AMITYVILLE II: LA POSESIÓN. La secuela que es precuela pero que sabe a spin-off.

AMITYVILLE II: LA POSESIÓN

Amityville II: The Possession

Damiano Damiani, 1982

Antes de que estuviera de moda hacer “precuelas” de las películas, la segunda parte en la saga de Amityville presentó una historia que antecedía a la primera. La película inició su filmación en locación en la icónica casa de Toms River, New Jersey, que se usara para la primera parte. Después de dos semanas, la producción se trasladó a la Ciudad de México para continuar la filmación en los Estudios Churubusco Azteca durante ocho semanas más. La película, junto con su no-secuela, Amityville 3D (Fleischer, 1983), fueron co-producidas entre Estados Unidos y México.

    Aunque en general es considerada inferior a la primera parte, Amityville II se defiende bastante bien y, aunque sí tiene muchos fallos, también tiene méritos propios. Lo que más sobresale, y seguramente fue una de las razones que le ganaron el rechazo de los fans y la crítica en su momento, es su marcada intención de distanciarse de lo planteado en la primera parte.

    De hecho, esta película se promocionó como una precuela, a pesar de que el título Amityville II claramente sugería que se trataba de una segunda parte. Empero, gracias al poco cuidado de la producción para recrear la época en la que se supone que sucede la historia, aunado a serios errores de continuidad con la primera parte, no queda claro si esta historia sucede antes o después de la primera cinta. Finalmente, los fans han decidido que se trata de una entrada independiente que sucede en el universo de Amityville.

    En Amityville II se cuenta la historia de la familia que habitó la mansión maldita de Amityville antes de los Lutz, los Montelli. A diferencia de los Lutz, esta familia italoamericana es disfuncional por donde se le vea y la verdad es que ya estaba destrozada desde antes de comprar la casa. Un padre golpeador (Burt Young), una madre sumisa (Rutanya Alda), un hijo rebelde (Jack Magner), una hija inocente (Diane Franklin) y un par de niños sin demasiada personalidad completan el cuadro. La narración se centrará en Sonny y cómo el demonio que habita los cimientos de la mansión lo posee y lo lleva de ser un muchacho sensible y rebelde a un monstruo asesino e incestuoso.

    De hecho, la parte del incesto ha sido siempre una de las más controvertidas de la película. Por principio de cuentas, se rumora que Roland y Dawn DeFeo, los hermanos reales que inspiraron la historia, de hecho, tenían una relación incestuosa. En el guión original, la escena era mucho más explícita; pero fue removida de la película luego de la reacción sumamente negativa que produjo en las proyecciones de prueba.

    Irónicamente, Diane Franklin, la actriz que interpretó a la joven Patricia Montelli, no tuvo ningún reparo en filmar la escena por su escandaloso contenido. De hecho, tampoco tuvo ningún problema con hacer la escena topless; según lo declaró la actriz en una entrevista, la filmación sí se volvió incómoda durante esa escena, pero sólo porque los ejecutivos en el set quisieron presionarla para filmar un desnudo completo en vez del topless que habían acordado en un principio.

    En realidad, fueron muchas las escenas que terminaron fuera del corte final de la película. El corte del director, planeado por Damiani para realmente aterrar y causar repulsión en el público, incluía mucha más sangre, tripas, desnudos, una escena de Anthony sodomizando a Delores, un epílogo del padre Adamsky encontrándose con las almas condenadas atrapadas en la mansión y la versión completa de la ya mencionada escena del incesto. Por desgracia, la película resultó ser demasiado repulsiva para los públicos de prueba, por lo que muchas escenas fueron retiradas de la película, a pesar de haber aparecido en material publicitario como posters y trailers. A la fecha, ninguna de estas escenas ha sido exhibida al público.  

    Un juego muy interesante de esta película es que no es lo que uno espera. Finalmente, fue también una apuesta arriesgada que se perdió, pero como experimento funciona. Me refiero a que, si bien la primera parte es una historia gótica con elementos de terror y suspenso mucho más sutiles, la segunda parte es un festín de horror lleno de sangre y efectos especiales.

    Aunque cabría suponer que el asesinato de la familia Montelli es el clímax de la historia, apenas constituye el final del segundo acto (y queda un poco desangelado a mi gusto), tratándose el tercero de la lucha del padre Adamsky (James Olson) por exorcizar al demonio dentro de Sonny. Y creo que aquí es donde la película acaba de perder. Este tercer acto, sinceramente, me produce muchos sentimientos encontrados.

    Me explico: Toda esta última parte de la película se trata, tal cual, del enfrentamiento entre Adamsky y el demonio que posee a Sonny, lo que a la postre termina siendo una copia descarada de El exorcista (Friedkin, 1973) ‒incluso hay diálogos y encuadres que se parecen‒. Ahora, donde esta película sobresale, incluso comparándola contra la de Friedkin, es en el departamento de maquillaje.

    La escena climática en la que el demonio literalmente sale del cuerpo del adolescente es impresionante y se ha convertido en un ícono del cine de horror de los ochenta. Será difícil olvidarla para cualquiera que la haya visto. Asimismo, la escena del epílogo con el padre Adamsky usa uno de los mejores efectos de maquillaje que he visto en mi vida ¡Ésos eran efectos y no las chingaderas de ahora!

    Amityville II: la posesión no es una buena película ni le llega a la primera; pero también me parece injusto compararlas. Esta secuela/precuela/nada relacionado es en realidad muy diferente y hace un trabajo bastante decente en ser una película de terror entretenida con escenas memorables y un tono inquietante que uno no puede acabar de precisar. Además, las actuaciones no están nada mal. Quizá su gran fallo fue el tratar de conciliar dos tramas tan diferentes en una sola película. La historia se vuelve confusa y algo difícil de seguir.

PARA LA TRIVIA: George Lutz quería que esta secuela se basara en la secuela original de la novela, El horror de Amityville parte II, de John G. Jones; empero, el productor Dino De Laurentiis decidió basar la película en el libro Asesinato en Amityville, de Hans Holzer, que es una ficcionalización del caso real de los asesinatos de la mansión. La familia Montelli está levemente basada en la familia DeFeo de la vida real.

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MASACRE EN LA FIESTA. ¿Un slasher feminista?

MASACRE EN LA FIESTA

The Slumber Party Massacre

Amy Holden Jones, 1982

El género de terror es, probablemente, el más subestimado del cine. Visto con deferencia por los productores, con desprecio por la crítica y con espanto por los padres de familia, se trata de un género que es subversivo desde sus orígenes. De entre todos sus subgéneros, uno de los más polémicos es el slasher: aquellas películas en las que un asesino misterioso, generalmente enmascarado, da cuenta brutalmente de un grupo de víctimas.

    Del mismo modo, el slasher es un subgénero con el que los psicoanalistas han hecho sus delicias y sobre el cual pesan no pocas acusaciones –fundadas o no, eso sigue siendo tema de debate– de misoginia. Empero, una de las grandes ventajas de ser una forma de entretenimiento fuera del discurso hegemónico es que se pueden incluir subtextos verdaderamente incendiarios en las obras. Algunas películas, incluso en épocas tan tempranas en el desarrollo del tan codificado subgénero slasher como principios de los 80, se han puesto a jugar con las reglas del mismo, dando lugar a películas que resultan subversivas incluso contra el subgénero mismo. Masacre en la fiesta es un ejemplo de ello.

    El argumento no podría ser más genérico: un grupo de chicas de bachillerato en un pueblito californiano están preparando una pijamada de fin de semana en la casa de una de ellas mientras sus padres se encuentran de viaje. Por supuesto, los chicos no están invitados, ni tampoco la chica nerd e impopular. Con lo que las muchachas no cuentan es con que un asesino maniático, recién escapado del hospital psiquiátrico, anda suelto por la ciudad esgrimiendo un gigantesco taladro de construcción y está deseoso de asistir a su fiesta.

    Producida con un ínfimo presupuesto de apenas USD$250000 por New World Pictures, la compañía del legendario Rey de la Serie B, Roger Corman, esta película tuvo el éxito suficiente como para dar origen no sólo a una trilogía, sino a todo un sub-subgénero.

    Por supuesto, lo primero que llama la atención de esta cinta es que es uno de los primeros y únicos slashers creado exclusivamente por mujeres.

    La directora, Amy Holden Jones, inició su carrera en la industria cinematográfica como editora. Originalmente, estaba apalabrada con Steven Spielberg para colaborar en la edición y montaje de E.T. el extraterrestre. Sin embargo, dicho proyecto se retrasó indefinidamente porque Poltergeist: juegos diabólicos (Hooper, 1982), producida por Spielberg, se salió de presupuesto y de programa. Ante la falta de claridad con E.T, Jones decidió abandonar el proyecto y acudió a Roger Corman, pidiéndole la oportunidad de dirigir. El Rey de la Serie B le dijo a Jones que su trabajo como editora y directora de documentales era bueno; pero que necesitaba verla dirigir un largometraje de ficción. Jones quedó intrigada con un guión titulado Sleepless Nights, que encontró en el archivo de guiones desechados de New World Pictures, lo rescató, reescribió algunas de las escenas y decidió filmarlo.

    Dicho guión era obra de Rita Mae Brown. Al momento de escribir el guión, la Dra. Brown ya era reconocida como una prolífica escritora de novelas de misterio, además de una comprometida activista feminista, por los derechos de la comunidad LGBTQ+ y los derechos de los animales. Brown siempre sostuvo que esta película fue escrita como una sátira del subgénero slasher.

    La película ha sido motivo de controversia desde su estreno. Muchos críticos señalan la contradicción entre manejar un discurso feminista en el filme y aun así mostrar sendas escenas de explotación y desnudos gratuitos. De hecho, en su momento, Masacre en la fiesta fue una de las películas de terror con mayor número de escenas de desnudos…vamos, la primera toma de este tipo llega antes de que la película lleve cinco minutos.

    Jones señala que filmó estas escenas casi obligada por Corman y hay un elemento que me parece que es la clave para inferir su verdadera intención: en la secuencia de las regaderas, las muchachas realmente se están bañando; al contrario de la mayoría de escenas de este tipo, en las que las actrices sólo acarician sus cuerpos sin realizar ninguna tarea evidente. “Sea explotación como tal, un filme slasher genérico o una aproximación satírica al subgénero, la mayoría de las feministas claramente no entendieron el chiste”[1], dice el escritor y cineperiodista especializado en cine de género J. A. Kerswell (129).

    Al mismo respecto, pero en sentido opuesto, el guionista, productor y crítico cinematográfico Adam Rockoff (2002) opina[2]:

“… como sea, aquéllos que esperaban alguna empoderadora declaración feminista, una crítica mordaz a la evidente misoginia endémica en las cintas salsher[3], quedaron dolorosamente decepcionados. Mientras Jones y Brown insistieron en que Masacre en la fiesta era una parodia, y a pesar del hecho de que en la escena clímax del filme el asesino es castrado simbólicamente cuando la punta de su arma fálica es cortada, a veces un taladro eléctrico es sólo un taladro eléctrico, aún si es usado para hacer brochetas en una casa llena de bellezas adolescentes medio desnudas. Masacre en la fiesta no era diferente de cualquier salsher film[4]que proporcionara un poco de tetas y traseros softcore[5] junto con una serie de asesinatos inverosímiles. El hecho de que alcahueteé a su público objetivo al fingir ser algún tipo de llamado colectivo intelectual a la sororidad femenina lo hace aún más reprochable”. (138-139)

    Rockoff quizá está siendo demasiado severo en su crítica y, definitivamente, creo que peca de polarizador. Si bien es cierto que el discurso de Brown y Jones cae en contradicciones con el producto final visto en pantalla, también es cierto que éste no se diluye. Creo que el guionista y crítico está pasando por alto los muchos aciertos de la cinta y que sí se ven claramente en pantalla. No, Masacre en la fiesta no es un manifiesto feminista intelectual y panfletario porque no necesita serlo. A final de cuentas, es una película de serie B cuyo objetivo es el entretenimiento y si, en medio de ese entretenimiento, encuentra la oportunidad de insertar un discurso político bastante oportuno, bien por ella.

    A este tipo de críticas, Jones contesta:

“Eso fue lo que Roger Corman, el productor, pidió y así es como se hace, le das al estudio lo que quiere. Nadie se queja de que Scorsese, Jonathan Demme y Ron Howard hicieron películas de explotación, pero cuando una mujer lo intenta la llaman hipócrita y vendida. Eso es mierda”.[6]

    El mensaje de la película es claro: los hombres son idiotas. Durante toda la cinta, los personajes masculinos son golpeados, empujados, tirados, maltratados, humillados y, ultimadamente asesinados. Kerswell (128) refiere que: “… Al respecto de la violencia, Jones la acumula contra los personajes masculinos y, de alrededor de nueve cuerpos, seis son hombres; ‘… Quizá estaba desquitándome de todos los molestos chicos adolescentes que conocí’ dice [Jones]”. También es muy evidente que los chicos en esta película se comportan de manera inmadura y con más lascivia que inteligencia.

    Por el contrario, los personajes femeninos son por demás interesantes. De hecho, me llamó mucho la atención que, a pesar de tratarse de un slasher, el guión sí se esfuerza por tratar de desarrollar estos personajes. Del mismo modo, las muchachas en esta película no son víctimas pasivas que se quedan paradas esperando estúpidamente la hora de su muerte; sino personajes activos que piensan, planean, contraatacan e incluso se toman un momento para hacer una escena completa en la que discuten sobre masturbación femenina.

    De hecho, es el único slasher donde recuerdo que un personaje –femenino, por supuesto– dice la típica frase “I’ll go check” (“Iré a revisar”) y otro personaje se ofrece a acompañarla. Lo cual nos lleva a otro tema constante en esta película: las muchachas van juntas a todos lados. Cuando las mujeres permanecen juntas son prácticamente invencibles, mientras que, cuando se separan, resultan muertas.

    Otro elemento sobresaliente en esta cinta es el asesino. A diferencia de los homicidas con estilizadas máscaras de otros slashers, el psicópata de Masacre en la fiesta es cualquier Juan Pérez ataviado con una chamarra de mezclilla y una playera. No hay misterio. Desde el principio el público sabe exactamente quién es el asesino, lo cual es en cierto modo realista. También me gusta que, en aras de cierto realismo, pero más de la sátira, nadie nota el rastro de cadáveres del lunático; aun cuando éstos se acumulan a plena luz del día. Finalmente, la toma en la que vemos la silueta del largo taladro justo en la entrepierna del homicida lo dice todo.

    Asimismo, creo que éste es el único slasher que he visto en el que se muestra cómo el homicida arrastra, carga y acomoda los cuerpos de sus víctimas. La confrontación final, en la que el asesino es simbólicamente castrado y literalmente mutilado ‒y estoy seguro de que el hecho de que le corten la mano también es un simbolismo sobre la masturbación o algo así‒ y su subsecuente muerte resultan verdaderamente satisfactorias.

    En el apartado técnico, me parece que los mayores aciertos de la cinta están en la fotografía, que es bastante buena, y la narrativa visual es creativa y eficiente. Del mismo modo, la edición y el montaje de la cinta son brillantes.

    Por otro lado, las actuaciones son tan malas como cabría esperar de una cinta de terror de bajo presupuesto de los 80. Y, por supuesto, el casi cliché de los actores treintones que interpretan a chavos de prepa está presente. Algunos de los hombres que aparecen en la película deberían estarse preocupando más por su próstata que por un asesino maniático.

    La cinta no está exenta de algunos buenos sustos, aunque en realidad, las escenas de mutilación y asesinatos están en un tono mucho más satírico. Por ejemplo, el cadáver dentro del refrigerador que nadie parece notar o el repartidor de pizzas al que le sacan los ojos –que quienes sigan la corriente freudiana dirán que es otro símbolo de castración–. Por cierto, cuando el cadáver del repartidor está tirado en el piso, hay un par de tomas en las que se ve que el actor pestañea debajo del maquillaje.

    En conclusión, Masacre en la fiesta es un slasher un tanto olvidado que, más de una década antes del Scream (1995) de Wes Craven, se atrevió a burlarse de las convenciones del género y deconstruirlas. Quizá por la forma en la que fue producido, este discurso con perspectiva de género quedó un poco relegado; pero es, sin duda, una película entretenida y divertida y sí, quizá no está a la altura de los clásicos del slasher, pero se disfruta de principio a fin. Obviamente, recomiendo por completo esta película para una pijamada… ¿las adolescentes aún hacen eso?… ¿Las adolescentes de verdad alguna vez lo hicieron?

PARA LA TRIVIA: Durante la proyección prueba en un cine en Hollywood Boulevard, la directora, Amy Holden Jones, se encontraba entre el público y quedó asombrada por sus reacciones. Desde el inicio de la cinta, la gente gritaba, se reía, aplaudía, hacía sonidos de taladro y le gritaba a los personajes en la pantalla. Jones salió de la sala y se encontró con Roger Corman, quien estaba escuchando todo desde el lobby. Ella, preocupada, le preguntó: “Dios mío, Roger, ¿qué hemos hecho?” A lo que él contestó: “Hemos tenido el mejor preestreno en la historia de New World”.

BIBLIOGRAFÍA:

Kerswell, J.A. (2018), The Teenage Slasher Movie Book. Fox Chapel Publishing, Pennsylvania.

Rockoff, Adam (2002), Going To Pieces: The Rise and Fall of the Slasher Film, 1978-1986. McFarland & Company, Inc. Publishers, USA.

FUENTES EN LÍNEA

http://www.imdb.com


[1] La traducción es mía.

[2] Idem.

[3] Las cursivas son mías.

[4] Idem.

[5] Idem.

[6] Recuperado de https://www.imdb.com/title/tt0084695/trivia/?ref_=tt_trv_trv. La traducción es mía.

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SONÁMBULOS. La travesura de un fan casi basada en una novela de Stephen King.

SONÁMBULOS

Que cuando la transmitían en Canal 5 la titulaban Los mutantes y en video se llamaba La maldición de los sonámbulos; pero cuyo título original en inglés es Sleepwalkers.

Mick Garris, 1992

El cineasta californiano Michael Alan Garris, mejor conocido como Mick Garris, es uno de esos personajes de la industria hollywoodense que a uno le resulta difícil ubicar; pero que sin embargo siempre ha estado ahí. Me refiero a que es uno de esos artistas de los que uno revisa su filmografía y no puede evitar exclamar “¿A poco es de él?”. Empero, el estilo de este Maestro del Horror es plenamente identificable en guiones como el de La Mosca 2 (Walas,1989) o en la dirección de Critters 2 (1988) o la serie de televisión La mujer lobo de Londres (1990-1991)… al menos la primera temporada.

    También es conveniente, antes de comenzar a hablar de esta película, mencionar el Factor King. Muchos autores llegan a cierta etapa en sus carreras en la cual pueden vender cualquiera de sus obras simplemente utilizando sus nombres. El caso con Stephen King es que llegó a este punto demasiado rápido, tanto que resultó contraproducente.[1]

    Así pues, a pesar de lo que sugiere el poster, esta cinta no está basada en ninguna novela de Stephen King. El escritor nativo de Maine desarrolló el argumento de Los sonámbulos, pero le vio pocas posibilidades narrativas como novela y lo abandonó. Poco después, retomó el escrito y lo convirtió en un guión cinematográfico. Finalmente, todos los elementos se conjuntaron en una película cuyo gran mérito es ser un enorme e injustificado “Easter Egg” para los fobocinéfilos.

    El argumento cuenta la historia de Charles Brady (Brian Krause) y su madre Mary (Alice Krige), quienes acaban de mudarse al típico pueblito kingiano que ahora resulta estar situado en California, como para variar las cosas. Los incestuosos Brady son en realidad la última pareja de Sonámbulos, seres ancestrales mitad felino, mitad humano que se mantienen vivos eternamente robando la energía vital de muchachas vírgenes ‒¿Qué tendrá King con los gatos como ladrones de energía? ¿Recuerdan que en la película El ojo del gato (Teague, 1985) también maneja este concepto?‒. Charles ha puesto los ojos en su nueva víctima, la inocente Tanya Robertson (la guapa Mädchen Amick, cuyo trabajo es mejor recordado como actriz televisiva) con el único inconveniente de que corre el riesgo de enamorarse de ella. ¡Ah, por cierto! Los Sonámbulos son indestructibles, sólo vulnerables al ataque de sus acérrimos enemigos ancestrales: los gatos domésticos.  

    No sé por qué Jim Whaley de Cinema Showcase, cuya crítica citaron en la portada del DVD, se refiere a esta película como “aterradora”. Es “terrible”, eso no lo dudo, pero no recuerdo un solo minuto de ella que me haya provocado algo parecido al terror. En un par de escenas me reí como energúmeno, no lo niego; pero, por lo demás, recuerdo que la vi por primera vez cuando tenía diez años y en ese entonces me pareció sosa y sin chiste.

    Sin embargo, mi percepción de ella ha cambiado con el pasar del tiempo. Ahora me parece hilarante.

    Sobre todo recuerdo esa escena casi al final de la película cuando Mary, la madre sonámbula, secuestra a Tanya, mata a varios policías y se hace con el revólver de uno de ellos para luego dispararlo en contra de un par de patrullas ¡que vuelan por los aires en medio de enormes bolas de fuego! ¿Qué tenían las balas de ese revólver? ¿Napalm?

    O justo antes de esa escena, cuando Tanya se está dando un baño en la tina y se niega a salir hasta que llegue el sheriff del pueblo llegue con el gato de la policía… ¿Es el único puto gato en el pueblo? ¿No pudo abrir una lata de Whiskas en su puerta? ¿Por qué un patrullero tiene un gato mascota al que lleva en sus misiones?

    Los sonámbulos resultan personajes bastante simplones y desabridos, excepto por Charley cuando está a medio transformar, que goza de un humor negro y rapaz perfectamente copiado del Freddy Krueger de las últimas tres entregas de la saga original de Pesadilla en la calle del Infierno (1984-1991), en las que parecía que debía forzosamente terminar cada frase con la palabra “bitch!”.

    Las creaturas que dan título a la cinta cuando están completamente transformadas son increíblemente poco convincentes. Es de verdad triste ‒o muy cómico, depende de qué ángulo se le vea‒ cuando en una película de monstruos el monstruo principal no funciona. En el caso de esta cinta, los monstruos parecen fetos de gato con escamas y durante todo el tiempo sufren del terrible efecto “Guy in a rubber suit” (el tipo en el traje de goma). Incluso se ve que a los actores les resultaba difícil caminar con las máscaras tan pesadas que llevaban.

    Ahora, debo confesar que la razón por la que sentí ganas de volver a ver esta peli, fue porque precisamente en la revista HorrorHound mencionaron que era una especie de travesurilla para los fans del cine de horror debido a la cantidad enorme de cameos que había en ella. Por supuesto, cuando estaba en cuarto o quinto de primaria y vi esta madre, los pasé todos por alto; pero ahora sí puedo mencionar que el principal atractivo de esta película es el contar con todo un desfile de celebridades.

    Ahora sí puedo decir con conocimiento de causa que en esta película vi cameos de Tobe Hooper como un forense de campo, John Landis, Clive Barker y Joe Dante como laboratoristas forenses, Mark Hamill como un oficial de policía y el mismísimo Stephen King como el cuidador de un antiguo cementerio. Anécdota curiosa, esta película es la única ocasión en la que Stephen King y Clive Barker han aparecido simultáneamente en pantalla.

    Así pues, el resultado final es una película bastante inconsistente. Con momentos de horror que más bien dan risa, momentos de acción que son mucho más hilarantes y momentos cómicos que la verdad dan un poco de pena.

    También es interesante ver cómo han envejecido los efectos especiales que en aquella época eran lo último de lo último. Hay varias escenas en las que se hacen “morphings” con animación por computadora, que en aquel entonces eran efectos de última generación, y hoy día los puedes hacer en tu teléfono celular. Y en aquella época no se veían mucho más convincentes que ahora.

    Un elemento que sí me gusta mucho de esta cinta es la música. Quiero decir, ¿en qué otra época una canción de Enya se hubiera considerado cool para ser tema de una película de terror? Bueno, la realidad es que Mick Garris tampoco estaba muy convencido; pero Sony Music estaba empeñado en hacer promoción transmedia y Boadicea fue la única canción de todo el repertorio que la disquera le proporcionó que le pareció que iba acorde con el tono de la película. El resultado es muy interesante, la hipnótica melodía de Enya le da a la cinta un carácter muy particular.

    Como sea, Sonámbulos es un caso   de una idea que quizá, tal vez quizá, pudo funcionar… Finalmente es un fusil de la primera parte de Beowulf pero con creaturas como vampiros y un toque de La marca de la pantera (1942). Eso sí, la película no es un completo desperdicio porque salen muchos gatos, incluido uno de esos simpatiquísimos gatos gordos casi al final. Además, tengo que admitir que la disfruto mucho porque me hace reír.

PARA LA TRIVIA: Tanto Mick Garris como Mädchen Amick son, de hecho, alérgicos a los gatos. Amick ocultó este hecho hasta que el rodaje había iniciado.

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[1] Anécdota curiosa: desde finales de los setenta y hasta mediados de los ochenta, King publicó varias novelas bajo el pseudónimo de Richard Bachman; esto lo hizo por consejo de su agente, quien notó una baja en la venta de los libros de King porque estaba saturando el mercado.

CIUDADELA. Algunas de sus escenas son en verdad aterradoras.

CIUDADELA

Citadel

Ciarán Foy, 2012

Me enteré de esta película por una entrevista que le hicieron al director en una revista especializada. Al principio, con el afán de no revelar demasiados detalles sobre su obra, Foy  me hizo creer que la cinta era una especie de reinterpretación de la clásica Repulsión (1965) de Roman Polanski; pero después me enteré de que se trataba de algo más. Todo el primer acto de la película es, en efecto, muy similar a la obra del polaco; pero después toma una dirección completamente distinta.

    La película cuenta la historia de Tommy Cowley (Aneurin Barnard), quien vive en un deteriorado edificio de departamentos en una zona marginada de Edimburgo conocida como Edenstown. Cierto día, su esposa embarazada es brutalmente atacada por una pandilla de adolescentes (o niños ferales, según parece) que la deja en estado de coma para morir meses más tarde. Tommy queda solo con su pequeña bebé; se muda a una casa en planta baja, cerca del edificio donde vivía antes… y desarrolla un terrible caso de agorafobia.

    Justo cuando el tratamiento para su condición parece estar dando resultado, la pandilla de adolescentes vuelve, comienza a hacer incursiones en su casa y a perseguirlo para robarle a su bebé. Pero ¿se trata de una amenaza real o es todo producto de su imaginación? Cuando Tommy  es contactado por un sacerdote medio loco que ha perdido la fe y se ha convertido en una especie de cazador de monstruos, descubre que los niños pandilleros no son lo que creía y que el edificio de departamentos en el que antes vivía se ha convertido en una ciudadela en la que se crían cosas peores que delincuentes juveniles. Y Tommy tendrá que realizar una excursión suicida al interior de la ciudadela para rescatar a su hijita.

    Debo comenzar a criticar esta cinta con un elogio: Tenía un tiempo que una película de terror no me asustaba de verdad. Y no me refiero a esos espantitos de brincar del asiento, botar las palomitas y después reírte por brincar del asiento y botar las palomitas, no. Me refiero a ese miedo que te mantiene pegado al asiento y con la espalda erizada; de ese miedo con el que no quieres ver la pantalla, pero no puedes apartar la vista de ella.

     El ritmo de toda la cinta es lento; pero eso sólo hace que las pocas y breves secuencias rápidas que aparecen se destaquen más y se vean más brutales. El ritmo lento, casi melancólico, y los filtros azules y grises que utilizaron para la fotografía crean una atmósfera de desolación y abandono que también se ve reflejada en los edificios, en la ropa de los personajes y, sobre todo, en la personalidad de Tommy.

    Y creo que ésta es la columna vertebral sobre la que se yergue esta película. La actuación de Barnard es espectacular ‒¿Es mi imaginación o el tipo es increíblemente parecido a Elijah Wood?‒. La mitad de la película son primeros planos suyos, pero cómo saben usarlos. La actuación contenida y la propuesta narrativa del director se combinan de modo genial para crear imágenes ominosas que le ponen a uno los pelos de punta.

    Ahora, debo decirlo, la película decae. Mientras el primer acto es una historia maravillosa de soledad, aislamiento y desasosiego; de monstruos que están, pero no se ven más que en el reflejo de los utensilios de cocina o entre las sombras de las cortinas, la historia de un hombre luchando contra un entorno que antes le era cotidiano y ahora le resulta hostil, el resto se vuelve condescendiente.

    El segundo acto deja de lado la ambigüedad que tan bien manejó el primero y confía su narrativa a una vuelta de tuerca que no me parece tan exitosa. Por lo menos, no a nivel argumental; porque ya en la realización resulta ser bastante efectiva. Me refiero a que las criaturas resultan aterradoras. Aterradoras en verdad, pero no sé si me gustó que la historia tomara ese rumbo, me pareció.

A partir de aquí, el texto contiene spoilers.

    Quizá sea el hecho de que nunca se les pueden ver los rostros, quizá sea que sus chillidos son increíblemente parecidos a llantos de bebé o quizá sean sus ojos reflectantes. O tal vez simplemente es el hecho de que sean tan parecidos a niños de la calle, comunes y corrientes, que podrían prosperar perfectamente en nuestra sociedad sin que nadie se diera cuenta de ello.

    El tercer acto es un tanto decepcionante. Esta cinta, que había sido sobria e inteligente, se deja llevar por los excesos y los clichés del melodrama de horror, y se convierte un poco en una copia de cualquier película de cazadores de vampiros. Incluso por momentos llega a parecerse a algo de Hammer.

    Así pues, esta película comienza siendo arriesgada y propositiva; pero conforme va avanzando, el género la va “domando”. A final de cuentas, es una buena película que sí logra helarle la sangre a uno y que, al terminar de verla y quedarse a oscuras en su sala o habitación, voltee por sobre su hombro.

    La otra parte que me pareció muy interesante de esta película es su contexto. Las películas de terror son siempre interesantes y por demás oportunos termómetros sociales que retratan los miedos e inquietudes de una determinada población en un determinado momento de su historia. Los monstruos radiactivos de los sesenta manifestaban el terror que el mundo le tenía a la Era Nuclear, los niños diabólicos y sectas expresaban la inquietud de los EE.UU. ante los cultos y comunas, y en los ochenta los slashers conmemoraban la acuñación del término “asesino serial”, por citar algunos ejemplos.

    En este mismo tren de pensamiento, enlazo Ciudadela con Silencio en el lago (Watkins, 2008), otra película británica en la que una joven pareja es acechada durante su fin de semana en el bosque por una pandilla de adolescentes sádicos. Así que ¿qué está pasando con las juventudes británicas? ¿Qué están haciendo los adolescentes del Reino Unido que tiene aterrados a sus padres? Supongo que, finalmente, hay que tenerle miedo a los herederos del punk.

PARA LA TRIVIA: La película es un tanto autobiográfica. Ciarán Foy fue atacado por una pandilla de niños cuando tenía dieciocho años, incidente que le provocó una agorafobia que no fue capaz de vencer hasta los veintitantos.

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BLADE RUNNER. El Gilgamesh posmoderno cumple 40 años.

BLADE RUNNER

Ridley Scott, 1982

Existen cinco versiones oficiales de esta película (bueno, siete; pero dos de ellas son simplemente remasterizaciones de otras versiones ya existentes): El corte original para cines de EE.UU. (1982), el corte internacional para cines (1982), la controvertida Edición del Director (1992), La edición Definitiva (2007, que por cierto, es mi favorita, aunque es básicamente una remasterización de la Edición del Director) y el recién difundido “Work print” (la edición que se mostró en las proyecciones de prueba anteriores al estreno de la peli). Básicamente, las diferencias sustanciales se observan entre la edición original y la Edición del Director. Muchos críticos afirman, y la verdad es que concuerdo con ellos, que son dos películas completamente distintas.

    Este artículo se refiere principalmente a la versión original, pero haré un par de comparaciones al final con la Edición del Director. En general se advierte que el primer corte de la película era más “comercial”, en el sentido de que era más complaciente y más accesible al público.

Quizá ésta sea la película más personal de Scott (bueno, el mismo autor lo reconoce así) y, aunque se echaría un tête-a-tête con Alien: El octavo pasajero (1979) como la obra más representativa del cieneasta británico, creo que Blade Runner lleva un sello autoral más claro. Vamos, finalmente muchos de los elementos que Scott exploró en Alien fueron madurando y consolidándose para crear Blade Runner.

    Aunque está basada en la novela corta ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del maestro de la ciencia ficción Phillip K. Dick, la verdad es que la cinta simplemente toma la anécdota literaria como pretexto para desarrollar una película mucho más profunda e interesante ‒de hecho, según se sabe, Ridley Scott jamás leyó la novela­‒ que combina la estética y lo preceptos del cyberpunk con la narrativa y la estética del Film Noir ‒algunas tomas usan claroscuros que se ven directamente sacados el expresionismo alemán‒ para crear una obra que trasciende su fuente original y a su director para convertirse en uno de los pilares de la ciencia ficción.

    En el año 2019, la Corporación Tyrell ha perfeccionado la creación de replicantes, seres humanos (o animales, pues tanto en la peli como en el texto original de Dick los animales están prácticamente extintos) artificiales construidos con las más avanzadas técnicas de manipulación genética y biónica (digamos que son una especie de cyborgs cultivados sobre diseño). La actual generación de replicantes, la NEXUS 6, es una copia perfecta de los seres humanos, pues incluso pueden sentir emociones y ser tan inteligentes como cualquier persona; por lo que no pasa mucho tiempo antes de que los replicantes se rebelen contra sus amos humanos.

    Para reducir riesgos, los replicantes NEXUS 6 han sido programados para tener un periodo de vida de sólo cuatro años y han sido obligados a permanecer en las estaciones espaciales. Sin embargo, un grupo de seis replicantes liderado por el maquiavélico Roy Batty (Rutger Hauer, excelente) se amotina en una mina de la Luna y logra llegar a la Tierra. La policía de Los Angeles encomienda al exdetective Rick Deckard (Harrison Ford en el pináculo de su carrera y en la que, quizá junto con El Imperio contraataca [Kershner, 1982], sea su mejor interpretación), miembro de la unidad especializada en la localización y eliminación de replicantes conocida como Blade Runners, para que encuentre a los insubordinados y los elimine antes de que sea demasiado tarde.

    El guión, aunque un tanto complicado, es maravilloso y, a pesar de que son asesinos y renegados, no cae en la tentación de tratar a los replicantes como villanos. Es más, una de las características más formidables de esta cinta es que uno no puede evitar sentir una fuerte empatía por los insurrectos. Si uno ve la cinta desde la perspectiva de Batty, ésta se convierte en una reinterpretación del mito de Gilgamesh ‒que para todo fin teórico se considera la epopeya primigenia‒: se trata del viaje de un hombre que busca a su creador para robarle el secreto de la inmortalidad.

    Finalmente, la única justificación que los humanos tienen para exterminar a los NEXUS 6 es que fueron ellos quienes los crearon.

    Incluso el mismo Deckard tiene conflictos en ciertas partes de la película, pues como él mismo lo dice: “Los replicantes no deben tener sentimientos. Tampoco los Blade Runners”. Por lo que, a final de cuentas, se da de frente con el conflicto de tener más en común con sus presas que con sus empleadores. Incluso parece tener una relación amorosa mucho más gratificante con una replicante de la que tuvo con su esposa. Finalmente, lo único que logra sacar a Deckard de su pasmo es Rachael (Sean Young quien, con su belleza clásica, le aporta un perpetuo aire de misterio al personaje) quien, a su vez, SPOILER no es más que una ilusión, un humano artificial. TERMINA SPOILER   

    La peli se toma el tiempo de tratar cuestiones filosóficas[1], particularmente a través de la historia del personaje de Rachael, la asistente ejecutiva del Dr. Eldon Tyrell (Joe Turkel, mejor conocido como ese cantinero siniestro de El resplandor [Kubrick, 1980]), quien es en realidad un replicante sin saberlo. Uno muy perfecto que descubre de pronto que todo lo que creyó que era su vida son en realidad recuerdos implantados de la memoria de la sobrina del Dr. Tyrell, lo que la lleva a preguntarse, y a nosotros con ella: ¿Qué es lo real? ¿Qué es la esencia? ¿Qué es lo que hace a cada persona lo que es? ¿Qué define al ser humano como tal?

    Si la personalidad no es más que un constructo basado en nuestros recuerdos; si lo que recordamos de nuestra vida es lo que nos define, ¿qué pasa si esos recuerdos son falsos, implantados en nuestra memoria de manera artificial? Otro relato de Dick trata esta misma cuestión: Podemos recordarlo por usted al por mayor (1966), mismo que, a su vez, fue la inspiración para otra gran película de ciencia ficción: Vengador del futuro (Verhoeven, 1990).

    Y esto nos lleva al cyberpunk que, aunque más reconocido como corriente estética, es todo un subgénero de la ciencia ficción cuya tesis es la deshumanización a través de la tecnología y las dialécticas que surgen de tal proceso. Es decir, la tecnología nos vuelve cada vez menos humanos; pero también la tecnología se vuelve cada vez más humana. Siguiendo con la serie de cuestionamientos que propuse arriba, Blade Runner atiende a la problemática sobre ¿qué es lo que nos hace humanos? Y ¿Acaso es algo que la tecnología no puede replicar? Y, por consecuencia ¿Cuánto tiempo tardará la tecnología en replicar nuestra esencia?

    Porque un punto fundamental de la tesis de la película es la desaparición de la línea que divide al creador de su creación. En cierto modo, Blade Runner es la historia de Roy Batty y no la de Deckard. Es a Batty a quien vemos transitar por su propio Viaje del Héroe, es Batty quien se convierte en el Gilgamesh posmoderno. Mientras que Deckard es frío, cínico y se le ve desencantado de la vida; Batty es apasionado, poético y capaz de sentir con la misma o incluso mayor intensidad que cualquier ser humano. Al final de la película, cuando Batty salva a Deckard y muere en su lugar, la creación trasciende al creador al superarlo moralmente.

    Esta cinta plantea Los Angeles en el año 2019 como una megalópolis con inmensos rascacielos, mismos que, influencia de la Metrópolis de Fritz Lang (1927) mediante, son más parecidos a templos del mundo antiguo. Finalmente, son los templos en los que la clase dominante y caucásica adora a sus dioses: el poder, el dinero y la tecnología. Además de, por supuesto, la publicidad gigantesca que tapiza los muros de la ciudad.

    Por otro lado, los niveles inferiores se caracterizan por el hacinamiento y una población multicultural en la que no sólo se mezclan razas, sino las tribus urbanas. Las calles, siempre lluviosas, son oscuras y están llenas de gente y humo… elementos que originalmente se usaron para disfrazar la pobre construcción de los sets montados en estacionamientos y que, a la postre, le dieron a la ciudad una personalidad única, convirtiéndola en un personaje más de la película. Se trata de un futuro en el que, curiosamente, no existen los teléfonos celulares y el nombre “Atari” era sinónimo de vanguardia tecnológica.     

    Los efectos especiales creados por Douglas Trumbull ‒cuyos créditos incluyen 2001: una odisea del espacio (Kubrick, 1968) y Viaje a las estrellas: la película (Wise, 1979)‒ son de primera. Tanto que uno pensaría que casi no hay tales en esta película; pero precisamente ése es el trabajo de los efectos especiales: pasar desapercibidos. Las espectaculares tomas  de la ciclópea ciudad sólo pudieron ser logradas con miniaturas, un excelente trabajo de pintura mate y trucos fotográficos.

    El soundtrack de esta película es algo especial. Compuesto por el músico griego Vangelis, se trata de una de las obras de música electrónica más vanguardistas de su época. En sí, la música se convierte en la atmósfera, en sonido ambiental y, ultimadamente, en el pulso y la voz de este futuro monstruoso en el que los hombres amenazan con convertirse en dioses.

    No sólo la estética, sino la propuesta de ciencia ficción de esta película permanece como un precedente del género cuya influencia se advierte, sobre todo, en el anime. Grandes clásicos del género que toman el planteamiento de Blade Runner son la serie Bubblegum Crisis (1987) y las películas Akira (Ohtomo, 1988) y Ghost In The Shell (Oshii, 1995), obras maestras del cyberpunk en sí mismas. Además de estas obras de animación, el genial tecnothriller Días extraños (Bigelow, 1995) le debe mucho de su trama y de su tono a la obra de Scott, así como también lo hace la orwelliana Brasil (Gilliam, 1985). Del mismo modo, la influencia estética de Blade Runner puede advertirse en películas como El quinto elemento (Besson, 1997), Ciudad en tinieblas (Proyas, 1998), Star Wars Episodio II: el ataque de los clones (Lucas, 2002), Batman inicia (Nolan, 2005) e incluso videojuegos como Perfect Dark (Rare, 2000) y Dex (Dreadlocks, 2014).

    En su momento, Blade Runner no fue un éxito con la crítica. Roger Ebert, en su programa de TV, dijo que le pareció predecible, llena de clichés y personajes poco interesantes, pero visualmente muy atractiva; mientras que su contraparte, Gene Siskel, en el mismo programa, la calificó de pérdida de tiempo y de tener una trama que no llevaba a ningún lado. El público tampoco fue muy amable con la cinta que fue un estrepitoso fracaso de taquilla, pues de su presupuesto de 28 millones de dólares apenas pudo recuperar poco más de 6 durante su fin de semana de estreno. De tal suerte, se convirtió en una cinta de culto al demostrar su valía en los años por venir.     

    Un clásico por méritos propios, me atrevo a decir que Blade Runner es una de las películas más influyentes en la historia del cine, pues se ha convertido en un referente de la cultura pop en muchos otros medios además del Séptimo Arte. Es también una de las más grande obras de la ciencia ficción jamás creadas. Se trata de una película de detectives, pero también de humanos deshumanizados y de replicantes vueltos humanos.

A PARTIR DE AQUÍ EL TEXTO TIENE SPOILERS

SOBRE LA EDICIÓN DEL DIRECTOR: Es impresionante cómo cambia esta película con un par de inserts.

    Cabe señalar que el primer Corte del Director se publicó en 1992 directamente en video, y la calidad de las escenas reinsertadas era bastante mala. Luego, esta versión se editó en DVD y por alguna razón, al menos en México, se volvió mucho más fácil conseguir ésta que la versión original. Fue hasta 2007 cuando Scott trabajó con los negativos originales y reinsertó escenas para después remasterizar todo el material en HD. Esta edición es la conocida como la Edición del 25 Aniversario.

    En el Corte del Director no hay narración en off de Deckard. Durante mucho tiempo se rumoreó que Ford había grabado esta narración en un tono deliberadamente soso para que no pudiera usarse. Finalmente, tras décadas de silencio (durante más de veinte años, Ford se negó a hablar de la película para evitar hacer comentarios sobre sus encarnizadas y frecuentes discusiones con el director), el actor aclaró que la razón de la mala calidad de esta narración fue simplemente que el texto era malo, pues fue escrito de último momento.

    Eso sí, la idea de la narración en off está perfectamente de acuerdo con el cine noir del que la película toma mucha de su influencia.

    En la edición original de 1982, los productores agregaron el “final feliz” en el que Rachael y Deckard escapan al campo. Este final, de hecho, fue armado con tomas no utilizadas del intro de El resplandor. En este final también se revela que Rachael es un replicante especial sin fecha de caducidad… ¡Sí, cómo no! ¿Creen que puedan ser más condescendientes?

    Finalmente, y ésta es una verdadera vuelta de tuerca en el discurso de la película, a lo largo de toda la trama se van soltando pequeñas pistas que, al final, dan a entender que el mismo Rick Deckard es un replicante. En la edición original esta posibilidad sólo se planteaba como una descortesía hacia el Blade Runner; pero la edición del director toma esta línea como columna vertebral. La clave más evidente para descifrar todo este enredo es la secuencia del sueño del unicornio… que también se insertó de manera más o menos chapucera gracias a tomas no utilizadas de otra película de Scott: Leyenda (1985) Ultimadamente, fue esta versión la que se tomó como base para la excelente secuela Blade Runner, 2049 (Villeneuve, 2017).

    De tal suerte, el discurso de la película cambia de “los replicantes son tan parecidos a los humanos que son capaces de amar y ser amados” a “los replicantes son tan parecidos a los seres humanos que tú mismo podrías ser uno y no darte cuenta”. Entonces, los cuestionamientos sobre qué es lo real, qué nos hace humanos y qué hay en ello que la tecnología no pueda replicar se vuelven aún más trascendentes, y la historia deja de estar centrada en un amor prohibido para volverse aún más universal.

    Así pues, al final de la Edición del Director Rachael y Deckard escapan, pero no hacia la libertad de la campiña; sino hacia el destino incierto que les espera tras haberse convertido en proscritos y hacia su propia mortalidad cercana.

PARA LA TRIVIA: El papel de la replicante Pris (Darryl Hannah) originalmente iba a ser interpretado por Deborah Harry, vocalista de la banda Blondie.

PARA LA TRIVIA GEEK: Haya sido como tributo o como falta de imaginación de la producción, hay dos referencias directas a Alien: el octavo pasajero en Blade Runner. Por principio de cuentas, la cocineta en el departamento de Deckard es, con algunas pequeñas modificaciones, la misma cocineta de la nave Nostromo que aparecía en una escena que se eliminó del corte original.     En segundo lugar, los mensajes en la pantalla del spinner (los autos voladores usados en la película) del personaje de Gaff (Edward James Olmos) cuando despega son las mismas pantallas de la Nostromo cuando se separa del compartimiento de carga.

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[1] El apellido de Rick Deckard suena muy parecido al del matemático y filósofo francés René Descartes, quien planteó que el acto mismo de cuestionar la propia existencia era una prueba de ésta en su axioma “Pienso; luego, existo”.

ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS. La película de culto que casi le cuesta la carrera a su director.

ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS

Monster Squad

Fred Dekker, 1987

Fue en 1943 cuando un Larry Talbot (Lon Chaney Jr.) recién despertado del coma liberó a la Creatura de Frankenstein (Bela Lugosi) de un bloque de hielo y, al no tener nada mejor que hacer, ambos monstruos batallaron hasta un clímax catastrófico en Frankenstein contra el Hombre-Lobo (Neill, 1943). Desde entonces, pareció que el destino de los Monstruos clásicos era encontrarse, ya fuera como enemigos o como aliados, en cintas como La guarida de Frankenstein (Kenton, 1944) o La mansión de Drácula (Kenton, 1945), la cómica Abbott y Costello contra los fantasmas (Barton, 1948), la apócrifa Drácula vs Frankenstein (Adamson, 1941) o nuestras queridas bastardizaciones nacionales El castillo de los monstruos (Soler, 1958) ‒siendo honesto, ésa sí me gusta mucho‒, Santo el enmascarado de plata y Blue Demon contra los monstruos  (Martìnez Solares, 1970) o Capulina contra los monstruos (Morayta, 1974).

    En 1987, el director de la genial película tributo a las cintas de Serie B El terror llama a su puerta (1986), Fred Dekker, decidió realizar un ambicioso guión que había escrito años atrás; pero para el que no había conseguido financiamiento. Tras la popularidad de El terror llama a su puerta, Dekker pudo más fácilmente conseguir quien produjera su película: una cinta familiar en la que un grupo de preadolescentes se enfrenta a los Monstruos clásicos. Lo que Dekker no pudo conseguir fueron los derechos para utilizar los diseños de los Monstruos que Jack Pierce creara para Universal Pictures cinco décadas atrás.

    En el que probablemente sea uno de los prólogos más costosos en la historia del cine ‒y si se hubiese filmado como estaba en el guión habría costado más que toda la película‒, la película cuenta cómo el Dr. Abraham Van Helsing (Jack Willim), un siglo atrás, intentó usar un amuleto mágico para enviar a su enemigo Drácula (Duncan Regehr) y su séquito de monstruos al Limbo. Por desgracia, Van Helsing fracasó y sus discípulos emigraron a los EE.UU. para esconder el amuleto. En la época actual, Drácula y sus esbirros viajan al pueblo de Baton Rouge, Louisiana, para destruir el amuleto. Pero no contaban con Sean Crenshaw (Andre Gower), quien posee el diario de Van Helsing, su hermanita Phoebe (Ashley Bank) y sus amigos amantes de las películas clásicas de Monstruos, quienes saben justo cómo detener a los invasores.

    Pues no, el argumento no es lo que podría decirse sobresaliente. El guión está bien escrito, a secas; pero está lleno de huecos y salidas fáciles. Y aun así, la película funciona maravillosamente.

    El sencillo guión de Fred Dekker y Shane Black ‒el guionista-actor a quien seguro recuerdan por su papel de Hawkins en Depredador (McTiernan, 1987)‒ tiene montones de frases ingeniosas ‒”Wolf-Man’s got nards!” (“¡El Hombre-Lobo tiene bolas!”)‒ y jocosas referencias a películas de monstruos. Dekker era fan de las películas clásicas de monstruos de Universal y de los seriales de La pandilla , por lo que decidió mezclarlos para crear esta película[1].

   Empero, el verdadero núcleo de la película es el mensaje de que la amistad trasciende a pesar de nuestras diferencias ‒el chavo rudo se alía con los nerds, el niño gordo recupera su dignidad por mano propia y, claro está, la Creatura de Frankenstein trabando una entrañable amistad con una niña de preprimaria‒. También hay por ahí un par de comentarios sobre los monstruos del mundo real que le dan a la película otro nivel de profundidad completamente nuevo.

    Las actuaciones son bastante decentes; digo, no son particularmente buenas, pero no dejan qué desear, y lo que sí es sobresaliente es ver a tantos niños carismáticos juntos en pantalla ‒digo en Parque Jurásico (Spielberg, 1993) no pudieron juntar a dos‒. Los adultos también hacen un trabajo bastante competente, sobre todo Noonan como la Creatura de Frankenstein y Regehr, como el Rey de los Vampiros.

    Según lo ha referido en entrevistas[2], Regehr interpretó a Drácula como si fuera el supervillano de algún cómic y sí lograba darle miedo a los niños. Del mismo modo, Noonan no interactuaría nunca con los chicos si no estaba completamente caracterizado, además de que disfrutaría de jugarle bromas pesadas a Stan Winston con el maquillaje puesto.

    La fotografía es muy buena y muy propositiva. Bradford May, director de foto, tuvo desde el principio el cometido de hacer que todo se viera lo más real posible. Del mismo modo, sabía que era una cinta para niños; pero no por eso dejó de darle una atmósfera oscura y tenebrosa. Finalmente, la propuesta de May en la pantalla es la de una película oscura pero con colores sólidos y brillantes, muy en el estilo de otras películas de la época, que se ve genial.

    Por supuesto, las estrellas del show son los monstruos. Según Shane Mahan, artista del Stan Winston Studio que estuvo liderando el proyecto de Escuadrón Anti-Monstruos, “El reto era sugerir estas criaturas clásicas sin copiarlas realmente”[3]. Según parece, ni Antonio Espino “Clavillazo”, ni Xavier López “Chabelo”, ni Santo tuvieron que preocuparse por eso alguna vez. Lo que sí es que las criaturas de Monster Squad, a diferencia de las Hechas en México, prácticamente no han envejecido en tres décadas.

    El diseño de los monstruos estuvo a cargo del mismo Stan Winston, quien tuvo que delegar la confección de los mismos a los artistas del estudio, pues se encontraban saturados de trabajo. Mientras el SWS trabajaba en Escuadrón Anti-Monstruos, Winston estaba enfocado en el diseño y pre-porducción de la película que sería su debut como director, la ahora clásica Pumpkinhead (1988), y una pequeña porción del equipo trabajaba en un bomberazo en el que nadie creía llamado Depredador.

    Aunque un poco decepcionados por no poder utilizar los diseños originales de Pierce, los artistas del Stan Winston Studio no sólo crearon personajes carismáticos en pantalla; sino que lograron implementar en ellos nuevas tecnologías del puppeteering que reducían considerablemente el número de titiriteros que eran necesarios para dar vida a cada una de las criaturas. Esta cinta, además, marcó el debut del artista Tom Woodruff Jr.[4], quien pasara por muchas dificultades y sufrimientos al encarnar a la criatura acuática conocida como Gillman, como actor de creaturas. Además, la versión de esta peli de la Momia (Michael MacCay) es mi favorita de todas.

    Fred Dekker reconoce que Escuadrón Anti-Monstruos es su mejor película; pero también reconoce que fue la película que acabó con su carrera. La cinta costó cerca de 12 millones de dólares, pero en taquilla no recaudó ni 4 millones en su breve corrida de tres semanas. Casi un lustro después, Dekker tuvo una nueva oportunidad de recuperar su carrera de director… por desgracia el proyecto que encabezó fue RoboCop 3 (1993) y, bueno, ya todos sabemos cómo terminó eso.

    Diversos factores se conjuntaron para que la película fracasara en taquilla. Algunos involucrados en la peli culpan a una campaña de mercadeo mal dirigida, otros culpan a la falta de los diseños originales de los monstruos. Sin embargo, el fondo del asunto fue que la cinta estaba dirigida a un público muy reducido. Los niños no la vieron porque los padres creyeron que la película era inapropiada para ellos, y los adolescentes y adultos tampoco la vieron porque creyeron que era una película para niños. Según lo refiere Tom Noonan[5], a él mismo le costó mucho trabajo conseguir una copia en VHS para que sus hijos la vieran. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, de forma inesperada para sus realizadores, Escuadrón Anti-Monstruos se ha convertido en una película de culto cuya nutrida legión de fanáticos ha surgido de la TV por cable y los videoclubes. Yo me enteré de su existencia gracias al libro de Stan Winston y ahora me cuento entre los fans.

PARA LA TRIVIA: Dustin Diamond, quien interpretara a Screech en Salvados por la campana (1989-1993), tenía una breve aparición en la cinta; pero ésta fue eliminada junto con otros 13 minutos de película porque los ejecutivos de HBO no querían que la peli durara más de 90 minutos. Del mismo modo, Liam Neeson, quien originalmente fue considerado para el papel de Drácula, fue contratado y de hecho se le pagó para aparecer en una secuencia que nunca se filmó.

Drácula

Frankenstein

La momia

El hombre invisible

La novia de Frankenstein

El hombre lobo

El Fantasma de la Ópera

El monstruo de la Laguna Negra

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[1] Según lo declara en la entrevista que dio para el especial Monster Squad Forever! (Felsher, 2007), incluido dentro del material extra de la edición de 20 aniversario en DVD.

[2] Ídem.

[3] MAHAN, Shane, citado en Duncan, Jody The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, Londres, 2006. P.98. La traducción es mía.

[4] A partir de Alien 3 (Fincher, 1992) y hasta Alien vs Depredador 2 (Hnos. Strause, 2007), Woodruff sería el actor dentro de los trajes de xenomorfo en la saga Alien.

[5] FELSHER, ídem.

CACERÍA HUMANA. Hannibal Lecter en su primera aparición en la pantalla grande.

CACERÍA HUMANA

Manhunter

Michael Mann, 1986

Existen dos cortes de esta cinta. El que se estrenó en cines y que se transmitió varias veces por televisión con duración de 121 minutos, y la edición del director de 124 minutos. Los minutos adicionales corresponden a una secuencia inicial alternativa y a una escena reinsertada casi al final de la película. En realidad, la diferencia es mínima y prácticamente no aporta nada distinto a la cinta.

No mucha gente sabe que el gran clásico del cine de suspenso, El silencio de los inocentes (Demme, 1991), es en realidad una secuela. Y es menos conocido aún que las películas se fueron filmando en el orden en que fueron apareciendo las novelas de Thomas Harris que conformarían la Trilogía de Hannibal Lecter. Así pues, esta cinta fue el primer intento por adaptar la primera parte de la trilogía, El Dragón Rojo, misma que más tarde merecería un remake por el director Brett Ratner con Sir Anthony Hopkins en el papel de Lecter.

    A pesar de que Cacería humana paso prácticamente desapercibida en su momento, con un recibimiento pobre en taquilla y siendo condenada a transmitirse tarde por las noches en la televisión abierta, la crítica la ha elogiado siempre. Incluso hay quien ha dicho que es superior a El silencio de los inocentes. Yo no estoy de acuerdo.

    El agente del FBI Will Graham (William Petersen) tiene habilidades psicológicas extraordinarias que le permiten explorar la mente de los asesinos para comprender sus motivaciones y predecir sus crímenes. El último homicida capturado por Graham fue el psiquiatra caníbal, el Dr. Hannibal Lecktor (Brian Cox), y tratar de adentrarse en su mente retorcida casi significó para Will perder la cordura y la salud física. Ahora, el FBI requiere que Graham regrese de su retiro para atrapar a un asesino serial autodenominado Dragón Rojo, aunque apodado ”El Hada de los Dientes” por la policía, un psicópata voyeurista que parece seleccionar a sus víctimas, a las que asesina brutalmente en las noches de luna llena dejándoles marcas de dientes, completamente al azar. En el transcurso de su investigación, Graham se ve obligado a recurrir buscando ayuda a la única persona con mayor habilidad que él para descifrar los acertijos de la mente criminal: el carismático aunque letal Dr. Lecktor.

    Cacería humana es in duda una película de culto. A pesar de que la peli no funcionó como se esperaba en su corrida original por las salas de cine, el mercado del video le ha ayudado a cavarse su propio nicho dentro del cine policiaco y granjearse una legión de leales fanáticos.

    Se trata de un thriller efectivo con escenas que lo mantienen a uno al filo de la butaca. Con algunas fallas, por supuesto; pero en general toda la obra es buena. Las actuaciones son sólidas, la dirección eficiente el ritmo es bueno y quizá su mayor acierto sea la fotografía.

    Una de las fallas de esta cinta tiene que ver con el argumento. Aunque sí es interesante y me mantuvo atento, la verdad creo que es innecesariamente complicado. La clave para descubrir el patrón de los asesinatos perpetrados por el “Hada de los Dientes” es tan rebuscada que parece un recurso sacado de la manga, y lo peor es que no lo es. Durante una hora de película se le han dado al espectador los elementos para resolver el misterio de la mano de Graham, sólo que la narrativa llega a ser tan complicada que uno pudo fácilmente pasarlos por alto. Un guión “inteligente” no tiene por qué ser complicado.

    Quizá esto tiene que ver con la desafortunada construcción del villano; lo que no es culpa del actor Tom Noonan, quien hace un trabajo excelente, sino del guión. En la novela, Harris se toma varios capítulos para explorar la perturbada psique de Francis Dollarhyde, inspirado por el asesino real Dykes Askew Simmons, así como los eventos traumáticos de la infancia que cimentaron las bases de su psicopatía. En la película no tenemos nada de eso y, para cuando Dollarhyde por fin aparece, ya hasta se nos había olvidado que había un asesino serial suelto.

    Irónicamente, también queda completamente fuera la obsesión de Dollarhyde con la pintura El Gran Dragón Rojo y la mujer revestida de sol, de William Blake, que… pues… es una línea argumental tan importante en el texto de Harris que le da su título. Esta parte de la novela fue adaptada de manera brillante en la tercera temporada de la serie de TV Hannibal (2013-2015).

    Otro de los elementos de esta cinta que me pareció no muy logrado son los efectos especiales, aunque en realidad la cinta requiere de pocos de ellos. Más que otra cosa, se trata de los clásicos balazos y salpicaduras de sangre, pero que si no son bien realizados siempre dejan ese incómodo sentimiento de irrealidad que puede distanciarnos de la cinta. En esta película los balazos y cortadas se ven bastante poco convincentes. La que sí está padre es la escena de la inmolación de una de las víctimas del asesino.

    Lo que sí es verdaderamente espantoso es la edición. Está llena de cortes duros y de saltos extremadamente notorios a mitad de ciertas tomas.

    La música synthpop, compuesta por Michel Rubini, es interesante y ayuda a crear, junto con una iluminación de corte expresionista que juega con altos contrastes de color y tenebrosos claroscuros, una atmósfera de suspenso que por momentos transmite una sensación asfixiante y claustrofóbica.

    Además de su partitura interesante y eficiente, la peli incluye varios temas cantados, al más puro estilo del pop ochentero. De antología la escena climática del enfrentamiento entre Will Graham y el “Hada de los Dientes”, una brutal golpiza, eficientemente coreografiada, al ritmo de la inmortal obra maestra de la música hippie, In A Gadda Da Vida. Particularmente kitsch suena la rola Heartbet, de Red 7, en los créditos finales de la cinta. No digo que la canción suena mala, sólo que es un ejemplo del mal gusto de la década de los 80 para musicalizar las películas.   

    Por supuesto, es necesario hablar del personaje de Hannibal Lecktor pues tres cosas llaman la atención sobre él en esta cinta. Por principio de cuentas, la ortografía del nombre es diferente a la que se utilizó después, lo cual quizá no pasa de “anécdota curiosa” pero igual llamó mi atención.

    En segunda instancia, aunque esto es una característica que comparte con el Hannibal de la siguiente cinta, he de mencionar el breve tiempo que el personaje aparece en pantalla. De hecho, en esta peli es un personaje meramente incidental y su participación en la trama se da de forma tangencial.

    El tercer punto es el más obvio. Es extraño ver al Dr. Hannibal Lecter, personaje que elevó a Sir Anthony Hopkins al Olimpo del cine, interpretado por el escocés Brian Cox (William Stryker en la segunda película de X-Men). Cox ya había demostrado sus dotes histriónicas a lo largo de la década de los 70 actuando en películas para televisión, pero su verdadera gran oportunidad vino con esta cinta. Lástima que haya fracasado en taquilla. Aun así, la actuación de Cox fue considerada como sobresaliente por la crítica.

    Diferencias entre los dos Hannibal hay muchas, pues dos actores tendrán necesariamente dos aproximaciones diferentes al mismo personaje. Es como comparar el Hamlet de Lawrence Olivier con el de Kenneth Branagh; ninguno de los dos es mejor que el otro, son simplemente dos visiones del mismo personaje. En este caso en concreto, mientras que Lecter es más siniestro, malvado y perverso, Lecktor es más carismático y el terror que llega a producir en pantalla se basa más en su lucidez y su crueldad. Hay que ver ambas interpretaciones para decidirse por una, pues las dos son excelentes.

    Mención aparte se merece la interpretación de Tom Noonan (quien por alguna razón siempre es casteado para hacer papeles de criminal, siendo memorable como Cain en Robocop 2 [Kershner, 1990]) como el “Hada de los Dientes”. Su trabajo actoral en esta cinta es más introspectivo y logra crear un personaje visualmente muy complejo gracias a sus gestos y ademanes, llenos de sutilezas y matices.

    Recuerdo que la primera vez que vi Cacería humana me gustó; pero en cada visionado subsecuente me ha ido gustando menos. Las fallas de la cinta pareciera que van creciendo y, después de que leí la novela y vi las otras dos adaptaciones de Dragón rojo, se han vuelto prácticamente insalvables. Si bien como adaptación sale mal librada, Cacería humana no es una mala película. Como thriller funciona bastante bien, es entretenida y, a nivel estético, está cargada de una belleza hipnótica como pocas otras; pero creo que de ningún modo supera, como lo afirman algunos, a ninguna de las otras adaptaciones de la obra de Harris… al menos, no de la trilogía original de Hannibal Lecter.

PARA LA TRIVIA: La fotografía de esta cinta corrió a cargo de Dante Spinotti, quien también se encargaría de la fotografía de Dragón Rojo. Para la segunda adaptación de la novela de Harris, Spinotti deliberadamente quiso probar una propuesta completamente opuesta a la de Cacería humana.

PARA LA TRIVIA NERD: Mientras se filmaba Cacería humana, Sir Anthony Hopkins interpretaba al rey Lear en un montaje del National Theatre. A su vez, mientras se filmaba Dragón Rojo, Brian Cox interpretaba al rey Lear en una nueva puesta en escena del National Theatre.

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TROLL. El Harry Potter original.

TROLL

John Carl Buechler, 1986

En la década de los ochenta hubo una pequeña casa productora, casi un negocio familiar, fundada por el yuppie Charles Band debido a la insatisfacción que le producía la forma en la que se distribuían sus películas. Empire Pictures producía sus propias cintas de bajo presupuesto y las distribuía en pequeña escala en el mercado doméstico y directamente en video –en la mayoría de los casos– en el mercado internacional. Las películas de Empire fueron tan populares y tan buen negocio que la compañía pudo comprar los estudios de Dino de Laurentiis en Roma. Antes de declararse en bancarrota en 1989 y convertirse en una de las más prolíficas casas productoras de cine directo para video, Full Moon Features, Empire alcanzó la cima de su popularidad con películas como Herbert West: Re-Animador (Gordon, 1985), Re-Sonator (Gordon, 1986), Ghoulies (Bercovici, 1984), El acólito del Diablo (Pavlou, 1986), TerrorVisión (Nicolau, 1986) o, la que nos atañe en este momento, Troll.

    La película cuenta, de manera poco eficiente, la historia del joven Harry Potter Jr. (Noah Hathaway, a quien seguro recuerdan como el valiente Atreyu en La historia sin fin [Petersen, 1984]) y su familia, quienes se mudan a un viejo edificio de apartamentos en San Francisco poblado por los más pintorescos personajes… digo, Sonny Bono es el vecino mujeriego. La hermanita de Harry, Wendy (Jenny Beck), es poseída por el mago Torok (Phil Fondacaro) quien, siglos atrás, fuera convertido en un troll como castigo por tratar de alterar el balance entre el mundo humano y el mundo de las hadas. Usando a Wendy como vehículo, Torok intentará una vez más invadir el mundo humano para convertirlo en un nuevo mundo de las hadas. Sólo Harry, con la ayuda de la bruja Eunice Saint Clair (June Lockhart), podrá evitar la transformación de nuestro mundo.

    Y si a ustedes les parece muy sospechosa la coincidencia de un adolescente llamado Harry Potter que aprende magia y lucha contra seres fantásticos en una película que se estrenó más de una década antes de que el primer libro de J.K. Rowling fuera publicado… a mí también. En un principio la escritora británica, al ser cuestionada sobre la elección del nombre de su protagonista, declaró que Harry era su nombre masculino favorito, mientras que Potter era el apellido de una familia vecina suya cuando era niña. Básicamente, explicaba que la idea sólo le vino a la mente. En posteriores cuestionamientos, cuando esta película salía a cuento, Rowling admitió que quizá había visto Troll y quizá había tomado alguna inspiración de la cinta de manera prácticamente inconsciente. Juzgue usted mismo.   

    La primera vez que vi Troll tenía seis años y recuerdo que me encantó. Recuerdo también que no se parecía en nada a cualquier otra película que hubiera visto y que, aunque parecía una película de terror, era mucho más una divertida película de aventuras y fantasía. Como muchas otras cintas de Empire, podría definirse más bien como un cuento de hadas oscuro. Volví a verla cuando la pasaban por televisión un par de veces más y, ya de adulto, hace años, la compré en DVD, con lo que me quedaron muy claras dos cosas: Primera, que la nostalgia es cabrona; y segunda, que el doblaje le tiraba un parote a esta película.

    La película es bastante desastrosa en su conjunto. El guión es inverosímil y sus personajes excéntricos terminan siendo acartonados y odiosos… Harry Potter y su esposa no sólo son padres negligentes, sino que rayan en la oligofrenia. A Sonny Bono dan ganas de agarrarlo a cachetadas –bueno, supongo que la Naturaleza ya se encargó de ello, perdón por el humor negro– y creo que los únicos que actúan más o menos decentemente son Hathaway y Lockhart… en algunas secuencias.

    La narrativa en general es bastante ineficiente y con frecuencia uno se encuentra tratando de adivinar qué rayos está pasando en la peli. Las motivaciones de los personajes son poco claras y, cuando por fin éstas se explican, la verdad es que resultan demasiado simples y poco atractivas. Además, la verdad es que es un poco difícil sentir algún tipo de amenaza cuando las criaturas del mundo de las hadas y todo su entorno se ven tan chafones.

    Con el que quizá si desquitaron su ínfimo presupuesto (alrededor de un millón de dólares) fue con Torok, el troll titular. Se ve bastante bien y recuerdo que de niño sí me daba miedo. Saben que siempre preferiré los efectos prácticos ante el CGI y puedo decir que Torok no le pide nada a muchas criaturas que aparecen en películas actuales, es una lástima que sus apariciones en pantalla sean tan breves.

    Originalmente, la criatura sería completamente animatrónica y el papel del Prof. Malcolm Mallory sería interpretado por Billy Barty –a pesar de que fue escrito ex profeso para Phil Fondacaro–; mañosamente, Buechler rediseñó por completo al monstruo y lo modeló sobre un life-cast de Fondacaro para forzar a la producción a contratar al actor. Aunque, ahora que lo pienso, si es un troll… ¿por qué puede salir a la luz del día?

    De hecho, la mayoría de los efectos se ven bastante bien, particularmente teniendo en cuenta las limitaciones de la cinta.

    El resto de las criaturas están de risa loca. La mayoría se ven adorablemente cutres, con malas aplicaciones de pintura y rebabas sobresaliendo por todos lados, por no mencionar que algunos de los muñecos usados en Ghoulies y Dungeonmaster (Allen et al., 1985) fueron reutilizados en esta película. Y de ese mago convertido en champiñón fálico mejor ni hablamos. Eso sí, se ven adorables cuando entonan a coro Cantos profane, el tema musical de la película, compuesto por el compositor de cabecera de Empire/Full Moon –nada tenía que ver con que era hermano del productor, claro– Richard Band.

    En su estreno, e incluso en tiempos posteriores, Troll ha sido vapuleada por la crítica –y con razón–; pero en su fin de semana de estreno duplicó su presupuesto y se convirtió rápidamente en una película de culto. Tanto así que cuenta con dos secuelas apócrifas. La primera es Troll 2 (Fragasso, 1990), que es considerada una de las peores películas de la historia. Originalmente se titulaba Goblins –lo cual tiene mucho más sentido–; pero los productores decidieron cambiarle el nombre por Troll 2 para atraer más público. Del mismo modo, la película italiana de ínfimo presupuesto hecha pasar por gringa, The Crawlers (Laurenti, 1993), fue distribuida en América como Troll 3, también con la idea de confundir a los espectadores.

    A final de cuentas sí, sí es una mala película; pero no por eso es aburrida. Todo lo contrario, es entretenida y tiene algunos momentos bastante divertidos, además de que, como lo dije arriba, la botarga de troll se ve bastante bien. También creo que algunos de los monólogos del profesor Mallory son conmovedores. Se trata de una de esas películas en las que lo recomendable es dejar de pensar un ratito, entrarle a la guasa, y sólo disfrutar del recorrido. Así que pidan una pizza, saquen las cervezas del refrigerador y prepárense para una noche de comedia involuntaria… Y si valoran sus neuronas, eviten a toda costa Troll 2.

PARA LA TRIVIA: Esta película marca el debut en pantalla de la actriz Julia Louis Dreyfus, quien se volviera famosa por su papel de Elaine Benes en la sitcom televisiva Seinfeld (1989-1998). También fue la primera película dirigida por el artista de efectos especiales John Carl Buechler, quien hace un pequeño cameo como la forma humana de Torok que aparece pintada en un cuadro. Dreyfus siempre se ha sentido avergonzada por haber participado en la cinta.

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UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES. Se ve fresco como un cachorro a sus 40 años.

UN HOMBRE LOBO AMERICANO EN LONDRES

An American Werewolf in London

John Landis, 1981

Aquéllos que hayan vivido la década de los 80, al menos una parte como yo, recordarán el monstruo de moda por aquellos días: el hombre lobo. Los licántropos fueron toda una moda en el cine durante la primera mitad de la década e incluso hacia su final aún gozaban de cierta popularidad. Pero esta boga no surgió de manera espontánea. Hubo dos películas que, con su tecnología de avanzada ‒para la época, claro‒ en el campo de los efectos de maquillaje, lograron crear algunas de las escenas más increíbles de metamorfosis en la pantalla grande. La primera cinta, basada en la novela de Gary Brandner, es El aullido (Dante, 1981). La segunda, fue Un hombre lobo americano en Londres y, de hecho, la categoría de Mejor Maquillaje en los Premios de la Academia fue creada básicamente para reconocer a esta película, luego de la indignación que causó entre la crítica que El hombre elefante (Lynch, 1980) no fuera reconocida en este rubro.

El argumento es de lo más simple: dos jóvenes turistas estadounidenses que viajan de mochilazo se ven en la necesidad de recorrer a pie la campiña inglesa en una noche de luna llena, cuando son atacados por un hombre lobo. Jack (Griffin Dunne) muere destazado por la bestia; pero David (David Naughton) sobrevive. Luego de una larga estadía en un hospital, en el que se enamorará de la enfermera Alex Price (Jenny Agutter), llena de noches intranquilas plagadas de aterradoras y extrañas pesadillas, David descubrirá que le han transmitido la maldición del hombre lobo. También descubrirá que las personas que mueren asesinadas por un licántropo se convierten en almas en pena que no pueden descansar hasta que el monstruo sea destruido. Las opciones de David comienzan a agotarse y la legión de muertos vivientes que lo acosa se nutre cada vez más, ¿podrá el pobre chico librarse de la maldición antes de que mate a la mujer que ama?

    Creo que sólo puedo definir esta película como “extraña”. Muchos dicen que se trata de una comedia negra con toda la intención de serlo. Otros dicen que se trata de una película de horror que funcionó mejor como una comedia. Yo no estoy completamente de acuerdo ni con una ni con otra postura. Considero que se trata de una película de horror, impregnada de un sentido del humor macabro y retorcido, y que formalmente resulta ser una tragedia.

    Hay secuencias que claramente buscan ser terroríficas y lo logran, como la escena de la pesadilla en la que la familia de David es masacrada ‒aunque nunca me quedó claro qué onda con los nazis‒, o la escena del ataque en el Metro, o la escena misma de la transformación del licántropo. Mientras que otras, como aquélla en la que David amanece desnudo en el zoológico, la escena del cine porno en Picadilly Circus o las diferentes apariciones de un cínico Jack muerto viviente en diferentes estados de descomposición, están más inclinadas a buscar las risas.

    Y por supuesto, el elemento más cómico de todos es el soundtrack. La banda sonora de la película está conformada por canciones populares, todas relacionadas con la luna. Así pues, la cinta abre con Bad Moon Rising de Creedence Clear Water Revival; en la escena de la transformación se escucha la versión de Sam Cooke de Blue Moon y la cinta cierra en medio de la tragedia con Blue Moon, pero en la hilarante versión de los Marcels. Ah, y por cierto, como chiste local, la locación del exterior de la casa de Alex se filmó en Lupus Street.

    La idea de tan pintoresca selección musical es la de crear contrapunto entre lo que se ve en pantalla y lo que se escucha. Así, las escenas terroríficas o trágicas tienen canciones alegres para acompañarlas y se ven más impactantes. Un recurso muy viejo, pero muy efectivo cuando está bien utilizado.

    Y ya que hablamos de la escena de la transformación, ésta se convirtió en un hito del cine. Sí, ya habíamos visto muchas veces personas transformarse en lobos en películas anteriores, pero nunca así. Los esfuerzos de maquillaje, efectos especiales y efectos físicos, y la utilización de nuevos materiales por parte del equipo liderado por el genio del maquillaje, Rick Baker, da como resultado una secuencia que prácticamente fundó un género.

    Quiero decir que fue por esta escena por la que se pusieron de moda las películas de hombres lobo en esa época. Ya habíamos visto una transformación en la mencionada El aullido; pero no era tan larga ni tan explícita. Uno veía estas películas por ver las metamorfosis ‒hablando de lo cual, les recomiendo que chequen En compañía de lobos (Jordan, 1984), tiene una transformación muy loca‒. Tristemente, ésta es también la razón de que el subgénero de los licántropos no sobreviviera a la década de los 90, cuando comenzó a abusarse de los efectos digitales, pues nunca lograron que una transformación de hombres lobo se viera bien en CGI.

    El aspecto final del monstruo siempre me ha gustado. Se ve como un lobo, sólo que gigantesco y demoniaco, y según lo dicen en el detrás de cámaras, fue una gran controversia en el diseño si debían darle una forma más humanoide o si debía conservar un aspecto más canino. Según se sabe, Rick Baker basó la apariencia del monstruo en su propio perro, Bosko. Finalmente, optaron por lo último y el resultado es bastante bueno. Aunque francamente, quizá es el elemento de la película que más ha envejecido; pero es emocionante ver a ese mastín del infierno haciendo volar cabezas de policías en Piccadilly Circus.

    Y así como la mayoría de las escenas son geniales, tengo que admitir que hay otras que a uno lo dejan rascándose la cabeza. Como la de la regadera, que probablemente sea una de las escenas gratuitas de sexo más descaradas en la historia del cine. La gratuidad del enamoramiento entre Alex y David se puede entender por el Síndrome de Florence Nightingale ¡Pero a estos chavos el jugueteo previo no les toma ni un corte de edición!

    El guión es bueno a secas y toma como principal fuente El hombre lobo (Waggner, 1941), del ciclo clásico de monstruos de Universal Pictures. En general, los diálogos son ingeniosos ‒nuevamente, me encantan las escenas de Jack‒ y la historia se cuenta bien. Los ataques del licántropo son cada vez más y más horribles, la desesperación de David lo lleva al borde de la locura y uno como espectador no puede más que sentirse mal por el pobre tipo. Hasta culpa me llega cuando me río en la escena en la que provoca a un policía en Trafalgar Square para que lo arreste.

    Un hombre lobo americano en Londres es un clásico y un icono de su época. Quizá, después de la muerte del subgénero de licántropos, se encuentra menos presente en el imaginario actual del cine de horror; pero la simple mención de su título es suficiente para iniciar conversaciones. Su legado se compone principalmente de toneladas de merchandising y de una retahíla de películas de hombres lobo a lo largo de la década de los 80, desde cosas profundas como la mencionada En compañía de lobos hasta las francas parodias, como el remake de Hombre lobo adolescente (Daniel, 1985), la divertida Mi mamá es un lobo (Fischa, 1989) o algo mixto como la serie de TV La mujer lobo de Londres (1990).

     También cabe mencionar que Michael Jackson quedó tan impresionado con esta película, que se empeñó en contratar a Landis para que dirigiera su videoclip Thriller. Rick Baker en los efectos especiales fue el encargado de darle vida a esa obra maestra del videoclip que fue Thriller y que convirtió a Michael Jackson en el Rey del Pop.

    Y sí, también hubo una secuela… ¿o es una parodia? Quiero decir, ¿qué rayos es esta mierda? Bueno, a nivel argumental cuenta la historia de la hija de David, pero no sé si el que sea tan chafa es intencional. No estoy seguro, pero Un hombre lobo americano en París (Waller, 1997) es tan, pero tan mala que muchos son quienes le achacan haberle dado el tiro de gracia al cine de licántropos.

PARA LA TRIVIA: Ya no se hacen películas como ésta. En una entrevista en 2007, el actor Griffin Dunne declaró que cuando se estrenó la película le preocupaba que su madre, que estaba enferma, no pudiera verla. Del mismo modo, Landis comentó alguna vez que cuando revisó el transfer de la película a HD ‒para la edición en DVD‒ se sintió impresionado de que la película fuera tan sangrienta.

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TERRORVISION. ¡Miren, es el monstruo de los memes!

TERRORVISION

Ted Nicolaou, 1986

¡Ah, Empire International Pictures! La primera compañía productora del yuppie Charles Band que nos trajo maravillas de la serie B como Ghoulies (Bercovicci, 1984), Re-Animator (Gordon, 1985) y Trancers (Band, 1984). Adentrarse en la filmografía de esta productora de cintas de bajo presupuesto que llegó a ser la reina del mercado de los cineclubes es aventarse un clavado a un mundo estrambótico y surrealista de tramas absurdas, estética cutre y entretenimiento garantizado. TerrorVision, uno de sus grandes fracasos de taquilla, es una de tantas de sus películas que se convirtieron en cintas de culto.

    Stanley (Gerrit Graham), el jefe de la familia Putterman –que estoy casi seguro es un chiste de juego de palabras entre las aficiones del papá por jugar golf… y por intercambiar parejas–, un estrafalario clan de clase media alta de una parodia de la idílica suburbia estadounidense, acaba de instalar una nueva y sofisticada antena parabólica. Mientras tanto, el Sistema de Sanidad de Plutón se deshace de una monstruosa y letal mascota, desintegrándola para convertirla en energía y lanzarla al espacio. Pero algo sale mal y la antena parabólica de los Putterman capta al monstruo materializándolo a través de sus televisores. Ahora, la criatura irá devorándolos uno a uno en una noche de horror, comedia ramplona… y mucho slime.

    Desde la primera toma, la película nos advierte que tomarla en serio sería un error. Se trata de un stablishment de la supuesta superficie de Plutón mostrando una ciudad extraterrestre que se nota que está hecha con juguetes de plástico pintados con aerosol plateado. De hecho, uno de ellos es un modelo de la USS Enterprise de Star Trek puesto de cabeza y con piezas de menos. Por no mencionar que se nota a leguas que las secuencias en el jardín fueron filmadas en un estudio frente a un ciclorama; que cuando se llega a ver la fachada de la casa, ésta no es la misma que la de las escenas en el jardín o que el monstruo tiene rueditas para poder avanzar.

    Muy interesante resulta la estética de la casa de los Putterman… por decirlo de algún modo. Es grotesca, y estoy seguro que ése era el tono que los realizadores querían lograr. La decoración de los Putterman combina la estética kitsch de los 80 –que, por supuesto, incluye elementos retro de la moda de los 60– con elementos eróticos e hipersexualizados en todos y cada uno de los rincones de la casa, desbordando mal gusto… excepto el bunker del abuelo. Supuestamente, Ted Nicolaou y el diseñador de producción Giovanni Natalucci se pusieron a recorrer clubes de swingers en Los Ángeles supuestamente en busca de inspiración para los sets de la cinta.

    La burla se extiende también a los preppers y los veteranos de guerra paranoicos en el personaje del abuelo (Bert Remsen), quien se nota que no está del todo cuerdo. Además de que, como muchos abuelos de la vida real, éste se encarga de maleducar a los niños, como es el caso de Sherman (Chad Allen). Y ni qué decir de la libertad sexual que los Putterman dan a Suzy (Diane Franklin), su hija mayor… por cierto, ¿el cabello de Suzy está inspirado en Rainbow Brite?

     Según las películas de terror me han hecho saber, ser anfitrión de un bloque de películas viejas de serie B en algún canal de televisión de segunda es toda una tradición gringa y la legendaria Elvyra me da la razón. Pues en esta peli aparece Jennifer Richards en el papel de Medusa, una clara parodia de Elvyra; pero mucho más cínica. El papel originalmente se había pensado para Mary Woronov, actriz de la compañía de Andy Warhol quien se volviera recurrente en las películas producidas por Roger Corman y que finalmente terminó interpretando a Raquel Putterman en esta cinta.

    En otra serie de referencias, cuando los Putterman miran la TV, siempre están pasando fragmentos de viejas películas de serie B, como El mundo perdido (Allen, 1960), Robot Monster (Tucker, 1953), The Giant Claw (Sears, 1957) y Earth vs the Flying Saucers (Sears, 1956)… e incluso un encuentro de lucha libre mexicana con Tinieblas.  

     Eventualmente, los Puterman sobrevivientes adoptan al monstruo e intentan domesticarlo en lo que se convierte en una especie de parodia de E.T. el extraterrestre (Spielberg, 1982)… es como E.T. en crack.

    Lo que me lleva a otro detalle interesante: a pesar del abundante contenido sexual y la violencia… la verdad es que las muertes, muy aparatosas, eso sí, no son nada sangrientas. Es decir, sí hay fluidos y babaza por todos lados cuando el monstruo espacial usa una especie de tenaza para inyectar sus jugos gástricos en el cuerpo de sus víctimas para digerirlos fuera de su cuerpo y luego succionarlos con una especie de probóscide –más o menos como lo hacen las moscas–. Empero, lo que debería ser sangre es reemplazado con slime verde. Sea como fuere, a la película le dieron la clasificación R.

    Quizá las muertes se disfrutan un poco más por el hecho de que todos los personajes parecen oligofrénicos y, cuando por fin encuentran su sino, produce cierto alivio.

    Hasta eso, los efectos de maquillaje son decentes… no los de los monstruos, ésos se ven cada uno más chafa que el anterior; pero sí las escenas de muertes y licuefacción. Del mismo modo, los efectos visuales se ven bastante bien; lo que es bueno, porque en esta cinta se la pasan usando rayitos de rotoscopía… incluso los fogonazos de las ametralladoras fueron creados con esta técnica en vez de usar salvas.

    Quizá lo más rescatable de la peli es su tema musical, una rolita new wave muy al estilo de la época interpretada por la banda de Art Rock The Fibonaccis. Y, en la tradición de las bandas de rock de ponerse nombres de películas de terror que nadie recuerda, la banda británica The Spoilt Bratz cambió su nombre por el de Terrorvision tras mudar su sede en 1991.

    Terrorvision es, ciertamente, una película extraña. Su guión y sus actuaciones son malísimos y casi podría decir que es pura basura… pero no puedo. Siendo muy honestos, la película me parece en extremo divertida y es de ésas que son tan cutres que su visionado parece un viaje ácido a un mundo completamente surrealista que lo hace a uno preguntarse “¿Qué chingados acabo de ver?”. Que no quepan dudas: esta película es estúpida y parece muy orgullosa de ello.

    En una práctica común para las películas de bajo presupuesto, el poster de TerrorVision fue creado y distribuido antes de que el guión comenzara a escribirse siquiera. Empero, de poco le valió, pues fue un fracaso de taquilla tan estrepitoso que fue retirada de las salas de cine después de tan sólo cuatro días de exhibición.

PARA LA TRIVIA: Harry Shearer, famoso por interpretar las voces de Ned Flanders, el director Skinner y Kent Brockman en Los Simpson (1989- ), fue considerado originalmente para el papel de Stanley. Del mismo modo, el rol de Suzy estaba pensado para la cantante y actriz Belinda Carlisle.

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