LA FORMA DEL AGUA
The Shape of Water
Guillermo del Toro, 2017
Aquellos de ustedes, queridos lectores, que lleven algún tiempo siguiéndome, estarán al corriente de mi afición por las películas del director jalisciense Guillermo del Toro. De hecho, no tendría reparo en ponerlo en mi lista de directores favoritos. Y no, no todas sus películas me encantan ‒Titanes del Pacífico (2013) sigue sin convencerme‒; pero el hombre sin duda tiene una propuesta artística muy bien definida y un estilo propio, e incluso ha sido de esos pocos locos que han logrado convertir el cine de autor en cine comercial[1]. Puedo decir, de entrada, que La forma del agua me gustó mucho, que los escándalos sobre un supuesto plagio me parecen interesantes pero un tanto carentes de fundamento y que, aunque fue la película que le mereció el León de Oro a Mejor Director, no me parece que ésta sea la mejor cinta del tapatío. Lo detallo todo a continuación.
La forma del agua, ambientada en EE.UU. a finales de la década de 1950, narra la historia de Elisa Esposito (Sally Hawkins, de antología), una empleada de limpieza que quedara muda en su tierna infancia, quien trabaja para un centro de investigación secreto de la Fuerza Aérea. Cierta noche, un nuevo “activo” es llevado al centro de investigación. Se trata de un extraño ser parecido a un pez con apariencia humanoide capturado en el Amazonas ‒clara referencia a El monstruo de la Laguna Negra (Arnold, 1954)‒. Los científicos del centro realizan crueles experimentos con él, tratando de desarrollar nuevas tecnologías que los ayuden a ganar la Carrera Espacial. Elisa descubre a la criatura y entabla secretamente con ella una profunda relación. Cuando el malvado y melodramático Richard Strickland (Michael Shannon), directivo a cargo de la operación, decide que ya han aprendido todo lo que podían de la criatura y que lo único que queda por hacer con ella es viviseccionarla, Elisa recurrirá al carismático grupo de marginados sociales que son sus amigos para salvarla.
Antes que cualquier otra cosa, quiero hablar sobre esas acusaciones de plagio contra del Toro. Es imposible negar la enorme cantidad de similitudes y lo profundo de éstas entre el cortometraje The Space Between Us (Nollkaemper, 2015) ‒ya lo vi, está más o menos‒ y La forma del agua; sin embargo, del Toro ha declarado que el proyecto de su película comenzó desde 2011 y que lo tiene todo perfectamente documentado. De hecho, la preproducción inició con el diseño de la criatura y el laboratorio a cargo de un equipo de artistas que él pagó con dinero de su bolsillo. Y yo le creo. Sobre todo, le creo porque se trata de una historia completamente genérica, no mamen ‒también tiene muchas similitudes con una novela soviética de 1928 titulada El hombre anfibio‒; podría ser Liberen a Willy (Wincer, 1993), E.T. el extraterrestre (Spielberg, 1982), Prehisteria (Band y Band, 1993), El joven manos de tijera (Burton, 1990) o una larguísima y variopinta lista de etcéteras… ¡Hombre! Hasta hay partes en las que parece un episodio de Los expedientes X (1993- ). Por otro lado, ¿James Cameron no podría acusar a los de The Space Between Us de plagio? La criatura de su película se parece sospechosamente los Na’vi de Avatar (Cameron, 2009) y el final del corto es muy parecido al final de El secreto del abismo (Cameron, 1989)…
Volviendo a lo que nos atañe, puedo decir que la película me gustó bastante… aunque sentí que algo le faltaba. Creo que le falta carnita. Francamente, creo que se siente un poco superficial. No es mala, en absoluto, por el contrario; pero comparándola con otras películas de del Toro que son fantasía y además son muy complejas dramáticamente y a nivel personajes ‒como El espinazo del Diablo (2001) o El laberinto del Fauno (2006)‒, La forma del agua parece que no pasa de ser una especie de Mad Men (2007-2015) conoce a El monstruo de la Laguna Negra y es completamente predecible de principio a fin. Además de que me parece que también es la peli menos original de del Toro… y eso que Titanes del Pacífico ya se parecía demasiado a Neon Genesis Evangelion (1995-1996).
Ahora bien, a pesar de lo anterior, el guión me pareció bastante bueno. Logra tomar una anécdota contada hasta el cansancio y volverla interesante. Los personajes secundarios son encantadores y contribuyen a crear esta idea de que realmente todos somos criaturas extrañas a los ojos del otro. La idea se refuerza cuando, de manera muy inteligente, el director utiliza el contraste para demostrar su punto: los personajes realizan labores completamente cotidianas en los ambientes más increíblemente extracotidianos.
Por supuesto, la película está plagada con esos personajes extravagantes que tanto le gustan al director y ésta termina convirtiéndose en una fábula sobre la tolerancia y la aceptación: la protagonista sufre una discapacidad, sus mejores amigos y cómplices son un artista homosexual y una mujer negra en la época en la que el movimiento por los Derechos Civiles era apenas un sueño… y bueno, el hilo conductor de la película es básicamente un romance interespecies.
Por otro lado, también creo que, en cierta medida, esta película no termina de sentirse del todo como una cinta de Guillermo del Toro, a pesar de que se trata de uno de sus proyectos más personales. Por supuesto, todos los artistas tienen derecho a experimentar con su obra y creo que el resultado de peli cinta demuestra que el tapatío experimentó en la dirección correcta… pero hay secuencias que parecen sacadas de una película de Jean Pierre Jeunet y no son pocas. Supongo que tendrá que ver con la evolución de del Toro como artista.
Eso sí, la dirección de actores está muy bien y todos los actores que participan en la película están excelentes. Sobre todo, me encantó la actuación de Doug jones, quien interpreta a la criatura. Me gustó que la mayoría de las escenas fueron logradas con el uso de una botarga y animatrónicos ‒Jones tardaba tres horas en ponerse el traje completo‒, y que la utilización de CGI se redujo al mínimo, explotando la interpretación de Jones justo en el set. Me atrevería a decir que Doug Jones es el mejor actor de criaturas desde Tom Woodruff Jr. … incluso, quizá, desde el gran Kevin Peter Hall.
Otra cosa que me gustó mucho de esta cinta fue la fotografía de Dan Laustsen ‒con quien del Toro trabajara en Mimic (1997) y La cumbre escarlata (2015)‒. Las películas de del Toro siempre han tenido una influencia estética del Barroco novohispano, sobre todo del arte sacro; pero en ésta, más que irse por los claroscuros, las tomas abigarradas de detalles y los doraditos, prefirió utilizar tonos sobresaturados de verde, azul y turquesa. Y la cinta se ve maravillosa. Es curioso que el plan original del director fuera filmarla en blanco y negro.
Finalmente, me gustaron muchísimo la edición y el montaje de la película. Es una cinta larga, con una duración de dos horas, pero está montada de tal forma que la narrativa es súper fluida y no se siente larga ni pesada en ningún momento, aun cuando uno ya sabe lo que va a pasar. Muy probablemente lo hicieron a propósito; pero la edición de la película hace que el flujo de la narración se sienta libre y orgánico, como el flujo de una corriente de agua.
La forma del agua muy probablemente no sea un plagio directo de nada; pero ciertamente no es muy original. Tampoco me parece que sea la mejor película de Guillermo del Toro; francamente, creo que se merecía premios por Mejor Director por otras películas más que por ésta. Empero, se trata de una muy buena película, medio cursilona y hasta un poco frívola en algunas partes ‒a veces creo que Memo del Toro leyó demasiado a Jane Austen‒, pero no por eso menos disfrutable; vamos, que es un melodrama hecho y derecho… como todos los cuentos de hadas y éste es uno muy bueno. Además, está muy bien actuada, dirigida y fotografiada, y es intensamente emocional y majestuosamente hermosa, y la música de la época es la cereza del pastel que termina por internarnos en este mundo de la Guerra Fría donde las sirenas y los humanos coexisten… para bien o para mal.
Quizá Universal Pictures, la otrora Casa de los Monstruos, podría aprender un par de cosas de cinta como ésta, ya que sus películas de monstruos parecen haber perdido el rumbo por completo.
PARA LA TRIVIA: Evidentemente, la principal influencia para esta cinta fue El monstruo de la Laguna Negra y, para rendirle tributo, del Toro había decidido filmarla en blanco y negro. Sin embargo, terminó filmándola a colores porque, de hecho, era menos costoso.
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[1] Por favor, si tienen alguna duda sobre cómo estoy utilizando el término «Cine de Autor», chequen mi Manifiesto, ahí lo explico todo.