MÁXIMA VELOCIDAD
Speed
Jan de Bont, 1994
Como la gran mayoría de la gente normal, la primera vez que vi esta película fue en un camión. ¿Qué impulso sádico llevaba a las compañías de autobuses a tener esta película como una de las principales de la cartelera? Nunca lo sabré. Sea como fuere, desde entonces me ha gustado esta cinta, que considero una de las obras cumbre del melodrama de acción de lo que a mi hermano y a mí nos ha dado por llamar la Época Guns n’ Roses (1986-1994). Algo tonta, pero muy entretenida, Máxima velocidad es una de esas cintas que requieren del espectador que apague un ratito el cerebro y sólo disfrute del paseo.
Jack Traven (Keanu Reeves, el nombre del personaje es un tributo a Bruno Traven) es un miembro del equipo SWAT de la Policía de Los Angeles quien, junto con su compañero Harry Temple (Jeff Daniels), logran frustrar un atentado terrorista en el ascensor de un rascacielos. En venganza, el terrorista Howard Payne (Dennis Hopper en un papel que fue ofrecido originalmente a Jack Nicholson y, posteriormente, a Robert DeNiro), coloca una bomba en un autobús urbano que explotará si el vehículo viaja a menos de 50 millas por hora. Ahora, Traven deberá intentar salvar a las personas en el autobús –que casi ni pueden ser consideradas personajes– mientras se enfrenta a un genio criminal que anticipa cada uno de sus movimientos.
Cuando la directora Kathryn Bigelow se encontraba en la preproducción de su película Punto de quiebra (1991), tuvo a un solo actor en mente para el papel protagónico: Keanu Reeves. La directora lo había visto en La magnífica aventura de Bill y Ted (Herek, 1989) y le pareció que sería una bocanada de aire fresco pare el cine de acción. El físico y la personalidad de Reeves harían que el personaje fuese más creíble y que fuera verosímil que se tratara de un policía encubierto que se infiltra en una banda de delincuentes.
Por lo tanto, fue Bigelow quien convirtió a Keanu Reeves, quien no tiene para nada pinta de héroe de acción, en un héroe de acción. De hecho, Reeves realizó él mismo alrededor del 90% de sus stunts en Máxima velocidad… y se nota.
Reeves originalmente rechazó protagonizar Máxima velocidad –un guión que ya había sido rechazado por prácticamente todas las estrellas de cine de acción del momento, incluyendo a Arnold Schwarzenegger, Kurt Russell, varios de los hermanos Baldwin, Bruce Willis, Tom Cruise y Harrison Ford, entre otros–, pues el borrador del guión que leyó se le antojó demasiado parecido a Duro de matar (McTiernan, 1986… y, de hecho, McTiernan también rechazó dirigir Máxima velocidad). Sin embargo, terminó aceptando después de que Joss Whedon fue contratado para reescribir el guión.
Si uno se detiene un momento a analizar el guión de esta película, caerá rápidamente en la cuenta de una cosa: es francamente idiota. Los diálogos son acartonados y poco orgánicos, las situaciones inverosímiles y todo el argumento está plagado de huecos e inconsistencias.
Las actuaciones son… pues básicamente, malas. Los dos actores principales, Reeves y Sandra Bullock, difícilmente pueden articular dos palabras, los pobres. Daniels y Hopper comprensiblemente están en los papeles de soporte, pues son los que sí actúan en la peli… y eso más o menos. Daniels se ve desperdiciado y peleándose con el guión y Hopper… bueno, Hopper venía de hacer la espantosa Super Mario Bros. (Jankel y Morton, 1993) y se le nota la decepción. Durante toda la peli, Hopper parece estar en un plan de “me vale madres” y sólo escupe sus parlamentos de manera sobreactuada… a pesar de lo cual, en algunas escenas incluso parece que lo intenta y, de hecho, tiene un par de momentos brillantes a lo largo de la cinta… digo, alguien tenía que actuar en esta madre, ¿no?
Por ejemplo, es muy divertida la escena en la que Payne toma una Coca-Cola. Se ve que el actor odiaba el refresco, pues lo agita para que se le vaya el gas y le da un apresurado trago. Luego, durante todo el segundo acto de la peli, la botella de Coca está ahí, pero jamás vuelve a beber de ella en cámara.
Por cierto que para cuando la explicación de por qué el personaje de Hopper es un terrorista sociópata por fin llega, no sólo ya no nos importa, sino que es tan blanda y superficial, que llega a resultar un poco decepcionante. Digo, esto es un melodrama y los villanos no necesitan explicación en los melodramas; pero ¡meh!
A pesar de lo deficiente de las actuaciones, la verdad es que los personajes se relacionan bien en pantalla. Bullock y Reeves tienen muy buena química y funcionan como pareja. También Daniels y Reeves funcionan bastante bien como compañeros y nos brindan un par de momentos cómicos que trascienden lo atropellado del guión; además, el realismo que sus actuaciones no están dando se compensa con sus tipos físicos que se alejan por completo de los estándares del héroe de acción de la época… de hecho, en ese mismo año, Daniels coprotagoizó Una pareja de idiotas (Farrelly, 1994).
La música compuesta por Mark Mancina está bastante bien y funciona al lograr crear la tensión y el suspenso necesarios para una película de este tipo… quizá el único fallo que le encontraría es que se trata de un solo leit motiv que se repite ad infinitum y llega a volverse un tanto monótono hacia el final de la peli.
La fotografía es eficiente y me gusta que tiene esa estética tan característica de la década de 1990, con sus tomas amplísimas con cielos y paisajes dorados. Y aunque la foto y la narrativa visual no son nada para emocionarse, sí debe reconocerse la maestría técnica de la cinta al filmar un autobús en movimiento en la autopista de Los Ángeles. La filmación debe haber sido una verdadera mentada de madre.
Y, lo que sí está super bien logrado… y qué bueno, porque una película como ésta depende enteramente de ello, es el ritmo. Toda la narración se sucede de forma ágil y entretenida y, aunque uno ya sabe lo que va a pasar, la película no deja de ser interesante en ninguno de sus 116 minutos de duración.
Otra cosa que también está muy padre son los stunts. Muchos de ellos son verdaderamente impresionantes y ¿a quién le importa si los Mythbusters ya demostraron que ese salto de 15 metros del autobús no solo es estúpido, sino que viola todas las leyes de la física? ¡Se ve genial! ¿Y qué necesita una película mala para ser genial? ¡Explosiones! Y en esta pinche película explotaron un avión de pasajeros con un costo de ochenta mil dólares en vivo frente a cámara.
Por cierto, esa escena del salto del autobús no estaba en el guión. La idea se le ocurrió a Jan de Bont un día cuando conducía por la autopista de Los Ángeles y notó que le faltaba un tramo.
Lo que nunca he entendido son los últimos 15 o 20 minutos de la película… ¿Por qué era necesario descarrilar el Metro? Es una pregunta genuina, si alguien conoce la respuesta, por favor, dígamela. Anécdota curiosa, la producción se quedó sin presupuesto a media filmación, por lo que, cuando la película se presentó ante público de prueba, las escenas del Metro eran simplemente storyboards animados. A la gente le gustaron tanto que la producción pudo convencer al estudio de liberar más presupuesto para poder filmarlas.
A pesar de todo, creo que esta película es genial. Dejando de lado las malas actuaciones y el guión oligofrénico, la verdad es que resulta increíblemente disfrutable. Son dos horas llenas de acción con un ritmo trepidante que nunca se detiene y una aplicación eficiente de prácticamente todos los clichés del género ¿Quién será más psicópata, los villanos de las pelis de acción o los héroes que no pueden liquidar al villano sin soltar una frase graciosa antes? Quizá no es una de mis pelis favoritas; pero siempre que la veo me emociona y me divierte… y, por favor, nadie mencione la terrible secuela.
PARA LA TRIVIA: Jeff Daniels y Keanu Reeves entrenaron con un grupo SWAT real para que sus movimientos lucieran más auténticos en pantalla. Del mismo modo, Sandra Bullock aprendió a manejar un autobús real, pasando el examen en el primer intento.
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