
PESADILLA EN LA CALLE DEL INFIERNO 2: LA VENGANZA DE FREDDY
A Nightmare on Elm Street 2: Freddy’s Revenge
Jack Sholder, 1985
Una amiga mía decía que en tu colección de Pesadilla en la calle del infierno podías tener Freddy contra Jason (Yu, 2003), quizá podías tener La muerte de Freddy: La pesadilla final (Talalay, 1991)… Pero no había justificación para tener Pesadilla… 2. Y es que si de películas malas hablamos, ésta seguro perdería la competencia ¡por mala!
El éxito avasallador de la primera parte generó prácticamente de inmediato esta continuación hecha al vapor que fue ofrecida originalmente a Wes Craven, quien la rechazó por dos razones: primera, no le gusta hacer secuelas ‒y si uno ve La colina de los ojos malditos parte 2 (1985) se dará cuenta de que además, en ese entonces, no le salían‒ y segunda, leyó el guión y le pareció una porquería.

Así pues, la tarea de dirigir esta madre fue de Jack Sholder quien antes de esta cinta había dirigido solo una más, también de terror, titulada Solos en la oscuridad (1982). La películita es bastante mala y su único mérito, atractivo o gancho de venta es juntar a tres actores consagrados en el género: Donald Pleasence, Martin Landau y Jack Palance.
Así las cosas, ni siquiera el mismo Sholder tuvo fe en este proyecto que parece haber estado muerto desde el inicio y al que consideró apenas una chambita para hacer sus pininos en el estudio. Alguna vez en entrevista, el director dijo que “Hay directores que se pueden expresar a través de una película de terror, como Wes [Craven] y hay otros, como yo, que pueden expresarse a pesar de una película de terror.” [1]

La película cuenta ‒o eso intenta‒ la historia de Jesse Walsh (Mark Patton, aunque se sabe que los productores querían a Michael J. Fox para el papel, y que Brad Pitt y Christian Slater audicionaron para él), un adolescente que se muda junto con su familia a la antigua casa de Nancy Thompson. Ahí, leyendo el diario de la chica, se enterará de su terrible historia y comenzará a tener horribles pesadillas con Fred Krueger (Robert Englund sí regresó, el pobre), mismas que traerán al asesino onírico de vuelta. Empero, esta vez Freddy no se quedará sólo en el mundo de los sueños, sino que poseerá el cuerpo de Jesse para llegar a nuestro mundo y satisfacer su sed de sangre.
De entrada el argumento no suena tan mal ‒y hago énfasis en el “tan”‒, digo, la premisa es interesante; pero la construcción de esta cinta es francamente estúpida. Dice Sholder que “cuando hicimos la segunda parte no sabíamos que estas películas iban a crear un universo propio con reglas propias”[2]

¡No mames, Sholder! ¡No se trata de reglas, se trata de sentido común! Es como el programa de TV de Jackson Galaxy, que no debería llamarse Mi gato endemoniado, sino Mis humanos estúpidos. Es obvio que si pones a Freddy a perseguir chavos musculosos que miden veinte centímetros de altura más que él no va a dar miedo, va a dar risa.
Sobre el cambio, el guionista e historiador cinematográfico Adam Rockoff comenta:
Para el disgusto de algunos fans, La venganza de Freddy ignoró las reglas que se establecieron en la original. […] Sholder deliberadamente disminuyó la violencia y el gore en el film, rehusándose a hacer una secuela slasher común y corriente.[3]

Y ya que toqué el tema… La escena de la piscina. ¡Oh, por Cthulhu! La escena de la piscina. ¿Por qué Freddy ataca en una pool party? Con hielo seco y estrobos en el agua, como no podía ser de otro modo. Y farolitos chinos, y Barbies y Kens en ceñidos trajes de baño. Ya de por sí esta escena es el clímax de una película que iba cuesta abajo; pero si eso no fuera suficiente, está la toma del zarpazo. Esa toma que me hizo odiar esta cinta desde la primera vez que la vi.
Freddy está matando muchachitos ‒de esos prepos treintones de las películas ‒ y logra acorralar a uno de ellos contra una reja. Krueger tira un zarpazo con su mano derecha al muchacho que está frente a él; en la siguiente toma, el chico cae muerto al suelo con una herida sangrante ¡en el lado derecho del rostro!

Y hablando de eso, la genial garra de acero que Freddy usa en la primera parte, desaparece en esta segunda. En vez de eso, las navajas salen directamente de los dedos de Krueger y el maquillaje de éste es bastante inferior al de la película anterior.
A todos estos fallos deben sumársele las pésimas actuaciones de los dos protagonistas y un elemento vital que Craven notó desde que leyó el guión por vez primera: ¿Por qué hay tantas escenas diurnas de Freddy? Gran parte del chiste de la primera parte es que nunca se ve claramente al asesino, quizá sólo hasta el final de la cinta; pero en esta segunda parece que Kruger fue embelesado por la magia de los reflectores… o que los productores no quisieron gastar en iluminación extra para filmar en la noche en exteriores.

Por desgracia, sí hay una razón por la cual uno tendría esta porquería en su colección de Freddy, y peor aún, es ineludible: generalmente la venden en paquete con la primera o tercera partes, o con toda la saga, para que no haya pierde.
Quizá lo único interesante en esta película ‒además de la interpretación de Englund, por supuesto‒ es el poderoso subtexto de la homosexualidad reprimida de Jesse, y la tensión que ésta ocasiona entre él y su amigo Ron (Robert Rusler); pero fuera de eso, resulta bastante olvidable.

PARA LA TRIVIA: La película mexicana Dimensiones ocultas (Galindo, 1988) cuyo reparto incluye a figuras como Gaby Hassell, Helena Rojo, Jorge Luke y Roberto Palazuelos es un plagio de Pesadilla… 2 que buscó aprovecharse de la fama de esta saga. Es increíblemente hilarante, eso sí; además, le tengo cierto cariño porque la filmaron en una escuela de la Ciudad de México en la que trabajé años después.

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[1] Never Sleep Again: The Elm Street Legacy, Daniel Farrands y Andrew Kasch, 2010.
[2] Idem.
[3] ROCKOFF, Adam, Going to Pieces. The Rise and Fall of the Slasher Film, 1978-1986. McFarland & Company, EE.UU., 2002. P. 159. La traducción es mía.























