EL QUINTO ELEMENTO. La película que lanzó a la fama a Milla Jovovich cumple 20 años… No, no fue «Regreso a la Laguna Azul».

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EL QUINTO ELEMENTO

The Fifth Element

 

Luc Besson, 1997

Según lo ha declarado en varias entrevistas, cuando Luc Besson era adolescente cargaba consigo un cuaderno en el que iba anotando ideas sobre un mundo paralelo que se le ocurrían para escapar de aburrimiento. En este universo alterno situado en un futuro distante habitaban coloridos personajes con culturas e identidades propias. El manuscrito final tenía 400 páginas, aunque Besson, quien quería seguir la profesión de sus padres ‒entrenadores de buceo‒, jamás se imaginó en convertirlo en una película. No fue sino hasta veinte años después, que el enfant terrible del cine francés plasmaría todas esas ideas en la que en ese entonces fue la cinta más costosa producida en Francia (con 90 millones de dólares, en realidad fue la película más costosa producida fuera de Hollywood), una delirante Space Opera glam que rendía tributo a La guerra de las galaxias (Lucas, 1977), Blade Runner (Scott, 1982), Flash Gordon (Hodges, 1980) y otro montón de películas llamada El quinto elemento.

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    En el siglo XXIII, cumpliendo una antigua profecía, la Tierra está a punto de ser atacada por lo que creo que es un planetoide hecho enteramente de maldad, ayudado por el inescrupuloso empresario Jean Baptiste Emanuel Zorg (el camaleónico Gary Oldman) y su grupo de mercenarios extraterrestres (mangalores). La única esperanza para salvar a la humanidad es el Quinto Elemento, un ser supremo creado por la raza extraterrestre conocida como Mondoshawan ‒que parecen la cruza entre un Corythosaurus y una dona‒, que ha venido a la Tierra cada 5000 años para detener al mal con la ayuda de las cuatro piedras de los elementos. Sin embargo, las naves mondoshawan son destruidas por los mangalores; por lo que el Quinto Elemento tiene que ser reconstruido en un laboratorio en la forma de una hermosa mujer llamada Leeloo (Milla Jovovich en el papel que la lanzó a la fama). Leeloo escapa del laboratorio en busca del sacerdote Vito Cornellius (el siempre genial Ian Holm), quien podrá ayudarla, y es rescatada por el taxista y exmilitar Korben Dallas (Bruce Willis, aunque la primera opción para interpretar al personaje era Jean Reno). Éste se enamora de Leeloo y decide ayudarla a recuperar las piedras de los elementos antes de que Zorg las encuentre.

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    Como puede verse, Besson no inventó el hilo negro. Simplemente encontró una forma complicadísima de contar una historia que ya se ha contado muchas veces antes. La idea de Besson cuando escribió la película fue la de integrar muchos de los elementos del universo que había creado alrededor de una historia única. Por eso la película se encuentra atestada de personajes y subtramas que no llevan a ningún lado y que sólo vuelven la trama más difícil de seguir y dan la impresión de que la película es más compleja de lo que en realidad es. De hecho, originalmente se pensó como una trilogía, pero las limitantes de presupuesto obligaron al director a condensar los guiones de tres películas en uno solo.

Fifth Element (1997) Milla Jovovich and Bruce Willis CR: Columbia Pictures

     ¿O acaso nunca se han preguntado qué son esos bichos que el personaje rastafario y racialmente ofensivo saca del tren de aterrizaje del avión? ¿O qué es esa mascota en el escritorio de Zorg? ¿O a qué raza pertenece la diva Plavalaguna (interpretada por la actriz Maïwenn, a quien seguro recuerdan como la damisela en desgracia Alex en El despertar del miedo [Aja, 2003], voz de Inva Mula Tchako)? ¿O se han dado cuenta de que el Mal es uno de los villanos más chafas en la historia del cine y que cuando asume la identidad de Mr. Shadow es aún peor? ¿O han notado que en realidad Zorg no es tan relevante para la trama? ¿O de que Ruby Rhod (Chris Tucker en un papel que originalmente fue pensado para el artista antes conocido como Prince) realmente parece no encajar con el resto?

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    Y sin embargo…  la película es genial. De alguna forma, Besson logra que este atiborramiento de elementos funcione en lo que él mismo denominaba “La guerra de las galaxias, pero en LSD”. O sea, podríamos llamarle Viaje Ácido del Héroe. Creo que gran parte de por qué funciona está en el tono. La cinta está a un paso de volverse autoconsciente y en general tiene un tono cómico que funciona muy bien. Digo, después de todo, Bruce Willis empezó como comediante antes de volverse héroe de acción. Incluso una de las escenas más memorables de la película es aquélla en la que Plavalaguna canta el “remix” de Il dolce suono de la ópera Lucia di Lamermmor… es decir, El quinto elemento se burla de que es una Space Opera, haciendo una escena de ópera en el espacio literalmente.

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    Las actuaciones son buenas. Bruce Willis es divertido en una versión light de John McClane; Jovovich actúa bastante bien cuando no tiene que hablar o cuando usa un idioma inventado por Besson ‒de hecho, en ese legendario manuscrito de 400 páginas el director galo incluyó un diccionario con el cual entender los idiomas alienígenas‒ y, sabiamente, Besson dejó las escenas explicativas y los textos densos en manos de los británicos ‒por cierto que fue un escándalo y una indignación para la crítica francesa que la película se filmara en inglés, porque a un francés hablarle en inglés es peor que mentarle la madre‒. Y Ruby Rhod es una caricatura viviente, pero muy divertida.

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    Por supuesto, el más grande acierto de la película, y por lo que creo que trasciende a la legión de cintas parecidas que existen, es el diseño de arte. La peli es simplemente espectacular, se trata de un abigarrado festín visual de principio a fin con una gran influencia del Art Decó que en todo momento nos da algo para ver en la pantalla. Los vestuarios fueron diseñados por Jean Paul Gaultier ‒es interesante que en su versión de la ropa del futuro casi todo es de plástico‒ y algunos otros elementos, como las armaduras de los policías, por Moebius. En general, muchos de los objetos de la vida cotidiana que se muestran en la película, como automóviles, cigarrillos, teléfonos, etc. Son una especie de “parodia evolutiva” de los objetos que tenemos en la actualidad.

    Del mismo modo, la fotografía es apabullante ‒por cierto que en conmemoración del 20° aniversario, la película fue lanzada en formato 4KUltra HD y se ve increíble‒ y verdaderamente contribuye con la narrativa. Ésta es fresca y orgánica, y hay algunas secuencias geniales en las que Besson logra armar una especie de diálogo entre dos situaciones contrastantes. La fotografía está llena de tomas propositivas, como el hecho de que casi siempre que Zorg está en pantalla, su silueta está enmarcada en un círculo, mientras que la de Korben está enmarcada en figuras cuadradas o rectangulares, esto para crear contraste. Es extraño, pero funciona muy bien. La edición también está bastante bien lograda.

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    Los efectos especiales eran la punta de lanza en su época; pero la verdad es que han envejecido. Al menos el CGI sí se ve un poco anticuado ya y un tanto disparejo, porque algunas cosas, como los escenarios virtuales o las tomas panorámicas de la Nueva York futurista lucen bastante bien aún; pero otras, como el planeta oscuro, las tomas en el espacio exterior o los autos voladores, ya se ven bastante obsoletas. Los mangalores, que son animatrónicos, se siguen viendo muy muy bien y la secuencia que me impresionó desde la primera vez que vi la peli, en la que Zorg hace la demostración del arma ZF-1 que durante el demo mode es CGI y cuando Oldman la toma en su mano ya es un prop, me sigue dejando con la boca abierta.

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    Otra cosa que me encanta de esta peli es el soundtrack. La ecléctica música compuesta por Eric Serra, colaborador frecuente de Besson, guía al espectador a través de distintas épocas y ayuda a construir atmósferas y definir el carácter de las distintas especies que actúan en esta ópera. El CD con la música de la peli sigue siendo uno de los consentidos de mi fonoteca.

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    En su tono más bien chabacano, la película está plagada de referencias a las fuentes de las que bebe. El puesto volador de ramen es un obvio guiño a Blade Runner; la kipá que usa David es una extraña referencia a Devo; la mayor Iceborg (Julie T. Wallace) por supuesto que es una parodia de la princesa Leia; Baby Ray (Ian Beckett) parece sacado de alguna escena de El Fantasma del Paraíso (DePalma, 1975); y el épico grito “Yeah!” de David que es sofocado por Ruby es una ingeniosa burla al grito final de Flash Gordon, del cual se burlaron también en Ted (McFarlane, 2012).

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    El quinto elemento no es una cinta de ciencia ficción; sino como su tía ricachona, La guerra de las galaxias, una película de fantasía que reinterpreta muchas fuentes diferentes, la mayoría de las cuales se encuentran en la literatura antigua y en los seriales cinematográficos de mediados del siglo XX. Eso sí, a diferencia de la obra de Lucas, la de Besson abandona un poco el tono romántico para entregarse casi de lleno al melodrama de acción con elementos cómicos.

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    Y también, es chistoso como la película predijo algunas cosas que son cotidianas en nuestros días, como las fotomultas vehiculares, los puntos en las licencias de conducir, los espacios extremadamente reducidos para vivir en las grandes ciudades o los drones limpiadores.

PARA LA TRIVIA: Cuando el compositor Eric Serra le mostró a la soprano Inva Mula, quien hace la voz de Plavalaguna, la partitura para el aria que debía cantar, ella la miró, sonrió y le rebatió que algunas de las notas que estaban ahí no eran humanamente posibles de alcanzar porque la colocación de la voz para cambiar de un registro a otro no es tan rápida. La solución fue grabar a Mula cantando las notas por separado y mezclarlas digitalmente en la postproducción.

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