
ESPECIES
Species
Roger Donaldson, 1995
Algunos críticos consideraron Congo (Marshall) la peor película del año 1995. Es una decisión difícil, pues 1995 fue un año de mierda para el cine de grandes presupuestos. La película de la que hablaré a continuación es un serio contendiente para ese reconocimiento. De hecho, quizá sea una de las peores películas que haya visto en mi vida, pero aun así le tengo un cierto cariño y la disfruto de principio a fin.

En 1993 el equipo del programa S.E.T.I (Search for Extra-Terrestrial Intelligence o “Búsqueda de Inteligencia Extra-Terrestre en español) recibió una respuesta a su mensaje enviado veinte años atrás en el que detallaban nuestro código genético y ubicación en el Sistema Solar. La respuesta incluía una fórmula para producir energía limpia inagotable e instrucciones para mezclar una secuencia de ADN extraterrestre con la nuestra. Y claro, como no tenían nada mejor qué hacer, un grupo de científicos sigue la receta y crea una hembra de híbrido humano-extraterrestre con habilidades sobrehumanas que, como era de esperarse, se escapa de un laboratorio secreto cuando pretenden exterminarla.

Una vez en libertad, el híbrido llamado Sil (la hermosa modelo canadiense Natasha Henstridge, cuya belleza que raya en lo alienígena debutó en la pantalla grande con esta película), que resulta ser un depredador diseñado para exterminar a la raza humana, llega a la ciudad de Los Angeles en estado de madurez sexual buscando un macho humano viable para reproducirse… Y al que no cumple con sus estándares, lo asesina brutalmente. Xavier Fitch (Sir Ben Kingsley, quien tiene un tino increíble para escoger malas películas en las cuales actuar), director del proyecto, reúne a un grupo de expertos para cazar a Sil y detenerla antes de que logre aparearse.

Como bien puede advertirse, el argumento no es ni particularmente original ni particularmente inteligente; y el guión está apenas pasable, plagado de clichés, parlamentos malos y situaciones tan absurdas que llegan a lo jocoso. En general toda la peli tiene un aire de inverosimilitud que la hace simplemente deliciosa… si uno es de los que disfrutan con la desgracia ajena; si no, se vuelve insoportable bastante rápido.

¿Pero cómo pasó esto? Quiero decir… quizá el guión no es un Shakespeare, pero se sostiene. Y hablando de Shakespeare ¿ya vieron quiénes están en el reparto? Michael Madsen, que no es tan buen actor, pero los papeles de matón le salían bien; y está también un Forest Whitaker completamente desperdiciado en un papel que creo que pretende despertar nuestra simpatía, pero que termina pareciendo un gran lelo. Del lado de los británicos están el ya mencionado Ben Kingsley que… de verdad, ¿cómo escoge sus proyectos? ¿Hay una agencia de representantes artísticos especializados en proyectos piteros? ¿Quién se la recomendó, Michael Cane? Y Alfred Molina que sí, aún estaba a más de un lustro de volverse verdaderamente famoso, pero llevaba toda la vida trabajando en teatro. ¿Cómo puedes hacer una mala película con ese reparto?

Y si el reparto fallaba, no se preocupen, que tenemos al que probablemente sea el artista plástico más influyente en el cine de la segunda mitad del siglo XX, el suizo H. R. Giger. Así es, el artista que diseñó al xenomorfo de Alien: el octavo pasajero (Scott, 1979) y que recibió un Oscar por eso diseñó también a Sil, al macho de su especie y al tren espectral que la atormenta en sus pesadillas.

Empero, el diseño falla. Y no es tanto culpa de Giger, quien se sabe que quedó muy poco complacido con el resultado de esta película, sino de quien se lo encargó. El tren está padre, pero es una lástima que se muestre tan poco de él en pantalla. Y Sil… pues termina siendo Giger queriendo copiarse a sí mismo, digo… todos sabemos que eso es simplemente un alien pero con cuernitos, ojos de gato y enormes tetas, ¿cierto?

Bueno, pero seguramente los efectos especiales salvan la película, ¿no? ¿No? ¡No! ¡Son espantosos! Los capullos alienígenas se nota a leguas que son viles bolsas de plástico embarradas con látex. El CGI es inmundo —digo, en esta época apenas empezaba, pero ya había salido Parque Jurásico (Spielberg, 1993)—; incluso en algunas tomas los modelos por computadora tienen dientes de sierra y saltos entre cuadros. Las escenas de Sil de cuerpo completo están mejor logradas, quizá porque todas son oscuras, y aun así no pueden tapar el efecto Guy-In-A-Rubber-Suit. Para acabar pronto, el efecto mejor logrado en la película son los medios planos de Sil porque los hicieron con una marioneta, pero estaba chida… lástima que las tres versiones de Sil –marioneta, botarga y CGI– no se parecían en nada.

Se me quedó muy grabado de aquella época, cuando se estrenó esta cinta en México, el comentario de un crítico de cine que salió en la televisión —no recuerdo quién era ni en qué canal— que atinadamente dijo: “En la función a la que yo fui, en las escenas en las que la gente se supone que debía espantarse, se reía”. Tan cierto hoy, como cuando fue transmitido.

Pero no nos hagamos. Nadie ve esta película por su guión tan elevado, por la calidad de las actuaciones de su reparto shakespeariano o por sus deslumbrantes efectos especiales. No, señores, esta película se vende, aún hoy día, por las sendas escenas topless de la Henstridge. Sólo así se entiende que uno aguante la hora y cuarenta minutos que dura esta madre que recuerdo con tanto cariño de mi pubertad.

Y con todo, la peli de algún modo entretiene y al público le ha interesado lo suficiente como para generar tres secuelas: Especies II (Medak, 1998), que se estrenó en cines con moderado éxito y generó un par de figuras de acción producidas por McFarlane Toys; Especies III (Turner, 2004), que fue lanzada directamente al mercado de video y que brilla por su ausencia de desnudos gratuitos; y Especies IV: El despertar (Lyon, 2007) que fue filmada en la Ciudad de México haciéndola pasar por ciudad fronteriza y que sí trae montones de escenas de desnudos incluyendo algunos de la actriz de telenovelas Marelene Favela. ¿Quién dijo que el cine de explotación había muerto?

PARA LA TRIVIA: MGM había decidido no filmar la escena del tren para ahorrar presupuesto. Sin embargo, H.R. Giger ya había invertido mucho tiempo en la construcción de éste, por lo que financió la filmación de dicha secuencia con su propio dinero.
