BLADE RUNNER. El Gilgamesh posmoderno cumple 40 años.

BLADE RUNNER

Ridley Scott, 1982

Existen cinco versiones oficiales de esta película (bueno, siete; pero dos de ellas son simplemente remasterizaciones de otras versiones ya existentes): El corte original para cines de EE.UU. (1982), el corte internacional para cines (1982), la controvertida Edición del Director (1992), La edición Definitiva (2007, que por cierto, es mi favorita, aunque es básicamente una remasterización de la Edición del Director) y el recién difundido “Work print” (la edición que se mostró en las proyecciones de prueba anteriores al estreno de la peli). Básicamente, las diferencias sustanciales se observan entre la edición original y la Edición del Director. Muchos críticos afirman, y la verdad es que concuerdo con ellos, que son dos películas completamente distintas.

    Este artículo se refiere principalmente a la versión original, pero haré un par de comparaciones al final con la Edición del Director. En general se advierte que el primer corte de la película era más “comercial”, en el sentido de que era más complaciente y más accesible al público.

Quizá ésta sea la película más personal de Scott (bueno, el mismo autor lo reconoce así) y, aunque se echaría un tête-a-tête con Alien: El octavo pasajero (1979) como la obra más representativa del cieneasta británico, creo que Blade Runner lleva un sello autoral más claro. Vamos, finalmente muchos de los elementos que Scott exploró en Alien fueron madurando y consolidándose para crear Blade Runner.

    Aunque está basada en la novela corta ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del maestro de la ciencia ficción Phillip K. Dick, la verdad es que la cinta simplemente toma la anécdota literaria como pretexto para desarrollar una película mucho más profunda e interesante ‒de hecho, según se sabe, Ridley Scott jamás leyó la novela­‒ que combina la estética y lo preceptos del cyberpunk con la narrativa y la estética del Film Noir ‒algunas tomas usan claroscuros que se ven directamente sacados el expresionismo alemán‒ para crear una obra que trasciende su fuente original y a su director para convertirse en uno de los pilares de la ciencia ficción.

    En el año 2019, la Corporación Tyrell ha perfeccionado la creación de replicantes, seres humanos (o animales, pues tanto en la peli como en el texto original de Dick los animales están prácticamente extintos) artificiales construidos con las más avanzadas técnicas de manipulación genética y biónica (digamos que son una especie de cyborgs cultivados sobre diseño). La actual generación de replicantes, la NEXUS 6, es una copia perfecta de los seres humanos, pues incluso pueden sentir emociones y ser tan inteligentes como cualquier persona; por lo que no pasa mucho tiempo antes de que los replicantes se rebelen contra sus amos humanos.

    Para reducir riesgos, los replicantes NEXUS 6 han sido programados para tener un periodo de vida de sólo cuatro años y han sido obligados a permanecer en las estaciones espaciales. Sin embargo, un grupo de seis replicantes liderado por el maquiavélico Roy Batty (Rutger Hauer, excelente) se amotina en una mina de la Luna y logra llegar a la Tierra. La policía de Los Angeles encomienda al exdetective Rick Deckard (Harrison Ford en el pináculo de su carrera y en la que, quizá junto con El Imperio contraataca [Kershner, 1982], sea su mejor interpretación), miembro de la unidad especializada en la localización y eliminación de replicantes conocida como Blade Runners, para que encuentre a los insubordinados y los elimine antes de que sea demasiado tarde.

    El guión, aunque un tanto complicado, es maravilloso y, a pesar de que son asesinos y renegados, no cae en la tentación de tratar a los replicantes como villanos. Es más, una de las características más formidables de esta cinta es que uno no puede evitar sentir una fuerte empatía por los insurrectos. Si uno ve la cinta desde la perspectiva de Batty, ésta se convierte en una reinterpretación del mito de Gilgamesh ‒que para todo fin teórico se considera la epopeya primigenia‒: se trata del viaje de un hombre que busca a su creador para robarle el secreto de la inmortalidad.

    Finalmente, la única justificación que los humanos tienen para exterminar a los NEXUS 6 es que fueron ellos quienes los crearon.

    Incluso el mismo Deckard tiene conflictos en ciertas partes de la película, pues como él mismo lo dice: “Los replicantes no deben tener sentimientos. Tampoco los Blade Runners”. Por lo que, a final de cuentas, se da de frente con el conflicto de tener más en común con sus presas que con sus empleadores. Incluso parece tener una relación amorosa mucho más gratificante con una replicante de la que tuvo con su esposa. Finalmente, lo único que logra sacar a Deckard de su pasmo es Rachael (Sean Young quien, con su belleza clásica, le aporta un perpetuo aire de misterio al personaje) quien, a su vez, SPOILER no es más que una ilusión, un humano artificial. TERMINA SPOILER   

    La peli se toma el tiempo de tratar cuestiones filosóficas[1], particularmente a través de la historia del personaje de Rachael, la asistente ejecutiva del Dr. Eldon Tyrell (Joe Turkel, mejor conocido como ese cantinero siniestro de El resplandor [Kubrick, 1980]), quien es en realidad un replicante sin saberlo. Uno muy perfecto que descubre de pronto que todo lo que creyó que era su vida son en realidad recuerdos implantados de la memoria de la sobrina del Dr. Tyrell, lo que la lleva a preguntarse, y a nosotros con ella: ¿Qué es lo real? ¿Qué es la esencia? ¿Qué es lo que hace a cada persona lo que es? ¿Qué define al ser humano como tal?

    Si la personalidad no es más que un constructo basado en nuestros recuerdos; si lo que recordamos de nuestra vida es lo que nos define, ¿qué pasa si esos recuerdos son falsos, implantados en nuestra memoria de manera artificial? Otro relato de Dick trata esta misma cuestión: Podemos recordarlo por usted al por mayor (1966), mismo que, a su vez, fue la inspiración para otra gran película de ciencia ficción: Vengador del futuro (Verhoeven, 1990).

    Y esto nos lleva al cyberpunk que, aunque más reconocido como corriente estética, es todo un subgénero de la ciencia ficción cuya tesis es la deshumanización a través de la tecnología y las dialécticas que surgen de tal proceso. Es decir, la tecnología nos vuelve cada vez menos humanos; pero también la tecnología se vuelve cada vez más humana. Siguiendo con la serie de cuestionamientos que propuse arriba, Blade Runner atiende a la problemática sobre ¿qué es lo que nos hace humanos? Y ¿Acaso es algo que la tecnología no puede replicar? Y, por consecuencia ¿Cuánto tiempo tardará la tecnología en replicar nuestra esencia?

    Porque un punto fundamental de la tesis de la película es la desaparición de la línea que divide al creador de su creación. En cierto modo, Blade Runner es la historia de Roy Batty y no la de Deckard. Es a Batty a quien vemos transitar por su propio Viaje del Héroe, es Batty quien se convierte en el Gilgamesh posmoderno. Mientras que Deckard es frío, cínico y se le ve desencantado de la vida; Batty es apasionado, poético y capaz de sentir con la misma o incluso mayor intensidad que cualquier ser humano. Al final de la película, cuando Batty salva a Deckard y muere en su lugar, la creación trasciende al creador al superarlo moralmente.

    Esta cinta plantea Los Angeles en el año 2019 como una megalópolis con inmensos rascacielos, mismos que, influencia de la Metrópolis de Fritz Lang (1927) mediante, son más parecidos a templos del mundo antiguo. Finalmente, son los templos en los que la clase dominante y caucásica adora a sus dioses: el poder, el dinero y la tecnología. Además de, por supuesto, la publicidad gigantesca que tapiza los muros de la ciudad.

    Por otro lado, los niveles inferiores se caracterizan por el hacinamiento y una población multicultural en la que no sólo se mezclan razas, sino las tribus urbanas. Las calles, siempre lluviosas, son oscuras y están llenas de gente y humo… elementos que originalmente se usaron para disfrazar la pobre construcción de los sets montados en estacionamientos y que, a la postre, le dieron a la ciudad una personalidad única, convirtiéndola en un personaje más de la película. Se trata de un futuro en el que, curiosamente, no existen los teléfonos celulares y el nombre “Atari” era sinónimo de vanguardia tecnológica.     

    Los efectos especiales creados por Douglas Trumbull ‒cuyos créditos incluyen 2001: una odisea del espacio (Kubrick, 1968) y Viaje a las estrellas: la película (Wise, 1979)‒ son de primera. Tanto que uno pensaría que casi no hay tales en esta película; pero precisamente ése es el trabajo de los efectos especiales: pasar desapercibidos. Las espectaculares tomas  de la ciclópea ciudad sólo pudieron ser logradas con miniaturas, un excelente trabajo de pintura mate y trucos fotográficos.

    El soundtrack de esta película es algo especial. Compuesto por el músico griego Vangelis, se trata de una de las obras de música electrónica más vanguardistas de su época. En sí, la música se convierte en la atmósfera, en sonido ambiental y, ultimadamente, en el pulso y la voz de este futuro monstruoso en el que los hombres amenazan con convertirse en dioses.

    No sólo la estética, sino la propuesta de ciencia ficción de esta película permanece como un precedente del género cuya influencia se advierte, sobre todo, en el anime. Grandes clásicos del género que toman el planteamiento de Blade Runner son la serie Bubblegum Crisis (1987) y las películas Akira (Ohtomo, 1988) y Ghost In The Shell (Oshii, 1995), obras maestras del cyberpunk en sí mismas. Además de estas obras de animación, el genial tecnothriller Días extraños (Bigelow, 1995) le debe mucho de su trama y de su tono a la obra de Scott, así como también lo hace la orwelliana Brasil (Gilliam, 1985). Del mismo modo, la influencia estética de Blade Runner puede advertirse en películas como El quinto elemento (Besson, 1997), Ciudad en tinieblas (Proyas, 1998), Star Wars Episodio II: el ataque de los clones (Lucas, 2002), Batman inicia (Nolan, 2005) e incluso videojuegos como Perfect Dark (Rare, 2000) y Dex (Dreadlocks, 2014).

    En su momento, Blade Runner no fue un éxito con la crítica. Roger Ebert, en su programa de TV, dijo que le pareció predecible, llena de clichés y personajes poco interesantes, pero visualmente muy atractiva; mientras que su contraparte, Gene Siskel, en el mismo programa, la calificó de pérdida de tiempo y de tener una trama que no llevaba a ningún lado. El público tampoco fue muy amable con la cinta que fue un estrepitoso fracaso de taquilla, pues de su presupuesto de 28 millones de dólares apenas pudo recuperar poco más de 6 durante su fin de semana de estreno. De tal suerte, se convirtió en una cinta de culto al demostrar su valía en los años por venir.     

    Un clásico por méritos propios, me atrevo a decir que Blade Runner es una de las películas más influyentes en la historia del cine, pues se ha convertido en un referente de la cultura pop en muchos otros medios además del Séptimo Arte. Es también una de las más grande obras de la ciencia ficción jamás creadas. Se trata de una película de detectives, pero también de humanos deshumanizados y de replicantes vueltos humanos.

A PARTIR DE AQUÍ EL TEXTO TIENE SPOILERS

SOBRE LA EDICIÓN DEL DIRECTOR: Es impresionante cómo cambia esta película con un par de inserts.

    Cabe señalar que el primer Corte del Director se publicó en 1992 directamente en video, y la calidad de las escenas reinsertadas era bastante mala. Luego, esta versión se editó en DVD y por alguna razón, al menos en México, se volvió mucho más fácil conseguir ésta que la versión original. Fue hasta 2007 cuando Scott trabajó con los negativos originales y reinsertó escenas para después remasterizar todo el material en HD. Esta edición es la conocida como la Edición del 25 Aniversario.

    En el Corte del Director no hay narración en off de Deckard. Durante mucho tiempo se rumoreó que Ford había grabado esta narración en un tono deliberadamente soso para que no pudiera usarse. Finalmente, tras décadas de silencio (durante más de veinte años, Ford se negó a hablar de la película para evitar hacer comentarios sobre sus encarnizadas y frecuentes discusiones con el director), el actor aclaró que la razón de la mala calidad de esta narración fue simplemente que el texto era malo, pues fue escrito de último momento.

    Eso sí, la idea de la narración en off está perfectamente de acuerdo con el cine noir del que la película toma mucha de su influencia.

    En la edición original de 1982, los productores agregaron el “final feliz” en el que Rachael y Deckard escapan al campo. Este final, de hecho, fue armado con tomas no utilizadas del intro de El resplandor. En este final también se revela que Rachael es un replicante especial sin fecha de caducidad… ¡Sí, cómo no! ¿Creen que puedan ser más condescendientes?

    Finalmente, y ésta es una verdadera vuelta de tuerca en el discurso de la película, a lo largo de toda la trama se van soltando pequeñas pistas que, al final, dan a entender que el mismo Rick Deckard es un replicante. En la edición original esta posibilidad sólo se planteaba como una descortesía hacia el Blade Runner; pero la edición del director toma esta línea como columna vertebral. La clave más evidente para descifrar todo este enredo es la secuencia del sueño del unicornio… que también se insertó de manera más o menos chapucera gracias a tomas no utilizadas de otra película de Scott: Leyenda (1985) Ultimadamente, fue esta versión la que se tomó como base para la excelente secuela Blade Runner, 2049 (Villeneuve, 2017).

    De tal suerte, el discurso de la película cambia de “los replicantes son tan parecidos a los humanos que son capaces de amar y ser amados” a “los replicantes son tan parecidos a los seres humanos que tú mismo podrías ser uno y no darte cuenta”. Entonces, los cuestionamientos sobre qué es lo real, qué nos hace humanos y qué hay en ello que la tecnología no pueda replicar se vuelven aún más trascendentes, y la historia deja de estar centrada en un amor prohibido para volverse aún más universal.

    Así pues, al final de la Edición del Director Rachael y Deckard escapan, pero no hacia la libertad de la campiña; sino hacia el destino incierto que les espera tras haberse convertido en proscritos y hacia su propia mortalidad cercana.

PARA LA TRIVIA: El papel de la replicante Pris (Darryl Hannah) originalmente iba a ser interpretado por Deborah Harry, vocalista de la banda Blondie.

PARA LA TRIVIA GEEK: Haya sido como tributo o como falta de imaginación de la producción, hay dos referencias directas a Alien: el octavo pasajero en Blade Runner. Por principio de cuentas, la cocineta en el departamento de Deckard es, con algunas pequeñas modificaciones, la misma cocineta de la nave Nostromo que aparecía en una escena que se eliminó del corte original.     En segundo lugar, los mensajes en la pantalla del spinner (los autos voladores usados en la película) del personaje de Gaff (Edward James Olmos) cuando despega son las mismas pantallas de la Nostromo cuando se separa del compartimiento de carga.

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[1] El apellido de Rick Deckard suena muy parecido al del matemático y filósofo francés René Descartes, quien planteó que el acto mismo de cuestionar la propia existencia era una prueba de ésta en su axioma “Pienso; luego, existo”.

WOLFEN: LOBOS. Esa otra película de hombres-lobo…

LOBOS

Wolfen

Michael Wadleigh

1981 fue el año del hombre lobo. En Estados Unidos, El aullido (Dante) se estrenó entre marzo y abril de dicho año; Wolfen se estrenó en julio y Un hombre lobo americano en Londres (Landis), en agosto. El aullido y Un hombre lobo… iniciaron toda una moda de películas de licántropos… A Wolfen nadie la recuerda.

    Basada en la primera novela publicada del escritor y ufólogo Whitley Strieber, quien también escribiera El ansia (1981) y Comunión (1987) –ambas adaptadas al cine–,Wolfen fue un estrepitoso fracaso de taquilla que apenas pudo recaudar poco más de 3 millones de dólares en taquilla durante su fin de semana de estreno contra un presupuesto de 17 millones. Me gustaría poder decir que se convirtió en una película de culto; pero nunca he conocido a ningún fan… o a alguien que la haya visto. Y qué lástima, porque no es mala… pero tampoco es tan buena como parece al inicio.

    Esta cinta cuenta la historia del detective Dewey Wilson (un Albert Finney en el ocaso de su popularidad), quien es sacado del retiro para investigar el sangriento asesinato de Christopher van der Veer (Max M. Brown), un yupee miembro de una prominente y acaudalada familia de Nueva York, en el downtown de Manhattan. Wilson es acompañado por la joven Rebecca Neff (Diane Venora), perito de la compañía de seguridad que custodiaba a van der Veer, y una colección de pintorescos personajes mientras investiga este crimen y otros acaecidos en las zonas marginales de la ciudad, sólo para descubrir que los perpetradores son una raza ancestral de lobos.   

    Creo que lo primero que salta a la vista al leer la sinopsis de esta película es que no se trata de una película promedio de hombres lobo. Puede notarse que el subtexto es más profundo y complejo… o, al menos, pretende serlo. Supongo que trataba de ser una propuesta más madura que las otras cintas de licántropos que mencioné. Una película de hombres lobo seria y adulta que, a final de cuentas, resulta un tanto decepcionante.

    SPOILER En general, considero que esta cinta se agrupa en el subgénero del cine de hombres-lobo (de hecho, en el Top 10 que hice sobre la materia, disponible en mi canal de YouTube); sin embargo, estoy de acuerdo con el crítico Roger Ebert cuando afirma que más bien se trata de una onda totémica en la que los indios americanos y los lobos intercambian almas. TERMINA SPOILER

    En su núcleo, la cinta es un thriller policiaco que bebe profundamente de la fuente del film noir. Y como película de policías funciona bastante bien. Algunas de las escenas más disfrutables de la película son aquéllas entre el personaje del forense, interpretado por Gregory Hines, y Wilson. Según se sabe, fue idea de Finney que ambos comenzaran a salir a divertirse juntos antes de iniciar la filmación para que su camaradería se notara en la pantalla.

    Originalmente, Dustin Hoffman audicionó para el papel de Wilson y estaba realmente interesado en obtenerlo; pero Wadleigh quería trabajar con Finney, quien era su actor favorito.

    Quizá el punto más fuerte de esta película sea, precisamente, la actuación. La producción se empeñó en utilizar actores poco conocidos, muchos de ellos sacados de los teatros de Broadway. Venora debutó en la pantalla grande con esta cinta y Hines casi lo hace; pero La loca historia del mundo (Brooks, 1981), filmada después, se estrenó antes. No fue el caso para el actor de ascendencia mexicana Edward James Olmos, quien ya tenía experiencia frente a la cámara y en esta cinta se luce como Eddie Holt, un nativo americano –sin comentarios– estrechamente ligado a los wolfen.

    Lo mismo puede decirse del siempre excelente Tom Noonan, uno de mis actores favoritos, quien ya llevaba dos producciones cinematográficas bajo el brazo cuando hizo el papel de excéntrico zoólogo Ferguson en Wolfen, y que parece condenado a los papeles de personas con algún trastorno psicológico. Al menos en esta cinta se trata de un loquito encantador e inofensivo.

    La fotografía de la cinta también es sobresaliente. Me encanta cómo en esta peli la fotografía es una herramienta narrativa que separa la historia en tres mundos. Durante el día y en las escenas bien iluminadas, la predominancia es del mundo de los seres humanos; por la noche, cuando las sombras convierten a la Gran Manzana en un sitio extraño y amenazador, se trata del mundo de los lobos y cuando ambos mundos se encuentran y, como resultado lógico e inminente, colisionan, la fotografía se mantiene en claroscuros que aumentan la sensación de lo fantástico y su ambigüedad narrativa.

    Y ya que hablo de la fotografía, debo señalar que una de las cosas que más llamaron mi atención fueron, desde luego, las escenas desde el punto de vista de los lobos. Si ustedes han visto la película, sabrán que la razón por la que estas secuencias son tan sobresalientes es porque se las piratearon descaradamente para las secuencias desde el punto de vista del cazador extraterrestre en Depredador (McTiernan, 1987).

    La principal diferencia estriba en que las secuencias de Wolfen se crearon solarizando la película, mientras que en Depredador se utilizaron otros tucos fotográficos para simular la visión térmica. Por lo demás, las tomas son prácticamente idénticas, no sólo en su propuesta y su “feeling”; sino que incluso los efectos de sonido y la distorsión de las voces utilizados en ellas son prácticamente los mismos.

    Por cierto que estas tomas de efectos visuales tuvieron que volver a hacerse desde cero, pues las primeras secuencias creadas resultaron inutilizables para la cinta y la producción tuvo que contratar a otro estudio para que las rehiciera.

    La música es muy interesante. Compuesta por James Horner, ayuda a crear una atmósfera de suspenso y amenaza, al mismo tiempo que sugiere la existencia de un mundo oculto, más extenso y más antiguo, que se ve forzado a convivir con el nuestro. De hecho, Horner reusó algunos leitmotivs de este score para el soundtrack de Aliens, el regreso (Cameron, 1986)… e incluso recicló, tal cual, fragmentos de la música para el soundtrack de Viaje a las estrellas II: la ira de Kahn (Meyer, 1982).

    Al final del día, Wolfen es una interesante fábula sobre la interminable lucha entre la modernidad y la tradición, mostrada como alegoría en el macrocosmos de la profanación del mundo antiguo –finalmente, los wolfen de esta cinta son una especie de dioses primigenios o tótems–, como en el microcosmos de la gentrificación de Nueva York.

    Sólo puedo concluir con la idea que rondó mi mente hasta que terminó la película: “Pues sí es interesante, pero…” y ése es el principal problema de la cinta. Arranca muy bien; pero el tono es excesivamente lento –incluso para un thriller policiaco– y, al final de la cinta, nuestra paciencia no se ve del todo recompensada. Revisando mis notas, me percaté de que en dos ocasiones diferentes escribí que esta película tiene un ritmo lento, de lo cual deduzco que sí debe estar de súper hueva.

PARA LA TRIVIA: “Wolfen” es una palabra de origen holandés que los primeros colonos de Manhattan, provenientes de Flandes, usaron para referirse tanto a los lobos como a los indígenas que poblaban en lugar.

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