RETO A MUERTE. La primera película de Steven Spielberg.

RETO A MUERTE

Duel

Steven Speilberg, 1971

La primera vez que vi esta película debe haber sido alrededor de 1991. Me la pasaron en un camión… Qué apropiado, ¿no? No la volví a ver hasta como quince años después, cuando la conseguí en DVD, y la conseguí para comprobar si era tan mala como recordaba –digo, tenía seis años la primera vez que la vi–. Después de eso la he vuelto a ver un par de veces más y aunque, en efecto, sigo creyendo que es una mala película; creo que he podido entender un poco más de cuál es el subtexto de la historia, basada en un cuento del legendario Richard Matheson con un guión escrito por él mismo.    

    La película, ópera prima de Steven Spielberg, cuenta la historia de Dave (Dennis Weaver), un everyman clasemediero estadounidense que debe emprender un viaje de negocios a través de la carretera de California. Sin embargo, luego de rebasar a un destartalado y herrumbroso trailer que iba demasiado lento, Dave despierta la furia de su conductor, quien lo perseguirá incansablemente por el desierto, convirtiendo un viaje de trabajo en una lucha por la supervivencia.

    La trama es tan simple como suena y es difícil pensar que dé para 90 minutos de película… quizá es por eso que la versión original transmitida por televisión sólo duraba 74 minutos. Empero, la cinta está lo suficientemente bien hecha como para ser entretenida durante su hora y media de duración. El suspenso es el hilo conductor de toda la historia y muchos teóricos ven en esta cinta el antecedente directo de Tiburón (Spielberg, 1975).

    Por ejemplo, la identidad del conductor de la pipa nunca es revelada. El gigantesco camión parece ser una bestia voraz e imparable que actúa por voluntad propia. Asimismo, en muchas escenas, la aparición del trailer es precedida, acompañada o incluso sustituida por el incesante ruido de un motor herrumbroso. También está el asunto de las placas. En los primeros planos del camión, puede notarse que éste tiene múltiples matrículas atornilladas a la defensa, todas de estados y años diferentes ¿Por qué? ¿Son acaso trofeos de otros automóviles a los que ha cazado a lo largo de los años?

    Al final del día, el trailer se convierte en un personaje más, un monstruo por derecho propio. SPOILER Incluso cuando es destruido al final de la película, podemos ver el aceite chorrear en un plano detalle como si se tratara de la sangre de la bestia TERMINA SPOILER. Y, bueno, siempre digo que los buenos monstruos son metáforas… ¿También éste?

    Según lo que yo pude entender, esta película es una metáfora sobre la crisis de la mediana edad. No he leído el cuento de Matheson; pero estoy seguro de que, si este subtexto está ahí, viene desde el texto original. Hay varias claves que revelan este significado oculto. Por ejemplo, el intro en el que se escuchan varias conversaciones radiofónicas sobre hombres que temen perder su lugar como cabezas de familia o que ven su masculinidad atacada de alguna otra forma. De igual modo, casi al inicio de la cinta, hay una secuencia –aunque fue filmada posteriormente para el estreno en cines– en la que Dave llama a su casa para disculparse con su esposa por no defenderla de un invitado a la fiesta de la noche anterior que intentó abusar de ella.

    Dave no puede defender a su esposa y su pequeño auto rojo –un Plymouth Valiant, ni más ni menos– es menos potente que el enorme trailer negro –que además es una pipa… nos estamos poniendo freudianos muy pronto, ¿no creen?–… Por no mencionar que puede hacer prácticamente todo lo que el auto de Dave no puede; por ejemplo, sacar ese autobús escolar de un atolladero, lo que causa las burlas de los niños –también esta escena fue añadida para el corte cinematográfico de la peli–. Durante toda la cinta, Dave parece empeñarse en demostrar que “aún puede”.

    Quizá esta película sea un poco más compleja a nivel psicológico de lo que parecería en primera instancia. Por desgracia, luego hay monólogos con voz en off que abaratan todo.

    Sea como fuere, el mismo Spielberg fue el primero en asegurar que su película no tenían ningún trasfondo profundo o político cuando los críticos europeos vieron en ella una metáfora sobre la lucha de clases. Quizá el director de Cincinnati no tenía mayor pretensión al filmar su cinta que hacer un buen thriller y, cuando vio la respuesta de los del Viejo mundo al corte original, decidió ponerle un poco más de sustancia con el subtexto.

    Las actuaciones están bien, no son nada sobresaliente; pero cumplen y Weaver tiene algunos momentos verdaderamente brillantes en el papel protagónico… con el que pasamos la mayor parte del tiempo en pantalla.

    Mientras veía esta película para escribir este artículo, no podía dejar de pensar en la monserga que debió ser filmarla. Por lo general, las escenas con vehículos son difíciles de montar y aquí tenemos esta cinta, en la que más de la mitad de las secuencias son de vehículos en movimiento. En gran parte debido a su reducido presupuesto, la peli fue filmada completamente en locación.

    En este sentido, puedo decir que la fotografía es bastante dispareja. En general, se puede notar la falta de tablas en el manejo del lenguaje cinematográfico por parte del director; sin embargo, hay algunas tomas particularmente brillantes, como el intro desde el punto de vista del auto de Dave, las tomas al atardecer y la destrucción del trailer maldito al final de la cinta. Además, está el gran logro de crear terror y suspense en una carretera a plena luz del día.

    Por otro lado, hay un montón de tomas en las que la sombra del crew se proyecta sobre los actores y los autos. Algunas de estas tomas fueron arregladas digitalmente para la edición en DVD de la película.  

    En general, creo que puedo decir que ése es el punto con toda esta película: es bastante dispareja y por cada acierto que tiene, tiene un fallo que lo hace lucir menos… así que supongo que al final sale tablas. Es loable, eso sí, que esta cinta, que básicamente es un episodio largo de El Coyote y el Correcaminos (1966), logre sacar 90 minutos de suspense y ritmo constante de una premisa tan sencilla. Los stunts son bastante buenos y la influencia del western es palpable.

PARA LA TRIVIA: Por alguna exótica razón, Parker Brothers consiguió la licencia de esta película y produjo un juego de mesa basado en ella. Como cabría suponer, el juego de mesa no se vendió nada bien y se ha convertido en un objeto bastante raro… aunque no tan coleccionable como se pensaría.

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PESADILLA DIABÓLICA. La película olvidada de casas embrujadas.

PESADILLA DIABÓLICA

Burnt Offerings

Dan Curtis, 1976

El tema de las casas embrujadas ha sido recurrente en la ficción de terror desde su origen a finales del siglo XVIII e incluso me atrevería a decir que fue uno de los tópicos que fundaron la literatura gótica. De tal suerte, las casas embrujadas, las mansiones encantadas y las casonas malditas han estado presentes durante prácticamente toda la historia de la literatura de terror y, por supuesto, se expandieron al cine.

    En su libro Burnt Offerings (1973), el autor Robert Marasco mezcla elementos tradicionales de las historias de casas embrujadas con algunos giros novedosos. Esta novela fue adaptada al cine en 1975 y lo único que es más interesante que el hecho de que sentaría las bases para muchas cintas de casonas malditas que vendrían después es que haya sido olvidada casi por completo.

    La película cuenta la historia de la familia Rolfe quienes, tratando de escapar del estrés de vivir en su pequeño departamento de Brooklyn, rentan una enorme casona antigua en el campo por un precio ridículo. La finca es propiedad de una extraña pareja de hermanos quienes les indican que el único detalle en la renta es que su madre octogenaria vive recluida en su habitación del último piso. Luego de cierta renuencia, los Rolfe deciden pasar el verano en la casa; pero no transcurre mucho tiempo antes de que inexplicables sucesos empiecen a amenazar no sólo la integridad física de la familia, sino sus relaciones y su misma cordura.

    Algo que me encanta de esta cinta es que es aterradora desde el principio. El suspense comienza en cuanto los títulos iniciales terminan y el primer plano general de la casa, que nos sirve como presentación de la misma, es intimidante. Todo se ve bien, pero hay algo que no acaba de cuadrar. Al igual que a los personajes, apenas viendo la casa sentimos una inquietud que no podemos precisar. Originalmente, la película incluía alrededor de 15 minutos de exposición sobre la vida de los Rolfe en la ciudad y cómo encontraban el anuncio de la casa; pero el director decidió desecharlos porque le parecieron aburridos. Me parece que fue un acierto.

    La fotografía ayuda enormemente a crear esta atmósfera terrorífica. Por qué en muchas películas de esa época las imágenes se ven como si estuvieran entre la bruma, no lo sé; pero a esta cinta le ayuda creando un halo sobrenatural sobre todo lo que sucede, lo que es aumentado por la paleta de colores de la cinta, sobrecargada de tonos verdes. Del mismo modo, hay escenas muy interesantes en las que el drama se crea a partir de los claroscuros y de la forma en la que la luz se acomoda en la escena. Por no mencionar que hay otras secuencias en las que parece que la acción se está viendo a través del punto de vista de la casa misma, un recurso heredado de La mansión de los espíritus (Wise, 1963).   

    También llaman la atención las escenas de horror a plena luz del día, que son tan efectivas como las que suceden por la noche. La primera escena de la piscina es tan angustiante como aterradora.

    Algo que me pareció sobresaliente de esta cinta es, precisamente, la sencillez de sus escenas de horror. Con efectos muy rudimentarios, algunos trucos de cámara y apoyándose más en las actuaciones que en el espectáculo, Pesadilla diabólica logra mucho con poco y apela más a la sugestión que a lo explícito. Por ejemplo, la segunda escena de la piscina que también es por demás inquietante y lo es por las comprometidas interpretaciones de Oliver Reed, en el papel del padre de familia, y Lee Montgomery, en el de su hijo; así como SPOILER la escena en la que la casa se reconstruye a sí misma durante la tormenta, probablemente, la escena con más efectos especiales de toda la cinta, muestra apenas lo suficiente para que el público se imagine lo demás. TERMINA SPOILER

    Las actuaciones son excelentes. Aunque Black a veces se siente medio dispareja, Oliver Reed y la veterana Bette Davis –quien, por cierto, odiaba a Reed–, en su papel de la tía Elizabeth, se echan un duelo de actuaciones digno de verse. Sin embargo, los actores se notan perdidos. La mayoría actúan muy bien; pero pareciera que cada quien está actuando una película diferente y nunca se logra una unidad tonal.

    Por ejemplo, las escenas de culpa de Ben (el personaje de Reed): el tipo sabe que una fuerza malvada lo está poseyendo y siente culpa por sus acciones… SPOILER y se ven completamente distintas de aquéllas en las que Marian (Black) está siendo poseída por el espíritu de la anciana Sra. Allardyce, y no sólo no puede hacer nada para evitarlo, sino que lo disfruta. La casa hace creer a Elizabeth que ha puesto en riesgo la vida de David (Montgomery) y la escena en la que la culpa de esta negligencia le cae encima es sobrecogedora… pero se ve completamente fuera de lugar. TERMINA SPOILER

    En general, creo que ésta es una película sobre la culpa. Durante muchos momentos de la cinta pareciera que no es la fuerza diabólica de la mansión la que acosa a los personajes, sino sus propias culpas y demonios internos. Lo que nos lleva a la espeluznante secuencia del funeral de la madre de Ben –que supongo que es la “pesadilla diabólica” que da su nombre en español a la película–, que es el leit motiv del personaje. La amenaza de revivir el pasado es un elemento constante en las películas de terror sobrenatural, particularmente en las de casas embrujadas, y en Pesadilla diabólica se convierte en el hilo conductor de la historia.

    Esta secuencia del funeral no estaba en el guión original de la peli y fue incluida por Curtis basándose en el funeral de su propia madre. El director recuerda haber visto a lo lejos a un chofer alto y de rostro descarnado que se carcajeaba afuera del cementerio y esa fue una imagen que lo persiguió de por vida. Las secuencias oníricas con el chofer son verdaderamente perturbadoras. 

    Seguramente para este momento, ya han identificado que otra película de casas embrujadas… o bueno, de hoteles embrujados, plagia… digo, este… “conserva” muchos elementos de esta cinta. Así es, la inmortal El resplandor (Kubrick, 1980) guarda sospechosas similitudes con Pesadilla diabólica. Al respecto, sólo diré que Stephen King ha mencionado que Burnt Offerings es una de sus novelas de terror favoritas.

    Lo que sí es muy gracioso son las escenas de actividades cotidianas en las que se ve que los actores no sabían hacer nada. Me refiero a que cuando Karen Black lava los trastes, se nota que no sabe lavar trastes; cuando Bette Davis está pintando un cuadro, no tiene ni idea de cómo se sostiene una paleta y, cuando David nada, se ve que no sabe nadar.

    En compensación, sí hay explicaciones para situaciones que serían completamente idiotas en la vida real: ¡Sí! ¡Vamos a rentarle la casona a los ancianos siniestros que nos ven con deseo! ¡Sí, quedémonos a jugar en este cementerio antiguo en el jardín trasero!

     A pesar de todos sus fallos, Pesadilla diabólica es una buena película de terror y el prototipo de muchas de las películas modernas de casas embrujadas: su influencia puede notarse en cintas como la ya mencionada El resplandor o El despertar del Diablo (Raimi, 1981).  Finalmente, se trata de una pieza de Gótico americano que, además, introduce un elemento muy interesante: SPOILER el de la casa vampiro TERMINA SPOILER. Si bien es cierto que no es la mejor película de casas embrujadas, que incluso para su época se sentía un tanto anticuada y que el tono está dando bandazos cada cinco minutos, creo que no merece el olvido en el que está sumida actualmente y bien podría merecer un revisionado.

PARA LA TRIVIA: Para esta película no fue construido un solo set. Todo se filmó en locación en Dunsmuir House and Gardens, en Oakland, California.

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