MISIÓN ALIEN
Alien Nation
Graham Baker, 1988
A principios de los 90, cuando era apenas un escolapio, estaba obsesionado con las películas de la saga de Alien… bueno, ahora también; pero en ese entonces me chutaba cualquier cosa que llevara la palabra “Alien” en el título… bueno, ahora también… el punto es que, en mis pesquisas, me encontré con esta película una noche de fin de semana en el entonces incipiente Canal Fox ‒que por aquellos días tenía un repertorio como de diez películas nada más‒ y me aburrió un montón. Años más tarde, le di una nueva oportunidad a esta cinta y me encantó. Me di cuenta de por qué se había convertido en una de culto y por qué había generado una reducida, aunque leal, legión de seguidores a lo largo y ancho del mundo.
Según la historia de la peli, en 1988 una nave procedente de un planeta lejano llegó a la ciudad de Los Ángeles, California, tras navegar a la deriva. La nave estaba cargada con esclavos alienígenas apodados “neófitos” (Newcomers) que, tras tres años de cuarentena, se insertaron en la sociedad humana. Luego de que su compañero es muerto en un tiroteo, el detective Matthew Sykes (el siempre genial James Caan) acepta como compañero al primer detective neófito, Sam Francisco (Mandy Patinkin, a quien seguro recuerdan por su papel de Íñigo Montoya en La princesa prometida [Reiner, 1987]), para llevar a cabo la investigación sobre la muerte de su compañero. Sin embargo, durante sus averiguaciones, Sykes y Francisco revelarán un terrible secreto sobre los neófitos y su esclavitud, que no sólo podía poner en riesgo su estadía en nuestro planeta; sino también la supervivencia de ambas especies.
Por supuesto, como todas las buenas películas de Ciencia Ficción y las de Terror, ésta es una metáfora, y qué mejor escenario para hablar de tolerancia y discriminación que la ciudad de Los Ángeles. La cinta es, básicamente, un film noir con elementos de acción y ciencia ficción con un subtexto que habla sobre la inmigración, la marginación social y cómo las esferas de poder se aprovechan de los más necesitados y los utilizan para conseguir sus propios fines. Además de que hay algunos chistes bastante buenos en la cinta ‒como ése de la Academia Berlitz‒. Al final, todo el asunto resulta ser una divertida sátira sobre la xenofobia.
Obviamente, un thriller policiaco no funcionaría si la pareja de detectives no funcionara; y aquí es donde la película tiene uno de sus puntos más fuertes. La pareja de Caan y Patinkin funciona maravillosamente y su química en pantalla es muy buena. Las actuaciones de ambos son geniales y uno realmente llega a estimar a los personajes, a interesarse por ellos y por lo que les pasa, y la escena de la borrachera con leche y la del condón son de verdad hilarantes.
Empero, mientras que las actuaciones de la pareja estelar están muy bien, el que sí se pasa de la raya es el británico Terence Stamp en su papel de (William Harcourt), quien, en toda la película, no puede quitarse su cara de hueva.
Según lo relata Shane Mahan, artista del Stan Winston Studio, Stamp nunca estuvo de acuerdo con el maquillaje que debía usar ‒nueve piezas prostéticas que tenían que ser aplicadas sobre su rostro diariamente‒ y se mostraba malhumorado y poco cooperativo durante el proceso de maquillaje. Para la última escena, en la que el personaje de Stamp se transforma en una especie de Mr. Hyde, el equipo del SWS tenía preparado un maquillaje prostético más elaborado, así como un traje musculado que el actor se negó a utilizar. Stamp simplemente dijo que no lo haría, se retiró del set, subió a un avión y regresó a Inglaterra.[1]
Esto se debió, en parte, a que la producción del maquillaje fue tan accidentada como la de la película misma. El diseño del aspecto de los neófitos pasó por muy variados estadios antes de llegar a lo que se vio finalmente en pantalla. Originalmente, se había pensado en alienígenas con características más reptilianas y piel escamosa de color pardo. Los realizadores pensaron que sería difícil para el público identificarse con criaturas que se vieran tan diferentes a ellos, así que decidieron darles un aspecto más humanoide, aunque con facciones toscas y una tez de colores amarillos y grises. Finalmente, este diseño se reservó para los neófitos que aparecían como extras en el fondo ‒sólo se cambiaron los colores‒, mientras que aquellos alienígenas que aparecían en primeros planos tendrían una apariencia mucho más cercana a la humana.
El guión está bien, a secas, y deposita la mayor parte de su ingenio en los diálogos y no tanto en la historia. El desarrollo de los personajes es medio disparejo, aunque ya en pantalla los actores lo hacen funcionar y lo que sí está medio chafa es el montón de clichés del Cine Negro que le metieron a la película. Digo, a final de cuentas funciona; pero sí se ve que la originalidad no fue lo suyo.
La película fue producida por Gale Anne Hurd, quien en ese entonces era esposa de James Cameron, y se sabe que el director canadiense le metió mano al guión, aunque nunca recibió crédito por ello.
Y, aunque la película funciona, la verdad es que el tercer acto se cae bastante. Esto no es un problema tanto del guión, sino de la edición. De hecho, la película iba a ser lanzada en verano y era la carta fuerte de 20th Century Fox para la temporada; pero problemas en la post-producción obligaron a los realizadores a re-editar la película por completo, haciéndola más corta y cambiando su fecha de estreno de verano a octubre de 1988. De hecho, ésta fue una de las razones por las que la música original compuesta por Jerry Goldsmith debió ser retirada y sustituida por la partitura compuesta por Curt Sobel .
Quizá Misión Alien no es una película genial; pero sí es muy divertida y, aunque mayormente ha sido olvidada, es muy entretenida y goza de varios momentos verdaderamente brillantes. Se convirtió rápidamente en una peli de culto cuyos seguidores parecen haber desaparecido hace años; pero al menos tuvo el impacto suficiente para engendrar una moderadamente exitosa serie de televisión que duró 22 episodios (1989-1990) y una serie de películas para TV que se produjeron entre 1994 y 1997.
PARA LA TRIVIA: El personaje de Sam Francisco originalmente sería llamado George Jetson (conocido en nuestro país como Súper Sónico, el atolondrado papá de la serie de dibujos animados, Los supersónicos [1962-1963]); pero Hannah-Barbera no quiso prestar el nombre de su personaje para la cinta. Matthew Sykes apoda a Sam “George” como una especie de chiste privado de los guionistas.
Blog 2012-2016 Sumario 2018 ¡Sígueme en Facebook! Canal de Youtube
[1] Cfr. DUNCAN, Jody, The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, London, 2006, P. 110.