HANNIBAL. ¿Por qué Jodie Foster no regresó para la secuela que ella misma luchó por protagonizar?

HANNIBAL

Ridley Scott, 2001

Luego del tremendo éxito de El silencio de los inocentes (Demme, 1991), el mundo tuvo que esperar diez años, el tiempo que se tardó Thomas Harris en escribir el último libro de la Trilogía de Hannibal, para una secuela. ¿Valió la pena la espera? Por desgracia, debo decir que no, no del todo. Como muchas de las películas de Ridley Scott producidas en este siglo, uno puede ver el potencial en ellas pero, a final de cuentas, la experiencia que tanto prometía al principio termina siendo decepcionante.

    En esta última entrada, se cuenta cómo Clarice Starling (ahora interpretada por Julianne Moore) cae de la gracia del FBI después de la mala publicidad que recibe un operativo fallido de la agencia gubernamental para atrapar a la lideresa de un cártel de narcotraficantes. Mientras tanto, en Italia, el inspector Rinaldo Pazzi (Giancarlo Giannini, ¿quién si no?) cree haber encontrado al elusivo Hannibal Lecter (Anthony Hopkins en el papel que lo convirtió en leyenda), quien desapareciera luego de escapar de Memphis y por quien un antiguo paciente, el magnate Mason Verger (el camaleónico Gary Oldman en un camaleónico papel), está ofreciendo una cuantiosa recompensa. Luego de diez años de silencio, Starling comienza a recibir mensajes de Lecter. Cuando el mundo de la agente del FBI y del psiquiatra caníbal se tambalea y el círculo de perseguidores alrededor de ellos se va estrechando, ¿quién necesita más a quién?

    Me gustó mucho la novela de Thomas Harris, aunque a nivel literario se siente un tanto dispareja. Por un lado, está este complejo conglomerado de historias que se nota que fueron ideas independientes para una secuela de El silencio de los corderos que Thomas Harris integró en un solo argumento. Pero, por otro, se nota la evolución en el estilo del autor. Si bien la narración tiende a perder cohesión por momentos, ésta se va estilizando cada vez más en un lirismo virtuoso que, a final de cuentas, es un reflejo de la psique del personaje de Hannibal Lecter. De una forma casi metadiegética, la novela de Hannibal se convierte en Hannibal y la narración adopta sus manierismos y excentricidades. En los últimos capítulos, el lector se siente como si estuviera dentro de la mente de Lecter y se encuentra ante una obra hermosa a la vez que macabra y perversa. La película logra transmitir este ejercicio alegórico… por momentos.

    Los dos primeros actos de la película son una adaptación más o menos fiel del texto de Harris, si bien varias subtramas quedaron fuera y el orden de algunos eventos fue alterado para agilizar la narrativa. El tercer acto es el que más se aleja de la fuente, principalmente por cuestiones de dramatismo. Es interesante que el complot al interior del FBI para destituir a Starling es mucho menos malicioso en la película que en la novela. Del mismo modo, hay elementos clave del libro que están completamente ausentes, como los personajes de Margot Verger, hermana y víctima de Mason, y Ardelia Mapp, roomie de Starling, quien sí apareció en El silencio… o la polidactilia de Lecter, entre otros.

    Anécdota curiosa: varias escenas de la subtrama sobre el pasado de Pazzi, su captura del asesino serial conocido como Il Mostro y el involucramiento de Lecter en el caso, que son una extensa parte de la novela, fueron filmadas pero quedaron fuera del corte final de la película, pues los productores pensaron que complicaban la trama innecesariamente.

    El problema es que el guión de esta cinta no encuentra con qué sustituirlo: SPOILER a falta de Margot, la muerte de Verger ocurre a manos del Dr. Cordell (Zeljko Ivanek), lo que se siente completamente fuera de lugar y gratuito. Cordell no tiene ninguna motivación para matar a Verger más allá de un par de veces que le contesta feo, y se siente como un recurso añadido al guión sólo porque tenían que resolver ese conflicto TERMINA SPOILER.

    Del mismo modo, en la novela todo el asunto de la radiografía del brazo de Lecter es fundamental, pues su polidactilia es la pieza clave para dar con su paradero. Sin embargo, como nunca se planteó que Hannibal tuviera seis dedos en las películas anteriores, no había que ponerlo en ésta; pero eso creó un hueco en el guión porque nunca queda claro cómo es que supieron que la radiografía era de Hannibal Lecter.

    En cuanto Harris terminó de escribir la novela, le mandó copias a Jonathan Demme, director de El silencio…, Jodie Foster, quien interpretara a Starling y quien había presionado durante casi una década para hacer la secuela, y Anthony Hopkins para que le dieran el visto bueno. Las reacciones fueron variadas y resultaron en un largo proceso de reescrituras del guión de la película que demoró su fecha de inicio de filmación.

    De entrada, Demme y el guionista Ted Tally manifestaron su negativa de participar en la película. Ambos consideraron que la novela era demasiado retorcida, macabra y sangrienta. Fue entonces que el dramaturgo y escritor David Mamet fue comisionado para escribir el guión de la película; pero, luego de quince tratamientos, su texto fue desechado y completamente reescrito en tan sólo seis semanas por Steven Zillian, guionista de La lista de Schindler (Spielberg, 1993).

    En algún momento se pensó en David Fincher para dirigir la cinta; pero el director no estaba interesado en el proyecto. Así pues, Dino de Laurentiis fue a visitar a Ridley Scott mientras se encontraba en Roma en la filmación de Gladiador (Scott, 2000) y le ofreció la dirección de Hannibal. Scott pensó que se trataba de otro drama histórico ambientado en la antigua Roma, esta vez sobre el estadista y general cartaginés, y rechazó el proyecto. De Laurentiis completó entonces, especificando que se trataba de Hannibal “Lecter” y el director británico aceptó de inmediato. Empero, luego de leer la novela de Harris en tan sólo un par de días, contactó al autor y le preguntó si tenía mucho problema con que cambiaran el final, a lo que Harris contestó que no. A Scott el final de la novela le parecía completamente inverosímil y se empeñó en cambiarlo.

    Quien tampoco estuvo de acuerdo con el final de la historia ni con lo sórdido del texto fue Jodie Foster. La actriz zanjó distancia de la producción casi desde un inicio y ninguna cantidad de dinero o regalías que le fueron ofrecidas para volver a interpretar el papel la hizo cambiar de opinión. Irónicamente, Foster mostró incluso más perseverancia en su negativa de volver a interpretar a Starling que la que mostró cuando quería obtener el papel la primera vez. Foster llevaba años, prácticamente desde que terminó de filmar la primera cinta, haciendo campaña para que se produjera la secuela.

    En opinión de Foster, el texto de Harris traicionaba al personaje de Starling a quien ella había aprendido a ver como una persona real. Una a la que no le gustaría ver que le pasara lo que le sucede a Clarice en la novela. La actriz igualmente se sintió incómoda con el tono perturbador y retorcido del texto de Harris. Luego de que todas las negociaciones fracasaran, la producción le pidió a Foster que recomendara a alguna actriz para que la sustituyera. Foster recomendó a Claire Danes, a quien había dirigido en Home for the Holidays (1995); sin embargo, los realizadores no creyeron que Danes tuviera el perfil para interpretar a Starling.

    Así pues, la búsqueda por una nueva Clarice Starling comenzó y la primera opción de la producción fue más que obvia: Gillian Anderson. La actriz británico-estadounidense había dado muestras de su calidad histriónica y había alcanzado notoriedad internacional gracias a su interpretación de la agente especial del FBI Dana Scully en la popular serie de televisión Los expedientes X (1993-2018). Además, cumplía perfectamente con el perfil, pues las similitudes entre Starling y Scully son más que evidentes. Por desgracia, pronto se supo que la producción de Los expedientes X, que continuaba filmándose, había incluido una cláusula en el contrato de Anderson que le prohibía interpretar a cualquier personaje que fuera una agente del FBI mientras siguiera actuando en la serie.

    Afortunadamente, años después, Anderson participó en la serie de TV Hannibal (2013-2015), que adaptaba las novelas de Harris. En esta serie interpretó a la Dra. Bedelia De Maurier, psicoterapeuta de Lecter, quien termina cumpliendo con el arco de personaje que originalmente le pertenecía a Starling.

    La búsqueda continuaba y prácticamente todas las actrices de alto perfil de Hollywood fueron consideradas para el papel. Entre una muy larga lista de intérpretes, sobresalen los nombres de Kate Blanchett, Helen Hunt, Gwineth Paltrow, Brooke Shields, Hillary Swank, Callista Flockhart, Sarah Jessica Parker, Bridget Fonda y Jennifer Jason Leigh.

    Finalmente, fue el mismo Anthony Hopkins quien sugirió a Julianne Moore, con quien el británico compartiera créditos en Sobreviviendo a Picasso (Ivory, 1996), para interpretar a Starling. Según se sabe, Hopkins estaba furioso porque ni Foster ni Demme regresarían para la secuela y él mismo comenzó a reconsiderar su participación. De hecho, la producción ya había considerado a John Malkovich o a Tim Roth para interpretar a Lecter en caso de que Hopkins abandonara el proyecto ‒curiosamente, no pensaron en Brian Cox‒; pero los veinte millones de dólares que le ofrecieron a Sir Anthony por la película fueron suficientes para acallar sus inquietudes.

    A final de cuentas, la interpretación de Moore es más que sólida; pero Foster había dejado un estándar demasiado alto. De hecho, me sucede algo curioso con esta Clarice Starling: sí le creo a Moore que ella sea Clarice Starling en el momento en que sucede Hannibal; pero no puedo creer que sea la misma Clarice Starling de El silencio de los inocentes. Del mismo modo, creo que Hopkins está excelente como Lecter y se ve que aprovecha su tiempo en pantalla para desarrollar al personaje; pero nunca alcanza los momentos de genialidad de su interpretación anterior.    

    Quizá una de las razones por las que esta película no funciona también es porque el principal hilo conductor de la cinta anterior se encuentra ausente: la interacción entre Starling y Lecter es mínima y superficial. En la novela, su relación es mucho más profunda; pero justo fueron esos los pasajes que tanto escandalizaron a los realizadores y que dejaron fuera de la cinta. Del mismo modo, los dos conflictos principales de los personajes en El silencio… han desaparecido: Lecter ya no está encerrado y Starling ya no es vulnerable; sin embargo, la película no es lo suficientemente hábil como para dejar claros los nuevos conflictos.

    También me parece que el personaje de Mason Verger se siente un tanto desperdiciado. Originalmente, este rol fue ofrecido a Christopher Reeve, quien lo rechazó porque no se sentía cómodo interpretando a un abusador de niños ‒aspecto del personaje que, de hecho, también quedó fuera de la película‒. El maquillaje que completa la inquietante caracterización de Sir Gary Oldman es simplemente espectacular. Diseñado, confeccionado y aplicado por Greg Canom, quien ya antes hubiera maquillado a Oldman para convertirlo en el Rey de los Vampiros en Drácula, de Bram Stoker (Coppola, 1992), el diseño del rostro de Verger se inspiró en un feto. Por cierto que, durante la filmación, la producción trató de mantener el misterio sobre quién era el actor debajo de los prostéticos, de tal forma que sólo Scott y Hopkins sabían que se trataba de Oldman. El crew sólo podía especular y la mayoría sospechaba que se trataba de Jared Leto. De hecho, en la versión de la película estrenada en cines, el nombre de Oldman no aparece en los créditos.

    La dirección está bien, a secas. Me gusta, eso sí, cómo Scott logra transmitir parte del tono de la novela… aunque también hay una gran parte en la que se nota que el director británico estaba trabajando con un texto que le parecía poco interesante. Donde creo que sí se luce es en la secuencia del tiroteo en el mercado.

    Con el apoyo del director de fotografía John Mathieson, con quien Scott trabajara en Gladiador (2000) y Cruzada (2005), la película muestra el punto de vista de Hannibal, nos mete a la mente de Hannibal; la película es Hannibal. Además de los temas visuales recurrentes de Scott, como las tomas a contraluz y los flares deliberados, la película apunta a un cierto lirismo visual y utiliza tomas y movimientos de cámara innecesariamente elegantes y caprichosos… casi barrocos. En las escenas que se centran Enel Dr. Lecter, la iluminación es expresionista, tratando de exteriorizar en el medio ambiente la psique del personaje.

    La música, compuesta principalmente por Hans Zimmer, es particularmente atmosférica y se preocupa más por crear un ambiente y por guiar emocionalmente al espectador. Sin embargo, aunque funciona en algunas escenas, por alguna razón se siente extrañamente fuera de lugar durante la mayor parte de la película. De hecho, creo que este soundtrack lo disfruto más sólo escuchándolo que como parte de la película.  

    Al igual que la novela en la que se basa, Hannibal es mucho más violenta y explícita que su predecesora. De hecho, muchos críticos de la época la calificaron de “repulsiva” o “asquerosa”. La cinta tiene varias escenas que pueden sin problemas clasificarse como gore que están muy bien logradas y son bastante efectivas… y luego está el final SPOILER en el que Hannibal corta un pedazo del cerebro de Paul Krender, director adjunto del FBI interpretado por Ray Liotta sólo porque coincidía con Ridley Scott en el gimnasio y le pidió el chance, aún vivo y lo prepara frente a él para la cena. Esta escena es simplemente extraña y me causa repelús, aunque no creo que en la forma en la que se planeó. Mientras que en el libro la escena tiene un tono apoteósico y poético, pues se trata del momento en el que Clarice Starling define su transición al “lado oscuro”, en la película la secuencia es grotesca con un piecito en el horror y otro muy puesto en la comedia, en parte gracias a los infortunados efectos especiales usados para crear el cerebro de Krender. TERMINA SPOILER

    Lo cual nos lleva a lo que creo que es lo peor de la película: el final. La verdad es que el tercer acto de la cinta no sólo se cae, sino que se precipita al abismo y todo lo que esta peli construyó anteriormente se va por el caño. SPOILER En el controvertido final de la novela, Starling y Lecter terminan juntos y algo así como “felices para siempre”. TERMINA SPOILER Éste era el final original que se había escrito para la película; pero los realizadores no estaban muy seguros sobre si funcionaría. De tal suerte, se filmaron tres finales diferentes: el de la novela, uno propuesto por Dino de Laurentiis y el propuesto por Ridley Scott, quien señaló que los últimos pasajes del libro le parecían sacados de una novela de vampiros. El final que se quedó en la película fue el de Scott, que no podría ser más decepcionante, pues es complaciente, condescendiente y poco arriesgado… además de que le da al traste a la progresión del personaje de Starling, pues termina prácticamente igual que como comenzó la película.      

    Por un lado, el guión es bastante blando y está lleno de huecos y situaciones que se resuelven sin razón aparente sólo porque la historia tiene que avanzar, además de que la dirección es poco comprometida. Digo, no es particularmente mala; pero se siente que Scott sólo estaba cumpliendo con la chamba: la narrativa es poco interesante, el tono es disparejo, siendo fiel al de la novela a ratos y estando apenas dibujado en otros, y la puesta en escena es más bien perezosa.         

    Al final del día, Hannibal no pudo estar a la altura de su predecesora. No es una mala película, pero tampoco es particularmente buena y está mucho muy lejos de tener la calidad de El silencio de los inocentes. De hecho, funcionaría mucho mejor si uno la ve de manera independiente; sólo que, por desgracia, los personajes entonces resultan bien interpretados pero superficiales en su escritura. ¿Habría sido diferente si Foster y Demme hubieran regresado para esta secuela? Es probable, pero no es el único motivo al que puede achacársele la calidad de la cinta. ¿Hubiera sido una mejor película si se hubiera usado el guión de Mamet o si se hubiese respetado el tono de la novela? Puede ser. A final de cuentas, creo que el mayor fallo de Hannibal no es su incapacidad de llegar al nivel de su predecesora, sino su incapacidad de llegar al nivel que ella misma plantea: la primera mitad de la película es muy buena y, a partir de ahí, todo se va cuesta abajo, concluyendo en un final decepcionante, fácil y carente de toda tensión o conflicto.

PARA LA TRIVIA: Anthony Hopkins escribió un guión para una secuela de esta cinta titulado Hannibal Ends, al final del cual Clarice Starling mataba al psiquiatra antropófago. El guión nunca fue utilizado.

PARA LA TRIVIA GEEK: El actor Frankie Faison participó en cuatro de las cinco películas de la franquicia. En Cacería humana interpretó (Mann, 1986) al Tte. Fisk, mientras que en las otras tres a Barney, el celador de Hannibal Lecter en el Hospital Psiquiátrico de Baltimore.

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EL SILENCIO DE LOS INOCENTES y el asesino mexicano que inspiró a Hannibal Lecter.

EL SILENCIO DE LOS INOCENTES

The Silence of The Lambs

Jonathan Demme, 1991

Después del fracaso de taquilla que fue Cacería humana (Mann, 1986), la primera adaptación de la novela El Dragón Rojo, primera entrega en la Trilogía de Hannibal Lecter de Thomas Harris, Orion Pictures aseguró los derechos para producir una adaptación de la secuela, El silencio de los corderos. El material a adaptar era superior a la primera parte lo que, aunado a un profundo entendimiento de la novela y a actuaciones impresionantes, hizo de esta nueva iteración una de esas pocas secuelas que superan a la primera parte y un clásico monumental que arrasó con los Premios de la Academia al año siguiente.

    Un elusivo asesino serial, apodado Buffalo Bill (Ted Levine), recorre los Estados Unidos secuestrando mujeres para luego abandonar sus cuerpos desollados. La prometedora estudiante de la Academia del FBI Clarice Starling (Jodie Foster) es reclutada por el agente especial Jack Crawford (Scott Glenn), director de la División de Ciencias del Comportamiento, para colaborar en la investigación contra Buffalo Bill. Para tal propósito, Starling deberá interrogar a la única persona con un entendimiento tan profundo de la mente criminal como para esbozar un perfil de Bill: el Dr. Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), un psiquiatra homicida y antropófago recluido en una institución mental. Pero esta entrevista podría ser más peligrosa que enfrentarse al propio Buffalo Bill.

    El silencio de los inocentes no fue la primera película del subgénero denominado “thriller psicológico”; pero sí fue la que terminó de definirlo, lo “legitimizó” y lo volvió popular. El subgénero, que probablemente alcanzó su punto más alto en la década de 1990, es entendido como un relato de suspenso en el que el hilo conductor es el enfrentamiento de ingenios entre el personaje protagónico y su antagonista. Con frecuencia, como en este caso, se tratará de un relato policiaco con elementos de terror u horror.

    En esta adaptación cinematográfica, sorprendentemente fiel a su fuente literaria, el tema del enfrentamiento es el hilo conductor de toda la película y la forma en que se maneja en tantos niveles de manera simultánea es deliciosa.

    Por principio de cuentas, está el enfrentamiento de Starling con su medio. Es notorio el esfuerzo de la novata por tratar de cimentar su carrera en un mundo dominado por hombres. La maravillosa interpretación de Foster, intimista y sutil, muestra a un personaje que tiene que hacer de tripas corazón a cada momento para encontrar dentro de sí la fuerza que su condición de mujer pequeña y de principiante en el FBI le resta. Precisamente, la película inicia con una secuencia de Starling corriendo en una pista de obstáculos, es decir, volviéndose más fuerte.

    Un tema que está presente en todo momento en el libro de Harris es el del empoderamiento femenino y éste se encuentra muy presente en la película. No son poco frecuentes las escenas en las que Clarice se encuentra rodeada de personajes masculinos entre los que contrasta por su menudo aspecto y, a través del diálogo y la acción, logra sobresalir entre ellos.

    Luego está el enfrentamiento de Starling consigo misma. No sólo Clarice siente que no es suficientemente fuerte; sino que siente que no es suficientemente buena. Aunque no tan agudo como en la novela, la película también se toma el tiempo para mostrar el conflicto de Starling con sus humildes orígenes. La agente, como el mismo Dr. Lecter lo señala en varios momentos, se esfuerza también para adoptar las características externas de una clase social a la que no pertenece y a la que su educación universitaria le ha abierto las puertas.

     En tercer lugar, está el obvio enfrentamiento de Starling contra Jame Gumb, el asesino serial conocido como Buffalo Bill. Durante toda la película Clarice sigue la pista de Gumb, para lo que recibe la ayuda de Lecter, tratando de encontrarlo cuando Catherine Martin (Brooke Smith), la hija de una prominente senadora, es secuestrada por éste como parte de su plan de confeccionarse un traje de piel de mujer.

     La pesquisa, casi de manera fortuita, culmina con el enfrentamiento de Starling y Gumb en el oscuro sótano de éste. Esta magistral escena cumple con una función dramática fundamental: es el último lastre de Starling. Durante toda la película, seguimos la evolución de Clarice tratando de encontrar sus fortalezas ante la adversidad y, siempre que logra salvar una debilidad, se encuentra con otra mayor que exigirá un mayor esfuerzo de su parte. Por ejemplo, justo después de que Starling rechaza los avances sexuales del Dr. Chilton (Anthony Heald), director del Hospital Psiquiátrico de Baltimore, baja a los sótanos de éste para encontrarse con Hannibal Lecter. En el enfrentamiento final con Gumb, Clarice descubre el paradero del asesino y lo detiene, sólo para ser cazada por éste en un sótano completamente a oscuras mientras él usa goggles de visión nocturna.

    Este montaje paralelo combina dos lugares lejanos, dos acciones con el mismo objetivo, dos casas, una de las cuales solamente se ve desde el exterior y la otra desde el interior. Las imágenes nos llevan a pensar que ambas acciones se desarrollan en el mismo lugar. El montaje paralelo se descubre y aumenta la tensión: de repente nos damos cuenta de que Clarice debe enfrentarse sola al asesino. (Vowe en Duncan, p.595-597).  

    Finalmente, y se trata de uno de los elementos más disfrutables de la película, está la confrontación entre Starling y Hannibal Lecter. Tal enfrentamiento se da, por supuesto, a un nivel de guión a través de diálogos agudos, interesantes, orgánicos y bien pensados –muchos de ellos retomados de la novela–.

    Del mismo modo, es impresionante la forma en la que la narrativa visual y el lenguaje cinematográfico contribuyen a crear una relación dramática entre la agente del FBI y el refinado caníbal. Por principio de cuentas, podemos notar que la película usa muchos primeros planos; esto contribuye a definir el carácter “cerebral” y psicológico de la cinta, pues nos acerca a los personajes y sus pensamientos. Cuando Clarice y Hannibal conversan, los primeros planos de ella siempre son más abiertos y en un ángulo picado, para hacerla ver más pequeña; mientras que los de él son en su mayoría muy cerrados, poniendo especial énfasis en los ojos y filmados desde un ángulo ligeramente contrapicado, lo que lo hace ver enorme en comparación con ella. Con frecuencia, la pantalla no alcanza para abarcar todo el rostro de Lecter, dándole una imagen monstruosa.

    ¿Se han fijado que, en la tradición del Conde Orlock, Hannibal Lecter rara vez parpadea? Ciertamente no lo hace cuando sigue uno de sus vertiginosos e incisivos trenes de pensamiento. Dice Rainer Vowe: “Dentro del género dedicado a los asesinos en serie, los ojos se convierten en una herramienta de apropiación, penetración y destrucción” (en Duncan, p. 592). Hopkins siempre fue considerado un buen actor; pero fue con esta película con la que se convirtió en leyenda. La interpretación del galés del psiquiatra caníbal está envuelta en un aura ultraterrena que vuelve a Lecter, con su voz aguda y fría –que no deja de recordarme a HAL 9000 de 2001: Odisea del espacio (Kubrick, 1968)– y sus penetrantes ojos azules –en la novela tiene ojos color castaño rojizo, que brillan como el granate en la oscuridad–, realmente escalofriante.

    Aunque suene increíble, el Dr. Hannibal Lecter, de quien Stephen King alguna vez dijo que era el Conde Drácula de la era de los ordenadores y los teléfonos móviles, está basado en una persona real.

    Antes de dedicarse de lleno a la ficción, el escritor Thomas Harris fue periodista y llegó a ser redactor en jefe de la Associated Press de Nueva York. En los inicios de su carrera, se dedicó a escribir sobre sucesos criminales en Estados Unidos y México.

    En 1963, un joven Harris se encontraba visitando el penal de Topo Chico, en Monterrey, Nuevo León, para entrevistar al multihomicida Dykes Askew Simmons –quien, como Francis Dollarhyde en Dragón rojo, padecía de labio leporino–, como parte de la investigación para una historia policiaca para la revista pulp Argosy. Durante la visita, se enteró de que Simmons había intentado escapar de la prisión, pero fue traicionado por el guardia que sobornó para fugarse, quien le disparó mientras intentaba huir. Simmons fue atendido por el Dr. Alfredo Ballí Treviño, a quien Harris entrevistó brevemente y le causó una profunda impresión.

    El incipiente escritor conversó por corto rato con el médico en una enigmática charla que inspiraría la icónica primera conversación entre Starling y Lecter. Tras terminar la conversación, Harris se enteró por el director de la prisión que Ballí también estaba recluido en ella. El director le contó a Harris que el médico había asesinado a su pareja, Jesús Castillo Rangel, en 1959 en el interior de su consultorio tras una acalorada discusión, probablemente relacionada con hacer pública su relación. Castillo había atacado a Ballí con un desarmador y éste le administró un anestésico que lo sumió en un sueño profundo, luego de lo cual lo arrastró hasta una tina, lo degolló, desangró y descuartizó su cuerpo para luego meter los pedazos en una caja de cartón y enterrarla en el baldío de un rancho.

    Ballí fue el último mexicano en ser condenado a la pena de muerte, de la que fue indultado cuando se abolió dicho castigo. La Policía y la prensa amarilla y roja de la época, regodeándose con el escandaloso caso, bautizaron a Ballí Treviño con sobrenombres como “El hombre lobo de Nuevo León”, “El médico asesino”, “El monstruo de la Talleres” (por el nombre de la colonia en la que se ubicaba su consultorio) y “El vampiro Ballí”. También se le atribuyeron los asesinatos de varios hombres jóvenes y autoestopistas en la frontera mexicoamericana; pero estos crímenes nunca pudieron ser comprobados.

    Harris se sintió intrigado por la elegancia natural de Ballí, descendiente de una familia acomodada de la ciudad de Monterrey, y por el entendimiento que tenía de la mente criminal de Simmons. Del médico se decía no sólo que era bueno en su profesión, sino que era un hombre culto y refinado, con un marcado interés por la moda y el estilo.

    Durante décadas, Harris olvidó el nombre real de Ballí Treviño –o eso aseguraba– y se refirió a él únicamente como “Dr. Salazar”. No fue sino hasta la década pasada cuando, preparando el prólogo a la edición del 25 aniversario de El silencio de los corderos, pidió ayuda a un periodista mexicano para reconocer la identidad del “Médico asesino”.

    Por su parte, Ballí obtuvo la conmuta de su condena y salió de prisión en 1981, después de lo cual se dedicó a atender a gente de escasos recursos de manera gratuita hasta su muerte en 2009. Nunca se enteró de que había inspirado a uno de los personajes más icónicos del cine y el recuerdo de su crimen lo atormentó hasta el final de sus días.

    Por su parte, Jame “Buffalo Bill” Gumb está inspirado en otro personaje de la vida real: Ed Gein, quien fuera también la inspiración para personajes como Norman Bates de Psicosis (Hitchcock, 1960) y Leatherface de La masacre de Texas (Hooper, 1974). Edward Theodore Gein vivía con su madre fanática religiosa en una aislada granja en el condado de Plainfield, Wisconsin, y desarrolló una relación de amor-odio con ella.

    Tras la muerte de su progenitora, Ed Gein clausuró su habitación y comenzó a profanar tumbas frescas de cementerios locales. De los cadáveres que recolectaba extraía huesos y piel, con los que confeccionaba muebles, enseres de cocina y adornos para la casa. Probablemente, la creación más perturbadora de Gein fue un traje de piel de mujer con máscara y peluca incluidas.

    Ed Gein fue arrestado la noche del 16 de noviembre de 1957 como principal sospechoso de la desaparición de Bernice Worden, la dueña de una ferretería local. Al catear la casa de Gein, la policía encontró el cuerpo de Worden, decapitado y eviscerado, colgando boca abajo sobre una tina para que se desangrara. El “carnicero de Plainfield”, como lo apodó la prensa, fue sentenciado a cadena perpetua por los dos homicidios que se le comprobaron, aunque se sospecha que pudo cometer al menos dos más. También se sospechaba que llegó a practicar la antropofagia y la necrofilia, aunque él siempre negó ambas acusaciones.

    Gein falleció de una insuficiencia respiratoria en 1984 en el Instituto para la Salud Mental de Mendota, Wisconsin, donde siempre se refirieron a él como un interno modelo, tranquilo y amable.     

    Otros rasgos de las personalidades de ambos asesinos fueron tomados de Ted Bundy, el infame asesino serial que aterrorizó –principalmente– el oeste de EE.UU. en la década de los 70. Al igual que Gumb en la película, Bundy fingía alguna discapacidad para atraer a sus víctimas y la rutina del hombre con el brazo en cabestrillo tratando de mover un mueble era una de sus favoritas.

    A diferencia de Cacería humana, en El silencio… la presentación del asesino serial es mucho más afortunada y la caracterización mucho más completa. Me gusta que Levine le pone problemas del habla a su personaje. Así, mientras Francis Dollarhyde en la película anterior tenía una deformidad física –la cicatriz del labio leporino–, en esta cinta Jame Gumb tiene una “deformidad” comunicativa.

    Mientras que la película anterior era un relato de detectives mucho más tradicional, la columna vertebral de El silencio de los inocentes es el enfrentamiento de ingenios entre Starling y Lecter. Sin embargo, cabe notar que “… El silencio de los corderos también es una película sobre psiquiatría. Los dos asesinos aparecen como psicópatas cuya “relación” establece la base de la investigación criminológica, aunque sus casos no sean estrictamente comparables.” (Vowe en Duncan, 594).

    Los encuentros entre la agente especial y el psiquiatra siempre se desarrollan en ambientes que evocan los relatos de la literatura gótica: las paredes de piedra de los sótanos del Hospital Psiquiátrico de Baltimore sumidos en las tinieblas no se diferencian mucho de la mazmorra medieval ideada por el escritor romántico promedio. Esta sensación se mantiene aun cuando el caníbal es trasladado a Memphis, donde su sangriento escape constituirá el final del segundo acto de la cinta.

    Lo que me lleva a plantearme una cuestión: ¿Es El silencio de los inocentes una película de terror? Hace años hubiera desechado la idea a priori, a pesar de que muchos autores consideran que así es. Si acaso, habría concedido que se trata de una obra de suspense con elementos de horror. Empero, el paradigma propuesto por el filósofo estadounidense Noël Carroll para definir una película de terror como tal; pero, más aún, la paradoja que se deriva de él, me llevan a reconsiderar mi opinión.

    Carroll considera que sólo son películas de terror –entendiendo éste como una emoción estética– aquéllas en las que aparece un monstruo. De entrada, deja al cine de asesinos seriales fuera de la cuestión, catalogándolo como cine de “miedo” o de “horror”, asumiendo que ésta es una emoción estética menos elevada.

    El filósofo determina que para que un monstruo sea definido como tal, debe cumplir con tres características. Primero: el monstruo no puede ser un humano. Sin importar su naturaleza u origen, debe ser un ente sobrenatural, entendiendo sobrenatural en su acepción etimológica de aquello que está más allá de lo natural. Segundo, el monstruo debe provocar dos emociones simultáneamente en el público: amenaza y asco. Finalmente, el monstruo será, generalmente, alguna aberración nacida de la mezcla de dos categorías taxonómicas que se contradicen entre sí (por ejemplo, hombre-lobo, muerto-viviente, etc.).

    Según esta clasificación, El silencio… queda fuera de entrada; pero ¿realmente es así? El mismo Harris escribió en la novela El silencio de los corderos un pasaje que reza: “De hecho, no existe consenso en la comunidad psiquiátrica respecto a si el doctor Lecter puede ser considerado un ser humano. Durante mucho tiempo, sus pares en la profesión […] le han atribuido una absoluta alteridad”, mismo que fue repetido en la secuela, Hannibal. Luego tenemos que el caníbal tiene, en efecto, habilidades sobrenaturales: su inteligencia y astucia van más allá de lo normal o, incluso, de lo concebible. Del mismo modo, no puede negarse que su sola presencia causa una sensación de peligro y amenaza –más aun sabiendo lo que le hizo a esa pobre enfermera–, por no decir que su hábito de consumir carne humana resulta ciertamente repugnante. Finalmente, Lecter es una abominación surgida de una contradicción: nadie puede negar que es un genio, como tampoco se puede negar que está demente. A este respecto, dicen los historiadores cinematográficos Jonathan Penner y Steven Jay Schneider:

“La síntesis de la cultura elevada y los impulsos más básicos de Lecter lo convierten en uno de los villanos más adorados del celuloide. […] comete un asesinato con una cachiporra como si dirigiera una sinfonía. El homicidio elevado a la categoría de arte. La genialidad reducida a la locura”. (en Duncan, p.52).

  Hannibal Lecter es, en efecto, un monstruo; lo que convierte a El silencio de los inocentes, según la perspectiva de Carroll, o a pesar de ella, en una película de terror.

    Aunque hay escenas en las que se echa mano al horror –por ejemplo, el final del segundo acto: el escape de Lecter de Memphis–, en general la película trabaja más con la sugestión y el suspense. Los asesinatos de Buffalo Bill nunca se muestran de manera explícita. Por el contrario, sólo se le da al público la información necesaria para que su imaginación se ponga a trabajar: no vemos los crímenes, pero algunos vistazos a las fotografías de las escenas del crimen y la imagen fragmentada de un cadáver sobre la mesa de autopsias nos sugieren sus horribles consecuencias.

    En general, El silencio de los inocentes es una adaptación bastante fiel de la novela en la que se basa. Por supuesto, algunos pasajes, líneas argumentales y subtramas quedaron fuera para condensar la narración. Por ejemplo, la subtrama sobre la esposa de Jack Crawford muriendo de cáncer, que es muy importante en el texto de Harris, tuvo que ser sacrificada. Esta subtrama es largamente explorada en la serie de TV Hannibal (2013-2015)… y, la verdad, prefiero a Lawrence Fishbourne en el papel de Jack Crawford.      

    ¿Se acuerdan de que en mi artículo sobre Cacería humana mencioné la moda medio kitsch de los ochenta de incluir canciones pop en el soundtrack? Bueno, pues la tendencia continuó en la siguiente década. Para El silencio… el tema seleccionado fue la canción Goodbye Horses, de la cantante Q. Lazzarus, publicada por primera vez en 1988. Al menos en esta cinta la canción entra como música diegética, por lo que su inclusión se siente más orgánica. Y sí, Q. Lazzarus fue una One Hit Wonder. Dato curioso: Chris Isaak, cantautor y actor estadounidense, famoso por su tema Wicked Game, interpreta a uno de los miembros del comando SWAT que trata de detener el escape de Lecter en Memphis.

    La parte sinfónica del soundtrack es obra del siempre genial músico canadiense Howard Shore, compositor de cabecera de David Cronenberg y a quien le debemos los sountracks de películas como La mosca (Cronenberg, 1986) y la Trilogía de El Señor de los Anillos (Jackson, 2001-2003).  

    La cinta se convirtió en un verdadero fenómeno que arrasó con los premios de la Academia del año 1992, llevándose las estatuillas correspondientes a las categorías de Mejor Edición, Mejor Sonido, Mejor Guión Adaptado, Mejor Director, Mejor Actriz Principal, Mejor actor Principal y Mejor Película. El silencio… terminó de definir los elementos del subgénero conocido como thriller psicológico y sentaría las bases de múltiples películas y series de televisión por venir. “La película tuvo tal éxito que se convirtió en uno de los modelos más influyentes de la década siguiente hasta el punto de que el argumento fue objeto de plagios y citas” (en Duncan, 594). Sin ir más lejos, puedo encontrar una marcada influencia de esta cinta en mi serie de TV favorita de toda la vida: Los expedientes X (1993-2018).

    Quizá El silencio de los inocentes sea una de las mejores películas de la historia. Si no es así, al menos no puede negarse que se trata de una de las más influyentes, así como una reivindicación del cine de género. Y, por supuesto, quizá su mayor aporte a la cultura popular sea la reinterpretación de uno de los villanos más queridos del cine: el Dr. Hannibal Lecter.

PARA LA TRIVIA: El legendario productor y director de cine de serie B, Roger Corman, hace un cameo en esta película interpretando a Hayden Burke, Director del FBI. Como tantos otros directores, Jonathan Demme realizó sus primeros trabajos para la compañía de Corman, New World Pictures. Curiosamente, su primera película como director también tocaba el tema de las prisiones: se trataba de una cinta de explotación del subgénero conocido como “mujeres enjauladas” titulada Caged Heat (1974).

BIBLIOGRAFÍA

Carroll, N. (2005). Filosofía del terror o paradojas del corazón. Gerard Vilar (Trad.). Madrid. Antonio Machado Libros.

Duncan, P. y Müeller, J. (Eds.) (2018), Cine de terror. Lidia Álvarez Grifoll et al. (Trads.). Hohenzollernring. Taschen Biblioteca Universalis.

Nashawaty, C. (2013), Crab Monsters, Teenage Cavemen and Candy Stripe Nurses. Roger Corman: King of the B Movie. New York. Abrams

FUENTES EN LÍNEA

https://www.distractify.com/p/is-hannibal-lecter-real

https://www.infobae.com/america/mexico/2021/02/06/alfredo-balli-el-medico-asesino-de-monterrey-que-inspiro-al-famoso-doctor-hannibal-lecter/

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DUNA. La tercera es la vencida… ¿o no?

DUNA

Dune: Part One

Dennis Villeneuve, 2021

Leí por primera vez Dune cuando tenía diecisiete o dieciocho años. Desde entonces, se convirtió en una de mis novelas favoritas y la he vuelto a leer varias veces, encontrando nuevos niveles de interpretación en cada relectura. Luego vi la película de David Lynch ‒si es que se le puede llamar así‒ y he desarrollado una relación como de morbo con ella… creo que es una de esas cosas que amo odiar. Vi también las miniseries de Syfy (en aquel entonces Sci-Fi Channel) y, aunque un poco más logradas, también me parecieron decepcionantes ‒siendo justos, Hijos de las Dunas (2003) es bastante decente‒.

    Así pues, cuando me enteré de que Denis Villeneuve, uno de los directores más prominentes de los últimos años y quien ha sobresalido en el campo de la ciencia ficción, se encargaría de dirigir la rumoreada nueva adaptación de Dune, me emocioné de inmediato. ¿Estaría el director francocanadiense a la altura del desafío? ¿Es ésta la versión definitiva de Dune en la pantalla grande?     

    En varias ocasiones David Lynch ha dejado claro su desinterés por la ciencia ficción y que sólo aceptó dirigir Dune por la presión de su agente luego de haber rechazado dirigir El regreso del Jedi (Marquand, 1983) para George Lucas. A pesar de ello, trató de proponer una visión para la película; pero, debido a las constantes intromisiones de los productores Dino y Rafaella De Laurentiis, el proyecto terminó en el desastre que se ve en pantalla y fue uno de los más grandes fracasos taquilleros de la década de los 80. A la fecha, Lynch odia la película, renunció a su autoría en la versión extendida apelando al recurso Allan Smythee[1], e incluso ha prohibido que le pregunten por ella en entrevistas.

    Por su parte, Alejandro Jodorowsky, quien fuera el primero en intentar adaptar la novela de Frank Herbert a la pantalla grande, nunca leyó el libro. Jodorowsky únicamente vio el potencial estético de la historia y, fiel a su costumbre, embarcó a un montón de talentosos artistas en un proyecto que, a priori, se sabía irrealizable.

    De tal suerte, Duna marca la primera ocasión en la que, para bien o para mal, un fanático de la obra de Herbert la adapta al cine. El proceso de Villeneuve, quien lleva prácticamente toda la vida tratando de hacer esta película, tardó varios años y se nutrió de las más diversas influencias, incluyendo el trabajo de preproducción de Jodorowsky, la propia película de 1984, montones de arte para diversas ediciones de los libros y merchandising, así como fan art y la propia trilogía de precuelas escrita por Brian Herbert y Kevin J. Anderson. El resultado habla por sí solo.

    La película cuenta la historia de Paul (Timothée Chalamet, también es la primera vez que el actor que interpreta a Paul medio aparenta la edad del personaje), el joven heredero de la Casa Atreides, quien se establece junto con su familia en el planeta Arrakis. Este planeta es el único en el que se produce la especia melange, ingrediente que permite el viaje por el espacio, por lo que la Casa Harkonnen, antiguos propietarios del feudo de Arrakis, no lo dejarán ir tan fácilmente y tienen una sorpresa preparada para los Atreides. El factor que nadie consideró fue a los fremen, la tribu de misteriosos hombres del desierto que puebla Arrakis y que tiene una compleja relación casi simbiótica con el planeta.   

    Originalmente, se planeaba que esta cinta fuera el inicio de toda una franquicia que tentativamente comenzaría con una trilogía que abarcaría el primer libro de Herbert en dos películas y el segundo, El Mesías de Dune, en una sola. Empero, debido a la cuarentena por la pandemia de COVID-19, el estreno de esta película fue retrasado un año entero y sólo una demanda legal por parte de Villeneuve evitó que Warner Bros. la lanzara directamente en plataformas de Streaming, reduciendo así no sólo las ganancias del productor por concepto de regalías, sino mutilando su visión artística ‒esta película se tiene que ver en pantalla grande, créanme‒ y poniendo en riesgo la implementación de una franquicia. La cinta fue estrenada primero en Europa y Asia para asegurar que recuperara su presupuesto ‒en la taquilla estadounidense fue un fracaso‒ y ya se confirmó el estreno de la segunda parte para 2023.

    He leído comentarios diciendo que esta película les pareció aburrida, mientras que otros la han llamado “la película de la década” (lo que es idiota, porque la década apenas empezó). En este caso, creo que depende más bien de las expectativas de cada quién. Si uno va al cine con la idea de ver una nueva Star Wars (Lucas, 1977), se va a decepcionar y bastante. Si uno va al cine a ver la visión definitiva de la novela, quizá se encuentre con más de lo que pidió. Supongo que lo mejor es ir al cine sin ninguna expectativa y dejar que la propia película haga su trabajo. No es una película de acción; sino una estilizada cinta de aventuras cuyo núcleo es un thriller político-religioso. En ese sentido, es fiel a la novela de Herbert. Y sí, quizá la cinta es demasiado expositiva; pero es que está exponiendo el planteamiento de dos películas.   

    El experimento de Villeneuve es en extremo interesante, pues toma una aproximación diametralmente opuesta a la de la película anterior. Siempre que es posible, el director evita los textos explicativos. Por supuesto, hay algunas escenas en las que una explicación verbal es necesaria; pero al menos no tiene a Kyle MacLachlan leyendo párrafos de la novela en off. Por el contrario, Villenueve explica poco y muestra mucho. No te explica cómo es el universo de la cinta o cómo funciona, sino que te arroja a él para que lo veas por ti mismo. Por ejemplo, en la película nunca se explica por qué en el año diez mil y tantos no hay super computadoras ‒la novela sí lo hace‒; en cambio, vemos a Thufir Hawat (Stepehen McKinley Henderson), el mentat de la Casa Atreides, poner a trabajar su mente de computadora humana.

    De esta narrativa se deriva el que creo que es uno de los más grandes aciertos de Duna, que debería ser el objetivo de cualquier película de ciencia ficción y que hace mucho que no veo: te reconecta con tu capacidad de asombro. Cada escena es sobrecogedora visualmente y nos permite adentrarnos en el universo creado por Herbert. Uno comparte los sentimientos de los personajes principales al ser arrojados a este planeta cruel y desconocido.

    Debido a lo anterior, resulta lógico que el mayor fuerte de la película es el aspecto visual. La fotografía de Greig Fraser es impresionante, y la fusión entre los sets, las locaciones reales y los escenarios virtuales en CGI es prácticamente imperceptible. De hecho, la película se filmó en digital nativo, luego fue transferida a 35mm y escaneada fotograma por fotograma de nuevo a digital. La propuesta estética de toda la película me gustó mucho y me gustó que por fin los Harkonnen se ven como debieron verse siempre… aunque no me gustó que, como en muchas otras películas actuales, los destiltrajes parecen trajes de motocross comunes y corrientes.

    Empero, es también esta narrativa la que puede volver la película poco accesible para algunas personas. Se trata de una cinta de dos horas y media a la que hay que ponerle atención todo el maldito tiempo. Si uno está en esa disposición, se verá más que recompensado y, si no, es muy probable que se pierda en el camino, pues muchos detalles de la historia aparecen en la pantalla sin ningún apoyo verbal.

    Otro gran acierto de esta adaptación está en que logra transmitir el tono y el ritmo de la novela de Herbert… y creo que ése debería ser uno de los objetivos de una adaptación: más allá de la fidelidad anecdótica ‒que sí está presente en esta cinta‒ una adaptación debe transmitir la esencia de la fuente original. Y, en ese aspecto, esta película triunfa como pocas. Irónicamente, el extraño ritmo del relato y su parquedad de explicaciones vienen directamente de la novela.

    Las actuaciones me parecieron muy buenas; incluso la interpretación de Chalamet me más que completamente competente. Me encantó la interpretación de Rebecca Ferguson como Lady Jessica Atreides y me quedé boquiabierto con Stellan Skarsgård con su versión del barón Vladimir Harkonnen visiblemente inspirada en la persona de Marlon Brando. Incluso hay una toma que es una clara referencia al infame Cnel. Kurtz de Apocalipsis ahora (Coppola, 1979).

    Algo que me pareció muy interesante es que Villeneuve hizo bien su tarea… o, más bien, que buscó a alguien que la hubiera hecho muy bien y la utilizó. Me refiero a la construcción de los personajes desde el guión. Éstos adquieren una nueva capa de profundidad gracias a los antecedentes que fueron creados para ellos. Dichos antecedentes fueron retomados principalmente de las novelas precuelas de Dune.

    El soundtrack compuesto por Hans Zimmer es, por cuenta propia, un portento que evoca sonidos de Medio Oriente y que dota a la película de un ambiente exótico, aunque a la vez familiar, que termina de crear el universo de Dune.

    También he leído quejas de que esta película es pura forma; pero, en este caso más que en otros, me atrevo a decir que forma es fondo. Creo que se trata de un autor utilizando los elementos del lenguaje cinematográfico en su forma más pura para contar una historia que, según se ha demostrado varias veces ya, no es posible contar de otro modo.

    Me llamó poderosamente la atención la ausencia de personajes clave, como Feyd Rautha y la princesa Irulan ‒papel que le ofrecieran a Emma Roberts, quien terminó rechazándolo por su apretada agenda‒; pero estoy seguro de que aparecerán en la siguiente película. Si mal no recuerdo, Feyd Rautha es introducido más o menos a la mitad de la novela. De hecho, sentí siento alivio cuando me enteré de que la cinta estaría dividida en dos partes, pues supuse que las aprovecharían para profundizar en los complejos temas y personajes de Herbert. Y así fue.   

    A final de cuentas, Duna es lo que promete: un viaje a un mundo desconocido que nos asombrará y nos dejará atónitos. Personalmente, disfruté mucho el viaje; amé la película y simplemente me dejé llevar por su ritmo y su narrativa. Sin embargo, entiendo muy bien por qué hay gente que no pudo conectar con ella y me parece un movimiento arriesgado querer hacer un blockbuster de una cinta con atractivo comercial limitado… al menos en esta versión no tenemos a Sting con una tanga de plástico o a Giancarlo Gianini sin mostacho. Duna no es una película palomera y no es la nueva Star Wars, aunque su director, al igual que Dino de Laurentiis antes que él, se refiera a su película como “Star wars para adultos”, es una cinta que le exige a su público; pero para quien esté dispuesto a dar, la recompensa es vasta.

PARA LA TRIVIA: La novela Dune, de Frank Herbert, fue publicada originalmente en dos partes dentro de la revista pulp Analog. Debido al limitado atractivo comercial de las novelas de ciencia ficción en aquel entonces, la primera edición ya como libro independiente fue publicada por Chilton Publishing, una pequeña editorial canadiense que hasta ese momento sólo imprimía manuales de reparación de automóviles. Ejemplares originales de esta edición son uno de los “santos griales” de la bibliomanía y se han vendido por elevados precios en subastas. En 2003, Dune fue nombrada la novela de ciencia ficción más vendida de todos los tiempos.

PARA LA TRIVIA GEEK: Muchos de los nombres de lugares, personajes y conceptos propios del universo de Dune están mal pronunciados en la película. Esto se debe a la fonética francesa de Villeneuve. Existen grabaciones en las que Frank Herbert explica la pronunciación correcta de dichos nombres.

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[1] Hasta principios de la década de 1990, los directores que sentían que su visión artística o su reputación habían sido vulneradas por una película debido a la interferencia de los estudios podían utilizar el seudónimo Allan Smythee para renunciar a la autoría de la cinta. Fue un recurso implementado por el Director’s Guild of America para proteger a sus agremiados.

CACERÍA HUMANA. Hannibal Lecter en su primera aparición en la pantalla grande.

CACERÍA HUMANA

Manhunter

Michael Mann, 1986

Existen dos cortes de esta cinta. El que se estrenó en cines y que se transmitió varias veces por televisión con duración de 121 minutos, y la edición del director de 124 minutos. Los minutos adicionales corresponden a una secuencia inicial alternativa y a una escena reinsertada casi al final de la película. En realidad, la diferencia es mínima y prácticamente no aporta nada distinto a la cinta.

No mucha gente sabe que el gran clásico del cine de suspenso, El silencio de los inocentes (Demme, 1991), es en realidad una secuela. Y es menos conocido aún que las películas se fueron filmando en el orden en que fueron apareciendo las novelas de Thomas Harris que conformarían la Trilogía de Hannibal Lecter. Así pues, esta cinta fue el primer intento por adaptar la primera parte de la trilogía, El Dragón Rojo, misma que más tarde merecería un remake por el director Brett Ratner con Sir Anthony Hopkins en el papel de Lecter.

    A pesar de que Cacería humana paso prácticamente desapercibida en su momento, con un recibimiento pobre en taquilla y siendo condenada a transmitirse tarde por las noches en la televisión abierta, la crítica la ha elogiado siempre. Incluso hay quien ha dicho que es superior a El silencio de los inocentes. Yo no estoy de acuerdo.

    El agente del FBI Will Graham (William Petersen) tiene habilidades psicológicas extraordinarias que le permiten explorar la mente de los asesinos para comprender sus motivaciones y predecir sus crímenes. El último homicida capturado por Graham fue el psiquiatra caníbal, el Dr. Hannibal Lecktor (Brian Cox), y tratar de adentrarse en su mente retorcida casi significó para Will perder la cordura y la salud física. Ahora, el FBI requiere que Graham regrese de su retiro para atrapar a un asesino serial autodenominado Dragón Rojo, aunque apodado ”El Hada de los Dientes” por la policía, un psicópata voyeurista que parece seleccionar a sus víctimas, a las que asesina brutalmente en las noches de luna llena dejándoles marcas de dientes, completamente al azar. En el transcurso de su investigación, Graham se ve obligado a recurrir buscando ayuda a la única persona con mayor habilidad que él para descifrar los acertijos de la mente criminal: el carismático aunque letal Dr. Lecktor.

    Cacería humana es in duda una película de culto. A pesar de que la peli no funcionó como se esperaba en su corrida original por las salas de cine, el mercado del video le ha ayudado a cavarse su propio nicho dentro del cine policiaco y granjearse una legión de leales fanáticos.

    Se trata de un thriller efectivo con escenas que lo mantienen a uno al filo de la butaca. Con algunas fallas, por supuesto; pero en general toda la obra es buena. Las actuaciones son sólidas, la dirección eficiente el ritmo es bueno y quizá su mayor acierto sea la fotografía.

    Una de las fallas de esta cinta tiene que ver con el argumento. Aunque sí es interesante y me mantuvo atento, la verdad creo que es innecesariamente complicado. La clave para descubrir el patrón de los asesinatos perpetrados por el “Hada de los Dientes” es tan rebuscada que parece un recurso sacado de la manga, y lo peor es que no lo es. Durante una hora de película se le han dado al espectador los elementos para resolver el misterio de la mano de Graham, sólo que la narrativa llega a ser tan complicada que uno pudo fácilmente pasarlos por alto. Un guión “inteligente” no tiene por qué ser complicado.

    Quizá esto tiene que ver con la desafortunada construcción del villano; lo que no es culpa del actor Tom Noonan, quien hace un trabajo excelente, sino del guión. En la novela, Harris se toma varios capítulos para explorar la perturbada psique de Francis Dollarhyde, inspirado por el asesino real Dykes Askew Simmons, así como los eventos traumáticos de la infancia que cimentaron las bases de su psicopatía. En la película no tenemos nada de eso y, para cuando Dollarhyde por fin aparece, ya hasta se nos había olvidado que había un asesino serial suelto.

    Irónicamente, también queda completamente fuera la obsesión de Dollarhyde con la pintura El Gran Dragón Rojo y la mujer revestida de sol, de William Blake, que… pues… es una línea argumental tan importante en el texto de Harris que le da su título. Esta parte de la novela fue adaptada de manera brillante en la tercera temporada de la serie de TV Hannibal (2013-2015).

    Otro de los elementos de esta cinta que me pareció no muy logrado son los efectos especiales, aunque en realidad la cinta requiere de pocos de ellos. Más que otra cosa, se trata de los clásicos balazos y salpicaduras de sangre, pero que si no son bien realizados siempre dejan ese incómodo sentimiento de irrealidad que puede distanciarnos de la cinta. En esta película los balazos y cortadas se ven bastante poco convincentes. La que sí está padre es la escena de la inmolación de una de las víctimas del asesino.

    Lo que sí es verdaderamente espantoso es la edición. Está llena de cortes duros y de saltos extremadamente notorios a mitad de ciertas tomas.

    La música synthpop, compuesta por Michel Rubini, es interesante y ayuda a crear, junto con una iluminación de corte expresionista que juega con altos contrastes de color y tenebrosos claroscuros, una atmósfera de suspenso que por momentos transmite una sensación asfixiante y claustrofóbica.

    Además de su partitura interesante y eficiente, la peli incluye varios temas cantados, al más puro estilo del pop ochentero. De antología la escena climática del enfrentamiento entre Will Graham y el “Hada de los Dientes”, una brutal golpiza, eficientemente coreografiada, al ritmo de la inmortal obra maestra de la música hippie, In A Gadda Da Vida. Particularmente kitsch suena la rola Heartbet, de Red 7, en los créditos finales de la cinta. No digo que la canción suena mala, sólo que es un ejemplo del mal gusto de la década de los 80 para musicalizar las películas.   

    Por supuesto, es necesario hablar del personaje de Hannibal Lecktor pues tres cosas llaman la atención sobre él en esta cinta. Por principio de cuentas, la ortografía del nombre es diferente a la que se utilizó después, lo cual quizá no pasa de “anécdota curiosa” pero igual llamó mi atención.

    En segunda instancia, aunque esto es una característica que comparte con el Hannibal de la siguiente cinta, he de mencionar el breve tiempo que el personaje aparece en pantalla. De hecho, en esta peli es un personaje meramente incidental y su participación en la trama se da de forma tangencial.

    El tercer punto es el más obvio. Es extraño ver al Dr. Hannibal Lecter, personaje que elevó a Sir Anthony Hopkins al Olimpo del cine, interpretado por el escocés Brian Cox (William Stryker en la segunda película de X-Men). Cox ya había demostrado sus dotes histriónicas a lo largo de la década de los 70 actuando en películas para televisión, pero su verdadera gran oportunidad vino con esta cinta. Lástima que haya fracasado en taquilla. Aun así, la actuación de Cox fue considerada como sobresaliente por la crítica.

    Diferencias entre los dos Hannibal hay muchas, pues dos actores tendrán necesariamente dos aproximaciones diferentes al mismo personaje. Es como comparar el Hamlet de Lawrence Olivier con el de Kenneth Branagh; ninguno de los dos es mejor que el otro, son simplemente dos visiones del mismo personaje. En este caso en concreto, mientras que Lecter es más siniestro, malvado y perverso, Lecktor es más carismático y el terror que llega a producir en pantalla se basa más en su lucidez y su crueldad. Hay que ver ambas interpretaciones para decidirse por una, pues las dos son excelentes.

    Mención aparte se merece la interpretación de Tom Noonan (quien por alguna razón siempre es casteado para hacer papeles de criminal, siendo memorable como Cain en Robocop 2 [Kershner, 1990]) como el “Hada de los Dientes”. Su trabajo actoral en esta cinta es más introspectivo y logra crear un personaje visualmente muy complejo gracias a sus gestos y ademanes, llenos de sutilezas y matices.

    Recuerdo que la primera vez que vi Cacería humana me gustó; pero en cada visionado subsecuente me ha ido gustando menos. Las fallas de la cinta pareciera que van creciendo y, después de que leí la novela y vi las otras dos adaptaciones de Dragón rojo, se han vuelto prácticamente insalvables. Si bien como adaptación sale mal librada, Cacería humana no es una mala película. Como thriller funciona bastante bien, es entretenida y, a nivel estético, está cargada de una belleza hipnótica como pocas otras; pero creo que de ningún modo supera, como lo afirman algunos, a ninguna de las otras adaptaciones de la obra de Harris… al menos, no de la trilogía original de Hannibal Lecter.

PARA LA TRIVIA: La fotografía de esta cinta corrió a cargo de Dante Spinotti, quien también se encargaría de la fotografía de Dragón Rojo. Para la segunda adaptación de la novela de Harris, Spinotti deliberadamente quiso probar una propuesta completamente opuesta a la de Cacería humana.

PARA LA TRIVIA NERD: Mientras se filmaba Cacería humana, Sir Anthony Hopkins interpretaba al rey Lear en un montaje del National Theatre. A su vez, mientras se filmaba Dragón Rojo, Brian Cox interpretaba al rey Lear en una nueva puesta en escena del National Theatre.

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