RAMPAGE: DEVASTACIÓN
Rampage
Brad Peyton, 2018
Rampage es una franquicia de videojuegos cuya primera entrega apareció en las arcadias en 1986, creada por Brian Colin y Jeff Nauman, y producida por Bally Midway (hoy propiedad de Warner Bros.). El jugador controlaba a uno de tres monstruos gigantes: George, un gorila; Ralph, un lobo; y Lizzie, un lagarto. Parodiando las películas de monstruos, el objetivo del juego era reducir diferentes ciudades a escombros, mientras el videojugador se las apañaba para sobrevivir a oleadas de ataques de soldados, tanques, helicópteros y aviones, por mencionar algunos. El videojuego fue un éxito comercial que ha engendrado media docena de secuelas a lo largo de tres décadas, mismas que han ido agregando nuevos elementos al gameplay, así como nuevos monstruos ‒mi juego favorito de la saga, Rampage: Total Destruction (Pipeworks Software, 2006), contaba con un total de 40 personajes‒; pero manteniendo la propuesta original de tomárselo todo a broma.
Quizá los videojuegos de esta serie no son tan populares ahora como lo fueron antaño; pero sus seguidores han sido fieles a la franquicia y con el ocaso del proyecto del Universo Cinematográfico Marvel ‒al menos por ahora‒ dando pie a la especulación sobre que la nueva tendencia de los blockbusters serán los kaijus, una adaptación cinematográfica de Rampage no era una idea descabellada. Después de todo, las adaptaciones de videojuegos al cine nos han dado algunas de las mejores películas de la historia… ¿verdad?
En la película, la compañía Wyden desarrolla un agente patógeno que causa terribles y agresivas mutaciones en animales con el fin de utilizarlo en la industria bélica. Debido a la naturaleza excesivamente peligrosa del proyecto, la investigación se lleva a cabo en un laboratorio espacial que orbita la Tierra. Sin embargo, como cabría esperar, algo sale mal en el laboratorio y cápsulas conteniendo el mutágeno caen a la superficie del planeta, entrando en contacto con varios animales que comienzan a mutar descontroladamente. El exmarine convertido en promatólogo Davis Okoye (el siempre carismático Dwayne “The Rock” Johnson) y la Dra. Kate Caldwell (Naomie Harris), científica a cargo de la creación del patógeno, se darán a la tarea de detener a los gigantescos monstruos que amenazan con destruir Chicago.
¿Qué puedo decir de esta película? Me gustó. Me gustó bastante, aunque reconozco que no es particularmente buena; sino más bien tirándole a mala, un producto de entretenimiento ramplón dirigido a los púberes… y está bien pinche divertida.
El guión es más bien malito y no se detiene en minucias como el desarrollo de personajes… o en ponerles un poquito de profundidad siquiera (quizás un poco a George); de hecho, pareciera que los malvados hermanos Wyden, villanos de la cinta, se los tomaron prestados del Show de Rocky y Bullwinkle (1959-1964); por no mencionar personajes que desaparecen y aparecen de repente.
Eso sí, la película tiene mucha acción y una serie de chistoretes nivel chavo de secundaria que en realidad resultan bastante eficientes. Incluso, por momentos el personaje del agente Harvey Russell (Jeffrey Dean Morgan) se siente un poco fuera de lugar, pero conforme la peli va avanzando se integra bien con el resto. No hay demasiados vericuetos ni vueltas de tuerca apantalladoras, y la historia simple se cuenta de manera simple y sencilla, con sendos huecos, eso sí.
Las actuaciones son decentes, nada espectacular. Johnson está en su eterno papel del tipo rudo de gran corazón –a pesar de que el hombre ya ha demostrado que sabe actuar, los productores han preferido desaprovecharlo y encasillarlo en dicho estereotipo–, Harris está bien y creo que el que sobresale es Morgan. Malin Akerman y Jake Lacy, en sus papeles de los atolondrados villanos, están sobreactuados y grandilocuentes durante toda la película, y si bien esto en realidad es parte de sus personajes, llega a volverse cansino por momentos.
Pero, por supuesto, la verdadera estrella de la película son los monstruos y, en el sentido de que el clímax de la peli es una feroz batalla entre monstruos gigantes que destruyen una ciudad, resulta una adaptación bastante fiel al videojuego… aunque sólo sea por eso. Los diseños de las criaturas están padres, aunque se alejan de lo planteado por la fuente original.
Por ejemplo, George nunca fue blanco, Lizzie era mucho más pequeño y, en general, los tres monstruos tenían apariencias más humanoides –de hecho, en el juego, los monstruos son humanos mutados por la compañía Scumlab– y más caricaturescas. Por cierto, la rata mutante que aparece al inicio de la película es una referencia a Larry, personaje que apareciera por primera vez como exclusivo en la versión del videojuego para el extinto Atari Lynx. Supongo que los diseñadores pensaron que darles tal aspecto no funcionaría bien en la pantalla grande, o quizá pensaron que quitándoles los rasgos humanos a Lizzie y Ralph sería mucho más fácil que el público se identificara con George.
¡Y vaya si lo lograron! Creo que una de las principales virtudes de la película es que logra retomar ese aspecto fundamental del videojuego: uno logra interesarse e identificarse con los monstruos, particularmente con George. El gorila blanco gigante realmente logra despertar la simpatía del público. Así pues, los monstruos gigantes en esta película no son, como en muchas otras, mero espectáculo; sino que verdaderamente se convierten en personajes.
Desde luego, nada de esto sería posible sin los maravillosos efectos especiales, que son el quid de la cinta. A pesar de que el CGI de la peli fue creado por diferentes estudios pequeños, éste no sufre de la desarticulación y falta de uniformidad que suele verse en estos casos –¿Verdad, Pantera negra (Coogler, 2018)?–. La cinta nos regala varias escenas padrísimas de efectos especiales en los que los monstruos se ven realmente bien. Cada detalle, cada textura, cada pelo se ven naturales y orgánicos, tanto que por momentos me hicieron creer que habían usado animatrónicos para algunas de las tomas… quizá así fue, pero no pude encontrar el dato al ver los créditos de la película.
Rampage no es una buena película; pero es divertida. Creo que podría ser un buen ejemplo de película palomera. Al igual que muchas otras “películas de demolición” está plagada de propaganda yanqui; pero al menos no es tan patente como en otras –Día de la Independencia (Emmerich, 1996), por ejemplo–. Es divertida y hasta emocionante en algunas partes, y tanto The Rock como su contraparte digital, George, son simpáticos y forman un buen dúo en la pantalla.
PARA LA TRIVIA: Ralph, el demoledor, personaje protagónico de la película homónima de Disney (Moore, 2012), recibió este nombre como homenaje al personaje del videojuego Rampage.
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