MANUAL DE ETIQUETA. 7 prácticas recomendaciones para disfrutar más nuestra próxima visita al cine.

MANUAL DE ETIQUETA 

Una educación bien entendida, sentimientos generosos, conducta y conocimientos; he aquí lo que debe constituir á cualquiera miembro de una sociedad de buen tono. No obstante, debe haber también cierta disposición, una gracia especial, un cierto tacto particular. El conocimiento de algunos estilos es necesario, no precisamente para ser admitido en la sociedad de buen tono, sino para ser colocado en ella convenientemente, y brillar cada uno respectivamente.

Mariano de Rementeria y Fica, El hombre fino: manual completo de urbanidad, cortesía y buen tono.

 

En esta época de streaming y de plataformas virtuales de entretenimiento, la asistencia a las salas de cine es un fenómeno cada vez más extraño. Por suerte, sentarse en la oscuridad rodeado de extraños a disfrutar una película en una pantalla digital gigante con un sistema de audio de 7.1 canales o más sigue teniendo un atractivo irresistible que nos hace vencer la flojera de salir de nuestras casas. Y cuando uno entra a esa sala con la pareja, la cita o la familia, uno de verdad quiere que sus $80 ‒que son las salas más baratas en la Ciudad de México, en EE.UU. el precio más accesible para una sala de cine ronda los USD$15‒ valgan. Uno espera que sea una experiencia agradable y enriquecedora para todos.

    Por muy extraño que suene, ir al cine a ver una película no es lo mismo que ver una película en la sala de tu casa. Compartir la experiencia cinematográfica conlleva una serie de conductas que resultan deseables para que todos los asistentes a la sala disfruten en igual medida la función.

    En este artículo comparto algunas recomendaciones que puedes seguir para que tanto tú como los otros espectadores desquiten verdaderamente su visita a una sala de cine; sientan que invirtieron su dinero de forma inteligente y, sobre todo, su tiempo. Finalmente, el ser humano es un ser social y locales como las salas de cine se hicieron para compartir una experiencia en sociedad.

    Porque creo que una comedia no sería lo mismo si no pudiera escuchar cómo se ríe el de al lado.

1.- PUNTUALIDAD

Sí, lo sé perfectamente. Las películas rara vez empiezan a la hora que está anunciada. A menos que uno vaya a ver una función de horror a medianoche o alguna película “De Arte”, deberá chutarse entre diez y treinta minutos de anuncios. La cantidad de éstos generalmente depende de lo popular que se espera que sea una película y de la semana de su corrida en la que vaya. Sí, la segunda semana que una película está en cartelera pasan menos anuncios que en la primera. Y en la tercera, menos aún, y así sucesivamente… cuando la dejan más de dos semanas, quiero decir.

    Si aún con todo ese “colchón” de tiempo, uno entra a la sala cuando la película ya ha comenzado, siempre se agradecerá que lo haga con respeto y en silencio. No sé por qué la civilización tardó tanto en empezar a numerar las butacas en el cine; pero una vez que ha descubierto que esto puede hacerse, ya no hay necesidad de que uno entre a la sala gritando el nombre de su acompañante para saber dónde se sentó.

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    Del mismo modo, si para acceder a nuestros lugares, deben pasar por otros que ya se encuentran ocupados, no hay más: habrá que pedir permiso y tratar de no pisar a nadie. También es muy cortés de nuestra parte, tratar de apresurarnos en el proceso; salvo excepciones, nadie querrá tener nuestro trasero en su cara.

2.- SILENCIO EN LA SALA

El anteriormente mencionado espacio de mínimo diez minutos antes de que inicie la función debería bastarle a uno para ir a comprar cuanta chuchería se nos antoje a precios súper inflados, revisar Facebook y WhatsApp, silenciar los celulares, toser, rascarse, acomodarse cómodamente en la butaca y hasta platicar un rato.

    Pero una vez que las luces de la sala se han apagado, el silencio debe ser la norma. Claro, uno siempre tendrá ganas de comentar la película con su compañero de al lado o tratar de impresionar al ligue con algún dato curioso y puede hacerlo; pero por favor, que sea en voz baja. No sólo es más romántico, también es un gesto cortés hacia los demás miembros del público. Por supuesto, no hay nada de malo en carcajearse en una comedia… o en una película que resulte involuntariamente hilarante; pero una cosa es una risotada espontánea y otra, muy distinta, que parezca que una hiena se escapó del zoológico y fue a parar al cine.

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    Otro gran misterio de la vida es ¿Por qué si uno debe guardar silencio en el cine, empacan los nachos en esas bolsitas de celofán tan pinche ruidoso? No lo sé, pero una vez sí me hizo pasar vergüenza. Aunque con más frecuencia que sin ella uno se habrá terminado las botanas antes de que la película comience ‒digo, con todos esos anuncios‒, siempre será amable tratar de consumir nuestros bocadillos tratando de hacer el menor ruido posible. Por favor, no metan chicharrón al cine.

    ¡Ah! Y si la película ya nos aburrió, no hay ningún problema con que prefiramos dormirnos… ¡Pero sin roncar!

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3.- ESTO ES UN CINE, NO UN CAFÉ

¿Estás seguro de que elegiste bien las actividades para tu cita? Créeme, es más fácil conocerse tomando un café que yendo al cine. ¿Estás contento por haber reencontrado a ese amigo de la secundaria que hacía años no veías? Créeme, no hay nada como ponerse al día con dos tazas de café de por medio. ¿Los labios te escocen por no poderle contar ese chisme a tu amigui de inmediato? Vayan a tomar un café y podrás contárselo con lujo de detalles. ¿No te gustó la película y prefieres conversar? ¡Salte de la maldita sala!

Girls talking in movie theater.

    Lo que quiero decir es que el cine no es el mejor lugar para platicar. De hecho, no es un lugar para platicar. Con mucha frecuencia me ha tocado sentarme junto a personas con un nulo interés en la película y que se pasan la función hablando. No sólo es incómodo conversar con alguien en medio de susurros durante dos horas, también es una grosería para el resto de la gente que fue a ver una película, no a escuchar cómo uno echa el lavadero de oro con sus acompañantes.

    Y así como el cine es cine y no café, tampoco es hotel. Y lo digo en todos los sentidos.

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4.- EL IMPERIO DE LOS CELULARES

Los teléfonos celulares se han convertido, en menos de dos décadas, en elementos fundamentales de nuestra vida cotidiana. Son herramientas increíblemente útiles que nos mantienen comunicados constantemente e incluso pueden llegar a salvarnos la vida. Por desgracia, la mayoría de la gente sólo los utiliza como juguetes costosos por los que sienten una especie de compulsión. Alabado sea Cthulhu, aún existen ciertos lugares donde el uso de los teléfonos celulares debe reducirse al mínimo posible y el cine es uno de ellos.

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    Siempre es molesto escuchar un ringtone con el ritmo de moda en el verano de 1995; pero lo es más aún cuando éste suena en medio de la escena climática de la película… o la escena romántica… o la escena emocionalmente densa… o en el discurso patriotero del héroe o… bueno, creo que me entienden. Los equipos de telefonía celular actuales cuentan con una gran variedad de opciones para silenciar el ringtone sin necesidad de apagarlos.

    Y claro, hay llamadas que se deben atender; pero entonces retirémonos de la sala, por favor. Incluso es válido contestar el teléfono para decirle a nuestro amigo: “No puedo contestar, estoy en el cine. Te devolveré la llamada más tarde” y después de ello colgar. Ya si de plano se trata de un asunto ineludible, salgamos de la sala, conversemos afuera y regresemos una vez terminado el asunto.

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    Mientras más profunda es la oscuridad, más brillante parece la luz. No es una metáfora, es un efecto físico real y viene a cuento porque el brillo de la pantalla del teléfono celular se convierte en un fulgor enceguecedor en la oscuridad de la sala de cine.  Y es difícil de soportar, es tan molesto como que a media noche, un automóvil te aviente las luces altas a la cara. Por favor, abstengámonos de textear, mensajear, guatsapear, etc. Mientras nos encontramos al interior de la sala.

5.- LAS BOTAS QUE YO USO SON PARA CAMINAR

No para quitármelas en cuanto entro al cine. Cuando uno hace un vuelo transatlántico de ocho horas o más, es perfectamente comprensible que, en algún momento, se desamarre las agujetas o que incluso se saque los zapatos en el avión. Yo mismo lo he hecho.

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    Pero de eso a sacarse los zapatos en una sala de cine atestada de gente hay un gran trecho. No entiendo por qué la gente lo hace. Lo que es más, me parece repugnante; más aún cuando a la “persona” en cuestión le apestan los pies. Y bueno, OK, ya me saqué los zapatos y no me ruge la pantera; pero… ¿Por qué carajos tengo que subir las pezuñas en el respaldo del asiento de adelante? No sólo se ve bastante mal, es dañino para la espalda y la cadera.

6.- ¿NIÑOS EN EL CINE? SÍ, DEFINITIVAMENTE; PERO NO SIEMPRE

Llevar a los niños al cine puede ser una gran experiencia para ellos; pero, si no se hace con suficiente juicio, puede resultar en una vivencia bastante desagradable, no sólo para ellos y para nosotros mismos, sino también para los demás miembros de la audiencia.

    Por principio de cuentas, hay que tomarnos unos minutos para seleccionar la película que veremos con los pequeños. Las clasificaciones están ahí por algo. Una película puede tener una cierta restricción de edad no solamente porque contenga violencia, lenguaje fuerte, situaciones adultas o desnudos. A veces se tratan temas muy complejos o los diálogos son densos o el tema no es apropiado para ciertas edades. Investiguemos un poco sobre la película a la que queremos llevar a nuestros niños antes de acudir al cine. Y ojo, que no todas las cintas de dibujos animados están dirigidas al público infantil.

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    Tuve una amiga que quedó traumada porque su mamá la llevó a ver RoboCop 2 (Kershner, 1990) cuando estaba en el kínder. Y vi un éxodo de papás con sus críos huyendo de una proyección de El viaje de Chihiro (Miyazaki, 2001).

    Bien importante: Si el niño aún no sabe leer, ¡no lo lleven a ver películas subtituladas! Me pasó una vez que fui a ver una película ‒clasificación B, por cierto‒ y en la fila detrás de aquélla en la que yo me encontraba se sentó una señora con como cinco chavitos que deberían estar en el kínder o primeros años de la primaria, y pues como sus amiguitos no sabían leer, uno se puso a leerle los subtítulos a los demás en voz alta. Me cambié de lugar… a otro detrás del cual había otro niño al que la peli le valía madres, y andaba brincando y jugueteando en su asiento. Y lo que de verdad fue clasificación C fue lo que me contestó la mamá del escuincle cuando le pedí que lo controlara. Es la única vez que me he salido de un cine a media película.

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    Y si ya de plano ves que el chavito está muy aburrido y le importa un bledo la película o si empieza a berrar inconsolablemente, mejor sálganse de la sala. No hay razón para hacerlo sufrir a él, a ti mismo o al resto de los espectadores. Finalmente, los niños son nuestra responsabilidad y si se ponen inquietos en una sala de cine, estoy casi seguro de que la culpa no es suya, sino de la falta de criterio de sus padres.

7.- ¿OLVIDA USTED ALGO?

Por ejemplo, ¿su basura? Sí, las cadenas de cines pagan gente para que realice labores de limpieza. Sí, es trabajo de esa gente mantener las salas limpias para que todos podamos disfrutarlas… Pero ¿de verdad nos representa un esfuerzo tan enorme agarrar la charolita en la que metimos nuestras botanas, llenarla con la basura y entregarla a la salida de la función? Ni siquiera tenemos que tirarla nosotros mismos en el bote de basura, los empleados del cine lo hacen por nosotros.

    No sólo deja una pésima impresión dejar nuestra basura en la sala de cine; las demás personas corren el riesgo de ensuciarse con ella o, peor aún, de tropezarse o resbalarse al salir de la sala.

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    Así que por favor, cuando nos retiremos de la sala después de haber disfrutado de una película, una tina de palomitas, dos cubetas de refresco, un platón de nachos, tres 3 Musketeers, una bolsa de papitas y lata de refresco que con todo el mal gusto del mundo metimos de contrabando, y quién sabe cómo, una orden de gorditas de chicharrón prensado, llevemos nuestro montoncito de basura a la salida del cine.

    Espero que estas recomendaciones les ayuden a hacer de su próxima visita al cine una experiencia más agradable, porque después de todo, el cine es para aprender, para divertirse, para relajarse… no para estarse peleando con el de al lado o para estar pasando penas propias o ajenas.

 

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