
TERROR BAJO LA CIUDAD
Alligator
Lewis Teague, 1980
Fue en el año en que entré a la primaria cuando empecé a ver películas de live action regularmente. Siempre me ha gustado el cine, pero antes de esa edad veía mayormente animación. También fue en ese año cuando descubrí que los viernes en la noche pasaban películas de terror en Canal 5 y un mundo de posibilidades infinitas se abrió ante mí.

Una de las primeras películas que vi en aquellas funciones nocturnas fue Terror bajo la ciudad. Me encantó en aquel entonces y me sigue encantando ahora, treinta y tantos años después. No es buena, algunos efectos no envejecieron tan bien ‒otros sí‒; pero cada vez que la vuelvo a ver me sorprendo de lo entretenida que es.
Doce años atrás, un caimán mascota fue arrojado al excusado, pero logró sobrevivir en las alcantarillas de la ciudad. Durante todo ese tiempo, se alimentó con los cadáveres de perros desechados por un laboratorio farmacéutico que los inyectaba con hormonas, lo que causó que el reptil alcanzara proporciones descomunales. Ahora, el saurio ha convertido las calles de Chicago en su coto de caza, y el detective David Madison (Robert Forster) y la herpetóloga Marisa Kendall (Robin Riker) deben detenerlo.

Basándose en una leyenda urbana, esta película mezcla tres de las tendencias más populares del cine de terror de la década de 1970, lo que la convierte en un epítome de su época.
En primer lugar, no puede negarse la enrome influencia de Tiburón (Spielberg, 1975), que engendró toda una legión de películas de animales ‒principalmente acuáticos‒ al ataque. Por otro lado, está el discurso ambientalista que permeaba muchas de las cintas de la época: en algún momento, más pronto que tarde, la madre naturaleza se va a desquitar de nosotros por todo el daño que le hemos hecho al planeta. Finalmente, se encuentra la desconfianza ‒bien fundada, ahora lo sabemos‒ hacia las grandes corporaciones y sus alianzas corruptas con las autoridades.

De hecho, creo que, a lo largo de toda la cinta, ésta no puede dejar de tener un sentido moralista. En mayor medida, las víctimas del caimán son personajes que han tenido un comportamiento reprobable o que están impactando negativamente a la sociedad y/o al medio ambiente con sus acciones. Así que, en cierto modo, supongo que esta película es una especie de fábula.

Las actuaciones en general son disparejas. No son muy buenas o no son consistentemente buenas en todas las escenas; pero el que se luce es Robert Forster en el papel de Madison. El personaje es completamente un cliché: policía workaholic divorciado con un pésimo cuidado personal que perdió a su último compañero que, a pesar de todo, es capaz de ligarse a una joven y atractiva chica menor que él; sin embargo, Forster logra infundirle vida al personaje, volverlo suyo, entrañable e incluso por momentos, verosímil.
El guión, también lleno de clichés, no es nada del otro mundo; pero tiene algunos chistes buenos. Los chistes sobre la calvicie de Madison fueron improvisados por Forster.

Otro aspecto que me llamó mucho la atención de esta película fue la fotografía, porque también es un tanto dispareja. Algunas de las primeras escenas diurnas en locaciones se ven quemadas y que fueron filmadas con lentes baratos con montones de aberración. Sin embargo, la fotografía nocturna y en las alcantarillas es fantástica. No sólo la iluminación y el dinamismo de las imágenes es genial, sino que incluso por momentos logra disfrazar que lo que estamos viendo son, en su mayoría, maquetas.
A ese respecto, puedo decir que los efectos prácticos son también disparejos. Algunos han envejecido muy bien ‒este último visionado de la película lo hice en la edición 4K de Scream Factory y se ven bastante bien‒, mientras que otros no. Algunas tomas fueron logradas usando un caimán real en maquetas, otras usando puppets de diferentes tamaños, incluyendo uno de tamaño real, y otras tantas con un bote a control remoto disfrazado de caimán. En general, todas se ven bien; pero la diferencia entre los varios modelos utilizados es más que evidente. Eso sí, la producción tuvo el buen gusto de no mostrarlos demasiado para no arruinar la ilusión.

Lo que sí es mostrado con lujo de detalle son las brutales muertes de las víctimas del saurio. Son más que sangrientas y, en general, se ven geniales.
En conclusión, Terror bajo la ciudad no es una buena película; pero es increíblemente divertida, personalmente le tengo un gran cariño y puedo decir sin temor a equivocarme que es una de las mejores películas de ataque animal que se hayan hecho. Diez años después, se estrenó una secuela/remake de ínfima producción italiana que es increíblemente inferior a la peli original.

PARA LA TRIVIA: Robert Forster interpretó al personaje de Ed Galbraith en la serie de TV Breaking Bad, generalmente compartiendo escenas con Brian Cranston. Sin embargo, Forster y Cranston se conocieron mucho tiempo antes, en el set de Terror bajo la ciudad, donde Cranston trabajaba como asistente de producción para el equipo de efectos especiales.

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