VIERNES 13 PARTE IX: JASON VA AL INFIERNO. ¡Vamos a hacer una película de Jason sin Jason!

VIERNES 13 PARTE IX: JASON VA AL INFIERNO

Jason Goes to Hell: The Final Friday

Adam Marcus, 1993

Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan (Hedden, 1989) fue un fracaso de crítica y con los fans; pero, sobre todo y más importante, fue un fracaso de taquilla. Ante tan pobres resultados, Paramount Pictures vendió los derechos de Jason Voorhees a la Casa de Freddy, New Line Cinema ¿El truco? ¡Sólo vendieron los derechos de ese personaje, no de la franquicia ni de los otros personajes relacionados! De tal suerte, New Line tuvo que pensar en una nueva historia de origen para el personaje y nuevos elementos que inyectaran sangre fresca a la franquicia… y fracasaron miserablemente. O sea, el esfuerzo se agradece, pero el resultado final es terrible.

     Ignorando completamente los eventos de la octava parte, Jason va al Infierno inicia cuando un comando del FBI logra emboscar al asesino y destruirlo. Sin embargo, Jason es más que sólo su cuerpo físico y su espíritu maligno (que resulta ser un mono de hule) se transfiere al forense que le realiza la autopsia cuando éste devora su corazón aún latiente. Ahora, Jason poseerá los cuerpos de varios habitantes del pueblo de Crystal Lake hasta encontrar el que necesita.

    Originalmente, la película se titularía Jason Takes L.A. y vería a Voorhees llegar a la metrópolis californiana durante una guerra de pandillas que tendrían que aliarse para destruirlo. Sin embargo, esta idea fue desechada y se comisionó a Dean Lorey para escribir un guión, cuando el guión original de Jay Hugueley resultó demasiado rebsucado e imposible de filmar.

    La propuesta del director novel Adam Marcus era una continuación directa de la séptima entrega en la que Jason era sacado del fondo del lago por su hermano gemelo perdido quien, a través de un laboratorio casero, robaba sus poderes para continuar con los asesinatos y ser detenido por Tommy Jarvis. Sin embargo, New Line no tenía los derechos del personaje de Jarvis ni de muchos otros elementos necesarios para filmar este guión, por lo que fue severamente cambiado. El personaje de Steven (John D. LeMay) originalmente sería Jarvis.

    El guión que resultó al final es un galimatías rebuscado y sin sentido que parece más apropiado para una película de Halloween que para una de Viernes 13. Ahora que lo pienso, La maldición de Michael Myers (Chappelle, 1995), sexta entrega en la franquicia, comparte sospechosas similitudes con esta película. Sobre todo, con la aparición de ese misterioso personaje al que me gusta llamar “El Charro Negro” (Steven Williams). De hecho, New Line Cinema estaba por cancelar el proyecto, por lo que fijó deadlines imposibles para la preproducción. De tal suerte, el guión se escribió en tan sólo cuatro días… y se nota.

    Otro factor que dificulta la comprensión del argumento de esta película son los errores derivados de la inexperiencia de su director. Debido al vertiginoso plan de producción, Marcus se limitó a filmar las escenas que necesitaba, pero prácticamente nadie revisaba el material. En consecuencia, al terminar la filmación prácticamente la mitad de las tomas eran inutilizables, por lo que la película se terminó de armar con reshoots, tomas reutilizadas y el montaje. A esto súmesele que la actriz Kari Keegan abandonó la filmación a medio proceso por su mala relación con el director. Si ponen atención, notarán que su personaje prácticamente desaparece a media película sin justificación alguna.

    Lo demás es tan malo como uno esperaría de una película de Viernes 13… excepto porque no tiene mucho que ver con Viernes 13. Según parece, el menor problema de esta película son sus pésimas actuaciones. Eso sí, vuelven los desnudos gratuitos y, de hecho, el primero aparece cuando la película apenas lleva 4 minutos. También son interesantes las referencias a otras cintas del género, como la changuera reutilizada de Los pájaros (Hitchcock, 1963), la mención a la casa Myers, la caja con el sello de la Expedición Antártica que apareciera en Creepshow (Romero, 1982) o, la más obvia de todas, la inclusión del Necronomicon y la daga de El despertar del Diablo (Raimi, 1981).

    De hecho, Marcus originalmente quería que Jason va al Infierno sucediera en el mismo universo que El despertar del Diablo. La justificación sería que Pamela Voorhees utilizó el Necronomicon para resucitar a Jason y por eso se volvió inmortal. Sin embargo, ni New Line ni Warner Bros. ‒distribuidores de la cinta‒ tenía los derechos de la saga de Sam Raimi, por lo que la idea fue desechada, quedando sólo como un easter egg con los props de Evil Dead… que el director tomó sin permiso. Además, casi en cada secuela los productores le pedían a Betsy Palmer que repitiera su papel como la mamá de Jason, pero ella siempre se negó cobrando honorarios imposibles, pues odiaba la primera película.

    Quizá el único elemento rescatable de la cinta son los efectos de maquillaje, cortesía del estudio KNB Group, quienes también se encargaron del maquillaje en Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el ropero (Adamson, 2005), Depredadores (Rodriguez, 2010),  The Walking Dead (2010-2022). Algunos de sus efectos son de verdad increíbles y la escena del cadáver derritiéndose es tan impresionante que casi da lástima que sea parte de esta película.

    De tal suerte, la primera incursión de New Line Cinema en la franquicia de Viernes 13… o no, cuestiones legales, es probablemente la entrega más pobre en una franquicia de películas malas. Quiero decir, ya antes había habido entregas de Viernes 13 que eran casi incomprensibles; pero en ésta ¡prácticamente ni siquiera sale Jason! Quizá lo único que vale la pena además de los efectos de maquillaje sea el epílogo que prometía una confrontación que tardó diez años en materializarse.

PARA LA TRIVIA CON SPOILER: Kane Hodder, el favorito de los fans, interpretó a Jason Voorhees en esta cinta. También es suyo el brazo que sale de la tierra para llevarse la máscara de Jason. Técnicamente, eso convierte a Hodder en el único actor que ha interpretado tanto a Freddy como a Jason.

Viernes 13

Viernes 13 parte 2

Viernes 13 parte III

Viernes 13: el capítulo final

Viernes 13: un nuevo comienzo

Viernes 13 parte VI: Jason vive

Viernes 13 parte VII: Sangre nueva

Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan

SUMARIO 2023

AMITYVILLE II: LA POSESIÓN. La secuela que es precuela pero que sabe a spin-off.

AMITYVILLE II: LA POSESIÓN

Amityville II: The Possession

Damiano Damiani, 1982

Antes de que estuviera de moda hacer “precuelas” de las películas, la segunda parte en la saga de Amityville presentó una historia que antecedía a la primera. La película inició su filmación en locación en la icónica casa de Toms River, New Jersey, que se usara para la primera parte. Después de dos semanas, la producción se trasladó a la Ciudad de México para continuar la filmación en los Estudios Churubusco Azteca durante ocho semanas más. La película, junto con su no-secuela, Amityville 3D (Fleischer, 1983), fueron co-producidas entre Estados Unidos y México.

    Aunque en general es considerada inferior a la primera parte, Amityville II se defiende bastante bien y, aunque sí tiene muchos fallos, también tiene méritos propios. Lo que más sobresale, y seguramente fue una de las razones que le ganaron el rechazo de los fans y la crítica en su momento, es su marcada intención de distanciarse de lo planteado en la primera parte.

    De hecho, esta película se promocionó como una precuela, a pesar de que el título Amityville II claramente sugería que se trataba de una segunda parte. Empero, gracias al poco cuidado de la producción para recrear la época en la que se supone que sucede la historia, aunado a serios errores de continuidad con la primera parte, no queda claro si esta historia sucede antes o después de la primera cinta. Finalmente, los fans han decidido que se trata de una entrada independiente que sucede en el universo de Amityville.

    En Amityville II se cuenta la historia de la familia que habitó la mansión maldita de Amityville antes de los Lutz, los Montelli. A diferencia de los Lutz, esta familia italoamericana es disfuncional por donde se le vea y la verdad es que ya estaba destrozada desde antes de comprar la casa. Un padre golpeador (Burt Young), una madre sumisa (Rutanya Alda), un hijo rebelde (Jack Magner), una hija inocente (Diane Franklin) y un par de niños sin demasiada personalidad completan el cuadro. La narración se centrará en Sonny y cómo el demonio que habita los cimientos de la mansión lo posee y lo lleva de ser un muchacho sensible y rebelde a un monstruo asesino e incestuoso.

    De hecho, la parte del incesto ha sido siempre una de las más controvertidas de la película. Por principio de cuentas, se rumora que Roland y Dawn DeFeo, los hermanos reales que inspiraron la historia, de hecho, tenían una relación incestuosa. En el guión original, la escena era mucho más explícita; pero fue removida de la película luego de la reacción sumamente negativa que produjo en las proyecciones de prueba.

    Irónicamente, Diane Franklin, la actriz que interpretó a la joven Patricia Montelli, no tuvo ningún reparo en filmar la escena por su escandaloso contenido. De hecho, tampoco tuvo ningún problema con hacer la escena topless; según lo declaró la actriz en una entrevista, la filmación sí se volvió incómoda durante esa escena, pero sólo porque los ejecutivos en el set quisieron presionarla para filmar un desnudo completo en vez del topless que habían acordado en un principio.

    En realidad, fueron muchas las escenas que terminaron fuera del corte final de la película. El corte del director, planeado por Damiani para realmente aterrar y causar repulsión en el público, incluía mucha más sangre, tripas, desnudos, una escena de Anthony sodomizando a Delores, un epílogo del padre Adamsky encontrándose con las almas condenadas atrapadas en la mansión y la versión completa de la ya mencionada escena del incesto. Por desgracia, la película resultó ser demasiado repulsiva para los públicos de prueba, por lo que muchas escenas fueron retiradas de la película, a pesar de haber aparecido en material publicitario como posters y trailers. A la fecha, ninguna de estas escenas ha sido exhibida al público.  

    Un juego muy interesante de esta película es que no es lo que uno espera. Finalmente, fue también una apuesta arriesgada que se perdió, pero como experimento funciona. Me refiero a que, si bien la primera parte es una historia gótica con elementos de terror y suspenso mucho más sutiles, la segunda parte es un festín de horror lleno de sangre y efectos especiales.

    Aunque cabría suponer que el asesinato de la familia Montelli es el clímax de la historia, apenas constituye el final del segundo acto (y queda un poco desangelado a mi gusto), tratándose el tercero de la lucha del padre Adamsky (James Olson) por exorcizar al demonio dentro de Sonny. Y creo que aquí es donde la película acaba de perder. Este tercer acto, sinceramente, me produce muchos sentimientos encontrados.

    Me explico: Toda esta última parte de la película se trata, tal cual, del enfrentamiento entre Adamsky y el demonio que posee a Sonny, lo que a la postre termina siendo una copia descarada de El exorcista (Friedkin, 1973) ‒incluso hay diálogos y encuadres que se parecen‒. Ahora, donde esta película sobresale, incluso comparándola contra la de Friedkin, es en el departamento de maquillaje.

    La escena climática en la que el demonio literalmente sale del cuerpo del adolescente es impresionante y se ha convertido en un ícono del cine de horror de los ochenta. Será difícil olvidarla para cualquiera que la haya visto. Asimismo, la escena del epílogo con el padre Adamsky usa uno de los mejores efectos de maquillaje que he visto en mi vida ¡Ésos eran efectos y no las chingaderas de ahora!

    Amityville II: la posesión no es una buena película ni le llega a la primera; pero también me parece injusto compararlas. Esta secuela/precuela/nada relacionado es en realidad muy diferente y hace un trabajo bastante decente en ser una película de terror entretenida con escenas memorables y un tono inquietante que uno no puede acabar de precisar. Además, las actuaciones no están nada mal. Quizá su gran fallo fue el tratar de conciliar dos tramas tan diferentes en una sola película. La historia se vuelve confusa y algo difícil de seguir.

PARA LA TRIVIA: George Lutz quería que esta secuela se basara en la secuela original de la novela, El horror de Amityville parte II, de John G. Jones; empero, el productor Dino De Laurentiis decidió basar la película en el libro Asesinato en Amityville, de Hans Holzer, que es una ficcionalización del caso real de los asesinatos de la mansión. La familia Montelli está levemente basada en la familia DeFeo de la vida real.

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MASACRE EN LA FIESTA. ¿Un slasher feminista?

MASACRE EN LA FIESTA

The Slumber Party Massacre

Amy Holden Jones, 1982

El género de terror es, probablemente, el más subestimado del cine. Visto con deferencia por los productores, con desprecio por la crítica y con espanto por los padres de familia, se trata de un género que es subversivo desde sus orígenes. De entre todos sus subgéneros, uno de los más polémicos es el slasher: aquellas películas en las que un asesino misterioso, generalmente enmascarado, da cuenta brutalmente de un grupo de víctimas.

    Del mismo modo, el slasher es un subgénero con el que los psicoanalistas han hecho sus delicias y sobre el cual pesan no pocas acusaciones –fundadas o no, eso sigue siendo tema de debate– de misoginia. Empero, una de las grandes ventajas de ser una forma de entretenimiento fuera del discurso hegemónico es que se pueden incluir subtextos verdaderamente incendiarios en las obras. Algunas películas, incluso en épocas tan tempranas en el desarrollo del tan codificado subgénero slasher como principios de los 80, se han puesto a jugar con las reglas del mismo, dando lugar a películas que resultan subversivas incluso contra el subgénero mismo. Masacre en la fiesta es un ejemplo de ello.

    El argumento no podría ser más genérico: un grupo de chicas de bachillerato en un pueblito californiano están preparando una pijamada de fin de semana en la casa de una de ellas mientras sus padres se encuentran de viaje. Por supuesto, los chicos no están invitados, ni tampoco la chica nerd e impopular. Con lo que las muchachas no cuentan es con que un asesino maniático, recién escapado del hospital psiquiátrico, anda suelto por la ciudad esgrimiendo un gigantesco taladro de construcción y está deseoso de asistir a su fiesta.

    Producida con un ínfimo presupuesto de apenas USD$250000 por New World Pictures, la compañía del legendario Rey de la Serie B, Roger Corman, esta película tuvo el éxito suficiente como para dar origen no sólo a una trilogía, sino a todo un sub-subgénero.

    Por supuesto, lo primero que llama la atención de esta cinta es que es uno de los primeros y únicos slashers creado exclusivamente por mujeres.

    La directora, Amy Holden Jones, inició su carrera en la industria cinematográfica como editora. Originalmente, estaba apalabrada con Steven Spielberg para colaborar en la edición y montaje de E.T. el extraterrestre. Sin embargo, dicho proyecto se retrasó indefinidamente porque Poltergeist: juegos diabólicos (Hooper, 1982), producida por Spielberg, se salió de presupuesto y de programa. Ante la falta de claridad con E.T, Jones decidió abandonar el proyecto y acudió a Roger Corman, pidiéndole la oportunidad de dirigir. El Rey de la Serie B le dijo a Jones que su trabajo como editora y directora de documentales era bueno; pero que necesitaba verla dirigir un largometraje de ficción. Jones quedó intrigada con un guión titulado Sleepless Nights, que encontró en el archivo de guiones desechados de New World Pictures, lo rescató, reescribió algunas de las escenas y decidió filmarlo.

    Dicho guión era obra de Rita Mae Brown. Al momento de escribir el guión, la Dra. Brown ya era reconocida como una prolífica escritora de novelas de misterio, además de una comprometida activista feminista, por los derechos de la comunidad LGBTQ+ y los derechos de los animales. Brown siempre sostuvo que esta película fue escrita como una sátira del subgénero slasher.

    La película ha sido motivo de controversia desde su estreno. Muchos críticos señalan la contradicción entre manejar un discurso feminista en el filme y aun así mostrar sendas escenas de explotación y desnudos gratuitos. De hecho, en su momento, Masacre en la fiesta fue una de las películas de terror con mayor número de escenas de desnudos…vamos, la primera toma de este tipo llega antes de que la película lleve cinco minutos.

    Jones señala que filmó estas escenas casi obligada por Corman y hay un elemento que me parece que es la clave para inferir su verdadera intención: en la secuencia de las regaderas, las muchachas realmente se están bañando; al contrario de la mayoría de escenas de este tipo, en las que las actrices sólo acarician sus cuerpos sin realizar ninguna tarea evidente. “Sea explotación como tal, un filme slasher genérico o una aproximación satírica al subgénero, la mayoría de las feministas claramente no entendieron el chiste”[1], dice el escritor y cineperiodista especializado en cine de género J. A. Kerswell (129).

    Al mismo respecto, pero en sentido opuesto, el guionista, productor y crítico cinematográfico Adam Rockoff (2002) opina[2]:

“… como sea, aquéllos que esperaban alguna empoderadora declaración feminista, una crítica mordaz a la evidente misoginia endémica en las cintas salsher[3], quedaron dolorosamente decepcionados. Mientras Jones y Brown insistieron en que Masacre en la fiesta era una parodia, y a pesar del hecho de que en la escena clímax del filme el asesino es castrado simbólicamente cuando la punta de su arma fálica es cortada, a veces un taladro eléctrico es sólo un taladro eléctrico, aún si es usado para hacer brochetas en una casa llena de bellezas adolescentes medio desnudas. Masacre en la fiesta no era diferente de cualquier salsher film[4]que proporcionara un poco de tetas y traseros softcore[5] junto con una serie de asesinatos inverosímiles. El hecho de que alcahueteé a su público objetivo al fingir ser algún tipo de llamado colectivo intelectual a la sororidad femenina lo hace aún más reprochable”. (138-139)

    Rockoff quizá está siendo demasiado severo en su crítica y, definitivamente, creo que peca de polarizador. Si bien es cierto que el discurso de Brown y Jones cae en contradicciones con el producto final visto en pantalla, también es cierto que éste no se diluye. Creo que el guionista y crítico está pasando por alto los muchos aciertos de la cinta y que sí se ven claramente en pantalla. No, Masacre en la fiesta no es un manifiesto feminista intelectual y panfletario porque no necesita serlo. A final de cuentas, es una película de serie B cuyo objetivo es el entretenimiento y si, en medio de ese entretenimiento, encuentra la oportunidad de insertar un discurso político bastante oportuno, bien por ella.

    A este tipo de críticas, Jones contesta:

“Eso fue lo que Roger Corman, el productor, pidió y así es como se hace, le das al estudio lo que quiere. Nadie se queja de que Scorsese, Jonathan Demme y Ron Howard hicieron películas de explotación, pero cuando una mujer lo intenta la llaman hipócrita y vendida. Eso es mierda”.[6]

    El mensaje de la película es claro: los hombres son idiotas. Durante toda la cinta, los personajes masculinos son golpeados, empujados, tirados, maltratados, humillados y, ultimadamente asesinados. Kerswell (128) refiere que: “… Al respecto de la violencia, Jones la acumula contra los personajes masculinos y, de alrededor de nueve cuerpos, seis son hombres; ‘… Quizá estaba desquitándome de todos los molestos chicos adolescentes que conocí’ dice [Jones]”. También es muy evidente que los chicos en esta película se comportan de manera inmadura y con más lascivia que inteligencia.

    Por el contrario, los personajes femeninos son por demás interesantes. De hecho, me llamó mucho la atención que, a pesar de tratarse de un slasher, el guión sí se esfuerza por tratar de desarrollar estos personajes. Del mismo modo, las muchachas en esta película no son víctimas pasivas que se quedan paradas esperando estúpidamente la hora de su muerte; sino personajes activos que piensan, planean, contraatacan e incluso se toman un momento para hacer una escena completa en la que discuten sobre masturbación femenina.

    De hecho, es el único slasher donde recuerdo que un personaje –femenino, por supuesto– dice la típica frase “I’ll go check” (“Iré a revisar”) y otro personaje se ofrece a acompañarla. Lo cual nos lleva a otro tema constante en esta película: las muchachas van juntas a todos lados. Cuando las mujeres permanecen juntas son prácticamente invencibles, mientras que, cuando se separan, resultan muertas.

    Otro elemento sobresaliente en esta cinta es el asesino. A diferencia de los homicidas con estilizadas máscaras de otros slashers, el psicópata de Masacre en la fiesta es cualquier Juan Pérez ataviado con una chamarra de mezclilla y una playera. No hay misterio. Desde el principio el público sabe exactamente quién es el asesino, lo cual es en cierto modo realista. También me gusta que, en aras de cierto realismo, pero más de la sátira, nadie nota el rastro de cadáveres del lunático; aun cuando éstos se acumulan a plena luz del día. Finalmente, la toma en la que vemos la silueta del largo taladro justo en la entrepierna del homicida lo dice todo.

    Asimismo, creo que éste es el único slasher que he visto en el que se muestra cómo el homicida arrastra, carga y acomoda los cuerpos de sus víctimas. La confrontación final, en la que el asesino es simbólicamente castrado y literalmente mutilado ‒y estoy seguro de que el hecho de que le corten la mano también es un simbolismo sobre la masturbación o algo así‒ y su subsecuente muerte resultan verdaderamente satisfactorias.

    En el apartado técnico, me parece que los mayores aciertos de la cinta están en la fotografía, que es bastante buena, y la narrativa visual es creativa y eficiente. Del mismo modo, la edición y el montaje de la cinta son brillantes.

    Por otro lado, las actuaciones son tan malas como cabría esperar de una cinta de terror de bajo presupuesto de los 80. Y, por supuesto, el casi cliché de los actores treintones que interpretan a chavos de prepa está presente. Algunos de los hombres que aparecen en la película deberían estarse preocupando más por su próstata que por un asesino maniático.

    La cinta no está exenta de algunos buenos sustos, aunque en realidad, las escenas de mutilación y asesinatos están en un tono mucho más satírico. Por ejemplo, el cadáver dentro del refrigerador que nadie parece notar o el repartidor de pizzas al que le sacan los ojos –que quienes sigan la corriente freudiana dirán que es otro símbolo de castración–. Por cierto, cuando el cadáver del repartidor está tirado en el piso, hay un par de tomas en las que se ve que el actor pestañea debajo del maquillaje.

    En conclusión, Masacre en la fiesta es un slasher un tanto olvidado que, más de una década antes del Scream (1995) de Wes Craven, se atrevió a burlarse de las convenciones del género y deconstruirlas. Quizá por la forma en la que fue producido, este discurso con perspectiva de género quedó un poco relegado; pero es, sin duda, una película entretenida y divertida y sí, quizá no está a la altura de los clásicos del slasher, pero se disfruta de principio a fin. Obviamente, recomiendo por completo esta película para una pijamada… ¿las adolescentes aún hacen eso?… ¿Las adolescentes de verdad alguna vez lo hicieron?

PARA LA TRIVIA: Durante la proyección prueba en un cine en Hollywood Boulevard, la directora, Amy Holden Jones, se encontraba entre el público y quedó asombrada por sus reacciones. Desde el inicio de la cinta, la gente gritaba, se reía, aplaudía, hacía sonidos de taladro y le gritaba a los personajes en la pantalla. Jones salió de la sala y se encontró con Roger Corman, quien estaba escuchando todo desde el lobby. Ella, preocupada, le preguntó: “Dios mío, Roger, ¿qué hemos hecho?” A lo que él contestó: “Hemos tenido el mejor preestreno en la historia de New World”.

BIBLIOGRAFÍA:

Kerswell, J.A. (2018), The Teenage Slasher Movie Book. Fox Chapel Publishing, Pennsylvania.

Rockoff, Adam (2002), Going To Pieces: The Rise and Fall of the Slasher Film, 1978-1986. McFarland & Company, Inc. Publishers, USA.

FUENTES EN LÍNEA

http://www.imdb.com


[1] La traducción es mía.

[2] Idem.

[3] Las cursivas son mías.

[4] Idem.

[5] Idem.

[6] Recuperado de https://www.imdb.com/title/tt0084695/trivia/?ref_=tt_trv_trv. La traducción es mía.

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VIERNES 13 PARTE VIII: JASON INVADE MANHATTAN. No se preocupen, es sólo el nombre.

VIERNES 13 PARTE VIII: JASON INVADE MANHATTAN

Friday the 13th Part VIII: Jason Takes Manhattan

Rob Hedden, 1989

Llegados a este punto, ¿qué más podemos decir de las películas de la saga Viernes 13? Son malas; pero, por supuesto, eran muy redituables, por eso hicieron esta octava entrada. A pesar del cambio de locación prometido en el título y un poco arriesgado intento de cambio en la dinámica, la película no ofrece nada nuevo y ya ni siquiera es tan entretenida. En un sentido estricto, ésta es la última cinta de la saga original y la última realizada por Paramount Pictures antes de que los pobres resultados en taquilla de esta entrega los llevara a vender los derechos del personaje a New Line Cinema.

    En esta entrada de la gastada fórmula, un grupo de graduados del bachillerato renta un crucero –que es más bien un barco de carga adaptado– para realizar un viaje de Crystal Lake a Nueva York –lo cual es geográficamente imposible–. Por supuesto, no se tratará de un viaje de placer, pues además de que Charles McCulloch (Peter Mark Richman), el cuadrado director de la escuela, se la pasará jodiéndolos durante todo el camino, Jason Voorhees (el favorito de los fans, Kane Hodder) ha resucitado y aborda el barco en calidad de polizón para seguir con su pasatiempo favorito.

    Lo primero que salta a la vista, claro, es que estos chavos se han de haber graduado de la prepa como a los 25. De hecho, es muy chistoso que Tiffany Paulsen, quien interpreta a la porrista rubia y super bitch parece que se ve cada vez mayor en cada escena en la que sale. Jensen Daggett, quien interpreta a la protagonista, Rennie, hay que decirlo sí tenía 19 años al momento de la filmación.

    Como las cintas anteriores, ésta inicia con una recapitulación de las siete entradas anteriores, por si alguna de ellas estaba rentada en tu videoclub de confianza y porque la trama ha de ser bien pinche compleja, seguramente. Luego pasa a una de las escenas de sexo más tibias y autocensuradas de toda la franquicia –que es la más explícita de esta peli– y a la hilarante resurrección de Jason. El ancla de un yate en Crysal Lake troza un cable submarino de alta tensión y la corriente eléctrica devuelve la vida al malvado Voorhees.

    Y ésa es una de las escenas más coherentes de toda la película. Digo, tiene más sentido que Julius (Vincent Craig Dupree) tratando de matar a Jason con golpes de box en una azotea… y que Jason aplique la de Homero Simpson: deja que lo golpee hasta cansarse para después volarle la cabeza de un manotazo. Y, sin duda, tiene más sentido que toda la secuencia de la persecución a bordo de la patrulla, en la que Jason ¿se teletransporta? Porque parece que lo hace, pero nunca queda claro. También me intriga por qué tienen que hacer tarea en su viaje de graduación y por qué McCulloch los está fastidiando todo el maldito tiempo; pero, sobre todo, ¿cómo lograron meter un barco tan grande en Crystal Lake y cómo le hace éste para llegar a Nueva York?

    Otro misterio que se maneja en la cinta es el trauma que tiene Rennie con el agua y sus visiones de Jason niño (Tim Mirkovich) ahogándose; aunque quizá la cinta mantiene este misterio por demasiado tiempo para su propio bien. Para cuando se explica su causa y que McCulloch es aún más imbécil de lo que parecía, francamente ya a nadie le importa. Porque, dicho sea de paso, para ser una Final Girl, Rennie es bastante poco carismática. Tampoco queda muy claro qué relación hay exactamente entre Rennie y Sean (Scott Reeves). Quiero decir, sabemos que son novios… creo; pero nunca se portan realmente como tales.

    Es un hecho que nadie ve estas películas por las actuaciones y esto creo que ya lo he mencionado en todas las críticas de las siete películas anteriores, así que no veo el caso en volver sobre el punto.

    Aun cuando las actuaciones no fueran tan malas, el guión no le da mucho con qué trabajar a los actores. Los personajes si acaso están esbozados –¿para qué escribimos personajes si tenemos clichés?– y son poco interesantes. De hecho, son tan anodinos que hay una escena en la que aparece mágicamente un grupo de estudiantes que jamás antes habían aparecido en la cinta… sólo para desaparecer en la siguiente escena. Después inferimos que murieron todos ahogados… no es que importe, claro.

    Lo que nos lleva a uno de los puntos más decepcionantes de la cinta: es increíblemente tibia en todo. Las escenas de sexo son demasiado tímidas y, lo peor, los asesinatos son de lo más chafa. Hay pocas muertes explícitas en la película y las que sí se muestran son poco impactantes. Es una de esas películas en las que la gente no tiene sangre. Quizá la escena de muerte más interesante es la chica asesinada a guitarrazos, cuya muerte vemos desde su punto de vista. Me parece que el peor ofensor es la escena en la que Jason degüella al almirante Robertson (Warren Munson): es evidente que el efecto especial del maquillaje no funcionó en cámara –la sangre no brota de la herida cuando debería– y la solución fue ralentizar la toma en la edición. Se ve terrible.

    A este respecto, puedo decir que el maquillaje también es bastante deficiente. Kane Hodder es el intérprete de Jason favorito de los fans y su actuación en esta cinta es bastante decente; sin embargo, el maquillaje prostético que lo convierte en Voorhees se ve por demás barato. Si uno pone atención, se nota perfectamente dónde terminan los prostéticos en sus antebrazos y en una de las tomas finales, cuando Jason está tratando de subir por la escalera de la alcantarilla con la cara derretida por residuos tóxicos y le hacen un primer plano, se nota que más que prostéticos trae una máscara completa como de Halloween… y una mala, por cierto.

    De hecho, toda la película se ve bastante barata. Originalmente, el director y guionista Rob Hedden había escrito escenas que sucedían en el Madison Square Garden, el Puente de Brooklyn y el Edificio Empire State; pero, pues filmar en Nueva York es muy caro, por lo que los productores lo obligaron a reescribir la película para que la mayor parte de la historia transcurriera en el barco. Me dio mucha risa la escena en la que están en el Metro y se nota inmediatamente que no es el Metro de Nueva York. Por cierto, la mayoría de las escenas en callejones y azoteas fueron filmadas en Vancouver. Ah, pero eso sí, hay un par de tomas de stock en la Gran Manzana y la secuencia en Times Square… como para que no fuera uno a decir que no se fueron a NY a filmar.

    Por cierto, Hodder comentó alguna vez que la secuencia en Times Square fue una de las que más disfrutó filmar. La gente se apiñaba en las calles aledañas a la icónica locación en el centro de Manhattan para poder ver la filmación. Hodder nunca se quitó la máscara durante la filmación de estas escenas para no arruinar la ilusión e incluso, en los descansos entre tomas, continuaba en personaje y veía a los mirones fijamente de manera amenazadora. También se cuenta que, durante la filmación de las escenas de muertes, luego de que el director gritara “corte”, a Hodder le gustaba hacer bailecitos y payasadas para hacer reír a sus compañeros.

    SPOILER Aunque dudo que se hayan reído tanto como yo con el final, cuando Jason, cual si de Pinocho se tratase, ¡se convierte en un niño de verdad! En el guión original, el cuerpo de Jason era disuelto completamente por el ácido y su alma era liberada. TERMINA SPOILER Sin embargo, los productores decidieron cambiarlo para poder resucitar a Jason en una posible secuela.   

    Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan es, junto con Freddy vs Jason (Yu, 2003), la película más larga de toda la franquicia. También fue la cinta que menos dinero recaudó en taquilla. Hay algunas escenas divertidas en esta película; pero la verdad es que no es tan disfrutable y se vuelve aburrida por momentos. De hecho, la cinta fue tan decepcionante que Hedden se ha disculpado varias veces con los fans por ella y, a la larga, terminó desconociéndola. Lo que se sabe, por las entrevistas y audiocomentarios de la película, es que el reparto se la pasó genial durante la filmación e incluso se reunieron para ver un maratón de las siete películas anteriores la noche justo antes de iniciar la filmación… ¡Qué bueno que al menos ellos se divirtieron con esta madre!

PARA LA TRIVIA: Los actores también notaron el hueco en el guión en el que sería imposible que el barco, apropiadamente llamado “Lazarus”, llegara de Crystal Lake al Océano Atlántico. Ninguno de ellos mencionó nada al director porque estaban muy emocionados por aparecer en una película de la saga y decidieron pasarlo por alto.

Viernes 13

Viernes 13 parte II

Viernes 13 parte III

Viernes 13: el capítulo final

Viernes 13 parte V: un nuevo comienzo

Viernes 13 parte VI: Jason vive

Viernes 13 parte VII: sangre nueva

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DRAGÓN ROJO. Anthony Hopkins dice «adiós» a Hannibal Lecter.

DRAGÓN ROJO

Red Dragon

Brett Ratner, 2002

Aunque la novela Dragón Rojo, primera en la Trilogía de Hannibal Lecter escrita por Thomas Harris, ya había sido adaptada al cine en 1986 con la película Cacería humana (Mann), los productores decidieron hacer una nueva versión; ya fuera para completar la trilogía con Sir Anthony Hopkins en el papel de Lecter o porque la cinta original básicamente se hundió en la taquilla. En general, esta película es considerada la más débil de la trilogía original e inferior a Cacería humana, pero ¿realmente es así?

    La historia de esta película sucede antes de El silencio de los inocentes (Demme,1991), es decir, a mediados de los 80… aunque el diseño de producción parece esforzarse poco por hacerlo notar. El exagente especial del FBI Will Graham (Edward Norton en un papel que le va bastante bien, aunque antes fuera rechazado por Ethan Hawke y Paul Bettany) es traído de vuelta por el director de la División de Ciencias de la Conducta, Jack Crawford (Harvey Keitel) para que lo ayude a encontrar a un voraz asesino serial, apodado el Hada de los Dientes por la prensa, responsable por un abominable multihomicidio. Para desentrañar el caso, Graham recurrirá a otro asesino psicópata, uno que estuvo a punto de matarlo antes de ser encarcelado por él: el Dr. Hannibal Lecter (Anthony Hopkins quien, en el prólogo de la película, extendido de un pasaje que en el libro sólo se menciona, interpreta una increíblemente poco convincente versión más joven de sí mismo), quien bien podría ser mucho más peligroso que el Hada de los Dientes.

    Por supuesto, lo primero que salta a la vista en esta película es cómo la acomodaron para que encajara en el canon de las cintas anteriores ‒por ejemplo, el hecho de que Frankie Faison y Anthony Heald regresen para volver a interpretar a Barney y al Dr. Frederic Chilton, respectivamente‒ y para incluir más al personaje de Hannibal Lecter… probablemente, tratando de desquitar la lanota que Hopkins les ha de haber cobrado por hacer la peli. De hecho, es muy notoria la diferencia entre la novela y la película en cómo ésta se centra excesivamente en el psiquiatra. Por ejemplo, la única entrevista que tiene Graham con Lecter en el libro se divide en varias escenas insertadas a lo largo de la película. Otras escenas que no estaban en el texto de Harris fueron creadas para la peli y muchos diálogos de Lecter en la película en el libro originalmente eran del Dr. Alan Bloom, personaje que quedó fuera de la película.

    Lo segundo que me llamó la atención de esta película es que, de hecho, se esfuerza por ser una adaptación fiel de la novela. Por ejemplo, a diferencia de Cacería humana, esta película sí se atreve a mostrar la tortura infligida por Francis Dollarhyde (Ralph Fiennes) al reportero amarillista Freddy Lounds (el increíble Philip Seymour Hoffman en un papel para el que originalmente se había pensado en Jack Black). Anécdota curiosa: para esta escena Hoffman pidió que lo pegaran de verdad a la silla. Un ejercicio interesante en esta película es que se escenifican algunos pasajes que en la novela sólo se mencionan.

    Esto nos lleva a lo que me parece uno de los mayores aciertos de la cinta: la construcción del personaje de Dollarhyde. Algo que siempre me frustró de Cacería humana fue la falta de antecedentes para Dollarhyde. Siempre creí que el personaje aparecía demasiado tarde en la película y que, si bien la interpretación de Tom Noonan era excelente, se sentía que estaba desperdiciada con un personaje que era básicamente unidimensional.

    Dragón rojo corrige este fallo dándole suficiente backgraound al personaje de Dollarhyde que en esta ocasión es magistralmente interpretado por el británico Ralph Fiennes. También me gustó mucho que, en esta adaptación, Francis no vive en un retirado loft de diseñador, sino en la granja desvencijada que heredó de su abuela como en la novela.

Como lo explica el guionista y teórico cinematográfico Adam Rockoff:

«… Fiennes da un sentido de pathos al personaje que está ausente en el original. Ratner tiene extraordinario cuidado en recordarnos que Dolarhyde, como dice Graham, “no nació siendo un monstruo” sino que fue convertido en uno a través de años de abuso». (2015, p.134. T. del A.)

    Con todo, los pasajes de la familia adoptiva de Dollarhyde, que son parte de la clave de por qué se convirtió en un asesino serial, fueron dejados fuera. A final de cuentas, la adaptación más fiel a la novela de Francis Dollarhyde ha sido la interpretada por el actor Richard Armitage para la tercera temporada de la serie de TV Hannibal (2013-2015).

    El personaje de Dollarhyde está basado, al igual que los otros dos asesinos de la trilogía (Lecter y Buffalo Bill) en dos personas reales: por un lado, el infame asesino B.T.K. y, por otro, en Dykes Askew Simmons. Este homicida fue internado en el Penal de Topo Chico, en el estado de Nuevo León, por el asesinato de tres hermanos: dos mujeres y un hombre, jóvenes y atractivos los tres. Fue entonces cuando Harris viajó a México para entrevistar a Simmons y, en el mismo penal, conoció al Dr. Alonso Ballí Treviño, quien se convertiría en la inspiración para Hannibal Lecter (para un recuento más detallado de este encuentro, véase mi artículo sobre El silencio de los inocentes).

    Hablando de las interpretaciones, sucede algo muy extraño en esta película. El elenco está lleno de buenos actores y las actuaciones no son malas… pero tampoco me atrevería a decir que son precisamente buenas. Justo lo que me llama la atención es que las interpretaciones en esta película son terriblemente disparejas y ni quiera es algo que suceda entre los diferentes actores; sino que el mismo actor no mantiene el mismo nivel de calidad de una escena a otra.

    De esto puede inferirse uno de los grandes fallos de la cinta: la dirección. Mucho se ha descalificado a esta película por su director. Brett Ratner es mucho más conocido como director de películas de acción –malas la mayoría de ellas– y sus videoclips musicales que por su trabajo en thrillers psicológicos. Y, aunque no quisiera sumarme a la vox populi, la verdad es que la dirección de esta cinta sí es bastante torpe. Algunas escenas –como la pelea entre Graham y Lecter al inicio de la cinta, que sí se ve medio barata– no llegan al tono que deberían llegar.

     Otro aspecto interesante de la película es su fotografía y quizá lo más curioso en este rubro es que ésta corrió a cargo de Dante Spinotti, quien también se encargó de la fotografía de Cacería humana. Si bien Spinotti continúa con sus tomas de colores sobresaturados al estilo de los ochenta, en esta película se le ve un poco más de propuesta: usa tonos fríos y azules en la mayoría de las tomas que contrastan con los tonos cálidos y rojizos que usa en las escenas en las que Dollarhyde actúa como el Dragón Rojo. Empero, la fotografía resulta más bien fallida a nivel técnico en varias escenas.

Sobre estas decisiones, Rockoff comenta:    

«Si hay algo que Ratner no es, es estúpido, y estaba más que al tanto de que tanto los críticos como los fans estarían buscando sangre. Anticipando lo cual, dio una serie de astutos golpes preventivos con Dragón Rojo. El escritor Ted Tally, quien ganara el Oscar por El silencio…, fue traído para escribir. El cinematógrafo de Cacería humana, Dante Spinotti, regresó con una estética enteramente nueva…» (2015, p. 133. T del A.)

    Quizá uno de los más grandes aciertos de esta película sea la música. Compuesta por el recurrente colaborador de Tim Burton, Danny Elfman, la música de la cinta se aleja de los leit motivs y de todo aquello a lo que nos tiene acostumbrados el californiano, y trata de ser más atmosférica y sutil. Me parece que la partitura de Elfman verdaderamente otorga un valor agregado a la cinta y compensa, tan sólo en algunos momentos, la tibieza del tono.     

    Lo que sí odié de la película fue su complejo de “precuela”, pues Ted Tally, quien también escribiera el guión de El silencio de los inocentes, no pudo resistirse a la tentación de incluir un epílogo completamente innecesario que liga a esta película directamente con El silencio

     A pesar de todos sus fallos la verdad es que la película es entretenida y tiene muy buen ritmo. Es mucho más fiel a la novela de Harris que la versión anterior, aunque eso sí, se va rapidísimo para tratar de condensar un montón de información en poco tiempo. También, de las cuatro películas, creo que es la que tiene mejor cohesión narrativa después de El silencio… y creo que puedo decir que la disfruté mucho más que Cacería humana y, sin duda, más que Hannibal (Scott, 2001).

    Dragón rojo es una película competente, aunque sí le pesa la falta de habilidad de su director. Como cabría esperar, a esta película se le nota lo “comercial” y apenas si logra superar el estatus de mera ilustración del material fuente. Hay que decir, eso sí, que la novela es la más débil de la trilogía por razones obvias: el estilo de Harris aún no estaba tan depurado.

     A final de cuentas, siendo muy quisquilloso, creo que uno puede sólo ver El silencio de los inocentes y obviar las demás sin culpa… y de Hannibal: el origen del mal, novela que fue escrita por Harris bajo coerción de Dino de Laurentiis y que ni él mismo considera “canon”, mejor ni hablar.

PARA LA TRIVIA: Tanto Anthony Hopkins como Ralph Fiennes, Edward Norton y Phillip Seymour Hoffman rechazaron la oferta original para participar en esta película. Fue el regreso de Ted Tally, guionista de El silencio de los inocentes, lo que los convenció de participar.

PARA LA TRIVIA GEEK: El flautista que enfurece a Lecter con su mala interpretación es Benjamin Raspail, quien es servido en la cena al inicio de la película. En El silencio de los inocentes, Clarice Starling encuentra la cabeza de Raspail dentro de un frasco entre las pertenencias decomisadas a Lecter.

Bibliografía

Rockoff, A. (2015). The Horror of It All, Scribner, New York.

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SONÁMBULOS. La travesura de un fan casi basada en una novela de Stephen King.

SONÁMBULOS

Que cuando la transmitían en Canal 5 la titulaban Los mutantes y en video se llamaba La maldición de los sonámbulos; pero cuyo título original en inglés es Sleepwalkers.

Mick Garris, 1992

El cineasta californiano Michael Alan Garris, mejor conocido como Mick Garris, es uno de esos personajes de la industria hollywoodense que a uno le resulta difícil ubicar; pero que sin embargo siempre ha estado ahí. Me refiero a que es uno de esos artistas de los que uno revisa su filmografía y no puede evitar exclamar “¿A poco es de él?”. Empero, el estilo de este Maestro del Horror es plenamente identificable en guiones como el de La Mosca 2 (Walas,1989) o en la dirección de Critters 2 (1988) o la serie de televisión La mujer lobo de Londres (1990-1991)… al menos la primera temporada.

    También es conveniente, antes de comenzar a hablar de esta película, mencionar el Factor King. Muchos autores llegan a cierta etapa en sus carreras en la cual pueden vender cualquiera de sus obras simplemente utilizando sus nombres. El caso con Stephen King es que llegó a este punto demasiado rápido, tanto que resultó contraproducente.[1]

    Así pues, a pesar de lo que sugiere el poster, esta cinta no está basada en ninguna novela de Stephen King. El escritor nativo de Maine desarrolló el argumento de Los sonámbulos, pero le vio pocas posibilidades narrativas como novela y lo abandonó. Poco después, retomó el escrito y lo convirtió en un guión cinematográfico. Finalmente, todos los elementos se conjuntaron en una película cuyo gran mérito es ser un enorme e injustificado “Easter Egg” para los fobocinéfilos.

    El argumento cuenta la historia de Charles Brady (Brian Krause) y su madre Mary (Alice Krige), quienes acaban de mudarse al típico pueblito kingiano que ahora resulta estar situado en California, como para variar las cosas. Los incestuosos Brady son en realidad la última pareja de Sonámbulos, seres ancestrales mitad felino, mitad humano que se mantienen vivos eternamente robando la energía vital de muchachas vírgenes ‒¿Qué tendrá King con los gatos como ladrones de energía? ¿Recuerdan que en la película El ojo del gato (Teague, 1985) también maneja este concepto?‒. Charles ha puesto los ojos en su nueva víctima, la inocente Tanya Robertson (la guapa Mädchen Amick, cuyo trabajo es mejor recordado como actriz televisiva) con el único inconveniente de que corre el riesgo de enamorarse de ella. ¡Ah, por cierto! Los Sonámbulos son indestructibles, sólo vulnerables al ataque de sus acérrimos enemigos ancestrales: los gatos domésticos.  

    No sé por qué Jim Whaley de Cinema Showcase, cuya crítica citaron en la portada del DVD, se refiere a esta película como “aterradora”. Es “terrible”, eso no lo dudo, pero no recuerdo un solo minuto de ella que me haya provocado algo parecido al terror. En un par de escenas me reí como energúmeno, no lo niego; pero, por lo demás, recuerdo que la vi por primera vez cuando tenía diez años y en ese entonces me pareció sosa y sin chiste.

    Sin embargo, mi percepción de ella ha cambiado con el pasar del tiempo. Ahora me parece hilarante.

    Sobre todo recuerdo esa escena casi al final de la película cuando Mary, la madre sonámbula, secuestra a Tanya, mata a varios policías y se hace con el revólver de uno de ellos para luego dispararlo en contra de un par de patrullas ¡que vuelan por los aires en medio de enormes bolas de fuego! ¿Qué tenían las balas de ese revólver? ¿Napalm?

    O justo antes de esa escena, cuando Tanya se está dando un baño en la tina y se niega a salir hasta que llegue el sheriff del pueblo llegue con el gato de la policía… ¿Es el único puto gato en el pueblo? ¿No pudo abrir una lata de Whiskas en su puerta? ¿Por qué un patrullero tiene un gato mascota al que lleva en sus misiones?

    Los sonámbulos resultan personajes bastante simplones y desabridos, excepto por Charley cuando está a medio transformar, que goza de un humor negro y rapaz perfectamente copiado del Freddy Krueger de las últimas tres entregas de la saga original de Pesadilla en la calle del Infierno (1984-1991), en las que parecía que debía forzosamente terminar cada frase con la palabra “bitch!”.

    Las creaturas que dan título a la cinta cuando están completamente transformadas son increíblemente poco convincentes. Es de verdad triste ‒o muy cómico, depende de qué ángulo se le vea‒ cuando en una película de monstruos el monstruo principal no funciona. En el caso de esta cinta, los monstruos parecen fetos de gato con escamas y durante todo el tiempo sufren del terrible efecto “Guy in a rubber suit” (el tipo en el traje de goma). Incluso se ve que a los actores les resultaba difícil caminar con las máscaras tan pesadas que llevaban.

    Ahora, debo confesar que la razón por la que sentí ganas de volver a ver esta peli, fue porque precisamente en la revista HorrorHound mencionaron que era una especie de travesurilla para los fans del cine de horror debido a la cantidad enorme de cameos que había en ella. Por supuesto, cuando estaba en cuarto o quinto de primaria y vi esta madre, los pasé todos por alto; pero ahora sí puedo mencionar que el principal atractivo de esta película es el contar con todo un desfile de celebridades.

    Ahora sí puedo decir con conocimiento de causa que en esta película vi cameos de Tobe Hooper como un forense de campo, John Landis, Clive Barker y Joe Dante como laboratoristas forenses, Mark Hamill como un oficial de policía y el mismísimo Stephen King como el cuidador de un antiguo cementerio. Anécdota curiosa, esta película es la única ocasión en la que Stephen King y Clive Barker han aparecido simultáneamente en pantalla.

    Así pues, el resultado final es una película bastante inconsistente. Con momentos de horror que más bien dan risa, momentos de acción que son mucho más hilarantes y momentos cómicos que la verdad dan un poco de pena.

    También es interesante ver cómo han envejecido los efectos especiales que en aquella época eran lo último de lo último. Hay varias escenas en las que se hacen “morphings” con animación por computadora, que en aquel entonces eran efectos de última generación, y hoy día los puedes hacer en tu teléfono celular. Y en aquella época no se veían mucho más convincentes que ahora.

    Un elemento que sí me gusta mucho de esta cinta es la música. Quiero decir, ¿en qué otra época una canción de Enya se hubiera considerado cool para ser tema de una película de terror? Bueno, la realidad es que Mick Garris tampoco estaba muy convencido; pero Sony Music estaba empeñado en hacer promoción transmedia y Boadicea fue la única canción de todo el repertorio que la disquera le proporcionó que le pareció que iba acorde con el tono de la película. El resultado es muy interesante, la hipnótica melodía de Enya le da a la cinta un carácter muy particular.

    Como sea, Sonámbulos es un caso   de una idea que quizá, tal vez quizá, pudo funcionar… Finalmente es un fusil de la primera parte de Beowulf pero con creaturas como vampiros y un toque de La marca de la pantera (1942). Eso sí, la película no es un completo desperdicio porque salen muchos gatos, incluido uno de esos simpatiquísimos gatos gordos casi al final. Además, tengo que admitir que la disfruto mucho porque me hace reír.

PARA LA TRIVIA: Tanto Mick Garris como Mädchen Amick son, de hecho, alérgicos a los gatos. Amick ocultó este hecho hasta que el rodaje había iniciado.

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[1] Anécdota curiosa: desde finales de los setenta y hasta mediados de los ochenta, King publicó varias novelas bajo el pseudónimo de Richard Bachman; esto lo hizo por consejo de su agente, quien notó una baja en la venta de los libros de King porque estaba saturando el mercado.

CIUDADELA. Algunas de sus escenas son en verdad aterradoras.

CIUDADELA

Citadel

Ciarán Foy, 2012

Me enteré de esta película por una entrevista que le hicieron al director en una revista especializada. Al principio, con el afán de no revelar demasiados detalles sobre su obra, Foy  me hizo creer que la cinta era una especie de reinterpretación de la clásica Repulsión (1965) de Roman Polanski; pero después me enteré de que se trataba de algo más. Todo el primer acto de la película es, en efecto, muy similar a la obra del polaco; pero después toma una dirección completamente distinta.

    La película cuenta la historia de Tommy Cowley (Aneurin Barnard), quien vive en un deteriorado edificio de departamentos en una zona marginada de Edimburgo conocida como Edenstown. Cierto día, su esposa embarazada es brutalmente atacada por una pandilla de adolescentes (o niños ferales, según parece) que la deja en estado de coma para morir meses más tarde. Tommy queda solo con su pequeña bebé; se muda a una casa en planta baja, cerca del edificio donde vivía antes… y desarrolla un terrible caso de agorafobia.

    Justo cuando el tratamiento para su condición parece estar dando resultado, la pandilla de adolescentes vuelve, comienza a hacer incursiones en su casa y a perseguirlo para robarle a su bebé. Pero ¿se trata de una amenaza real o es todo producto de su imaginación? Cuando Tommy  es contactado por un sacerdote medio loco que ha perdido la fe y se ha convertido en una especie de cazador de monstruos, descubre que los niños pandilleros no son lo que creía y que el edificio de departamentos en el que antes vivía se ha convertido en una ciudadela en la que se crían cosas peores que delincuentes juveniles. Y Tommy tendrá que realizar una excursión suicida al interior de la ciudadela para rescatar a su hijita.

    Debo comenzar a criticar esta cinta con un elogio: Tenía un tiempo que una película de terror no me asustaba de verdad. Y no me refiero a esos espantitos de brincar del asiento, botar las palomitas y después reírte por brincar del asiento y botar las palomitas, no. Me refiero a ese miedo que te mantiene pegado al asiento y con la espalda erizada; de ese miedo con el que no quieres ver la pantalla, pero no puedes apartar la vista de ella.

     El ritmo de toda la cinta es lento; pero eso sólo hace que las pocas y breves secuencias rápidas que aparecen se destaquen más y se vean más brutales. El ritmo lento, casi melancólico, y los filtros azules y grises que utilizaron para la fotografía crean una atmósfera de desolación y abandono que también se ve reflejada en los edificios, en la ropa de los personajes y, sobre todo, en la personalidad de Tommy.

    Y creo que ésta es la columna vertebral sobre la que se yergue esta película. La actuación de Barnard es espectacular ‒¿Es mi imaginación o el tipo es increíblemente parecido a Elijah Wood?‒. La mitad de la película son primeros planos suyos, pero cómo saben usarlos. La actuación contenida y la propuesta narrativa del director se combinan de modo genial para crear imágenes ominosas que le ponen a uno los pelos de punta.

    Ahora, debo decirlo, la película decae. Mientras el primer acto es una historia maravillosa de soledad, aislamiento y desasosiego; de monstruos que están, pero no se ven más que en el reflejo de los utensilios de cocina o entre las sombras de las cortinas, la historia de un hombre luchando contra un entorno que antes le era cotidiano y ahora le resulta hostil, el resto se vuelve condescendiente.

    El segundo acto deja de lado la ambigüedad que tan bien manejó el primero y confía su narrativa a una vuelta de tuerca que no me parece tan exitosa. Por lo menos, no a nivel argumental; porque ya en la realización resulta ser bastante efectiva. Me refiero a que las criaturas resultan aterradoras. Aterradoras en verdad, pero no sé si me gustó que la historia tomara ese rumbo, me pareció.

A partir de aquí, el texto contiene spoilers.

    Quizá sea el hecho de que nunca se les pueden ver los rostros, quizá sea que sus chillidos son increíblemente parecidos a llantos de bebé o quizá sean sus ojos reflectantes. O tal vez simplemente es el hecho de que sean tan parecidos a niños de la calle, comunes y corrientes, que podrían prosperar perfectamente en nuestra sociedad sin que nadie se diera cuenta de ello.

    El tercer acto es un tanto decepcionante. Esta cinta, que había sido sobria e inteligente, se deja llevar por los excesos y los clichés del melodrama de horror, y se convierte un poco en una copia de cualquier película de cazadores de vampiros. Incluso por momentos llega a parecerse a algo de Hammer.

    Así pues, esta película comienza siendo arriesgada y propositiva; pero conforme va avanzando, el género la va “domando”. A final de cuentas, es una buena película que sí logra helarle la sangre a uno y que, al terminar de verla y quedarse a oscuras en su sala o habitación, voltee por sobre su hombro.

    La otra parte que me pareció muy interesante de esta película es su contexto. Las películas de terror son siempre interesantes y por demás oportunos termómetros sociales que retratan los miedos e inquietudes de una determinada población en un determinado momento de su historia. Los monstruos radiactivos de los sesenta manifestaban el terror que el mundo le tenía a la Era Nuclear, los niños diabólicos y sectas expresaban la inquietud de los EE.UU. ante los cultos y comunas, y en los ochenta los slashers conmemoraban la acuñación del término “asesino serial”, por citar algunos ejemplos.

    En este mismo tren de pensamiento, enlazo Ciudadela con Silencio en el lago (Watkins, 2008), otra película británica en la que una joven pareja es acechada durante su fin de semana en el bosque por una pandilla de adolescentes sádicos. Así que ¿qué está pasando con las juventudes británicas? ¿Qué están haciendo los adolescentes del Reino Unido que tiene aterrados a sus padres? Supongo que, finalmente, hay que tenerle miedo a los herederos del punk.

PARA LA TRIVIA: La película es un tanto autobiográfica. Ciarán Foy fue atacado por una pandilla de niños cuando tenía dieciocho años, incidente que le provocó una agorafobia que no fue capaz de vencer hasta los veintitantos.

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ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS. La película de culto que casi le cuesta la carrera a su director.

ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS

Monster Squad

Fred Dekker, 1987

Fue en 1943 cuando un Larry Talbot (Lon Chaney Jr.) recién despertado del coma liberó a la Creatura de Frankenstein (Bela Lugosi) de un bloque de hielo y, al no tener nada mejor que hacer, ambos monstruos batallaron hasta un clímax catastrófico en Frankenstein contra el Hombre-Lobo (Neill, 1943). Desde entonces, pareció que el destino de los Monstruos clásicos era encontrarse, ya fuera como enemigos o como aliados, en cintas como La guarida de Frankenstein (Kenton, 1944) o La mansión de Drácula (Kenton, 1945), la cómica Abbott y Costello contra los fantasmas (Barton, 1948), la apócrifa Drácula vs Frankenstein (Adamson, 1941) o nuestras queridas bastardizaciones nacionales El castillo de los monstruos (Soler, 1958) ‒siendo honesto, ésa sí me gusta mucho‒, Santo el enmascarado de plata y Blue Demon contra los monstruos  (Martìnez Solares, 1970) o Capulina contra los monstruos (Morayta, 1974).

    En 1987, el director de la genial película tributo a las cintas de Serie B El terror llama a su puerta (1986), Fred Dekker, decidió realizar un ambicioso guión que había escrito años atrás; pero para el que no había conseguido financiamiento. Tras la popularidad de El terror llama a su puerta, Dekker pudo más fácilmente conseguir quien produjera su película: una cinta familiar en la que un grupo de preadolescentes se enfrenta a los Monstruos clásicos. Lo que Dekker no pudo conseguir fueron los derechos para utilizar los diseños de los Monstruos que Jack Pierce creara para Universal Pictures cinco décadas atrás.

    En el que probablemente sea uno de los prólogos más costosos en la historia del cine ‒y si se hubiese filmado como estaba en el guión habría costado más que toda la película‒, la película cuenta cómo el Dr. Abraham Van Helsing (Jack Willim), un siglo atrás, intentó usar un amuleto mágico para enviar a su enemigo Drácula (Duncan Regehr) y su séquito de monstruos al Limbo. Por desgracia, Van Helsing fracasó y sus discípulos emigraron a los EE.UU. para esconder el amuleto. En la época actual, Drácula y sus esbirros viajan al pueblo de Baton Rouge, Louisiana, para destruir el amuleto. Pero no contaban con Sean Crenshaw (Andre Gower), quien posee el diario de Van Helsing, su hermanita Phoebe (Ashley Bank) y sus amigos amantes de las películas clásicas de Monstruos, quienes saben justo cómo detener a los invasores.

    Pues no, el argumento no es lo que podría decirse sobresaliente. El guión está bien escrito, a secas; pero está lleno de huecos y salidas fáciles. Y aun así, la película funciona maravillosamente.

    El sencillo guión de Fred Dekker y Shane Black ‒el guionista-actor a quien seguro recuerdan por su papel de Hawkins en Depredador (McTiernan, 1987)‒ tiene montones de frases ingeniosas ‒”Wolf-Man’s got nards!” (“¡El Hombre-Lobo tiene bolas!”)‒ y jocosas referencias a películas de monstruos. Dekker era fan de las películas clásicas de monstruos de Universal y de los seriales de La pandilla , por lo que decidió mezclarlos para crear esta película[1].

   Empero, el verdadero núcleo de la película es el mensaje de que la amistad trasciende a pesar de nuestras diferencias ‒el chavo rudo se alía con los nerds, el niño gordo recupera su dignidad por mano propia y, claro está, la Creatura de Frankenstein trabando una entrañable amistad con una niña de preprimaria‒. También hay por ahí un par de comentarios sobre los monstruos del mundo real que le dan a la película otro nivel de profundidad completamente nuevo.

    Las actuaciones son bastante decentes; digo, no son particularmente buenas, pero no dejan qué desear, y lo que sí es sobresaliente es ver a tantos niños carismáticos juntos en pantalla ‒digo en Parque Jurásico (Spielberg, 1993) no pudieron juntar a dos‒. Los adultos también hacen un trabajo bastante competente, sobre todo Noonan como la Creatura de Frankenstein y Regehr, como el Rey de los Vampiros.

    Según lo ha referido en entrevistas[2], Regehr interpretó a Drácula como si fuera el supervillano de algún cómic y sí lograba darle miedo a los niños. Del mismo modo, Noonan no interactuaría nunca con los chicos si no estaba completamente caracterizado, además de que disfrutaría de jugarle bromas pesadas a Stan Winston con el maquillaje puesto.

    La fotografía es muy buena y muy propositiva. Bradford May, director de foto, tuvo desde el principio el cometido de hacer que todo se viera lo más real posible. Del mismo modo, sabía que era una cinta para niños; pero no por eso dejó de darle una atmósfera oscura y tenebrosa. Finalmente, la propuesta de May en la pantalla es la de una película oscura pero con colores sólidos y brillantes, muy en el estilo de otras películas de la época, que se ve genial.

    Por supuesto, las estrellas del show son los monstruos. Según Shane Mahan, artista del Stan Winston Studio que estuvo liderando el proyecto de Escuadrón Anti-Monstruos, “El reto era sugerir estas criaturas clásicas sin copiarlas realmente”[3]. Según parece, ni Antonio Espino “Clavillazo”, ni Xavier López “Chabelo”, ni Santo tuvieron que preocuparse por eso alguna vez. Lo que sí es que las criaturas de Monster Squad, a diferencia de las Hechas en México, prácticamente no han envejecido en tres décadas.

    El diseño de los monstruos estuvo a cargo del mismo Stan Winston, quien tuvo que delegar la confección de los mismos a los artistas del estudio, pues se encontraban saturados de trabajo. Mientras el SWS trabajaba en Escuadrón Anti-Monstruos, Winston estaba enfocado en el diseño y pre-porducción de la película que sería su debut como director, la ahora clásica Pumpkinhead (1988), y una pequeña porción del equipo trabajaba en un bomberazo en el que nadie creía llamado Depredador.

    Aunque un poco decepcionados por no poder utilizar los diseños originales de Pierce, los artistas del Stan Winston Studio no sólo crearon personajes carismáticos en pantalla; sino que lograron implementar en ellos nuevas tecnologías del puppeteering que reducían considerablemente el número de titiriteros que eran necesarios para dar vida a cada una de las criaturas. Esta cinta, además, marcó el debut del artista Tom Woodruff Jr.[4], quien pasara por muchas dificultades y sufrimientos al encarnar a la criatura acuática conocida como Gillman, como actor de creaturas. Además, la versión de esta peli de la Momia (Michael MacCay) es mi favorita de todas.

    Fred Dekker reconoce que Escuadrón Anti-Monstruos es su mejor película; pero también reconoce que fue la película que acabó con su carrera. La cinta costó cerca de 12 millones de dólares, pero en taquilla no recaudó ni 4 millones en su breve corrida de tres semanas. Casi un lustro después, Dekker tuvo una nueva oportunidad de recuperar su carrera de director… por desgracia el proyecto que encabezó fue RoboCop 3 (1993) y, bueno, ya todos sabemos cómo terminó eso.

    Diversos factores se conjuntaron para que la película fracasara en taquilla. Algunos involucrados en la peli culpan a una campaña de mercadeo mal dirigida, otros culpan a la falta de los diseños originales de los monstruos. Sin embargo, el fondo del asunto fue que la cinta estaba dirigida a un público muy reducido. Los niños no la vieron porque los padres creyeron que la película era inapropiada para ellos, y los adolescentes y adultos tampoco la vieron porque creyeron que era una película para niños. Según lo refiere Tom Noonan[5], a él mismo le costó mucho trabajo conseguir una copia en VHS para que sus hijos la vieran. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, de forma inesperada para sus realizadores, Escuadrón Anti-Monstruos se ha convertido en una película de culto cuya nutrida legión de fanáticos ha surgido de la TV por cable y los videoclubes. Yo me enteré de su existencia gracias al libro de Stan Winston y ahora me cuento entre los fans.

PARA LA TRIVIA: Dustin Diamond, quien interpretara a Screech en Salvados por la campana (1989-1993), tenía una breve aparición en la cinta; pero ésta fue eliminada junto con otros 13 minutos de película porque los ejecutivos de HBO no querían que la peli durara más de 90 minutos. Del mismo modo, Liam Neeson, quien originalmente fue considerado para el papel de Drácula, fue contratado y de hecho se le pagó para aparecer en una secuencia que nunca se filmó.

Drácula

Frankenstein

La momia

El hombre invisible

La novia de Frankenstein

El hombre lobo

El Fantasma de la Ópera

El monstruo de la Laguna Negra

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[1] Según lo declara en la entrevista que dio para el especial Monster Squad Forever! (Felsher, 2007), incluido dentro del material extra de la edición de 20 aniversario en DVD.

[2] Ídem.

[3] MAHAN, Shane, citado en Duncan, Jody The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, Londres, 2006. P.98. La traducción es mía.

[4] A partir de Alien 3 (Fincher, 1992) y hasta Alien vs Depredador 2 (Hnos. Strause, 2007), Woodruff sería el actor dentro de los trajes de xenomorfo en la saga Alien.

[5] FELSHER, ídem.

SCREAM (GRITA). La primera entrada de la saga sin Wes Craven.

SCREAM (Grita)

Scream

Matt Bettinelli-Opin y Tyler Gillett, 2022

¿Una nueva secuela de Scream? ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo pueden seguir sacando películas de esa franquicia? ¿En serio? Digo, de Halloween han sacado doce películas, lo mismo que de Viernes 13; por lo que las ocho entradas de Pesadilla en la calle del Infierno o de La masacre de Texas se ven modestas en comparación. Así que una quinta entrega de Scream no me parece una exageración; particularmente, porque las cintas de esta saga son diferentes a los demás slashers. Creo que la principal preocupación que teníamos los fans de esta franquicia era ¿Cómo sería la primera película de Scream en la que no estaría involucrado Wes Craven, director de las cuatro anteriores? ¿Acaso se convertiría la nueva Scream en una de esas secuelas-reboot protagonizadas por personajes poco carismáticos que son ayudados por los personajes originales de la saga y que tratan de compensar su falta de sustancia con referencias a la cinta original y nostalgia que se han convertido en el grueso de las producciones no de superhéroes de Hollywood actualmente? La respuesta es un rotundo sí y ése es precisamente el punto de la película.

    Tara Carpenter (Jenna Ortega), una adolescente del infame pueblo de Woodsboro, es brutalmente apuñalada por un misterioso atacante que usa el disfraz de Ghostface e interroga a sus víctimas con trivias de la serie de metapelículas Stab. El ataque llama la atención de Sam (Melissa Barrera), hermana mayor de Tara, quien abandonara a la familia cinco años atrás y que ahora regresa a Woodsboro para ayudar a su hermana. Sam busca el consejo de Dewey Riley (el buen David Arquete), ex sheriff de Woodsboro, quien ha vivido los ataques de Ghostface desde el inicio… y, claro, el asunto llamará la atención de la reportera Gale Weathers (Courteney Cox) y Sidney Prescott (la Scream Queen de la Generación Millennial, Neve Campbell).

    Con frecuencia, la fórmula en las franquicias slasher se agota rápidamente, las secuelas empiezan a echar mano de recursos cada vez más baratos, y las inconsistencias y errores de continuidad comienzan a hacerse cada vez más infranqueables. En el caso de Scream esto, muy lejos de perjudicarle, le beneficia.

    Cada una de las películas de la franquicia es una autoparodia. Me queda muy claro que, como bien lo señala el guionista y teórico cinematográfico Adam Rockoff, feroz detractor de la saga, Scream no fue el primer slasher autoconsciente y que muchas películas, incluso desde la Edad de Oro del Slasher, se dedicaron a pitorrearse de los excesos y lugares comunes del subgénero. La diferencia es que Scream ha sido la más inteligente. La dinámica de la franquicia ‒por la cual, en su época los teóricos la llamaron slasher posmoderno‒ consiste en una deconstrucción: tomar los lugares comunes del subgénero slasher, llevarlos al absurdo hasta que sean imposibles de sostener y después construir algo nuevo sobre ellos. Esa dinámica se mantiene en esta secuela o, como la llaman los propios personajes, “recuela”.

    Creo que el punto más fuerte de esta entrada es el guión, que es básicamente un análisis metatextual bastante inteligente y ácido, tanto de las secuelas “legacy” ‒o “recuelas”‒ como de la película misma que utiliza sus recursos de manera eficiente. Quizá lo más genial son los chistes sobre el fandom tóxico y, como siempre en las películas de esta saga, los chistes autorreferenciales. Un chiste local muy interesante es que, si uno es un fan de la saga desde el inicio, inmediatamente descubrirá quién es el asesino y la película básicamente te da una palmadita en la espalda por eso. La película se la pasa lanzando guiños a los fans y pataditas a los villamelones; pero tampoco tiene reparos en dar un par de bofetadas a los fans de antaño si eso contribuye a desarrollar la historia… es como si Los últimos Jedi (Johnson, 2018), sobre la que también se burlan en esta película, estuviera bien hecha.

    También me gustó cómo esta película se burla de las rebuscadas relaciones familiares que las secuelas “legacy” tienen que establecer, enredar y malabarear para que los personajes originales tengan alguna relación con las entregas recientes.

   Un elemento muy llamativo de esta película es la violencia. Aunque me parece que la entrega más sangrienta de la saga sigue siendo la cuarta ‒recordemos que fue en la primera década de este siglo cuando el gore fue incorporado en el mainstream‒, esta cinta no escatima en sangre y me gustó la forma en la que se muestran los asesinatos a lo largo de la película.

    Como debía ser los actores de la serie original se llevan de calle a los nuevos. Me parece, eso sí, que los nuevos actores hicieron a sus personas anodinos a propósito y, a ese respecto, puedo decir que sus interpretaciones son sobresalientes… después de todo, sería parte del chiste, ¿o no? Me gustó mucho Jasmin Savoy Brown en el papel de Mindy Meeks-Martin.  

    Siempre es una delicia ver a Neve Campbell volver al papel de Sidney Prescott. Aunque Campbell no quería regresar para esta entrada por la ausencia de Craven, una carta en la que los directores expresaban lo mucho que el cine del difunto director significaba para ellos la hizo cambiar de opinión. También regresan Courteney Cox como Gale Weathers y David Arquette como Dewey Riley… y la verdad es que se disfruta mucho, SPOILER como también se sufre la muerte de Dewey de manera sorprendente. El cuate nunca pudo volver a ver a Sidney ni reconciliarse con Gale, ¡así es como se mata un personaje “legacy”, Disney! TERMINA SPOILER También está de regreso Marley Shelton, cuyo personaje de Judy Hicks ha sido ascendido a sheriff en esta entrada.

    Para estos momentos, la película ya superó a Spider-Man: No Way Home (Watts, 2021) en recaudación de taquilla y ha recibido en general buenas críticas… creo que las únicas personas a las que no les ha gustado la película son aquéllas quienes no entendieron las películas de Scream desde un principio. A mí me pareció una película bastante decente y, sin duda, me gustó muchísimo más que Halloween Kills: la noche aún no termina (Green, 2021). Ambas películas hacen las mismas tonterías, la diferencia es que Scream tiene el buen gusto de burlarse de ello. Así pues, la saga creada por Wes Craven y Kevin Williamson ‒quien se mantiene como productor de esta entrada‒ sigue demostrando que, si una franquicia slasher es capaz de reinventarse en cada entrada, ésa es Scream.

PARA LA TRIVIA: David Arquette es un instructor certificado del método de pintura al óleo de Bob Ross y le daba clases a sus compañeros durante los recesos del rodaje.

Sumario 2022

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LA ISLA DE LAS ALMAS PERDIDAS. La polémica primera adaptación de la novela de H.G. Wells

LA ISLA DE LAS ALMAS PERDIDAS

Island of Lost Souls

Erle C. Kenton, 1932

Cuando tenía once o doce años me volví muy afecto a la literatura de Ciencia Ficción. Para cuando terminé la secundaria, creo que ya me había chutado todo H.G. Wells y gran parte de Edgar Allan Poe… digo, en su mayoría Poe no escribió Ciencia Ficción, pero ustedes entienden el punto. La isla del Dr. Moreau, justamente, se había convertido en mi obra favorita de Wells. Recuerdo que un par de años antes, casi en su estreno, vi la película de John Frankenheimer y me encantó; pero cuando leí la novela me enamoré de ella.

    No sólo se trata de la terrorífica historia acerca de un científico renegado que busca crear una raza de seres humanos superiores a partir de bestias salvajes a las que somete a brutales experimentos; sino que, como toda la obra de Wells, está imbuida con una ácida y filosa sátira social. La novela diserta sobre temas como la autoridad, el contrato social, la religión, las leyes y el tabú.

    La primera adaptación a la pantalla grande de La isla… se produjo cuando el autor aún se encontraba con vida y, de hecho, quedó muy poco complacido con los resultados. Tanto así que, a pesar de haberse apalabrado con Paramount Pictures para que adaptaran su novela El hombre invisible, Wells se retractó y le vendió los derechos a Universal Pictures.

    Según se sabe, el escritor británico se sintió muy molesto porque la película no incluía prácticamente nada de su discurso político y más bien se trataba de un melodrama de aventuras con elementos de Ciencia Ficción y Horror. Pero como tal, he de decir que es súper efectivo.

    La película sólo toma la propuesta de la novela como pretexto y se desarrolla en una dirección un tanto diferente. Narra la historia de Edward Parker (Richard Arlen), quien es rescatado de un naufragio por Montgomery (Arthur Hohl), un hombre educado y alcohólico que lleva a Parker a una desconocida isla habitada por extrañas criaturas mitad hombre-mitad bestia. La isla y los humanimales ‒que es el nombre que les dieron los fans, porque en ninguna de las películas ni en la novela se les llama así‒ son gobernados por el carismático pero siniestro Dr. Moreau (el genial Charles Laughton). Sobreprotegida por Moreau, en la casa principal habita la sensual y misteriosa Lota (Kathleen Burke), quien pone en un serio conflicto a Parker. Conforme pasan los días, el náufrago descubre que Moreau tiene sus propios planes para él y Lota. Por suerte Ruth (Leyla Hams), la prometida de Parker, ha iniciado una arriesgada expedición para rescatarlo, pero ¿podrá encontrarlo antes de que Moreau cumpla con sus perversos fines?

    Como puede advertirse, se incluyó en la película una subtrama completamente original que nunca apareció en el texto de Wells. Toda la cuestión de la prometida al rescate ayuda a darle más dinamismo a la película, además de que rompe con el típico cliché de la damisela en apuros. En realidad, son varias las películas en la década de los 30 en las que se muestra a mujeres audaces y liberadas.

    Por no mencionar a Lota, un personaje hipersexualizado de los que dejarían de existir en el cine estadounidense de las décadas posteriores gracias al Código Hays. El caso de este personaje es muy interesante, pues en la novela jamás se menciona a ninguna mujer-felino y, sin embargo, desde su aparición en esta película el personaje quedó permanentemente ligado a la mitología de La isla…

    El personaje de Montgomery, aunque un poco más maduro a como lo describe Wells en su texto, es bastante cercano al planteado por éste. Se trata de un médico fracasado, oscuro y alcohólico al que torturar a los pobres humanimales parece aliviarlo de la tortura que le infligen sus propios demonios internos y que, finalmente, encuentra cierta redención al rebelarse contra su amo.

    Y, ahora que lo pienso con detenimiento, este Montgomery bien pudo servir como inspiración para el personaje de Robert Muldoon como aparece en la novela de Michael Crichton, Parque Jurásico.

    Me encanta la secuencia en la que los humanimales, guiados por el Predicador de la Ley (Bela Lugosi en uno de sus mejores papeles, aunque breve), se vuelven contra Moreau y lo persiguen por la jungla hasta el palacete que él llama su Estación de Investigación Bio-Antropológica y, ultimadamente, al laboratorio que desde la novela recibió el sugerente nombre de la Casa del Dolor. 

     La fotografía de Karl Struss dota a la película de vida gracias a preciosos claroscuros y una atmósfera siniestra y misteriosa, y convierte a esta secuencia de la rebelión en una de verdadero horror; permitiendo además apreciar los variopintos e ingeniosos maquillajes que dan vida a los humanimales. Y sí, quizá la mayoría no pase de tener tumores indefinidos hechos con masilla en la cara o el rostro cubierto por pelambre y colmillos falsos; pero aun así se ven bien y su imagen en pantalla es poderosa. Además de que Moreau recibe un castigo ejemplar.

    De todas las cintas que han adaptado la novela de Wells, ésta es la que más se acerca al procedimiento descrito por el autor para crear a los humanimales. Según esta película, cuya propuesta se basa en la morfología embrionaria, todos los organismos tienden hacia el ser humano. Para manipular su desarrollo, Moreau usa cirugía plástica, radiación, remoción de órganos y glándulas, transplantes y transfusiones. Es por esta razón que, tanto en la cinta como en la novela, la mayoría de los humanimales son híbridos de varias especies.

    Las actuaciones son bastante buenas. Sobre todo, me gustaron las interpretaciones de Laughton como un Dr. Moreau cínico y perverso, y la de Bela Lugosi como un Predicador de la Ley muy distinto al que aparece en la novela ‒en el texto original se trata de un animal indefinido con un aspecto vagamente similar al de un Bedlington Terrier‒. El personaje creado por Lugosi es mucho más grandilocuente y brillante que su contraparte literaria.

    La subtrama de la prometida de Parker al rescate es interesante y está bien lograda. Se siente un poquito fuera de lugar por momentos; pero al final se integra bien a toda la narración.

    En conclusión, La isla de las almas perdidas es una gran película que, si bien se aleja de su fuente original ‒de hecho, si uno se fija, es más parecida a una adaptación de La tempestad, de William Shakespeare‒, es un clásico del género que tan de moda estuvo en esa época. Es entretenida, intrigante, bastante liberal y alocada, y se disfruta de principio a fin. Además, es un melodrama de aventuras; pero también tiene ciencia ficción, horror, acción y romance.

PARA LA TRIVIA: La película fue prohibida en el Reino Unido hasta 1958, territorio en el que fue considerada demasiado perversa y retorcida. Cuando las autoridades argumentaron que la película era “contra-natural”, la actriz Elsa Lanchester ‒esposa de Laughton y a quien recordamos por su inmortal interpretación como la Novia de Frankenstein‒ contestó: “Claro que es contra-natural. ¡Igual que Mickey Mouse!”.

    A la fecha, la exhibición en salas de cine de esta película sigue prohibida en Suecia… pero por un hueco legal, esta prohibición no aplica para los formatos caseros ni la transmisión por TV.

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