TERROR BAJO LA CIUDAD: un clásico de los animales asesinos

TERROR BAJO LA CIUDAD

Alligator

Lewis Teague, 1980

Fue en el año en que entré a la primaria cuando empecé a ver películas de live action regularmente. Siempre me ha gustado el cine, pero antes de esa edad veía mayormente animación. También fue en ese año cuando descubrí que los viernes en la noche pasaban películas de terror en Canal 5 y un mundo de posibilidades infinitas se abrió ante mí.

    Una de las primeras películas que vi en aquellas funciones nocturnas fue Terror bajo la ciudad. Me encantó en aquel entonces y me sigue encantando ahora, treinta y tantos años después. No es buena, algunos efectos no envejecieron tan bien ‒otros sí‒; pero cada vez que la vuelvo a ver me sorprendo de lo entretenida que es.

    Doce años atrás, un caimán mascota fue arrojado al excusado, pero logró sobrevivir en las alcantarillas de la ciudad. Durante todo ese tiempo, se alimentó con los cadáveres de perros desechados por un laboratorio farmacéutico que los inyectaba con hormonas, lo que causó que el reptil alcanzara proporciones descomunales. Ahora, el saurio ha convertido las calles de Chicago en su coto de caza, y el detective David Madison (Robert Forster) y la herpetóloga Marisa Kendall (Robin Riker) deben detenerlo.

    Basándose en una leyenda urbana, esta película mezcla tres de las tendencias más populares del cine de terror de la década de 1970, lo que la convierte en un epítome de su época.

    En primer lugar, no puede negarse la enrome influencia de Tiburón (Spielberg, 1975), que engendró toda una legión de películas de animales ‒principalmente acuáticos‒ al ataque. Por otro lado, está el discurso ambientalista que permeaba muchas de las cintas de la época: en algún momento, más pronto que tarde, la madre naturaleza se va a desquitar de nosotros por todo el daño que le hemos hecho al planeta. Finalmente, se encuentra la desconfianza ‒bien fundada, ahora lo sabemos‒ hacia las grandes corporaciones y sus alianzas corruptas con las autoridades.

    De hecho, creo que, a lo largo de toda la cinta, ésta no puede dejar de tener un sentido moralista. En mayor medida, las víctimas del caimán son personajes que han tenido un comportamiento reprobable o que están impactando negativamente a la sociedad y/o al medio ambiente con sus acciones. Así que, en cierto modo, supongo que esta película es una especie de fábula.

    Las actuaciones en general son disparejas. No son muy buenas o no son consistentemente buenas en todas las escenas; pero el que se luce es Robert Forster en el papel de Madison. El personaje es completamente un cliché: policía workaholic divorciado con un pésimo cuidado personal que perdió a su último compañero que, a pesar de todo, es capaz de ligarse a una joven y atractiva chica menor que él; sin embargo, Forster logra infundirle vida al personaje, volverlo suyo, entrañable e incluso por momentos, verosímil.

    El guión, también lleno de clichés, no es nada del otro mundo; pero tiene algunos chistes buenos. Los chistes sobre la calvicie de Madison fueron improvisados por Forster.     

    Otro aspecto que me llamó mucho la atención de esta película fue la fotografía, porque también es un tanto dispareja. Algunas de las primeras escenas diurnas en locaciones se ven quemadas y que fueron filmadas con lentes baratos con montones de aberración. Sin embargo, la fotografía nocturna y en las alcantarillas es fantástica. No sólo la iluminación y el dinamismo de las imágenes es genial, sino que incluso por momentos logra disfrazar que lo que estamos viendo son, en su mayoría, maquetas.

    A ese respecto, puedo decir que los efectos prácticos son también disparejos. Algunos han envejecido muy bien ‒este último visionado de la película lo hice en la edición 4K de Scream Factory y se ven bastante bien‒, mientras que otros no. Algunas tomas fueron logradas usando un caimán real en maquetas, otras usando puppets de diferentes tamaños, incluyendo uno de tamaño real, y otras tantas con un bote a control remoto disfrazado de caimán. En general, todas se ven bien; pero la diferencia entre los varios modelos utilizados es más que evidente. Eso sí, la producción tuvo el buen gusto de no mostrarlos demasiado para no arruinar la ilusión.

    Lo que sí es mostrado con lujo de detalle son las brutales muertes de las víctimas del saurio. Son más que sangrientas y, en general, se ven geniales.

    En conclusión, Terror bajo la ciudad no es una buena película; pero es increíblemente divertida, personalmente le tengo un gran cariño y puedo decir sin temor a equivocarme que es una de las mejores películas de ataque animal que se hayan hecho. Diez años después, se estrenó una secuela/remake de ínfima producción italiana que es increíblemente inferior a la peli original.

PARA LA TRIVIA: Robert Forster interpretó al personaje de Ed Galbraith en la serie de TV Breaking Bad, generalmente compartiendo escenas con Brian Cranston. Sin embargo, Forster y Cranston se conocieron mucho tiempo antes, en el set de Terror bajo la ciudad, donde Cranston trabajaba como asistente de producción para el equipo de efectos especiales.

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PESADILLA EN LA CALLE DEL INFIERNO 2: LA VENGANZA DE FREDDY- ¿Realmente es la peor de la serie?

PESADILLA EN LA CALLE DEL INFIERNO 2: LA VENGANZA DE FREDDY

A Nightmare on Elm Street 2: Freddy’s Revenge

Jack Sholder, 1985

Una amiga mía decía que en tu colección de Pesadilla en la calle del infierno podías tener Freddy contra Jason (Yu, 2003), quizá podías tener La muerte de Freddy: La pesadilla final (Talalay, 1991)… Pero no había justificación para tener Pesadilla… 2. Y es que si de películas malas hablamos, ésta seguro perdería la competencia ¡por mala!

    El éxito avasallador de la primera parte generó prácticamente de inmediato esta continuación hecha al vapor que fue ofrecida originalmente a Wes Craven, quien la rechazó por dos razones: primera, no le gusta hacer secuelas ‒y si uno ve La colina de los ojos malditos parte 2 (1985) se dará cuenta de que además, en ese entonces, no le salían‒ y segunda, leyó el guión y le pareció una porquería.

    Así pues, la tarea de dirigir esta madre fue de Jack Sholder quien antes de esta cinta había dirigido solo una más, también de terror, titulada Solos en la oscuridad (1982). La películita es bastante mala y su único mérito, atractivo o gancho de venta es juntar a tres actores consagrados en el género: Donald Pleasence, Martin Landau y Jack Palance.

    Así las cosas, ni siquiera el mismo Sholder tuvo fe en este proyecto que parece haber estado muerto desde el inicio y al que consideró apenas una chambita para hacer sus pininos en el estudio. Alguna vez en entrevista, el director dijo que “Hay directores que se pueden expresar a través de una película de terror, como Wes [Craven] y hay otros, como yo, que pueden expresarse a pesar de una película de terror.” [1]

    La película cuenta ‒o eso intenta‒ la historia de Jesse Walsh (Mark Patton, aunque se sabe que los productores querían a Michael J. Fox para el papel, y que Brad Pitt y Christian Slater audicionaron para él), un adolescente que se muda junto con su familia a la antigua casa de Nancy Thompson. Ahí, leyendo el diario de la chica, se enterará de su terrible historia y comenzará a tener horribles pesadillas con Fred Krueger (Robert Englund sí regresó, el pobre), mismas que traerán al asesino onírico de vuelta. Empero, esta vez Freddy no se quedará sólo en el mundo de los sueños, sino que poseerá el cuerpo de Jesse para llegar a nuestro mundo y satisfacer su sed de sangre.

    De entrada el argumento no suena tan mal ‒y hago énfasis en el “tan”‒, digo, la premisa es interesante; pero la construcción de esta cinta es francamente estúpida. Dice Sholder que “cuando hicimos la segunda parte no sabíamos que estas películas iban a crear un universo propio con reglas propias”[2]

    ¡No mames, Sholder! ¡No se trata de reglas, se trata de sentido común! Es como el programa de TV de Jackson Galaxy, que no debería llamarse Mi gato endemoniado, sino Mis humanos estúpidos. Es obvio que si pones a Freddy a perseguir chavos musculosos que miden veinte centímetros de altura más que él no va a dar miedo, va a dar risa.

    Sobre el cambio, el guionista e historiador cinematográfico Adam Rockoff comenta:

    Para el disgusto de algunos fans, La venganza de Freddy ignoró las reglas que se establecieron en la original. […] Sholder deliberadamente disminuyó la violencia y el gore en el film, rehusándose a hacer una secuela slasher común y corriente.[3]

    Y ya que toqué el tema… La escena de la piscina. ¡Oh, por Cthulhu! La escena de la piscina. ¿Por qué Freddy ataca en una pool party? Con hielo seco y estrobos en el agua, como no podía ser de otro modo. Y farolitos chinos, y Barbies y Kens en ceñidos trajes de baño. Ya de por sí esta escena es el clímax de una película que iba cuesta abajo; pero si eso no fuera suficiente, está la toma del zarpazo. Esa toma que me hizo odiar esta cinta desde la primera vez que la vi.

    Freddy está matando muchachitos ‒de esos prepos treintones de las películas ‒ y logra acorralar a uno de ellos contra una reja. Krueger tira un zarpazo con su mano derecha al muchacho que está frente a él; en la siguiente toma, el chico cae muerto al suelo con una herida sangrante ¡en el lado derecho del rostro!

    Y hablando de eso, la genial garra de acero que Freddy usa en la primera parte, desaparece en esta segunda. En vez de eso, las navajas salen directamente de los dedos de Krueger y el maquillaje de éste es bastante inferior al de la película anterior.

    A todos estos fallos deben sumársele las pésimas actuaciones de los dos protagonistas y un elemento vital que Craven notó desde que leyó el guión por vez primera: ¿Por qué hay tantas escenas diurnas de Freddy? Gran parte del chiste de la primera parte es que nunca se ve claramente al asesino, quizá sólo hasta el final de la cinta; pero en esta segunda parece que Kruger fue embelesado por la magia de los reflectores… o que los productores no quisieron gastar en iluminación extra para filmar en la noche en exteriores.

    Por desgracia, sí hay una razón por la cual uno tendría esta porquería en su colección de Freddy, y peor aún, es ineludible: generalmente la venden en paquete con la primera o tercera partes, o con toda la saga, para que no haya pierde.

    Quizá lo único interesante en esta película ‒además de la interpretación de Englund, por supuesto‒ es el poderoso subtexto de la homosexualidad reprimida de Jesse, y la tensión que ésta ocasiona entre él y su amigo Ron (Robert Rusler); pero fuera de eso, resulta bastante olvidable.

PARA LA TRIVIA: La película mexicana Dimensiones ocultas (Galindo, 1988) cuyo reparto incluye a figuras como Gaby Hassell, Helena Rojo, Jorge Luke y Roberto Palazuelos es un plagio de Pesadilla… 2 que buscó aprovecharse de la fama de esta saga. Es increíblemente hilarante, eso sí; además, le tengo cierto cariño porque la filmaron en una escuela de la Ciudad de México en la que trabajé años después.

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[1] Never Sleep Again: The Elm Street Legacy, Daniel Farrands y Andrew Kasch, 2010.

[2] Idem.

[3] ROCKOFF, Adam, Going to Pieces. The Rise and Fall of the Slasher Film, 1978-1986. McFarland & Company, EE.UU., 2002. P. 159. La traducción es mía.

FREDDY VS JASON. ¡Un titán contra otro titán!

FREDDY VS JASON

Ronny Yu, 2003

El primer crossover cinematográfico ‒y a opinión de muchos, incluyéndome, el mejor‒ fue Frankenstein contra el Hombre Lobo (Neill, 1943), una película de terror; por lo que no era descabellado que el primer corssover del cine moderno se diera entre dos personajes de franquicias de terror. Vamos, el mismo Jason Voorhees ya se había medido los tenis con Leatherface en el epónimo comic publicado por Topps en 1995. La pelea entre Jason y Freddy Krueger fue anunciada desde la escena poscréditos de la infame Jason va al infierno (Marcus, 1993), un par años después de que New Line Cinema, la productora de las películas de Freddy, adquiriera los derechos del personaje de Jason Voorhees (sólo del personaje, no de la franquicia), de Paramount Pictures cuando se encontraban al borde de la quiebra. Tuvieron que pasar 10 años para que por fin pudiéramos ver la esperada confrontación en la pantalla.

    Funcionando como una secuela de La muerte de Freddy (Talalay, 1991), al mismo tiempo que una de Jason va al Infierno ‒aunque, en realidad, no entra en el canon de ninguna de las dos franquicias‒, la película cuenta de una época en la que los muchachos han comenzado a olvidar a Freddy Krueger (Robert Englund, el único e inigualable). Esto no es bueno para el difunto asesino de niños, pues su fuerza viene del miedo que los chicos tengan de él. ¿La solución? Freddy resucita a Jason Voorhees (Ken Kirsinger), el asesino de Crystal Lake, a quien conoció en el Infierno, y lo engaña para que mate adolescentes. La confusión le devolverá a Freddy el poder que necesita para regresar al mundo onírico.

    Y así como yo expliqué el argumento de la película, básicamente es como lo explican en pantalla a través de un largo monólogo y se repetirá varias veces a lo largo de la cinta… porque supongo que está pensada para personas con poca capacidad de atención y retención… o eso me hicieron pensar porque, para cuando termina la peli, ya explicaron el argumento por lo menos tres veces. Vamos, que una película dice mucho de sí misma cunado la primera escena topless entra antes de los tres minutos. En sí, la premisa de la película no es mala, sólo el guión es incompetente, lleno de diálogos horribles; y situaciones que se zafan de las relaciones más básicas de causa y efecto, y que sólo están ahí para hacer avanzar la historia a la fuerza.

    Creo que uno de los elementos que más le restan a esta película son los espantosos efectos visuales. El CGI y el gore se llevan tan bien como el agua y el aceite, y esta película está llena de mutilaciones y desmembramientos creados con la magia de las computadoras que lucen terribles. La cereza en el pastel, por supuesto, es esa infame escena de Freddy-oruga. En serio, creo que lo único que se ve más falso que los efectos digitales son los implantes que traen las actrices en el montón de escenas topless que tiene la película.

    Los como dos efectos prácticos que se ven en pantalla son buenos, eso sí; pero luego todo se va al traste cuando te das cuenta de que el maquillaje de Freddy es, de hecho, bastante inferior al de películas anteriores o que hay varias escenas en las que se les olvidó maquillar el ojo bueno de Jason.

    En las películas slasher, la mala calidad de las actuaciones es un lugar común; pero en esta cinta el montón de benditos desconocidos que integran el elenco, y que hacen papel de prepos aunque ya deberían estarse preocupando por su próstata, hacen gala de su falta de capacidad histriónica ‒casi parece pastorela de la secundaria‒, incluyendo lágrimas de glicerina, que siempre son tan útiles cuando los actores son incapaces de llorar frente a cámara. Al menos, sale la icónica Katharine Isabelle. Por cierto, Englund estaba muy emocionado por trabajar con Isabelle, pues es fan de la película que la volvió famosa, la genial Ginger Snaps (Fawcett, 2000). 

    En la lista de los aciertos de esta cinta puedo incluir la fotografía. No hay nada del otro mundo en cuestiones de iluminación y ambientación; pero sí hay varias tomas bastante propositivas y heterodoxas… que no aportan mucho a la narrativa de la película y que más bien me hacen pensar que el director de fotografía sabía que la cinta no era buena y decidió usarla para experimentar. En el mejor de los casos, como muchas otras de la época, parece un videoclip.

    Evidentemente, Freddy vs Jason es una de esas películas que sirven para apagar el cerebro un ratito. Es como un corto de los Looney Tunes… uno no muy bueno. No da miedo, en absoluto; de hecho, es bastante ridícula… el problema es que tampoco es particularmente divertida. Es entretenida, eso sí. Al menos, a diferencia de muchas de las películas de monstruos de la Universal, el monster mash cumple. Quiero decir, que aquí los dos monstruos principales sí se encuentran, se enfrentan y pelean durante un buen rato ‒aunque Jason no hace mucho‒, y hasta el epílogo recuerda a aquel de la versión original de King Kong vs Godzilla (Honda, 1962). Vamos, ni siquiera es la peor película de Jason ni la peor de Freddy. Debieron haberla hecho en 3D.

PARA LA TRIVIA: Katharine Isabelle accedió a hacer esta película bajo la promesa de que no tendría que hacer escenas de desnudos. La actriz tiene una estricta política contra ello y siempre exige una cláusula al respecto en su contrato. Al momento de la filmación, el director trató de presionarla para que hiciera una escena topless, lo que ocasionó una fuerte discusión que fue el único conflicto registrado en el set. Al final, se llegó al acuerdo de usar una doble de cuerpo.

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PESADILLA EN LA CALLE DEL INFIERNO. Wes Craven y el horror de los sueños

PESADILLA EN LA CALLE DEL INFIERNO

A Nightmare on Elm Street

Wes Craven, 1984

Wes Craven comenzó su carrera fílmica como editor para, años después, probar suerte como director. El horror no fue su primera elección, pero demostró tener gran talento y sensibilidad para este género con el estreno de su primera película, la brutal La última casa a la izquierda (1972).

    En Pesadilla en la calle del Infierno, el tercer largometraje de terror dirigido por Craven, se nos cuenta la historia de Nancy Thompson (Heather Langenkamp) y sus amigos del vecindario (y de la escuela, incluyendo a un Johnny Depp de 20 años que nos demuestra que hasta él tuvo que tomar clases de actuación), quienes empiezan a ser atacados en sus sueños por un misterioso personaje que los asesina mientras duermen.

    Uno a uno, los chicos de la calle Elm van cayendo presas del avatar onírico de Fred Krueger, un asesino serial de niños que fue quemado vivo por los padres de familia de la calle Elm años atrás y que ahora ha vuelto para vengarse de ellos atacando a sus hijos en el único sitio donde no pueden protegerlos: sus sueños.

    Como lo he dicho siempre: las buenas películas de horror (o terror, según el caso) son en realidad metáforas de otra cosa. Pesadilla en la calle del Infierno habla de un tema muy particular que comúnmente llega en la adolescencia: el momento en el que descubres que tus papás te mienten. A final de cuentas, Nancy y sus amigos no estarían muriendo si sus padres les hubieran contado la verdad sobre Krueger; pero en vez de ello, intentaron ocultarlo todo y fingir que nunca pasó. Asimismo, son los niños quienes están pagando por los crímenes de los padres. Como lo dice Harld Keller:

La película sostiene que, al fin y al cabo, los niños no tienen más remedio que enfrentarse a los problemas creados por la generación anterior. Evidentemente, muchos jóvenes espectadores que habían vivido las mismas experiencias se sintieron identificados y su reacción a esta película de terror multidimensional fue por tanto positiva.[1]

    La génesis de la película viene desde años antes, cuando Wes Craven comenzaba a escribir guiones de horror y, mientras se documentaba, se encontró con un artículo que hablaba sobre el caso de un niño que evitaba dormir porque, según le dijo a sus padres, alguien en sus sueños lo perseguía. Después de un tiempo, los padres sedaron al niño para que pudiese dormir y evitar que sufriera un colapso nervioso; pero a la mañana siguiente, el chico amaneció muerto, según reveló la autopsia, debido a un paro cardiaco ocasionado por un profundo e intenso terror.

    De inmediato, Craven supo que en esta historia había potencial para una gran película de terror y no se equivocó. El director hizo suya la idea y la convirtió en algo personal, nombrando a su villano Fred Krueger, que era el nombre del niño que lo bulleaba en la escuela (de hecho, este elemento se encuentra también presente en La última casa a la izquierda, donde el nombre del líder de la banda de criminales es Krug y el de su hijo, Fred).

    Por desgracia, una cosa es tener una gran idea para una película y otra, muy diferente, vender esa idea. El guión de Craven fue rechazado por prácticamente todos los grandes estudios por considerarlo demasiado extraño y confuso.

    El único productor interesado en realizar el guión fue Robert Shaye, quien representaba a la productora independiente New Line Cinema. En ese momento Craven no lo sabía, pero la compañía eran en realidad Shaye y su esposa trabajando desde la oficina montada en su garage. Aunque el productor estaba muy interesado en el proyecto, no tenía el dinero para financiarlo; así que se pasó más de un año dándole largas a Craven en lo que lograba reunir fondos.

    La preocupación de Shaye no era para menos, pues la cinta contaba con casi una escena de efectos especiales por página del guión que, a la postre, acabaron con el presupuesto. Para el momento de terminar el rodaje, Shaye afirma que se despedía de todo el crew pensando para sus adentros: “Dios mío, que por favor no se enteren de que no tengo dinero para pagarles mañana.” Los últimos días de filmación fueron pagados gracias al dinero que Shaye le pidió prestado a un amigo suyo (quien, por cierto, jamás creyó que recuperaría dicho dinero).

    Por supuesto, gran parte del éxito de la película se debe a la actuación de Robert Englund como Freddy Krueger. El actor llevaba más de diez años de carrera frente a las cámaras cuando hizo esta película, y sus créditos incluían la película de horror de Tobee Hooper Trampa mortal (1977), el clásico de culto La galaxia del terror (Clark, 1981) y la serie de televisión V: Invasión extraterrestre (1983-1984), con la que había ganado cierta fama. Sin embargo, fue su trabajo en Pesadilla… lo que lo elevó al Olimpo del cine. Precisamente fue el trabajo de Englund el que supo sacar provecho de dos elementos que caracterizarían a Kueger y que lo convirtieron en el icono del cine de horror que es ahora.

    Por principio de cuentas, está el maquillaje creado por David H. Miller. El artista se documentó exhaustivamente revisando fotos de víctimas reales de quemaduras e ideó un maquillaje innovador compuesto por más de una decena de prostéticos que se aplicaban en dos capas. La primera representaba los músculos expuestos de la cara del actor y la segunda, que se colocaba sobre la primera, representaba la piel chamuscada; así, ambas capas se movían de forma independiente, dando un efecto único al rostro de Freddy.

    El segundo elemento es la terrorífica garra de acero que Freddy utiliza en la mano derecha. Este prop se diseñó para que realmente pareciera algo que un asesino serial fabricaría en su cochera y se convirtió en el símbolo del personaje desde el poster de la película.

    La producción fabricó tres garras diferentes: una de plástico para las escenas de acción, una de metal sin filo para las tomas abiertas y una más, de acero afilado, para los primeros planos. Sin embargo, como lo relata Langenkamp, con frecuencia se les olvidaba hacer los cambios y justo al terminar de filmar una escena se daban cuenta que todo el tiempo Englund trajo puesta la garra afilada.[2]

    La película se convirtió rápidamente en un éxito que ganó 25MDD con un presupuesto de 1.8MDD y en todo un referente de la cultura popular. Generó cinco secuelas, un spin-off, un crossover con la saga de Viernes 13 y un remake, aunque ninguna de estas películas alcanzó la calidad de la primera; dos videojuegos, uno para arcadia bastante decente y otro para NES, muy malo, además de que Freddy apareció como personaje desbloqueable en Mortal Kombat 11; cinco series de cómics; toda una serie de novelas y una serie de televisión de 3 temporadas, además de toneladas y toneladas de merchandising, incluyendo el infame muñeco parlante producido por Matchbox que tuvo que ser retirado del mercado.

    Así, la primera entrega de la que se cnvertiría en una prolífica franquicia no sólo salvó a New Line Cinema de la quiebra, sino que la ayudó a consolidarse como una de las productoras/distribuidoras independientes más importantes de finales del siglo XX.

    Pesadilla… vino a revitalizar ‒para bien o para mal‒ el subgénero slasher, que ya desde inicios de la década de los 80 comenzaba a dar muestras de agotamiento y, en opinión de muchos críticos, fue la última película de la Era Dorada del Slasher.

Magistralmente dirigida por el regular del género Wes Craven, [Pesadilla en la calle del Infierno] fue una bocanada de aire fresco para el subgénero. Surreal y genuinamente desconcertante, usa el planteamiento básico del teen slasher y lo lleva en nuevas direcciones. Craven entiende la forma en la que los sueños y las pesadillas funcionan ‒la lógica difusa de no cuestionar cómo un paso a través de una puerta puede llevarte a un lugar al que no deberías ir.[3]

PARA LA TRIVIA: La primera vez que Robert Englund se probó el guante de Freddy se hizo una profunda cortada en un dedo.

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[1] En DUNCAN, Paul y Jürgen Müller (Eds.) Cine de terror. Taschen, Köln, 2018. P. 553

[2]  Never Sleep Again: The Elm Street Legacy, Daniel Farrands y Andrew Kasch, 2010.

[3] KERSWELL, J.A., The Teenage Slasher Movie Book. 2a edición. Lifestyle Books, USA, 2010. P. 209.

LA MOSCA II. ¿Vale la pena verla?

LA MOSCA II

The Fly II

Chris Walas, 1989

En palabras de su director, David Cronenberg, La mosca (1986) fue su película más exitosa a nivel financiero. La cinta fue todo un hit y se convirtió rápidamente en una de las pelis más representativas de la década de 1980 y del subgénero del body horror en general. Por supuesto, la producción de una secuela era un paso lógico. Sin embargo, a pesar de que le interesaba dirigir la secuela, David Cronenberg no pudo regresar como director por razones que nunca han quedado claras. Algunos mencionan diferencias creativas con Mel Brooks, otros culpan a los compromisos laborales del canadiense.

    Sea como fuere, la tarea de dirigir el proyecto recayó en Chris Walas, artista de efectos especiales que se encargó de los puppets de la primera película. En entrevistas, el propio Walas admite que no sabía nada de dirección y que fue aprendiendo sobre la marcha, llamando por teléfono a amigos directores por las noches para pedirles consejos.

    Esta película cuenta la historia de Martin Brundle (el fallido Marty McFly, Eric Stoltz), hijo de Seth, quien busca la cura para su mutación genética mientras vive recluido en los laboratorios de la Corporación Bartok. La empresa, por supuesto, desea continuar con los experimentos de su padre… a cualquier costo.

    Al contrario de la primera parte, La mosca II recibió mayormente críticas negativas y ha sido prácticamente olvidada por el público… y no es difícil ver por qué. Esta película es increíblemente inferior a la primera, incluso se nota que se produjo con una fracción del presupuesto de la original ‒aunque este dato específico es altamente confidencial‒; pero no por eso está exenta de cierto encanto y de algunas de las escenas más asquerosas que recuerdo haber visto en pantalla.

     Por principio de cuentas, el guión es bastante disparejo y se nota que fue escrito y reescrito por varias personas. Dato curioso: dos de estas personas fueron los reconocidos Mick Garris y Frank Darabont. En general, los diálogos son malos y la historia está llena de inconsistencias. Por ejemplo, se supone que Martin crece a un ritmo acelerado y a sus cinco años aparenta 25, y es cuando se empieza a transformar… lo que no tiene sentido, porque la metamorfosis debió suceder cuando aparentara unos doce años, ¿no? Que es cuando se empiezan a desarrollar los caracteres sexuales secundarios. Del mismo modo, si Seth Brundle se fusionó con una mosca doméstica ¿por qué Martin es una mosca verde botella, que pertenece a una familia completamente distinta? Y si Martin buscaba reemplazar sus cromosomas mutantes con cromosomas de otra persona, ¿no terminaría siendo una especie de mutante deforme de todos modos, algo así como un Habsburgo? O ¿Por qué Martinfly no le quita la ropa a Bartok (Lee Richardson) cuando lo lanza al interior del telepod? ¿Cómo pudo Beth (Daphne Zuniga) reproducir el video de seguridad, grabado en un cassette de 3/4”, en una videocasetera casera? Y así, otro montón de divertidos sinsentidos que ocurren a lo largo de la peli.

    Ah, sí, y el desarrollo de la relación entre Beth y Martin es increíblemente largo. Digo, no me molesta ver a Daphne Zuniga, quien siempre me ha parecido muy guapa; pero todo el asunto es redundante y el montaje con música es más camp de lo que uno esperaría ver en una película de horror. En general, se siente que todo ese arco está ahí sólo para llenar tiempo. Y ni qué decir de la escena de sexo poco inspirada y que está editada de forma que sea fácil cortarla cuando pasen la película por televisión.

    Por supuesto, una buena actuación puede levantar un guión malo; por desgracia, en esta cinta no la hay. Creo que la única escena bien actuada en toda la película es la de la muerte del perro mutante; pero, por lo demás, los intérpretes se notan acartonados y grandilocuentes, como si estuvieran atrapados en alguna soap opera matutina.

    Continuando con la idea que planteé al principio, los tremendos fallos de esta cinta en el campo de la dirección de actores se compensan con los efectos de maquillaje y las criaturas. Si bien no están tan logrados como en la primera parte, sus diseños son verdaderamente retorcidos. Quizá el perro mutante no se ve tan bien ‒vamos, que se nota que es un mono en una plataforma con rueditas‒; pero los demás mutantes y monstruos son geniales ¿Recuerdan el despojo teratomorfo en el que termina convertido Bartok en ese final cargado de justicia poética barata? ¿Y la escena del guardia de seguridad al que le derriten la cara con ácido? ¡Es un clásico instantáneo!

    Mención aparte merece la forma final de Marinfly. Si, es cierto que mientras está en su etapa de pupa lo cubrieron con lo que claramente son de esas telarañas falsas que venden en el supermercardo para Halloween; pero incluso la crisálida se ve chida. El monstruo final me encanta… ¡es tan estúpido! El diseño no tiene ningún sentido y en varias escenas se ve que es un actor en un traje; pero aun así se trata de un personaje que causa un gran impacto en pantalla y es difícil de olvidar. Además, es bueno con los perritos.

    Para bien o para mal, se nota mucho que esta película fue dirigida por un artista de efectos especiales. Es una de esas secuelas que no entendieron para nada el subtexto de la primera parte; el tono es completamente cheesy y de película de Serie B. Los monstruos y el gore tardan un poco en llegar; pero si uno le tiene paciencia a la película, se verá recompensado. Termina siendo más un show de fenómenos que otra cosa, pero es un gran show de fenómenos; además, los stunts son buenos.

    Con todo y sus fallos, la verdad es que le tengo un gran cariño a esta película, que vi por primera vez cuando tenía nueve o diez años y creo que es una gran elección para un viernes de película con pizza, cervezas y buenos amigos.

PARA LA TRIVIA: el vestíbulo de la compañía Bartok fue filmado en la Universidad Simon Fraser, ubicada en Burnaby, Vancouver, Canadá. Esta escuela también ha servido de locación para películas como Inframundo: el despertar (Mårlind y Stein, 2012) y El sexto día (Spottiswoode, 2000), y series de TV como Los expedientes X  (1993-2018) y Stargate SG-1 (1997-2007).

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AMITYVILLE II: LA POSESIÓN. La secuela que es precuela pero que sabe a spin-off.

AMITYVILLE II: LA POSESIÓN

Amityville II: The Possession

Damiano Damiani, 1982

Antes de que estuviera de moda hacer “precuelas” de las películas, la segunda parte en la saga de Amityville presentó una historia que antecedía a la primera. La película inició su filmación en locación en la icónica casa de Toms River, New Jersey, que se usara para la primera parte. Después de dos semanas, la producción se trasladó a la Ciudad de México para continuar la filmación en los Estudios Churubusco Azteca durante ocho semanas más. La película, junto con su no-secuela, Amityville 3D (Fleischer, 1983), fueron co-producidas entre Estados Unidos y México.

    Aunque en general es considerada inferior a la primera parte, Amityville II se defiende bastante bien y, aunque sí tiene muchos fallos, también tiene méritos propios. Lo que más sobresale, y seguramente fue una de las razones que le ganaron el rechazo de los fans y la crítica en su momento, es su marcada intención de distanciarse de lo planteado en la primera parte.

    De hecho, esta película se promocionó como una precuela, a pesar de que el título Amityville II claramente sugería que se trataba de una segunda parte. Empero, gracias al poco cuidado de la producción para recrear la época en la que se supone que sucede la historia, aunado a serios errores de continuidad con la primera parte, no queda claro si esta historia sucede antes o después de la primera cinta. Finalmente, los fans han decidido que se trata de una entrada independiente que sucede en el universo de Amityville.

    En Amityville II se cuenta la historia de la familia que habitó la mansión maldita de Amityville antes de los Lutz, los Montelli. A diferencia de los Lutz, esta familia italoamericana es disfuncional por donde se le vea y la verdad es que ya estaba destrozada desde antes de comprar la casa. Un padre golpeador (Burt Young), una madre sumisa (Rutanya Alda), un hijo rebelde (Jack Magner), una hija inocente (Diane Franklin) y un par de niños sin demasiada personalidad completan el cuadro. La narración se centrará en Sonny y cómo el demonio que habita los cimientos de la mansión lo posee y lo lleva de ser un muchacho sensible y rebelde a un monstruo asesino e incestuoso.

    De hecho, la parte del incesto ha sido siempre una de las más controvertidas de la película. Por principio de cuentas, se rumora que Roland y Dawn DeFeo, los hermanos reales que inspiraron la historia, de hecho, tenían una relación incestuosa. En el guión original, la escena era mucho más explícita; pero fue removida de la película luego de la reacción sumamente negativa que produjo en las proyecciones de prueba.

    Irónicamente, Diane Franklin, la actriz que interpretó a la joven Patricia Montelli, no tuvo ningún reparo en filmar la escena por su escandaloso contenido. De hecho, tampoco tuvo ningún problema con hacer la escena topless; según lo declaró la actriz en una entrevista, la filmación sí se volvió incómoda durante esa escena, pero sólo porque los ejecutivos en el set quisieron presionarla para filmar un desnudo completo en vez del topless que habían acordado en un principio.

    En realidad, fueron muchas las escenas que terminaron fuera del corte final de la película. El corte del director, planeado por Damiani para realmente aterrar y causar repulsión en el público, incluía mucha más sangre, tripas, desnudos, una escena de Anthony sodomizando a Delores, un epílogo del padre Adamsky encontrándose con las almas condenadas atrapadas en la mansión y la versión completa de la ya mencionada escena del incesto. Por desgracia, la película resultó ser demasiado repulsiva para los públicos de prueba, por lo que muchas escenas fueron retiradas de la película, a pesar de haber aparecido en material publicitario como posters y trailers. A la fecha, ninguna de estas escenas ha sido exhibida al público.  

    Un juego muy interesante de esta película es que no es lo que uno espera. Finalmente, fue también una apuesta arriesgada que se perdió, pero como experimento funciona. Me refiero a que, si bien la primera parte es una historia gótica con elementos de terror y suspenso mucho más sutiles, la segunda parte es un festín de horror lleno de sangre y efectos especiales.

    Aunque cabría suponer que el asesinato de la familia Montelli es el clímax de la historia, apenas constituye el final del segundo acto (y queda un poco desangelado a mi gusto), tratándose el tercero de la lucha del padre Adamsky (James Olson) por exorcizar al demonio dentro de Sonny. Y creo que aquí es donde la película acaba de perder. Este tercer acto, sinceramente, me produce muchos sentimientos encontrados.

    Me explico: Toda esta última parte de la película se trata, tal cual, del enfrentamiento entre Adamsky y el demonio que posee a Sonny, lo que a la postre termina siendo una copia descarada de El exorcista (Friedkin, 1973) ‒incluso hay diálogos y encuadres que se parecen‒. Ahora, donde esta película sobresale, incluso comparándola contra la de Friedkin, es en el departamento de maquillaje.

    La escena climática en la que el demonio literalmente sale del cuerpo del adolescente es impresionante y se ha convertido en un ícono del cine de horror de los ochenta. Será difícil olvidarla para cualquiera que la haya visto. Asimismo, la escena del epílogo con el padre Adamsky usa uno de los mejores efectos de maquillaje que he visto en mi vida ¡Ésos eran efectos y no las chingaderas de ahora!

    Amityville II: la posesión no es una buena película ni le llega a la primera; pero también me parece injusto compararlas. Esta secuela/precuela/nada relacionado es en realidad muy diferente y hace un trabajo bastante decente en ser una película de terror entretenida con escenas memorables y un tono inquietante que uno no puede acabar de precisar. Además, las actuaciones no están nada mal. Quizá su gran fallo fue el tratar de conciliar dos tramas tan diferentes en una sola película. La historia se vuelve confusa y algo difícil de seguir.

PARA LA TRIVIA: George Lutz quería que esta secuela se basara en la secuela original de la novela, El horror de Amityville parte II, de John G. Jones; empero, el productor Dino De Laurentiis decidió basar la película en el libro Asesinato en Amityville, de Hans Holzer, que es una ficcionalización del caso real de los asesinatos de la mansión. La familia Montelli está levemente basada en la familia DeFeo de la vida real.

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MASACRE EN LA FIESTA. ¿Un slasher feminista?

MASACRE EN LA FIESTA

The Slumber Party Massacre

Amy Holden Jones, 1982

El género de terror es, probablemente, el más subestimado del cine. Visto con deferencia por los productores, con desprecio por la crítica y con espanto por los padres de familia, se trata de un género que es subversivo desde sus orígenes. De entre todos sus subgéneros, uno de los más polémicos es el slasher: aquellas películas en las que un asesino misterioso, generalmente enmascarado, da cuenta brutalmente de un grupo de víctimas.

    Del mismo modo, el slasher es un subgénero con el que los psicoanalistas han hecho sus delicias y sobre el cual pesan no pocas acusaciones –fundadas o no, eso sigue siendo tema de debate– de misoginia. Empero, una de las grandes ventajas de ser una forma de entretenimiento fuera del discurso hegemónico es que se pueden incluir subtextos verdaderamente incendiarios en las obras. Algunas películas, incluso en épocas tan tempranas en el desarrollo del tan codificado subgénero slasher como principios de los 80, se han puesto a jugar con las reglas del mismo, dando lugar a películas que resultan subversivas incluso contra el subgénero mismo. Masacre en la fiesta es un ejemplo de ello.

    El argumento no podría ser más genérico: un grupo de chicas de bachillerato en un pueblito californiano están preparando una pijamada de fin de semana en la casa de una de ellas mientras sus padres se encuentran de viaje. Por supuesto, los chicos no están invitados, ni tampoco la chica nerd e impopular. Con lo que las muchachas no cuentan es con que un asesino maniático, recién escapado del hospital psiquiátrico, anda suelto por la ciudad esgrimiendo un gigantesco taladro de construcción y está deseoso de asistir a su fiesta.

    Producida con un ínfimo presupuesto de apenas USD$250000 por New World Pictures, la compañía del legendario Rey de la Serie B, Roger Corman, esta película tuvo el éxito suficiente como para dar origen no sólo a una trilogía, sino a todo un sub-subgénero.

    Por supuesto, lo primero que llama la atención de esta cinta es que es uno de los primeros y únicos slashers creado exclusivamente por mujeres.

    La directora, Amy Holden Jones, inició su carrera en la industria cinematográfica como editora. Originalmente, estaba apalabrada con Steven Spielberg para colaborar en la edición y montaje de E.T. el extraterrestre. Sin embargo, dicho proyecto se retrasó indefinidamente porque Poltergeist: juegos diabólicos (Hooper, 1982), producida por Spielberg, se salió de presupuesto y de programa. Ante la falta de claridad con E.T, Jones decidió abandonar el proyecto y acudió a Roger Corman, pidiéndole la oportunidad de dirigir. El Rey de la Serie B le dijo a Jones que su trabajo como editora y directora de documentales era bueno; pero que necesitaba verla dirigir un largometraje de ficción. Jones quedó intrigada con un guión titulado Sleepless Nights, que encontró en el archivo de guiones desechados de New World Pictures, lo rescató, reescribió algunas de las escenas y decidió filmarlo.

    Dicho guión era obra de Rita Mae Brown. Al momento de escribir el guión, la Dra. Brown ya era reconocida como una prolífica escritora de novelas de misterio, además de una comprometida activista feminista, por los derechos de la comunidad LGBTQ+ y los derechos de los animales. Brown siempre sostuvo que esta película fue escrita como una sátira del subgénero slasher.

    La película ha sido motivo de controversia desde su estreno. Muchos críticos señalan la contradicción entre manejar un discurso feminista en el filme y aun así mostrar sendas escenas de explotación y desnudos gratuitos. De hecho, en su momento, Masacre en la fiesta fue una de las películas de terror con mayor número de escenas de desnudos…vamos, la primera toma de este tipo llega antes de que la película lleve cinco minutos.

    Jones señala que filmó estas escenas casi obligada por Corman y hay un elemento que me parece que es la clave para inferir su verdadera intención: en la secuencia de las regaderas, las muchachas realmente se están bañando; al contrario de la mayoría de escenas de este tipo, en las que las actrices sólo acarician sus cuerpos sin realizar ninguna tarea evidente. “Sea explotación como tal, un filme slasher genérico o una aproximación satírica al subgénero, la mayoría de las feministas claramente no entendieron el chiste”[1], dice el escritor y cineperiodista especializado en cine de género J. A. Kerswell (129).

    Al mismo respecto, pero en sentido opuesto, el guionista, productor y crítico cinematográfico Adam Rockoff (2002) opina[2]:

“… como sea, aquéllos que esperaban alguna empoderadora declaración feminista, una crítica mordaz a la evidente misoginia endémica en las cintas salsher[3], quedaron dolorosamente decepcionados. Mientras Jones y Brown insistieron en que Masacre en la fiesta era una parodia, y a pesar del hecho de que en la escena clímax del filme el asesino es castrado simbólicamente cuando la punta de su arma fálica es cortada, a veces un taladro eléctrico es sólo un taladro eléctrico, aún si es usado para hacer brochetas en una casa llena de bellezas adolescentes medio desnudas. Masacre en la fiesta no era diferente de cualquier salsher film[4]que proporcionara un poco de tetas y traseros softcore[5] junto con una serie de asesinatos inverosímiles. El hecho de que alcahueteé a su público objetivo al fingir ser algún tipo de llamado colectivo intelectual a la sororidad femenina lo hace aún más reprochable”. (138-139)

    Rockoff quizá está siendo demasiado severo en su crítica y, definitivamente, creo que peca de polarizador. Si bien es cierto que el discurso de Brown y Jones cae en contradicciones con el producto final visto en pantalla, también es cierto que éste no se diluye. Creo que el guionista y crítico está pasando por alto los muchos aciertos de la cinta y que sí se ven claramente en pantalla. No, Masacre en la fiesta no es un manifiesto feminista intelectual y panfletario porque no necesita serlo. A final de cuentas, es una película de serie B cuyo objetivo es el entretenimiento y si, en medio de ese entretenimiento, encuentra la oportunidad de insertar un discurso político bastante oportuno, bien por ella.

    A este tipo de críticas, Jones contesta:

“Eso fue lo que Roger Corman, el productor, pidió y así es como se hace, le das al estudio lo que quiere. Nadie se queja de que Scorsese, Jonathan Demme y Ron Howard hicieron películas de explotación, pero cuando una mujer lo intenta la llaman hipócrita y vendida. Eso es mierda”.[6]

    El mensaje de la película es claro: los hombres son idiotas. Durante toda la cinta, los personajes masculinos son golpeados, empujados, tirados, maltratados, humillados y, ultimadamente asesinados. Kerswell (128) refiere que: “… Al respecto de la violencia, Jones la acumula contra los personajes masculinos y, de alrededor de nueve cuerpos, seis son hombres; ‘… Quizá estaba desquitándome de todos los molestos chicos adolescentes que conocí’ dice [Jones]”. También es muy evidente que los chicos en esta película se comportan de manera inmadura y con más lascivia que inteligencia.

    Por el contrario, los personajes femeninos son por demás interesantes. De hecho, me llamó mucho la atención que, a pesar de tratarse de un slasher, el guión sí se esfuerza por tratar de desarrollar estos personajes. Del mismo modo, las muchachas en esta película no son víctimas pasivas que se quedan paradas esperando estúpidamente la hora de su muerte; sino personajes activos que piensan, planean, contraatacan e incluso se toman un momento para hacer una escena completa en la que discuten sobre masturbación femenina.

    De hecho, es el único slasher donde recuerdo que un personaje –femenino, por supuesto– dice la típica frase “I’ll go check” (“Iré a revisar”) y otro personaje se ofrece a acompañarla. Lo cual nos lleva a otro tema constante en esta película: las muchachas van juntas a todos lados. Cuando las mujeres permanecen juntas son prácticamente invencibles, mientras que, cuando se separan, resultan muertas.

    Otro elemento sobresaliente en esta cinta es el asesino. A diferencia de los homicidas con estilizadas máscaras de otros slashers, el psicópata de Masacre en la fiesta es cualquier Juan Pérez ataviado con una chamarra de mezclilla y una playera. No hay misterio. Desde el principio el público sabe exactamente quién es el asesino, lo cual es en cierto modo realista. También me gusta que, en aras de cierto realismo, pero más de la sátira, nadie nota el rastro de cadáveres del lunático; aun cuando éstos se acumulan a plena luz del día. Finalmente, la toma en la que vemos la silueta del largo taladro justo en la entrepierna del homicida lo dice todo.

    Asimismo, creo que éste es el único slasher que he visto en el que se muestra cómo el homicida arrastra, carga y acomoda los cuerpos de sus víctimas. La confrontación final, en la que el asesino es simbólicamente castrado y literalmente mutilado ‒y estoy seguro de que el hecho de que le corten la mano también es un simbolismo sobre la masturbación o algo así‒ y su subsecuente muerte resultan verdaderamente satisfactorias.

    En el apartado técnico, me parece que los mayores aciertos de la cinta están en la fotografía, que es bastante buena, y la narrativa visual es creativa y eficiente. Del mismo modo, la edición y el montaje de la cinta son brillantes.

    Por otro lado, las actuaciones son tan malas como cabría esperar de una cinta de terror de bajo presupuesto de los 80. Y, por supuesto, el casi cliché de los actores treintones que interpretan a chavos de prepa está presente. Algunos de los hombres que aparecen en la película deberían estarse preocupando más por su próstata que por un asesino maniático.

    La cinta no está exenta de algunos buenos sustos, aunque en realidad, las escenas de mutilación y asesinatos están en un tono mucho más satírico. Por ejemplo, el cadáver dentro del refrigerador que nadie parece notar o el repartidor de pizzas al que le sacan los ojos –que quienes sigan la corriente freudiana dirán que es otro símbolo de castración–. Por cierto, cuando el cadáver del repartidor está tirado en el piso, hay un par de tomas en las que se ve que el actor pestañea debajo del maquillaje.

    En conclusión, Masacre en la fiesta es un slasher un tanto olvidado que, más de una década antes del Scream (1995) de Wes Craven, se atrevió a burlarse de las convenciones del género y deconstruirlas. Quizá por la forma en la que fue producido, este discurso con perspectiva de género quedó un poco relegado; pero es, sin duda, una película entretenida y divertida y sí, quizá no está a la altura de los clásicos del slasher, pero se disfruta de principio a fin. Obviamente, recomiendo por completo esta película para una pijamada… ¿las adolescentes aún hacen eso?… ¿Las adolescentes de verdad alguna vez lo hicieron?

PARA LA TRIVIA: Durante la proyección prueba en un cine en Hollywood Boulevard, la directora, Amy Holden Jones, se encontraba entre el público y quedó asombrada por sus reacciones. Desde el inicio de la cinta, la gente gritaba, se reía, aplaudía, hacía sonidos de taladro y le gritaba a los personajes en la pantalla. Jones salió de la sala y se encontró con Roger Corman, quien estaba escuchando todo desde el lobby. Ella, preocupada, le preguntó: “Dios mío, Roger, ¿qué hemos hecho?” A lo que él contestó: “Hemos tenido el mejor preestreno en la historia de New World”.

BIBLIOGRAFÍA:

Kerswell, J.A. (2018), The Teenage Slasher Movie Book. Fox Chapel Publishing, Pennsylvania.

Rockoff, Adam (2002), Going To Pieces: The Rise and Fall of the Slasher Film, 1978-1986. McFarland & Company, Inc. Publishers, USA.

FUENTES EN LÍNEA

http://www.imdb.com


[1] La traducción es mía.

[2] Idem.

[3] Las cursivas son mías.

[4] Idem.

[5] Idem.

[6] Recuperado de https://www.imdb.com/title/tt0084695/trivia/?ref_=tt_trv_trv. La traducción es mía.

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VIERNES 13 PARTE VIII: JASON INVADE MANHATTAN. No se preocupen, es sólo el nombre.

VIERNES 13 PARTE VIII: JASON INVADE MANHATTAN

Friday the 13th Part VIII: Jason Takes Manhattan

Rob Hedden, 1989

Llegados a este punto, ¿qué más podemos decir de las películas de la saga Viernes 13? Son malas; pero, por supuesto, eran muy redituables, por eso hicieron esta octava entrada. A pesar del cambio de locación prometido en el título y un poco arriesgado intento de cambio en la dinámica, la película no ofrece nada nuevo y ya ni siquiera es tan entretenida. En un sentido estricto, ésta es la última cinta de la saga original y la última realizada por Paramount Pictures antes de que los pobres resultados en taquilla de esta entrega los llevara a vender los derechos del personaje a New Line Cinema.

    En esta entrada de la gastada fórmula, un grupo de graduados del bachillerato renta un crucero –que es más bien un barco de carga adaptado– para realizar un viaje de Crystal Lake a Nueva York –lo cual es geográficamente imposible–. Por supuesto, no se tratará de un viaje de placer, pues además de que Charles McCulloch (Peter Mark Richman), el cuadrado director de la escuela, se la pasará jodiéndolos durante todo el camino, Jason Voorhees (el favorito de los fans, Kane Hodder) ha resucitado y aborda el barco en calidad de polizón para seguir con su pasatiempo favorito.

    Lo primero que salta a la vista, claro, es que estos chavos se han de haber graduado de la prepa como a los 25. De hecho, es muy chistoso que Tiffany Paulsen, quien interpreta a la porrista rubia y super bitch parece que se ve cada vez mayor en cada escena en la que sale. Jensen Daggett, quien interpreta a la protagonista, Rennie, hay que decirlo sí tenía 19 años al momento de la filmación.

    Como las cintas anteriores, ésta inicia con una recapitulación de las siete entradas anteriores, por si alguna de ellas estaba rentada en tu videoclub de confianza y porque la trama ha de ser bien pinche compleja, seguramente. Luego pasa a una de las escenas de sexo más tibias y autocensuradas de toda la franquicia –que es la más explícita de esta peli– y a la hilarante resurrección de Jason. El ancla de un yate en Crysal Lake troza un cable submarino de alta tensión y la corriente eléctrica devuelve la vida al malvado Voorhees.

    Y ésa es una de las escenas más coherentes de toda la película. Digo, tiene más sentido que Julius (Vincent Craig Dupree) tratando de matar a Jason con golpes de box en una azotea… y que Jason aplique la de Homero Simpson: deja que lo golpee hasta cansarse para después volarle la cabeza de un manotazo. Y, sin duda, tiene más sentido que toda la secuencia de la persecución a bordo de la patrulla, en la que Jason ¿se teletransporta? Porque parece que lo hace, pero nunca queda claro. También me intriga por qué tienen que hacer tarea en su viaje de graduación y por qué McCulloch los está fastidiando todo el maldito tiempo; pero, sobre todo, ¿cómo lograron meter un barco tan grande en Crystal Lake y cómo le hace éste para llegar a Nueva York?

    Otro misterio que se maneja en la cinta es el trauma que tiene Rennie con el agua y sus visiones de Jason niño (Tim Mirkovich) ahogándose; aunque quizá la cinta mantiene este misterio por demasiado tiempo para su propio bien. Para cuando se explica su causa y que McCulloch es aún más imbécil de lo que parecía, francamente ya a nadie le importa. Porque, dicho sea de paso, para ser una Final Girl, Rennie es bastante poco carismática. Tampoco queda muy claro qué relación hay exactamente entre Rennie y Sean (Scott Reeves). Quiero decir, sabemos que son novios… creo; pero nunca se portan realmente como tales.

    Es un hecho que nadie ve estas películas por las actuaciones y esto creo que ya lo he mencionado en todas las críticas de las siete películas anteriores, así que no veo el caso en volver sobre el punto.

    Aun cuando las actuaciones no fueran tan malas, el guión no le da mucho con qué trabajar a los actores. Los personajes si acaso están esbozados –¿para qué escribimos personajes si tenemos clichés?– y son poco interesantes. De hecho, son tan anodinos que hay una escena en la que aparece mágicamente un grupo de estudiantes que jamás antes habían aparecido en la cinta… sólo para desaparecer en la siguiente escena. Después inferimos que murieron todos ahogados… no es que importe, claro.

    Lo que nos lleva a uno de los puntos más decepcionantes de la cinta: es increíblemente tibia en todo. Las escenas de sexo son demasiado tímidas y, lo peor, los asesinatos son de lo más chafa. Hay pocas muertes explícitas en la película y las que sí se muestran son poco impactantes. Es una de esas películas en las que la gente no tiene sangre. Quizá la escena de muerte más interesante es la chica asesinada a guitarrazos, cuya muerte vemos desde su punto de vista. Me parece que el peor ofensor es la escena en la que Jason degüella al almirante Robertson (Warren Munson): es evidente que el efecto especial del maquillaje no funcionó en cámara –la sangre no brota de la herida cuando debería– y la solución fue ralentizar la toma en la edición. Se ve terrible.

    A este respecto, puedo decir que el maquillaje también es bastante deficiente. Kane Hodder es el intérprete de Jason favorito de los fans y su actuación en esta cinta es bastante decente; sin embargo, el maquillaje prostético que lo convierte en Voorhees se ve por demás barato. Si uno pone atención, se nota perfectamente dónde terminan los prostéticos en sus antebrazos y en una de las tomas finales, cuando Jason está tratando de subir por la escalera de la alcantarilla con la cara derretida por residuos tóxicos y le hacen un primer plano, se nota que más que prostéticos trae una máscara completa como de Halloween… y una mala, por cierto.

    De hecho, toda la película se ve bastante barata. Originalmente, el director y guionista Rob Hedden había escrito escenas que sucedían en el Madison Square Garden, el Puente de Brooklyn y el Edificio Empire State; pero, pues filmar en Nueva York es muy caro, por lo que los productores lo obligaron a reescribir la película para que la mayor parte de la historia transcurriera en el barco. Me dio mucha risa la escena en la que están en el Metro y se nota inmediatamente que no es el Metro de Nueva York. Por cierto, la mayoría de las escenas en callejones y azoteas fueron filmadas en Vancouver. Ah, pero eso sí, hay un par de tomas de stock en la Gran Manzana y la secuencia en Times Square… como para que no fuera uno a decir que no se fueron a NY a filmar.

    Por cierto, Hodder comentó alguna vez que la secuencia en Times Square fue una de las que más disfrutó filmar. La gente se apiñaba en las calles aledañas a la icónica locación en el centro de Manhattan para poder ver la filmación. Hodder nunca se quitó la máscara durante la filmación de estas escenas para no arruinar la ilusión e incluso, en los descansos entre tomas, continuaba en personaje y veía a los mirones fijamente de manera amenazadora. También se cuenta que, durante la filmación de las escenas de muertes, luego de que el director gritara “corte”, a Hodder le gustaba hacer bailecitos y payasadas para hacer reír a sus compañeros.

    SPOILER Aunque dudo que se hayan reído tanto como yo con el final, cuando Jason, cual si de Pinocho se tratase, ¡se convierte en un niño de verdad! En el guión original, el cuerpo de Jason era disuelto completamente por el ácido y su alma era liberada. TERMINA SPOILER Sin embargo, los productores decidieron cambiarlo para poder resucitar a Jason en una posible secuela.   

    Viernes 13 parte VIII: Jason invade Manhattan es, junto con Freddy vs Jason (Yu, 2003), la película más larga de toda la franquicia. También fue la cinta que menos dinero recaudó en taquilla. Hay algunas escenas divertidas en esta película; pero la verdad es que no es tan disfrutable y se vuelve aburrida por momentos. De hecho, la cinta fue tan decepcionante que Hedden se ha disculpado varias veces con los fans por ella y, a la larga, terminó desconociéndola. Lo que se sabe, por las entrevistas y audiocomentarios de la película, es que el reparto se la pasó genial durante la filmación e incluso se reunieron para ver un maratón de las siete películas anteriores la noche justo antes de iniciar la filmación… ¡Qué bueno que al menos ellos se divirtieron con esta madre!

PARA LA TRIVIA: Los actores también notaron el hueco en el guión en el que sería imposible que el barco, apropiadamente llamado “Lazarus”, llegara de Crystal Lake al Océano Atlántico. Ninguno de ellos mencionó nada al director porque estaban muy emocionados por aparecer en una película de la saga y decidieron pasarlo por alto.

Viernes 13

Viernes 13 parte II

Viernes 13 parte III

Viernes 13: el capítulo final

Viernes 13 parte V: un nuevo comienzo

Viernes 13 parte VI: Jason vive

Viernes 13 parte VII: sangre nueva

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BLADE RUNNER. El Gilgamesh posmoderno cumple 40 años.

BLADE RUNNER

Ridley Scott, 1982

Existen cinco versiones oficiales de esta película (bueno, siete; pero dos de ellas son simplemente remasterizaciones de otras versiones ya existentes): El corte original para cines de EE.UU. (1982), el corte internacional para cines (1982), la controvertida Edición del Director (1992), La edición Definitiva (2007, que por cierto, es mi favorita, aunque es básicamente una remasterización de la Edición del Director) y el recién difundido “Work print” (la edición que se mostró en las proyecciones de prueba anteriores al estreno de la peli). Básicamente, las diferencias sustanciales se observan entre la edición original y la Edición del Director. Muchos críticos afirman, y la verdad es que concuerdo con ellos, que son dos películas completamente distintas.

    Este artículo se refiere principalmente a la versión original, pero haré un par de comparaciones al final con la Edición del Director. En general se advierte que el primer corte de la película era más “comercial”, en el sentido de que era más complaciente y más accesible al público.

Quizá ésta sea la película más personal de Scott (bueno, el mismo autor lo reconoce así) y, aunque se echaría un tête-a-tête con Alien: El octavo pasajero (1979) como la obra más representativa del cieneasta británico, creo que Blade Runner lleva un sello autoral más claro. Vamos, finalmente muchos de los elementos que Scott exploró en Alien fueron madurando y consolidándose para crear Blade Runner.

    Aunque está basada en la novela corta ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? del maestro de la ciencia ficción Phillip K. Dick, la verdad es que la cinta simplemente toma la anécdota literaria como pretexto para desarrollar una película mucho más profunda e interesante ‒de hecho, según se sabe, Ridley Scott jamás leyó la novela­‒ que combina la estética y lo preceptos del cyberpunk con la narrativa y la estética del Film Noir ‒algunas tomas usan claroscuros que se ven directamente sacados el expresionismo alemán‒ para crear una obra que trasciende su fuente original y a su director para convertirse en uno de los pilares de la ciencia ficción.

    En el año 2019, la Corporación Tyrell ha perfeccionado la creación de replicantes, seres humanos (o animales, pues tanto en la peli como en el texto original de Dick los animales están prácticamente extintos) artificiales construidos con las más avanzadas técnicas de manipulación genética y biónica (digamos que son una especie de cyborgs cultivados sobre diseño). La actual generación de replicantes, la NEXUS 6, es una copia perfecta de los seres humanos, pues incluso pueden sentir emociones y ser tan inteligentes como cualquier persona; por lo que no pasa mucho tiempo antes de que los replicantes se rebelen contra sus amos humanos.

    Para reducir riesgos, los replicantes NEXUS 6 han sido programados para tener un periodo de vida de sólo cuatro años y han sido obligados a permanecer en las estaciones espaciales. Sin embargo, un grupo de seis replicantes liderado por el maquiavélico Roy Batty (Rutger Hauer, excelente) se amotina en una mina de la Luna y logra llegar a la Tierra. La policía de Los Angeles encomienda al exdetective Rick Deckard (Harrison Ford en el pináculo de su carrera y en la que, quizá junto con El Imperio contraataca [Kershner, 1982], sea su mejor interpretación), miembro de la unidad especializada en la localización y eliminación de replicantes conocida como Blade Runners, para que encuentre a los insubordinados y los elimine antes de que sea demasiado tarde.

    El guión, aunque un tanto complicado, es maravilloso y, a pesar de que son asesinos y renegados, no cae en la tentación de tratar a los replicantes como villanos. Es más, una de las características más formidables de esta cinta es que uno no puede evitar sentir una fuerte empatía por los insurrectos. Si uno ve la cinta desde la perspectiva de Batty, ésta se convierte en una reinterpretación del mito de Gilgamesh ‒que para todo fin teórico se considera la epopeya primigenia‒: se trata del viaje de un hombre que busca a su creador para robarle el secreto de la inmortalidad.

    Finalmente, la única justificación que los humanos tienen para exterminar a los NEXUS 6 es que fueron ellos quienes los crearon.

    Incluso el mismo Deckard tiene conflictos en ciertas partes de la película, pues como él mismo lo dice: “Los replicantes no deben tener sentimientos. Tampoco los Blade Runners”. Por lo que, a final de cuentas, se da de frente con el conflicto de tener más en común con sus presas que con sus empleadores. Incluso parece tener una relación amorosa mucho más gratificante con una replicante de la que tuvo con su esposa. Finalmente, lo único que logra sacar a Deckard de su pasmo es Rachael (Sean Young quien, con su belleza clásica, le aporta un perpetuo aire de misterio al personaje) quien, a su vez, SPOILER no es más que una ilusión, un humano artificial. TERMINA SPOILER   

    La peli se toma el tiempo de tratar cuestiones filosóficas[1], particularmente a través de la historia del personaje de Rachael, la asistente ejecutiva del Dr. Eldon Tyrell (Joe Turkel, mejor conocido como ese cantinero siniestro de El resplandor [Kubrick, 1980]), quien es en realidad un replicante sin saberlo. Uno muy perfecto que descubre de pronto que todo lo que creyó que era su vida son en realidad recuerdos implantados de la memoria de la sobrina del Dr. Tyrell, lo que la lleva a preguntarse, y a nosotros con ella: ¿Qué es lo real? ¿Qué es la esencia? ¿Qué es lo que hace a cada persona lo que es? ¿Qué define al ser humano como tal?

    Si la personalidad no es más que un constructo basado en nuestros recuerdos; si lo que recordamos de nuestra vida es lo que nos define, ¿qué pasa si esos recuerdos son falsos, implantados en nuestra memoria de manera artificial? Otro relato de Dick trata esta misma cuestión: Podemos recordarlo por usted al por mayor (1966), mismo que, a su vez, fue la inspiración para otra gran película de ciencia ficción: Vengador del futuro (Verhoeven, 1990).

    Y esto nos lleva al cyberpunk que, aunque más reconocido como corriente estética, es todo un subgénero de la ciencia ficción cuya tesis es la deshumanización a través de la tecnología y las dialécticas que surgen de tal proceso. Es decir, la tecnología nos vuelve cada vez menos humanos; pero también la tecnología se vuelve cada vez más humana. Siguiendo con la serie de cuestionamientos que propuse arriba, Blade Runner atiende a la problemática sobre ¿qué es lo que nos hace humanos? Y ¿Acaso es algo que la tecnología no puede replicar? Y, por consecuencia ¿Cuánto tiempo tardará la tecnología en replicar nuestra esencia?

    Porque un punto fundamental de la tesis de la película es la desaparición de la línea que divide al creador de su creación. En cierto modo, Blade Runner es la historia de Roy Batty y no la de Deckard. Es a Batty a quien vemos transitar por su propio Viaje del Héroe, es Batty quien se convierte en el Gilgamesh posmoderno. Mientras que Deckard es frío, cínico y se le ve desencantado de la vida; Batty es apasionado, poético y capaz de sentir con la misma o incluso mayor intensidad que cualquier ser humano. Al final de la película, cuando Batty salva a Deckard y muere en su lugar, la creación trasciende al creador al superarlo moralmente.

    Esta cinta plantea Los Angeles en el año 2019 como una megalópolis con inmensos rascacielos, mismos que, influencia de la Metrópolis de Fritz Lang (1927) mediante, son más parecidos a templos del mundo antiguo. Finalmente, son los templos en los que la clase dominante y caucásica adora a sus dioses: el poder, el dinero y la tecnología. Además de, por supuesto, la publicidad gigantesca que tapiza los muros de la ciudad.

    Por otro lado, los niveles inferiores se caracterizan por el hacinamiento y una población multicultural en la que no sólo se mezclan razas, sino las tribus urbanas. Las calles, siempre lluviosas, son oscuras y están llenas de gente y humo… elementos que originalmente se usaron para disfrazar la pobre construcción de los sets montados en estacionamientos y que, a la postre, le dieron a la ciudad una personalidad única, convirtiéndola en un personaje más de la película. Se trata de un futuro en el que, curiosamente, no existen los teléfonos celulares y el nombre “Atari” era sinónimo de vanguardia tecnológica.     

    Los efectos especiales creados por Douglas Trumbull ‒cuyos créditos incluyen 2001: una odisea del espacio (Kubrick, 1968) y Viaje a las estrellas: la película (Wise, 1979)‒ son de primera. Tanto que uno pensaría que casi no hay tales en esta película; pero precisamente ése es el trabajo de los efectos especiales: pasar desapercibidos. Las espectaculares tomas  de la ciclópea ciudad sólo pudieron ser logradas con miniaturas, un excelente trabajo de pintura mate y trucos fotográficos.

    El soundtrack de esta película es algo especial. Compuesto por el músico griego Vangelis, se trata de una de las obras de música electrónica más vanguardistas de su época. En sí, la música se convierte en la atmósfera, en sonido ambiental y, ultimadamente, en el pulso y la voz de este futuro monstruoso en el que los hombres amenazan con convertirse en dioses.

    No sólo la estética, sino la propuesta de ciencia ficción de esta película permanece como un precedente del género cuya influencia se advierte, sobre todo, en el anime. Grandes clásicos del género que toman el planteamiento de Blade Runner son la serie Bubblegum Crisis (1987) y las películas Akira (Ohtomo, 1988) y Ghost In The Shell (Oshii, 1995), obras maestras del cyberpunk en sí mismas. Además de estas obras de animación, el genial tecnothriller Días extraños (Bigelow, 1995) le debe mucho de su trama y de su tono a la obra de Scott, así como también lo hace la orwelliana Brasil (Gilliam, 1985). Del mismo modo, la influencia estética de Blade Runner puede advertirse en películas como El quinto elemento (Besson, 1997), Ciudad en tinieblas (Proyas, 1998), Star Wars Episodio II: el ataque de los clones (Lucas, 2002), Batman inicia (Nolan, 2005) e incluso videojuegos como Perfect Dark (Rare, 2000) y Dex (Dreadlocks, 2014).

    En su momento, Blade Runner no fue un éxito con la crítica. Roger Ebert, en su programa de TV, dijo que le pareció predecible, llena de clichés y personajes poco interesantes, pero visualmente muy atractiva; mientras que su contraparte, Gene Siskel, en el mismo programa, la calificó de pérdida de tiempo y de tener una trama que no llevaba a ningún lado. El público tampoco fue muy amable con la cinta que fue un estrepitoso fracaso de taquilla, pues de su presupuesto de 28 millones de dólares apenas pudo recuperar poco más de 6 durante su fin de semana de estreno. De tal suerte, se convirtió en una cinta de culto al demostrar su valía en los años por venir.     

    Un clásico por méritos propios, me atrevo a decir que Blade Runner es una de las películas más influyentes en la historia del cine, pues se ha convertido en un referente de la cultura pop en muchos otros medios además del Séptimo Arte. Es también una de las más grande obras de la ciencia ficción jamás creadas. Se trata de una película de detectives, pero también de humanos deshumanizados y de replicantes vueltos humanos.

A PARTIR DE AQUÍ EL TEXTO TIENE SPOILERS

SOBRE LA EDICIÓN DEL DIRECTOR: Es impresionante cómo cambia esta película con un par de inserts.

    Cabe señalar que el primer Corte del Director se publicó en 1992 directamente en video, y la calidad de las escenas reinsertadas era bastante mala. Luego, esta versión se editó en DVD y por alguna razón, al menos en México, se volvió mucho más fácil conseguir ésta que la versión original. Fue hasta 2007 cuando Scott trabajó con los negativos originales y reinsertó escenas para después remasterizar todo el material en HD. Esta edición es la conocida como la Edición del 25 Aniversario.

    En el Corte del Director no hay narración en off de Deckard. Durante mucho tiempo se rumoreó que Ford había grabado esta narración en un tono deliberadamente soso para que no pudiera usarse. Finalmente, tras décadas de silencio (durante más de veinte años, Ford se negó a hablar de la película para evitar hacer comentarios sobre sus encarnizadas y frecuentes discusiones con el director), el actor aclaró que la razón de la mala calidad de esta narración fue simplemente que el texto era malo, pues fue escrito de último momento.

    Eso sí, la idea de la narración en off está perfectamente de acuerdo con el cine noir del que la película toma mucha de su influencia.

    En la edición original de 1982, los productores agregaron el “final feliz” en el que Rachael y Deckard escapan al campo. Este final, de hecho, fue armado con tomas no utilizadas del intro de El resplandor. En este final también se revela que Rachael es un replicante especial sin fecha de caducidad… ¡Sí, cómo no! ¿Creen que puedan ser más condescendientes?

    Finalmente, y ésta es una verdadera vuelta de tuerca en el discurso de la película, a lo largo de toda la trama se van soltando pequeñas pistas que, al final, dan a entender que el mismo Rick Deckard es un replicante. En la edición original esta posibilidad sólo se planteaba como una descortesía hacia el Blade Runner; pero la edición del director toma esta línea como columna vertebral. La clave más evidente para descifrar todo este enredo es la secuencia del sueño del unicornio… que también se insertó de manera más o menos chapucera gracias a tomas no utilizadas de otra película de Scott: Leyenda (1985) Ultimadamente, fue esta versión la que se tomó como base para la excelente secuela Blade Runner, 2049 (Villeneuve, 2017).

    De tal suerte, el discurso de la película cambia de “los replicantes son tan parecidos a los humanos que son capaces de amar y ser amados” a “los replicantes son tan parecidos a los seres humanos que tú mismo podrías ser uno y no darte cuenta”. Entonces, los cuestionamientos sobre qué es lo real, qué nos hace humanos y qué hay en ello que la tecnología no pueda replicar se vuelven aún más trascendentes, y la historia deja de estar centrada en un amor prohibido para volverse aún más universal.

    Así pues, al final de la Edición del Director Rachael y Deckard escapan, pero no hacia la libertad de la campiña; sino hacia el destino incierto que les espera tras haberse convertido en proscritos y hacia su propia mortalidad cercana.

PARA LA TRIVIA: El papel de la replicante Pris (Darryl Hannah) originalmente iba a ser interpretado por Deborah Harry, vocalista de la banda Blondie.

PARA LA TRIVIA GEEK: Haya sido como tributo o como falta de imaginación de la producción, hay dos referencias directas a Alien: el octavo pasajero en Blade Runner. Por principio de cuentas, la cocineta en el departamento de Deckard es, con algunas pequeñas modificaciones, la misma cocineta de la nave Nostromo que aparecía en una escena que se eliminó del corte original.     En segundo lugar, los mensajes en la pantalla del spinner (los autos voladores usados en la película) del personaje de Gaff (Edward James Olmos) cuando despega son las mismas pantallas de la Nostromo cuando se separa del compartimiento de carga.

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[1] El apellido de Rick Deckard suena muy parecido al del matemático y filósofo francés René Descartes, quien planteó que el acto mismo de cuestionar la propia existencia era una prueba de ésta en su axioma “Pienso; luego, existo”.

ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS. La película de culto que casi le cuesta la carrera a su director.

ESCUADRÓN ANTI-MONSTRUOS

Monster Squad

Fred Dekker, 1987

Fue en 1943 cuando un Larry Talbot (Lon Chaney Jr.) recién despertado del coma liberó a la Creatura de Frankenstein (Bela Lugosi) de un bloque de hielo y, al no tener nada mejor que hacer, ambos monstruos batallaron hasta un clímax catastrófico en Frankenstein contra el Hombre-Lobo (Neill, 1943). Desde entonces, pareció que el destino de los Monstruos clásicos era encontrarse, ya fuera como enemigos o como aliados, en cintas como La guarida de Frankenstein (Kenton, 1944) o La mansión de Drácula (Kenton, 1945), la cómica Abbott y Costello contra los fantasmas (Barton, 1948), la apócrifa Drácula vs Frankenstein (Adamson, 1941) o nuestras queridas bastardizaciones nacionales El castillo de los monstruos (Soler, 1958) ‒siendo honesto, ésa sí me gusta mucho‒, Santo el enmascarado de plata y Blue Demon contra los monstruos  (Martìnez Solares, 1970) o Capulina contra los monstruos (Morayta, 1974).

    En 1987, el director de la genial película tributo a las cintas de Serie B El terror llama a su puerta (1986), Fred Dekker, decidió realizar un ambicioso guión que había escrito años atrás; pero para el que no había conseguido financiamiento. Tras la popularidad de El terror llama a su puerta, Dekker pudo más fácilmente conseguir quien produjera su película: una cinta familiar en la que un grupo de preadolescentes se enfrenta a los Monstruos clásicos. Lo que Dekker no pudo conseguir fueron los derechos para utilizar los diseños de los Monstruos que Jack Pierce creara para Universal Pictures cinco décadas atrás.

    En el que probablemente sea uno de los prólogos más costosos en la historia del cine ‒y si se hubiese filmado como estaba en el guión habría costado más que toda la película‒, la película cuenta cómo el Dr. Abraham Van Helsing (Jack Willim), un siglo atrás, intentó usar un amuleto mágico para enviar a su enemigo Drácula (Duncan Regehr) y su séquito de monstruos al Limbo. Por desgracia, Van Helsing fracasó y sus discípulos emigraron a los EE.UU. para esconder el amuleto. En la época actual, Drácula y sus esbirros viajan al pueblo de Baton Rouge, Louisiana, para destruir el amuleto. Pero no contaban con Sean Crenshaw (Andre Gower), quien posee el diario de Van Helsing, su hermanita Phoebe (Ashley Bank) y sus amigos amantes de las películas clásicas de Monstruos, quienes saben justo cómo detener a los invasores.

    Pues no, el argumento no es lo que podría decirse sobresaliente. El guión está bien escrito, a secas; pero está lleno de huecos y salidas fáciles. Y aun así, la película funciona maravillosamente.

    El sencillo guión de Fred Dekker y Shane Black ‒el guionista-actor a quien seguro recuerdan por su papel de Hawkins en Depredador (McTiernan, 1987)‒ tiene montones de frases ingeniosas ‒”Wolf-Man’s got nards!” (“¡El Hombre-Lobo tiene bolas!”)‒ y jocosas referencias a películas de monstruos. Dekker era fan de las películas clásicas de monstruos de Universal y de los seriales de La pandilla , por lo que decidió mezclarlos para crear esta película[1].

   Empero, el verdadero núcleo de la película es el mensaje de que la amistad trasciende a pesar de nuestras diferencias ‒el chavo rudo se alía con los nerds, el niño gordo recupera su dignidad por mano propia y, claro está, la Creatura de Frankenstein trabando una entrañable amistad con una niña de preprimaria‒. También hay por ahí un par de comentarios sobre los monstruos del mundo real que le dan a la película otro nivel de profundidad completamente nuevo.

    Las actuaciones son bastante decentes; digo, no son particularmente buenas, pero no dejan qué desear, y lo que sí es sobresaliente es ver a tantos niños carismáticos juntos en pantalla ‒digo en Parque Jurásico (Spielberg, 1993) no pudieron juntar a dos‒. Los adultos también hacen un trabajo bastante competente, sobre todo Noonan como la Creatura de Frankenstein y Regehr, como el Rey de los Vampiros.

    Según lo ha referido en entrevistas[2], Regehr interpretó a Drácula como si fuera el supervillano de algún cómic y sí lograba darle miedo a los niños. Del mismo modo, Noonan no interactuaría nunca con los chicos si no estaba completamente caracterizado, además de que disfrutaría de jugarle bromas pesadas a Stan Winston con el maquillaje puesto.

    La fotografía es muy buena y muy propositiva. Bradford May, director de foto, tuvo desde el principio el cometido de hacer que todo se viera lo más real posible. Del mismo modo, sabía que era una cinta para niños; pero no por eso dejó de darle una atmósfera oscura y tenebrosa. Finalmente, la propuesta de May en la pantalla es la de una película oscura pero con colores sólidos y brillantes, muy en el estilo de otras películas de la época, que se ve genial.

    Por supuesto, las estrellas del show son los monstruos. Según Shane Mahan, artista del Stan Winston Studio que estuvo liderando el proyecto de Escuadrón Anti-Monstruos, “El reto era sugerir estas criaturas clásicas sin copiarlas realmente”[3]. Según parece, ni Antonio Espino “Clavillazo”, ni Xavier López “Chabelo”, ni Santo tuvieron que preocuparse por eso alguna vez. Lo que sí es que las criaturas de Monster Squad, a diferencia de las Hechas en México, prácticamente no han envejecido en tres décadas.

    El diseño de los monstruos estuvo a cargo del mismo Stan Winston, quien tuvo que delegar la confección de los mismos a los artistas del estudio, pues se encontraban saturados de trabajo. Mientras el SWS trabajaba en Escuadrón Anti-Monstruos, Winston estaba enfocado en el diseño y pre-porducción de la película que sería su debut como director, la ahora clásica Pumpkinhead (1988), y una pequeña porción del equipo trabajaba en un bomberazo en el que nadie creía llamado Depredador.

    Aunque un poco decepcionados por no poder utilizar los diseños originales de Pierce, los artistas del Stan Winston Studio no sólo crearon personajes carismáticos en pantalla; sino que lograron implementar en ellos nuevas tecnologías del puppeteering que reducían considerablemente el número de titiriteros que eran necesarios para dar vida a cada una de las criaturas. Esta cinta, además, marcó el debut del artista Tom Woodruff Jr.[4], quien pasara por muchas dificultades y sufrimientos al encarnar a la criatura acuática conocida como Gillman, como actor de creaturas. Además, la versión de esta peli de la Momia (Michael MacCay) es mi favorita de todas.

    Fred Dekker reconoce que Escuadrón Anti-Monstruos es su mejor película; pero también reconoce que fue la película que acabó con su carrera. La cinta costó cerca de 12 millones de dólares, pero en taquilla no recaudó ni 4 millones en su breve corrida de tres semanas. Casi un lustro después, Dekker tuvo una nueva oportunidad de recuperar su carrera de director… por desgracia el proyecto que encabezó fue RoboCop 3 (1993) y, bueno, ya todos sabemos cómo terminó eso.

    Diversos factores se conjuntaron para que la película fracasara en taquilla. Algunos involucrados en la peli culpan a una campaña de mercadeo mal dirigida, otros culpan a la falta de los diseños originales de los monstruos. Sin embargo, el fondo del asunto fue que la cinta estaba dirigida a un público muy reducido. Los niños no la vieron porque los padres creyeron que la película era inapropiada para ellos, y los adolescentes y adultos tampoco la vieron porque creyeron que era una película para niños. Según lo refiere Tom Noonan[5], a él mismo le costó mucho trabajo conseguir una copia en VHS para que sus hijos la vieran. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, de forma inesperada para sus realizadores, Escuadrón Anti-Monstruos se ha convertido en una película de culto cuya nutrida legión de fanáticos ha surgido de la TV por cable y los videoclubes. Yo me enteré de su existencia gracias al libro de Stan Winston y ahora me cuento entre los fans.

PARA LA TRIVIA: Dustin Diamond, quien interpretara a Screech en Salvados por la campana (1989-1993), tenía una breve aparición en la cinta; pero ésta fue eliminada junto con otros 13 minutos de película porque los ejecutivos de HBO no querían que la peli durara más de 90 minutos. Del mismo modo, Liam Neeson, quien originalmente fue considerado para el papel de Drácula, fue contratado y de hecho se le pagó para aparecer en una secuencia que nunca se filmó.

Drácula

Frankenstein

La momia

El hombre invisible

La novia de Frankenstein

El hombre lobo

El Fantasma de la Ópera

El monstruo de la Laguna Negra

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[1] Según lo declara en la entrevista que dio para el especial Monster Squad Forever! (Felsher, 2007), incluido dentro del material extra de la edición de 20 aniversario en DVD.

[2] Ídem.

[3] MAHAN, Shane, citado en Duncan, Jody The Winston Effect: The Art and History of Stan Winston Studio, Titan Books, Londres, 2006. P.98. La traducción es mía.

[4] A partir de Alien 3 (Fincher, 1992) y hasta Alien vs Depredador 2 (Hnos. Strause, 2007), Woodruff sería el actor dentro de los trajes de xenomorfo en la saga Alien.

[5] FELSHER, ídem.