LA RELIQUIA
The Relic
Peter Hyams, 1997
Hay gente a la que le encantan los museos, hay otros que los detestan; pero, ya sea que pertenezcas al grupo que los guardias de seguridad tienen que correr a la hora del cierre o al de los que no se pararían en un museo ni a punta de pistola, podremos coincidir en algo: un museo, con sus amplias salas sumergidas en penumbra, sus vitrinas con reliquias del pasado que parecieran listas para cobrar vida en cualquier instante y sus corredores cavernosos, puede ser también un lugar aterrador. Lo mismo pensó la dupla de escritores de novelas de aeropuerto integrada por Douglas Preston y Lincoln Child, pues su primer Best-Seller fue un thriller de ciencia ficción ambientado en un museo.
La novela, escrita muy en el estilo de Michael Crichton, se siente como una especie de mezcla entre Jurassic Park (Spielberg, 1993) y Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979), con un toquecito de El silencio de los inocentes (Demme, 1991). En el sentido literario no es nada del otro mundo; pero no voy a negar que me mantuvo sumergido en ella durante sus 450 páginas. El libro, como tal, fue un éxito de ventas que generó una secuela (El relicario, 1997) y dio inicio a la serie de novelas sobre las aventuras del agente del FBI Aloysius Pendergast.
La película, que adapta la novela de manera un tanto barata, cuenta el caso de una serie de sangrientos asesinatos cometidos por una criatura desconocida que se oculta en los sótanos del Museo de Historia Natural de Chicago. El detective Vincent D’Agosta (Tom Sizemore en un papel para el que originalmente se pensó a Harrison Ford, aunque creo que le va más a Sizemore), con la ayuda de una antropóloga, la Dra. Margo Green (Penelope Anne Miller) deberá resolver el caso y detener a la bestia antes de la noche de gala en la que el museo inaugurará su más ambiciosa exposición.
A mediados de la década de 1990, tratando de colgarse del éxito súper taquillero de Parque Jurásico, un montón de producciones de variados presupuestos lanzaron sus propias propuestas de “aventuras en la jungla con un toque de Sci-Fi/sobrenatural”. Películas como Congo (Marshall, 1995), El Fantasma (Wincer, 1996), Jumanji (Johnston, 1995), Garras (Hopkins, 1996) o La isla del Dr. Moreau (Frankenheimer, 1996) trataron y consiguieron, en mayor o menor medida, igualar el éxito de Juanito y los clonosaurios. La reliquia, que ya desde la novela se colgaba de la obra de Crichton, fue la apuesta de la productora Gale Anne Hurd (El exterminador [Cameron, 1984], The Walking Dead [2010-]) al subgénero. Y bueno, la acción no sucede en la selva, pero la bestia conocida como Kothoga ‒en la novela, Kothoga es el nombre de la tribu que la consideraba una deidad, el monstruo se llamaba Mbwun‒ viene de la Amazonia.
Vi la película por primera vez casi cuando se estrenó ‒no en su estreno, pues su paso por la cartelera alrededor del mundo fue fugaz‒ y que me quedé con la impresión de que la historia sucedía en el Museo Americano de Historia Natural (Nueva York). Cuando la volví a ver más de diez años después descubrí, con cierta decepción, que la acción sucedía en Chicago. Pero ahora que leí la novela, ¡descubro que originalmente la historia sí está situada en el museo de Nueva York! Luego investigo un poco y me entero de que el Museo Americano de Historia Natural negó los permisos a la producción de la película para filmar en la locación debido a que el personal administrativo de la institución es representado de forma muy negativa y a que una película de monstruos podría asustar al público infantil de ir al museo… ¡Ay, por favor, tienen un Tiranosaurio!
El planteamiento de la película es interesante. Como idea es original y creo que funciona. El problema está en su paupérrima ejecución.
Por principio de cuentas el guión, escrito por cuatro personas diferentes, omite información del libro que es importante para comprender lo que está pasando; por no mencionar que se eliminan prácticamente todas las subtramas del texto original. Se cambia el orden de algunos eventos y se introducen elementos innecesarios ‒¿Por qué D’Agosta es supersticioso? ¿Qué aporta realmente a la historia?‒. Como para compensar, hay monólogos larguísimos y aburridísimos que sueltan y sueltan información, y que básicamente copiaron literalmente de la novela. Por supuesto, se sienten completamente fuera de lugar.
Luego están los personajes. Con frecuencia, los autores de las novelas deciden tener muchos personajes diferentes para poder narrar una historia desde varios puntos de vista y dar más profundidad a la anécdota ‒le funcionó a Bram Stoker, ¿no?‒. Uno entiende, pues, que los tiempos narrativos de una película son diferentes a los de una novela y que algunos personajes deben ser dejados fuera; pero los guionistas de esta película se pasaron. El periodista William Smithback desaparece por completo; Pendergast desaparece y se fusiona con D’Agosta; los administrativos del Museo, Cuthbert, Rickman y Winston son reducidos a un solo personaje, la diminuta Dra. Cuthbert (la inconfundible Linda Hunt) y lo mismo pasa con el agente del FBI, Spencer Coffey y el director de seguridad del museo, quienes se convierten en un solo personaje que apenas si habla en toda la peli. Quizá lo peor es que los guardias del museo, McNally (John Kapelos) y Bailey (Tico Wells), fueron convertidos en un increíblemente fallido dúo cómico.
En general, da la impresión de que los guionistas subestiman a su público, abaratando varias resoluciones del argumento. Por ejemplo, el inverosímil fanatismo del Dr. Frock (James Whitmore) que lo lleva a la muerte y que Green y D’Agosta básicamente prefieren perder el tiempo deliberadamente en vez de rescatarlo; el hecho de que la Dra. Green al final parece que es sobrina de McGyver; o la mutación del escarabajo que resulta bastante hilarante. Sobre todo, cambiándole los nombres a los personajes por unos más cortos y menos rimbombantes. Así, Julian Whitlessey se convierte en John Whitney (Lewis Van Bergen) y Greg Kawakita termina siendo Greg Lee (Chi Muoi Lo).
Las actuaciones están más o menos, tirándole a menos y mientras Miller se encuentra en un tono grandilocuente y patético de melodrama victoriano, como queriéndose embolsar el Oscar en cada maldita secuencia en la que interviene, Sizemore parece completamente incapaz de demostrar emoción alguna. Su personaje no parece tener reacciones ante nada, ni siquiera cuando descubre un montón de cadáveres flotando en la bodega de un barco fantasma.
Ahora bien, para compensar la falta de conexión de los actores con el texto y, sobre todo, la falta de reacciones de Sizemore, la película está musicalizada en un tono demasiado dramático. Así como para que el público se impacte con la música, ya que lo que se ve en pantalla no es impactante. Pero lo que resulta al final es que, en vez de impacto, la música se siente completamente fuera de lugar.
Los créditos de Peter Hyams incluyen películas clásicas como 2010: el año en que hicimos contacto (1984, escritor, director y fotógrafo), Timecop: policía del futuro (1994, director y fotógrafo), El día final (1999, director y fotógrafo) o El cazador de dinosaurios (2005, director) ‒para este punto ya debieron notar que lo de “clásicas” era puro sarcasmo… aunque Capricornio Uno (1997) sí está chida‒; pero su trabajo en La reliquia me deja insatisfecho. En general, hay una prácticamente nula dirección de actores ‒cada quien está en su rollo, en algunos diálogos hasta parece que los actores fueron filmados por separado‒; hay secuencias que se notan mal planeadas ‒sobre todo, las tomas de establecimiento‒… incluso hay secuencias que son como ejemplo de clase de primer semestre de Cine sobre lo que no se debe hacer; así es, me refiero a esas escenas de conversación en las que, de hecho, se rompen ejes.
Según lo cuenta en entrevista, Hyams tenía una pesadilla recurrente cuando niño en la que quedaba atrapado al interior de un museo y era acechado por un calamar gigante. Según comenta, se basó en dicho sueño para dirigir esta película. Debo admitir que hay algunas secuencias bien logradas y que sí generan suspenso; pero luego lo tiran todo por la borda con alguna secuencia chafona.
Hyams también se encargó de la fotografía en esta peli… y también me parece que resulta fallida. Si bien hay algunas tomas muy padres con claroscuros muy interesantes y es un acierto mostrar poco del monstruo, hay escenas donde se le pasa la mano de oscuridad. Está bien que quiera crear suspenso, terror y ese sentimiento de claustrofobia en los sótanos del museo, pero… ¿secuencias completas en negro? ¿Cuál es el punto de hacer una peli en la que no se puede ver nada?
Incluso el diseño de audio es más bien chafón. No sé si sea un defecto de la edición en Blu-Ray que yo vi para hacer este artículo; pero hay escenas en las que la mezcla de sonido no está bien hecha y el volumen de algunos efectos se bota de repente. Lo que de plano no tiene perdón es la secuencia en la que los invitados de la gala están tratando de escapar por los túneles debajo del museo y se encuentran sumergidos en agua hasta el pecho… sin producir sonido alguno.
Al menos la estrella del show, el monstruo Kothoga, funciona bastante bien… el animatrónico, porque la versión CGI envejeció mal. La criatura, diseñada por Crash McCreery y construida por el Stan Winston Studio, es una representación bastante fiel, salvo detalles claro, de lo que Preston y Child describen en su libro. McCreery tomó como inspiración la anatomía de un león, un caimán, un caballo y una araña para crear su diseño que, según se sabe, fue una pesadilla para los actores que lo interpretaron. De todos modos, en la escena de la explosión se ve que el Kothoga es un actor en un traje de hule.
La postproducción se demoró más de lo previsto y la película se estrenó casi seis meses después de lo que se había planeado. Costó 40 millones de dólares, en su fin de semana de estreno logró recaudar poco más de 9 millones y un total de 33 millones en su corrida original en cines. O sea, fue un fracaso monumental en la taquilla. Sin embargo, si uno quiere ver una película de monstruos con algunas ideas interesantes y originales ‒que no verosímiles‒ puede sin ningún empacho echarle un vistazo a La reliquia, por lo menos un par de carcajadas sí están garantizadas.
Y si no, al menos pueden enternecerse viendo ese adorable ídolo de piedra ‒la reliquia del título‒ tallado en espuma de poliuretano.
PARA LA TRIVIA: El ritual que se representa al principio de la peli está inspirado en los rituales verdaderos de varias tribus del Amazonas para el consumo de un té psicotrópico conocido como Ayahuasca.
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