WI-FI RALPH
Ralph Breaks the Internet
Phil Johnston y Rich Moore, 2018
La primera película de Ralph, el demoledor (Moore, 2012) me gustó mucho. Se trataba de una bonita fábula sobre la importancia de aceptarnos a nosotros mismos y de recibir reconocimiento por nuestro esfuerzo. Era de una joyita bien realizada con toneladas de referencias nostálgicas a la era clásica de los videojuegos y llena de corazón. Cuando supe que habría una secuela, a pesar de que trato de evitarlo, me emocioné y esperé casi impacientemente para poder verla. Ya vista, les comento qué tal me fue.
Ésta peli es la secuela de una cinta de animación producida enteramente por Disney que más tiempo ha tardado en aparecer después de la primera parte. De hecho, la producción tuvo que detenerse durante un año completo debido a que el director principal, Rich Moore, fue llamado para dirigir Zootopia (2016).
La historia de la cinta ocurre 6 años después de la anterior. Ralph (voz de John C. Reilly) y Vanelope Von Schweetz (voz de Sarah Silverman) son los mejores amigos y disfrutan de pasar tanto tiempo juntos como les es posible. Sin embargo, Vanellope desea algo más. La rutina de su videojuego la ha llevado a una depresión que sólo se ve acrecentada cuando su arcadia es clausurada por haberse roto una pieza. La solución ideada por la pareja de amigos es entrar a Internet para comprar la codiciada pieza en un sitio de subastas en línea. Sin embargo, navegar por la red resultará ser una peligrosa aventura llena de autodescubrimiento que no sólo pondrá a prueba su amistad, sino que podría poner en riesgo todo el ciberespacio.
Como secuela, Wi-Fi Ralph funciona bastante bien. Hace justo lo que se esperaría de una secuela: profundiza en el carácter de los personajes, les da un giro inesperado a los elementos planteados en la cinta anterior, expande el universo y continúa con el discurso de la primera parte. Esta película habla sobre buscar nuestro lugar en el mundo y aprender a dejar ir las cosas para poder crecer. También, en la tradición de muchas secuelas, su tono –particularmente durante el tercer acto– es más oscuro que el de su predecesora.
Como película, creo que también funciona bastante bien. Es entretenida, conmovedora, divertida y tiene muchos momentos bastante buenos. Tiene menos referencias a los videojuegos de la vieja escuela que la peli original, eso sí; pero no por ello desmerece. También creo que, por momentos, la anécdota pierde un poco de cohesión y tiende a divagar de más; pero la trama no es difícil de seguir.
Lo que sí pasa es que al final la película se siente un tanto superficial. Entiendo que, por estar dirigida al público infantil, debe de manejar su discurso de una forma un tanto más digerida; pero para cuando llegan los créditos finales uno siente que a lo que acaba de ver le falta carnita. La historia tenía todo el potencial para ser algo más profundo y un poco más denso, pero los realizadores prefirieron invertir tiempo en pantalla publicitando franquicias.
Por lo tanto, puedo decir que lo que de plano no me gustó fue el intento de colocación de plataformas de Internet y merchandising de Disney en el público infantil haciéndolas pasar por referencias. Digo, las referencias a iconos de la cultura pop son graciosas y se han convertido en una parte medular de la industria fílmica actual; pero una cosa es hacer chistes referenciales y otra, muy distinta, meter publicidad en las películas… La verdad es que hay momentos en los que tanta publicidad sí llega a volverse molesta. Parece que, aún hoy día, sigue habiendo una lección que aprender en películas como Mac: mi amigo de las estrellas (Raffill, 1988) o El mago de los videojuegos (Holland, 1989).
Las referencias que sí me gustaron –aunque también son publicidad–son las que se hacen a las diferentes franquicias de Disney –que para este momento son como la mitad de las franquicias del entretenimiento–, pues están en un tono más de autoparodia. Originalmente, Ralph y Vanellope viajarían al videojuego Disney Infinity; pero a media producción dicha serie de juegos fue cancelada. La intervención de las princesas me pareció muy divertida –¡Muero por escuchar el chiste a costillas de Merida en inglés!– y sí, hay un montón de parodias y referencias a Star Wars; originalmente, habría un chiste en el que Vanellope llamaba a Kylo Ren “niño malcriado”; pero los productores de la franquicia de Star Wars no lo permitieron…. y, por supuesto, Anthony Daniels hace la voz de C-3PO.
A final de cuentas, puedo decir que Wi-Fi Ralph es una buena película; pero sólo eso, buena a secas. No llega al nivel de la primera parte, pero me gustó la dirección en la que la llevaron. Es entretenida, disfrutable y quizá a más de uno le saque una lagrimita; pero tampoco creo que esté al nivel de otras grandes películas de animación dirigidas al público infantil como La Bella y la Bestia (Trousdale y Wise, 1991), El rey León (Allers y Minkoff, 1994) o Monsters, Inc. (Docter et al, 2001) Mi visionado de esta película se sintió un poco –y en ese sentido, supongo que fue un éxito– como navegar por internet en la década pasada, cuando uno tenía que andar esquivando miles de Pop-Ups y anuncios basura para poder llegar a lo que realmente le interesaba.
PARA LA TRIVIA: Cuando el tiburón del videojuego ficticio Slaughter Race –parodia de la franquicia Twisted Metal (Sony Interactive Studios, 1995-2012)– sale de la alcantarilla por segunda vez, en sus fauces puede verse una placa de automóvil del estado de Luisiana. Esta placa es la misma que fue extraída del estómago del tiburón tigre pescado en Tiburón (Spielberg, 1975).
*El sistema de calificación fue modificado para contemplar 4 rubros en lugar de 5.
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