Universal, parte VIII)

EL MONSTRUO DE LA LAGUNA NEGRA

Creature from the Black Lagoon

Jack Arnold, 1954

La época de oro de los monstruos de Universal Pictures ha quedado atrás y, de ser las piezas de terror gótico que impresionaban a las multitudes, habían pasado a convertirse en programación habitual de las matineés infantiles de fin de semana y de las funciones para citas de adolescentes en los autocinemas. Por no mencionar que cada uno de los monstruos había engendrado su propia prole de secuelas de dudosa calidad de las cuales creo que sólo se salvan La hija de Drácula (Hillyer, 1936) ‒que igual es malita, pero como pionera del cine lésbico es interesante‒ y Frankenstein contra el Hombre lobo (Neill, 1943)… por momentos.

    Los grandes nombres de Universal eran historia. Carl Laemmle y su hijo fueron despedidos en 1936 de la compañía que ellos mismos fundaron y Jack Pierce, el genial y tiránico artista de maquillaje detrás de iconos como la Creatura de Frankenstein o la Momia, había sido despedido bajo la nueva administración que convirtió a los estudios en Universal-International. Fue esta misma administración la que contrató a Bud Westmore, el más joven de los hermanos Westmore, reconocidos maquillistas que llegaron a rivalizar con Max Factor[1], como jefe del departamento.

    Del mismo modo, mientras los Laemmle se habían enfocado en fastuosas superproducciones con altos presupuestos, los siguientes directores del estudio habían diversificado sus mercados produciendo seriales, cintas de serie B y las infames secuelas de las películas clásicas de monstruos. Además, con el inicio de la Era Atómica los intereses del público fueron cambiando, lo que orientó a las películas de monstruos de Universal en una dirección más cercana a la Ciencia Ficción que al Terror.

    Justo en este ánimo de la Ciencia Ficción, Universal produjo la clásica cinta Llegó del más allá (1953), basada en un relato de Ray Bradbury, dirigida por Jack Arnold y que hacía gala de la nueva tecnología del cine en 3D –El 3D como tal existía desde mediados del siglo XIX con los famosos estereogramas, pero fue hasta la década de 1950 que esta tecnología se pudo aplicar a las imágenes en movimiento–[2], estrenada el mismo año con la clásica película protagonizada por el inmortal Vincent Price, El museo de cera (de Toth, 1953).

    El éxito de Llegó del más allá alentó a Universal a seguir experimentando con la tecnología 3D, por lo que le asignaron otro proyecto a Arnold. Éste retomó la idea que le propuso el productor William Alland, quien fuera miembro del Mercury Theatre de Orson Welles. A Alland, a su vez, un asistente de cámara en la producción de la cinta Ciudadano Kane (Welles, 1942) llamado Gabriel Figueroa le relató una leyenda sudamericana sobre una salvaje tribu de hombres pez que vivía en el Amazonas.[3]

    El monstruo de la Laguna Negra sería la primera película con fotografía subacuática en 3D. Ésta sería posible gracias a la cámara especial diseñada por el fotógrafo Scotty Westmore[4] que consistía en dos cámaras cuyos lentes se encontraban separados a una distancia proporcional a la separación entre los ojos humanos y que rodaban en perfecta sincronización. Todo el aparato se encontraba resguardado en una carcasa sellada herméticamente.

    La historia como finalmente quedó trata sobre una expedición liderada por el Dr. Carl Maia (Antonio Moreno), quien descubre un fósil en la jungla del Amazonas que podría pertenecer a un eslabón perdido entre el ser humano y sus antepasados acuáticos. Poco sabe Maia cuando decide regresar a la locación acompañado de su hija Kay (la sexy Julia Adams), su colaborador y pretendiente de ésta, el Dr. Reed (Richard Carlson, quien se convertiría en el arquetipo del científico aventurero) y el empresario a cargo del Instituto de Ictiología, Mark Williams (Richard Denning), que el monstruo al que pertenecen los restos fósiles aún ronda el misterioso paraíso conocido como la Laguna Negra. Una vez que han llegado al lugar, la expedición tendrá que decidir entre volver y quizá perder el más importante hallazgo científico del siglo o quedarse y quizá no volver en absoluto.

    Ahora, como bien puede advertirse, el argumento de esta película es naïve incluso para la época. Y los parlamentos en los que el Dr. Maia asegura que la Tierra terminó de enfriarse hace 15 millones de años o que el Amazonas permanece intacto desde el periodo Devónico –que data de hace entre 420 y 360 millones de años, cuando la masa continental sobre la que se extiende el Amazonas ni siquiera se había formado– sólo vienen a rematar esta característica.   

    Sin embargo, algo que es muy interesante es que sí, se trata de una película dirigida principalmente a un público adolescente y que no tiene demasiadas pretensiones más allá de ser una “date movie”; pero nada es tan simple con Jack Arnold, quien siempre trataba de poner algún discurso político en sus cintas.

    En esta ocasión, la película habla de temas como la evolución y el ambientalismo[5]. Hay dos escenas en ella con un claro mensaje ecológico: La primera es en la que Kay está fumando en la cubierta del Rita, porque además en esta película todos fuman, y al terminar arroja su cigarrillo al agua. La cámara sigue al pitillo y después nos muestra una toma en la que éste llama la atención del monstruo, quien se encuentra escondido debajo de la superficie. La otra escena es en la que los científicos prueban la droga que usarán para sedar a la criatura y terminan con toda una laguna llena de peces muertos. 

    En general, a lo largo de toda la peli se hace mucho énfasis en el argumento de que el monstruo es un animal salvaje que está siendo hostigado en su hábitat natural. Esto lleva también al viejo debate de la ciencia contra los negocios en cuanto a los descubrimientos se refiere, lo que me recordó mucho a cuestiones que cuatro décadas después plantearían películas como Parque Jurásico (Spielberg, 1993) y Congo (Marshall, 1995). Pero no se preocupen que, cumpliendo con la fábula, el empresario ambicioso muere presa de su ambición.

    En este último visionado que hice de la película noté increíbles similitudes con King Kong (Cooper y Schoedsack, 1933). Tanto que hasta me he puesto a reflexionar si no serán la misma película. Ambas hablan sobre un grupo de exploradores que viajan a una jungla en la que encuentran a una poderosa bestia prehistórica que, casualmente, se enamora de la chica que va con la expedición… y eso es otra cosa ¿Por qué los monstruos de las películas siempre quieren tener relaciones inter-especies? ¿Cómo se le llamará a esa desviación? ¿Antropofilia?

    Hablemos de eso abiertamente: Esta es una película con un profundo subtexto erótico. La escena de Kay nadando en un sexy y revelador traje de baño, demasiado atrevido para la época y que fue diseñado y confeccionado exclusivamente para Julie Adams[6] –quien era una de las estrellas más taquilleras de Universal y no quería hacer esta película, pero estaba obligada por contrato y en realidad se divirtió mucho durante el rodaje–, es descrita por muchos estudiosos como una “estilizada representación de una relación sexual”[7]; por no mencionar que quizá sea la “escena de amor” más recordada de toda la saga de monstruos de Universal.

    Por cierto, muchas de las escenas acuáticas de Kay no fueron filmadas por Adams, sino por su doble Ginger Stanley.

    En muchos aspectos, esta película es la más explícita de la colección original de monstruos de Universal. No sólo en lo referente a las escenas subidas de tono de Julia Adams y su escandaloso traje de baño, sino también a la violencia. Es una de las pocas películas de esta serie en la que se ve sangre en pantalla. La combinación de violencia y sexo, que ya se había visto antes, pero en formas mucho más sugeridas, marcará la pauta del cine de horror y de explotación en las décadas siguientes.   

    Por no mencionar que muchos críticos han entendido, si bien hay que escarbar un poco más, un subtexto homoerótico al mostrar al Dr. Reed y a Mark con los musculosos torsos desnudos y pequeños shorts durante gran parte de la película. Para estos críticos, que ambos personajes se disputen el afecto de Kay en un triángulo amoroso en el más clásico estilo de las películas de monstruos de Universal (recordemos Frankenstein [Whale, 1931] y El hombre invisible [Whale, 1933]) parece no ser tan relevante.

    Al respecto lo que me parece muy interesante es el cambio radical de la visión del científico cinematográfico en la concepción de Arnold. Mientras que tradicionalmente el científico en películas de Ciencia Ficción como las diferentes versiones de Dr. Jekyll y Mr. Hyde o el Hombre invisible es un genio demente con un marcado complejo de superioridad –estereotipo que, de hecho, surge después de la Primera Guerra Mundial–; en las películas de Arnold es un héroe aventurero, varonil y guapo. Incluso me atrevo a decir que Richard Carlson, quien protagonizara Llegó del más allá y El monstruo…, se convirtió en el arquetipo del científico heroico en el cine. Piénsenlo: el Profesor de La isla de Gilligan (1964-1967) es una clara parodia de Carlson, mientras que personajes como Grant (Stephen Boyd) en Viaje fantástico (Fleischer, 1966), Neville (Charlton Heston) en El último hombre… vivo (Sagal, 1971) y el Dr. Alan Grant (Sam Neill) en Parque Jurásico retoman el arquetipo creado por Reed.

     Basado en las características que he descrito, puedo afirmar que El monstruo de la Laguna Negra con su criatura –a quien a partir de ahora llamaré Gill-Man (en inglés hombre-agalla), que es el nombre con el que se refieren a él en la cinta– es la primera película de monstruos moderna. La cinta combina elementos del terror gótico de las primeras películas de Universal con novedosos elementos de Ciencia Ficción.[8] Hablando de las películas sobre las que ésta ha influido, me di cuenta de que son más de las que parecería. No sólo en copias obvias como La isla de los hombres pez (Marino, 1979) o La ciudad sumergida (Tourneur, 1965); sino que también se nota una poderosa influencia suya en Alien: el octavo pasajero (Scott, 1979), Depredador (McTiernan, 1987) o incluso Tiburón (Spielberg, 1975). Y por no dejar, mencionaré que también en la inmunda Anaconda (Llosa, 1997).

    Gill-Man, quien es uno de los monstruos más reconocibles de Universal y muy probablemente sobre el que más merchandising se ha producido, es todo un icono por mérito propio. Su diseño y construcción fue encargado originalmente a Bud Westmore y Jack Kevan del departamento de maquillaje de Universal, pero su propuesta original fue rechazada. Una segunda propuesta era la de un monstruo de piel lisa y lustrosa, más parecido a una anguila, que en pruebas de cámara demostró no funcionar en absoluto. La versión final de la criatura fue la propuesta por la diseñadora Millicent Patrick, miembro del equipo de Westmore, que retomó la idea básica del diseño de éste, pero le dio un aspecto mucho más salvaje y primitivo al añadirle púas y escamas.

    Aunque siempre me he preguntado: Si Gill-Man es un anfibio, de la época de los grandes anfibios, como lo explican en la película ¿Por qué tiene escamas?

    El traje del monstruo fue modelado en arcilla, luego moldeado y vaciado en espuma de poliuretano con recubrimiento de látex y pintado a mano, para finalmente ser cortado en pequeñas piezas que se pegaban una por una sobre un leotardo usado por el actor en turno. Aunque en la mayoría de las fotografías promocionales Gill-Man aparece de color verde chillón y labios carmesí, o de un color broncíneo en el mejor de los casos, el traje original era de un color verde musgo que le permitía camuflarse con la vegetación subacuática. La máscara usada para las escenas fuera del agua tenía además un mecanismo a base de tubos de aire comprimido que le permitía a la criatura mover las agallas alrededor de su mandíbula.

    Gracias a un gran trabajo de edición, la mayoría de los espectadores no nota que Gill-Man fue interpretado por dos actores diferentes. En las escenas fuera del agua, el disfraz de monstruo lo usaba Ben Chapman, un doble que había sido Marine y que alcanzaba la prodigiosa estatura de 1.99m.

     Para las escenas debajo del agua, Gill-Man era interpretado por Ricou Browning, un estudiante universitario de veintitrés años y nadador profesional que trabajaba en el rancho Wakulla Springs, donde fue filmada la película, y que fue seleccionado por los productores después de que les diera un tour por la locación y de hacer las pruebas de la cámara subacuática usándolo de modelo. A los realizadores les gustó la forma elegante y orgánica en la que nadaba Browning y lo contactaron para hacer el papel del monstruo. Los rumores que corrían desde aquella época decían que Ricou podía contener la respiración por cinco minutos; pero la verdad era que había un equipo de cuatro buzos con mangueras de aire cuidándolo. El mismo Browning dijo en una entrevista: “Puedo contener el aliento por bastante tiempo, pero si estás peleando y moviéndote y nadando rápido, estás usando tu oxígeno”.[9]  

    En la “tradición” inaugurada por Lon Chaney de que los actores que interpretaban monstruos en películas de Universal debían sufrir tortuosas transformaciones para convertirse en sus personajes, El monstruo… no podía quedarse fuera. Para convertirse en Gill-Man, ambos actores debían vestirse con un ajustado leotardo sobre el cual eran pegadas, una por una, las piezas de hulespuma y látex que formaban la botarga de la criatura. Esto les permitía mayor movimiento que una botarga completa; pero tardaba entre dos y media y tres horas en su aplicación. Además, para asegurarse de que no se despegaran, las aplicaciones eran adheridas con pegamento industrial que a veces lograba filtrarse a través del tejido del leotardo y causaba dolorosas quemaduras en la piel de los actores.

    A esto se le suma la anécdota que cuenta que Arnold quería que Gill-Man se viera más torpe fuera del agua que dentro de ella, como la mayoría de los animales acuáticos, por lo que decidió agregar pesas de cinco kilos en los zapatos del traje del monstruo usado por Chapman para que caminara con torpeza. Por cierto, los sonidos que hace la criatura fuera del agua son vocalizaciones de una morsa.[10]

    Browning tampoco estuvo exento de los gajes del oficio de ser un monstruo de Universal, teniendo que interpretar al personaje “a ojo pelón” pues la máscara que usaba no llevaba ningún tipo de protección para los ojos y se rehusó a llevar goggles por la dificultad que representaría quitárselos si se llenaban de agua. Además, ya que la botarga estaba hecha de hulespuma, se hinchaba con el agua y se volvía muy pesada.

    También es mérito de la gran edición de la película que la mayoría de la gente no note que se filmó en dos locaciones muy diferentes: Mientras que las escenas del bote Rita en la Laguna Negra fueron filmadas en el estanque exterior en el complejo de Universal City, adaptado por los escenógrafos de la compañía para parecer una prehistórica selva brasileña; las escenas debajo del agua y en las orillas de la laguna fueron filmadas en el rancho Wakulla Springs, en Florida, donde el dueño había dejado a la flora del pantano crecer libre alrededor de un manantial de aguas cristalinas que resultó ser la locación perfecta para la película.

    Por último, quiero mencionar la música. Es increíble que en realidad muy poca música original se compuso para esta cinta y, aun así, el soundtrack funcione tan bien. Salvo por el estridente y extravagante leit motiv de Gill-Man, la mayor parte de la música usada en esta película fue compuesta para otros filmes, incluidos westerns, películas románticas y thrillers. El uso que se hizo de toda esta música fue muy inteligente, pues sirve para darle dramatismo a las escenas submarinas en las que el diálogo está por completo ausente.

    Ésta es una de mis películas favoritas de monstruos de la Universal y probablemente una de mis favoritas de todos los tiempos. Quizás en la actualidad peca de naïve y el racismo apto para toda la familia de aquellos tiempos no sea bien recibido por los nuevos espectadores –ya saben, los indígenas son tontos y torpes, y saben mucho menos de la jungla que el hombre blanco, aunque llevan generaciones viviendo ahí–; pero se trata de una gran película, una reinterpretación de la leyenda de la Bella y la Bestia que abriría la brecha para todo un subgénero. Además, Universal lanzó la edición en Blu-Ray 3D que permite ver la película tal y como fue concebida… ¡Y es toda una experiencia!

    El monstruo de la Laguna Negra, al igual que todas las otras películas de monstruos de Universal, dio paso a secuelas de calidad desigual. Una segunda entrada titulada La venganza del monstruo de la Laguna Negra (Arnold, 1955) retoma la historia donde terminó la primera película y narra cómo un grupo de científicos captura a Gill-Man para llevarlo a un laboratorio y exhibirlo en un parque acuático, además de que cuenta con la participación de un jovencísimo Clint Eastwood interpretando a un personaje secundario. En la última parte de la trilogía, El monstruo de la Laguna Negra camina entre nosotros (Sherwood, 1956), Gill-Man es sometido a una cirugía que le permite respirar aire y lo vuelve más “humano”… con todos los problemas que ello conlleva. Aunque el arco argumental de las secuelas es inteligente y propositivo, su realización deja que desear y convierte lo que pudo ser una trilogía en una única película clásica y sus productos residuales.

PARA LA TRIVIA: El diseño de Gill-Man se basa en grabados hechos por exploradores del siglo XVI en los que se describe a las extrañas criaturas conocidas como Pez Monje y Pez Obispo. Según estas ilustraciones, se trataba de peces grandes que superficialmente tenían la forma de un monje dominico y un obispo con mitra, de este último además se decía que podía conceder deseos. A la fecha no se sabe con exactitud qué animales pudieron haber inspirado estas leyendas, pero las hipótesis más comunes sugieren al tiburón ángel, el calamar gigante, la foca, el lobo marino o incluso el celacanto como probables responsables.

Drácula

Frankenstein

La momia

El hombre invisible

La novia de Frankenstein

El Fantasma de la Ópera

El hombre lobo

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[1] Sí, son la misma familia Westmore de la que provienen Michael y su hija Mckenzie, del reality show Face-Off.

[2] La implementación de tecnología 3D en las salas de cine ha sido un recurso constante cuando el público deja de asistir a ellas. En la década de 1950 el cine tuvo que competir contra la TV, en 1980 contra el video y en 2010 contra el streaming.

[3] MALLORY, Michael, Universal Monsters: A Legacy of Horror, Universe Publishing, New York, 2009. P.223.

[4] SKAL, David J., Back to the Black Lagoon, Universal Home Entertainment, 2000.

[5] WESTWOOD, Emma, Monster Movies, Pocket Essencials, Great Britain, 2008.

[6] Idem.

[7] SKAL.

[8] MALLORY.

[9] Citado en SKAL.

[10] WESTWOOD

RETO A MUERTE. La primera película de Steven Spielberg.

RETO A MUERTE

Duel

Steven Speilberg, 1971

La primera vez que vi esta película debe haber sido alrededor de 1991. Me la pasaron en un camión… Qué apropiado, ¿no? No la volví a ver hasta como quince años después, cuando la conseguí en DVD, y la conseguí para comprobar si era tan mala como recordaba –digo, tenía seis años la primera vez que la vi–. Después de eso la he vuelto a ver un par de veces más y aunque, en efecto, sigo creyendo que es una mala película; creo que he podido entender un poco más de cuál es el subtexto de la historia, basada en un cuento del legendario Richard Matheson con un guión escrito por él mismo.    

    La película, ópera prima de Steven Spielberg, cuenta la historia de Dave (Dennis Weaver), un everyman clasemediero estadounidense que debe emprender un viaje de negocios a través de la carretera de California. Sin embargo, luego de rebasar a un destartalado y herrumbroso trailer que iba demasiado lento, Dave despierta la furia de su conductor, quien lo perseguirá incansablemente por el desierto, convirtiendo un viaje de trabajo en una lucha por la supervivencia.

    La trama es tan simple como suena y es difícil pensar que dé para 90 minutos de película… quizá es por eso que la versión original transmitida por televisión sólo duraba 74 minutos. Empero, la cinta está lo suficientemente bien hecha como para ser entretenida durante su hora y media de duración. El suspenso es el hilo conductor de toda la historia y muchos teóricos ven en esta cinta el antecedente directo de Tiburón (Spielberg, 1975).

    Por ejemplo, la identidad del conductor de la pipa nunca es revelada. El gigantesco camión parece ser una bestia voraz e imparable que actúa por voluntad propia. Asimismo, en muchas escenas, la aparición del trailer es precedida, acompañada o incluso sustituida por el incesante ruido de un motor herrumbroso. También está el asunto de las placas. En los primeros planos del camión, puede notarse que éste tiene múltiples matrículas atornilladas a la defensa, todas de estados y años diferentes ¿Por qué? ¿Son acaso trofeos de otros automóviles a los que ha cazado a lo largo de los años?

    Al final del día, el trailer se convierte en un personaje más, un monstruo por derecho propio. SPOILER Incluso cuando es destruido al final de la película, podemos ver el aceite chorrear en un plano detalle como si se tratara de la sangre de la bestia TERMINA SPOILER. Y, bueno, siempre digo que los buenos monstruos son metáforas… ¿También éste?

    Según lo que yo pude entender, esta película es una metáfora sobre la crisis de la mediana edad. No he leído el cuento de Matheson; pero estoy seguro de que, si este subtexto está ahí, viene desde el texto original. Hay varias claves que revelan este significado oculto. Por ejemplo, el intro en el que se escuchan varias conversaciones radiofónicas sobre hombres que temen perder su lugar como cabezas de familia o que ven su masculinidad atacada de alguna otra forma. De igual modo, casi al inicio de la cinta, hay una secuencia –aunque fue filmada posteriormente para el estreno en cines– en la que Dave llama a su casa para disculparse con su esposa por no defenderla de un invitado a la fiesta de la noche anterior que intentó abusar de ella.

    Dave no puede defender a su esposa y su pequeño auto rojo –un Plymouth Valiant, ni más ni menos– es menos potente que el enorme trailer negro –que además es una pipa… nos estamos poniendo freudianos muy pronto, ¿no creen?–… Por no mencionar que puede hacer prácticamente todo lo que el auto de Dave no puede; por ejemplo, sacar ese autobús escolar de un atolladero, lo que causa las burlas de los niños –también esta escena fue añadida para el corte cinematográfico de la peli–. Durante toda la cinta, Dave parece empeñarse en demostrar que “aún puede”.

    Quizá esta película sea un poco más compleja a nivel psicológico de lo que parecería en primera instancia. Por desgracia, luego hay monólogos con voz en off que abaratan todo.

    Sea como fuere, el mismo Spielberg fue el primero en asegurar que su película no tenían ningún trasfondo profundo o político cuando los críticos europeos vieron en ella una metáfora sobre la lucha de clases. Quizá el director de Cincinnati no tenía mayor pretensión al filmar su cinta que hacer un buen thriller y, cuando vio la respuesta de los del Viejo mundo al corte original, decidió ponerle un poco más de sustancia con el subtexto.

    Las actuaciones están bien, no son nada sobresaliente; pero cumplen y Weaver tiene algunos momentos verdaderamente brillantes en el papel protagónico… con el que pasamos la mayor parte del tiempo en pantalla.

    Mientras veía esta película para escribir este artículo, no podía dejar de pensar en la monserga que debió ser filmarla. Por lo general, las escenas con vehículos son difíciles de montar y aquí tenemos esta cinta, en la que más de la mitad de las secuencias son de vehículos en movimiento. En gran parte debido a su reducido presupuesto, la peli fue filmada completamente en locación.

    En este sentido, puedo decir que la fotografía es bastante dispareja. En general, se puede notar la falta de tablas en el manejo del lenguaje cinematográfico por parte del director; sin embargo, hay algunas tomas particularmente brillantes, como el intro desde el punto de vista del auto de Dave, las tomas al atardecer y la destrucción del trailer maldito al final de la cinta. Además, está el gran logro de crear terror y suspense en una carretera a plena luz del día.

    Por otro lado, hay un montón de tomas en las que la sombra del crew se proyecta sobre los actores y los autos. Algunas de estas tomas fueron arregladas digitalmente para la edición en DVD de la película.  

    En general, creo que puedo decir que ése es el punto con toda esta película: es bastante dispareja y por cada acierto que tiene, tiene un fallo que lo hace lucir menos… así que supongo que al final sale tablas. Es loable, eso sí, que esta cinta, que básicamente es un episodio largo de El Coyote y el Correcaminos (1966), logre sacar 90 minutos de suspense y ritmo constante de una premisa tan sencilla. Los stunts son bastante buenos y la influencia del western es palpable.

PARA LA TRIVIA: Por alguna exótica razón, Parker Brothers consiguió la licencia de esta película y produjo un juego de mesa basado en ella. Como cabría suponer, el juego de mesa no se vendió nada bien y se ha convertido en un objeto bastante raro… aunque no tan coleccionable como se pensaría.

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EL FANTASMA DE LA ÓPERA. Una superproducción en majestuoso Technicolor. (Los Monstruos de Universal, parte VII)

EL FANTASMA DE LA ÓPERA

Phantom of the Opera

Arthur Lubin, 1943

Esta película no sólo es la que inaugura la segunda etapa de la saga de Monstruos de Universal Pictures; sino que probablemente sea la más subestimada de todas. El problema quizá radica en que no fue la primera adaptación cinematográfica que hizo Universal del folletín publicado por Gaston Leroux en 1910; sino que siempre ha vivido a la sombra de la primera versión, cuyo guión, que se enfocaba más en el terror, fue escrito por el mismo Leroux y contaba con la impactante caracterización de Lon Chaney como el deforme Eric.

    La versión de 1925 fue uno de los grandes éxitos de Universal, tanto que en 1930 reestrenaron una versión sonorizada de la misma. Así pues, para 1935 la Casa de los Monstruos anunció que preparaba un remake de la inmortal historia de una joven diva de la ópera y su siniestro protector que sería estelarizado por el icónico Boris Karloff. Esta versión sería una puesta al día ambientada en el París del periodo interguerras, el Fantasma sería un artista que vuelve del frente traumatizado por los horrores de la guerra y que cree haber sido desfigurado en batalla.[1]

    Por desgracia, los problemas financieros de la casa productora y su posterior venta parecieron dar carpetazo al asunto. Sin embargo, los nuevos dueños de Universal, lejos de abandonar el proyecto, vieron en él una oportunidad para dar continuidad a la exitosa franquicia de monstruos y, al mismo tiempo, cimentar las bases de lo que serían sus producciones de ese momento en adelante. Pronto, el presupuesto de la cinta ascendió a un millón de dólares.

    Para la producción de 1925, Carl Laemmle encargó la construcción de un gigantesco y fastuoso set, el famoso estudio 28 de Universal City, que replicaba con lujo de detalle el interior de la Ópera de París. Este set fue el primero en la historia del cine en ser construido con una estructura de vigas de acero.[2] Para construir los sets que recreaban las “tripas” del teatro y su sótano, Universal convocó a Ben Carré, un diseñador francés que trabajó en la Ópera de París y la conocía profundamente.

    El lujoso e impresionante set fue reutilizado no sólo para filmar la versión de 1943 de El Fantasma de la Ópera, sino también la versión producida por Hammer Films (Fisher, 1962) e infinidad de otras películas. El set se creía embrujado[3] y era considerado el más longevo en la historia del cine hasta que, ante la indignación de cinéfilos y estudiosos del Séptimo Arte, fue demolido en el otoño de 2014.

    Para lucir tanto los pomposos sets como el magnífico vestuario y los números operísticos presentados en pantalla, la producción decidió que la cinta se rodara en Technicolor con una fotografía preciosista de Hal Mohr, quien trabajara en la versión de 1925. Además de que el presupuesto original casi se duplicó debido a los enormes gastos que la producción hizo para adaptar el estudio de tal forma que se pudiera grabar sonido directo en él. Porque la ópera que aparece en esta cinta es de verdad.

    Me refiero a que Susanna Foster, quien interpretó a la joven y hermosa estrella en ascenso Christine DuBois (Christine Daaé en la novela), estaba entrenada como cantante de ópera y Nelson Eddy, quien interpretara a su compañero barítono e interés romántico Anatole Garron, era cantante de ópera con estudios en Dresden y París.

    Del mismo modo, los complejos números de ópera que se muestran en la cinta fueron efectivamente montados por un director escénico y filmados en vivo.

    Irónicamente, de todas las obras que se presentan en la película sólo una es una ópera de verdad. Debido a la guerra en Europa, los propietarios de los derechos de las óperas que Leroux menciona en el libro fueron prácticamente imposibles de rastrear. Esto, aunado al poco interés de Universal en pagar regalías por la música, derivó en que el productor George Waggner, quien era un melómano entusiasta, contratara al compositor Edward Ward para que arreglara versiones operísticas de música sinfónica de dominio público.

    Y quizá éste sea el talón de Aquiles de la cinta. No se puede negar que fue un éxito de taquilla y una de las películas más populares de su época, por no mencionar que ganó dos premios Óscar (Diseño de Arte en color y Fotografía en color)[4]; pero quizá su planteamiento no sobrevivió a la prueba del tiempo. Al dejar de lado hasta una forma tangencial el elemento de terror y dar mayor importancia a los números musicales y los elementos de comedia romántica, esta película se circunscribe a sí misma como una pieza de época que podría estar orientada a un público demasiado particular. De tal suerte, la versión de 1943 de El Fantasma de la Ópera queda atrapada entre la macabra genialidad de la versión de 1925 y el espectacular manierismo de la popular versión para teatro musical de 1988.

    Tampoco me encanta el hecho de que el argumento se aleje tanto del de la novela de Leroux. En esta versión, se narra la historia de Erique Claudin (el siempre genial Claude Rains), primer violín de la orquesta de la Ópera de París, quien es despedido cuando la artritis en su mano izquierda le impide tocar su instrumento. Claudin vive en la miseria, pues ha gastado todo su dinero en pagarle lecciones a la joven cantante Christine DuBois (Susanne Foster), quien desconoce la identidad de su misterioso benefactor. Para sobrevivir, Claudin decide vender el concierto que ha escrito; pero una confusión lo lleva a creer que el editor ha robado su obra y, en un ataque de ira, lo asesina. La amante del editor quema la cara de Erique con ácido y éste, perseguido por la Policía, debe ocultarse en las alcantarillas bajo la Ópera de París. Desde ahí, iniciará un reinado de terror para llevar a Christine a la cima. Será tarea de los dos pretendientes de la cantante, el barítono Anatole Garron (Nelson Eddy) y el detective Raoul Daubert (Edgar Barrier) detener al temido Fantasma de la Ópera.

    Algo con lo que nunca he estado de acuerdo en la mayoría de las adaptaciones de El fantasma… es el cambio del personaje de Eric. En el texto de Leroux, el Fantasma es un genio maligno cuyo carácter perverso y excéntrico está más cercano al de Hannibal Lecter; se trata de un sádico polímata, megalómano y sociópata, que empleaba sus habilidades diseñando aparatos de tortura para un sultán turco y que, por si fuera poco, está deforme de nacimiento ‒algunas referencias del texto sugieren que quizá sufre de lepra[5], pero son poco definitivas y los estudiosos las consideran más bien un apunte no explorado por el autor[6]‒. En contraste, la mayoría de las versiones fílmicas ‒exceptuando la de 1925 y la de 1989 (Little), lástima que sea tan mala‒ convierten al Fantasma en un artista torturado, un héroe romántico, especie de ángel caído schilleriano, que busca venganza en contra de un mundo que lo ha agraviado.

    Claude Rains, quien por contrato se rehusó a utilizar el maquillaje originalmente diseñado para el Fantasma por Jack Pierce, con su voz aterciopelada, su actuación grandilocuente y melodramática, y sus ademanes refinados presenta un Fantasma bastante convincente que no aparece en pantalla ¡hasta el minuto 48, luciendo una máscara con marcada influencia del Art Decó! Rains alguna vez dijo: “En las películas puedo ser tan malvado y retorcido como quiera, y sin lastimar a nadie”.[7]

    En etapas tempranas de la producción se barajó la idea de que el Fantasma fuera interpretado por el renuente Lon Chaney Jr.; pero la verdad fue que ni él ni los realizadores consideraron esta posibilidad seriamente.

    En el primer corte de la película aparecía una escena en la que la tía Madelleine (Barbara Everest), quien criara a la huérfana Christine, revelaba la verdad a Raoul: Erique era el verdadero padre de Christine, quien la había abandonado a ella siendo una bebé y a su madre para perseguir su sueño de ser un gran músico. La madre de Christine se habría suicidado después por el dolor y la pequeña niña quedaría al cuidado de su tía. Esta línea argumental explicaba por qué Claudin gastó toda su fortuna en entrenar a Christine, además de que añadiría un juego de culpa-redención al personaje y le agregaría una dimensión psicológica más profunda. Sin embargo, ya en el montaje final de la cinta, la escena de la tía Madelleine fue dejada fuera, pues los productores temieron que sugiriera incesto más adelante en la cinta, cuando la chica es secuestrada por el Fantasma[8].

    Aun así, la edición es ágil y la narrativa es excelente, y en general la película es entretenida y se deja ver bastante bien… a menos que a uno de verdad no le guste la ópera, en cuyo caso esta cinta será un tormento.

    Algunos elementos del folletín sí se mantuvieron, como la habilidad de Erique para estrangular a sus víctimas, las pesquisas por los pasos de gato del teatro, el lago subterráneo o, por supuesto, la escena de la caída del candelabro sobre el público a media función. Otros como la inexplicable, aunque no por eso menos apreciable, aparición de Franz Liszt (Fritz Leiber) son puro invento de la película. Lo que me parece muy interesante, y me gusta mucho eso sí, es que, si bien la comedia romántica es un poco ramplona, la resolución del triángulo amoroso es completamente atípica, pues Christine decide mandar a volar a ambos galanes para dedicarse a su público.  

    Debido al éxito de la cinta, Universal anunció la secuela cuando la primera aún se encontraba en cartelera. El clímax (Waggner, 1944) sería una secuela directa de El Fantasma de la Ópera y tanto Foster como Eddy de inmediato confirmaron su participación en ella. Empero, Rains no quiso participar en la continuación, por lo que el guión tuvo que reescribirse. En la nueva versión, que finalmente fue la que el público conoció, Boris Karloff interpreta a un médico demente que trabaja en un teatro de ópera y que se obsesiona con una joven actriz cuya voz suena igual que la de su difunta y embalsamada esposa. Sobra decir que, sin el Fantasma en el título ni en la historia, o por lo menos entre los actores, la película fue un estrepitoso fracaso.  

    Quizá El Fantasma de la Ópera no sea tan popular como Drácula (Browning, 1931), Frankenstein (Whale, 1931) o El hombre lobo (Waggner, 1941); pero creo que no le pide nada a ninguna de estas producciones. Tal vez lo que sí le duele un poco es la casi absoluta ausencia de escenas de terror u horror porque, francamente, si uno ve una película de monstruos espera algo de eso. Sin embargo, se disfruta de principio a fin y siempre es agradable ver una producción en la que se aprovecharon al máximo todos los recursos.

PARA LA TRIVIA:  En la escena final, cuando la guarida del Fantasma se derrumba, sólo Susanne Foster filmó la escena. Eddy y Barrier argumentaron que eran demasiado importantes para filmar una escena tan riesgosa y exigieron ser sustituidos por dobles de riesgo.

Drácula

Frankenstein

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El hombre lobo

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[1] SKAL, David J., The Opera Ghost: A Phantom Unmasked, Universal Home Video, 2000.

[2] Idem.

[3] Existen numerosos reportes de que el fantasma de Lon Chaney Sr., con vestuario y maquillaje del Fantasma de la Ópera, se aparecía en los pasos de gato y rincones oscuros del set… qué ironía…

[4] WEAVER, Tom, The Original House of Horror: Universal and a Monster Legacy, Universal Studios, 2013.

[5] MALLORY, Michael, Universal Studios Monsters: A Legacy of Horror, Universe, New York, 2009. P.28.

[6] Del mismo modo, que Eric sufriera de lepra contradiría la parte en la que menciona que la primera máscara que usó se la regaló su madre.

[7] Rains citado en WEAVER, Op.Cit. p.42. Traducción mía.

[8] Skal.

MORTAL KOMBAT. La película con la que volví a las salas de cine.

MORTAL KOMBAT

Simon McQuoid

Hace más de un año que no iba al cine y, seguramente, esto influyó en la forma en que disfruté esta película. La primera cinta de Mortal Kombat (Anderson, 1995) es, a mi gusto, una de las mejores películas basadas en videojuegos que se hayan hecho… que no es decir mucho –más bien debería decir que es una de las únicas tres películas basadas en videojuegos que me parecen aptas para consumo humano–. Sin embargo, su secuela, Mortal Kombat: la aniquilación (Lonetti, 1997), es considerada una de las peores películas de la historia. De tal suerte, mis expectativas para esta cinta eran bastante bajas.

    En esta película, Cole Young (Lewis Tan) es un artista marcial venido a menos, quien desciende directamente de Hanzo Hasashi (Hiroyuki Sanada), ninja del clan Shirai Ryu, quien fuera asesinado junto con su familia en el siglo XVII. Cole se convierte en una persona de interés para una operación militar secreta llevada a cabo por Sonya Blade (Jessica McNamee) y Jax (Mehcad Brooks). Ellos han descubierto a varias personas con una marca especial, quienes se han visto envueltas en extrañas peleas. Luego de ser atacados por un guerrero reptil, Blade y sus aliados viajarán al Lejano Oriente guiados por el criminal Kano (Josh Lawson), donde serán reclutados por los monjes Liu Kang (Ludi Lin) y Kung Lao (Max Huang), quienes les revelarán la verdad: la marca identifica a los campeones de la Tierra, quienes se enfrentarán con los guerreros de Outworld para defenderla de la invasión del malvado hechicero Shang Tsung (Chin Han) en un torneo conocido como Mortal Kombat y del que Cole será la pieza clave.

    Creo que lo primero que hay que tomar en cuenta antes de empezar a criticar Mortal Kombat es que el videojuego original, creado en 1992 por Ed Boon y John Tobias, surgió desde un inicio como una parodia. La idea de sus creadores fue burlarse un poco de las películas de artes marciales de los 70 y 80, y llevar sus elementos hasta lo ridículo. Así nacieron los fatalities. De tal suerte, cualquier intento de tomarse muy en serio Mortal Kombat merece la frustración que su fracaso ocasione.

    Aclarado lo anterior, he de decir que esta película me divirtió muchísimo. En verdad, hacía tiempo que no me carcajeaba tanto con una cinta. Hay un montón de chistes malos que no caen cuando deberían caer y otro montón de escenas “serias” que tampoco caen donde deberían caer y eso las vuelve involuntariamente hilarantes. Luego están las primeras escenas de Kano, que funcionan bastante bien y parece ser el único personaje escrito de manera más o menos competente en toda la película.

    Al respecto de eso, sí quisiera decir algo: el guión es espantoso. Digo, nadie va a ver Mortal Kombat esperando ver Shakespeare; pero el argumento se nota artificialmente complicado –sobre todo el hecho de que están dosificando la información para tener de qué hablar en las siguientes películas de la franquicia– y los diálogos son malísimos. En verdad, hay parlamentos que no hubieran pasado un taller de guión de primer semestre. No llegan al nivel de “Así es, Kitana, estoy viva. Lástima que tú… ¡morirás!”, pero sí hay un montón de diálogos expositivos baratos y fáciles que parecen los textos que aparecen en los empaques de las figuras de acción.

    Y ahora que hablé de Kitana… ¿Dónde está Kitana? Digo… ahí está su abanico y sale Mileena (Sisi Stringer); pero no Kitana. A lo que quiero llegar es que sí, estoy completamente de acuerdo en que uno de los grandes errores de las películas basadas en videojuegos de peleas es tratar de meter con calzador a la mayor cantidad de personajes posible en la trama y sí, la infame Mortal Kombat: la aniquilación vaya que sufrió con esto; pero… en esta nueva iteración de la franquicia se siente como que faltan personajes.

    Aparecen Kung Lao y Kabal (Daniel Nelson, voz de Damon Herriman), pues tenían una deuda con los fans por ellos… y con Kabal, porque ni siquiera pudieron pronunciar bien su nombre en Aniquilación –no aparece en pantalla, sólo lo mencionan y lo llaman “Habal”– pero a nadie le hubiera molestado que personajes impopulares como Stryker, Tanya o Bo Rai Cho aparecieran de repente sólo para que les hicieran fatalities. Digo, fue más o menos lo que hicieron con Nitara (Mel Jarnson), que tiene un tiempecito en pantalla en esta peli a pesar de haber sido votada por los fans varias veces como uno de los peores personajes de la franquicia. Otros personajes poco populares como Nightwolf y Skarlet hacen cameos breves y a Bo Rai Cho lo mencionan.

    Ahora, no quiero ser el reaccionario que salga con la mamada de “¿Por qué Mileena es negra?” pero en esta ocasión creo que sí cabe el escepticismo. Por principio de cuentas, no creo que haya mucha razón de ser para el personaje de Mileena si no aparece Kitana; pero entonces ¿por qué no usar a Jade? Digo, en Mortal Kombat 3 (Midway, 1995) se estableció que Jade era de color; luego de eso le han estado cambiando el look casi en cada juego, pero el antecedente ahí está… y en la última entrega, Mortal Kombat 11 (NetherRealm Studios, 2019), vuelve a ser negra. Además, aunque también se relaciona con Kitana, su historia no depende enteramente de la de la Princesa de Edenia.

    En general, la caracterización de los personajes está bien… digo, sus vestuarios no se ven como de pastorela de secundaria, como los de Aniquilación… y lamento estar sacando a cuento Aniquilación cada cinco minutos; pero es el último referente que tengo de Mortal Kombat en el cine. La armadura de Sub-Zero (Joe Taslim) se nota en varias escenas que es de foamy; pero no se ve mal… creo. Goro lucía mejor en 1995, pues en esta versión parece que sólo reciclaron el gráfico de Hulk del MCU y le añadieron un par de brazos extra. Pero en general creo que cumple.

    En el guión original de la primera película había fatalities; sin embargo, éstos fueron eliminados para que la cinta obtuviera la clasificación PG y pudiera recaudar más dinero en la taquilla. En esta versión da gusto ver que los realizadores no se reprimieron con el gore. Hay escenas verdaderamente sangrientas que son sorprendentemente divertidas y efectivas… excepto porque usan sangre digital en algunas de ellas, claro está.   

    Es poco sabido que el archifamoso tema musical de Mortal Kombat, cuyo verdadero título es Techno Syndrome, no fue compuesto para la primera película. Esta pieza fue parte de Mortal Kombat: The Album, un CD que salió a la venta por correo en 1994 y que, a manera de soundtrack, contenía arreglos de los temas musicales del videojuego original de Mortal Kombat, así como temas “inspirados” en él. Posteriormente, se vendió en tiendas de discos. El tema de la película es el remix del original Techno Syndrome.

    En esta nueva película, la música es mayormente sinfónica y durante muchos momentos coquetea con el leit motiv y variaciones de Techno Syndrome que no llegan a convertirse en el tema completo SPOILER hasta que hace su aparición Scorpion TERMINA SPOILER.

    Algunas personas han acusado a esta película de ser puro Fan Service sin nada de contenido; pero… hace una década que todos los blockbusters son así, ¿no? En esta película incluso hacen una metarreferencia cuando mencionan la invencibilidad de Sub-Zero, pues fue algo que se dijo en un episodio de Malcolm in The Middle (2000-2006).

    Puedo concluir que Mortal Kombat no es ni por asomo una buena película. Tampoco es, en absoluto, la peor adaptación de la franquicia a la pantalla. Es una mala película muy divertida con la que me reí a carcajadas y que realmente disfruté. Las escenas de acción son cumplidoras y todo el numerito está armado para ser la primera parte de una franquicia que, francamente, no me importaría si no se continúa. Es una bonita película desechable, pues. Esta cinta es completamente ridícula. Y, a veces, ser ridículo es justo lo que se necesita.

PARA LA TRIVIA: El videojuego originalmente se titularía Mortal Combat; pero Midway tenía problemas para registrar un nombre tan genérico. Por esta razón, el diseñador Steve Ritchie sugirió cambiarlo por Mortal Kombat pensando que, además, la falta de ortografía ayudaría a llamar la atención sobre el título. En esta película, Kano hace un chiste al respecto.

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EL HOMBRE LOBO. 80 años aullando. (Los Monstruos de Universal, parte VI)

EL HOMBRE LOBO

The Wolf-Man

George Waggner, 1941

“Aún un hombre puro de corazón y que dice sus oraciones por las noches puede convertirse por la noche en lobo cuando el acónito está en flor y la luna de otoño brilla”. Ésta es la rima que vez tras vez se repite a lo largo de El hombre-lobo, la que es considerada la última película de monstruos de la era clásica de Universal y, al mismo tiempo, la que iniciaría el segundo ciclo de producciones que sobre esta temática realizarían los estudios. Aunque este texto ha pasado a formar parte de la cultura popular y comúnmente se da por hecho que proviene del folklor gitano de Europa Oriental, en realidad fue la creación del guionista Curt Siodmark para la cinta.

    A diferencia de las películas anteriores de monstruos de la Universal, esta no se encuentra basada en ningún texto previo –bueno, La novia de Frankenstein (Whale, 1935) tampoco, pero saben a lo que me refiero– y la mayoría de los elementos de su universo son atribuidos a Siodmark. Empero, algunos de ellos sí son retomados de la tradición, como el que los licántropos son vulnerables a la plata –que, de hecho, es un elemento tomado de la mitología vampírica[1]–, o el pentagrama que aparece en las manos de sus víctimas.

     La película cuenta la historia de Larry Talbot (Lon Chaney Jr.), quien regresa a la mansión de su familia en el pueblo galés de Llanwelly después de estar ausente durante dieciocho años. Allí es recibido por su padre (el genial Claude Rains en una actuación bastante por debajo del nivel al que nos tiene acostumbrados), conoce a una bella chica del lugar (Evelyn Ankers) y, en una fatídica noche en la que visita un campamento de gitanos en compañía de unos amigos, es mordido por un gigantesco lobo en el bosque cercano. Después del ataque, el comportamiento de Larry es errático y comienza a escaparse por las noches sin poder recordar sus acciones. Mientras tanto, entre los pobladores de la zona se desata una ola de brutales asesinatos perpetrados por un enorme lobo…

    Esta película, sin embargo, no fue el primer acercamiento de Universal Pictures al cine de licántropos. En 1935 se estrenó El hombre lobo de Londres (Walker), estelarizada por Henry Hull, en la que un científico es mordido por un licántropo en un viaje al Tíbet y regresa a Inglaterra infectado por la maldición, buscando una cura para ella. Esta cinta retomaba muchos elementos de la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, tenía un tratamiento más cercano a la Ciencia Ficción y, hasta donde sé, es la primera película sonora de hombres lobo.

    El primer tratamiento de guión para la versión de 1941, escrito por Robert Florey, fue rechazado por los ejecutivos de Universal, pues mostraba una escena de un niño convirtiéndose en lobo en el confesionario de una iglesia, lo que les pareció que podía herir algunas susceptibilidades (Skal).

    Posteriormente, el escritor alemán exiliado Curt Siodmark escribió un guión más encaminado hacia el thriller psicológico, en el que jugaba con la ambigüedad sobre si Larry Talbot realmente se convertía en un hombre lobo o si todo sucedía dentro de su cabeza. Asimismo, Siodmark se aseguró de enfatizar el carácter de Lawrence como el de una víctima, pues finalmente él no tuvo la culpa de lo que le pasó y, en el momento en el que se da cuenta de que no puede curar la maldición, busca el suicidio (Landis).

    Siodmark además sentía una cierta identificación con el personaje como una víctima de la sociedad. Talbot es perseguido en la película como Siodmark lo fue en su natal Alemania con el advenimiento del Tercer Reich. No es para nada coincidencia, sino un guiño a la crítica política, que el hombre lobo identifique a su próxima víctima al ver una estrella de seis puntas dibujada en la palma de la mano del condenado.

    Universal aceptó el guión escrito por Siodmark titulado Destiny, pero con algunos cambios. En el texto original del guionista, el licántropo sólo aparecía una vez en pantalla cuando, después de un asesinato, va a enjuagarse la boca en un arroyo y, siendo humano, ve reflejado en el agua el rostro del hombre lobo. Del mismo modo, esta versión del guión mostraba a Larry Gills como un técnico americano que viajaba a Inglaterra para instalar el telescopio de Sir John Talbot, con quien no tenía ninguna relación (Mallory).

    El estudio eliminó la sutileza y ambigüedad del texto de Siodmark y convirtió el thriller en una película de terror tal cual. Volvió las apariciones del licántropo en pantalla más numerosas y más significativas, y convirtió a Larry Hill, el especialista americano, en Larry Talbot, el hijo pródigo que regresa a la mansión familiar tras la muerte de su hermano mayor, lo que lo convierte en el heredero de los bienes de Sir John.

    De tal suerte, muchos teóricos consideran que, de forma intencionada o no, El hombre lobo se convierte en una metáfora sobre la adolescencia: Es la historia de un hijo distanciado de su padre con quien no puede entablar comunicación, que presenta repentinos cambios en su cuerpo que no puede controlar ni explicar, y que incluyen el agrandamiento de miembros y el crecimiento de mucho pelo. Más aún, desde el principio de la película se nota en Larry una necesidad por exhibirse ante las mujeres.

    Así las cosas, debo confesar que ésta es mi película menos favorita de los monstruos de Universal, por no decir que francamente me gusta muy poco. No sé qué es lo que le hace falta. Quizá sea la grandilocuencia de Drácula (Browning, 1931), la melancolía de Frankenstein (Whale, 1931), el romanticismo de La momia (Freund, 1932) o el nihilismo de El hombre invisible (Whale, 1933); pero siento que El hombre lobo simplemente no termina de cuajar.

    Creo que lo que más me disgusta de la cinta es el reparto. Claude Rains me parece genial, pero en esta peli no me acaba de convencer y Lon Chaney Jr. Me parece bastante competente, incluso cuando interpreta a otros monstruos –no sólo el Hombre lobo fue el único monstruo de Universal en ser interpretado siempre por el mismo actor, sino que Chaney Jr. también fue la Momia y a la Creatura de Frankenstein–, pero en esta cinta simplemente no le creo nada.

    Me parece que eso es lo que no me permite entrar en la convención de la película, la barrera que me impide dejarme llevar por ella: Que en ningún momento Chaney Jr. parece el hijo de Rains, pues se ven prácticamente de la misma edad. Y no sé qué sea más impactante, si la mala elección del reparto o el hecho de que Rains era traga-años y Chaney estaba muy avejentado para su edad, pues aquél le llevaba 17 años a éste, ¡por lo que sí tenía edad para ser su papá!

    Fuera de eso, la historia se cuenta bien y el monstruo es interesante. Nuevamente creado –en su mayoría– por Jack Pierce, el maquillaje del personaje tomaba alrededor de cuatro horas en ser aplicado y otras tres para removerse, y estaba hecho principalmente de pelo de yak que Pierce chamuscaba todos los días con un rizador de cabello para darle una apariencia más hirsuta. Y digo que lo creó parcialmente porque no creía en la aplicación de prostéticos de hule en los rostros de los actores –que para este momento ya se encontraban disponibles, aunque no eran de muy buena calidad–, por lo que el hocico canino del hombre lobo tuvo que ser fabricado por el departamento de utilería de Universal.

     Como la gran mayoría de las personas que trabajaron con Jack Pierce, Lon Chaney Jr. tuvo diferencias con él. Pero, a pesar de eso, y de que utilizar el nombre de su padre fue idea del estudio aunque él se resistió hasta donde pudo, Chaney se sentía orgulloso de su trabajo con el licántropo y desarrolló un gran cariño por el personaje.

     El hombre lobo fue la película de transición que marcó el final de la era de oro de Universal y el inicio de su decadencia… por lo menos en cuanto a películas de terror y ciencia ficción se refiere. Y aun cuando no acaba de encantarme, reconozco que tiene una cierta magia, un cierto encanto innegable que la convierte en un clásico. Y parece mucho mejor película cuando uno ve el espantoso remake dirigido por Joe Johnston (2010) y protagonizado por Benicio Del Toro… pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

PARA LA TRIVIA: La escena en la que Larry y John Talbot van a la iglesia fue filmada en las escalinatas de la fachada de la catedral de Notre Dame que se construyó como parte de los sets del clásico silente de Universal El jorobado de Notre Dame (Worsley, 1923), estelarizada por Lon Chaney Sr.

Por favor, nótese que la evaluación de esta cinta está hecha según parámetros actuales y no refleja la trascendencia que tuvo la película en su momento.

Drácula

Frankenstein

La momia

El hombre invisible

La novia de Frankenstein

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Bibliografía

LANDIS, John, Monsters in the Movies: 100 Years of Cinematic Nightmares, DK Publishing, US, 2011.

MALLORY, Michael, Universal Studios Monsters. A Legacy of Horror, Universe Publishing, New York, 2009.

Otras fuentes

Skal, David J. Monsters by Moonlight! The Inmortal Saga of The Wolf Man, Universal Home Video, 1999.     


[1] La idea de la plata como metal purificador tiene una base real. Debido a sus poderes antibióticos, se sabe que varias culturas la usaban como antiséptico. Por ejemplo, colocaban piezas de plata en los recipientes que contenían leche para que no se agriara tan pronto.
    Asimismo, uno de los hombres lobo más famosos de la historia, la Bestia de Gevaudin, fue muerto al dispararle con una bala de plata.

PESADILLA DIABÓLICA. La película olvidada de casas embrujadas.

PESADILLA DIABÓLICA

Burnt Offerings

Dan Curtis, 1976

El tema de las casas embrujadas ha sido recurrente en la ficción de terror desde su origen a finales del siglo XVIII e incluso me atrevería a decir que fue uno de los tópicos que fundaron la literatura gótica. De tal suerte, las casas embrujadas, las mansiones encantadas y las casonas malditas han estado presentes durante prácticamente toda la historia de la literatura de terror y, por supuesto, se expandieron al cine.

    En su libro Burnt Offerings (1973), el autor Robert Marasco mezcla elementos tradicionales de las historias de casas embrujadas con algunos giros novedosos. Esta novela fue adaptada al cine en 1975 y lo único que es más interesante que el hecho de que sentaría las bases para muchas cintas de casonas malditas que vendrían después es que haya sido olvidada casi por completo.

    La película cuenta la historia de la familia Rolfe quienes, tratando de escapar del estrés de vivir en su pequeño departamento de Brooklyn, rentan una enorme casona antigua en el campo por un precio ridículo. La finca es propiedad de una extraña pareja de hermanos quienes les indican que el único detalle en la renta es que su madre octogenaria vive recluida en su habitación del último piso. Luego de cierta renuencia, los Rolfe deciden pasar el verano en la casa; pero no transcurre mucho tiempo antes de que inexplicables sucesos empiecen a amenazar no sólo la integridad física de la familia, sino sus relaciones y su misma cordura.

    Algo que me encanta de esta cinta es que es aterradora desde el principio. El suspense comienza en cuanto los títulos iniciales terminan y el primer plano general de la casa, que nos sirve como presentación de la misma, es intimidante. Todo se ve bien, pero hay algo que no acaba de cuadrar. Al igual que a los personajes, apenas viendo la casa sentimos una inquietud que no podemos precisar. Originalmente, la película incluía alrededor de 15 minutos de exposición sobre la vida de los Rolfe en la ciudad y cómo encontraban el anuncio de la casa; pero el director decidió desecharlos porque le parecieron aburridos. Me parece que fue un acierto.

    La fotografía ayuda enormemente a crear esta atmósfera terrorífica. Por qué en muchas películas de esa época las imágenes se ven como si estuvieran entre la bruma, no lo sé; pero a esta cinta le ayuda creando un halo sobrenatural sobre todo lo que sucede, lo que es aumentado por la paleta de colores de la cinta, sobrecargada de tonos verdes. Del mismo modo, hay escenas muy interesantes en las que el drama se crea a partir de los claroscuros y de la forma en la que la luz se acomoda en la escena. Por no mencionar que hay otras secuencias en las que parece que la acción se está viendo a través del punto de vista de la casa misma, un recurso heredado de La mansión de los espíritus (Wise, 1963).   

    También llaman la atención las escenas de horror a plena luz del día, que son tan efectivas como las que suceden por la noche. La primera escena de la piscina es tan angustiante como aterradora.

    Algo que me pareció sobresaliente de esta cinta es, precisamente, la sencillez de sus escenas de horror. Con efectos muy rudimentarios, algunos trucos de cámara y apoyándose más en las actuaciones que en el espectáculo, Pesadilla diabólica logra mucho con poco y apela más a la sugestión que a lo explícito. Por ejemplo, la segunda escena de la piscina que también es por demás inquietante y lo es por las comprometidas interpretaciones de Oliver Reed, en el papel del padre de familia, y Lee Montgomery, en el de su hijo; así como SPOILER la escena en la que la casa se reconstruye a sí misma durante la tormenta, probablemente, la escena con más efectos especiales de toda la cinta, muestra apenas lo suficiente para que el público se imagine lo demás. TERMINA SPOILER

    Las actuaciones son excelentes. Aunque Black a veces se siente medio dispareja, Oliver Reed y la veterana Bette Davis –quien, por cierto, odiaba a Reed–, en su papel de la tía Elizabeth, se echan un duelo de actuaciones digno de verse. Sin embargo, los actores se notan perdidos. La mayoría actúan muy bien; pero pareciera que cada quien está actuando una película diferente y nunca se logra una unidad tonal.

    Por ejemplo, las escenas de culpa de Ben (el personaje de Reed): el tipo sabe que una fuerza malvada lo está poseyendo y siente culpa por sus acciones… SPOILER y se ven completamente distintas de aquéllas en las que Marian (Black) está siendo poseída por el espíritu de la anciana Sra. Allardyce, y no sólo no puede hacer nada para evitarlo, sino que lo disfruta. La casa hace creer a Elizabeth que ha puesto en riesgo la vida de David (Montgomery) y la escena en la que la culpa de esta negligencia le cae encima es sobrecogedora… pero se ve completamente fuera de lugar. TERMINA SPOILER

    En general, creo que ésta es una película sobre la culpa. Durante muchos momentos de la cinta pareciera que no es la fuerza diabólica de la mansión la que acosa a los personajes, sino sus propias culpas y demonios internos. Lo que nos lleva a la espeluznante secuencia del funeral de la madre de Ben –que supongo que es la “pesadilla diabólica” que da su nombre en español a la película–, que es el leit motiv del personaje. La amenaza de revivir el pasado es un elemento constante en las películas de terror sobrenatural, particularmente en las de casas embrujadas, y en Pesadilla diabólica se convierte en el hilo conductor de la historia.

    Esta secuencia del funeral no estaba en el guión original de la peli y fue incluida por Curtis basándose en el funeral de su propia madre. El director recuerda haber visto a lo lejos a un chofer alto y de rostro descarnado que se carcajeaba afuera del cementerio y esa fue una imagen que lo persiguió de por vida. Las secuencias oníricas con el chofer son verdaderamente perturbadoras. 

    Seguramente para este momento, ya han identificado que otra película de casas embrujadas… o bueno, de hoteles embrujados, plagia… digo, este… “conserva” muchos elementos de esta cinta. Así es, la inmortal El resplandor (Kubrick, 1980) guarda sospechosas similitudes con Pesadilla diabólica. Al respecto, sólo diré que Stephen King ha mencionado que Burnt Offerings es una de sus novelas de terror favoritas.

    Lo que sí es muy gracioso son las escenas de actividades cotidianas en las que se ve que los actores no sabían hacer nada. Me refiero a que cuando Karen Black lava los trastes, se nota que no sabe lavar trastes; cuando Bette Davis está pintando un cuadro, no tiene ni idea de cómo se sostiene una paleta y, cuando David nada, se ve que no sabe nadar.

    En compensación, sí hay explicaciones para situaciones que serían completamente idiotas en la vida real: ¡Sí! ¡Vamos a rentarle la casona a los ancianos siniestros que nos ven con deseo! ¡Sí, quedémonos a jugar en este cementerio antiguo en el jardín trasero!

     A pesar de todos sus fallos, Pesadilla diabólica es una buena película de terror y el prototipo de muchas de las películas modernas de casas embrujadas: su influencia puede notarse en cintas como la ya mencionada El resplandor o El despertar del Diablo (Raimi, 1981).  Finalmente, se trata de una pieza de Gótico americano que, además, introduce un elemento muy interesante: SPOILER el de la casa vampiro TERMINA SPOILER. Si bien es cierto que no es la mejor película de casas embrujadas, que incluso para su época se sentía un tanto anticuada y que el tono está dando bandazos cada cinco minutos, creo que no merece el olvido en el que está sumida actualmente y bien podría merecer un revisionado.

PARA LA TRIVIA: Para esta película no fue construido un solo set. Todo se filmó en locación en Dunsmuir House and Gardens, en Oakland, California.

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LA NOVIA DE FRANKENSTEIN. Una de las mejores secuelas de la historia. (Los Monstruos de Universal, Parte V)

LA NOVIA DE FRANKENSTEIN

Bride of Frankenstein

James Whale, 1935

¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas?… Bueno, por lo general suele ser cierto, pero si hay una secuela bien lograda en la historia del cine, es sin duda ésta. Esta película es tan distinta de la primera parte, pero al mismo tiempo evoluciona tan bien los conceptos planteados en ella que es difícil describirla. De hecho, la cinta me produce una sensación muy difícil de explicar, supongo que será algo parecido a la fascinación. El único adjetivo con el que se me ocurre calificarla es “exquisita”.

    La película continúa la historia justo donde se quedó la primera, cuando el molino de viento es reducido a cenizas por la ira de los aldeanos y éstos dan por muerta a la Creatura (Boris Karloff). Su creador, el joven científico Henry Frankenstein (Colin Clive en una de sus últimas interpretaciones) casi murió por las heridas causadas en el enfrentamiento y ahora es devuelto a su mansión para recuperarse al lado de su reciente esposa Elizabeth (la bella Valerie Hobson). Sin embargo, la tranquilidad de Frankenstein se verá interrumpida por la visita del Dr. Septimus Pretorius (Ernest Thesiger), quien ha realizado experimentos poco ortodoxos a través de los cuales logró crear vida en forma de homúnculos. Mediante chantajes y utilizando a la Creatura, que sigue con vida y ha adquirido la capacidad de hablar y razonar, Pretorius convence a Frankenstein de que lo ayude con su ambicioso proyecto: Crear un ser humano superior, específicamente, una mujer.

    Como expliqué en mi reseña de El hombre invisible (Whale, 1933), Universal había presionado a James Whale durante mucho tiempo para que dirigiera una secuela de la exitosísima Frankenstein (1931). Luego de dirigir la adaptación de la obra de Wells, Whale había quemado su único cartucho para evitar hacer la continuación de la que tanto había huido. Durante casi dos años circuló material promocional de una película cuyo título tentativo era El regreso de Frankenstein, hasta que por fin todas las piezas se acomodaron.

    Para 1934, Whale había adquirido tal poder en Universal que gozaba de una libertad creativa prácticamente absoluta. Tanto así que se dio el lujo de rechazar ocho propuestas de guión para la película, incluidas aquéllas escritas por John L. Balderston y R.C. Sheriff. Finalmente, William Hurlbut fue comisionado para la tarea de escribir el guión bajo la estricta supervisión de Whale, quien no dudaba en nutrirlo con sus propias ideas y sugerencias.

    Y ésta es una de las características que hacen de La novia de Frankenstein una pieza tan única y tan increíble: a pesar de ser una secuela pensada para seguir explotando comercialmente la fama de la primera película, a pesar de ser una película hecha por encargo para uno de los grandes estudios y por un director que estaba en la nómina, es una condenada película de autor. De verdad, toda la cinta está empapada con la personalidad de James Whale.

    En general, la peli es un chiste macabro y una autoparodia de la primera parte. Y esto sólo se confirma con la enrome cantidad de personajes que repiten la clásica línea “It’s alive!”, llamando particularmente la atención la sirvienta interpretada por Una O’Connor, una de las actrices favoritas de Whale, quien en esta película da una interpretación tan grandilocuente y exagerada que llega a la caricatura… sin que se vea fuera de lugar.

    De igual modo, en este mismo tenor de la sátira y la parodia, se entiende que la escena en la que Pretorius presume a sus homúnculos –en una muestra espectacular de efectos especiales, por cierto– fluya sin problemas en medio de la película. Y en esta secuencia es, quizá, en la que más se nota la mano de Whale en el guión, con su característico sentido del humor y su sensibilidad particular para lo grotesco, lo raro y lo ridículo.

    Otra de las ideas del director británico que lograron materializarse en la película es la del prólogo. En esta secuencia se muestra la supuesta noche de tormenta en que Mary Shelley (Elsa Lanchester), en compañía de su esposo Percy (Douglas Walton) y su amigo Lord Byron (Gavin Gordon) –llama la atención la ausencia de John Polidori–, concibe su historia para después contar la segunda parte.

    Según se sabe, Whale se empeñó en filmar este prólogo amenazando incluso con no hacer la película si no era incluido. Sus intenciones fueron las de mostrar que “la gente bonita también tiene pensamientos horribles”. Además, creo que en cierto modo quiso mostrar su respeto a Elsa Lanchester, quien interpretó a Mary Shelley y a la Novia, al permitir que el público viera su rostro sin el maquillaje de monstruo, particularmente porque en los créditos el reparto aparece como “The Creature: ?”.    

    Aunque la novia de Frankenstein como tal nunca aparece en la novela original, la idea de construirle una compañera a la Creatura sí está presente en casi toda ella. Además, el guión retoma dos pasajes de la novela que no aparecieron en la primera cinta: el de la Creatura rescatando a una niña de ahogarse y su convivencia con un anciano ciego.

    ¿Y qué elemento de la cinta podría delatar más la intervención de James Whale que el personaje de Septimus Pretorius? El papel, que originalmente fue pensado para Claude Rains, es claramente un alter ego del director británico. A diferencia de Frankesntein, Pretorius, con su amaneramiento, su negro sentido del humor y su peinado estrafalario, no creó a sus hombres uniendo pedazos de cadáveres y con la ayuda de la ciencia; sino que, ayudado de la Magia Negra, los cultivó en frascos a partir de una sola célula. Al no estar disponible Rains para el papel de Pretorius, éste le fue asignado a Ernest Thesiger, un actor británico con una larga trayectoria en el teatro que fue, de hecho, el mentor de Whale en su juventud y quien lo introdujo a los escenarios.

    Y ya que toco el tema de Pretorius, hay un elemento que siempre me llama la atención cuando veo esta película: Estoy convencido de que hay un subtexto homoerótico en La novia de Frankenstein. Quiero decir, es la historia de un hombre joven y atractivo que deja a su familia y, sobre todo, a su reciente esposa con la que nunca consumó el matrimonio, para irse con un hombre mayor, culto, educado y que le enseñaría conocimientos prohibidos. Incluso, cuando el viejo alquimista le pide a Frankenstein que regrese para trabajar con él, éste se niega argumentando que debe casarse… Interesante…

    ¿Será acaso que James Whale, infatuado por la prácticamente completa libertad que tenía en Universal, trató de jugarle una broma a la censura como diciendo: “Voy a poner todo este subtexto en la película a ver si se dan cuenta?” Los censores sí pidieron que se cambiaran algunos diálogos y se eliminaran escenas –muchos de los parlamentos de Pretorius eran marcadamente blasfemos y había diálogos en el prólogo que hacían referencia al amor libre entre los autores románticos– y el mismo James Whale desechó quince minutos del primer corte de la película después de una proyección de prueba, pues consideró que la subtrama en la que Karl, el jorobado asistente de los científicos (el genial pero infortunado Dwight Frye), asesina a unos parientes e incrimina a la Creatura era innecesaria. Pero el subtexto gay quedó intacto.

    En cuanto al aspecto de la Creatura, éste cambió un poco en relación con la primera parte. El diseño seguía siendo el mismo, sólo se le agregaron quemaduras en el lado derecho del rostro y en el brazo izquierdo, y se veía ligeramente distinto. Aunque el maquillista Rick Baker señala que esto se debió a que Karloff había subido de peso, la mayoría de los estudiosos del tema lo atribuyen a que, puesto que su personaje ahora hablaba, el actor no pudo quitarse el puente de la muela como lo hizo en la primera parte, dejando atrás ese rostro descarnado. Eso sí, para ahorrarle incomodidades al actor y al maquillista Jack Pierce, éste ideó un prostético de hule para simular la cabeza plana de la Creatura, en lugar de construirla capa por capa como en la primera cinta.

    Algo que me encantó fue la atención a los detalles en la imagen de la Creatura. Conforme va avanzando la película, su ropa se va desgastando y deteriorando. Del mismo modo, al iniciar la cinta está clavo porque su cabello se quemó en el incendio, pero conforme avanza la peli, le va creciendo cabello nuevo. Y según parece, no fui al único al que le fascinaron estos detalles, pues el actor y director británico Kenneth Branagh los retomó para su película Frankenstein, de Mary Shelley (1994).

    En el caso de la Novia, Whale pidió que se tratara de una creatura hermosa, en contraste con la Creatura original, que era monstruosa. A ciencia cierta no se sabe de quién fue la idea de su aspecto extravagante, pero sí se sabe que para crear ese exótico peinado cariñosamente apodado “Electric Nefertiti” Jack Pierce entretejía el cabello real de Lanchester –quien sentía una cierta antipatía por el arrogante maquillista– con una jaula de malla de alambre usada para peinar caballos.

    Elsa Lanchester comentó alguna vez que su interpretación de la Novia fue inspirada por los cisnes de Regent’s Park, en Londres, pues le parecía que eran criaturas en verdad desagradables. El característico siseo del personaje fue igualmente inspirado por dichas aves.

    La evolución en la Creatura es clara: Mientras en la primera película tenía el carácter de un niño pequeño que hacía rabietas mortales y buscaba la atención de un padre que lo rechazaba, en la segunda parte se trata de un adolescente: Desarrolla un marcado interés por las mujeres, se rebela y chantajea a su padre, y se junta con un viejo ermitaño que lo enseña a fumar y a beber.[1]   

    La crítica suele considerar a esta cinta como la mejor lograda de la corrida original de películas de monstruos de la Universal (1931-1942) y, en general, hay pocas películas donde convivan tan estrechamente y de modo tan armónico el humor y el terror. Aún ahora sigue siendo una obra maestra de la sutileza y la ironía, al mismo tiempo que una obra maestra del cine de terror; por no mencionar que es sin duda una de las mejores secuelas de la historia.

PARA LA TRIVIA: En el guión original Henry Frankenstein moría en la explosión al final de la cinta, pero de última hora se decidió cambiar el final y dejar vivo al personaje. Según el autor Michael Mallory, el final de la cinta es la culminación última de la sátira pues ¿de qué otro modo se explica que un hombre del genio de Pretorius le ponga a su laboratorio una palanca de autodestrucción?  

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[1] Cfr. MALLORY, Michael, Universal Studios Monsters, Universe Publishing, New York, 2009. Pp.71-73.

FUENTE

She’s Alive! Creating the Bride of Frankenstein, David J. Skal, Universal Studios Home Video, 2002.